Capítulo Cinco

A las siete menos cinco, Jackson entró en el lujoso vestíbulo del hotel principal de Fantasía de Seducción. Se dirigió al ascensor y, una vez dentro, apretó el botón de la tercera planta, que era donde se encontraba la suite de Alexis. Solo entonces, cuando estuvo solo, empezó a dudar de sus propios motivos personales, de sus fantasías y de su búsqueda de venganza.

Durante toda la tarde, desde que había dejado a Alexis en el vestidor de la boutique, había conseguido evitar su conciencia y las complejas cuestiones que parecían abrirse paso en el interior de su cabeza, cuestiones para las que todavía tenía que encontrar respuestas.

Había estado haciendo ejercicio en el gimnasio, nadando en la piscina y tratando de relajarse en la sauna, pero, desgraciadamente, nada le había hecho olvidarse del deseo que sentía por una mujer que, sin que se diera cuenta, había conseguido llegarle muy dentro, una mujer sobre la que no debería sentir más que un deseo de venganza.

Trató de deshacerse de aquellas incertidumbres que no terminaba de comprender del todo y se culpó solo a sí mismo por su estado de frustración. Nunca había querido que las cosas fueran tan lejos entre ellos. A pesar de que el deseo que ella tenía de tener una aventura había hecho que sus propósitos resultaran más fáciles, su único fin había sido seducirla en cuerpo y alma con tácticas verbales. Acariciarle los pechos, tocarla tan íntimamente y despertar deseos que ni siquiera él mismo sabía que existían no había formado parte de su plan.

Sin embargo, como mujer que acababa de descubrir su atractivo y su sexualidad, lo había provocado de la manera más descarada y él no había podido resistirse a la tentación. En algún lugar entre su deseo de venganza y el tacto de su suave piel, sus planes para desquitarse de ella se habían desvanecido.

En menos de una hora, ella había derribado los muros de reserva y de cautela que habían regido su comportamiento con las mujeres durante la mayor parte de su vida. Se había dejado llevar por el momento y había cruzado la línea con la que se había limitado a sí mismo. Además, le había prometido que aquella noche habría más caricias, más besos… Cumpliría lo que le había dicho, pero no le haría el amor.

El ascensor anunció con un tintineo su llegada al tercer piso. Mientras Jackson salía, reafirmó su inmunidad con respecto a Alexis Baylor y se recordó sus intenciones. Seducir su mente y su alma era su prioridad. Mantener al margen sus sentimientos una necesidad.

Con aquel pensamiento grabado en la mente y sintiéndose de nuevo con el control de la situación, llamó a la puerta blanca que mostraba el número 305. Sin embargo, su resolución se evaporó unos segundos más tarde, cuando Alexis apareció delante de él, ataviada con un maravilloso y pecaminoso vestido rojo que estaba diseñado para atraer la atención de cualquier hombre. El diseño de las mangas dejaba los hombros lánguidamente al descubierto. El cuerpo del vestido era ajustado y con el escote muy bajo. El terciopelo acentuaba sus curvas hasta un poco por debajo de la rodilla. Llevaba las esbeltas piernas embutidas en unas relucientes medias y unas sandalias muy ligeras añadían unos cuantos centímetros a su altura. Hasta se había pintado las uñas de los pies de un tono de rojo que hacía juego con el de las uñas de las manos.

El corazón de Jackson empezó a palpitar a toda velocidad. Tuvo que tragar saliva para humedecerse un poco la boca.

– Estoy buscando a Alexis Baylor -dijo, mientras fingía confusión y se rascaba la sien-. ¿Está aquí?

– Venga ya, Jackson -replicó ella, sonriendo al oír aquellas palabras-. Deja de bromear conmigo.

Entonces, sacudió la cabeza e hizo que su hermoso cabello negro se agitara por encima de su hombro. Jackson notó que lo llevaba un poco más corto de lo que había estado aquella tarde. Además, llevaba un corte a capas que le sacaba el máximo partido. Se había aplicado también un ligero maquillaje que destacaba sus rasgos. Por último, una ligera esencia floral la rodeaba.

Evidentemente, su «transformación» había incluido también un cambio de pies a cabeza que había producido cautivadores resultados. Jackson había visto que ella tenía potencial para convertirse en una cautivadora belleza y así había sido.

Alex lo miraba con expectación, ansiosamente. A él no le costó darle el cumplido que ella se merecía.

– Estás increíble -dijo, extendiendo una mano para acariciarle suavemente la manga del vestido. Luego, lentamente siguió la línea del cuello hasta llegar a sus pechos-. También estás llena de sorpresas. No recuerdo haber elegido este vestido y me acordaría si te lo hubieras probado…

– Entonces, ¿te gusta? -replicó ella, riendo.

– Gustar es una descripción muy pobre para un vestido con el que estás para comerte. Igual que esa fresa que te tomaste esta tarde al lado de la piscina.

Alex se lamió los labios, como si recordara el sabor dulce de la fruta.

– Me probé el vestido después de que tú te marcharas de la boutique, junto con otras cosas que espero que te gusten -añadió, sonriendo sensualmente.

A pesar de su determinación de permanecer físicamente inmune a Alexis, aquel nuevo descaro que ella había descubierto en su interior y del que él era parcialmente responsable lo excitaba de un modo que desafiaba a la lógica. Ella provocaba sensaciones muy agradables dentro de él… muy dentro de él.

En aquellos momentos, lo único que Alexis conocía de él era al hombre, no al rico empresario. El deseo que veía en los ojos de ella le hizo desear que aquella fantasía estuviera más basada en la realidad.

Con un imperceptible movimiento de la cabeza, Jackson se centró de nuevo en aquel momento y se dio cuenta de que estaba disfrutando con aquellas maniobras de seducción más de lo que debía.

– Después de ese comentario tan tentador, será solo culpa tuya que no pueda comportarme como un caballero y que no te quite las manos de encima en toda la noche -susurró, agarrándola suavemente por la cintura-. Quiero descubrir qué es exactamente lo que oculta este vestido.

– Tal vez te permita que lo hagas -replicó Alex, acariciándole suavemente el pecho a través de la camisa.

– Para que lo sepas desde el principio -dijo, agarrándola con fuerza de las caderas y estrechándola contra su cuerpo-, quiero que me des cosas que no le hayas dado a otro hombre -añadió. Aquella era otra verdad que se negaba a analizar-. Quiero hacerte cosas que te escandalizarían…

– Y yo deseo que lo hagas -musitó ella, frotando los muslos contra los de él.

Jackson casi gruñó de placer al sentir que un deseo primitivo, que todavía emanaba de lo ocurrido aquella tarde, se apoderaba de él. Aquel era su juego, pero le estaba costando demasiado llevarle ventaja.

– ¿Harás todo lo que yo quiera o te pida?

– Sí, todo… Cualquier cosa -prometió ella, sin reservas.

Jackson le acarició el trasero con la palma de la mano y lo empujó suavemente, haciendo que muslos, caderas y vientres entraran en un contacto electrizante.

– ¿En cualquier momento, en cualquier lugar? -le preguntó. Quería saber hasta dónde estaba dispuesta a llegar con él.

Alex le rodeó el cuello con los brazos y se apretó contra él. Suavidad contra fuerza. Corazón contra corazón.

– En cualquier momento y en cualquier lugar -susurró ella mientras le acariciaba suavemente la nuca-. ¿Y tú? ¿Harás todo lo que yo quiera o te pida?

Estar a merced de Alexis no era algo que él hubiera considerado como parte de su fantasía, pero no podía negarse a aquella petición.

– Por supuesto, pero espero poder darte todo lo que desees o necesites antes de que me lo tengas que pedir.

– Hasta ahora, te has anticipado muy bien a mis necesidades -musitó ella, dedicándole una seductora e irresistible sonrisa-. ¿Qué es lo que quiero ahora, Jackson?

Él recorrió los hermosos rasgos de su rostro con la mirada. Notó el ligero rubor que le cubría las mejillas y el brillo que tenía en los ojos. Tenía los labios a pocos centímetros de los de él y sintió la tentación de atravesar aquella breve distancia, saborearlos a su antojo y ver dónde acababa todo.

El pulso se le aceleró. ¿Cómo había podido sentirse tan arrebatado por ella, tan enredado en una tela de araña que él mismo había tejido con el único propósito de atraparla entre sus hilos? ¿Se había perdido tanto en necesidades y deseos, que nada le importaba más que agradar a aquella mujer y darles a los dos exactamente lo que deseaban? En lo único en lo que podía pensar en aquellos momentos era en lo que le suplicaba aquella ardiente mirada.

Rodeándole aún la cintura con una mano, le acarició la mejilla suavemente con las yemas de los dedos de la otra.

– Ahora mismo, en estos momentos, quieres que te bese.

– ¡Lo que sabes…!

– Y eso es también lo que yo deseo -admitió, sin poder evitar que aquellas palabras se le escaparan de los labios. Mentir no le resultaba nada fácil, fueran cuales fueran las circunstancias. Siempre había pedido sinceridad, tanto en los negocios como en su vida personal, y él siempre la ofrecía a cambio.

Había esperado que su atracción por Alexis fuera fingida, fabricada con el único propósito de persuadirla y vencerla. Lo que más le sorprendió fue que, hasta aquel momento, muy pocos detalles de su seducción habían sido falsos. Como tampoco lo era el intenso deseo que ardía dentro de él.

– Para que lo sepas, de ahora en adelante no pienso pedir permiso para conseguir lo que quiero… -susurró él.

Entonces, colocó la mano en la nuca de Alexis y tomó su boca. El beso debería haber sido brusco, rápido y sin pasión, más una afirmación de la posesión que una búsqueda de satisfacción. Sin embargo, Jackson no había podido renunciar nunca a los grandes placeres sensuales de la vida cuando tenía una mujer cálida y ansiosa entre sus brazos. Y Alexis era todo aquello y mucho más.

Se tomó su tiempo. Los labios de ella estaban pegajosos por el brillo que se había aplicado y, tras mordisquear y chupar la suave carne de su boca, descubrió que sabía a cerezas maduras. Era tan dulce… Paladeó aquel sabor y gozó al ver lo bien que ella respondía a su perezosa y completa exploración.

Alexis le acarició suavemente la mandíbula y abrió la boca en silenciosa invitación, una súplica tácita que él comprendió y a la que respondió. Poco a poco, Jackson fue profundizando el beso hasta que, por fin, la lengua acarició el cálido terciopelo de la suya y se enredó con ella, húmeda, erótica, íntimamente. Rápidamente, el cuerpo de Jackson reaccionó.

Alexis se aferró a él y gimió, con un suave ronroneo. Se movía muy provocativamente contra él, con un ritmo que marcaba exactamente el de los movimientos de la lengua de Jackson. Cada curva de su cuerpo lo excitaba, hacía que le hirviera la sangre y que el corazón le latiera a toda velocidad. El placer fue apoderándose poco a poco de él, intensificando sus sentidos y haciendo que se olvidara de todo menos de la dulce y generosa mujer que tenía entre sus brazos.

Una mujer que era demasiado abierta y sincera en sus necesidades, en sus deseos, en la pasión que sentía por él. No había contado con aquella ventaja, pero tampoco con su propia reacción al besarla ni a la necesidad de poseerla completamente. Ninguno de los dos fingía nada en aquellos instantes y saberlo casi le volvía loco…

Necesitaba poner distancia entre ellos antes de que hiciera algo increíblemente estúpido… como meterla en el dormitorio de su suite y saciar el hambre que sentía por ella del modo más básico y elemental. Por mucho que deseara a Alexis, hacerle el amor no era parte de su plan.

Con gran fuerza de voluntad, apartó la boca de la de ella y respiró profundamente para tratar de recobrar la compostura.

– Si no nos detenemos ahora, no llegaremos a cenar.

– Mmm… -susurró ella, entre suspiros-. Eso ha sido… ¡Vaya! Espero repetir…

– Primero, tenemos que cenar -insistió él.

Antes de que sucumbiera a la tentación de volver a besarla, la animó a que fuera a recoger su chal y el bolso de mano que tenía en el sofá del salón. Juntos, bajaron al vestíbulo. Iban de la mano y ella parecía flotar a su lado. Salieron del hotel y se dirigieron a un pequeño cochecito motorizado que Jackson había pedido.

La ayudó a subir a su asiento y luego se colocó tras el volante. Arrancó el coche y empezó a avanzar por el amplio sendero que llevaba a otras partes de la isla. Había descubierto que había tres restaurantes en Fantasía de Seducción, uno en el edificio principal del hotel y dos en la playa. Entre medias, estaban los bungalows, con maravillosas vistas del océano.

A pesar del menú tan refinado y la posibilidad de bailar en cualquiera de los tres restaurantes, aquella noche Jackson optó por una velada íntima con Alexis, en la que los dos podrían contemplar una maravillosa puesta de sol.

Pocos minutos más tarde, Jackson detuvo el vehículo delante de su bungalow. Alexis lo miró con curiosidad.

– ¿Dónde estamos? -preguntó, atusándose un poco el cabello, algo revuelto por el aire de la noche.

– En mi bungalow.

– Creía que…

– ¿Qué?

– Supongo que solo estoy algo sorprendida, lo que es bueno, dado que me gustan las sorpresas y tú pareces proporcionarlas con facilidad… Di por sentado que íbamos a cenar en uno de los restaurantes que hay en la isla.

– Yo nunca te dije dónde iríamos a cenar -susurró él, apartándole suavemente un mechón de cabello de la cara-. Pensé que sería más agradable disfrutar de una cena romántica para dos aquí. ¿Te parece bien?

– Más que bien, mientras no esperes que sea yo la que se encargue de cocinar.

– ¿Por qué? -quiso saber Jackson mientras se bajaba del cochecito e iba a ayudarla a ella a que hiciera lo mismo-. ¿Es que no sabes?

– Me da vergüenza admitirlo, pero mis habilidades culinarias son bastante reducidas -confesó ella mientras entraban en la casita-. Mi tío vivía a base de comida rápida. En las escasas ocasiones en las que cocinaba, se limitaba exclusivamente a un filete con patatas. Yo aprendí a cocinar lo más básico experimentando, pero algo me dice que tú no te sentirías satisfecho con una lata de sopa y un sándwich de queso.

– No, serían necesarios dos sándwiches de queso para satisfacerme -bromeó él, disfrutando con el sonido contagioso de la risa de Alexis-. Puedes estar tranquila. Esta noche, no te pediré que cocines para mí. Ni siquiera tendrás que fregar los platos después.

– ¿No? -preguntó ella, mirando el pequeño salón-. Esta cita parece mejor y mejor por momentos.

Jackson la agarró suavemente por el brazo y la llevó al comedor.

– Para eso tenemos nuestro propio camarero -dijo, señalando a un joven camarero que estaba de pie, tras una serie de bandejas tapadas-. Este es Geoffrey y nos va a servir la cena esta noche.

– Buenas noches, señorita Baylor -saludó el joven camarero con una sonrisa-. Siéntese para que le pueda servir una copa de champán.

Geoffrey le indicó la terraza, en la que había una mesa, decorada con un fino mantel de lino y la más delicada porcelana y cristalería. Tres velas iluminaban el ambiente y perfumaban el aire con un ligero aroma a vainilla. Una suave música, procedente de unos altavoces invisibles, añadía más romanticismo al ambiente.

Alexis se acercó a la mesa, dejó el chal y el bolso sobre una silla cercana y luego se asomó un poco más a la terraza.

– ¡Vaya! -exclamó, al contemplar la maravillosa amplitud del océano-. ¡Qué vista!

– Sí, la vista es espectacular -afirmó Jackson mientras admiraba el trasero y las esbeltas piernas de Alexis en vez del horizonte. Rápidamente, se puso a su lado y sonrió al ver la felicidad que se reflejaba en su rostro-. Dentro de media hora podremos ver cómo se pone el sol. Eso sí que es digno de verse.

– No pienso irme a ninguna parte -prometió ella, sonriendo alegremente.

– Me alegro de saberlo, porque no pienso perderte de vista -replicó él, indicándole una silla para que se sentara-. Al menos, no durante un buen rato.

– Gracias -murmuró ella, algo sorprendida por aquel comentario. No estaba acostumbrada a tantas atenciones. Entonces, tomó asiento.

Jackson se quitó la americana y la colocó sobre el respaldo de la silla antes de sentarse. En aquel momento, apareció Geoffrey y sacó una botella de champán que estaba enfriándose en una cubitera de plata. Tras retirar el corcho, les sirvió una copa a cada uno y anunció que serviría la cena en cinco minutos. Entonces, volvió a desaparecer en el interior del bungalow.

– Por las fantasías que nos han reunido aquí -dijo Alexis, tras tomar su copa de champán y levantarla a modo de brindis.

Jackson no pudo afirmar la razón exacta de por qué sintió que una fuerte sensación de culpa lo corroía por dentro. Tal vez fuera por el modo en el que ella lo había mirado, con tal convicción y adoración, como si de verdad creyera que él era el hombre que conseguiría que todos sus deseos se hicieran realidad. O tal vez fuera el hecho de que quería que ella fuera tal y como se presentaba, una mujer sincera que lo deseaba sin motivos ocultos.

Jackson apartó de su mente una maraña de emociones que cuestionaban sus razones para estar allí, en Fantasía de Seducción, para estar con Alexis, y levantó su copa.

– Por nosotros -dijo, haciendo que su copa golpeara suavemente la de ella.

Alexis tomó un sorbo del champán y luego dejó la copa sobre la mesa. Entonces, se reclinó sobre su silla con una sonrisa de felicidad en los labios y contempló el océano con mirada soñadora. Jackson observó cómo levantaba la mano y se tocaba los labios con las yemas de los dedos.

– ¿Te encuentras bien? -le preguntó él, cuando, unos segundos más tarde, seguía en el mismo estado de abstracción.

– En realidad, me encuentro estupendamente. ¿Te puedes creer que todavía estoy disfrutando con las sensaciones del maravilloso beso que hemos compartido? Me siento como si hubiera tomado demasiadas copas de champán cuando, en realidad, solo he tomado un sorbo.

– Me resulta muy difícil creer que no te hayan besado antes de esa manera.

– Pues créetelo -murmuró ella, bajando la cabeza como si se sintiera avergonzada-. En realidad, no tengo mucha experiencia en el campo de los besos como para poder compararlo con otros.

Un pensamiento horrible le cruzó por la cabeza a Jackson, algo que nunca antes se había planteado porque no encajaba con la imagen de Alexis Baylor que se había creado antes de que descubriera que esta tenía tantas contradicciones con la visión original.

– No eres… -susurró, incapaz de pronunciar la palabra.

– ¿Virgen? -completó ella. Al ver la cara de asombro con la que la miraba, se echó a reír y sacudió la cabeza-. No, al menos no en el sentido físico y real de la palabra. He tenido relaciones sexuales, pero tú acabas de hacer que me dé cuenta de lo mucho que me he perdido y de que, posiblemente, nunca antes haya hecho el amor.

Jackson sintió que una extraña sensación le agarraba la garganta y le impedía hablar. No sabía qué decir para responder a aquella afirmación, que lo había pillado completamente desprevenido. Ella se estaba haciendo muchas ilusiones con él y, aunque ganarse su confianza había sido su prioridad dos días antes y seguía siéndolo, nunca había esperado que su aceptación fuera tan rápida ni que tuviera tantos deseos de hacer el amor con él.

Por suerte, en aquel momento volvió a llegar el camarero con la cena. Les colocó delante unos hermosos platos de porcelana con una generosa porción de cola de langosta, arroz y judías verdes. Aquella interrupción le dio a Jackson unos pocos minutos para recobrar el equilibrio.

Cuando la mesa estuvo servida, Geoffrey colocó una pequeña campanilla entre los dos.

– Si necesitan algo más, solo tienen que llamarme.

Entonces, desapareció, dándoles así una completa intimidad.

Jackson, de repente, sintió una enorme curiosidad por descubrir más sobre lo que había leído en el informe de Mike.

– ¿Has tenido muchos novios? -le preguntó.

– Unos cuantos -respondió ella mientras cortaba un trozo de langosta.

Cuando se metió la suculenta carne en la boca, un poco de mantequilla se le escapó por la comisura de la boca. Rápidamente, sacó la lengua para lamer el jugo, lo que hizo que el vientre de Jackson se retorciera de deseo.

– ¿Alguna relación seria? -insistió, a pesar de sus sensaciones.

– Una, durante la universidad -dijo Alexis, tras tomar un sorbo de champán-, pero no duró mucho. Después de eso, me concentré en mis estudios en vez de en los hombres, aunque no se puede decir que los tuviera llamando a mi puerta constantemente. Yo era muy corriente y muy tímida, casi hasta el punto de ser invisible. Cuando no tenía la nariz metida en un libro, estaba ocupada trabajando a tiempo parcial para mi tío en la empresa informática que él tenía. Luego, está el dulce y devoto Dennis -añadió, antes de que Jackson pudiera profundizar en lo de la empresa de su tío.

– ¿Quién es Dennis?

– Un buen amigo al que le gustaría ser mucho más. En realidad, trabaja para mí en mi empresa. Yo la heredé de mi tío cuando murió. Dennis lleva años en la empresa y siempre me ha apoyado de un modo u otro.

– ¿Y a ti no te interesa?

– Desgraciadamente no, al menos desde un punto de vista romántico. No me interpretes mal. Es un tipo estupendo y realmente lo adoro como amigo. Tiene un estupendo potencial para ser un buen esposo. Estoy segura de que, cuando encuentre a la mujer adecuada, la hará muy feliz.

– Pero esa mujer no eres tú.

– Por muy tonto que te pueda parecer y, aunque no sea del todo realista, yo quiero disfrutar de lo mismo que tuvieron mis padres.

Jackson pensó en sus padres y lo único que pudo recordar fueron tristes recuerdos. Su padre, un hombre maravilloso, había muerto cuando Jackson solo contaba ocho años. Los amargos recuerdos de una madre egoísta que se había pasado todo el tiempo tratando de encontrar otro marido que se ocupara de ella económicamente, dejando que él se ocupara de sí mismo lo turbaban con frecuencia. A la edad de dieciséis años, había empezado a trabajar en una compañía de electrónica, ocasión que su madre había aprovechado para abandonarlo por el último millonario de una larga lista… para buscarlo de nuevo años más tarde cuando se le había terminado la suerte para conquistar a hombres ricos y tras descubrir todo el dinero que tenía su hijo.

Jackson terminó de cenar y apartó el plato a un lado, junto con aquellos turbadores recuerdos del pasado.

– ¿Qué es eso que tus padres compartieron y que tú quieres para ti misma?

Alexis tardó algunos minutos en responder. Estaba abstraída en la hermosa puesta de sol, que estaba tiñendo el horizonte de espectaculares gamas de rojos, naranjas y violetas.

– Por lo que recuerdo, mis padres estaban muy enamorados el uno del otro. Su afecto era tangible. Yo nunca me sentí ignorada en esa relación, sino como si representara una gran parte de aquel amor. Eso es algo que me he guardado en el corazón desde que murieron. Estoy segura de que esa clase de matrimonio existe para unos elegidos que tienen la suerte de que el destino los una. Sin embargo, hasta ahora, yo no he sido tan afortunada. Y no quiero conformarme con menos de un amor puro y una relación que se base en el respeto y la confianza mutuos.

Aquello que Alexis deseaba no parecía encajar con lo que desearía la despiadada mujer de negocios que él se había imaginado que era. ¿Cómo podía haber robado algo tan descaradamente y luego pedir respeto y confianza en una relación? Todo era tan contradictorio que solo consiguió que Jackson se sintiera aún más confuso.

– Durante los últimos cuatro años, he dedicado toda mi energía a evitar que la empresa de mi tío quiebre y no he tenido mucho tiempo de salir con nadie ni de embarcarme en una relación romántica.

Sonaba muy pragmática, pero Jackson pudo ver a través de sus palabras el verdadero deseo que albergaba su corazón. Para él estaba muy claro que lo que Alexis Baylor deseaba con todo su corazón era que un hombre la cortejara y le robara el corazón para siempre.

– Y por eso estás aquí, en Fantasía de Seducción, para descubrir lo que te has perdido hasta ahora.

Alexis asintió.

– Sí, efectivamente, esa es una de las razones por las que estoy aquí -admitió Alex.

Había más. Jackson no podía negar que se sentía intrigado por descubrir qué más podría haber.

– ¿Qué otras razones hay?

– Eso es algo muy íntimo y personal -replicó ella amablemente-. A menos que tú me cuentes primero las razones que te han traído aquí.

Jackson se echó a reír y recordó que aquellas eran las mismas palabras que él le había dicho en el hidroavión cuando ella le había preguntado por su fantasía.

Touché -murmuró.

El camarero volvió a aparecer en aquel instante para llevarse los platos de la cena y servirles a cada uno de ellos una porción del postre que Jackson habían pedido expresamente para terminar la cena de aquella noche.

Mientras Geoffrey les llenaba de nuevo las copas de champán, Alexis probó el postre. Entonces, abrió los ojos, muy sorprendida.

– ¡Dios mío, Jackson! ¡Esto es maravilloso!

– Me alegro de que te guste -dijo él-. Es créme brulée de amaretto. El chef me aseguró que sería una delicia.

– Me encanta el sabor del amaretto -susurró ella mientras entornaba los ojos como para saborear mejor el sabor exótico del postre-. ¿Cómo lo has sabido?

Jackson se encogió hombros.

– Ha sido por suerte.

– Es esa habilidad tuya, ¿verdad?

– No pienso admitir nada -bromeó él, sin querer revelar dónde había descubierto aquel detalle.

Cuando el camarero terminó de encender unas cuantas velas más, Jackson le dio las gracias por su servicio y le dijo que podía marcharse. Entonces, se quedaron solos. Durante los siguientes minutos, se dejaron llevar por el delicioso sabor del postre. Alexis devoró hasta el último bocado y no tuvo reparo alguno en terminarse lo que él se había dejado en el plato.

Cuando hubo terminado, tomó un sorbo de champán y se recostó en la silla con un suspiro de felicidad. Al menos, un apetito estaba saciado.

– Bueno, ¿y tú, Jackson? -preguntó ella, con un hilo de voz.

– ¿Y yo, qué?

– Bueno, yo te he hablado de mi historia con los hombres y las relaciones sentimentales. ¿Cómo es que ninguna mujer ha conseguido llevarte todavía al altar?

El cuerpo de Jackson se tensó. Se obligó a sonreír, diciéndose que ella no buscaba nada en particular más que saber una información recíproca sobre él. Además, en aquel aspecto en concreto de su vida, no tenía nada que ocultarle.

– Bueno, te puedo asegurar que yo no soy virgen -dijo, en tono de broma.

– Eso nunca se me había pasado por la cabeza -comentó Alex, riendo.

– Supongo que es por el mismo cliché que todo el mundo utiliza. No creo haber encontrado a la mujer adecuada todavía.

– ¿Y estás buscando?

– No -contestó, con más determinación de lo que había previsto en un principio. Entonces, suavizó el tono y prosiguió hablando-. Hace unos años estuve prometido y no estoy deseando repetir el proceso en un futuro próximo.

– ¿Qué ocurrió para que pienses así? -quiso saber ella al tiempo que fruncía el ceño.

– Pensé que la conocía y confiaba plenamente en ella. Unas cuantas semanas antes de la boda descubrí que no era yo lo que quería, sino lo que mi dinero podría comprar.

Demasiado tarde, se dio cuenta de lo mucho que le había contado. Sin embargo, una parte de él no se lamentaba por haberle contado algo que lo había estado quemando por dentro durante los últimos cuatro años. De hecho, se sentía liberado por haber podido dar rienda suelta a la amargura que lo corroía por dentro.

– Y por eso ahora… -le indicó ella. Evidentemente, quería que él compartiera algo más sobre su experiencia pasada y cómo el engaño de su prometida había condicionado su relación con las mujeres.

– Y por eso, ahora, me cuesta mucho confiar en las mujeres -admitió él, compartiendo un secreto muy íntimo con ella.

– Jackson… No todas las mujeres somos como ella.

– No, pero, en mi experiencia, todas las mujeres han buscado siempre algo de mí, así que he aprendido a tener mucho cuidado.

Alexis pareció algo aturdida por aquella afirmación tan sincera, por lo que Jackson se preguntó inmediatamente si habría conseguido remover su conciencia. ¿Estaría ella recordando cómo había hecho que una persona se infiltrara en Extreme Software para su propio beneficio? ¿O estaría pensando en el hecho de que, en aquellos momentos, lo estaba utilizando a él para su propia fantasía, para la parte que no había querido divulgar anteriormente? ¿Qué haría Alexis si, en aquel mismo momento, le revelaba su verdadera identidad? Sin embargo, ¿por qué estaba dispuesto a pensar lo mejor sobre Alexis cuando él conocía de lo que era capaz?

Alexis se levantó en aquel instante y se dirigió hacia la barandilla de la terraza para mirar al mar. Jackson dejó que estuviera unos momentos sola, principalmente porque él también los necesitaba. Se sentía muy confuso. Estaba teniendo sentimientos que no quería tener. Dudas, ternura… Nunca debería haberle contado aquella parte de su pasado…

Rápidamente, reconstruyó sus defensas. Era hora de poner aquella velada y su fantasía en la perspectiva adecuada. Y aquello significaba concentrarse en seducir a Alexis.

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