Capítulo Seis

Alex cerró los ojos y aspiró el aroma del océano. Una suave brisa soplaba, acariciándole la piel como los dedos de un amante. Lo que quería, lo que de verdad quería, eran las caricias de Jackson, pero dudaba seriamente que él quisiera tener algo con ella si averiguaba el otro motivo que la había llevado a Fantasía de Seducción. Igual que las otras mujeres que había habido en su vida, ella también quería algo de Jackson, aunque no era su dinero. Quería tener un hijo con él, un hijo al que poder considerar solo de ella, resultado de una apasionada relación que recordaría para siempre. Ese niño le daría la familia que llevaba buscando la mayor parte de su vida, un niño que la amara incondicionalmente y que fuera el centro de su vida.

Se aferró con fuerza a la barandilla. Nunca había esperado experimentar culpa y confusión sobre el hecho de que hubiera reservado aquella fantasía para tener un hijo. En realidad, no había esperado encandilarse tanto con el hombre que debía engendrar su hijo, un hombre que la hacía sentirse hermosa y especial. Jackson no solo era un hombre atractivo y sensual, sino que poseía rasgos que ella admiraba y que habían despertado sus emociones. En aquellos dos días, había visto sinceridad y honradez y, durante su conversación de aquella noche, había sabido lo mucho que valoraba aquellos atributos. Y también le había dejado muy claro que no le gustaba que lo utilizaran.

Por mucho que le costara, Alex decidió apartar sus inseguridades y tranquilizar su conciencia. Los dos estaban en aquella isla por voluntad propia. Había riesgos ocultos para las partes que decidían participar en una fantasía, teniendo en cuenta que las peticiones de cada persona se mantenían en secreto a menos que las partes implicadas decidieran lo contrario. Como Jackson y ella estaban todavía ocultándose sus verdaderas intenciones, en esencia, los dos se estaban utilizando.

En cuando a los riesgos, había una docena de ellos. Ella misma se estaba arriesgando con Jackson al estar con él y elegirlo como el hombre que iba a enseñárselo todo sobre el deseo y la pasión. A cambio, él también estaba corriendo riesgos con su fantasía y con Alexis. Por eso, al final de aquella semana los dos se marcharían habiendo cumplido sus fantasías y sin ningún sentimiento de culpa. No podría ser de otra manera.

Oyó que él se levantaba y se acercaba lentamente. El deseo se apoderó inmediatamente de ella, pero no se volvió para mirarlo. Entonces, Jackson colocó las manos sobre la barandilla, a ambos lados de las de ella y la atrapó entre sus brazos. En aquel momento, todas las dudas que hubiera podido albergar se evaporaron.

Por muy egoísta que fuera, quería pasar aquellos momentos con Jackson y disfrutar de todo lo que él le pudiera ofrecer. Durante muchos años, había sido ella la que había dado y le tocaba por fin disfrutar.

Jackson bajó la cabeza al lado de la de ella y frotó su mejilla contra su cabello.

– ¿Estás lista para que yo cumpla la promesa que te hice en la boutique?

Una serie de imágenes prohibidas empezaron a cruzarle por la cabeza, convirtiéndose en unos pensamientos tan eróticos que hicieron que las rodillas se le doblaran.

– ¿Qué promesa era esa?

– La promesa del placer -respondió él, acariciándole suavemente los hombros desnudos de un modo tan provocativo que hizo que se le pusiera la piel de gallina-. Y, si me acuerdo correctamente, tú también me hiciste algunas promesas.

Alex sintió que una sensación extraña le oprimía la garganta y el pecho.

– ¿Yo?

– Sí -replicó él en voz muy baja.

Sus enormes manos le acariciaron ligeramente la espalda con sedosas caricias, recorriendo los contornos de la cintura, caderas y muslos hasta que se detuvieron sobre el vientre de Alex. Lentamente, hizo que se echara hacia atrás y que cubriera los pocos centímetros que los separaban hasta que el trasero de Alex descansó contra las caderas de él.

Ella gimió y se aferró con fuerza a la barandilla. Sintió la erección que se erguía bajo la cremallera de los pantalones de Jackson; el calor líquido que le fluía por las venas parecía haberse concentrado entre sus muslos.

– Me prometiste que me dejarías descubrir lo que llevas debajo de este vestido.

– Dije que tal vez te dejaría -susurró ella, temblando al ver la intensidad con la que él la miraba.

– Acepto el desafío, Alexis.

– Eso es exactamente lo que yo esperaba…

Jackson extendió las manos y las movió sobre el terciopelo que cubría sus hermosas curvas, creando una excitante fricción por todas las partes que acariciaba. A través de la tela del vestido, Jackson parecía tratar de descubrir cada una de las prendas de lencería que llevaba, descubriéndolas más con el sentido del tacto que con el de la vista. Por fin, le moldeó los pechos con las manos y terminó por meterle la mano por el escote para sentir la textura del sujetador.

– Bonito y de encaje, aunque no me sorprende -dijo, con la voz llena de satisfacción-. Creo que es negro.

Los pezones de Alex se irguieron con la esperanza de sentir en ellos las caricias de los dedos de Jackson, pero él, deliberadamente, apartó la mano.

– Después de tanta tortura, tendrás que descubrirlo por ti mismo -susurró ella con un gruñido de frustración.

– No dudes que lo haré. A su debido tiempo -replicó Jackson, riendo.

Efectivamente, no parecía tener ninguna prisa. La tentaba sin piedad, turbándola con sus exploraciones. Después, les tocó el turno a las caderas. Cuando le tocó la pelvis, esta se movió instintivamente hacia delante. Sin embargo, Jackson no prestó atención a aquella silenciosa súplica y siguió bajando, poco a poco. Se agachó un poco para poder meterle las manos por debajo de la falda y luego se incorporó, dejando que estas subieran lentamente por los muslos mientras la tela del vestido se le iba recogiendo encima de las muñecas.

La piel de Alexis hervía de sensaciones. La cabeza le daba vueltas y la respiración se le fue agitando cada vez más, pensando en cuál sería la siguiente parte de su cuerpo a la que se dirigirían aquellas manos, que era la misma que llevaba esperando que él volviera a acariciar como aquella tarde.

Jackson descubrió que llevaba medias hasta el muslo, pero no se conformó con eso y siguió subiendo hasta llegar a las braguitas. Notó la humedad que le revelaba el deseo que ella sentía y trazó con un dedo el triángulo de tela que le cubría su feminidad.

Estaba tan cerca de ella que el algodón de los pantalones de Jackson rozaba la piel que había ido exponiendo en la parte de atrás de los muslos.

– Medias con elásticos de encaje y braguitas de seda ribeteadas con un suave encaje. Seguro que también son negras.

Poco a poco, le introdujo los dedos por debajo de la banda elástica y se las fue bajando. Alex gimió de placer y se mordió el labio inferior. A su espalda, la respiración de Jackson sonaba tan alterada como la suya.

– Quiero quitártelas, Alexis -susurró.

– Sí…

Con desesperante lentitud terminó de bajárselas hasta que las braguitas se cayeron a los pies de Alex. La falda del vestido volvió a recuperar su posición natural, pero, a pesar de todo, ella se sentía completamente desnuda.

– Saca las piernas de ellas, cielo…

Entonces, se agachó y recogió la prenda.

– Negras y de encaje, tal y como me había imaginado…

– Tú ganas -dijo ella, riendo, a pesar de que estaba muy tensa.

– Me gustaría pensar que tú también vas a ganar con esto, nena… -musitó. Entonces se apartó de ella.

¿Qué había querido decir con aquello? ¿Y por qué se había apartado de ella, dejándola allí sola, más excitada de lo que había estado en toda su vida? ¿Acaso solamente estaba jugando con ella?

Llena de frustración, se dio la vuelta y vio cómo él retiraba el bolso y el chal del asiento donde ella lo había colocado. Entonces, se sentó y, con una sonrisa, empezó a hacer girar las braguitas de Alex alrededor de un dedo.

El roce de la falda contra la piel le causó una provocativa sensación. Sintiendo una gran carga sexual y deseando saber hasta dónde estaba dispuesto Jackson a llevar aquel juego, Alex hizo un gesto con la cabeza para señalar las braguitas.

– Entonces, ¿qué tengo que hacer para que me las devuelvas?

– No estoy seguro de que vaya a hacerlo. Creo que serán un bonito recuerdo de los momentos que hemos pasado juntos -añadió mientras se las metía en el bolsillo.

– ¿Y qué es lo que yo me llevo como recuerdo?

– Ven aquí y te lo enseñaré.

Incapaz de resistir la tentación, Alex avanzó hasta que estuvo al lado de la silla. Entonces, él extendió la mano y le empezó a acariciar la suave piel de detrás de la rodilla. El placer se apoderó de Alex, añadiéndose a unas sensaciones que iban incrementándose poco a poco en necesidad.

Jackson le colocó la rodilla al lado de su muslo y levantó la mano para que ella se la agarrara. Era un desafío en silencio, que Alex aceptó, sabiendo sin duda alguna lo que él quería que hiciera. Con su ayuda, se sentó encima de él, a horcajadas.

– Más cerca…

La agarró de las caderas y la acercó más, haciendo que abriera más y más las piernas hasta que las rodillas de Alex estuvieron a la misma altura que las caderas de él. Lo único que separaba las fuentes de su deseo era la suave tela de los pantalones de Jackson. Aquel movimiento había provocado que el vestido se le fuera subiendo y que se dejara al descubierto el encaje que le cubría el elástico de las medias. La parte más íntima del cuerpo de Alex seguía tapada, por lo que aquella postura resultaba si cabía aún más excitante y erótica.

Ella empezó a acariciarle el pecho y descubrió, encantada, que el corazón de él latía con tanta fuerza como el suyo. En el momento en el que sus miradas se cruzaron, Alex comprendió que tenía la capacidad para excitar a un hombre y se sintió salvaje, desinhibida y sin rubor alguno para satisfacer los deseos de ambos.

– Tal vez deberíamos ir dentro -susurró.

– No. Estamos solos, Alexis. Me he asegurado de ello. Lo que ocurra aquí quedará entre tú, yo y la Madre Naturaleza.

Aquellas fueron las únicas palabras que ella necesitó escuchar. No lo detuvo cuando Jackson le agarró las mangas del vestido y se lo bajó, junto con el sujetador, hasta que la tela se le enrolló en los codos. Había dejado al descubierto los erguidos y ardientes pechos de Alex. Ella sintió que un temblor la recorría de arriba abajo, sensación que se acrecentó cuando él se los tomó entre las manos y empezó a acariciarle los rosados pezones con los pulgares.

Alex echó la cabeza hacia atrás mientras se le escapaba un suave gemido. Sintió que él se movía suavemente debajo de ella y que la besaba apasionadamente en el cuello, recorriéndole la garganta con los labios y dejando un rastro de cálidos y húmedos besos.

Como ella también necesitaba sentirlo, le abrió los botones de la camisa y separó la tela para poder acariciar a placer el firme torso. Jackson no le dio mucho tiempo para explorar, ya que fue bajando más y más la cabeza hasta que consiguió meterse un pezón en la boca.

Alex abrió los labios, pero no logró emitir ningún sonido. La profunda succión a la que la estaba sometiendo la boca de Jackson, el roce de sus dientes y los movimientos circulares de su cálida y húmeda lengua se combinaron en un cúmulo de sensaciones que la llevaron hasta la cima del placer e hicieron que estuviera a punto de consumirse en un potente orgasmo… y ni siquiera la había tocado por debajo de la cintura. Alex apretó con fuerza los muslos y gimió.

Jackson se apartó de ella en aquel mismo momento y la miró, asombrado de lo rápidamente que había alcanzado el placer. Tenía la respiración rápida y errática, pero Alex detectó el inicio de un intento de autocontrol en su actitud que hizo que actuara con rapidez.

– No, no, no… -gimió, negándose a que aquel momento de placer, aquel necesitado orgasmo, se perdiera de nuevo. Le guió una mano hacia la entrepierna y apretó su boca contra la de él-. Por favor…

Tan intensa fue su reacción que Jackson no pudo hacer otra cosa que responderle del mismo modo.

Alex gimió de placer al notar que él le iba a dar exactamente lo que deseaba. Notó las primeras caricias contra los húmedos pliegues de su feminidad y sintió la inminencia de una poderosa sacudida. Estaba más húmeda de lo que lo había estado nunca, completamente preparada para recibirlo, por lo que, cuando Jackson le introdujo un dedo y le acarició el clítoris, hinchado por el placer, sintió que un exquisito placer se cernía sobre ella. Gritó sin inhibición alguna y se dejó llevar por numerosas oleadas de gozo que la llevaron más allá de lo que ella había experimentado con ningún hombre.

Las sensaciones siguieron a pesar de que Jackson ya había retirado la mano. La necesidad se hizo más fuerte que antes, con una urgencia que la asombraba. Rompió el beso y se deslizó sobre la erección que luchaba por abrirse paso a través de la cremallera de los pantalones que él todavía llevaba puestos. Empezó a moverse encima de él, con un ritmo instintivo, tan lento y erótico como si de verdad estuvieran haciendo el amor.

De repente, él contuvo el aliento y la agarró por la cintura para detener sus sensuales movimientos.

– Alexis…

Su voz vibró con una mezcla de advertencia o de súplica. Había apretado la mandíbula y su contención era casi palpable. Sin embargo, como estaba sentada a horcajadas encima de él, tenía todos los ases en su poder. De nuevo, empezó a moverse sobre él, de un modo que le acariciaba también el pecho con sus senos.

– Por favor -susurró ella-, una vez más…

– Eres muy avariciosa… No creo que pueda contenerme otra vez.

– Entonces, únete a mí.

Alex siguió tentándolo, tal y como Jackson había hecho tan bien con ella. Le resultaba muy sensual tener la libertad para seducirlo, para provocarlo… No pasó mucho tiempo antes de que la necesidad de él igualara la de ella.

Con fuerza, él le agarró las caderas, aunque aquella vez no para detenerla, sino para que sus movimientos igualaran los suyos propios. Alex gimió al sentir que la tensión iba subiendo de nuevo dentro de su vientre. La fuerza de la erección de Jackson frotándose contra ella y el potente calor que ardía entre ellos la catapultó a otra dimensión… como le ocurrió a él. Contrajo los músculos y se agitó con fuerza contra ella, una, dos, tres veces, para luego emitir un profundo sonido contra la garganta de Alex.

Una vez más, ella oyó sus apasionados gritos y se perdió en otro increíble orgasmo, que pareció durar aún más que el primero. Cuando las convulsiones remitieron, se abrazó a Jackson y escondió el rostro sobre el cuello de él. Mientras tanto, el hombre que tanto placer le había dado le acariciaba suavemente el cabello.

– Alex…

La joven sentía el cuerpo de Jackson completamente rígido bajo el suyo, mientras que ella se sentía saciada. De repente, la confusión la asaltó y le hizo preguntarse si habría interpretado mal su reacción. Habría jurado que él también había alcanzado el clímax con ella…

– Jackson, ¿llegaste…?

Él apretó los ojos para no ver el rostro radiante de Alexis al sentir que el rubor le iba cubriendo las mejillas. No se podía creer que hubiera sucumbido a las persuasivas tácticas de aquella mujer y que la necesidad física se hubiera abierto paso a través de él con la fuerza de un huracán. Aquello no iba a ayudarle a conseguir su venganza.

– Sí… -admitió, de mala gana. No podía creer que el seductor hubiera sido el seducido-. No había hecho eso desde que era un adolescente.

Alex le acarició los labios muy suavemente con las yemas de los dedos.

– Pues yo me alegro de que, esta vez, no haya sido yo sola.

Jackson estuvo a punto de decir que él también se alegraba, pero consiguió detener las palabras antes de que las pronunciara. Aquella mujer le estaba volviendo loco. Le hacía olvidar que aquello solo era una fantasía, nada real…

Sin embargo, Alexis era de carne y hueso, completamente real. A pesar de todo, trató de convencerse de que aquella tarde no había sido más que una fantasía, provocada por la oscuridad y la luz de las velas. No quería aferrarse a la idea de que la mujer que tenía entre sus brazos fuera tan dulce y generosa como lo había sido momentos antes. Estaba empezando a preguntarse muy seriamente si tendría alguna hermana gemela y, de algún modo, había acabado por encontrarse con la buena en vez de con la mala.

Trató de poner una distancia emocional entre ellos, por lo que optó por bromear un poco.

– Te has movido de un modo increíble sobre mí.

– Tú me inspiraste -respondió ella, sonriendo. Sin embargo, la alegría fue desapareciéndole poco a poco del rostro y la expresión de su cara se fue haciendo cada vez más seria e íntima-. Jackson, quiero hacer el amor contigo…

Él necesitó toda la disciplina que poseía para permanecer tranquilo. Nunca había pensado en hacerle el amor y se dio cuenta de que, aunque aquella noche había sido gloriosa, tendría que esforzarse más en lo sucesivo para no volver a ir tan lejos.

Al notar una cierta vulnerabilidad en los ojos de ella, sintió que algo extraño surgía en su interior. No quería hacerle daño ni que pensara que no la deseaba. En realidad, el mayor problema de todo aquello era que la deseaba demasiado.

– Considerando lo que tú y yo acabamos de hacer -dijo, acariciándole suavemente la nariz-, creo que hacer el amor está descartado…

Alex se echó a reír, haciendo que sus pechos desnudos se agitaran suavemente, tentándolo y distrayéndolo.

– Es cierto. Esta noche estoy más que satisfecha… Y tú también, pero necesito saber…

– ¿Qué necesitas saber? -preguntó Jackson, subiéndole las mangas del vestido para no sucumbir de nuevo a la tentación.

– Antes de venir aquí, me hice un examen físico completo y me dijeron que estaba perfectamente. ¿Cuándo fue la última vez que tú…?

– ¿Que me hice un chequeo? Hace ocho meses. Todos los resultados fueron perfectos y, desde entonces, no he estado con nadie.

El alivio se apoderó de ella y se relajó de nuevo contra el cuerpo de Jackson.

– Perfecto… -suspiró.

Jackson la rodeó con sus brazos. Sí, el momento era perfecto… demasiado perfecto para estar tranquilo.


Con paso ligero, Alex atravesó el hotel después de visitar las tiendas y de adquirir algunos recuerdos para Dennis y el resto de sus amigos. Con toda seguridad, no se trataba de la clase de recuerdos a la que pertenecía lo que Jackson le había robado la noche anterior y lo que él le había dado, sino de los frívolos objetos que uno espera de un amigo que regresa de vacaciones.

Los recuerdos de la noche anterior todavía estaban muy vivos en su recuerdo. El cuerpo le seguía palpitando de placer y se combinaba con la emoción de la anticipación. Hacer el amor con Jackson…

Estaba segura de que aquella experiencia sería la más sensual de toda su vida y tenía toda la intención de disfrutarla al máximo.

Consultó la hora y comprobó que todavía le quedaba media hora antes de reunirse con él para disfrutar de la tarde que habían planeado. Alex salió por las puertas de cristal que llevaban a un maravilloso jardín tropical y paseó admirando los brillantes colores de las plantas que componían el paisaje.

A las ocho, se había despertado cuando alguien llamó a la puerta de su suite. Sin embargo, en vez de encontrar al hombre de sus sueños, el portero la había saludado con un hermoso ramo de flores y una nota de Jackson, en la que le pedía que se reuniera con él para desayunar en el restaurante que tenía vistas al campo de golf. Se había duchado y se había vestido con uno de sus nuevos trajes de pantalón corto, se había recogido el cabello y había llegado a tiempo de verlo jugar el hoyo número dieciocho con un grupo de hombres.

Después, habían tomado un buen desayuno y habían charlado amigablemente, se habían reído, aunque había habido sutiles recordatorios de lo que había ocurrido entre ellos la noche anterior. Cada mirada, cada caricia solo servía para agudizar el deseo que fluía por sus venas. Alex se sentía mimada por Jackson y no la avergonzaba en absoluto recibir tantas atenciones de él. Aunque sabía que estaba empezando a tener sentimientos que implicaban al corazón, se recordaba constantemente que aquello solo era una fantasía para ambos. No podría salir nada permanente de aquella relación.

Suspiró y contempló a un grupo de personas que estaban disfrutando de un desayuno tardío. Recordó que, cuando Jackson y ella habían terminado de desayunar, él le había dicho que tenía algunas cosas de las que ocuparse y habían quedado en reunirse más tarde. Habían pasado casi dos horas y Alex estaba deseando de volverse a encontrar con él.

De repente, un fuerte graznido la sacó de sus pensamientos. Al mirar hacia un lado, vio un enorme loro con plumas de muchos colores que se estaba paseando por una barra de un lado a otro para atraer su atención.

– Buenos días, lorito -le dijo al animal, a modo de saludo.

– ¡Guapa chica! ¡Guapa chica! -exclamó el loro, haciendo que Alex se acercara para examinarlo más de cerca.

– ¡Vaya! Pero si eres un seductor…

– ¡Freddy quiere una galleta!

– Lo siento, Freddy, pero no tengo ninguna.

Aparentemente muy molesto por que no le hubiera dado una golosina, el loro se dio la vuelta y empezó a lanzar graznidos de protesta. Alex sonrió.

– Esa es precisamente la cara que me gusta verles a mis clientes.

Al darse la vuelta, Alex descubrió a Merrilee, que parecía haber estado observando el intercambio entre el loro y ella.

– ¿Y qué cara es esa?

– La que revela que se están divirtiendo. En realidad, más que un gesto es una luz interna que yo reconocería en cualquier parte.

Efectivamente, Alex se sentía radiante y feliz. Sabía perfectamente que Jackson era el único responsable de aquella alegría.

– Bueno, no puedo negar que me lo estoy pasando muy bien. En cuanto a lo de la luz interior… Supongo que mi fantasía tiene mucho que ver al respecto.

– Entonces, ¿significa eso que todo va bien con Jackson?

– Sí, tenías razón -dijo Alex mientras Merrilee y ella seguían paseando-. Él es todo lo que yo hubiera podido desear y mucho más.

– Me alegro. ¿Estás todavía decidida a seguir con la segunda parte de tu fantasía?

– Sí -confesó Alex mientras se sentaban en un banco frente al estanque-. Deseo un hijo más que nada…

Más que nada… ¿Incluso más que a Jackson? No estaba segura al cien por cien de la respuesta, pero la verdad era que su fantasía no incluía a Jackson para siempre. Sería suyo durante los días que duraran aquellas vacaciones. No habría promesas ni compromiso entre ellos, solo unas fantasías mutuas que eran las que los habían unido solo durante una semana. Nada más.

Él vivía en Atlanta y ella en California, a miles de kilómetros. La distancia que los separaba era suficiente para que una relación normal fuera impensable. Y ella ni siquiera sabía lo que Jackson hacía para ganarse la vida…

Deseaba tener un hijo… Y también deseaba a Jackson. Sin embargo, todos sus deseos se reducían a aquellos pocos días. Debía disfrutar con Jackson y luego regresar a San Diego solo con sus recuerdos. Volvería a su vida, monótona y previsible, posiblemente con su hijo y se ocuparía de las alegaciones de la querella que la esperaba a su vuelta.

La querella de Gametek. Alex sintió que el estómago se le revolvía al recordarlo. Estar allí la había alejado mucho de la realidad, pero alguien estaba amenazando su empresa y su medio de vida. Ganaría. No podía perder la empresa que había formado parte de su vida durante tantos años.

– Ya sabes que yo nunca tuve hijos con mi marido -dijo Merrilee, haciendo que volviera al presente.

– ¿Es que no los querías?

– Claro que los quería y mucho -admitió la mujer, con una triste sonrisa-, pero mi marido era impotente y tal vez, en cierto modo, fue lo mejor.

– ¿Por qué?

– Mi marido era un hombre muy egoísta y mucho mayor que yo. Nos casamos en unas circunstancias muy especiales después de que el verdadero amor de mi vida falleciera. Oliver nunca le habría dado a un hijo ni la atención ni el tiempo que se hubiera merecido.

– Pero tú habrías adorado a ese niño…

– Sin duda. Al principio me sentí muy frustrada por no poder tener un hijo, pero, a medida que los años fueron pasando, mi marido y yo nos fuimos distanciando y yo empecé a creer firmemente que un niño debe tener dos padres que lo adoren, si es posible. Un hijo es un regalo para las dos personas que lo engendran y esa alegría y esas responsabilidades deben de ser compartidas.

Alex sabía que Merrilee no la estaba juzgando, sino que solo le estaba ofreciendo su opinión, su consejo como mujer en un asunto que conocía bien. Alex respetaba profundamente a la mujer y decidió considerar sus comentarios cuidadosamente.

– Por fin te encuentro.

La voz, profunda y sensual de Jackson la llenó de excitación y eso que solo habían pasado unas pocas horas separados. Lo miró, admirando lo guapo que estaba con un polo rojo y unos pantalones cortos azul marino.

Alex se levantó y se acercó a él.

– ¿Cómo has sabido dónde me encontraba?

– ¿Es que no te has dado cuenta todavía de que…?

– ¿Tienes tus métodos? -comentó ella, terminado la frase por él. Entonces, se echó a reír.

– El portero me dijo que habías salido por aquí y, como ese loro de allá no dejaba de gritar «¡Guapa chica! ¡Guapa chica!», deduje que no debías de estar lejos.

– Freddy es todo un personaje -observó Merrilee mientras se ponía de pie. Entonces, los miró durante un momento, llena de orgullo-. Por cierto, Jackson, ¿se ocupó Danielle de tu petición especial tal y como tú querías?

– Sí, gracias -respondió él mientras entrelazaba sus dedos con los de Alex y le apretaba ligeramente la mano-. Todo está preparado tal y como yo quería.

– Estupendo -dijo la mujer. En aquel momento, su busca empezó a sonar-. Ahora, si me perdonáis, tengo otro huésped del que ocuparme. Que os divirtáis.

– Lo haremos -prometió Alex. En cuando Merrilee se marchó, se volvió inmediatamente a Jackson y le interrogó con la mirada-. ¿Qué estás tramando, Jackson?

– ¿Quién? ¿Yo? -replicó él, fingiendo inocencia.

– Sí, tú.

– Bueno, es otra sorpresa. Esta es para mañana.

– ¿Vas a hacerme esperar un día completo para decirme lo que es?

– Sí, así que supongo que, hasta entonces, tendremos que mantenerte ocupada. Aquí hay mucho que hacer. Podemos jugar al croquet, al ajedrez gigante, pasear por la playa, montar a caballo, comer, bailar…

– Hagámoslo todo -sugirió Alex, sintiéndose de repente viva y llena de energía-. Vamos a divertirnos todo lo que podamos hasta que nos caigamos de agotamiento.

Jackson ponderó aquella sugerencia durante un instante. Luego, sonrió.

– Me parece muy bien.

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