Capítulo Diez

Merrilee encontró a Jackson haciendo ejercicio en el gimnasio del complejo a un ritmo brutal. Tenía el rostro contorsionado por una fiera concentración y los músculos de los brazos y las piernas se le abultaban con cada movimiento que hacía. Sin duda, estaba tratando de quemar el remordimiento que se había apoderado de él. Al menos, aquello era lo que Merrilee esperaba que estuviera haciendo, porque no parecía un hombre celebrando una victoria.

Sin dudarlo, se acercó a él y se detuvo frente a la máquina que estaba utilizando. Él contempló cómo se acercaba con mucha cautela.

En aquellos momentos, Merrilee no se sentía muy satisfecha con él y esperaba que en el transcurso de la conversación exhibiera algunas cualidades que demostraran que se merecía el perdón para que ella pudiera volver a tener fe en él. A pesar de que no le gustaba que le hubiera mentido para poder acceder a una de sus clientes por razones personales, quería creer que Alexis no era la única que había puesto en juego sus sentimientos a lo largo de aquella semana. Cada vez que los había visto juntos, le había parecido que se sentían muy atraídos el uno por el otro de un modo que no podía fingirse.

– Supongo que me estás buscando -dijo Jackson, entre jadeo y jadeo. Entonces, detuvo la máquina.

– Considerando que tenemos un pequeño problema con la fantasía que a mí me pediste y lo que en realidad tenías en mente, creo que tú y yo tenemos que hablar.

Jackson se bajó de la máquina y se secó con una toalla el sudor que le cubría la cara.

– Ya veo que Alexis ha ido a hablar contigo.

Efectivamente, así había sido. La joven se lo había contado todo, incluso los profundos sentimientos que estaba experimentando por él. A pesar de lo que había hecho, Alexis había admitido que todavía seguía enamorada de él, pero que el siguiente paso dependía enteramente de Jackson.

– Pareces sorprendido, lo que no debería ser así. Ella quería marcharse de la isla un día antes y yo no estaba dispuesta a consentirlo hasta saber el porqué.

– ¿Se ha marchado? -preguntó Jackson, con el pánico reflejado en el rostro.

Merrilee se alegró de ver aquella reacción, pero mantuvo la intriga durante algo más de tiempo. Ver los sentimientos que él albergaba la llenó de optimismo y le hizo creer que existía la posibilidad de un final feliz para la pareja, al menos, si Jackson estaba dispuesto a luchar por ello.

Decidió llevarlo hacia la terraza que estaba al lado del gimnasio, ya que aquella no era una conversación que quisiera compartir con otros huéspedes.

– ¿De verdad creías que ella iba a querer quedarse cuando descubriera lo que le habías hecho? -le espetó, cuando estuvieron solos.

– Sinceramente, había esperado que, si ella me daba un poco más de tiempo…

– ¿Lograrías que cambiara de opinión sobre ti después del modo en que la has traicionado?

– No tienes que esforzarte en hacer que me sienta como una serpiente, porque me parece que soy mucho peor que eso.

– Me alegro de saberlo.

– Pensé que, después de todo lo que había entre Alexis y yo, estar solos nos ayudaría a analizarlo con objetividad y yo conseguiría que ella se diera cuenta de que, a pesar de que mi fantasía había comenzado con ánimo de venganza, no había terminado de ese modo.

Aquella sincera confesión era precisamente lo que Merrilee quería escuchar, pero necesitaba saber algunas cosas más.

– Dime una cosa, Jackson. ¿Había algo de verdad en la fantasía que me contaste a mí? ¿En eso de que querías encontrar a una mujer con la que pudieras abrirte y en la que pudieras confiar o era todo una mentira con el solo propósito de colarte en la isla y estar cerca de Alexis?

– Al principio, era todo una mentira -susurró él con los ojos llenos de una profunda tristeza-, pero, a medida que estuve más y más tiempo con Alexis, me di cuenta de que había algo de verdad en esa fantasía, mucho más de lo que yo me había imaginado en un principio. No mentí cuando te dije que las relaciones que había tenido hasta entonces con las mujeres habían tenido muchas carencias y que me había sentido traicionado muchas veces. Yo había creído desde el principio que Alexis solo era otra mujer que buscaba algo mío. Instintivamente, fui dándome cuenta de que con ella todo era diferente y me abrí con ella como nunca lo había hecho con otra mujer. Así que, en cierto modo, mi fantasía se cumplió de un modo que no esperaba.

– Entonces, ¿no todo fue una farsa entre vosotros?

– No. De hecho, lo único que no fue sincero entre nosotros fue que no le conté que era el presidente de Extreme Software, la empresa que había demandado a la suya. Todo lo demás fue completamente real.

Merrilee inclinó la cabeza y lo miró con curiosidad. Jackson también se había enamorado. Tal vez no se había dado cuenta de lo mucho que quería a Alexis, pero Merrilee, que era una experta en el asunto, vio sinceros sentimientos reflejados en su rostro. Aquello le recordó el amor que ella había compartido una vez con Charlie y que había perdido tan rápidamente. Por ello, no quería que aquellos dos seres, que se necesitaban tanto el uno al otro, perdieran uno de los dones más valiosos que podía dar la vida. Sabía que alguien tendría que ceder y le había dado la sensación de que no sería Alexis, dado que ella le había confesado que Jackson sabía lo que sentía por él. La cuestión era si él estaría dispuesto a correr algunos riesgos para ganar una vida llena de felicidad.

– Merrilee… Te debo una disculpa a ti también por haberte mentido.

– Tienes razón.

– Lo siento mucho. Y también quiero me aceptes mis disculpas por haber utilizado a Alexis.

Merrilee vio que aquella era la última oportunidad que tendría para darle un empujón en la dirección adecuada. Solo podía esperar que Jackson no permitiera que Alexis desapareciera así de su vida.

– Creo que le debes mucho más que una disculpa.


– Te dije que tuvieras cuidado con lo que deseabas, amigo -le dijo Mike, tras tomar un largo sorbo de su botella de cerveza.

Jackson gruñó a modo de respuesta y miró fijamente a su amigo, que estaba sentado al otro lado de la mesa del bar. No necesitaba que Mike le dijera que ya se lo había advertido, pero sabía que se lo merecía. Efectivamente, se había llevado exactamente lo que había deseado de Fantasía de Seducción. Su amigo había tenido razón cuando le había advertido que, tal vez, tendría que pagar un precio muy personal. Había ido a la isla a robarle algo a Alexis y había terminando siendo él el que había perdido algo: una mujer que lo aceptaba y lo amaba por lo que era y que no esperaba nada a cambio. Debía admitir que nunca había esperado que su fantasía se volviera contra él.

Habían pasado casi tres semanas desde que se había marchado de la isla y había regresado a Atlanta. Con la esperanza de hacer las paces, le había enviado a Alexis un enorme ramo de flores con una nota en la que le pedía perdón, pero no había tenido noticias de ella. Había sido un modo algo cobarde de enfrentarse a la situación, pero su mayor temor había sido que Alexis lo despreciara, que era algo que jamás podría soportar de ella. Dado que ella no se había molestado en responder, había dado por sentado que era mejor que la dejara en paz y saliera completamente de su vida.

Aquel mismo día, había recibido una oferta de Gametek para limar los aspectos legales de la demanda original, a pesar de que la había retirado en cuando había llegado a Atlanta. Sin embargo, resultaba evidente que Alexis sentía que le debía algo a nivel empresarial, lo que le molestaba profundamente.

– No te vas a creer lo que he recibido hoy -le contó a Mike-. Una oferta de Gametek en la que se me ofrece un número de seis cifras.

– ¡Vaya! ¿Qué vas a hacer ahora?

– Por supuesto, voy a rechazar esa oferta. No quiero su dinero. ¿Me sugieres algo?

– Bueno, la respuesta me parece bastante sencilla. Debes ir a San Diego y enfrentarte a ella para descubrir si queda algo que os sirva para reconciliaros y subsanar este lío que has montado.

– Lo último que quiero experimentar cara a cara es el odio de Alexis -musitó él.

– Creo que es un riesgo que vas a tener que correr o te vas a arrepentir de eso durante el resto de tu vida, compañero. ¿Por qué crees que te ofrece esa compensación? Piénsalo, Jackson. Si sabe que las mujeres que ha habido en tu vida siempre han buscado algo en ti, ¿no te parece que ese gesto dice mucho sobre la clase de mujer que es?

Jackson sabía exactamente la clase de mujer que Alexis era. Cariñosa, abierta, sincera y completamente opuesta al tipo de mujeres que habían formado parte de su pasado. Le había escuchado, se había preocupado por él y se había enamorado de él. Su generosidad y cortesía profesional no le habían sorprendido. Entonces, sintió un puñetazo en el estómago al darse cuenta de que ella no se había llevado nada suyo, sino que le había dado mucho más de lo que había recibido. Además, le estaba ofreciendo mucho dinero, una cantidad tan alta que podría amenazar así la estabilidad económica de su propia empresa. El gesto era tan generoso como la mujer que lo había ideado.

«Te amo». Aquellas palabras le habían perseguido desde el mismo amanecer en el que ella las había pronunciado. Comprendió que la necesitaba de un modo que lo aterraba. Sin embargo, pasar el resto de su vida sin ella lo aterraba aún más.

Mike tenía razón, igual que Merrilee. Le debía a Alexis mucho más que unas cuantas palabras de disculpa escritas sobre una nota adjunta a un ramo de flores. Le debía sinceridad y verdad y, además, su confianza. Y tendría que darle todo aquello en persona.

– ¿Te apetece otra cerveza? -le preguntó Mike-. Ahora invito yo.

– Creo que no -respondió Jackson, poniéndose de pie. Estaba dispuesto a arriesgarlo todo por la mujer que le había robado el corazón-. Hay una fantasía entre Alexis y yo de la que todavía me tengo que ocupar.

Mike sonrió.

– Ya iba siendo hora de que recuperaras la cordura -dijo.


Alex estaba sentada en su despacho de Gametek, mirando al número de teléfono que Merrilee le había dado cuando la joven la había llamado unos cuantos días antes. Exactamente, tres días, y ya no podía posponer lo inevitable. Se había prometido que le diría a Jackson que estaba embarazada y su médico acababa de confirmar su estado de buena esperanza. Sin duda alguna, iba a tener un hijo.

Aquello la había llenado de alegría. Por fin tenía alguien propio al que amar. Sin embargo, saber que iba a tener un hijo de Jackson la había llenado de inseguridades. Cabía la posibilidad de que a Jackson no le interesara formar parte de la vida de su hijo. También podría ser que él la demandara para reclamar la custodia si decidía que quería tener a su lado al niño que había engendrado. A pesar de sus temores, Alex sabía que tenía derecho a saber que iba a ser padre. Ya se ocuparía ella de las consecuencias si surgían.

Sintió una profunda tristeza en el corazón y ganas de llorar. Seguro que eran las hormonas. Había recibido las flores y la tarjeta que él le había mandado para disculparse, pero no había servido para convencerla de que la quería del mismo modo en que ella lo amaba. Quería, deseaba, necesitaba su amor y su confianza, y no había nada en el breve mensaje que indicara que estaba dispuesto a darle ninguna de las dos cosas.

Jugueteó con el papel en el que estaba escrito el número de teléfono de Jackson y, sin poder evitarlo, recordó el almuerzo del día anterior, en el Dennis casi se había atragantado cuando le había dicho que estaba embarazada. Siempre habían sido muy sinceros el uno con el otro y sabía que su estado de gestación no era algo que pudiera ocultarse durante mucho tiempo. Le contó los detalles de la fantasía que había ido a cumplir durante la semana de vacaciones que había pasado en Florida y su relación con Jackson. Dennis se había quedado sin palabras. Cuando se hubo recuperado, sus instintos de protección le habían impulsado a mimarla constantemente. Alex sabía que solo era cuestión de tiempo que Dennis le pidiera que se casara con él y que tendría que rechazar su oferta porque solo había un hombre al que ella podría amar. No se casaría con nadie solo por conveniencia.

Dennis tampoco había entendido por qué Alexis le había ofrecido a Jackson una cantidad de dinero tan alta. Sin embargo, aquello no la preocupaba porque el único que necesitaba entender aquel sacrificio era el propio Jackson. Teniendo en cuenta que no había tenido noticias suyas desde que sus abogados habían hecho la oferta, sospechaba que no había entendido nada.

Se dejó caer sobre la silla y, tras colocar los brazos sobre el escritorio, descansó su cabeza sobre las manos. Solo eran las once de la mañana y estaba agotada. Lo único que quería hacer desde que se había quedado embarazada era dormir y descansar. Las últimas tres semanas no solo habían sido físicamente sino también emocionalmente agotadoras. Cerró los ojos. Solo descansaría durante unos minutos. Entonces, llamaría a Jackson y le contaría lo del niño…

Algún tiempo después, oyó voces que provenían de recepción. Había sido aquello lo que la había despertado. Se incorporó lentamente y trató de aclararse la mente. Las voces, que eran de hombre, se fueron haciendo cada vez más fuertes. Eran Dennis y otro hombre que se mostraba muy insistente. Preocupada, se levantó y decidió salir para investigar el problema. Estaba a punto de llegar a la puerta cuando esta se abrió de repente, dando paso a Jackson. Llevaba una bolsa de viaje; Dennis lo seguía.

Aturdida, Alex se detuvo en seco. Por un momento, creyó que seguía dormida y que en sueños había conjurado la imagen del hombre al que tanto echaba de menos. ¡Qué sueño tan hermoso…!

Sus miradas se cruzaron durante un momento y Alex comprendió que todo era real, muy real…

– ¡No puede irrumpir aquí y hacer lo que le venga en gana, señor Witt! -le decía acaloradamente Dennis. Evidentemente Jackson se había presentado y a su vicepresidente no le había gustado conocer al hombre con el que ella había pasado una gloriosa semana.

– Acabo de hacerlo -replicó Jackson-. Si no le importa, me gustaría hablar con Alexis en privado -añadió, antes de darle un empujón a Dennis, que lo mandó de nuevo al pasillo, y cerrar bruscamente la puerta con el pestillo.

Entonces, la miró de un modo que despertó una extraña sensación en su vientre. Estaban solos. Sin saber qué hacer, dio un paso atrás. Entonces, se sobresaltó cuando Dennis empezó a golpear la puerta con el puño.

– ¡Le ordeno que abra enseguida esa puerta o llamaré a la policía! -amenazaba Dennis mientras trataba de entrar-. Alex, ¿estás bien?

– Sí, Dennis -respondió ella. A pesar de que no se sentía amenazada por la presencia de Jackson, sabía que corría el riesgo de perder del todo su corazón-. Te llamaré si tengo algún problema.

Oyó que Dennis gruñía algo al otro lado de la puerta y, de repente, todo se quedó en silencio.

– Te quiere mucho -comentó Jackson, con una sonrisa en los labios-. Y no puedo culparlo por querer protegerte de mí.

– Lo que no termina de entender es que soy perfectamente capaz de cuidar de mí misma.

– Eso es una de las cosas que yo admiro en ti -dijo él. Aquel comentario afectó profundamente a Alex, que no entendía qué había ido Jackson a hacer allí. Decidió refugiarse tras la relativa seguridad de su escritorio y contemplarlo desde allí-. Veo que has vuelto a las faldas amplias.

– Son más cómodas -mintió ella. No había ganado nada de peso con su embarazo, pero había vuelto a sus trajes de siempre porque no había nadie en su empresa al que quisiera impresionar. Los vestidos que se había puesto en la isla serían solo recuerdos de otro momento y de otro lugar. Y de un hombre que había sabido sacarle su lado más sensual.

– Sin embargo, veo que sigues llevando el cabello suelto. Me gusta más así.

– Me cuesta creer que hayas viajado miles de kilómetros para hacer comentarios sobre mi aspecto físico.

– Efectivamente, esa no es la razón. He venido aquí de negocios.

Alex se temió lo peor y decidió tomar asiento. Evidentemente, el asunto de la tecnología robada no había terminado todavía, a pesar de que se había demostrado la única culpabilidad de Fred Hobson.

– ¿Has recibido mi oferta?

– Sí.

– Entonces, ¿por qué estás aquí?

– Para comunicarte yo la mía.

La decepción se apoderó de Alex. No había ido a verla a ella. El dolor que sintió al oír aquellas palabras era insoportable. Quería más de lo que ella le había propuesto. Evidentemente, creía que la compensación que se merecía debía de ser mayor, a pesar de que Alex y su empresa eran totalmente inocentes. Gametek estaba al borde de la quiebra por la oferta que ella le había enviado. Una cifra mayor los haría desaparecer…

– ¿Y no se podrían haber ocupado nuestros respectivos abogados de esos asuntos?

– Supongo que sí, pero tenía una cita con un agente inmobiliario para ver una casa de vacaciones en La Jolla. Además, estoy pensando en comprarme un barco aquí. He oído que en San Diego hace mucho calor, incluso en invierno, lo que supondría un cambio muy agradable con respecto a los fríos inviernos de Atlanta.

Tenía que estar bromeando. ¿Cómo podía estar pensando en una casa de vacaciones y en un barco tan cerca de donde ella vivía? Sin embargo, parecía estar hablando completamente en serio. ¿Por qué lo hacía? ¿Para atormentarla aún más?

– ¿Cuál es tu oferta, Jackson?

– Quiero comprar Gametek.

Ella se quedó boquiabierta e incrédula. La cabeza le daba vueltas, pero no pudo encontrar palabras para responder. Poco a poco, la furia fue ocupando su lugar y le dio fuerzas. No vendería su empresa. Al menos, no sin presentar batalla.

– No.

– ¿Por qué no? -preguntó él, acercándose al escritorio-. Tu software para juegos no consigue entrar en el mercado porque carece de mi tecnología y mi tecnología es perfecta para proporcionar un marco para tu software de juegos. Zantoid estuvo a punto de tener un gran éxito y no se me ocurre mejor modo de asegurarnos que los dos obtenemos beneficios por nuestro trabajo.

Alexis se puso de pie de repente y rodeó el escritorio hasta que estuvo a pocos centímetros de él. Quería asegurarse así de que experimentaba su ira en todo su apogeo.

– ¡Maldito seas, Jackson! ¿Cómo te atreves a venir aquí pensando que puedes aprovecharte de mí y de la situación de mi empresa? -le espetó, golpeándolo en el pecho con un dedo.

– Yo había creído que era una idea estupenda -dijo él suavemente, agarrándola de la muñeca Entonces, acarició suavemente con el pulgar el lugar donde le latía el pulso-. Tal vez se me olvidó mencionar que también me gustaría que tú formaras parte del trato…

– ¿Quieres que trabaje para ti? -preguntó Alex, completamente confundida.

– Que trabajes para mí… que te cases conmigo… Más o menos todo es lo mismo.

¿Quería que se casara con él? El mundo se tambaleó bajo sus pies. Al tiempo que la alegría se adueñaba de ella, seguía necesitando saber qué había detrás de aquella proposición y si era algo más que una simple fusión de empresas.

– Supongo que debo darte explicaciones, ¿verdad? -susurró él. Ella asintió. No estaba dispuesta a ponérselo fácil. No iba a arrojarse en sus brazos sin asegurarse de que tenía primero todo lo que deseaba-. No soy un hombre de fantasía, Alexis -añadió, al tiempo que le soltaba de mala gana la mano-. Soy de carne y hueso, real. Precisamente por ser humano cometí un tremendo error y te juzgué antes de conocerte basándome en experiencias pasadas. Odio haberte hecho daño y lo siento mucho. ¿Me perdonarás alguna vez?

– Ya lo he hecho.

– Soy un hombre de suerte -musitó Jackson mientras le acariciaba suavemente la mejilla con los nudillos-. Toda mi vida he sentido que se me utilizaba para una cosa u otra, pero ahora quiero dar y compartir y hacerlo libremente. Contigo. Si tú me aceptas, claro…

– Quiero al Jackson de verdad, no a un hombre de fantasía. Y solo hay una cosa que yo quiera de ti.

– ¿Y qué es? -murmuró él, tocándole suavemente el labio inferior con el pulgar.

– Tu amor.

– Eso ya lo tienes. Tardé mucho en admitirlo, pero te amo -le aseguró. Entonces, le tomó la mano y se la colocó sobre su pecho, para que ella pudiera notar los rápidos latidos de su corazón-. Te amo, Alexis Baylor, con todo mi corazón, con mi alma y con todo lo que soy.

– ¿Y qué hay de la confianza?

Jackson se acercó un poco más a ella, hasta arrinconarla contra el escritorio, y se colocó frente a frente.

– No estaría aquí si no confiara ni creyera en ti.

– Ya lo sabía, pero quería asegurarme de que tú lo sabías también -comentó Alexis, muy feliz.

– Lo sé.

Entonces, la tomó por la cintura y la hizo sentarse sobre el escritorio. Luego, bajó la cabeza y la besó ligeramente en los labios, demasiado como para poder apaciguar la necesidad que Alex tenía de sus besos.

– Espero que pueda hacer algo que te demuestre mi amor -susurró él entre deliciosos besos-, y en lo mucho que confío en que nosotros estaremos juntos para toda la vida.

– ¿Te refieres a la fusión de nuestras empresas?

Jackson le levantó la tela de la falda, aunque solo lo suficiente para poder colocarse entre los muslos de Alex y presionarse más íntimamente contra ella.

– A nuestra fusión.

– Me gusta mucho como suena eso -ronroneó Alexis, sintiendo que su cuerpo anhelaba sentir la fuerza y el calor del de Jackson.

Entonces, fue ella la que tomó la iniciativa para un beso. Los dos se perdieron en el enorme placer de volver a estar juntos. Unos minutos más tarde, ya sin aliento, Jackson se apartó de ella ante las protestas de Alexis.

– Me estás distrayendo del propósito original de mi visita.

– Sí, estabas hablando de que debíamos fusionarnos -le recordó ella, colocándole descaradamente las manos en el trasero.

– Oh, sí… -musitó él, al sentir que Alexis se frotaba deliberadamente contra él-. Alexis… lo primero es lo primero. Ya hemos fusionado nuestros corazones al confesarnos que nos amamos, pero me gustaría darte algo que fusione nuestras almas.

– ¿Y luego fusionaremos nuestros cuerpos? -preguntó ella, impaciente.

– Claro, eso será la mejor parte, pero permíteme que haga esto en el orden correcto -añadió. Entonces, le entregó una caja dorada, del tamaño de su mano, adornada con cintas también doradas.

– ¿Qué es eso? ¿Otra sorpresa?

– La mejor de todas. Es la prueba de mi amor y mi compromiso contigo. Ábrelo, cariño.

Alexis tiró de la cinta y levantó expectante la tapa de la caja. Al ver el contenido, se quedó boquiabierta. En el centro de la caja de bombones, había un anillo de diamantes.

– Oh, Jackson… Trufas de amaretto -susurró, sin poder contener ya las lágrimas.

– Y un anillo de compromiso -dijo él, para asegurarse de que ella comprendía exactamente por qué le regalaba aquella joya-. Cásate conmigo, Alexis. Te prometo que siempre tendrás llena esta caja de trufas y que, mientras viva, nunca dejaré que se quede vacía.

– Sí, me casaré contigo -musitó ella, con un hilo de voz.

– Se supone que debes estar contenta y no llorando -comentó Jackson, algo preocupado, mientras le colocaba el anillo en el dedo.

– Y estoy muy contenta. Estoy segura de que las lágrimas se deben a las hormonas. Es uno de los síntomas de embarazo…

– ¿Que estás embarazada?

– Sí. Al principio quería que fuera parte de mi fantasía. Quería tener un hijo, alguien al que considerar propio. Quería tener una familia… Jackson, te aseguro que quedarme embarazada era lo último que estaba pensando mientras hacíamos el amor, pero no me arrepiento de llevar a tu hijo en mis entrañas, no cuando te amo tanto…

– Una familia -susurró él, tomándole el rostro entre las manos-. Alexis, me acabas de dar el mejor regalo de todos. Esto es más de lo que había soñado nunca…

– Estoy dispuesta a darte muchos regalos de estos si tú quieres. Personalmente, estaría encantada con media docena.

– Sí -musitó él. Todavía atónito de haber creado tal milagro, metió las manos por debajo de la blusa que Alexis llevaba puesta y tocó el vientre que acogía a su hijo-. ¿Cómo he podido vivir todos estos años sin ti?

– Creo que nos hemos estado esperando mutuamente -respondió Alexis-. El pasado es el pasado, Jackson. A partir de ahora, ninguno de los dos tendrá que pasar un día más solo. Tú has fusionado nuestros corazones, nuestras almas, nuestras empresas… Solo nos queda una cosa más que fusionar para que el trato sea completo.

La mirada que apareció en sus ojos le indicó a lo que ella se refería. Jackson sonrió, encantado de hacer que los deseos de su amada se cumplieran, en aquel momento y durante el resto de sus vidas juntos.

– Sí, señora.

La tomó entre sus brazos y la llevó al sofá que había al otro lado del despacho. Allí se pasaron una hora sellando el trato que iba a regir el resto de sus vidas…

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