Capítulo Tres

Si el hombre de su fantasía estaba en la isla, todavía tenía que hacer su aparición. Y ya casi había pasado la mitad de su segundo día en Fantasía de Seducción.

Alexis levantó los ojos de la novela de suspense romántico en la que no podía concentrarse. Examinó a las personas que descansaban alrededor de la piscina y las parejas que charlaban en el bar que había en medio del agua. Evidentemente, ellos sí estaban disfrutando de sus fantasías.

Una vez más desde la hora del almuerzo, sentada bajo una enorme palmera, miró a su alrededor en busca de un hombre de cabello oscuro y ojos azules que hubiera puesto los ojos en ella y que estuviera a punto de acercársele. Un hombre como Jackson…

Había muchos hombres con las características requeridas, pero ninguno parecía mostrar ningún interés por ella. Siempre había sido una persona muy paciente, pero, de repente, descubrió que estaba deseando que empezara la segunda fase de sus vacaciones pagadas. De su fantasía. Se sentía descansada y fresca y estaba dispuesta a saborear la pasión y a experimentar las voluptuosas sensaciones que solamente había leído en los libros.

Inquieta, se rebulló sobre la tumbona y se tapó las rodillas con la falda. Al darse cuenta de lo vestida que iba con respecto al resto de las mujeres que había alrededor de la piscina, se preguntó si tal vez debería haberse comprado ropa más sugerente para aquellas vacaciones. Su única concesión había sido comprarse ropa interior muy bonita y seductora, aunque su esfuerzo se vería ensombrecido si no lograba atraer la atención de ningún hombre.

Con un suspiro, se concentró de nuevo en su libro, aunque era incapaz de leer las palabras. Sí, tal vez necesitara cambiar de imagen y vivir impetuosamente durante una semana, especialmente dado que aquel era un lugar privado, en el que no la vería nadie que conociera. Durante una semana, podría ser quién quisiera y disfrutar de los resultados sin más consecuencias que las que ella había pedido. Podría ser descarada, correr riesgos y luego regresar a su casa y retomar su práctico estilo de vida y ocuparse de aquella querella que había llegado el día antes de marcharse. Si el hombre de su fantasía se presentaba pronto, podría empezar aquel viaje de autodescubrimiento…

De soslayo, vio a alguien que bajaba unos pequeños escalones de cemento. Parecía dirigirse a la piscina… No, hacia ella.

Automáticamente, levantó la mirada y sintió que el aliento se le helaba en la garganta al ver que Jackson Witt iba acercándose más y más al lugar donde ella se encontraba, con paso firme y masculino. La esperanza y la excitación la embargaron.

Vio que llevaba un bañador azul marino y una camisa que destacaba sus anchos hombros y su esbelta cintura. Tenía unos muslos fuertes y bien tonificados y sus piernas eran largas y bien definidas. Todo en él respiraba un aire tremendamente sensual y profundamente masculino…

Levantó los ojos para contemplarle el rostro, esperando que no llevara gafas de sol para poder ver su mirada y evaluar sus intenciones. Sin embargo, justo cuando estaba completamente segura de que iba a acercarse a ella, Jackson se detuvo de repente a unos cuantos metros de distancia. Con un fluido movimiento, se quitó la camisa y las chanclas al mismo tiempo. Tiró la camisa sobre una tumbona y, tras dejar las gafas de sol encima, se dirigió hacia el borde de la piscina sin mirar en su dirección. Entonces, se zambulló en el agua con precisión y empezó a nadar.

Algo decepcionada, Alexis centró su atención de nuevo en el libro para no seguir mirando al hombre que todas las demás mujeres parecían estar admirando. Resultaba evidente que Jackson se había olvidado de ella completamente, a pesar de que ella se había pasado toda la noche soñando con él. Evidentemente, no era el elegido.

Diez minutos más tarde, cuando salió de la piscina cerca de donde ella estaba sentada, Alex puso aún más empeño en centrarse en su libro y fingió estar completamente absorta por la historia.

Sin embargo, él se lo puso muy difícil. En vez de regresar a la tumbona sobre la que había dejado sus cosas, Alex vio de repente cómo sus pies desnudos y mojados aparecían junto a su tumbona.

¿Qué podía hacer?

Antes de que pudiera reunir la fortaleza necesaria para levantar la mirada y saludarlo con una cortés sonrisa, se vio regada con una miríada de gotas de agua, provocada por el hecho de que Jackson estaba sacudiendo la cabeza y la parte superior de su cuerpo como si fuera un perro. A pesar de sus esfuerzos, no pudo contener una espontánea risotada.

– ¡Eh! ¡Me estás empapando!

– ¿Sí? -preguntó él, inocentemente. Sin embargo, sus ojos relucían con el fuego azul de sus ojos.

Alex no estaba acostumbrada a ser el blanco de las insinuaciones sexuales, pero sus intenciones no le pasaron desapercibidas. Decidió que, si él iba a ser tan descarado, también ella lo sería. Quería ver lo lejos que él deseaba llevar las cosas entre ellos. ¿Sería solo un coqueteo sin importancia o algo más íntimo?

– Sí, claro que me estás mojando.

– Bien. Porque me estabas ignorando deliberadamente.

– Tú lo hiciste primero -replicó Alex mientras dejaba el libro sobre una mesa cercana.

– Tenía calor y quería refrescarme -dijo Jackson mientras se alejaba unos pasos, aunque solo para acercar una tumbona cercana-. Te habría pedido que te unieras a mí, pero no estás vestida exactamente para nadar.

Alex decidió en aquel mismo momento que era prioritario que hiciera algo sobre su traje de baño. Debía elegir uno que resaltara las curvas de su figura y que atrajera la atención de un hombre como Jackson.

– Me quemo con mucha facilidad, así que, ¿por qué me iba a poner un traje de baño cuando no me iba a tumbar al sol?

– Para que te pudieras mojar por completo…

– Eso suele llevar a jugar al sol y a quemarse.

– Para eso están las cremas solares. Si no te gusta estar al sol, me han dicho que hay algunas lagunas muy escondidas por la vegetación que se pueden reservar para tener una fiesta privada.

– ¿De verdad? -murmuró ella, notando la sutil invitación que bailaba en los ojos de Jackson.

– Sí. Con cataratas y manantiales calientes y toda clase de lujos decadentes.

La estaba tentando con sus palabras y con la promesa que oía en su voz. La estaba provocando, allí tumbado al sol como un Adonis, dejando que los cálidos rayos del sol adoraran su cuerpo y secaran la humedad de su piel.

Sin poder evitarlo, Alexis desvió la mirada hasta su plano vientre y sintió la necesidad de extender los dedos y acariciar las gotas de agua que se aferraban al vello que le adornaba el ombligo y desaparecía por debajo de la cinturilla del bañador. Quería tocar aquella húmeda y suave carne…

– ¿Les puedo traer a alguno de los dos algo para comer o beber?

Aquella voz sacó a Alex de su provocativa ensoñación y descubrió a un camarero vestido con unos pantalones cortos de color negro y una camiseta blanca. Sonreía con expectación, esperando que le indicaran lo que deseaban tomar.

Alex se aclaró la garganta. De repente, se dio cuenta de que estaba sedienta.

– Yo tomaré una piña colada -dijo.

– ¿Y usted señor? -le preguntó el camarero a Jackson, tras anotar lo que Alex había pedido.

– Un Tom Collins y un bol de fruta fresca.

– Se lo traeré enseguida.

Cuando el camarero se hubo marchado. Jackson se colocó los brazos detrás de la cabeza y volvió a mirarla con aquellos ojos aterciopelados.

– Bueno, ¿estás disfrutando de tu estancia?

Pronunció aquellas palabras en un tono casual y amigable, lo que confundió ligeramente a Alex. Había pasado de insinuársele abiertamente a tratarla con propiedad en cuestión de minutos.

– Solo llevo aquí un día, pero, ¿cómo no va a disfrutar una en esta isla? Las instalaciones son fabulosas y el personal encantador. Hace mucho tiempo, por no decir que nunca, que no se ocupaban de todos mis deseos como lo hacen aquí.

– ¿Solo trabajo sin diversión?

– Sí, algo por el estilo -admitió ella.

Durante los últimos años, su único objetivo había sido diseñar Zantoid y evitar que Gametek cayera en la bancarrota. Divertirse no había sido una de sus prioridades.

– ¿Y se está cumpliendo tu fantasía?

– No exactamente, pero espero que todo eso cambiará muy pronto. ¿Y la tuya?

– Hasta ahora, todo va bien.

– ¿Ya estás satisfecho con tu fantasía? -preguntó Alex, incrédula. La suya ni siquiera había comenzado.

– No puedo quejarme, aunque me da la sensación de que va a hacerse más satisfactoria a medida que progrese la semana.

La llegada del camarero con sus bebidas impidió que siguieran hablando.

– Aquí tiene -dijo el joven, entregándole a cada uno de ellos su bebida para luego dejar un suculento plato de fruta fresca entre las dos tumbonas-. Que disfruten de la tarde -añadió, antes de marcharse.

– Sírvete -dijo Jackson, acercándole el bol de fruta.

– Acabo de comer.

– ¿No me dirás que eres una de esas mujeres que cuentan las calorías y analizan cuidadosamente todo lo que comen?

– Si me vieras en traje de baño, te darías cuenta de que no es así.

Lentamente, él la miró de arriba abajo.

– Las mujeres están hechas para ser suaves y con curvas, no todo piel y huesos.

– Entonces, tú debes de ser uno de los pocos a los que les gustan las mujeres rellenitas.

Jackson se encogió de hombros y se metió un trozo de melón en la boca.

– Supongo que así debe de ser, y tú eres perfecta.

– Como si pudieras asegurarlo tan rápidamente con toda la ropa que llevo puesta -replicó Alex, segura de que él solo estaba siendo cortés.

– Tengo una gran imaginación, Alexis -susurró, mientras se tomaba unas cuantas uvas-. Tal vez ayer llevaras puesta una blusa amplia, pero esa camiseta de algodón que tienes ahora resalta perfectamente las curvas de tus pechos, la esbeltez de tu cintura y, a pesar de lo amplia que es la falda, no me cabe la menor duda de que tienes unas rotundas caderas y largas y suaves piernas…

Para desolación de Alex, los pezones se le irguieron como si los hubiera acariciado con algo más que con los ojos.

– Entiendo -susurró ella, sonrojándose.

– Me alegro.

Después de tomar un largo trago de su bebida, Jackson se acomodó sobre la tumbona. Se metió los dedos bajo la cinturilla del bañador y giró la cara en dirección al sol. Rápidamente, cerró los ojos para gozar de la calidez del sol.

Alex extendió la mano y tomó una fresa. Mientras saboreaba la dulce y suculenta fruta, miró a su alrededor y contempló al resto de las personas que había allí. Se preguntó quiénes serían, de dónde vendrían y lo que las habría llevado a aquel lugar. Se hizo las mismas preguntas sobre Jackson. Ya sabía que vivía en Atlanta. Decidió que no había nada en contra de revelarle su profesión e incluso retazos de su vida lejos de aquella isla.

– ¿Jackson?

– ¿Hmm?

– ¿Cómo te ganas la vida?

– ¿Importa eso? -preguntó él, abriendo inmediatamente los ojos.

– No, supongo que no -contestó ella. Desgraciadamente, él no quería que se conocieran mejor.

Entonces, Jackson se incorporó.

– Acércate -dijo, sorprendiéndola con aquella petición. Sin saber lo que quería, pero llena de curiosidad, Alex se inclinó hacia él.

– ¿Qué quieres?

Jackson extendió la mano y le pasó el pulgar por los labios. Ella sintió que los latidos del corazón se le aceleraban. Entonces, notó algo pegajoso sobre la piel y se dio cuenta de que debía de haberse dejado una gota del jugo de la fresa sobre los labios.

– Ya está -anunció Jackson, triunfante. Luego, se llevó el dedo a la boca y lamió el jugo rojo que le manchaba el dedo-. Mmm… Está muy dulce.

Aquel gesto derribó todos los intentos de Alex por mantener la compostura.

– Sí… las fresas estaban muy maduras.

– Como tú -susurró él, chupándose el dedo una vez más. Entonces, como si no hubiera ocurrido nada entre ellos, volvió a reclinarse sobre la tumbona-. Lo más agradable de esto de las fantasías es el anonimato que lo acompaña. Se puede ser lo que uno quiere. No hay que preocuparse por lo que pudiera decir la gente porque nadie sabe nada más que lo que dicta la fantasía de uno. La mía podría ser que me gustaría ser un millonario que se ha hecho a sí mismo y, si estuviera representando un papel aquí en la isla, lo que hiciera para ganarme la vida no encajaría con mi fantasía, ¿verdad?

– De algún modo, dudo que tu fantasía sea ser un millonario que se ha hecho a sí mismo.

– Pero no puedes estar segura de ello, ¿verdad?

– No.

– Y el no saber nada agranda la excitación que supone ya por sí sola esta fantasía, ¿no es cierto?

– Sí, tienes razón.

– Para mí resulta igual de excitante…

Pasaron algunos segundos en los que las palabras de Jackson parecieron revolotear sobre ellos, transportando toda clase de promesas. Entonces, de repente, él se puso de pie.

– Bueno, creo que debería marcharme.

– ¿Te marchas?

– Supongo que ya me he aprovechado demasiado de tu tiempo.

– Yo… me ha gustado mucho hablar contigo.

– A mí también.

Con eso, se marchó. Alex se dio cuenta de que volvía a estar justo donde había estado al comienzo de la mañana. Se sentía frustrada y nerviosa… y excitada por un hombre que ni siquiera formaba parte de su fantasía. Estupendo.

Vio que Jackson se ponía las chanclas, recogía su camiseta y volvía a ponerse las gafas. Incapaz de sacudirse su propio descontento, decidió que iba siendo hora de que hablara con Merrilee y descubriera cuándo exactamente iba a empezar su fantasía.

Se puso de pie y se dio la vuelta. Entonces, en su apresuramiento por marcharse, estuvo a punto de chocarse con un musculoso tórax. Era el de Jackson.

– Creía que te habías marchado.

– Me estaba preguntando… -susurró él, mirándola muy serio.

– ¿Sí?

– Me estaba preguntando si te gustaría cenar conmigo esta noche.

Aquella petición despertó un sentimiento de alegría en Alex. ¡Por fin!

– Me encantaría -contestó rápidamente. No estaba dispuesta a dejar escapar aquella oportunidad.

– ¿Estás segura de que no necesitas tiempo para pensar en la respuesta?

– No. Estoy absolutamente segura de que me encantaría pasar una velada contigo.

– Estupendo. Pasaré a recogerte a tu habitación a las siete.

Alex se sentía algo mareada mientras se dirigía de vuelta al hotel, no para hablar con Merrilee sino para hacer una reserva para por la tarde en la exclusiva boutique del hotel. Quería que le aconsejaran para comprarse un nuevo y sensual guardarropa. Jackson la hacía sentirse muy deseable, pero quería que su aspecto revelara plenamente sus sensaciones, aunque no tenía ni idea de cómo hacerlo.

Al entrar en el vestíbulo del hotel, se dio cuenta de que no le había dado a Jackson el número de su habitación. Entonces, se echó a reír. Si era verdaderamente el hombre de su fantasía, tendría otros medios de averiguarlo.

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