Capítulo Nueve

El amanecer llegó demasiado temprano para lo que Alexis hubiera querido. ¿Cómo iba a desear que terminara la noche en la que había disfrutado de una de las experiencias más sensuales de toda su vida? Aquello había sido precisamente lo que había querido encontrar cuando había reservado su billete para ir a Fantasía de Seducción.

Suspiró de plenitud y se acurrucó contra Jackson. El calor y el aroma que exhalaba, el contacto entre sus cuerpos, y el embriagador aroma que les había dejado su noche de pasión hizo que la piel le palpitara nuevamente de deseo. Rápidamente, se apoderó de ella el deseo de volver a empezar, a pesar de que en el curso de aquella noche habían satisfecho todos los anhelos que pudieran tener.

Suavemente, le colocó la mano sobre el corazón y disfrutó de aquel momento de intimidad con el hombre que le había hecho sentirse tan plena y tan completa en un periodo de tiempo tan breve. Notaba sus latidos constantes y relajados y veía cómo la mano se le levantaba suavemente con su respiración, que era profunda y relajada. Alexis sonrió. Ella también se sentía igual de satisfecha y de saciada.

A pesar de que la noche les había dado momentos para dar y recibir, Alexis estaba segura de que había conseguido darle a Jackson bonitos recuerdos que reemplazaran los dolorosos recuerdos que él le había confesado al atardecer. A cambio, Jackson le había demostrado lo maravilloso que era hacer el amor y Alexis había sentido que, en algún momento de la noche, se había enamorado irremisiblemente de Jackson. Era exactamente el hombre sincero, atractivo… que no se había dado cuenta de que estaba buscando hasta que no lo había encontrado.

A pesar de que aceptaba aquellos sentimientos, sabía que no podía pedir nada. No sabía los motivos que habían llevado a Jackson a la isla ni cómo encajaba ella en su fantasía. Nunca había habido promesas entre ellos, solo la del placer, y esa la habían cumplido con creces. Un compromiso futuro resultaba poco probable considerando que vivían a miles de kilómetros de distancia, pero, ¿y si ella había quedado embarazada?

Sin duda, concebir un hijo había formado parte de su fantasía, pero había sido lo último que le había ocupado la mente durante la noche anterior. Su única preocupación había sido que Jackson se olvidara del dolor del pasado y poder darle algo en lo que confiar y en lo que creer. Era a partir de aquel momento cuando debía pensar en las consecuencias emocionales de un embarazo.

Si descubría que estaba embarazada, sentía que debía decírselo a Jackson, aunque sin pedirle nada, sin ataduras y sin esperar nada de él. Reconocía que se había equivocado al creer que podía quedarse embarazada sin decírselo al padre. A pesar de lo que había pensado en un primer momento, no podía arrebatarle algo tan importante a Jackson, sobre todo cuando había carecido de tantas cosas a lo largo de su vida.

Sin embargo, hasta que pudiera confirmar al cabo de unas pocas semanas si estaba embarazada o no, no había nada que pudiera hacer. Solo le quedaban dos días con Jackson y pretendía aprovecharlos al máximo para poder estar segura al final de sus vacaciones de lo que sentía por él.

Jackson se estiró a su lado y se giró, abrazándola al mismo tiempo. Alexis esperó que él anunciara de algún modo que estaba despierto, pero Jackson volvió a quedarse dormido. Ella se relajó entre sus brazos y saboreó el momento. Sabía que todo aquello pasaría demasiado rápidamente. De repente, sin poder evitarlo, susurró las palabras que le inspiró su corazón:

– Te amo…

No se sorprendió en absoluto de que aquel sentimiento se le escapara de los labios con tanta naturalidad como si se lo hubiera estado diciendo a Jackson durante años.


«Te amo».

Cinco horas más tarde, las palabras de Alexis todavía resonaban con claridad en la mente de Jackson. Estaban ya de nuevo en la isla y él se dirigía a su bungalow, después de haber dejado a Alexis en el hotel, con la promesa de volver a reunirse con ella una hora más tarde para comer. Cuando la oyó pronunciar aquellas palabras, estaba en un delicioso duermevela. Al principio, había creído que había estado soñando, pero luego había comprendido enseguida que todo era verdadero.

Alexis estaba enamorada de él. Ya había conseguido exactamente lo que quería para llevar a cabo su fantasía. Tenía la implicación sentimental que había estado buscando. Lo único que le quedaba por hacer era decirle quién era y marcharse. Ya tenía la venganza que había buscado desde un principio, entonces, ¿por qué se sentía decaído en vez de victorioso?

Conocía perfectamente la respuesta a aquella pregunta. Llevaba días luchando contra sus propios sentimientos. En algún momento, su sed de venganza se había enredado con sentimientos hacia Alexis, por lo que ella se había convertido en un ser demasiado importante como para herirla tan vilmente. No podía viciar el regalo que ella le había dado solo por el robo de un código. No tenía pruebas físicas de su inocencia, pero su instinto le decía que así era. Dado que la conocía ya tan íntimamente, podía decir con toda seguridad que aquel acto de piratería no encajaba con su generosa personalidad.

Al principio, se había dejado llevar por su ira y no le había otorgado el beneficio de la duda, pero en aquellos momentos sí estaba dispuesto a concedérselo. Lo único que podía hacer era tratar de rectificar lo que había hecho… y rezar para no perder a Alexis en el proceso.

Muy agitado, se sacó la llave del bolsillo trasero y la introdujo en el mecanismo de la puerta del bungalow. Fuera cual fuera el modo en que analizara la situación, no podría evitar que, tarde o temprano, ella descubriera quién era. Alexis no era tonta y muy pronto sumaría dos y dos se daría cuenta de por qué había ido tras ella a la isla. Lo único que podría hacer en ese caso era reaccionar con sinceridad. Cuándo y cómo eran otro asunto, pero sabía que tendría que divulgar la verdad si quería tener alguna oportunidad de salvar su relación.

Su relación. Esperó que la noción de querer algo más duradero con Alexis le provocaría miedo en el corazón, pero lo único que temía era que ella lo odiara cuando lo descubriera todo. Tendría todo el derecho para despreciarlo por el modo en que la había engañado. Él conocía muy bien el dolor que provocaba la mentira.

Agarró el teléfono y marchó el número de Mike en Atlanta. Pedirle a su amigo que realizara un informe exhaustivo sobre Fred Hobson para reunir pruebas contra aquel hombre sería el primer paso para rectificar lo que había hecho con Alexis.


– He oído que va a haber una fiesta de despedida esta noche -dijo Alexis mientras se tomaba un poco de la ensalada de pollo que había pedido para comer-. ¿Te apetece?

Jackson pensó muy concienzudamente en aquella sugerencia mientras masticaba un bocado de la hamburguesa que había pedido y trataba de evocar un apetito inexistente. ¿Le apetecía compartir sus últimas horas con Alexis junto con un grupo de desconocidos? No. Lo único que quería hacer hasta que se marcharan a la tarde del día siguiente era pasar cada segundo con ella a solas… tocando su suave piel, besándola, haciéndole el amor… Sí, especialmente aquello último.

Sin embargo, sabía que por mucho que le apeteciera dejarse llevar por eróticos placeres, no podría hacerlo de nuevo hasta que hubieran hablado y hubieran aireado todos los secretos que había entre ellos. No podía permitir que se produjera otra ofensa a una ya larga lista de transgresiones si quería tener alguna posibilidad con Alexis.

– Hola. La Tierra llamando a Jackson -bromeó ella, recuperando así de nuevo su atención.

– Lo siento -dijo-. En realidad, estaba esperando que pasáramos esta última noche juntos.

– A mí también me gusta mucho esa idea -susurró, antes de tomar un sorbo de té helado-. Podríamos pasar la noche en tu bungalow, ver la puesta de sol y después tomarnos un picnic a medianoche en la playa.

– Suena perfecto -musitó Jackson sin poder negarse. Durante ese picnic, solo hablarían. No se tocarían, ni se besarían ni harían el amor.

– Tú sí que eres perfecto, Jackson -respondió ella. De repente, se había quedado muy seria, aunque había en sus rasgos una serenidad que le llegó muy hondo a Jackson-. Merrilee me dijo que tú serías todo lo que yo esperaba de estas vacaciones y mucho más. Y así ha sido.

– Yo siento lo mismo -replicó él, sintiendo la necesidad de ser sincero con ella, aunque estaba seguro de que Alexis creería que había mentido cuando supiera la verdad.

– ¿Sabes una cosa? Tengo algo en la cabeza que me gustaría decirte -musitó mientras jugueteaba con los cubiertos.

Jackson sintió que su cuerpo entero se tensaba. Se preguntó si sería lo suficientemente valiente como para expresarle sus sentimientos en voz alta y cuando él estaba completamente despierto.

– Tú dirás -comentó Jackson, tan casualmente como pudo.

– Bueno, parece que nos hemos llevado estupendamente estos días y espero que sea posible que prosigamos con lo que sea que hay entre nosotros una vez que nos marchemos de la isla -dijo ella, mirándolo fijamente a los ojos-. Sé que vivimos en lados opuestos del país y que las relaciones a larga distancia son muy difíciles, pero tal vez podríamos encontrar un modo de que funcionara.

– Alexis…

Jackson sabía que no podía ofrecerle promesas porque aún no tenía el derecho para hacérselas. Todavía no.

– No tienes por qué darme una respuesta ahora mismo -susurró ella con una expresión de inseguridad en el rostro-. Solo te pido que lo pienses. Bueno, sé que no tengo ni idea de cuál era tu fantasía y que sería un poco pretencioso por mi parte creer que esta semana has sido para ti tan especial como lo ha sido para mí. Si ese es el caso y todo eso es solo por mi parte, entonces prefiero esperar hasta mañana para dar fin a esta maravillosa fantasía. Si acaba con un adiós, lo aceptaré. Si tú descubres que te gustaría ver dónde nos lleva todo esto, ya sabes lo que siento yo.

Recordó de nuevo las palabras que había susurrado aquel amanecer. Claro que sabía cómo se sentía, pero, en aquellos momentos, no se merecía ser el receptor de aquellos sentimientos. Lo único que tenía a su favor eran las veinticuatro horas que le quedaban para convencerla de que se merecía todo lo que ella le había dado a lo largo de aquella semana.


– ¿Es usted la señorita Baylor?

Alexis se sobresaltó al escuchar una tercera voz, dado que solo se había estado centrando en Jackson. No se había percatado de que el portero se había acercado a la mesa con un teléfono inalámbrico en la mano.

– Sí, yo soy la señorita Baylor.

– Discúlpeme por interrumpir su almuerzo, señorita, pero tengo una llamada urgente para usted de un tal Dennis Merrick. Vi que usted se dirigía hacia acá hace unos minutos y ese hombre ha insistido mucho en hablar con usted personalmente.

– Acepto la llamada. Gracias -dijo Alexis con la preocupación dibujada en el rostro. Entonces, se llevó el auricular a la oreja-. Dennis, ¿va todo bien?

Guardó silencio durante lo que parecieron horas mientras escuchaba lo que su vicepresidente tenía que decirle. En el transcurso de aquellos segundos, su expresión fue cambiando de preocupación a incredulidad para terminar demostrando un abierto enfado.

– ¡No me puedo creer que Fred Hobson trabajara para Extreme Software! -exclamó-. ¿Cómo es eso posible?

Claro que era posible. Jackson se sintió muy incómodo, pero Alexis estaba demasiado absorta en su conversación con Dennis como para notarlo. Evidentemente, sus abogados no habían perdido el tiempo y se habían puesto a investigar la vida de Hobson. Aunque él todavía no había podido encontrar el vínculo de unión que lo relacionaba con las dos empresas, sintió que un enorme alivio se apoderaba de él al darse cuenta de que lo que su instinto le había dictado era correcto.

– Sé que se marchó a Atlanta para vivir allí después de dejar Gametek, pero, cuando volví a contratarlo, la última empresa para la que había trabajado era de electrónica. ¡Dios mío, Dennis! ¡Qué lío…!

Alexis de repente se incorporó en el asiento y escuchó muy atentamente lo que le decía Dennis. Entonces, miró a Jackson y se quedó boquiabierta. Inmediatamente, él sintió que se le hacía un nudo en el estómago al presentir que se cernía algo sobre él que no podría evitar.

– ¿Cómo has dicho que se llama el dueño de Extreme Software? -preguntó ella, con un hilo de voz.

Jackson supo en aquel momento que se le había terminado el tiempo. Vio cómo el color desaparecía del rostro de Alexis. Una sacudida le recorrió el cuerpo, como si fuera a vomitar. Jackson sabía muy bien que saberse traicionado podía hacer que una persona se sintiera físicamente enferma.

– Dennis… Tengo que dejarte. Ya te llamaré más tarde.

Tras colgar el teléfono, cerró los ojos como si quisiera olvidarse de que Jackson estaba frente a ella. Él se sintió más solo que nunca y sintió miedo por estar a punto de perder algo tan importante para él.

– ¿Qué he hecho? -susurró Alexis más para sí que para él.

Jackson no creyó que a ella le gustara que le proporcionara la respuesta. Se había enamorado de él, le había entregado su cuerpo y su corazón y la esencia de su alma, tres cosas que él había aprendido a adorar. Sin embargo, ella nunca lo vería de aquel modo. Jackson no podría culparla por creer que lo que había ocurrido entre ellos solo era una charada. No sabía qué decirle, así que esperó a que Alexis se sobrepusiera.

Poco a poco, lo fue consiguiendo. Cuando abrió los ojos, había recuperado plenamente la compostura. Sonreía fríamente y completaba aquel gesto con una gélida mirada en los ojos. Había desaparecido la cálida mujer que había sido suya la noche anterior.

– Me alegra conocer por fin al hombre que ha demandado a Gametek por infringir los derechos de autor -dijo, en un tono neutro, como si estuvieran hablando de un tema sin importancia y no de que él había estado a punto de destruir su empresa.

Él extendió la mano para agarrar la de ella. Necesitaba aquel contacto, pero ella apartó el brazo antes de que Jackson pudiera aferrársela. Se puso de pie y se dispuso a salir del restaurante con un porte muy digno.

Sin importarle quién pudiera estar oyéndolo, se maldijo y salió corriendo detrás de Alexis. Logró alcanzarla al lado de una de las cataratas del jardín. Sabía que era mejor no tocarla, por lo que se colocó delante de ella en el sendero y la obligó a detenerse.

– Si no me dejas pasar, llamaré a los de seguridad -le espetó.

– Alexis, permíteme que me explique…

– Adelante, señor Witt, explíquese -dijo con voz muy tranquila.

Jackson habría preferido verla furiosa, que lo hubiera increpado, que hubiera purgado de algún modo la furia que sabía que ella estaba sintiendo.

– Sí, es cierto que inicialmente reservé estas vacaciones porque creía que tú eras responsable de robarle a mi empresa el diseño que tú necesitabas para completar tu Zantoid. Cuando se me presentaron los hechos, parecía que tú habías utilizado a Fred Hobson para hacerlo. Él había trabajado para tu empresa en San Diego, luego vino para trabajar conmigo en Atlanta y terminó por regresar a Gametek. Parecía mucho más que una mera coincidencia que Gametek anunciara a los pocos días un programa que no era posible sin mi tecnología.

Alexis se cruzó de brazos y esperó, sin negar sus acusaciones o defenderse. Jackson tragó saliva y se obligó a proseguir.

– Descubrí que ibas a pasar unas vacaciones aquí y me pareció la oportunidad perfecta para vengarme de ti antes de que los tribunales empezaran a tramitar la querella.

El dolor brilló en los ojos de Alexis, pero rápidamente recobró la compostura.

– Una venganza de seducción…

– Sí. Me ha pasado toda la vida sintiéndome utilizado, principalmente por lo que yo podría proporcionar, y sentí que esta era la gota que colmaba el vaso. Se han servido de mí en demasiadas ocasiones y… salté. No estaba dispuesto a permitir que nadie más se aprovechara de mí otra vez y que utilizara mi tecnología para procurar ganancias para su empresa. Por eso decidí que, esta vez, sería yo el que le quitaría algo a la otra persona… A ti.

– Entonces, yo diría que has conseguido exactamente lo que querías, Jackson -admitió ella, impasible.

– Como tú, me he encontrado con mucho más de lo que buscaba, Alexis. Supe desde el primer momento en que te conocí que eras diferente, que no tenías nada que ver con lo que me había imaginado… Llevo toda la semana luchando con mi conciencia. Siento por ti, Alexis, cosas que me asustan. Sabes más sobre mi vida que nadie de las personas que conozco. De repente, todo pareció muy complicado porque no quería hacerte daño, pero sabía que, al final, averiguarías quién era yo.

Alexis lo miró con escepticismo. No creía nada de lo que él le había dicho y él no sabía cómo convencerla. Lo miró fijamente durante unos momentos, en los que él esperó alguna señal de perdón. Sin embargo, no fue así.

– Para tu información, tanto si me crees como si no, Fred Hobson robó esa tecnología en tu empresa sin que yo lo supiera -afirmó Alexis, con frialdad.

– Ahora lo sé y te creo…

– Cuando la presentó a mi equipo de diseño, nos dijo que la había creado él mismo. No teníamos razón alguna para dudar de él y, evidentemente, ese tipo pensó que nunca se le descubriría. Según Dennis, Fred será procesado, pero, como presidenta de Gametek, te presento mis disculpas por cualquier daño emocional o económico que esto pueda haber causado a tu empresa.

Jackson se sintió furioso. ¿De verdad creía que los daños eran lo único que le preocupaba?

– ¡Eso me importa un comino! -exclamó.

Aquel exabrupto ni siquiera hizo que ella se inmutara, lo que lo enfureció aún más.

– ¿Cómo puede no importarte? -preguntó ella con voz tranquila-. Evidentemente, ese diseño significaba mucho para ti si estabas dispuesto a llegar a tales extremos para vengarte.

– ¡Maldita sea, Alexis! ¡No puedo soportar esto! -gritó él, exasperado por aquel tono tan razonable.

– ¿Soportar qué?

– Esto. Tú… Quiero que reacciones emocionalmente. Que muestres furia, ira… Algo. Incluso un bofetón sería preferible a esta actitud tan fría.

– ¿Por qué tengo que estar enojada, Jackson? Tú me has dado exactamente lo que vine a buscar aquí: una aventura apasionada e ilícita. No podría haber pedido un amante más atento de lo que tú has sido conmigo.

Jackson ahogó un gemido. Aquellas palabras le habían atravesado el corazón. Sin embargo, sabía que se las merecía.

– Cuando acepté venir aquí, sabía que había riesgos -prosiguió Alexis muy tranquila-, y los acepté, así que no tengo que culpar a nadie más que a mí misma por dejar que este asunto haya ido tan lejos.

– ¿Y qué hay de lo que dijiste en el restaurante mientras comíamos? ¿Sobre mí? ¿Sobre nosotros? -preguntó él, desesperado.

– Le dije esas palabras a Jackson Witt, el hombre que ha hecho realidad mis fantasías, pero ya no estoy segura de quién es el verdadero Jackson Witt -replicó ella, muy tensa. Jackson habría jurado que había visto una lágrima amenazando con salir de sus ojos. Sin embargo, no lloró-. Ahora si me perdonas, tengo algunos negocios de los que ocuparme.

Aquella vez, cuando Alexis trató de seguir su camino, él no se lo impidió. Cuando se volvió, vio que ella entraba por la puerta de cristal que conducía al vestíbulo del hotel. Al ver cómo la puerta se cerraba de nuevo tras ella, Jackson pensó en la ironía de que fuera ella la que le daba la espalda y él el que se quedaba con sus sentimientos hechos pedazos.


Alexis ahogó un sollozo en la garganta. Las lágrimas que se había negado a derramar delante de Jackson le abrasaban los ojos. Sin embargo, las contuvo. No estaba dispuesta a derrumbarse cuando tenía que ir a ver a Merrilee para solicitar si podía marcharse de la isla un día antes. Ya no podía seguir en Fantasía de Seducción y correr el riesgo de volver a encontrarse con Jackson.

Con un gran esfuerzo, consiguió contener su tristeza hasta más tarde, cuando estuviera sola y pudiera dar rienda suelta a su angustia sin testigos. A una edad muy temprana había aprendido a ser fuerte…

Con decisión, se dirigió hasta el despacho de Merrilee. Rezó para que la dueña del complejo estuviera allí. Si no estaba, decidió que haría que la buscaran enseguida. Aquello era indudablemente una emergencia, considerando que su felicidad dependía de la rapidez con la que pudiera poner kilómetros entre Jackson y ella.

Había sido culpa suya enamorarse de él, pero no podía arrepentirse de lo que sentía por Jackson ni de su fantasía, que se había visto cumplida más allá de lo que había soñado nunca. Incluso comprendía las razones que lo habían llevado a buscar venganza, pero era la negativa del propio Jackson a creer en sí mismo lo que la había enfurecido tanto.

Sabía que la quería e incluso había creído todo lo que él le había dicho sobre los sentimientos que albergaba por ella. Desgraciadamente, seguía demasiado influido por las traiciones pasadas como para creer que una mujer pudiera aceptarlo solo por lo que era. Siempre había sospechado que buscaría segundas intenciones en todas las relaciones hasta que empezara a confiar en sí mismo. Hasta que eso no ocurriera, sería incapaz de comprometerse con una mujer. Y si no podía confiar en ella, no les quedaba nada más que los recuerdos de lo que habían compartido aquella semana.

Cuando se encontró frente a la puerta del despacho de Merrilee, no sabía qué pensar o sentir. Estaba confusa. Jackson sabía perfectamente, por lo que le había dicho en el restaurante, lo que ella sentía por él. Si había sido sincero en lo que había dicho sobre los sentimientos que albergaba hacia ella, tendría que confiar en aquellos sentimientos, confiar en sí mismo y demostrar que así era.

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