Alexis Baylor quería tener una aventura y concebir un hijo, por lo que Merrilee Schaefer-Weston iba a hacer todo lo posible por cumplir la petición de aquella mujer. Después de todo, la empresa de Merrilee se dedicaba a hacer realidad las fantasías de sus clientes.
– Señorita Weston, el hidroavión va a aterrizar en Fantasía de Seducción dentro de media hora. El barco la estará esperando para transportarla a la isla y saludar a nuestros nuevos invitados.
Merrilee levantó la mirada. Había estado examinando la petición de fantasía de Alexis Baylor y sonrió a su ayudante. Fantasías, Inc. comprendía un grupo de cuatro paradisíacos centros turísticos situados en unas islas de los cayos de Florida. Como su despacho estaba situado en Fantasía Salvaje, el primero de ellos, viajaba en barco todos los días a los otros tres: Fantasía de Seducción, Fantasía íntima y Fantasía Secreta.
– Gracias, Danielle -dijo al tiempo que consultaba el reloj-. Estaré en el muelle dentro de diez minutos. Por cierto -añadió, antes de que su ayudante saliera del despacho-, ¿se ha encargado Personal de contratar a otro piloto para sustituir a Mark?
– Sí -contestó Danielle, tras consultar su bloc de notas-. Está previsto que C. J. Miller ocupe el puesto de Mark el mes que viene, tal y como habíamos requerido.
Miller. Como siempre que Merrilee oía ese apellido, una fría sensación la recorría de pies a cabeza, junto con los agridulces recuerdos de ser joven y de estar enamorada. Aquellas reminiscencias tan queridas no se habían desvanecido ni un ápice durante los treinta y cinco años que habían pasado entre su romántica relación con Charlie Miller, la inesperada muerte de este en Vietnam y su propio matrimonio de conveniencia con un hombre veintitrés años mayor que ella.
Merrilee había luchado durante los años que siguieron, siendo una fiel y obediente esposa para un hombre frío y sin sentimientos, que la trataba más como una posesión que como a una esposa. Ni siquiera había tenido el gozo de tener hijos para que llenaran su vida de alegría. La impotencia de su marido se lo había impedido.
Tras la muerte de su marido, que había ocurrido cinco años antes, había heredado millones, mucho más dinero del que pensaba. Nunca había disfrutado con el papel de mimada esposa y no había podido imaginarse pasándose el resto de su vida languideciendo en una mansión. Así había nacido Fantasías, Inc.
Tal vez fuera demasiado tarde para encontrar la felicidad para ella misma, pero había decidido utilizar su herencia para hacer cumplir las fantasías de otras personas. Vivía a través del placer y la satisfacción que ellos descubrían mientras estaban en una de sus islas. No había fantasía, fuera romance, aventura o los deseos más profundos, que Fantasías, Inc. no pudiera proporcionar. Sin embargo, nunca habría soñado que sus hoteles y recintos temáticos fueran a tener tanto éxito.
– ¿Señorita Weston?
La voz de su ayudante hizo que Merrilee volviera al presente.
– Lo siento, ¿qué me decías?
– Estábamos hablando del nuevo piloto, C. J. Miller.
Aquella vez, Merrilee hizo todo lo posible por centrar sus pensamientos en los negocios.
– C. J. Miller. Perfecto -murmuró, mientras anotaba el nombre y la fecha en la que el nuevo piloto iba a tomar posesión de su puesto.
– Voy a decirle al patrón del barco que estará en el muelle en breve -concluyó Danielle antes de salir del despacho.
Como solo le quedaban unos minutos, Merrilee retomó rápidamente la petición de fantasía que había estado examinando antes de que su ayudante la interrumpiera. Alexis Baylor quería sentirse deseada y perseguida por un atractivo y seductor caballero y esperaba concebir un hijo sin ataduras. La implicación del hombre con el bebé terminaría en el momento de la concepción. Aunque sabía que no le resultaría difícil encontrar a un hombre dispuesto a acomodarse a la petición de Alexis y tener con ella una aventura erótica y apasionada durante una semana, aquella fantasía en particular tenía repercusiones que Merrilee dudaba que la mujer hubiera considerado. Los finales felices eran la especialidad de Merrilee y siempre trataba de dar dos opciones a sus clientes al final de sus fantasías: o se marchaban y continuaban como estaban antes o corrían un riesgo que podría modificar su vida entera.
Merrilee anotó la fecha de la fantasía de Alexis. Aunque no podía garantizar la concepción, tenía un mes para descubrir la pareja y el donante perfectos para ella. Tendría que ser un hombre que encajara con las expectativas de Alexis y de ella. Para Alexis, debía ser un hombre en la flor de la vida, tanto física como sexualmente. Para Merrilee, un hombre que nunca eludiera sus responsabilidades si averiguaba la verdad. Un hombre íntegro, que decidiera luchar por lo que era suyo, si aquel era el resultado que tenía aquella fantasía en particular.
Lo único que Merrilee podía hacer era unir a dos almas. Luego, dependía enteramente de la pareja aferrarse al final feliz que estaba a su alcance.