Capítulo 9

Alrededor de las cuatro de la tarde, Colin subió el árbol que habían comprado a la casa de Rina.

– No tiene muy buen aspecto -dijo.

Rina abrió la puerta para que pudiera dejarlo en el interior.

– Hemos tenido suerte de que quedara alguno. Además, me importa poco su aspecto. Es nuestro y eso es lo importante.

Norton ladró al verlos entrar y comenzó a saltar a su alrededor.

– Llévatelo de aquí antes de que me convierta en su próxima víctima, ¿quieres? -protestó Colin.

Rina rió.

– De acuerdo, pero espero que, cuando regrese, hayas decorado el árbol.

– ¿Ahora soy tu esclavo? -preguntó, riendo.

Unas horas más tarde, Colin retrocedió para contemplar su obra. El pequeño árbol estaba cargado de adornos y parecía haber recobrado la vida. Cintas y bolas doradas y rojas decoraban sus ramas, junto con detalles plateados y una estrella en lo alto de la copa. En combinación con el fuego que ardía en la chimenea, la escena le pareció muy cálida.

Además, Colin empezaba a tener una intensa sensación hogareña respecto al apartamento.

– Está precioso -dijo Rina al ver el árbol.

Colin se había mantenido alejado de ella porque sabía que, si la tocaba aunque fuera sólo un segundo, acabarían haciendo el amor y no terminaría nunca de decorar el árbol.

– Aunque no podamos hacer el amor junto al fuego en Nochebuena, no hay razón por la que no podamos hacerlo esta noche…

– Pero pensé que antes íbamos a hablar sobre nuestras buenas intenciones para el año que viene…-dijo ella.

– ¿A qué te refieres?

– Es una tradición familiar. Y he pensado que podríamos hacerlo tú y yo este año.

– Está bien, adelante… Tú primero.

– Veamos… Sí, intentaré seguir siendo fiel a mí misma.

– ¿En qué sentido? -preguntó él.

– Seguiré escribiendo mi columna y sólo permitiré que me afecten las personas y las cosas buenas.

– Esa es una intención muy difícil de cumplir…

– Me las arreglaré -dijo con una sonrisa-. Y ahora te toca a ti.

Colin tardó unos segundos en hablar.

– Prometo ser fiel a…

– Vamos, Colin -lo interrumpió-. No repitas lo que acabo de decir. Di algo distinto.

– Está bien. Como quieras. Entonces, prometo enfrentarme a mi vida de la forma más responsable posible -declaró.

Como estaban en fin de semana, nadie le había devuelto las llamadas que había hecho por motivos de negocios, pero tenía intención de hablar de nuevo con los contables del periódico para que le informaran más a fondo sobre la situación del diario en las últimas semanas.

Después, tenía que hablar con Joe. Tal vez pudieran encontrar alguna forma de solucionar el asunto sin dañar a Corinne y a Rina.

– ¿Lo ves? No ha sido tan difícil -declaró Rina.

– No, por supuesto que no.

– Y ahora, podríamos continuar con lo que estábamos haciendo anoche…

Sin más preámbulos, Rina se quitó el jersey y se quedó ante él sin más prenda de cintura para arriba que el sostén.

Él se inclinó hacia delante con intención de besarla, pero ella lo detuvo, puso las manos sobre sus hombros y lo obligó a arrodillarse. Después, lo siguió al suelo y lo besó.

Colin le desabrochó el sostén y lo arrojó lejos antes de comenzar a lamer sus pezones.

– Desnúdate -ordenó ella.

A pesar de su orden, Rina no tuvo paciencia para esperar y comenzó a desabrocharle los pantalones. Pero le temblaban las manos.

– Relájate. Tenemos toda la noche por delante…

Colin decidió ayudarla y se desnudó solo. Ella aprovechó la oportunidad para librarse de su propia ropa y se puso sobre él, sintiendo su pene contra el vientre. Ella introdujo una mano entre sus cuerpos. Necesitaba sentirlo, y al tocarlo, se excitó aún más.

Incapaz de esperar, introdujo su pene entre sus piernas. La mirada de Colin no se apartó en ningún momento de sus ojos. Era una mirada intensa y cálida. Y justo cuando ella pensó que ya no podría soportarlo por más tiempo, sintió que la llenaba por completo.

Él la tomó de las manos. No podía imaginar posición más íntima. Sentada sobre sus piernas, con todo su sexo dentro de ella y la parte superior de su cuerpo expuesta a su mirada.

– Hazme el amor, cariño -dijo Colin.

Colin tuvo que hacer un esfuerzo para contenerse y Rina le dio lo que le había pedido. Comenzó a moverse, arriba y abajo, hasta que se encontró a punto de alcanzar el orgasmo. Él tomó su ritmo, y ella se perdió en la dulce y carnal experiencia.

Sin advertencia alguna, las intensas emociones que recorrían su cuerpo la asaltaron se repente. Rina gimió y estalló en un orgasmo que siguió y siguió hasta parecer interminable.


Ante la insistencia de Rina, Colin pasó la mañana del domingo haciendo compras de última hora. Una vez en el supermercado, se separaron el tiempo suficiente como para que él pudiera comprarle un regalo sin que ella se diera cuenta. Y ahora, ya de regreso, se estaban relajando junto al árbol de Navidad cuando sonó la puerta.

– Ya están aquí -dijo ella.

Su soledad había terminado oficialmente y Colin gimió, desesperado. Después de hacer el amor frente al fuego, se habían duchado, habían comido, habían recogido ropa de casa de Colin y habían regresado de nuevo a la casa para pasar la noche.

Y vaya noche que había sido. Aquella mujer era pura energía, una verdadera fuerza de la naturaleza y además, tan cariñosa, que se preocupaba por todo el mundo, incluido el perro. De hecho, había insistido en que Norton durmiera en su habitación cuando llegó la hora de dormir. No quería que el pobre estuviera otra noche solo.

Ahora, el animal parecía haberse convertido en su mejor amigo. Mientras él intentaba ver un partido de fútbol en la televisión, él se había acercado y había colocado la cabeza sobre sus piernas.

– ¿Qué tipo de perro es éste, que no se levanta cuando llaman a la puerta?

– El más tonto de todos -respondió una voz masculina.

– A mí me parece bien. Si te molesta a ti, no me molestará a mí -dijo la voz de un hombre-. Hola, soy Jake, el hermano de Rina.

Colin se levantó y estrechó su mano.

– Hola, yo soy Colin Lyons.

– Me alegro de conocerte. Rina me ha hablado mucho de ti.

Aquello le sorprendió. No esperaba que Rina hubiera hablado de él a su familia.

Jake lo observó con detenimiento, como estudiándolo.

– ¿Qué tal el partido? ¿Es bueno? -preguntó.

– No está mal -dijo Colin, mirando un momento la televisión-. ¿Habéis tenido un buen viaje?

Jake rió.

– Sí, pero muy largo.

Entonces apareció una mujer de pelo rojizo, que se unió a ellos. Colin se dijo que su fin de semana íntimo acababa de concluir, pero por otra parte se alegraba porque gracias a la familia de Rina podría aprender mucho más de ella.

Brianne le contó todo tipo de cosas sobre la vida de Rina en Nueva York y le dijo que tanto su marido como ella estaban muy orgullosos de su trabajo en el periódico. Incluso mencionó que estaba más guapa desde que había empezado a salir con él.

Tanta conversación familiar le recordó que llevaba un par de días sin ir a ver a Joe, y se sintió culpable.

– Bueno, ya que estáis todos juntos, creo que voy a salir un momento al hospital para ver cómo se encuentra Joe.

– Es su padre -explicó Rina.

– ¿Está en el hospital? Oh, lo siento -dijo Brianne-. Pero supongo que volverás… Me gustaría que pasáramos más tiempo juntos para poder conocernos.

– Por supuesto que volveré. Solo estaré un rato con él. Y así tendréis ocasión de estar solos.

– ¿Estarás de vuelta para cenar? -preguntó Rina.

– Vuelve pronto -sugirió Jake-. De lo contrario me dejarás abandonado con dos mujeres y un perro insoportable…

– Lo intentaré.

– Espero que lo consigas, porque quiero que celebremos la Nochebuena todos juntos -dijo Rina-. Por cierto, Jake, ¿recibiste mis columnas?

– Sí. Y ya sabes que estoy orgulloso de ti, Ri.

Colin también lo estaba. Estaba orgulloso y lleno de admiración, pero aquello lo colocaba en una situación aún más complicada. Precisamente había recibido una llamada de Ron Gold; quería saber si había avanzado algo en el proyecto de devolver al periódico su forma tradicional.

Había llegado el momento de hablar de nuevo con Corinne.

– Acompañaré a Colin a la salida. Vuelvo en un par de minutos -se excusó Rina.

Una vez fuera de la casa, Rina le dijo:

– Sé que tienes que ir a ver a Joe, pero no quiero que estés con nosotros sólo por obligación.

Él la acarició en una mejilla.

– Por supuesto que no lo hago por obligación. Pero tengo que ver a mi padre adoptivo.

– ¿Volverás?

– Volveré -le prometió.

Y Colin pensaba cumplir su promesa.


Colin comenzó a caminar de un lado a otro. No soportaba la idea de volver a entrar en la habitación y ver a Corinne inclinada sobre su padre adoptivo y dándole todo tipo de órdenes para que fuera a buscar agua para ayudarla en cualquier cosa con Joe. No necesitaba que Corinne le dijera lo que tenía que hacer con la persona que más quería en el mundo.

Se detuvo delante de la puerta de la habitación al oír que la pareja estaba charlando en voz baja. Joe estaba muy débil y hablaba con mucha dificultad. El no le había presionado para que hablara con él, pero en esos momentos no parecía importarle hacer el esfuerzo para hablar con Corinne.

A lo largo de la última semana, Colin había llegado a la conclusión de que su padre adoptivo y la editora del periódico mantenían una relación mucho más intensa de lo que había imaginado en un principio. De hecho, ya había supuesto que debía de ser algo más importante que el simple sexo, porque de lo contrario Joe no habría puesto el diario en manos de su esposa.

Logan tenía razón. Los documentos legales podían afirmar que él era el hijo de Joe, pero cada vez se sentía más fuera de lugar.

Nervioso, regresó al pasillo y estuvo a punto de derribar a una enfermera que en aquel momento pasaba con un carrito.

– Oh, lo siento…

Se dirigió a los ascensores, dispuesto a marcharse de allí tan pronto como pudiera.

Quería estar lejos de la familia que al parecer no tenía y a la que no pertenecía. Necesitaba estar con Rina. Ella hacía que se sintiera aceptado, de un modo que nunca había vivido hasta entonces. Pero lo último que le apetecía era estar con otra familia que le hiciera sentirse un extraño.

Le había prometido que regresaría a su lado; sin embargo, no estaba preparado. Incluso consideró la posibilidad de tomar un avión y marcharse de allí. Naturalmente, su amor por Joe no se lo habría permitido; pero mucho más intenso, incluso, era la pasión que sentía por Rina. Le inspiraba sentimientos que nunca había experimentado.

Sentimientos ante los que no sabía cómo reaccionar.


Brianne y Jake insistieron en pasar la noche en un hotel, así que Rina tenía toda la noche para ella. Por supuesto, pensó que no estaría sola y que Colin aparecería pronto, tal y como había prometido, pero empezaba a comprender que no siempre cumplía sus promesas.

En el fondo de su corazón, sabía que no pretendía herirla. Ni siquiera lo había pretendido cuando la dejó sola en la fiesta de Emma. Irónicamente, habría aprendido a mantener una relación con Colin gracias a su investigación sobre los hombres. Se había preguntado por lo que había más allá de la atracción sexual e incluso intelectual, y había encontrado la respuesta en Colin, en las cosas que él necesitaba.

Sospechaba que el hecho de haber perdido a sus padres lo había convertido en una persona con problemas para asumir sus sentimientos. No estaba acostumbrado a compartirlos y no sabía qué hacer.

Desesperada, decidió pasar el tiempo escribiendo. Así que encendió su ordenador y comenzó un nuevo artículo. Cuando escribió la última frase, levantó la mirada y comprobó que habían pasado dos horas. Entonces, guardó el trabajo y lo imprimió. Después, se levantó, se estiró y pensó que había hecho un buen trabajo. Con excepción de la ausencia de Colin, su vida iba por buen camino e incluso sería aún mejor después de darse un largo baño con espuma y sales.

Se recogió el pelo, se quitó la ropa y se puso una bata. Acto seguido, abrió el grifo de la bañera y estaba a punto de meterse en el agua cuando sonó el timbre de la puerta.

Norton corrió a la entrada y ella supuso que sería su amiga Frankie. Pero no era ella, sino Colin.

– ¡Colin! -exclamó al verlo.

– Hola…

– Adelante, pasa…

Colin entró en el apartamento y ella lo miró.

– No me odies, Rina. Sencillamente no he sido capaz de enfrentarme a todo esto.

Rina se estremeció.

– No esperaba que volvieras esta noche. De hecho, pensé que no volverías en todo el fin de semana.

Colin se pasó una mano por el pelo y la miró con tristeza.

– Cuando salí del hospital, necesitaba estar solo un rato. Alejarme de todo y de todos.

Entonces, extendió un brazo y le acarició el cabello.

Caminaron hacia el sofá y se sentaron.

– No estaba preparado para enfrentarme con otra situación familiar -continuó él-. No quería volver a sentirme un extraño.

Era evidente que Colin necesitaba que ella lo comprendiera. Y Rina lo hizo, porque ahora sabía que lo amaba. Amaba a un hombre que no sabía cómo comprometerse ni cómo analizar sus propios sentimientos.

Los segundos fueron pasando mientras él hablaba, y Rina no dejaba de decirse que, gracias a él, había cambiado e incluso había aprendido a comprender mejor su propio pasado y su propio matrimonio. Ahora ya no sólo sabía lo que quería, sino también lo que merecía.

Colin nunca le había pedido que renunciara a su carrera, ni que dejara de hacer nada por él. Cabía la posibilidad de que al final se marchara y la abandonara, pero le había dado multitud de momentos hermosos.

Lo tomó de la mano y se excitó de inmediato. Pero esta vez era consciente de que entre ellos había algo más que deseo. Y su corazón le pertenecía a él.

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