Capítulo Nueve

Mac no le contestó. Mac se quedó, sencillamente, allí tumbado sobre la cama enorme, en actitud de querer seguir hablando toda la noche.

Bueno, Kelly tenía dos alternativas: o darse la vuelta y volver a su habitación o arriesgarse a dar el paso final.

Antes de la charla que habían tenido, el seducir a Mac le había parecido una buena idea, pero en ese momento ya no estaba tan segura. Creía que iba a contar con la ayuda de la atracción mutua, pensaba que surgiría esa química que había entre ellos, pero después de hablar de Chad tanto tiempo no sabía cómo reaccionaría Mac.

A pesar de todo, se quitó con manos temblorosas la bata, que dejó caer al suelo. La mujer vaciló unos segundos dubitativa. El camisón mostraba su vientre, todavía abultado y, además, no creía que fuera el mejor momento para ofrecerse a Mac. Pero temía que si abandonaba en ese momento, nunca más volvería a repetir el intento.

– Te amo, Mac. No hay en mi vida otro hombre que no seas tú. Ni en mi mente ni en mi corazón. Tu eres el único al que deseo, el único hombre al que creo que podría amar siempre. Tú no tienes por qué sentir lo mismo, pero necesito que me creas…

No terminó de decirlo, porque Mac se incorporó y tomó su rostro entre las manos. Luego echó hacia atrás su pelo para cubrir la boca de ella con sus labios. Kelly sólo vio en la oscuridad el brillo de sus ojos verdes.

Se habían besado anteriormente, pero no de aquella manera.

Las bocas saborearon, buscaron, se enredaron. Las manos de él acariciaron el camisón de satén, calentando la piel que cubría, apretando aquel cuerpo contra él. Mac sólo llevaba la parte de abajo del pijama y Kelly podía sentir el calor que irradiaba su pecho desnudo, las palpitaciones de su corazón contra su corazón palpitante, la excitación de su sexo apretado contra sus muslos. Finalmente, sin dejar de besarla, la levantó para llevarla a la cama.

Cayeron juntos sobre la colcha arrugada. Las piernas entrelazadas. Ella lo sabía… sabía que Mac tenía que ser un hombre apasionado. Estaba segura por cómo se portaba con ella, por quién era, por cada beso que habían compartido.

Kelly apenas podía respirar. No quería. Un beso anhelante requería otro, alimentaba a otro como perlas ensartadas en una misma cadena de las que no se podían separar. Kelly notó el hambre en la lengua de Mac. Saboreó su deseo. Deseo y pasión que hacían eco en el corazón femenino y aumentaban su excitación.

Hacía mucho tiempo que ella estaba enamorada de él. Había temido que él no la quisiera, que no le importara. Le había dado miedo que él no sintiera nada sino responsabilidad. Pero Mac era tan vulnerable como ella.

Notó la respiración entrecortada de él mientras tocaba su cuerpo a través de la tela suave, a la vez que ella lo acariciaba y trataba de excitarlo aún más. Mac inclinó la cabeza y retiró con la boca la tira de encaje de la prenda negra para lamer sus senos. Los dedos de ella se clavaron en la espalda masculina. Ella no había sido nunca así. Toda la culpa era de él, que encendía en ella esas sensaciones, haciéndola sentirse libre como nunca lo había sido. Sentía tanto amor dentro de ella, que se olvidó de su timidez, de sus prejuicios, de todos sus miedos. Con Mac no tenía que temer nada.

El apartó el camisón y subió la mano por la pantorrilla, por el muslo hasta llegar a las nalgas. Ella se levantó para que él pudiera quitarle la prenda. La mujer se estremeció de repente. Deseaba estar desnuda delante de él, desnuda emocional y físicamente… pero sus pechos estaban hinchados por la maternidad y su vientre tenía marcas blancas. Puede que Mac no lo notara, pensó. Efectivamente, Mac le acababa de quitar el camisón y cubrió de nuevo su boca para darle un beso que comenzó en sus labios y terminó en sus senos.

Kelly estaba nerviosa. Sus senos estaban muy sensibles desde que había tenido al bebé. Pero Mac parecía saberlo. La rozó suavemente con la mejilla, provocando en ella una increíble sensación de placer. Notó que sus senos se hinchaban y al sentir la lengua en los pezones, el deseo se concentró en el triángulo de terciopelo de su vientre. De repente Mac alzó la cabeza.

– Tenemos que hacerlo despacio -murmuró con voz ronca-. He notado que tienes leche. Me ha parecido precioso compartirlo, pero me ha impresionado también y temo estar siendo muy bruto. Pero es que no puedo controlarme.

– Olvídate de todo, no quiero que te controles.

Los labios de él esbozaron una sonrisa, pero la intensidad del deseo estaba todavía en sus ojos, todavía serios, casi violentos.

– ¿Tú creíste que no te deseaba, Kel? No era eso. Ese era el problema, que te deseaba demasiado. Y tenemos que hacerlo despacio, porque no me perdonaría hacerte daño.

– No me vas a hacer daño, y no me importa si lo haces.

Mac pasó un dedo por la barbilla de ella, como si intentara inclinar el rostro de ella para verle los ojos.

– Cuando has ido al doctor esta tarde, ¿qué te ha dicho?

– Me dijo que podía hacer todo lo que quisiera. Me dijo que no perdiera más tiempo hablando y que podías hacerme el amor. Y eso es lo que quiero, Mac. Ahora mismo. Te quiero dentro ahora.

Ella entonces trató de quitarle el pantalón, pero cuando tuvo a Mac completamente desnudo, él se había puesto tan nervioso que ella no pudo tocarlo donde más deseaba. El sí podía. Comenzó a lamer la piel de su vientre despacio, como si tuvieran toda la noche por delante. Se concentró en hacerlo suavemente, para luego, repentinamente, darle pequeños mordiscos. Luego bajó las manos hasta encontrar su centro. Lo tocó con tanta suavidad, que era imposible lastimarla… Pero tampoco llegó a hacer ningún ademán para tomarla.

Era una tortura. Kelly agarró la cabeza de él, suplicando, con los ojos cerrados, un beso. El fuego en su vientre era demasiado intenso para soportar un minuto más. Pasó una pierna alrededor del cuerpo de él y notó el peso y el calor de su sexo excitado. Pero él siguió besándola, acariciándola. Pero para Kelly las caricias no eran suficientes, tampoco era suficiente frotarse contra él.

– Mac…

Entonces él extendió la mano sin mirar y estuvo a punto de tirar la lámpara. Abrió el cajón de la mesilla y murmuró algo entre dientes hasta localizar un preservativo.

– No me va a gustar utilizarlo, y me imagino que a ti tampoco. Pero acabas de tener un hijo y no quiero ponerte en peligro.

– Ni siquiera pensaba en…

– No quiero que pienses que tengo preservativos porque había planeado esto. No había nada organizado. Simplemente te deseaba mucho y tenía miedo de…

Ella lo besó, para borrar los miedos de él, y para olvidarse de los suyos. Ella sabía que hacer el amor no era lo más importante para un matrimonio. Conocía el sentido del honor de Mac, pero no sus sentimientos. Aunque esa noche estaba siendo tan maravillosa que no importaba nada más. Deseaba que Mac se sintiera amado y dejó a un lado todo lo demás. Quizá al principio había temido parecer una seductora torpe, pero Mac se había convertido en un amante exigente.

Todo lo demás era humo, aquello era fuego. Cuando la puso debajo de él, ella lo agarraba a su vez, impaciente por sentirlo dentro. Probó despacio, para ver si ella estaba preparada. El deseo, lascivo y húmedo, estalló en las venas de Kelly en esos primeros momentos de posesión. Un placer salvaje y firme invadió su corazón en una carrera hacia el éxtasis total. Era perfecto. Nada en su vida había sido tan perfecto. Pertenecía a Mac.

El la penetró una y otra vez, cada vez un poco más deprisa, cada vez acercándose más a la cúspide de la plenitud. Hasta que ella no pudo más. Se agarró a su cuello y su respiración se hizo tan entrecortada como la de él. Sus corazones palpitaban a la vez.

– Te amo, Kelly. Te amo…

Ella sintió ese amor más allá de las palabras y se sintió al límite. Gritó su nombre, mientras el placer estallaba dentro de ella en diferentes oleadas. Cuando todo acabó, Mac se tumbó a su lado y le dio un beso en la sien. Fue el último recuerdo de Kelly antes de quedarse dormida.

A las tres en punto, Kelly escuchó el llanto de su hija. Con los ojos cerrados todavía trató de incorporarse.

– No te levantes. Iré yo -susurró él.

Sus cuerpos estaban entrelazados y Mac tardó unos segundos en separarse. Luego se levantó y Kelly se volvió a quedar dormida.

Mac llegó al dormitorio de Annie. Una pequeña luz iluminaba la carita de la niña, que tenía la boca abierta dispuesta a dar otro grito. Se imaginó que tendría hambre. Hacía una semana que la niña sólo estaba tomando la mitad de su biberón nocturno. Aunque no era eso. El problema era que se había puesto de espaldas, era su último movimiento aprendido, y estaba enfadada porque no podía volverse a dar la vuelta. El la puso boca abajo y después de dos palmaditas en la espalda, volvió a dormirse.

Parecía que aquella noche todo el mundo dormía estupendamente menos él. Tratando de no hacer ruido, volvió al dormitorio. La luz de la luna entraba por la ventana y se posaba en la mejilla de Kelly, en su pelo rubio. La mujer se había dado la vuelta y había robado toda la sábana y la colcha. Mac esbozó una sonrisa y al recordar todo, volvió a excitarse.

Todavía desnudo, abrió la ventana que daba al balcón y salió. El bosque estaba en silencio. El aire olía ya a primavera, pero seguía siendo frío y el suelo estaba gélido bajo sus pies. El cambio de temperatura le sentó bien. Desde las sombras oyó el grito de una lechuza. Pero nadie respondió y Mac no entendía por qué aquella maldita lechuza no aceptaba su soledad.

Aunque después de aquella noche, Mac no podía hablar de soledad. Porque estar solo no era lo mismo que sentir soledad. Cuando alguien descubría lo que significaba tener pareja, ya nada era igual.

– ¿Mac? ¿Pasa algo?

Al escuchar la voz adormilada de Kelly, inmediatamente retrocedió y cerró la puerta.

– Nada. Todo está bien. No quería despertarte…

– No has sido tú. Ya me había despertado la niña. ¿Estaba bien?

– Sí. Estaba practicando movimientos nuevos, darse la vuelta y cosas así…

Mac se metió en la cama y se abrazó a ella.

– ¡Estás helado! ¡Y tus manos parecen trozos de hielo! -exclamó, agarrándole las manos para calentárselas con las suyas. A continuación, se apretó toda entera a él, para darle calor a todo el cuerpo-. ¿No podías dormir?

– Nunca he dormido demasiado profundamente.

– Como tu hija -replicó, apoyando la cabeza sobre el hombro de él-. Por si no te lo había dicho nunca… te diré que eres un padre maravilloso, Mac.

Mac se sintió orgulloso y se emocionó al oír a Kel nombrar a Annie como la hija de ambos. Pero cuando ella introdujo una pierna entre las suyas, todo pensamiento paternal se borró de su cabeza.

– Eres una mujer muy maternal.

– Siempre me encantaron los niños. ¿Me vas a decir qué te preocupa?

– Nada. De verdad.

– No me lo creo. Si eres capaz de estar a las tres de la mañana en el balcón, es porque algo no te deja descansar. ¿Te arrepientes de lo que hemos hecho?

– No -dijo, presionando la boca contra la sien de la mujer. Nunca podré lamentar hacer el amor contigo.

Los ojos de Kelly brillaron un instante, como si necesitara oírle decir aquello. Pero no había terminado.

– Entonces es otra cosa la que te molesta. Mac… ¿Sigues pensando que amo a tu hermano?

– No -dijo despacio, con decisión.

– Hay sólo una cosa más que querría hablar sobre Chad. Esta noche pensé que quizá me habrías creído antes si yo hubiera sido más clara, más sincera. Pero es difícil ser sincero cuando no… no quiero… hablar mal de él contigo. Puede que no estéis muy unidos, pero sois hermanos. No quiero que tú rompas tu relación con él por mí.

– Te hizo daño -replicó él, acariciando su cabello.

– Puede que sí, pero es algo pasado. No siento ahora dolor. Siento cierta tristeza por haber sido tan ingenua, tan estúpida… pero es culpa mía, no de tu hermano. Pero lo que no soportaría es que discutierais por mi causa. Sé que no te gusta su modo de vida. Pero si alguna vez cambia y quiere hacer algo importante en la vida, tú serás el único al que escuchará.

– ¿Nunca te he dicho que eres maravillosa?

– ¿Qué?

– No voy a matarlo, te lo prometo. Y tampoco voy a olvidar que es mi hermano. Y ahora, vamos a olvidarnos de él, ¿de acuerdo?

– Es tarde ya. No sé por qué empezaste esta ridícula discusión. Sabes que mañana tienes mucho trabajo y necesitas descansar, así que cierra los ojos y duerme.

Mac no pudo evitar una sonrisa. Recordó que había sido ella la que había empezado. Además, ella era la que tenía que estar todo el día con la niña y, por tanto, la que necesitaba descansar. Algunas veces, mejor dicho, a menudo, la cabeza de ella funcionaba de una manera muy original.

Había otras veces, como en ese momento, en que su femineidad le hacía olvidarse de toda la sensatez. Como si hubiera dormido con él durante toda la vida, se acurrucó contra su cuerpo. Mac oyó su respiración queda. Sus senos desnudos rozaban su pecho y su pelo le hacía cosquillas en la nariz. El olor que emanaba de su piel parecía afrodisíaco. Lo mismo que su pierna doblada, o su muslo contra su sexo.

Estaba de nuevo excitado. Lo estuvo nada más meterse de nuevo en la cama con ella. Pero era imposible hacer el amor de nuevo. Había pasado muy poco tiempo después del nacimiento. El sabía que tenía que haber sido delicado y sutil la primera vez, y no había sido así. Hubo un momento en que temió herirla, pero su respuesta apasionada y carnal le había vuelto loco. Tenía que cuidarla. Era su deber como amante y marido.

– ¿Mac?

– ¿Qué?

– Quiero decirte sólo una cosa más, luego juro que no diré una sola palabra. Lo prometo.

– De acuerdo.

– Sé que esto es muy anticuado. Sé que son valores de viejas tradiciones… y que ya no pensamos así. Yo tampoco. Pero desearía… desearía haber sido virgen para ti, Mac.

Cuando ella volvió la cabeza, para mirarlo a los ojos, Mac se maldijo mentalmente. Tenía que besarla. No le daba otra oportunidad.

La mano de ella se apoyó en el brazo de él y se deslizó hasta el hombro, para luego subir a su cabeza y apretar su boca. El cuerpo de Kelly, pequeño y delgado, se apretó contra él, suplicando y ofreciéndose.

En su cabeza tenía un montón de razones que le decían que estaba mal. La amaba… no podía evitarlo. Pero amarla quería decir que era importante no fallarla y para eso tenía que ser fuerte. Pero era la primera vez que alguien atrapaba su corazón y no estaba preparado para ello, O por lo menos, no cuando estaba al lado de ella. Quizá ella no había notado sus miedos la noche en que Annie nació, tampoco su inseguridad cuando cuidaba a la niña. Y quizá habían ya dejado claro el papel de Chad.

Pero el problema era saber si Kelly de verdad quería estar casada con él. Se había casado con él porque necesitaba protección. Era una necesidad verdadera. Nadie era más débil que una mujer embarazada y Kelly, particularmente, había tenido que dejar su vida normal aparte. Pero el nacimiento ya había tenido lugar.

El honor no era una palabra vacía para Mac, sino una forma de vivir consigo mismo. No quería presionarla sobre qué tipo de matrimonio tenían que llevar… Por otra parte, tener relaciones sexuales complicaba indiscutiblemente la relación. El quería hacer lo correcto. Necesitaba hacer lo correcto. Darle tiempo.

Aunque el honor importaba poco cuando la abrazaba, cuando la besaba. Ella era la pareja de aquella lechuza que ululaba todas las noches. La mujer que él nunca había esperado encontrar. La clave de su vida. Su luz. Y no podía dejar de hacer el amor con ella, como no podía dejar de respirar.


La mayoría de las personas soñaban con dinero. Kelly pensaba que el dinero de la familia Fortune era un problema… más que una suerte. Sin embargo, aquel día era perfecto. El sol entraba por la ventana, los pájaros cantaban. Las pastas preferidas de Mac estaban en el horno. Annie balbuceaba desde su silla, al lado del hombre adorable que acariciaba su pelo. Mac le preguntó qué tenía pensado hacer, mientras con una mano sujetaba el periódico y con otro a la niña.

– ¿Yo? No tengo que hacer nada especial. Había pensado holgazanear. Pero creo que tendré que dar de comer a Annie, luego hacer un poco de ejercicio, luego bañar a la niña… y después de su siesta, si hace una temperatura agradable, la llevaré a pasear para que le de un poco el sol primaveral.

– Me parece agotador. Pero si la madre de Annie no está muy cansada después de todo el día, quizá Martha y Benz quieran cuidarla para que los adultos nos escapemos un rato y salgamos a cenar.

– ¿A cenar? -repitió, alzando la cabeza.

– Ya sabes. Significa que no tienes que hacer comida, ni preparar los platos, sino que alguien lo hace por ti. Sé que es una idea un tanto salvaje, pero…

– Estoy preparada. ¿A qué hora? -Mac sonrió ante su entusiasmo.

Kelly iba a empezar a preguntarle todos los detalles exactos, cuando el teléfono sonó.

Ella descolgó el auricular y se lo puso sobre el hombro, mientras colocaba pastas en una bandeja.

– Hola, tía Marie. Me alegra que llames -rodeó la mesa para dar un beso en la cabecita de Annie, y luego se sentó-. ¿Por qué? Sí. Sabíamos que Chad estaba aquí… sí, lo hemos visto… Sí, ha visto a la niña… ¿Eh? No, la verdad es que…

Momentos después colgó el teléfono y se acercó a Annie.

– Y sobre la cena de esta noche…

Mac se llevó a la boca una pasta recién hecha.

– ¿Te llama mucho mi familia?

Ella alzó un dedo para indicar que esperara, ya que el teléfono había vuelto a sonar. Era Renee, con la que Kelly apenas había hablado después de la ceremonia en la que había sido su dama de honor.

– Hola, eres… ¡Estás bromeando! Me preguntaba qué te había pasado cuando desapareciste, pero nunca me imaginé algo así. No puedo creer que tu padre lo diga en serio. Vamos, Renee. Nadie puede obligarte a casarte, no estamos en la edad media. Yo… sí, Ya sé que Chad está aquí. ¿También te lo han dicho a ti? -Kelly comenzó a poner los platos en el fregadero-. No, no… de verdad, sí, todo va bien…, sí… olvida a Chad. Prefiero hablar de tu problema con ese chico. De acuerdo, pero si necesitas ayuda quiero que nos llames, ¿me oyes?

Un minuto después colgó el teléfono. Luego se dio la vuelta para explicarle lo que le pasaba a Renee, él también la conocía y quizá pudiera darle algún consejo. Pero Mac quería hablar de otra cosa y no iba a dejarlo pasar.

– Kelly, ¿cuántas veces te han llamado hablándote de Chad como ahora?

– Desde que tu hermano vino la semana pasada… yo diría que el teléfono suena cada dos horas -dijo con ironía-. Me imagino que antes o después dejarán de hacerlo, pero parece que sienten cierta curiosidad. Y odio admitirlo, pero estoy un poco molesta con tu familia. Esperaban que pasara algo, que hubiera un escándalo y creo que están enfadados conmigo. No lo soporto.

– Annie, dile a tu madre que se supone que tiene que hablarme de sus problemas o de la gente que le molesta. ¿Qué marido sería yo si no te salvara de vez en cuando?

– Annie, dile que los maridos sirven para invitarte a cenar.

– Sí, amor mío, estoy esperando a que me digas el sitio. ¿Qué prefieres? ¿Langosta o entrecot? ¿Quieres luz suave y silencio, o un lugar con música en vivo y mucha gente alrededor? – el teléfono sonó en ese momento y Mac le hizo un gesto-. Yo contesto.

Kelly se quedó mirándolo. Mac tenía un gesto irritado que cambió al oír quien estaba al otro lado de la línea.

– Es Kate y quiere hablar contigo -Mac dejó el teléfono y se acercó de nuevo a su hija-. Ya nadie me quiere todos quieren a tu madre.

La llamada de Kate no fue tan descarada y duró sólo unos minutos, lo suficiente para que las pastas estuvieran a punto de quemarse.

– No me gustaría que Kate fuera también del grupo de los cotillas. Ha sido siempre muy buena conmigo.

– No, no. Me llamaba parar comer conmigo la semana que viene en la empresa. Quiere que lleve a la niña para presumir. Luego encargaremos la comida allí mismo.

– Conociendo a Kate, me imagino que está ilusionada con el comienzo de una nueva generación familiar. Aunque creo que te habrá sugerido veros por otra razón… -Mac hizo una pausa y la observó unos minutos. Todavía podía hacerla ruborizarse, incluso después de las largas y maravillosas noches que pasaban juntos. Por el día, Kelly olía a polvos de talco, iba en vaqueros y sin maquillaje, pero cuando las luces se apagaban, él la hacía sentirse una mujer completamente diferente-. Kelly, ¿estás cansada de estar en casa? Creo que siempre te ha gustado trabajar con Kate. Ella siempre dice a todo el mundo lo maravillosa que eras.

– La verdad es que me ha pedido que hiciera un trabajo para ella. Una fiesta para promocionar una nueva línea de cosméticos. Pero será en julio. Le he dicho que lo voy a pensar. Sinceramente, no quiero separarme de Annie. No quiero perderme ni un solo momento de estos primeros meses y años, si no hay necesidad. Pero si Kate de vez en cuando me ofrece un proyecto… no sé, Mac. ¿Tú qué piensas? ¿Te importaría que trabajara?

– No me importa, si tú eres feliz. Pero Jack me ha dicho que cuidar un niño es demasiado agotador y que necesitarías un descanso. Desde luego Jack está divorciado, así que sus consejos no creo que sean los mejores.

– No necesito descansar, pero quizá tendría que volver a mi apartamento y recoger la ropa de verano. También podría dejarlo.

– No hay prisa. Está pagado el alquiler y no tienes nada que hacer.

Kelly no pudo evitar cierto nerviosismo. La relación entre ellos era mejor de lo que nunca había soñado, pero su ropa seguía en su antiguo apartamento. Y aunque ella había mencionado alguna vez que quería dejar su antiguo apartamento, Mac siempre decía que estaba pagado el alquiler, como si quisiera que lo conservara. Eso preocupaba a Kelly. Pensaba que Mac no veía su matrimonio como verdadero, o que no quería que la relación fuera permanente.

– Si Annie y yo tenemos tiempo libre, podríamos tirar hoy el sofá rosa.

– Annie, di a tu madre que tengo otra idea. Puede decorar el resto de la habitación en rosa y entonces el sofá quedará bien. ¿Entonces irás a comer con Kate?

– Sí, creo que será divertido -dijo, olvidándose del problema y sonriendo ante la actitud que Mac tenía con aquel maldito sofá rosa que ella tenía tantas ganas de tirar. Además, si él no quería tirar el sofá, quería decir que no estaba cansado de ella.

– Le diré a Benz que te lleve. ¿Qué día será la comida?

– El martes. Pero no quiero tener a Benz en el coche dos horas. Es una estupidez. Iré yo sola.

Mac miró su reloj, se limpió la boca con una servilleta y dio un beso a su hija. Luego se puso de pie. También lo hizo Kelly, que le acompañó a la puerta y automáticamente le colocó la corbata. Como un viejo matrimonio, pensó. O casi.

– A Benz le encanta llevarte -insistió Mac-. Además, es divertido para él. Se está haciendo mayor y no quiere admitirlo. Se pasa el día haciendo tareas rutinarias, pero físicas y no puede dejarlo, pero si tiene que llevarte a algún lugar, tiene una excusa para descansar.

– Sigues intentando protegerme, marido. Pero ya no soy una embarazada torpe e ingenua. Y estábamos hablando sobre hacer un trabajo para Kate…

– Pero faltan varios meses. Y ella es tan obsesiva con la seguridad como yo.

Ella asintió. Después de colocarle el nudo de la corbata, recogió un hilo invisible de la chaqueta azul marino de él, para luego continuar con el ritual de todas las mañanas, rodeándole con sus brazos. El inclinó la cabeza y sus bocas se encontraron. Kelly buscó entre el sabor de las pastas y del café, el sabor de él. Fue mágico. Siempre lo era. La tensión recorrió el cuerpo de Mac. Luego el de ella. El deseo se alzó como un volcán en erupción, caliente y violento. Las manos de él se deslizaron por la espalda de KeIly y agarraron sus nalgas. Era una parte del cuerpo que ya sabía suya, pero le seguía pareciendo nueva. Cuando Mac alzó la cabeza, sus ojos verdes ya no expresaban frialdad.

– Estábamos discutiendo? -preguntó él.

– Sí.

– ¿Ganaste tú o yo?

– Yo.

– Siempre dices eso. Te estás volviendo muy dominante, pequeña. Sabes de sobra que cuando te beso mi mente se queda en blanco.

– ¿Ah, sí?

Mac se puso de repente serio.

– Puede que sea un poco obsesivo en cuanto a lo de conducir. Pero no puedo olvidarme del hombre que te atacó.

– Yo tampoco -admitió ella-, pero por eso mismo tengo que superarlo. Tener cuidado es una cosa, pero tener miedo y pensar que hay peligro en cualquier esquina es estúpido. Tengo que salir y hacer cosas, sola.

– De acuerdo. Tienes razón. Yo… sólo necesito saber que estás bien, Kel.

Kelly sabía que se preocupaba por ella. Demasiado. Pero una vez que se fue y ella volvió a la cocina, sintió un nudo en la garganta. La ironía la golpeó… Y es que era imposible estar en peligro entre tanto sistema de seguridad y tantas alarmas. El único lugar donde se sentía en peligro era con Mac.

Se sentía cada vez más insegura, como si sus pies no tocaran nada sólido. El sexo había cambiado todo. Había hecho el amor con él libremente, se había dado a sí misma sin ataduras. Eso era lo que ella se había dicho, pero era mentira. Ella esperaba que no le importara. Esperaba que aquella atracción fuera lo más importante de todo… Incluso más que el bebé o la relación sincera que ambos estaban construyendo juntos.

Ella siempre había sabido que no era como aquellas atractivas y sofisticadas mujeres con las que él trabajaba, pero quería creer que era suficiente para él. El había aprendido a reírse, a relajarse, a compartir problemas y sentimientos y estaba segura de que había una atracción por parte de ambos. Pero nada de ello era suficiente para hacer nacer en él el deseo de un matrimonio verdadero. Para ello necesitaba sentir un amor verdadero.

Se había casado con ella debido a su sentido de la responsabilidad. Ella lo sabía perfectamente. Pero aquel sentimiento puede que fuera contagioso porque ella también se sentía responsable de él y no quería que se sintiera atado y desgraciado. Se lo pasaban bien juntos, pero Kelly sentía que tenía que pasar algo pronto, porque ninguno estaría satisfecho con aquel matrimonio falso por mucho tiempo.

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