Capítulo Ocho

– Muy bien. Puedes incorporarte, Kelly. Y la respuesta a la pregunta que estás deseando hacerme es que sí -la doctora Lynn se puso a tomar algunas notas en la ficha de Kelly, después de sonreírle. Normalmente, el sentido del humor de la doctora Lynn era comprensible, pero en esa ocasión Kelly no tenía ni idea de lo que ella le quería decir.

– Bueno, me temo que no la entiendo.

– Quería decir que seguramente desearías preguntarme si podías volver a tener relaciones sexuales con tu marido, y la respuesta es que sí. Es que ésa es la primera pregunta que suelen hacerme la mayoría de las mujeres durante la revisión post-parto. Y supuse que tú también estarías impaciente por saberlo.

– Ya veo -Kelly nunca había hablado de su vida privada con Mac, y por tanto, no se esperaba tocar ese tema con la doctora.

– No tienes por qué contarme nada. Pero sé que es normal que los matrimonios se sientan algo violentos después del parto. Los maridos suelen tener miedo de haceros daño. Y vosotras de que os hagan daño. Y también soléis tener miedo de que el parto haya cambiado algo dentro de vosotras y que ya no sintáis del mismo modo que lo hacíais.

Kelly no tuvo que decir nada. La doctora Lynn siguió hablando.

– Pero puedo decirte que no tienes nada que temer. ¿Te acuerdas que me pediste que no te diera puntos después del parto? Entonces no te gustó que yo insistiera, pero esta noche los dos lo agradeceréis. En cualquier caso, debéis tener cuidado, y ya verás que todo va bien. ¿Quieres preguntarme algo más?

– No.

– Muy bien. Por lo demás, te puedo decir que las cosas no pueden ir mejor. Estás estupendamente. ¿Qué tal va la lactancia?

– No podía ir mejor -respondió Kelly.

– Bien. Yo estoy a favor de la lactancia natural, pero también quiero que le empieces a dar un biberón al niño por la noche. Así descansarás algo, y además, así el niño se va acostumbrando por si te pones enferma o hay algún imprevisto.

Kelly salió de la consulta veinte minutos después. Mientras se dirigía al coche de Benz, sintió la brisa de la tarde de marzo, que llevaba la fragancia de la primavera hasta ella.

– ¿Ha ido todo bien? -preguntó Benz, cuando se subió ella al coche.

– Sin problemas. Me han dicho que todo marcha perfectamente.

De camino a casa, Kelly pudo disfrutar del paisaje. Los campos estaban comenzando a llenarse de las primeras flores. Fueron charlando acerca de la niña, pero por primera vez en esas seis semanas ella iba pensando en otra cosa.

En sexo.

Recordó que antes del nacimiento de la niña, habían acordado darse un período para reflexionar. Y ella, después de la increíble noche en la que nació Annie, había pensado mucho en ello. Pero parecía que habían decidido aplazar cualquier decisión hasta que ella se recuperara del parto. Es decir, hasta ese mismo momento.

Kelly pensó que no sabía si debería de dar ella el primer paso para seducir a Mac. Pero estaba segura de que él no haría nada si ella no se mostraba receptiva.

El camisón negro que le había regalado su tía Marie estaba colgado en el armario. Se lo había probado un par de semanas antes y todavía no le estaba bien, pero estaba segura de que actualmente le valdría de nuevo. También decidió que iba a seguir el consejo de Kate de ir a un salón de belleza.

– Martha estará encantada de poder cuidar de la niña durante un par de horas -le dijo Benz.

– Espero que no llore.

– Ya sabe que después de su siesta es buena como un ángel.

Pero ¿conseguiría seducir a Mac? ¿Qué sabía ella, al fin y al cabo, de seducir a nadie? Por supuesto, sabía que ella le importaba. Se había dado cuenta de que él también notaba esa corriente eléctrica entre ellos cada vez que se tocaban. Pero eso no tenía por qué ser amor y no podía estar segura de si él se habría casado con ella si su sentido del honor no le hubiera empujado a ello. Elle había dicho que la quería la noche en la que la niña nació, pero no había vuelto a mencionar nada al respecto. Quizá él había cambiado de opinión. Y ella se moriría si él la rechazaba…

Kelly, desde la noche del parto, sabía que ya no podría querer a ningún otro hombre. Mac había sido tan generoso con ella que le había robado el corazón.

Así que intentaría seducirlo. Si la rechazaba, tendría que afrontarlo. Y a él no tendría por qué hacerle daño enterarse de que alguien lo quería. De que alguien lo apreciaba no por su dinero ni por su poder, sino por él mismo. Por lo increíblemente especial que era. Durante esas seis últimas semanas había sido un padre ejemplar para Annie. Y también un buen marido, en todos los sentidos… excepto en uno.

Y ella deseaba desesperadamente que él también cumpliera en ese sentido.

– Si sigue este buen tiempo, seguro que la próxima semana florecerán también los narcisos y los tulipanes.

– Voy a hacerlo, Benz, estoy decidida.

– ¿Qué?

– Los narcisos -disimuló Kelly-. Estaba pensando que voy a plantar narcisos,

– Me parece una buena idea.

Algo después llegaron a la casa. A Kelly la sorprendió que hubiera un deportivo negro aparcado frente a la puerta. Aunque desde que nació la niña habían recibido muchas visitas de familiares, nadie había ido sin avisar antes.

– No reconozco el coche. ¿Sabes de quién es? -le preguntó a Benz.

– No, no lo había visto antes.

Kelly se encontró con que Martha la estaba esperando en la cocina, secándose las manos con un trapo.

– La niña está en su cuarto. Tengo aquí el altavoz del transmisor y así podré oír si hace algún ruido. Usted tiene una visita esperando en la biblioteca.

– ¿Quién es, Martha?

– Vaya y lo verá.

Kelly pensó que no podía ser un desconocido, ya que Martha no le habría dejado pasar. Además, le intrigaba que la mujer se comportara de un modo tan misterioso acerca del visitante. En cualquier caso, sabría quién era en pocos segundos. Se quitó el abrigo y lo dejó sobre una silla, luego se ajustó el cinturón de su vestido color rojo cereza mientras se dirigía a la biblioteca… Tras abrir la puerta, se quedó de piedra.

El hombre estaba de pie frente a la chimenea con un vaso en la mano. A primera vista, cualquiera podría confundirlo con Mac. Tenía el mismo pelo moreno lustroso, ambos debían de medir lo mismo y tenían la misma constitución. Además, los dos eran muy guapos.

Pero no se trataba del hombre con el que quería hacer el amor esa noche.

– ¡Chad! -el hombre se dio la vuelta.

– ¡Vaya, vaya, estás guapísima, Kelly! Te ha sentado estupendamente el ser mamá. Estás todavía mejor de lo que te recordaba.

El cumplido la molestó. Y no porque creyera que él no estaba siendo sincero, sino más bien debido a que le recordó cómo la había conquistado en otro tiempo ese carácter encantador de Chad.

En ese momento se preguntó cómo podía haber sido tan ingenua para sentirse tan atraída por él. Mirándolo más detenidamente se veía que no se parecía en nada a Mac. Sus ojos no eran tan honestos ni sus hombros eran tan fuertes ni su frente estaba surcada con esas líneas que mostraban su carácter.

Ella sabía que Chad iba a ir de visita una temporada. Y por tanto, se había preparado para encontrarse con él al menos un millón de veces. Pero eso no había evitado que en ese momento sintiera miedo y se le acelerase el pulso. No sabía cómo afectaría la visita a su relación con Mac y Annie.

– Como es evidente, sabes lo de la niña -dijo ella.

– Sí, pero cuando me fui no sabía que estabas embarazada. Admito que quería dejar lo nuestro, pero si hubiera sabido que esperabas un bebé, te habría ayudado de alguna forma. Quería que lo supieras, aunque entendería que no quisieras volver a verme.

Kelly pensó que quizá era verdad, pero en ese momento ya le daba igual. Notó las manos húmedas, debido a los nervios.

– ¿Has visto a Annie?

– Sí. Martha la llevaba en brazos cuando me abrió. Es una niña preciosa. Aunque sólo la pude ver un momento. Martha se la llevó cuando empezó a llorar…

Parecía que él no había intentado sostenerla en sus brazos. Uno de los temores de Kelly era que se pudiera crear un lazo afectivo entre ambos. Mac se había sentido atrapado por el encanto de la niña desde el principio. Y si hubiera algún juicio por la custodia de la niña él se moriría. Igual que ella.

– Chad… ¿por qué no me dices qué es exactamente lo que quieres? ¿Por qué has venido? ¿Cómo te enteraste de lo de la niña?

– No hace falta que seas tan franca. Estoy aquí porque Mac me localizó. Yo estaba pasando una temporada en una isla del Pacífico, un lugar estupendo para tomar el sol y bucear. No sé cómo me encontró, pero lo cierto es que recibí un telegrama suyo. Esa fue la primera noticia que tuve de lo de la niña, así como de que os habíais casado.

– ¿Mac te localizó?

Kelly estaba asombrada. Mac no le había dicho nada acerca de que estuviera intentando localizar a su hermano. Parecía que estaba tan feliz con ella y la niña… Había llegado a pensar que si ella daba el primer paso, su matrimonio podría convertirse en una realidad. Pero después de lo que le había dicho Chad, pensó que quizá ella hubiera malinterpretado los sentimientos de él.

– Así es, Mac me localizó. Y la verdad es que no sé para qué. Yo soy consciente de que la niña es tuya, y puede que no quieras que la niña sepa que yo soy el padre… o quizá sí. A lo mejor lo que quieres es una compensación económica. Maldita sea, Kelly, no tengo ni idea de cómo quieres que se hagan las cosas.

– ¿Qué te parecería si te digo que lo único que quiero es que todos seamos honestos los unos con los otros?

– ¿Honestos?

– ¿Has oído hablar de eso? -Kelly se sentó en una silla y le hizo señas a él para que se sentara también-. Yo no quiero dinero, ni de ti ni de nadie, Chad. Mac aseguró el futuro económico de la niña incluso antes de que ella naciera. En cuanto a tu familia, ya saben que la niña es hija tuya, así que no hay nada que esconder. Tampoco quiero ocultarle la verdad a la niña. Ella sabrá quién es su verdadero padre, que no tiene que coincidir necesariamente con su padre legal.

– ¿Qué quieres decirme? ¿Que Mac será su padre y yo no pinto nada en todo esto?

Ella se quedó pensativa, mientras observaba la expresión de él.

– No importa lo que yo quiera. Lo cierto es que hay un problema que hay que resolver y no es tan fácil como parece. Antes dijiste que de haber sabido lo de la niña, habrías aceptado tu responsabilidad. Pero te miro a la cara y sé que no tienes ninguna intención de ser padre. Y yo no querría que Annie supiera que fue concebida antes de que yo me casara, pero sé que no vivimos en un mundo perfecto y que la gente habla más de la cuenta. Y lo que sí que no querría de ninguna de las maneras es que ella se enterase de algo así por extraños. Así que prefiero decirle la verdad desde un principio.

– ¿Y qué quieres de mí exactamente?

– Lo único que quiero es que me prometas que si alguna vez quieres involucrarte en algo que afecte a la vida de Annie, antes lo consultarás conmigo.

– Pero ¿por quién me has tomado? – preguntó él, con el ceño fruncido-. Por supuesto que te lo prometo. ¿Yeso es todo?

Kelly se quedó sentada en la silla largo tiempo después de oír cómo se cerraba la puerta principal. Se masajeó las sienes con las manos, mientras recordaba la euforia que había sentido después de su primer encuentro con Chad. Se había quedado impresionada con su encanto y su manera de comportarse. Pero eso no había sido amor. En ese momento lo sabía. Pero lo que nunca hubiera pensado era que iba a llegar a sentir pena por él.

Los hermanos eran como la noche y el día. Mac era un hombre con carácter, un hombre profundo y con corazón. El le había enseñado lo que era el verdadero amor.

Kelly seguía dominada por una cierta ansiedad. No sabía cuál habría sido el motivo por el que Mac había localizado a su hermano. Era evidente que le había pedido a Chad que fuera a verla. ¿Significaría eso que él ya no la quería? ¿Habría malinterpretado lo que Mac sentía por ella? ¿Serian sólo vanas esperanzas suyas?

De pronto, oyó que la niña estaba llorando. Se puso de pie rápidamente, Annie la necesitaba. Y hasta que Mac volviera a casa, ella no podría saber lo que él pensaba o sentía realmente.

Mac llegó hacia las seis. Desde la cocina llegaba un olor delicioso y la mesa estaba puesta. Pero Kelly no estaba por ninguna parte, lo que era extraño, ya que siempre salía a recibirlo. Al poco, descubrió por qué. Mientras dejaba su maletín, oyó que Annie estaba llorando. No tan fuerte como para despertar a los muertos, como algunas veces lloraba, pero tampoco parecía estar muy contenta.

Después de colgar la chaqueta, se dirigió a la biblioteca, donde estaban las dos mujeres que más quería. Las sonrió de un modo automático, aunque su sexto sentido le dijo que algo no andaba bien. Y no era nada referido a la niña, sino a Kelly. Lo sabía a pesar del buen aspecto de ella. Lo cierto era que estaba especialmente guapa con ese vestido de color rojo oscuro, que le resaltaba los pechos y las caderas. Mac sintió que algo se despertaba dentro de él. El fuego que alimentaba su corazón hacía que Kelly brillara como una perla y que su pelo pareciese de oro. Pero cuando ella se volvió hacia él, Mac pudo ver que no se había equivocado y que su expresión era de preocupación.

Algo debía haber pasado, aunque no sabía el qué. Pero lo primero era lo primero… Mac la saludó sonriente. Luego acarició la cabeza de la niña.

– ¿Qué tal con la doctora?

– Me ha dicho que estoy muy bien. Pero Annie lleva una hora llorando. No sé qué es lo que le pasa. Ha mamado con ganas, la he cambiado el pañal… así que no sé por qué llora.

Mac se había dado cuenta de que había una cierta sintonía entre madre e hija. Si Kelly estaba de buen humor, la niña se mostraba contenta también. Y las pocas veces en que la niña lloraba, él sabía que había que ayudar a la madre.

– Bueno, ya sabes que es una chica lista. Y seguro que sabe que ya es la hora en que solemos hacer algo tan estúpido como cenar. ¿Por qué no me dejas que intente calmarla y descansas un momento?

– Muy bien. Llevo todo el día con esta ropa. Me cambiaré en un momento -le alcanzó la niña junto con las cinco mil mantas habituales-. ¿Mac?

– Relájate. Si no la puedo calmar, iré a buscarte, te lo prometo.

– No es eso. Es que quería decirte que… Chad estuvo aquí esta tarde.

El sintió una descarga de adrenalina en sus venas, mientras la miraba fijamente a los ojos. Ya sabía por qué estaba ella tan nerviosa. Aunque por su expresión no se podía saber qué había sentido ella al ver de nuevo a Chad.

– Luego hablaremos de eso -le dijo.

Kelly asintió y salió de la biblioteca.

Su madre prefería llevarla a la biblioteca si la niña lloraba, pero él solía llevarla a la habitación donde habían llevado los muebles de Kelly. Paseó entre el sofá rosa y las sillas de cuero, pero la niña no se callaba. Lloraba como si nadie la quisiera.

Pero Dios sabía cómo la quería él. De pronto, Annie soltó un eructo enorme y las lágrimas cesaron. Sintió que quería a esa niña muchísimo. Y eso que las últimas semanas habían sido las más angustiosas de toda su vida.

Equivocarse no había entrado nunca en su vocabulario. Mac era el pilar de la familia. Todo el mundo recurría a él si tenía algún problema. Y sabía que no les podía fallar. Pero la noche en la que nació Annie él le había fallado a Kelly. Ella nunca le había dicho nada al respecto, pero él sabía que esa noche le había podido la responsabilidad y que todos sus miedos habían salido a la superficie.

Y su hija había conseguido que esos miedos siguieran atenazándolo. Sólo Dios sabía cómo deseaba él hacer siempre lo mejor para ella. Había intentado convertirse en un maestro en el arte de hacerle eructar. Intentaba superar el pánico a que se le cayera cuando la estaban bañando. Intentaba no venirse abajo cada vez que la niña los despertaba llorando durante la noche. Y lo peor era que Annie había llegado sin libro de instrucciones. Cada vez que se echaba a llorar, Mac se aterrorizaba. Nadie le había dicho que ser padre sería tan difícil.

Y nadie le había advertido tampoco de lo extraño que era el amor. El sabía, por supuesto, que su hermano era el padre natural de la niña y que ella llevaba sus genes, pero desde la primera vez que la vio la quiso como si fuera hija suya. Igual que quería a Kelly como si fuera su mujer.

Y porque las quería tanto se había empeñado en localizar a Chad para que fuera a verlos. Todo había ido demasiado lejos. Kelly había despertado emociones dentro de él que no sabía ni que existían. Y sabía que no estaba bien involucrarse en una relación amorosa con ella sin saber lo que Kelly sentía por su hermano.

Mac creyó que la única forma de saberlo era que se volvieran a ver cara a cara.

Bueno, y ya había conseguido lo que quería. Pero todavía no sabía lo que sentía Kelly. Y necesitaba saberlo. Si ella seguía queriendo a s hermano, él tendría que afrontarlo. Sólo que tenía miedo a perderla si decía o hacía algo inadecuado.

Y así, descubrió después de tantos años que era un cobarde. Se pasó las próximas horas jugando al escondite con Kelly.

La cena fue fácil, ya que la niña reclamó toda su atención. Como siempre sucedía mientras cenaban. Después de recoger los platos, Jack lo llamó, afortunadamente, para hablar acerca de un negocio. Después fue su primo Garret quien lo llamó para que le ayudara a resolver un problema personal. Más tarde se tuvieron que ocupar de nuevo de los cuidados de la niña, y al terminar, le dijo a Kelly que se diera un baño. Después de que ella saliera, fue él quien se dio una ducha.

A eso de las diez, Mac, aun sabiendo que se estaba comportando como un cobarde, pensó que ya era suficientemente tarde para escabullirse en su dormitorio.

Sólo que Kelly esa noche apareció de pronto en la puerta, lo que no era habitual. Ella siempre había tratado su cuarto como si fuera un santuario masculino. Excepto la noche que nació Annie. Cuando apareció ella, Mac ya estaba en la cama con un libro sobre las rodillas y vestido solamente con la parte de abajo del pijama. Normalmente, el hecho de que él estuviera casi desnudo también la habría ahuyentado- Pero esa noche parecía que no.

Ella se quedó en el umbral de la puerta con los brazos cruzados sobre el pecho. La bata blanca que llevaba puesta normalmente le hacía gracia. Era suya, se la había regalado semanas atrás, ya que la bata de ella se le había quedado estrecha debido al tamaño de su barriga.

Pero ya no tenía barriga, de modo que no parecía una escena cómica. Además, cuando ella dio un paso dentro de la habitación, él pudo ver a través de la abertura del cuello un tirante del camisón negro que ella llevaba debajo. Parecía de satén, y era negro, cosa extraña en ella. Luego vio cómo le brillaban el pelo y la piel, y se fijó en que tenía una expresión extraña en el rostro.

– ¿No estarás tratando de evitarme, por casualidad? -le preguntó.

– ¿Evitarte? Por supuesto que no. Es que ha sido una de esas noches en que no han parado de surgir imprevistos…

– Y ya es tarde, ¿no? Tarde para que hablemos de cosas serias.

– Sí que es tarde, sí -contestó él, aliviado de que ella se hubiera dado cuenta de la hora. Antes de que naciera la niña, solían acostarse a medianoche, pero desde que eran padres, lo normal era que a las diez estuvieran agotados-. Debes de estar agotada…

– Así es -concedió ella, mientras se acercaba hasta la cama. Luego se sentó en el borde-, pero es que quería hablar contigo de la visita de Chad.

– Muy bien, claro, estoy deseoso de oírte, pero si estás cansada, podemos dejarlo hasta…

– No entraré en detalles -dijo con voz suave-, pero quiero que me respondas a algo, Mac. Por lo que me contó tu hermano, tú hiciste un considerable esfuerzo para tratar de localizarlo y hacer que viniera a yerme. ¿Por qué?

– De acuerdo, lo hice porque… -Mac se pasó una mano por el rostro, con gesto nervioso. El no quería mentirla, pero tampoco quería arriesgarse a oír que ella seguía amando a su hermano.

Como no respondía, KelIy insistió.

– Tengo que saberlo, Mac. Tú quisiste casarte conmigo y ahora la niña lleva tu apellido, pero quizá ahora quieras marcharte, y pensaste que si Chad volvía…

– ¡No, por Dios! Nada de eso, Kel -él había notado el dolor que había en el tono de su voz. No había caído en que ella podría pensar en eso-. Quería que vieras a Chad de nuevo por ti, no por mí.

– ¿Por mí? -repitió ella, frunciendo el ceño.

– Mira… sé que tú estuviste enamorada de él y…

– Hace ya un año de eso, pero, efectivamente, creí que lo estaba -asintió ella.

– Y también sé que él te hizo daño, pero eso no tiene por qué significar que lo que sentías por él haya desaparecido. Y pensé que la única forma de que lo pudiéramos saber era que os volvieseis a ver.

Kelly se quedó pensativa.

– ¿Y pensaste que podría escaparme con él si le volvía a ver?

– No, no pensé que te fueras a escapar. Te conozco lo suficiente para saber que no harías eso. Lo único que quería era que salieses de dudas, dado que ambos sabíamos que antes o después mi hermano tendría que volver a casa. Además, debes saber que nunca te pediría que te quedaras conmigo a la fuerza. Quería que supieras que eres libre para decidir lo que sea mejor para ti y para la niña. No quiero que dejes de ser feliz por mi culpa.

– ¿Es que crees que soy infeliz estando casada contigo?

– Creo que… -Mac quería utilizar las palabras adecuadas-. Creo que todo ha ido mejor de lo que ninguno de los dos esperaba. Pero sigo diciendo que tú todavía puedes dar marcha atrás si es lo que deseas.

Mac estaba cada vez más confuso. Le costaba muchísimo hablar con ella de su relación con Chad. Y pensaba que también debería de ser duro para ella. Pero, extrañamente, ella parecía estar relajada. Se puso de pie y se puso a pasear como si de ese modo pudiera pensar mejor. Mac pudo ver a través de la abertura de la bata su blanca piel y también podía oír el roce del satén contra su piel desnuda.

De manera que Mac no conseguía concentrarse por más que lo intentaba. El pulso se le había acelerado de tal modo que no podía pensar correctamente, y necesitaba hacerlo. Pero la sangre que fluía a toda velocidad por sus venas no se dirigía al cerebro, ni a ninguna parte cercana a él.

Ella levantó una mano como para decir algo. Pero el movimiento hizo que se le resbalara el cinturón de la bata, dejando ver por entero el camisón de satén negro. Mac se quedó anonadado.

– Así que tú crees que si nos acostáramos -dijo ella con voz tranquila-, eso complicaría las cosas, ¿no es así? Especialmente si crees que yo sigo pensando en que me gustaría volver con Chad. ¿Es eso lo que piensas, Mac? ¿Que yo sigo queriendo a tu hermano?

– No lo sé.

– Podrías habérmelo preguntado.

– Pero no podía estar seguro si tú sabías lo que sentías por él sin verlo de nuevo.

El cinturón de seda cayó al suelo. Ella pareció no darse cuenta y tampoco parecía importarle el espectáculo que había quedado a la vista.

– Bueno, pues ya lo he visto, Mac. Así que puedo contestar esa pregunta sin ningún problema. Hay muchos millones de hombres en el planeta Tierra. Uno de ellos es tu hermano. Pero de todos esos hombres, voy a decirte ahora mismo quién es el que yo quiero para mí.

Kelly echó a andar hacia él.

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