Al día siguiente por la mañana, Carson dijo sin mirarla.
– Mañana volveré temprano para que puedas salir.
– ¿Salir? No tengo idea de salir -dijo Gina, sorprendida.
– ¿No vas a ver a Dan para comprar el anillo de compromiso?
– ¿El añil…? -Gina se levantó de la mesa, irritada-. ¿Qué te ha dicho Dan?
– Anoche me dijo… Bueno, lo dio a entender… Dio a entender que te pidió que te cases con él.
– Sí, me lo pidió, pero no le he contestado, porque no podía hacer que dejara de prestar atención a la carrera. ¿Quieres decir que lo dio por hecho, y que él te lo dijo? -respiró profundamente-. Si Dan estuviera aquí en este momento… Bueno, tiene suerte de no estar aquí.
– ¿No vas a casarte con él?
– No -dijo enfáticamente-. Te lo habría dicho. ¿Cómo puedes pensar…? -furiosa, se echó hacia atrás un mechón de pelo.
Carson la miró deleitado. El sol había vuelto a salir.
Cuando él fue hacia la puerta de entrada, Joey lo siguió y le preguntó por señas si Gina y él estaban enfadados.
– No. En realidad, mejor no podíamos estar.
Cuando se tranquilizó, Gina llamó a Dan.
– La culpa es mía. Debí decirte anoche que no podía casarme contigo, pero estaban pasando tantas cosas…
– Pero si lo teníamos todo pensado.
– Dan, no teníamos pensado nada. Apenas mencionamos el matrimonio entre las carreras. Ese no es modo de decidir algo tan importante.
– Gina sabíamos desde hacía siglos que nos íbamos a casar. No hemos hecho muchos planes concretos, pero se daba por hecho.
– Tal vez por eso no debemos hacerlo. Hemos sido buenos amigos. Es mejor que nos mantengamos así.
Dan discutió un rato, pero ella sabía que no había vuelta atrás. Cuando Dan colgó, pareció más sorprendido que herido. Encontraría a otra persona, pensó ella, alguien que apreciara las cualidades que él tenía, y a quien no le preocupasen las que no tenía. Tal vez ella hubiera sido esa chica alguna vez. Pero ahora, ya no.
Recordó a Carson besándola. Había sido una experiencia maravillosa. Pero él se había apartado finalmente. ¿Por qué? ¿Porque pensaba que estaba prometida con Dan?
Sí, por eso, pensó. Y se sintió excitada.
¿Solo por eso?
Carson la había atraído desde el primer momento en el café de Bob. La había turbado, no solo por el accidente, sino por sí mismo.
Se dio cuenta de que Joey quería llamar su atención.
«¿Por qué estás sonriendo tanto?», le preguntó por señas el niño.
– Porque estoy contenta.
«¿Por qué?», le preguntó el niño por señas.
– Sería demasiado largo de contar. Vayamos a dar un paseo en coche.
«¿En el cacahuete?»
– Si quieres.
Carson había puesto un coche elegante y caro a si disposición, pero Joey prefería «el cacahuete».
Fueron a un lago cerca de la zona y pasaron el día remando en un bote.
Cuando volvieron a casa por la noche, Gina encontró un mensaje en el contestador, que le decía que Carson llegaría tarde. En general solía cumplir con su promesa de llegar temprano, pero a veces no podía evitar retrasarse.
Joey estaba cansado de la salida y se quedó dormido prácticamente a la hora del té, así que Gina supo que no habría problemas a la hora de irse a la cama.
Se equivocó.
Joey quería estar despierto cuando volviera su padre. Tuvieron una discusión, en la que Gina intentó convencerlo de que la hora de dormir había que respetarla. El niño podía ser tan cabezón como cualquier otro, y le llevó su tiempo convencerlo.
Al final lo acompañó a su habitación.
A la media hora Gina bajó sonriendo. Se sirvió una copa de vino y se dispuso a mirar televisión. Pero no había ningún programa que le gustase, y empezó a buscar entre los vídeos de Carson.
Había algunas cintas compradas en tiendas, otras con programas sobre negocios grabados de la televisión, y por fin encontró uno sin etiqueta, que le resultó curioso.
Se sobresaltó al ver que era de una boda. Y más tarde reconoció a Carson y a Brenda, quien luego iba a convertirse en Angelica Duvaine.
Carson estaba joven, lleno de alegría y esperanza, y miraba con adoración a su esposa.
El cámara los seguía, los novios sonriendo y riendo por un camino, y esquivando confetis. Luego se subían a una limusina. El brazo de Carson rodeó a Brenda y le dio un beso que amenazó con estropearle el velo. Eran felices.
Gina sintió una extraña pena. Quiso quitar el video y que esas dos personas desaparecieran. Sobre todo, no quería ver a Carson mirando a esa mujer con ojos de adoración.
Quería quitarlo, pero no podía. La película siguió con el banquete, las palabras del novio…
Estaba muy joven. No debía tener más de veinticinco años, seguro, contento, feliz, tan diferente del hombre que era actualmente.
Luego, se cortó la película, y cuando siguió apareció Brenda embarazada. Carson la acompañaba a sentarse en una silla del jardín. Le acomodaba los cojines del sillón, le tomaba la mano, la miraba tiernamente.
Entonces la película se desvaneció.
Después apareció Brenda con un bebé recién nacido en brazos.
Aun en esa situación se la veía bella. Hasta en el hospital estaba perfectamente maquillada, y parecía calcular cada movimiento. Gina lo apreciaba claramente. Se preguntó cuánto habría tardado Carson en notarlo.
Luego aparecía Carson con su pequeño en brazos…
Un ruido le hizo darse la vuelta. Joey estaba de pie allí, con los ojos fijos en la pantalla. Gina le dio la mano y lo hizo sentarse en el sofá, al lado de ella.
Le preguntó por señas si había visto esa película antes. El niño negó con la cabeza.
«¿Sabes quién es?», le preguntó por señas.
El niño contestó: «Papá y yo».
Joey no dejaba de mirar absorto la cara de embelesamiento de su padre mirando al bebé. Gina se emocionó. Evidentemente, el niño estaba conmovido. ¿Qué estaría pensando? Que jamás había visto esa expresión en su padre posteriormente.
La pantalla se puso oscura.
– Ya terminó, cariño. Es hora de irse a la cama.
Pero Joey quiso ver el vídeo otra vez.
Gina dudó, preguntándose si eso era bueno para él.
Pero Joey se lo pidió nuevamente y ella no se pudo negar.
– Una sola vez más. Y luego a la cama -le dijo al niño.
Joey rebobinó la cinta y esta volvió a la boda. A Gina le tocó volver a ver a Carson feliz, junto al amor de su vida.
Gina estaba segura de que Brenda era el amor de su vida, porque ningún hombre podía mirar de ese modo a más de una mujer.
Brenda había agotado la capacidad de amar de Carson, dejándolo vacío. Ahora comprendía por qué Carson se había apartado de ella después del beso, que había sido tan importante para ella. No había sido por Dan. Había sido porque era un hombre justo, y no quería que ella se enamorase cuando él no tenía nada que ofrecer.
Cerró los ojos, deseando olvidar el sentimiento de celos que la asaltaba viendo el vídeo. Pero era inútil. Carson estaba allí, detrás de sus párpados. Y Brenda también.
Carson era un hombre difícil, que enfrentaba la vida como un toro contra una valla, y que se hacía daño a menudo. Creía que todo era tan directo como los negocios. Pero debajo de esa dura fachada, era un hombre sensible a quien resultaba fácil hacerle daño. A pesar de todo, ella le había llegado al corazón.
Él la necesitaba, al menos de momento. Tal vez, por todo lo que significaba para Joey, Carson llegase a sentir algo de afecto por ella. Pero jamás podría sentir aquella pasión que había sentido por Brenda.
Y eso era lo que quería ella, más que nada en el mundo. Jamás había deseado tanto algo.
Al empezar las escenas de la boda, Gina oyó el ruido de la llave de Carson. Ella fue a su encuentro, aliviada.
– ¿Qué ocurre? -preguntó Carson, al verla preocupada.
– Estaba mirando algunos de tus vídeos, y encontré uno que al parecer es un vídeo casero. Hay escenas en que estás con Joey cuando era bebé, y el niño ha aparecido cuando los estaba probando. Por favor, sé cauteloso. Parece que le hace feliz verlo, y no he querido estropearle esa felicidad -ella lo vio fruncir el ceño, entonces agregó rápidamente-: Supongo que no debí mirar tus cintas íntimas…
– No importa. Debí de quitarla, pero se me olvidó que estaba allí.
Fueron juntos hasta la puerta. Carson respiró profundamente. Joey estaba mirando a su madre, que estaba sonriéndole a su hijo.
Joey alzó la vista y descubrió a Carson y a Gina. Se tocó detrás de la oreja, que ya estaba prácticamente curada, e hizo señas.
– ¿Qué ha dicho? -preguntó Carson.
– Ha preguntado si su madre regresará, cuando él vuelva a oír.
Gina intentó darle alguna respuesta, decirle que Brenda no se había marchado por su sordera. Pero Joey la miró con ojos tristes e inteligentes hasta que ella se dio por vencida. Después de eso, ya no preguntó más.
Joey miró la escena una y otra vez. Luego detuvo la imagen en el momento en que Brenda le daba un beso en la frente al niño que tenía en brazos, y se quedó mirándola.
Gina se dio la vuelta y se apresuró a ir a la cocina. Después de un momento, Carson la siguió.
– ¡Dios santo! -exclamó-. ¡Dios santo!
– ¡Pobre pequeño! -dijo Gina.
– Todo este tiempo he intentado decirme que Joey comprendía por qué he intentado mantener a su madre a distancia… Yo no sabía lo que sentía por ella en realidad… Tal vez no le haya dado la oportunidad de decírmelo.
– Hago todo lo que puedo por él, pero creo que n llego a comprender realmente su dolor -dijo Gina con un suspiro-. Ella es su madre.
– Una madre terrible…
– Pero es su madre. Y él la quiere.
– Él quiere a una imagen que se ha hecho de ella en su mente. La realidad solo volvería a romperle el corazón.
– Esa foto de Brenda con el niño en brazos no es imaginación. Era real.
– Pero dejó de ser real en el mismo momento en que ella descubrió que tenía problemas con el oído. ¿Por qué no puede enfrentar ese hecho?
– Porque no tiene ni ocho años. ¿Cómo quieres que acepte que su madre no lo ama?
– Sobre todo porque encima su padre es un fracaso hecho persona -dijo Carson-. Supongo que ha tenido que aferrarse a algo al ver que yo le fallaba también. Debe de haber sido fácil hacerse una fantasía de su madre, porque ella no estaba aquí -la miró a los ojos-. Tú lo sabes muy bien.
– Sí. Pero no te tortures. Al menos lo estás intentando.
– Tal vez si hablase con él… Ahora puedo hacerlo. Puedo intentar explicarle que ella… que…
– ¿Puedes explicarle por qué su madre no le escribe nunca, ni siquiera un correo electrónico? No le costaría mucho, si quisiera hacerlo -le dijo Gina.
– Pensé que lo había hecho. Estoy seguro de que se mandan correos electrónicos -dijo Carson.
– Sí, yo también lo creía, hasta que leí algunos. No los escribe ella, Carson. Tienen aspecto de ser notas para la prensa. Estoy segura de que su secretaria es muy eficiente.
– ¡Maldita sea!-exclamó él.
– Por favor, ve a decirle algo ahora.
Afortunadamente, Joey ya no estaba mirando el vídeo de su madre. Había vuelto a mirar el que tenía con su padre. Cuando entró Carson, le señaló algo y le hizo señas de algo.
– ¿Soy ese yo? -le tradujo Gina, al ver que Carson no comprendía.
Carson se puso donde Joey podía verlo.
– Sí, ese eres tú -le dijo lentamente-. Eras un niño estupendo y… y… lo sigues siendo.
El niño sonrió radiante. Aquella felicidad de su hijo fue un shock para él. Había sido un mínimo piropo, pero para el niño era muy importante.
Joey señaló la pantalla y empezó a hacer señas muy deprisa.
– ¿Dónde… -Carson intentó descifrar-. ¿Dónde… está mamá? Mamá estaba filmando.
Joey volvió a hacer señas.
– No comprendo -le dijo Carson urgentemente a Gina.
– Pregunta si eran felices los tres.
– Sí. Éramos felices -dijo Carson, sombríamente.
Antes de que Joey pudiera formular otra pregunta, Gina le tocó el hombro y le preguntó si tenía hambre.
Por suerte, esto distrajo un poco a Joey, quien se levantó del sofá y se marchó a la cocina. Carson quitó el vídeo y lo guardó antes de seguir a Joey y ponerse a hablar con él, mientras Gina calentaba un poco de pizza.
Ella se quedó en un segundo plano deliberadamente. Luego, acostaron juntos a Joey.
El niño estaba contento ahora, sin darse cuenta de que aquella felicidad era como un puñal clavado en el corazón de su padre.
Cuando Gina y Carson se marcharon de la habitación, Carson dijo:
– Los Angeles está a ocho horas de viaje. Tal vez pueda dar con ella.
Se marchó a su oficina y marcó el número de teléfono de su ex mujer. Gina no hizo nada por escuchar pero no pudo evitar oír:
– Vaya a buscarla. Esperaré.
Esperó bastante. Gina le llevó un café. Él le sonrió brevemente.
– Es una estrella, y una estrella jamás atiende el teléfono inmediatamente -dijo él, secamente.
Al final, después de una espera acorde con su estatus, Gina lo oyó decir:
– Brenda… ¿qué estás…? Da igual eso. Necesito hablar contigo seriamente.
Gina no quiso escuchar más y se marchó.
Estuvo ocupada en la cocina, tratando de no pensar en lo que él le estaría diciendo.
Estaría intentando hacer ver a Brenda que su lugar estaba junto a su hijo. Tal vez hasta se estuvieran reconciliando.
Eso sería lo mejor para Joey… Pero no para ella…
Sin embargo, cuando Carson volvió su cara expresaba algo muy diferente: derrota total.
– Dice que va a empezar un nuevo programa de televisión, y que no tiene tiempo de visitarlo -dijo él amargamente-. También me recordó los esfuerzos que yo había hecho por mantenerla alejada de Joey, lo que me merezco, supongo. Le he sugerido llevar a Joey a verla, y casi le ha dado un ataque de histeria. Nadie sabe que tiene un hijo sordo, y no debe saberlo nadie. ¡Qué madre!
– ¿Le has contado lo de la operación?
– Lo he intentado. Pero Brenda escucha una palabra de diez. No me ha dado tiempo a contarle todo. Me ha interrumpido para preguntarme si el niño estaba curado. Intenté explicarle que todavía no estaba curado, y que si puede oír algo, tendrá que ser con ayuda de un aparato y mucho tiempo por delante, que tardará mucho en hablar. Cuando vio que no había ninguna solución mágica, perdió interés.
– De todos modos, aunque uno de sus padres esté perdido para él, Joey sigue teniendo al otro. Puedes ser el mejor padre del mundo, y cuanto más contento esté contigo, menos echará de menos a su madre. Y yo estoy aquí para ayudarte.
Carson cerró los ojos, como lo había hecho en su primer encuentro.
– Muéstrame el camino, Gina -dijo él suavemente-. Esto es lo más importante del mundo, y no puedo hacerlo sin ti.
Su ruego le tocó el corazón. Hubiera querido rodearlo con sus brazos y prometerle que todo iría bien. Pero sabía que intentaría que él la besara otra vez, y ella no se atrevía. No sabía muy bien cuál era su lugar con él.
Pero no pudo dejar de mirar aquella boca, y de imaginar su calor.
– ¿Gina? -le dijo él.
– ¿Sí?
– Siento haber venido tarde esta noche. Sé que te prometí que no lo haría.
– Está bien -dijo ella, intentando ocultar su decepción-. Pero el tiempo pasa y pronto Joey volverá a la escuela. Le has prometido unas vacaciones.
– ¿Podemos planear una vacaciones, estando él como está?
– No puede volar o nadar, pero si nos ceñimos a nuestro plan original, no habrá problemas.
– Nos iremos la próxima semana -dijo Carson.
– Es maravilloso. ¡A Joey le encantará!
– Tendré que dejar que seas tú quien lo planee… A ti y a Joey. Arregla lo que él quiera, aunque quiera ir a todos los acuarios del país.
– ¡Oh, no!-dijo ella seriamente-. Solo uno o dos llegan al nivel que él espera. Pero ya verás que se conoce todo lo que hay allí.