Epílogo

Al verano siguiente…

Aidan estaba de pie en el balcón mirando el Pacífico. El agua del mar tenía una perfecta tonalidad azul y reflejaba perfectamente la de un cielo sin nubes. Aquél era un día muy importante. Tal vez el más importante de su vida.

Se dio la vuelta y miró a través de las puertas abiertas del salón de su casa de Malibú. Lily estaba acurrucada en el sofá, con las hojas de su último manuscrito esparcidas a su alrededor.

Su primera novela, La niña de adorno, iba a ser publicada al mes siguiente y Aidan ya tenía los derechos para poder llevarla a la pantalla grande. La novela había creado bastante revuelo en Hollywood y la máquina publicitaria estaba lista para comenzar a funcionar.

Sonrió. Lily había cambiado mucho desde el verano anterior. No era diferente, sino que simplemente había mejorado a la hora de sobrellevar las complejidades de la fama. Había encontrado una seguridad en sí misma que Aidan admiraba profundamente. Sin embargo, en algunos momentos cuando estaban a solas, se mostraba insegura y vulnerable.

Llevaban viviendo juntos desde la Navidad anterior. Encontraron la casa de Malibú cuando los dos regresaron de Londres. Aidan estaba convencido de que sus vidas eran perfectas. Cuando él salía a buscar localizaciones, ella lo acompañaba. Cuando los viajes de promoción de Lily eran muy frecuentes, él encontraba el modo de reunirse con ella donde estuviera.

Hasta aquel momento había funcionado muy bien, pero a Aidan seguía preocupándole que algo pudiera robarles su felicidad. Quería estar seguro de que Lily y él estarían juntos para siempre. Aidan se metió la mano en un bolsillo y sacó el anillo. El diamante relució bajo la luz del sol.

Era un riesgo. Sabía lo nerviosa que Lily se ponía cuando se hablaba de matrimonio. Sin embargo, se amaban y se pertenecían el uno al otro. Si Lily no quería aceptar esto, tal vez tendría que obligarla a comprenderlo.

Entró en el salón. Lily levantó la mirada.

– ¿Qué te pasa? -le preguntó ella.

– Nada.

– Llevas toda la mañana paseando de un lado a otro. ¿Por qué no te vas a correr un poco por la playa? Luego podríamos salir a almorzar.

– No necesito hacer ejercicio -replicó. Se acercó a la chimenea y tomó la hucha que ella le había regalado en Londres. Se metió la mano en el bolsillo e introdujo el anillo en la hucha. Por último, se acercó al sofá-. ¿Me puedes ayudar con esto?

– ¿Con qué?

– Quiero sacar el dinero de la hucha, pero no sé cómo hacerlo.

– ¿Y por qué lo quieres sacar?

– Está llena. Ya no puedo meter más.

Lily tomó la hucha y le dio la vuelta. Entonces, señaló la abertura que ésta tenía en la parte inferior.

– Tienes que abrir esto. Parece que lo podrás abrir con una moneda.

– Hazlo tú.

– No. Estoy tratando de terminar este capítulo. ¿Por qué te comportas de un modo tan raro?

Aidan se metió la mano en el bolsillo y sacó una moneda, que entregó a Lily para que pudiera abrir la hucha. Ella hizo girar la tapa con la moneda y le dio la vuelta a la hucha sobre la mesa. Las monedas comenzaron a caer sobre la madera. Un segundo más tarde, lo hizo el anillo.

– ¿Qué es eso? -preguntó ella muy sorprendida.

– Parece un anillo.

– No me puedo creer que alguien haya dejado un anillo en esta hucha. El dependiente de la tienda debería haberlo sacado. Sé que el precio que pagué no incluía esto. ¿Crees que deberíamos tratar de descubrir quien fue el último dueño de esa hucha? Así podríamos devolverles el anillo.

Aidan soltó una carcajada. Menudo gesto romántico. ¿Por qué estas cosas funcionaban tan bien en las películas y fallaban en la vida real?

– He sido yo quien ha puesto el anillo en la hucha, Lily.

– Pero… ¿Por qué ibas tú a…?

– Porque quería que tú lo encontraras. Quería que lo tomaras y que te dieras cuenta de que era para ti -afirmó Aidan. Se lo quitó suavemente de la mano y se lo enseñó-. Es tuyo. Lo he comprado para ti. Quiero que te cases conmigo, Lily.

– ¿Quieres casarte conmigo? -preguntó ella con incredulidad.

– Sí. La tradición indica que debes dar una respuesta inmediatamente. En las películas, la protagonista siempre empieza a llorar y luego se arroja a los brazos del actor principal mientras dice que sí. Sin embargo, por el modo en el que tú me estás mirando, veo que no te vas a comportar así.

– Quieres casarte conmigo… -murmuró ella mirando el anillo.

– Sí. Creo que eso ya ha quedado claro.

Lily lo miró y él vio que los ojos se le habían llenado de lágrimas.

– Sí -contestó ella, por fin-. Me casaré contigo.

Arrojó el manuscrito. Las páginas volaron por todas partes. Entonces, se lanzó a los brazos de Aidan y le dio un largo y delicioso beso.

– ¿De verdad? -preguntó él.

– Por supuesto.

– ¿No te da miedo ya que podamos terminar como tus padres?

– Creo más bien que terminaremos como los tuyos.

– Nos va a costar. Tenemos que asegurarnos de que nosotros somos lo primero y no nuestros trabajos.

– Lo conseguiremos. Te amo, Aidan. Nada podrá nunca cambiar eso.

Aidan le apartó el cabello del rostro y la besó suavemente.

– Yo también te amo a ti, Lily -susurró. Tomó el anillo y se lo puso en el dedo anular de la mano izquierda-. Supongo que ya es oficial.

– Así es.

– Ha sido bastante romántico, ¿no crees?

– Sé cómo podemos conseguir que lo sea aún más -musitó ella-. Puedes hacerme el amor en este mismo instante. Tienes diez minutos para convencerme de que serás un buen marido

Lily se puso de pie y lo agarró a él de la mano para que se levantara también.

Aidan soltó una carcajada y la tomó en brazos.

– Cariño, te aseguro que voy a tardar mucho más de diez minutos.

– Entonces, una vida entera -dijo Lily rozando los labios contra los de él-. Te concedo toda una vida.

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