Capitulo 6

Matt estaba sentado a una de las mesas del restaurante Cabernet Bistro cuando Jilly entró en el local y se dirigió al maître. El hombre, vestido con esmoquin, asintió y la llevó hacia el lugar donde se encontraba su compañero de trabajo.

La observó con atención, sin poder apartar la vista de ella. Llevaba un vestido negro, de manga larga, que se ajustaba a su figura; las medias a juego y los zapatos de tacón alto hacían que sus piernas resultaran interminables, y no llevaba más joyas que dos pendientes de diamantes. Por lo demás se había recogido el pelo y estaba más bella y elegante que nunca.

Se preguntó cómo conseguía estar tan elegante y tan sexy al mismo tiempo; pero fuera cual fuera su secreto, sólo sabía que lo estaba volviendo loco.

Unos segundos después, el maître le apartó la silla y ella se sentó con delicadeza.

– Hola -dijo ella, con una sonrisa.

Él se estremeció.

– Hola.

– ¿Dónde está Jack?

– Ha cancelado la cena.

– ¿Por qué? Espero que no haya pasado nada malo…

– Eso depende de lo que entiendas por malo. ¿Te refieres a alguna emergencia de tipo familiar o a la posibilidad de que yo lo haya asustado?

– A cualquiera de las dos.

– Pues no se trata de ninguna de las dos. Al parecer ha conocido a una mujer en la piscina y ha decidido que pasar la noche con ella es más interesante que pasarla con nosotros. Pero yo no me preocuparía mucho por eso. Si se divierte durante el fin de semana, hay más posibilidades de que Maxximum consiga la campaña publicitaria.

Ella asintió.

– Supongo que tienes razón.

– Estás muy bella esta noche, Jilly.

– Gracias… ¿Quieres que cenemos juntos a pesar de todo?

– Por supuesto que sí. Además, este es un restaurante de cinco estrellas y supongo que será bueno.

– Pues espero que no tengas mucha hambre, porque te advierto que los platos salen carísimos -dijo ella, mientras miraba el menú.

– Bueno, si nos quedamos con hambre siempre podemos dar buena cuenta de tus bombones.

– ¿Y qué te hace pensar que los compartiría contigo? -preguntó, arqueando una ceja.

– Que últimamente compartimos muchas cosas; como tu ordenador, por ejemplo. Así que se podría decir que compartir es la lección del día.

El camarero llegó unos segundos después y pidieron una botella de los viñedos de la casa. En cuanto se marchó, ella dijo:

– Podríamos quedarnos aquí toda la noche y bebernos una caja de botellas de vino para animarnos -comentó ella con malicia.

– Bueno, no necesito una caja de botellas para animarme. Tú ya me animas bastante – observó él-. Por cierto, ¿sales con alguien?

– ¿A qué te refieres? -preguntó ella, sorprendida.

– A que si sales con algún hombre -puntualizó-. ¿Tienes novio o algo así?

– ¿Por qué quieres saberlo? Matt se encogió de hombros.

– Supongo que sólo intento mantener una conversación.

Naturalmente, había mentido. Se moría de curiosidad por saber si salía con alguien.

– No, no salgo con nadie. ¿Y tú?

– No, yo tampoco. Estaba saliendo con una mujer, pero rompimos en las navidades del año pasado.

– ¿Por qué?

– Porque yo quería casarme. -¿Y ella no?

– Sí, ella también. Pero con mi mejor amigo.

– Oh, Dios mío… Debió de ser terrible para ti.

Matt rió.

– Sí, como un corte en la yugular -dijo con ironía-. Perdí mi trabajo, a mi mejor amigo y a mi chica al mismo tiempo.

– ¿Por qué perdiste tu trabajo?

Matt dudó un momento. No sabía si contárselo sería buena idea, pero pensó que no perdía nada con ello.

– Los tres trabajábamos en Cutting Edge Advertising. Y el mismo día que descubrí que estaban juntos, también descubrí que me habían robado varias de mis ideas. Fue un día magnífico, vamos.

– ¿Y qué hiciste? -Deje mi trabajo.

– ¿No luchaste para recuperar tus ideas? – preguntó, asombrada.

– No. Pero veo que te sorprende… -Francamente, sí.

– Pensé en la posibilidad, pero habría sido mi palabra contra la suya y estaba deseando perderlos de vista. Así que me marché, pasé un tiempo recuperándome del golpe y más tarde entré en Maxximum.

Jilly extendió una mano, incapaz de contenerse, y lo tocó.

– Lo siento mucho, Matt. Debió de ser terrible para ti. ¿Sigues enamorado de ella?

– No, en absoluto -respondió, tajante-. Ni siquiera sé por qué te he contado eso.

Ella intentó sonreír.

– Bueno, te lo he preguntado yo.

El camarero reapareció entonces con la botella de vino. La abrió ante ellos, sirvió dos copas y se dispuso a tomarles nota. Jilly pidió una ensalada de endivias con roquefort de primero y un salmón a la plancha de segundo.

– Yo tomaré lo mismo, por favor -dijo Matt.

Sólo tardaron unos segundos en quedarse a solas otra vez y Jilly retomó la conversación anterior.

– Eso explica muchas cosas.

– ¿Qué quieres decir?

– Explica que te mantengas a cierta distancia de todos los compañeros de trabajo y que actúes de forma tan ambiciosa. Supongo que no quieres que se repita la historia. Yo no sé qué habría hecho de encontrarme en tu situación…

Matt la miró de forma extraña durante unos segundos, como si estuviera intentando adivinar los pensamientos de Jilly. Pero en ese momento sonó su móvil y tuvo que contestar.

– Vaya, es la llamada que estaba esperando… ¿Te importa que conteste aquí?

– No, claro que no. ¿Quieres que te deje solo un momento?

– No será preciso, gracias…

Jilly no tardó en saber con quién estaba hablando.

– Hola, mamá… ¿Ya tienes los resultados?

Jilly tomó un poco de vino e intentó no escuchar la conversación, pero a tan escasa distancia, resultaba imposible.

– ¿Y qué ha dicho el médico? -preguntó él-. Sí, sí, te escucho… Oh, eso es maravilloso, justo la noticia que estábamos esperando… ¿Que si estaba preocupado? No, qué va. Sabía que todo saldría bien. Pero, ¿qué te parece si lo celebramos la semana que viene cuando papá y tú vengáis a la ciudad? Podríamos ir con Stacey, Ray y la Barbie… Sí, claro, iremos a ver el árbol de Navidad del Rockefeller Center… Sí, mamá, yo también te quiero… Hasta luego, mamá…

Matt colgó el teléfono y Jilly dijo:

– Siento haber oído tu conversación. No he podido evitarlo, pero parecen buenas noticias…

– Sí, por suerte. Mi madre se hizo una mamografía hace poco tiempo y encontraron algo que podía ser un tumor. Sin embargo, no es nada. Acaba de recibir los resultados y no es nada grave -explicó con una gigantesca sonrisa.

– Eso es maravilloso. Mi madre también pasó por algo parecido hace años. Afortunadamente también era un tumor benigno, pero lo pasamos muy mal…

– Sí, yo también lo he pasado fatal. No podía soportar la idea de que le pasara algo… En fin, ¿qué te parece si brindamos por la noticia? Por mi madre y por la tuya, para que nunca vuelvan a asustarnos.

Jilly rió y brindó con él.

– ¿Y qué es eso de la celebración del próximo fin de semana?

Ah, eso… vamos a salir todos con mi hermana Stacey, su marido, Ray, y con Rachel, mi sobrina. Rachel es una niña adorable de grandes ojos marrones. Es preciosa y muy inteligente.

Ella sonrió.

– ¿Y por qué la has llamado Barbie?

– Porque adora esas muñecas. Estoy deseando que abra su regalo de navidad. Le he comprado la mansión de la Barbie.

– ¿Le has comprado una casa de muñecas? Vamos, seguro que le pediste a otra persona que la comprara por ti.

– ¿Bromeas? ¿Y perderme la posibilidad de pasar cinco horas en una juguetería? No, qué va, la compré yo en persona. Sin embargo, la sorpresa de mi sobrina no va a ser nada comparada con la sorpresa que se van a llevar mis padres con el regalo que les hemos hecho Stacey y yo. Las últimas semanas han sido tan duras para ellos que pensamos que merecían unas vacaciones.

– Es un gran regalo…

– Bueno, ellos son grandes padres.

Matt sonrió y ella sonrió a su vez. Empezaba a ser consciente de que aquel hombre le gustaba mucho más de lo que había imaginado. Era una gran persona, tenía sentido del humor, le gustaban los bombones, poseía la sonrisa más hermosa que había visto en toda su vida e incluso disfrutaba yendo de compras a las jugueterías. Tuvo que resistirse al impulso de arrojarse en sus brazos.

– Ahora sabes más sobre mí que yo sobre ti -comentó él, inclinándose hacia delante-. De modo que te toca hablar. ¿Cómo es que una mujer tan increíblemente atractiva e inteligente no sale con nadie?

Él le acarició levemente la mano y ella intentó mantener el aplomo, pero estaba tan excitada, que ni siquiera fue capaz de apartar la mano para no sentir su contacto.

Así que intentó concentrarse en la pregunta.

– Por varias razones. En primer lugar, que no tengo tiempo para comprometerme con una relación. Toda mi energía está concentrada en mi trabajo en Maxximum. Además, los hombres que he conocido siempre querían controlarme. He descubierto que las relaciones son como las plantas: si no se les da mucho tiempo y atención, se mueren. Y por otra parte, hace tiempo que ningún hombre que valga la pena se interesa por mí.

Jilly no sabía si la culpa la tenía el vino, el ambiente, la cálida y tranquila comprensión de sus ojos, el suave contacto de su mano o el hecho de que él le hubiera confesado sus secretos. Pero en cualquiera de los casos, estaba contándole cosas que no quería contar. Incluso le habló de la muerte de su padre, que había fallecido de infarto a los treinta y seis años, dejándolas solas a su madre y a ella.

– Mi madre no pudo aguantarlo. Lo amaba con toda su alma… Se habían casado muy jóvenes, cuando salieron del instituto. Mi padre era mecánico, y aunque no se podía decir que fueran precisamente ricos, vivían muy bien. Ella se concentró en la maternidad y él en todo lo demás. Siempre quiso ser el que cuidaba de sus chicas, como solía decir…

Jilly se detuvo un momento antes de continuar.

– Era un gran hombre. Fuerte, con sentido del humor, vital. Y cuando murió… bueno, no puedo describir lo que sentí.

– No es preciso que lo hagas. Sé lo que se siente cuando el mundo cambia por completo, de repente. Tú te encuentras… perdido e impotente.

– Exacto elijo ella.

– ¿Qué pasó después?

– Todo se derrumbó. Vivíamos de un trabajo mío a tiempo parcial, pero mi madre nunca hizo nada. Es decir, se ocupaba de todas las cosas de la casa, pero no sabía hacer nada más. Nunca había trabajado fuera y sencillamente no sabía sobrevivir sin la protección de mi padre. Y estaba tan hundida con su pérdida, que no conseguía reaccionar.

– De modo que cargaste con toda la responsabilidad…

– No tenía elección. No teníamos dinero, así que alquilamos un local y abrimos una boutique. Mi madre cosía y mientras tanto yo me dedicaba a hacer todas las cosas que había hecho mi padre, desde reparar un grifo roto a arreglar el coche. Entonces me prometí que nunca sería como mi madre. Me prometí que estudiaría una carrera y que adquiriría los conocimientos necesarios para no tener que depender de nadie.

Matt sonrió.

– Pues es evidente que alcanzaste tu objetivo.

Ella lo miró en silencio durante un par de segundos y pensó si lo que acababa de decir era cierto. En muchos sentidos, lo era. Había logrado sus objetivos materiales. Pero no tenía a nadie con quien compartirlos.

– Sí, he conseguido el trabajo que quería, pero no la estabilidad económica -explicó-. Estoy buscando algo más.

– Como por ejemplo, la campaña de ARC…

– En efecto.

– ¿Y cómo le va a tu madre ahora?

Jilly sonrió.

– Muy bien. Ha debido recorrer un largo y duro camino, pero parece que mi ejemplo le sirvió de algo y hace unos años empezó a estudiar. Dentro de doce meses tendrá su título en ciencias empresariales. La verdad es que estoy muy orgullosa de ella.

– Y supongo que ella también de ti…

– Bueno, es mi madre. Es su trabajo.

El camarero llegó con las ensaladas y Matt apartó la mano. Jilly lamentó la pérdida de su contacto y deseó acostarse con él, desnudos, excitados. Deseó sentirlo en su interior.

Las imágenes que la asaltaban eran tan fuertes, que se sintió desfallecer.

– ¿Te encuentras bien? -preguntó él.

– Sí, sí, estoy bien… Como ves, nuestras vidas no se parecen demasiado. Está visto que no tenemos muchas cosas en común -dijo ella, nerviosa.

Jillian no había imaginado en ningún momento que su cena con Matt pudiera llegar a ser tan divertida e inquietante a la vez. La conversación era interesante, el ambiente era romántico y todos sus sentidos permanecían alerta ante la presencia de aquel hombre. Además, sabía que la noche no había terminado todavía. Tendrían que volver a compartir la habitación 312.

Matt la observó con detenimiento y declaró, de repente:

– Pues yo creo que tenemos muchas cosas en común.

– ¿Muchas? ¿Por qué lo dices?

Matt la tomó de una mano.

– Tu pulso se ha acelerado, como el mío. Los dos somos incapaces de olvidar el beso que nos dimos y los dos nos sentimos atraídos por el otro.

La conversación estaba derivando por caminos peligrosos, pero Jillian pensó que Matt tenía razón. No tenía sentido que negara sus sentimientos, pero se sentía atrapada entre el miedo y el deseo.

– Eres un hombre encantador y muy atractivo. Cualquier mujer te encontraría interesante.

– Gracias, pero no me refiero a eso. Entre nosotros hay algo más. He intentado hacer caso omiso y olvidarlo… Sin embargo, no lo he conseguido. Y creo que tú tampoco.

Jilly ni siquiera se molestó en negarlo.

– Es cierto, yo también lo siento. Pero no me gusta.

– Lo comprendo. Pero, ¿qué vamos a hacer al respecto?

– No lo sé. ¿Qué opciones tenemos?

– Sólo dos, según lo veo. O nos olvidamos del asunto o…

– Puede que esa sea la opción más inteligente.

– Inteligente, tal vez. Pero posible… No lo creo.

El corazón de Jilly latía tan deprisa, que pensó que Matt podría oír los latidos.

– Alguien a quien han hecho tanto daño en el pasado debería huir a toda prisa de una situación como esta, Matt.

– Puede ser. Pero, en mi opinión, sólo podemos optar por la segunda opción.

– ¿Y cuál es?

– Pasar el resto de la semana explorando nuestras emociones y separarnos después.

– ¿Insinúas que nos acostemos y que actuemos como si nada hubiera pasado cuando volvamos al trabajo?

– Exacto.

La idea era muy tentadora, pero a pesar de todo, Jilly preguntó:

– ¿No crees que eso complicará nuestras relaciones profesionales?

– Estoy seguro de que será difícil, sí, pero será difícil hagamos lo que hagamos -respondió.

– Sí, creo que tienes razón.

– En tal caso, ¿por qué no disfrutar del fin de semana? Bien pensado, estamos atrapados.


Entonces, él la tomó de la mano otra vez y la besó.

– Creo que es la solución perfecta para lo que sentimos, porque ninguno de los dos somos capaces de superarlo -continuó Matt-. ¿Y bien? ¿Qué te parece? ¿Quieres acostarte conmigo?

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