Epílogo

– Hay alguien junto a la verja -anunció Michaela.

Nicholas levantó la vista del libro que estaba leyendo:

– ¿Quién es? ¿Peter? Jean tenía que traerlo para que me enseñara la cría de Jonti.

– No. -Dio media vuelta-. Sal y averígualo tú mismo.

– ¿Por qué tengo que salir? ¿Por qué no me lo dices tú, sin más? -De repente, advirtió que Michaela parecía estar demasiado contenta; casi esbozaba una sonrisa en su siem-pre impasible rostro. Nicholas se puso en pie muy lenta-mente-. ¿Quién es? -No esperó la respuesta. Al instante, ya estaba en el porche, protegiéndose los ojos del potente sol de otoño con la palma de la mano.

Ahí estaba ella, de pie junto a la verja, enfundada en unos pantalones téjanos y una camisa de cuadros. Los rayos del sol resaltaban los reflejos dorados de sus cabellos.

Nicholas avanzó hacia ella. Le pareció que tardaba de-masiado.

Se detuvo y la miró fijamente. Cielos, su aspecto era in-mejorable: hermosa, fuerte y libre.

– Te has tomado tu tiempo, desde luego. Más de un año.

– Soy bastante lenta. Me ha costado un poco conseguirlo.

– ¿La señora Cisne, supongo?

– Supones bien. -Una radiante sonrisa iluminó la cara de Nell-. Abre de una vez y déjame entrar, Tanek.


Iris Johansen


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