CAPÍTULO 11

Sus palabras susurradas detonaron a través de él como un fósforo en llamas. Lo quería.

Joder, no había previsto que ocurriera esto. Apretó el brazo a su alrededor, empujando ese cuerpo flexible en contra de su pecho. No se había corrido con nadie más porque lo quería a él. Específicamente. No a cualquier Dom o Maestro, sino a él. Ese conocimiento lo hizo querer aullar como si hubiera hecho un gol o derribado a un adversario. Suya. Era suya, ella había dicho eso.

No podía ser suya. ¿Qué carajo voy a hacer con esto? Conocía la respuesta adecuada, pero maldición si quería echarse atrás.

Cuando ella tembló, él hizo a un lado sus pensamientos. Ahora mismo, tenía a una pequeña sub que recompensar, a pesar de que ella probablemente ni siquiera se había dado cuenta de lo que dijo. Giró el dial del vibrador, y el cuerpo de Andrea reaccionó como si le hubiera suministrado una descarga eléctrica. Con su polla semi-erecta presionando en contra de su culo, él podía sentir las vibraciones directamente a través de su propio cuerpo.

Cuando incrementó la rotación, el bajo gemido de excitación se oyó sobre el zumbido de la máquina. Ella abría y cerraba las manos sobre la melena del caballo, y todo su cuerpo se estremecía. Muy cerca. Envolvió los brazos a su alrededor, apretando el abrazo, y entonces mordió la vulnerable curva entre su cuello y hombro. La sub se sacudió y se arqueó cuando el pequeño dolor la envió justo sobre el borde.

– Dios, -gimió, el grito ronco de una mujer fuera de control, una que le confiaba a él su cuidado. Eso lo endureció como granito, aún más que las vibraciones y el balanceo del trasero en contra de su polla.

El orgasmo la sacudió, una y otra vez, y cuando él finalmente apagó la máquina, ella se combó en sus brazos. La satisfacción de sostenerla, ruborizada, caliente y saciada, lo llenó hasta rebosar.

Presionó un beso en el pequeño hueco debajo de su oreja, sobre la juntura del cuello y el hombro, y en la parte superior de su hombro. Cada toque de sus labios enviaba otro pequeño temblor desplazándose a través de su sumiso cuerpo.

– Hazla correrse una vez más, Maestro Cullen. -Z estaba parado no muy lejos al lado de Gary-. Me gustaría mostrarle a Gary exactamente qué explorar.

Cullen frunció el ceño. ¿Otra vez? Andrea se apoyó flácidamente en su contra y los pequeños temblores arrasaban sobre su estructura por intervalos. Ante la orden de Z, ella intentó incorporarse, y su suave quejido le rompió el corazón. Él apretó su agarre.

– No. Ya tuvo suficiente.

– Una vez más, -insistió Z. ¿Qué carajo estaba mal con el hijo de puta? Cada instinto protector de Cullen tomó la delantera. Vulnerable pequeña sub… mi pequeña sub.

– No, Z. Ella terminó. -Cullen bajó y la levantó del caballo. Discusión terminada. Si Z se cabreaba, podrían agarrarse a trompadas más tarde.

La envolvió en una gruesa manta que estaba sobre la mesa, se tomó el tiempo suficiente para colocar un cartel “NECESITA LIMPIEZA” sobre el cuello del caballo, y entonces la levantó. Gruñó cuando su peso se apretó en contra de la quemadura de su hombro. Dolía como el infierno y no le importaba un carajo. No era un insignificante peso liviano, su sub, sino un sólido montón de mujer. Justo para mi tamaño.

Ella pestañeó levantando la vista hacia él.

– No está bien que le hayas dicho que no al Maestro Z, -susurró, sus palabras ligeramente imprecisas-. Es el dueño.

Cullen gruñó.

– Y yo soy tu Amo. Él tendrá que vivir con eso. -Miró alrededor, preparándose para ser tan intransigente como la situación lo requería, pero Z y Gary habían desaparecido. ¿Qué carajo había sido todo eso, sin embargo?

No tenía importancia.

Presionó un beso sobre sus suaves rizos y se dirigió hacia el área más tranquila del cuarto principal. Sus palabras todavía seguían repitiéndose en su cabeza como una canción pegadiza. “Sólo te quiero a ti.”

En el alejado rincón, se acomodó en su silla favorita y la apoyó en su contra. La esencia de su excitación y la fragancia de su cuerpo fluían por debajo de la manta, empujándolo cruelmente a caer dentro de un serio dolor. Sus bolas se sentían como si estuvieran siendo apretadas por una llave inglesa. Frunció el ceño. Parecía como que no había tomado a ninguna sub desde que Andrea había llegado. No había pasado tanto tiempo sin sexo en años… no era extraño que estuviera dolorido.

La mujer lo había atrapado inadvertidamente, ¿no? La movió, y sus ojos se abrieron. Ojos marrón dorado de leona.

Cuando contoneó ligeramente su mullido culo, él apretó los brazos, manteniéndola en el lugar. Un poco más de eso y la inclinaría sobre una silla para tomar su placer en el acto.

Ella frunció el ceño, indudablemente tomando consciencia de sobre qué tenía apoyado el culo.

– Necesitas… -Sus cejas se juntaron-. ¿Puedo ofrecerte…? -Él podía verla intentar encontrar las palabras apropiadas-. Um, si quieres… yo estaría…

Tan preocupada y generosa. Él se rió y vio a sus hombros relajarse. Con una mano, la sostuvo por su beso.

Sus labios sedosos, y su boca abierta para él, todo su cuerpo rindiéndose. La besó suavemente. Profundamente. Una mujer podía mentir con sus palabras, a veces con su rostro, pero raras veces con un beso. No por mucho tiempo.

La sumisión que tantos problemas le habían ocasionado a ella estaba ahora ofreciéndola con todo su corazón.

¿Él iba a tomarla?

La polla le dolió como un dolor de muela cuando la alejó.

– Me necesitas, -ella murmuró.

– Dulzura, tengo la absoluta intención de tenerte antes de que se termine la noche. Pero esperaré hasta que tu cuerpo se recupere. ¿Disfrutaste de tu cabalgata?

Su mirada contenía una acusación, y ella forcejeó para incorporarse.

– ¿Cómo pudiste hacerme eso? ¿Delante de todos?

Con una mano entre sus pechos, la presionó hacia atrás.

– En Shadowlands, mentir sobre cualquier cosa es un problema. Mentir acerca de tener un orgasmo es una ofensa mortal.

– Bien, estupendo.

– Ahora contesta mi pregunta.

Sus ojos se abrieron de repente.

– Yo… Obviamente me corrí. Pero fue tan impersonal. -Vaciló, y entonces agregó con una veracidad que lo complació inmensamente-, tenerte abrazándome ayudó.

– Buena chica, -le dijo suavemente y observó una sonrisa feliz iluminándole la cara.

Una pequeña sumisa con un corazón generoso. Maldición, no podría mantenerse firme para siempre, no si permanecía alrededor de ella.

Pero, infierno, ni siquiera la conocía realmente. Y no obstante, lo hacía. El BDSM pasaba de los rituales respetuosos y se metía de lleno dentro del alma desnuda de una persona. Él conocía el coraje que mostraba cuándo estaba asustada. Su sentido del humor podía ser más sosegado, pero estaba tan arraigado como el suyo propio. La había visto complacida por ayudar y servir, había visto su modestia y su pasión. ¿Si no conocía su color favorito… a pesar de que dudaba de que fuera el rosa… realmente importaba?


Andrea se dio cuenta de que se había quedado dormida cuando se despertó oyendo voces bajas.

– Eso es inaceptable. -El Maestro Z sonaba furioso. Oh, Dios, ¿echaría al Señor por decirle que no? Se irguió de un salto, todavía dentro de los brazos del Maestro Cullen.

– No estés disgustado con el Señor. Él sólo estaba defendiéndome, -dijo ella-. Es su trabajo por ser el entrenador. No debería tener problemas por eso.

El Maestro Z parecía confundido, entonces una sonrisa borró la dureza de su cara. Volvió la mirada al Señor.

– Te defiende bien. Me gusta. -Su mirada gris oscura recayó sobre ella-. No estoy enojado con el Maestro Cullen, pequeña. Estábamos discutiendo un problema en un club del centro de la ciudad.

Ooops. Había interrumpido una conversación entre Doms… Maestros, nada menos. Y una vez más había dado órdenes.

– Lo siento.

Se agazapó otra vez dentro de la manta como un niño intentando taparse con el cobertor hasta la cabeza, y se apoyó en contra del hombro del Señor. Una risa retumbó a través del pecho de Cullen, y ella cerró los ojos. Tal vez no estaba completamente jodida.

Cuando inhaló su estupendamente masculino aroma, el recuerdo de él diciéndole que no a Z la envolvió con más calor que el que una manta podría proveer. Nadie la había defendido nunca.

– Estamos aprovechando la ola de calor y organizándonos para seguir con la celebración del Día de San Patricio afuera -dijo el Maestro Z-. Trae a tu sub y ven.

¿Su sub? ¿Qué quiso decir? Ella levantó la cabeza justo lo suficiente como para espiar por encima de los pliegues de la manta.

Los ojos del Maestro Z brillaban mientras le decía,

– No te tomes la molestia de vestirte.

Oh… Dios.

Cuando el Maestro Z se alejó, el Señor puso a Andrea sobre sus pies y se paró. Le inclinó la barbilla hacia arriba.

– ¿Será un problema para ti quedarte hasta más tarde?

– No. Paso mucho tiempo despierta por la noche. -Se restregó los ojos y se dio cuenta de que el cuarto se había vaciado. Su falta de sueño obviamente le había pasado factura, y se había quedado dormida en el regazo del Maestro Cullen-. Siento haberme quedado dormida.

– Disfruté de abrazarte, cariño. -Sus ojos mostraban algo… diferente, algo que la hacía querer acurrucarse otra vez en sus brazos.

Ella mejor haría bien en no confiar demasiado en su suerte. Se alejó un paso.

– ¿Qué clase de fiesta es esta?

– Sólo recuerda que tienes una palabra de seguridad, mascota. -Frente a esas palabras y a su divertida sonrisa, la preocupación y la anticipación se deslizaron como un cubito de hielo subiendo por su espalda.

Él le quitó la manta y lanzó ésta sobre la silla, dejándola completamente desnuda mientras la guiaba a través del bar vacío.

Una puerta con un cartel de PRIVADO al lado del buffet se abrió a un pasillo al final del cual otra puerta los condujo a un lado de la casa. El atípicamente cálido aire de la noche la rodeó. Un camino de rocas diminutas, húmedas debajo de sus pies desnudos, los llevó doblando la esquina hacia la parte trasera y a una terraza cubierta. Una tenue luz provenía de candelabros de hierro forjado que hacían juego con los más grandes que estaban en la parte frontal. Más luces parpadeaban de los farolitos con velas que estaban ubicados sobre las mesas.

Oyó risas y voces, y sus pies se detuvieron sin que se lo ordenara. Dios, estaba completamente desnuda.

Cullen puso una mano sobre la parte baja de su espalda y le dio un empujoncito para que siguiera adelante.

– Ya conoces a todos los Maestros, amor. Creo que te gustarán sus subs.

Las exuberantes plantaciones alrededor de los bordes de la terraza y las flores distribuidas a los lados en macetas colgantes llenaban el lugar de una fragancia tropical. En el centro del cuarto exterior había sillas y una mesa de hierro forjado y roble sobre una deliciosa alfombra oriental. En el extremo más alejado del patio había una enorme parrilla. Cerca de allí, una mujer desnuda sacaba refrescos de un pequeño refrigerador.

Demasiada gente… Los pies de Andrea se detuvieron otra vez.

A poca distancia de allí, el Maestro Dan estaba de pie con los brazos cruzados, observando a una bajita y curvilínea sub quitarse el vestido. El Maestro Nolan, el de las sogas Shibari, tenía el brazo alrededor de su delgada y pelirroja sub que también estaba desnuda.

Los músculos de Andrea se aflojaron ligeramente. Tal vez no se sentiría tan fuera de lugar como había pensado. Todos los Doms estaban vestidos, sin embargo. ¿No era eso simplemente previsible?

– ¿Mejor? -murmuró Cullen.

Levantó la vista y vio el pliegue en su mejilla. Él había visto su incomodidad y le había permitido mirar. ¿Cómo podría no adorar al hombre?

– Sí. Gracias, Señor.

– Bien. -Levantó la voz-. Esta es mi sub, Andrea, y ella nunca ha estado en una fiesta privada antes, así que hagámoselo fácil. -Empujó a Andrea más cerca y presentó a las mujeres una por una-. La sub del Maestro Nolan, Beth. Tiene una empresa de servicios de jardinería y se ocupa de los jardines de aquí. La sub del Maestro Dan, Kari. Es maestra de escuela primaria. La sub del Maestro Z, Jessica. Es contadora. -Todas las subs sonrieron pero no hablaron, por lo que Andrea decidió mantener la boca cerrada. Asintió con la cabeza en lugar de hablar.

Una puerta se cerró suavemente en lo alto, y Andrea levantó la vista. Un tramo de escaleras conducía a un tercer piso. El Maestro Z bajaba con una bandeja en sus manos.

– Él vive en el tercer piso, -dijo Cullen mientras Z se acercaba.

– Andrea, -dijo Z-. Bienvenida. Tenemos algunas reglas que debes observar durante nuestras fiestas. Sigue las reglas habituales de los aprendices. Y las subs hablan sólo cuando se les dice o después de obtener el permiso para hacerlo. ¿Cuál es tu palabra de seguridad?

¿Por qué siempre que le hacían esa pregunta se estremecía?

– Rojo, Señor.

– Muy bien. -Él tendió la mano, y su sub que acababa de acercarse la tomó. ¿Cómo había percibido él la llegada de Jessica?- Gatita, no creo que Andrea haya comido nada esta noche. -Sus labios se curvaron-. Y por favor hazla beber una botella de agua antes de darle algo más sustancial. El Maestro Cullen la hizo cabalgar el Sybian más temprano.

– Sí, Señor, -dijo su sub.

El Maestro Z besó los dedos de su sub y luego se alejó.

– Deja que Jessica te alimente, amor, -murmuró Cullen, sus nudillos frotándole la mejilla-. Estaré cerca de aquí por si me necesitas. -Y siguió a Z.

El sentimiento de abandono le hizo apretar las manos. Dios, ella estaba fuera de lugar aquí con toda esta gente rica. Las mujeres trabajaban, se dijo a sí misma, pero aún así, ¿ninguna había salido arrastrándose de los barrios marginales, verdad? Ella…

– ¿Es un poco abrumador, verdad? -Jessica interrumpió sus pensamientos-. Los Doms, el lugar, la fiesta.

Andrea la miró sorprendida.

– No he estado en el estilo de vida demasiado tiempo tampoco. -La rubia bajita señaló una mesa cerca de la parrilla-. Déjame buscarte algo que comer y beber antes de que me meta en problemas.

– ¿Qué haría él? -Sacar el lado malo del Maestro Cullen la asustaba, pero confiaba en él por lo menos. ¿Hacer enojar al Maestro Z? Ay, diablos*.

Jessica puso sus ojos en blanco.

– Él es demasiado ingenioso. La última vez, cuando yo… -Se rió con tantas ganas que los labios de Andrea se curvaron-. Bien, le envié por correo una factura por mis “servicios”.

– ¿Al Maestro Z? ¿Estás loca?

– Ey, soy contadora, eso es lo que hago. Y ¿sabes?, el bastardo la analizó seriamente línea por línea y me dijo que no valía esos precios.

Cuando Andrea se atragantó con una risa, Jessica enfocó una sucia mirada hacia los Doms.

– Así que, me dio a elegir entre llevar puesto un tapón anal mientras trabajaba o ser colgada y azotada con una pala en Shadowlands.

Bien, ser azotada no era tan malo.

– ¿Qué escogiste?

– El tapón. -Jessica respingó-. Muy mala elección. ¿Sabes lo difícil que es sentarse con uno de esos? Mis compañeros de trabajo probablemente pensaron que tenía pulgas o algo así.

Andrea bufó.

– Nunca probé uno. Pero… -Miró al Maestro Cullen con cautela-. Él no… ¿Sabes si él…?

– Buena suerte. Eso es todo lo que voy a decir. -Los ojos de Jessica se agitaron. Sacó una botella de agua mineral del refrigerador.

– Oh, grandioso. -Andrea tomó el agua. Se sirvió una galleta dulce de un plato y la mordió. Mantecosa, cremosa, suave-. Esto es maravilloso. Como las que hornea mi abuela.

– A Kari le gusta cocinar. ¿Ya las conociste a ella y a Beth? -Jessica asintió con la cabeza en dirección a las otras dos subs paradas cerca del grupo de hombres.

– No, pero pude sonreírle a Beth antes de que su Dom me envolviera con una soga como un elaborado regalo de Navidad.

La risita de Jessica atrajo las miradas de los hombres, y el Señor le sonrió a Andrea antes de volverse a la discusión oh-tan-seria de los Doms. Probablemente el último tanto de baloncesto o algo por el estilo.

Kari echó una mirada, entonces se frotó en contra del Maestro Dan como un gato. Él pareció no darse cuenta. Los ojos de la sub se estrecharon y… Andrea se quedó con la boca abierta… lo pellizcó en el costado. Andrea recordaba bien el mordaz discurso que el Maestro Dan le había dado por sólo haberse mostrado presumida.

Aunque el Maestro Dan le frunció el ceño a su sub, el pliegue en su mejilla lo delató. Después de un segundo, asintió con la cabeza, pero ella recibió una resonante palmada en su trasero cuando se alejó.

Kari se acercó a Jessica y Andrea frotándose el trasero.

– Supongo que debería haber sido más persuasiva al hacer mi petición, ¿no?

– No tienes clase. -Jessica le sonrió-. Mira a Beth, es una profesional.

Las tres al mismo tiempo se volvieron para observar a Beth arrodillarse a los pies de su Dom y frotar los pechos en contra de sus piernas. Cuando él bajó la mirada, ella juntó las manos y levantó la vista implorante hacia él, obviamente suplicando.

Una sonrisa lo alcanzó y se desvaneció en el delgado rostro oscuro. La levantó sobre las puntas de sus pies para darle un beso duro, antes de dejarla trotar a través del patio hacia las otras mujeres.

– Eres tan manipuladora, -le dijo Jessica con admiración-. ¿Cómo lo llamaste esta vez?

– Mi magnífico y generoso señor feudal. -Beth sonrió y arrugó la nariz hacia Kari-. Me guardo esto para las fiestas porque ponen a tu Amo tan envidioso. Sigue preguntándole a Nolan por qué él no puede obligarte a implorar.

Kari estalló de risa.

– Eres de verdad francamente malvada.

– Lo sé, -le dijo Beth con obvia satisfacción. Se volvió hacia Andrea-. Oí que el Maestro Cullen mencionó nuestros trabajos. ¿Qué haces tú para ganarte la vida?

– Poseo un servicio de limpieza.

Jessica se dio la vuelta para servirse una bebida, su cabello rubio meciéndose.

– ¿De verdad? ¿Para casas o negocios?

– Casas y negocios pequeños solamente. No me gustan los grandes.

– Fantástico. Tal vez podríamos hablar en alguna ocasión. Z no está satisfecho con el servicio que tiene contratado ahora. Los dueños anteriores lo vendieron y… -Se encogió de hombros-. Ya sabes cómo es eso.

¿Ocuparse de Shadowlands? Andrea estudió el gran edificio. Viable. Incluso podría ocuparse de esto ella misma dado que tenía un interés personal en mantenerlo muy, muy limpio.

– Cuando recupere mi ropa puedo darte una tarjeta.

– Genial.

Cuando Jessica se volvió a Kari para preguntarle qué quería beber, Beth apoyó una cadera en contra de la mesa y dijo en voz baja,

– ¿Sabes? Una parte de mi pago por mantener los jardines de Shadowlands es para la cuota de miembro.

Jesús, María, y José. Justo cuando ella había decidido que servir como una aprendiz ya no funcionaría.

– Eso sería… realmente bueno.

Beth asintió con la cabeza.

– Me lo imaginé. Te vi con ese Dom jovencito más temprano.

– Sí. Gran desastre. -Con su corazón abocado a Cullen, verse obligada a someterse a otros Doms la hacía sentirse desgarradoramente mal. Pero una aprendiz no podía rechazar a los hombres, no sin una buena razón.

Sin embargo, un miembro podría.

– Gracias, Beth.

Beth le dirigió una sonrisa.

– He estado esperando que el Maestro Cullen encontrara a su propia sub. Él siempre está cuidando de todos los demás, pero algunas veces uno puede ver que él necesita a alguien. -Andrea cruzó los brazos sobre su pecho y asintió con la cabeza firmemente. Ese alguien soy yo.

Beth asintió con la cabeza en respuesta, no se necesitaban más palabras, y entonces se volvió para observar a los Doms.

Los ojos de Andrea se ampliaron al ver las blancas cicatrices en la espalda de la pelirroja. Marcas de látigo y algo más. Dios mío*, ¿qué clase de monstruo era su Dom? Miró furiosa al Maestro Nolan.

Una mano le aferró la muñeca.

– No fue Nolan, -dijo Jessica.

Beth miró hacia atrás por encima de su hombro, vio la dirección de la mirada de Andrea, y se rió.

– Las tenía antes de conocerlo a él. Nolan me salvó. -Su boca se retorció-. Incluso ahora está tratando de enseñarme autodefensa. Una pesadilla. Él es impresionantemente bueno, pero muchos de sus movimientos no funcionan para mí… Él nunca fue más pequeño o más débil que su adversario.

Jessica le dio una palmadita en el hombro.

– Oh, chica, yo sé perfectamente lo que quieres decir. Tengo el mismo problema con Z.

– Ah, yo fui entrenada, -declaró Andrea.

Kari puso las manos en sus caderas.

– ¿Puedo señalar que tú no eres exactamente pequeña?

– Es cierto. -Andrea sonrió y dirigió un puñetazo falso hacia un gigante imaginario-. Pero comencé a aprender cuando tenía alrededor de diez años. Mi papá me enseñó trucos por ser más pequeña: más pequeña significa más rápida. Las piernas largas son más vulnerables para ser lastimadas, cosas como esas.

– En ese caso, me apunto -dijo Beth.

Kari asintió con la cabeza.

– Yo también.

Jessica dijo.

– Eso suena…

– Eso suena como que sería mejor que recuperemos nuevamente el control de nuestras subs. -dijo la voz áspera del Maestro Nolan, quien volvió la mirada al Maestro Cullen-. Tu sub es una mala influencia.

– Uuuuh, -Andrea susurró, recordando su simulado puñetazo.

– Caballeros, -dijo Z-. Propongo un juego de voleibol para tranquilizarnos y distraernos un poco de este comportamiento agresivo. Doms versus subs. Cualquier Dom que anote un tanto puede decorar a su sub. El equipo ganador obtiene favores del otro. Iremos a siete puntos.

– ¿Voleibol para tranquilizar? -murmuró Andrea.

– La red está en la piscina, -susurró Jessica.

Los Doms se reunieron con sus subs, dejando a Andrea sin poder preguntar a qué se había referido con decorar. No sonaba bien.

El Maestro Cullen la tomó de la mano, y siguieron a los otros por un sinuoso camino al que nadie en su sano juicio llamaría como una piscina. Está bien, probablemente fuera de tamaño olímpico, pero con rocas, arbustos, y flores tropicales a su alrededor y un diminuto arroyo desbordándose, se parecía más a un estanque forestal.

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