El maestro Cullen le había dado la orden usando el tono más profundo de su voz, el que no le permitía evadir una respuesta. ¿Por qué se le había ocurrido una pregunta tan estúpida? ¿Cómo podría preguntar esto sin sonar como si quisiera algo? Bueno, lo había hecho. Oh, realmente, realmente lo había hecho, pero no es como si él…
Él bufó con exasperación.
– Deja de pensar, mascota, y sólo escúpelo.
– Se dice que nunca sales con las aprendices del club. Ni te citas con ellas.
– Parece como que rompí mi regla, ¿no? -Él tenía una débil sonrisa en su cara, pero en la tenue luz, ella no podía leerle los ojos. Aparentemente no iba a hacérselo fácil.
Andrea suspiró y bajó otra vez la cabeza sobre él, disfrutando del ritmo constante de su corazón. Realmente, no quería seguir esta línea de interrogatorio de cualquier manera. Lo tenía ahora, y eso era suficiente.
Envolvió los brazos alrededor de él, y lo abrazó, apretándolo fuerte, no queriendo que se terminara.
Nunca.
Cambia de tema.
– ¿No se suponía que recibieras un favor de mí dado que los chicos ganaron?
Debajo de su oído, la risa de Cullen retumbó a través de su pecho.
– Cierto. No te preocupes, amor. Me lo cobraré. -Indudablemente tuvo toda la intención de que sonara como a una amenaza. En lugar de eso le provocó un calor a través de su cuerpo que le hizo curvar los dedos de los pies.
Y él se rió otra vez.
Justo entonces la voz de una mujer se escuchó en una serie de fuertes gemidos, y Andrea hizo una mueca, enterrando la cabeza más profundamente en el hombro de Cullen. No lo recordaba, pero seguramente no había sonado tan ruidosa… ¿verdad?
Con una risa baja, él le acarició el pelo y respondió la pregunta que ella no había verbalizado.
– Me gusta oírte gritar, pequeña tigresa. La próxima vez incluso lo harás más alto.
Dios la ayudara. Se estremeció.
– Deberíamos ir hacia allí. -Cullen la alzó y entonces se levantó-. Esa fue Jessica. Z debe haberla amordazado.
Para cuando tomaron el camino de regreso a la casa, Nolan y Beth también habían retornado. Jessica, envuelta en una larga bata de tela de toalla del color de sus ojos, repartía más batas.
El Señor metió a Andrea dentro de una como si fuera una beba, rechazando una para sí mismo, y despreocupadamente se cambió los mojados pantalones cortos por sus pantalones de cuero.
Cuando le dio la espalda, pudo ver el blanco vendaje resaltando en contra de su piel bronceada, y sus ojos se ampliaron. ¿Cómo pudo haberse olvidado?
– Andrea, -el Maestro Z se paró a su lado-, hay una caja de primeros auxilios sobre esa mesa para tu Amo.
Andrea asintió con la cabeza y entonces se congeló. ¿Amo? Cuando levantó la vista sobre Cullen, vio que Nolan le estaba preguntado sobre construir una mazmorra en la casa de la playa, y él no había oído a Z.
Juntó las manos por delante, el comentario de Z dando vueltas por su cabeza. “Tu Amo.” Inclinando la cabeza hacia un lado, intentó pensar en él de ese modo y se distrajo por su aspecto. Definitivamente no era un Amo guapísimo. No del tipo carilindo, pero era tan peligrosamente masculino que casi podía ver la testosterona irradiando de él. Nariz grande, mandíbula fuerte. Sus cejas eran gruesas, más oscuras que su cabello castaño, y el crecimiento de una barba le oscurecía la barbilla.
Boromir [22] en la tierra salvaje. Todo lo que necesitaba era una espada y algunos ogros a quienes matar.
Él bajó la mirada sobre ella entonces, atrapándola con los ojos clavados en él, y en lugar de hacerla sentirse una estúpida, simplemente pasó un brazo a su alrededor y la empujó en su contra. Como si ella perteneciera allí. Y por qué eso se sintió tan maravilloso, ni siquiera lo quería saber.
Cuando hizo una pausa en su conversación, ella le palmeó el brazo.
– Señor. Debo cambiarte el vendaje.
– Está bien, amor. -Cullen le sonrió y se volvió a Nolan-. Pero si no hacemos…
– No, no está bien, -Andrea lo interrumpió-. La gasa está mojada y necesita cambiarse.
Sí, sus oscuras cejas parecieron incluso más oscuras cuando se juntaron.
– Pequeña sub… -Ella levantó la barbilla y se mantuvo firme a pesar de que todo en su interior temblaba.
Para su sorpresa, él sacudió la cabeza y sonrió.
– Mi dulce amazona. -Extendió la mano, esperando hasta que ella colocara la suya en la de él. Escuchó la carcajada de Nolan cuando su Señor la arrastró hacia el botiquín de primeros auxilios.
Andrea comenzó a quitar la cinta, pero cuando él se movió, sus músculos se ondearon por debajo de la piel como olas, y le tomó un segundo poder enfocarse en su tarea. La venda finalmente se desprendió, revelando que la piel debajo había sido crudamente quemada, un color rojo brillante se alternaba con un espantoso negro.
– Madre de Dios*, ¿qué te pasó?
– Algo caliente me cayó encima, -le dijo, como si los objetos calientes cayeran sobre la gente todos los días.
– ¿Te duele? -Cada vez que movía el brazo o el hombro, la piel se tensaba-. Me levantaste. Jugaste voleibol. Estúpido baboso*, ¿en qué estabas pensando?
Él se movió lo suficientemente lejos como para agarrarla del pelo y gruñir.
– Estoy pensando en que soy realmente capaz de empujarte sobre mis rodillas y zurrarte el culo. Cambia las vendas, sub.
Ooops.
Escuchó una risa detrás suyo, y Z apoyó un frasco al lado del botiquín.
– Usa esto. -Andrea metió los dedos en el blanco y cremoso ungüento, cubriendo la quemadura con una gasa antiadherente, y pegó todo con cinta. Cullen movió el brazo y asintió con la cabeza.
– Gran trabajo, amor. Se siente mejor. Gracias.
Un rubor la calentó cuando se escabulló para unirse con las otras subs. Kari apareció enseguida, todavía sonrojada, y Jessica le preguntó qué deseaba para beber.
– Sólo agua, gracias.
– Has estado bebiendo sólo agua toda la noche, -dijo Beth en voz baja-. ¿Estás embarazada o algo así?
Kari se sobresaltó.
– ¿Cómo hiciste…?
– Oh, Dios mío, -exclamó Jessica-. ¡Sí lo estás! -Con un chillido, abrazó a la maestra. Entonces Beth hizo lo mismo.
Andrea sonrió, apartándose hacia un lado y deseando conocerlas mejor.
Kari le guiñó un ojo, tendiéndole los brazos.
– Trae buena suerte abrazar a una mujer embarazada. Vamos. -Y Andrea recibió un abrazo que la hizo sentirse aceptada.
Cuando dio un paso atrás, el silencio en la terraza era apabullante. Los Doms habían dejado de hablar y tenían su atención centrada en las subs.
– Oh, Dios, -dijo Kari por lo bajo.
Los ojos de Jessica se agrandaron.
– Él no…
– Iba a decírselo más tarde. En privado, maldita sea.
– Kari. -El maestro Dan se acercó, y Dios, pareció demasiado grande cuando bajó la mirada sobre su pequeña y curvilínea sub. Plegó un dedo debajo de su barbilla-. ¿Por qué estaban todas abrazándote?
– Uh, estrictamente hablando, las mujeres simplemente se abrazan…
– Pequeña sub, -chasqueó-. Contéstame.
– Uf. ¡De acuerdo! -Dio un paso fuera de su alcance, se quitó el largo cabello de la cara, y lo miró ceñudamente-. Vamos a tener un niño.
Una tierna sonrisa suavizó su delgado rostro, y la empujó dentro de sus brazos, acunándola.
– Ahora esa es la respuesta correcta.
Ella dio un paso atrás.
– Espera un momento. ¿Lo sabías?
– Por supuesto. -Se rió y metió una mano dentro de su bata para ahuecarle un pecho-. Éste es mi cuerpo, pequeña sub, y conozco cada milímetro de él. No hubiese sido posible que pasara por alto cuando algunas de mis partes favoritas se pusieron más grandes y más sensibles.
– Oh. -Ella sonrió y se arrojó en contra de él-. Un bebé. ¿No es eso maravilloso?
Andrea vio a los ojos masculinos empañarse antes de que él enterrara el rostro en el pelo de su sub, murmurándole al oído.
Él no era el único emocionado. Las lágrimas bajaban por las mejillas de Jessica, los ojos de Beth brillaban, y Z y el Maestro Cullen se estrechaban las manos como si personalmente hubieran arreglado la llegada del bebé. El Maestro Nolan sonreía verdaderamente.
Bien. Andrea apoyó una cadera en contra de la mesa y se preguntó si a Kari le gustaría una manta para el bebé.
Todos eventualmente se dirigieron hacia el área de sillas en la terraza. Nolan levantó a su sub y la acomodó en una silla. Z apoyó sobre la mesa su bebida al lado de él y le tendió la mano a Jessica. Cullen tomó a Andrea de la muñeca y la empujó sobre su regazo. Sorprendida al principio, Andrea se acurrucó en contra del pecho del Señor y suspiró. Dios, le gustaba ser sostenida más de lo que alguna vez hubiera pensado.
Y qué bueno que ellos no insistieran en tener a las subs de rodillas todo el tiempo.
El grupito barajaba ideas para las vestimentas de las sumisas, y entonces Dan y Kari volvieron a unirse a ellos.
El Maestro Z levantó su vaso.
– Un memorable Día de San Patricio. Por Daniel y Kari. -Las copas se elevaron mientras Kari le sonreía felizmente a todos en el regazo de Dan.
Andrea intentó ignorar el nudo de envidia en su pecho.
– ¿Cuántos te gustaría tener? -Jessica le preguntó a Kari.
– Al menos dos. -Kari palmeó la mano de su Dom que se curvó protectoramente sobre su estómago-. Voy a extender toda esta sobreprotección sobre algunos otros cuerpos.
– Qué hermoso, -suspiró Beth-. Siempre sentí envidia de las personas que tienen grandes familias. Nolan tiene media docena de hermanos, ¿y ustedes no son muchos, también, Cullen?
– Los suficientes como para formar un equipo de béisbol sólo con mi familia. Y cuando el clan O'Keefe entero se reúne los domingos a comer, los vecinos se esconden. -Le tiró el pelo a Andrea-¿Y tú, amor? ¿Tienes hermanos? ¿Tus padres viven cerca?
La sensación de pérdida la oprimió por un segundo.
– Sólo yo. Mis padres murieron.
– Eso es duro, cariño. -El Señor se frotó la barbilla en su cabeza-. ¿Y no tienes primos o algo así?
La pregunta le quitó el aliento. Dios, ella sólo podía verlo apareciendo en lo de la Tía Rosa y descubriendo que habían comprado la casa que el dinero proveniente de la venta de drogas. Tomó un poco de aire.
– Aquí y allá. Kari, ¿tienes familia para que malcríe al nuevo bebé?
Cuando Kari contestó, Andrea levantó la vista para ver al Maestro Cullen frunciéndole el ceño. Obviamente, había fracasado en distraerlo con su pregunta.
– ¿Y cómo va la cosa con los incendios provocados, Cullen?, -preguntó Nolan-. ¿Es así cómo te quemaste?
– Sí. Me descuidé.
¿Incendios provocados? ¿Era un criminal? Andrea se volvió y lo miró.
– ¿Incendias edificios? -Incluso en el momento en que lo preguntó, sabía que él nunca haría tal cosa.
– No, dulzura, arresto a los que lo hacen. Soy investigador de incendios provocados.
Cada simple músculo de su cuerpo se tensó, y la garganta se le oprimió con tanta fuerza que su voz salió ronca.
– ¿Un policía?
Sus ojos se estrecharon.
– Básicamente, sí.
Envolvió los brazos alrededor de sí misma, sintiendo frío a pesar de la calidez de la bata.
– Pensé que eras un barman. Actúas como uno. -No un policía. Esto no podía estar ocurriendo.
– Había ayudado a mis abuelos en su bar irlandés en Chicago, así que Z me preguntó si me gustaría atender la barra en el club. -Sonrió-. Sabía que si Nolan o Dan se ocuparan de la barra, perdería a la mitad de los miembros.
– Ey, -dijo Dan mientras Nolan soltaba una carcajada.
El Maestro Z la estudió por un momento, entonces se volvió a Nolan,
– Hablando de ocupaciones, ¿cómo va el diseño del jardín? ¿Beth te hizo un jardín de rosas ya?
Mientras Nolan expresaba gruñendo algo sobre hierbas, el Maestro Cullen puso un dedo debajo de la barbilla de Andrea y la elevó.
– ¿Por qué te molesta que sea un policía? -le preguntó en voz baja.
¿Molestarle? La aterraba. La gente normal, común y corriente, reaccionaba mal al conocer su procedencia. ¿Pero un policía? Oh, sabía lo que los policías pensaban sobre ella. La sensación de desesperación la congeló hasta los huesos.
– Tengo que irme.
Su brazo se flexionó, manteniéndola en su regazo.
– Todavía no.
– Señor. Por favor.
Sus ojos se habían oscurecido como un bosque de pinos al amanecer. Su mano le ahuecó la mejilla, sujetándola para que no pudiera apartar la mirada, pero la suavidad hizo que las lágrimas picaran en sus ojos.
– Ahora dime. ¿Tu empresa de limpieza es un frente ilegal? -Ella parpadeó ante la pregunta inesperada-. No.
– Bien, eso es un principio. -Su mejilla se arrugó-. ¿Eres buscada por cometer algún delito?
– No.
– No, ¿qué?
Lo miró a los ojos. ¿Cómo podía exigir un título ahora? ¿No podía ver que su vida estaba haciéndose pedazos alrededor de ella?
– Andrea…
– No, Señor, no soy buscada por nada. -Le tomó la muñeca, intentando apartarle la mano-. No quiero hablar de esto. Quiero irme.
– Te daré lo que necesitas, no siempre lo que quieras. Y ahora necesitas sacar esto de adentro. -Su mandíbula se tensó, pero su pulgar le acariciaba la barbilla-. Explícame. Ahora.
Se había metido sola en esto, queriendo a un hombre que pudiera decirle qué hacer y probarlo.
Ahora exigía más, que se abriera a él, y él era el enemigo. Uno de los que…
– ¿Cuál es mi nombre, Andrea? -Interrumpió sus pensamientos con la pregunta.
– Maestro Cullen. -Mi Señor*.
– Bien. Ahora dime.
– Tengo un… antecedente. Y vengo de los barrios bajos, así que mi familia tiene un… historial. -Él se rió entre dientes, el sonido vibrando a través de su pecho penetró en el cuerpo femenino.
– Antecedentes es una buena palabra. ¿Todo quedó en el historial y nada es actual?
No estaba reaccionando de la manera correcta. ¿Qué estaba mal con él? Podía sentir a su corazón desenfrenado mientras asentía con la cabeza.
– Oh, pequeña sub, -murmuró-. Hay mucha gente que ha hecho algo… o mucho… que lamentaron después. No juzgo a una persona por su pasado. Ni por sus parientes. -Le sonrió-. Tenemos un gran número de defensores de la ley en mi familia, es cierto, pero mi tío solía ser un corredor de apuestas, un primo vendió drogas, y mi bisabuelo nunca diría de dónde sacó el dinero para el bar y otros negocios.
– ¿En serio? -¿A él no le importaba?
– Me gusta quién eres ahora, Andrea. Me gusta tu inteligencia, tu coraje, la manera en que estás dispuesta a arriesgarte a un castigo por cuidarme, y tu sentido del humor, que es tan retorcido como el mío. -Rozó un beso sobre sus labios-. Pero toda esa cautela obviamente proviene de un daño en tu pasado. Tengo la intención de averiguar qué pasó.
Ella se puso rígida otra vez. Nunca querría hablar de su pasado. No con él. Comenzó a desatarse el cinturón de la bata.
– Tengo que irme. ¿Dónde debería dejar la bata?
Él cerró los dedos sobre los de ella.
– La devolveremos mañana y buscaremos tu cartera entonces.
– ¿Mañana?
Acariciándole la mejilla con un dedo, él sonrió.
– Oh, sí. Mañana.
– Pero te dije… -Intentó echarse hacia atrás. Necesitaba irse a casa y pensar-. Pero… No.
– Pueden usar un cuarto del piso de arriba si lo desean, -Z la interrumpió. Estaba parado cerca, y Andrea se dio cuenta de que los otros se habían ido.
– Gracias, lo haremos. -El Maestro Cullen le sacudió la cabeza a Z para que se fuera.
Cuando Z accedió riéndose, el Señor dijo,
– Te quedarás aquí conmigo esta noche.
– No puedo. Tengo trabajo que necesito hacer.
– ¿Tu negocio de limpieza?
– Sí. No encontré a un reemplazo para una de mis empleadas, así que estoy ocupándome de las cosas que ella hacía. Tengo dos lugares dónde ir a las siete.
– ¿Estás segura? Estaba deseando enterrarme dentro de ti otra vez. -Un estremecimiento la recorrió, y él sonrió antes de que sus ojos se volvieran serios-. Y hablar de esto.
Él sencillamente no parecía razonable.
– Maestro Cullen, soy una aprendiz. Del club. ¿Por qué estás haciendo esto?
Le tomó el rostro entre sus manos.
– Quiero ver si está pasando algo más entre nosotros que lo que sólo sucede entre una aprendiz y un entrenador. -Sus pulgares le acariciaban los pómulos, y su respiración se detuvo.
Oh, por favor, ella quería eso muchísimo. Tragó.
– Yo… ¿Podemos discutir esto más tarde, tal vez?
¿Él todavía se sentiría de esta manera?
Cullen frunció el ceño pero asintió con la cabeza.
– No puedo exigir tu confianza. Pero, Andrea, llegará un momento en que tanto tu cuerpo como tus emociones estarán abiertos para mí.
Ella se estremeció, perpleja por la oscura promesa en sus ojos.