Epílogo

Emma se había asomado a la ventana, observando cómo Grace atraía a Ben dentro del coche y desaparecían después detrás de la esquina. Sólo entonces soltó un gran suspiro de alivio.

Eso de andar haciendo de casamentera estaba agotando a una mujer de su edad, se dijo mientras se dejaba caer en el sofá. Todo sería más fácil si al menos la gente joven de hoy día dejara al menos de poner trabas a su trabajo… Pero, a fin de cuentas, había satisfecho sus objetivos con el mayor de los éxitos. Logan se hallaba felizmente casado, y Grace estaba en camino de lo mismo. Se atusó el moño con un gesto de satisfacción. Si Ben era tan bueno como Grace creía que era, los dos tardarían todavía un buen rato en volver a doblar aquella esquina. Evocando su juventud, sabía que con un poquito de imaginación, un coche podía ser un lugar muy sugerente para tener relaciones íntimas…

Estiró las piernas. Le dolían después del largo viaje del día anterior, pero lo cierto era que nunca se había sentido tan feliz ni tan rejuvenecida. Su presencia allí era justo lo que habían necesitado aquellos dos jóvenes para dar el paso final y definitivo: admitir sus verdaderos sentimientos.

Después de su éxito con Grace y con Logan, Emma ya podía descansar tranquila. Pero no podía quedarse sentada durante mucho rato. No, una mujer de su talento… sería una vergüenza que desperdiciara un solo minuto del tiempo que todavía le quedaba por estar en este mundo. Que no pretendía que fuera poco. Al menos el suficiente para ver a los hijos de Grace y de Ben sentados en sus rodillas. Pero… ¿qué podría hacer mientras tanto?

¡Seguir haciendo lo que se le daba tan bien! De pronto se le ocurrió una brillante idea y chasqueó los dedos. Tenía sobrinos y sobrinas que entrarían en edad casadera al cabo de unos pocos años. Y su círculo social estaba lleno de viudas, viudos, divorciadas y divorciados. Todos en desesperada necesidad de compañía. Descolgó el teléfono y marcó un número. Sonrió complacida cuando Alice Farnsworth respondió a la primera llamada.

– Alice, ahora mismo estoy visitando a mi nieta, pero mañana estaré en casa a tiempo de asistir a la fiesta benéfica del Country Club. Mi chófer está enfermo y me preguntaba si te importaría pasar a recogerme… -escuchó su respuesta-. ¿No hay problema? Bueno, gracias. ¿Te he dicho que le había prometido al pobre Ralph Nadelson que le llevaría en mi coche? No es el mismo desde que murió su esposa…

Sí, pensó Emma. Decididamente había nacido para el oficio de casamentera. Miró su reloj. Después de todo, Ben y Grace todavía no habían vuelto a aparecer y todavía tardarían una media hora o más incluso.

Ah, ser joven y poder ser capaz de amar sin límite. Grace y Ben, sin duda, eran muy afortunados…

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