CAPÍTULO 16

Caroline parpadeó hacia Adrian, recordándole a un pequeño búho aturdido.

– No eres un vampiro -repitió despacio.

– Así es.

– Eres un cazador de vampiros.

Adrian asintió con la cabeza.

– Alguien que caza a vampiros.

Él asintió con la cabeza otra vez.

– Y los mata.

– No exactamente. Porque ellos estan ya muertos -explicó suavemente- Lo que hago es destruirlos y envíar las cáscaras desalmadas de sus cuerpos al diablo de modo que ellos no puedan hacer más daño.

Incluso cuando con cuidado se sacó sus armas y comenzó a andar de espaldas hacia el medio del puente, Caroline asintió con la cabeza, como si lo que le decía tuviera perfecto sentido.

– Asi que por eso duermes durante el día. De esa manera puedes salir a cazar vampiros por la noche.

– Eso me temo, ellos no son muy aficionados al sol.

Él casi podía ver los complejos y entramados engranajes de su retorcido cerebro.

– Supongo que no compartes sus otras características. Como, ah… ¿la inmortalidad, por ejemplo?

Él arqueó una ceja.

– ¿Esto es por la galería de retratos otra vez?

Ella asintió con la cabeza.

Él cruzó sus brazos sobre su pecho, apremiado por recordar la ultima vez que se habían sentido tan vacíos.

– Yo no te mentí sobre el fuerte parecido de mi familia. Mi tatara-tartara-tatara-tío una vez engendró a un niño con la criada de su esposa. Fue capaz de negar que el niño era suyo hasta el día que nació con aquella marca reveladora encima de su ojo izquierdo.

– ¿Qué pasó entonces? -preguntó ella, despacio, pero retirándose.

– Mi tatara-tartara-tatara-tía le disparó. Por suerte para mí y el resto de sus descendientes, ella tenía muy mala puntería y sólo logró pegarle un tiro en la espinilla. Él continuó engendrando a más de quince niños, siete de esos en mi tía. Ella estuvo obligada a pegarle un tiro dos veces más antes de que finalmente muriera en su cama a la madura edad de noventa y dos años.

Caroline ladeó su cabeza.

– ¿Y los espejos? ¿Si eres un cazador de vampiro en vez de un vampiro, entonces por qué eres tan contrario a vislumbrar tu reflejo?

Adrian suspiró y pusó una mano sobre su mandíbula. Esta era la pregunta que mas había estado temiendo.

– Si debes saber, él se deshizo de los espejos por mi -Julian arrastró las palabras cuando llegó saliendo de las sombras detrás de ella.

Al mismo tiempo, Adrian soltó un juramento, Caroline colocó una mano sobre su corazón y se giró para afrontar a su hermano.

– ¿Por qué eres contrario a vislumbrar tu reflejo?

– No -Julian contestó, dando otro paso hacia ella- Porque ya no lo tengo.

Caroline se quedo en silencio durante un largo momento antes de hacer silenciosamente una pregunta.

– ¿Y supongo que ya no tienes un alma tampoco?

Julian acarició los bolsillos de su chaleco desdeñosamente correcto, luego sacudió su cabeza tristemente

– No para mí, me temo.

Caroline despacio se volvió hacia atrás a Adrian, el calor de sus ojos enfriandose hasta helarse.

– ¿Cuánto te llevó a ti y a tu hermano para venir con esta pequeña broma cruel y pesada? ¿Pensaste que esto sería una gran diversión para engañar a la muchacha crédula del lugar? ¿Planeastes todo el asunto con una agradable botella en el puerto y algunos puros finos? -Ella levantó su barbilla, pero no podía esconder completamente su temblor- Parece que me equivoqué contigo después de todo, milord. Usted es tan despiadado como quiso que yo creyera que era.

Adrian dió un paso indefenso hacia ella.

– Si sólo me escucharas, Caroline.

– Ah, no -dijo ella, sacudiendo su cabeza- Creo que he oído bastante por una noche. Ahora si ambos están entreteniéndose a mis expensas, creo que volveré a mi cámara.

Con sus hombros delgados, rígidos bajo la capa de Adrian, Caroline comenzó andar hacia el final del puente bloqueado por Julian.

Demasiado tarde, Adrian comprendió lo que su hermano iba a hacer.

Cuando Caroline se acercó a él, un gruñido inhumano salió de la garganta de Julian. Él enseñó los dientes, los fondos de oscuridad en sus ojos se ahuecaron para aparecer los blancos.

Caroline jadeó y fue tropezando hacia atrás. Julian siguió paso a paso, la luz de la luna brillando en las curvas letales de sus colmillos. Él no retrocedería hasta que ella se hubiera apoyado directamente en los brazos de Adrian.

Adrian juntó su cuerpo tembloroso contra el suyo y fulminó con la mirada a su hermano por encima de su cabeza.

– ¡Maldito, Julian! No eres muy oportuno.

Julian se encogió de hombros, su semblante angelical volvió a la expresión arrepentida que siempre le permitía hacer la peor travesura.

– No soy oportuno quizás, pero completamente eficiente.

Adrian tuvo que confesar que no era ningún gran sacrificio tener a Caroline en sus brazos. Todavía fulminando a dagas con la mirada a Julian, él acarició la blandura de su pelo.

– Esta bien, amor. No dejaré que te haga daño ese muchacho repugnante.

Como Caroline siguió boquiabierta de asombro, Julian le ofrecio la clase de sonrisa que uno podía ofrecer a una niña después de cogerla por la barbilla y asegurarle que el monstruo de debajo de la cama habia sido vencido y no habia peligro.

– No hay ninguna necesidad de que esté aterrorizada, señorita Cabot. Puede ser un bocado delicioso, pero a diferencia de mi querido hermano aquí, soy capaz de controlar mis apetitos.

Cuando él miró vió la fija mirada indolente de su hermano a cada detalle indiscutible de su abrazo, incluso Caroline con el pelo caído y con los labios madurados por besos, Adrian dijo.

– Sé lo que piensas, pero eso no es lo que quiero.

– ¡Ah, por el bien de la compasión, no lo hagas! -respondió Julian- Puedes mentirle, puedes mentirte hasta a ti si quieres. Pero no me mientas. Ella es exactamente lo que quieres.

– Hágalo otra vez -mandó Caroline de repente- Aquella cosa que hicistes. Con los ojos. Y el… -Un frío estremecimiento bajó por ella, cuando Adrian suavemente frotó su pequeña espalda- dientes de… de.

– No hago por lo general un bis, pero para usted… -Julian contempló a su hermano para que lo aprobara.

Aunque supiera que probablemente tendría que lamentarlo más tarde, Adrian suspiró y asintió con la cabeza.

Esta vez no podría culpar a la transformación de Julian a una broma pesada o una broma de la luz de la luna. Cuando la oscuridad llegó a sus ojos, convirtiéndolo en algo tanto menos que humano, era todo lo que Adrian podía hacer para no retroceder. Entonces, como rápidamente, la oscuridad se hundió y su hermano pequeño no estaba de pie allí antes de ellos.

– ¿Ah, querido Señor, es verdadero, verdad? realmente es un vampiro -respiró Caroline. Aunque hubiera asegurado una vez a Adrian que no era la clase de mujer que se desmayaría en sus brazos, pareció estar en el peligro de hacer eso.

– Eso creo -murmuró él, sosteniendola estable hasta que dejó de balancearse a sus pies.

Ella no podía arrancar su fija mirada de Julian.

– ¿…usted…? -privada de la coherencia, hizo pequeños movimientos agitando sus manos- ¿…se volvió usted mismo en un murciélago y voló hasta aquí?

Julian retrocedió.

– ¡Dios mío! mujer, ¿has estado escuchando las tontería de Portia otra vez? realmente debería supervisar los hábitos de lectura de la niña con más cuidado. Si sigue llenando su cabeza de las tonterías del doctor Polidori, verá a vampiros detrás de cada cortina y palma en conserva. Puedo dormir bien en un ataúd, pero puedo asegurarle que nunca tengo…

– ¿Realmente duerme en un ataúd? -soltó Caroline, con la curiosidad que empezaba a vencer su shock.

Adrian puso sus ojos en blanco.

– Tendrá que perdonar a mi hermano. Siempre tuvo una notable aptitud para el drama, incluso antes de hacerse un vampiro.

– No entiendo -susurró Caroline, dandose la vuelta para mirar fijamente la cara de Adrian- ¿Si Julian es vampiro, entonces por qué deja creer a todos que lo es usted?

– Es el camino más fácil -explicó Adrian- pueden sospechar, pero nunca podrán demostrar nada.

Julian extiendió sus brazos en un elocuente encogimiento.

– ¿Y mientras desdeño el sol, visto todo de negro, y arrojo poesía abominable sobre sangre y muerte en cada velada musical y cena de medianoche, cómo es posible que alguien pueda tomarme en serio?

Devolviéndole una mirada cautelosa.

– ¿Y las misteriosas desapariciones en Charing Cross? ¿Es responsable de ellas?

– No -dijo Adrian- Fui yo- Cuando la mirada fija asustada de Caroline le azotó por detrás, añadió- Ellos eran vampiros, querida. Todos ellos.

– Entonces los destruyó -dijo ella, repitiendo sus anteriores palabras- Y envió las cáscaras desalmadas de sus cuerpos al diablo.

– ¡Asi que allí! -Julian exclamó- No hay ninguna necesidad de ser tan despectiva sobre el destino del desalmado.

– Julian no se parece a los demás -le aseguró Adrian- Nunca ha bebido de otro ser humano.

– Sólo porque aquí mi hermano mayor ha gastado una pequeña fortuna en carnicerías durante los cinco años pasados.

Aunque ella hizo un valiente esfuerzo, Caroline no podía esconder completamente su mueca de repugnancia.

Julian dio un suspiro resignado.

– Cuando las mujeres son todo desvanecimientos sobre el romance con un vampiro, uno nunca se para a pensar en las pequeñas molestias como el aliento de sangre, ¿verdad?

– Cinco años -repitió Caroline, con sus ojos todavía aturdidos- Ese es mas o menos el tiempo que su madre estuvo en el extranjero y Julian vino para quedarse con usted en Oxford.

Adrian asintió con la cabeza.

– Le dije que él aceptó compañias desagradables de jóvenes. Lamentablemente, ellos estaban conducidos por un hombre que deseaba hacerme un grave daño.

– Duvalier -Caroline susurró antes de que cualquiera de ellos pudieran mencionar un nombre.

Los dos hombres intercambiaron un vistazo asustado antes de gruñir en armonía.

– Larkin.

– Pero pensaba que Duvalier era su amigo -dijo Caroline.

– También yo -dijo Adrian, sintiendo que su cara se oscurecía con viejas memorias, viejas excusas- No me di cuenta hasta que fue demasiado tarde, que él siempre estuvo en secreto celoso de mí.

– Sólo porque eras más fuerte, más elegante, más rico, con mejor aspecto, un boxeador más hábil, más respetado, y mucho más popular entre las damas -Julian frunció el ceño- ahora que miro hacia atrás, eras bastante insoportable.

Adrian le mandó un vistazo de represión.

– Victor logró esconder su amargura hacia mí hasta que yo por descuido robé el mayor de sus tesoros.

– No sería el corazón de Eloisa Markham por casualidad, ¿verdad? -Caroline preguntó suavemente, pero firmemente se soltó de sus brazos.

Aunque supiera que no era justo, Adrian sintió que su carácter comenzaba a exaltarse.

– ¿Hay algo que el buen policía no le dijo cuándo le susurraba dulces promesas en su oído?

Poniendo unos pies de distancia entre ellos, Caroline encontró su fija mirada desafiante con la suya propia.

– Él no me dijo lo que le pasó a Eloisa.

Adrian se dió vuelta alejandose de ella, descansando sus manos en el antiguo parapeto de piedra que separaba el puente. Una brisa llegó con el aroma del jazmín que florecía de noche y agitó su pelo.

– Después de que Eloisa rompiera su corazón, Victor cambió. Comenzó a beber en exceso y a frecuentar uno de los clubes más sórdidos de Whitechapel. Larkin y yo no teníamos ni idea de que eso era un juego del infierno en todo el sentido de la palabra.

– Una escala de vampiros -dijo Julian suavemente.

Adrian siguió.

– Ya que yo había tomado una cosa que él quería, decidió tener una cosa que creía que yo no podría tener nunca, inmortalidad. Se hizo uno de ellos. con mucho gusto rindió su alma a aquellos monstruos de modo que tuviera poder para destruirme y a todos los que amaba -Adrian se volvió hacia atrás para enfrentar a Caroline, rechazando huir de su propia culpabilidad con lo que seguia- Cuando ordené a Julian que parara de seguirme como un perrito, Victor esperaba. Tomó a Julian bajo su ala y lo trató como un igual. Hasta lo llevó al club de juego de azar. Cuando Julian vino y trató de decirme que había vampiros en Londres y Victor podía ser uno de ellos, agité su pelo y le acusé de tener una imaginación hiperactiva.

Podia notar en Caroline como casi imperceptiblemente se estremecia con sus palabras que habían golpeado un nervio crudo.

– Eloisa y Julian desaparecieron al día siguiente. Yo no sabía donde buscar, entonces fui al club, creyendo en mi candor que Victor podría ser capaz de ayudarme a encontrarlos. El club estaba abandonado. Él y sus compañeros habían huido ya. Pero Eloisa… -Adrian cerró sus ojos, todavía frecuentados por la vista de aquella garganta pálida, delgada que derramaba cintas gemelas de rojo, aquellos ojos azules hermosos congelados para siempre en una ausente mirada fija- Nunca imaginé que destruyera algo que había amado tanto -abrió sus ojos para encontrar la conmocionada mirada fija de Caroline -Yo fui a salvar demasiado tarde a Eloisa, pero encontré a Julian enroscado en la esquina, jadeando y agarrando su garganta. Cuando llegé, me gruñó como alguna clase de cosa salvaje. Victor había asesinado a Eloisa a sangre fría, pero había decidido que esto sería un castigo más apropiado si convertía a mi hermano en la misma cosa que sabía que yo despreciaría más.

– ¿Cómo? – preguntó Caroline, pareciendo tan desanimada como Adrian se había sentido en aquel momento.

Julian miró fijamente al distante horizonte, la luna reflejaba en el agua la pureza de su perfil en su luz luminosa.

– En aquel mismo momento cuando mi corazón dejó de martillear, él me estaba mordiendo otra vez. Él rompió mi alma directamente, a menudo pensaba que Eloisa era afortunada. Cuando murió, su alma fue puesta en libertad.

– ¿Por qué no encontró alguna vez su cuerpo la policía?

Adrian le envió una torpe mirada a Julian.

– Entonces no tenía ningún modo de saber si Eloisa iba a quedarse muerta o si iba a convertirse…en algo más. Asi que después de meter a Julian en el carro, volví al club y quemé las cortinas -sus ojos le escocian por el fantasma de hollín y lagrimas- Estuve de pie en el paseo y miré como se quemaba el maldito lugar, no dandome cuenta hasta que fue demasiado tarde que acababa de destruir todas las pruebas que culpaban a Duvalier y mi propia inocencia.

Caroline sacudió su cabeza inútilmente.

– ¿Por qué no confiastes en Larkin? era tu amigo más querido. ¿No te habría ayudado?

– Yo no podía arriesgarlo. Estaba aterrorizado de que si alguien más averiguara lo que le había pasado a Julian, ellos se lo llevarían lejos de mi…o lo destruiriran.

Dirigiéndose hacia atrás por el parapeto y cruzando sus brazos sobre su pecho, Julian lo contempló con afecto sardónico.

– Yo me habría destruido en aquellos primeros días si no hubiera sido por ti -Él cambió su mirada a Caroline- Tuvo que encerrarme bajo llave lejos y retenerme durante casi un mes. Luché contra él. Lo arañé. Traté de morderlo le habría arrancado su garganta si pudiera haberme evadido de mis cadenas. Pero el tonto obstinado rechazó abandonarme, me trajo el sustento que necesitaba para sobrevivir y paso horas encerrado,, con llave en aquel desván conmigo, gritando hasta que estaba ronco, recordándome quién era, quién había sido, hasta que pudiera encontrar algún delgado hilo de mi humanidad para asirme. Y me lo ha estado recordando cada día desde entonces sin fallar.

Adrian echó un vistazo hacia abajo para encontrar a Caroline mirandole fijamente, con sus ojos grises nublados con lagrimas.

– No me vea de esa forma -advirtió él- Puedo no ser el bandido que creía, pero puedo asegurarle que no soy ningún héroe.

– ¿Cómo puede decir eso cuando ha sacrificado tanto para salvar a su hermano?

– Cuando no lo he salvado -contestó él en tono grave- Todavía.

– Adrian no ha estado cazando sólo a vampiros durante los cinco años pasados -dijo Julian- ha estado estudiando su ciencia también. Fue quién descubrió que puede haber un modo de restaurar mi alma.

– ¿Cómo es posible?- preguntó Caroline.

Los ojos de Julian brillaron por el entusiasmo.

– Si destruyo al vampiro que me engendró y recupero lo que me robó, puedo vivir otra vez, tenemos que encontrar y capturara Duvalier, entonces yo tengo que drenarlo seco.

– ¿Drénarlo seco? -Caroline tragó- ¿Significa eso qué es lo pienso que es?

Julian asintió con la cabeza.

– Tengo miedo, tendré que dejar mis hábitos de comida, por lo menos una vez.

– ¿Pero y si alguien lo destruye primero? ¿Estara perdida su alma para siempre?

Adrian intercambió una mirada con su hermano antes de decir.

– No necesariamente. Pero haría las cosas extraordinariamente más difíciles porque el alma de Julian y todas las almas que Duvalier ha robado en los cinco ultimos años volverían atrás al vampiro que engendró a Duvalier, sólo haciéndole más poderoso. Y aunque tengamos una idea, no estamos completamente seguros de quién era.

Caroline dio a su cabeza una pequeña sacudida, todavía luchando por examinar cuidadosamente todo que ellos le decían.

– Entonces los vampiros no son sólo criaturas que beben la sangre para sobrevivir. Ellos no tienen alma propia, pero acumulan las almas de aquellos que convierten en su propia clase.

– Así es -confirmó Adrian- Se alimentan de ellos y se vuelven más poderosos con cada alma que roban.

Cobijándose con sus brazos alrededor, Caroline reprimió un temblor.

– Entonces Duvalier ha estado poniéndose más poderoso todos estos años.

– Más poderoso, pero no invencible -dijo Adrian en tono grave- Hemos pasado los ultimos cinco años rastreando al bastardo por todas partes del mundo, Roma, París, Estambul, los Cárpatos. Lo hemos seguido en la carrera, pero siempre esta un paso por delante de nosotros. Hasta ahora.

– ¿Ahora? -chilló Caroline- ¿Por qué ahora?

Adrian alcanzó a Caroline, ya no era capaz de resistir poner sus manos sobre ella. Sobre todo ya que podría ser por última vez. Ahuecando su cara en sus manos, sus pulgares tiernamente acariciando el satén cremoso de sus mejillas.

– Porque finalmente encontramos algo que no podrá resistir.

Julian apoyó una bota en la pared y comenzó a pulir un invisible raspón con su pañuelo, mirando como si desesperadamente deseara poder convertirse en un murciélago y salir volando.

Caroline sacudió su aturdida cabeza.

– ¿Pero qué podría tentar posiblemente a tal monstruo…?

Adrian sólo podía mirar inútilmente cuando su aturdimiento comenzó a endurecerse por el horror.

– Ah, Dios -susurró ella, la sangre que visiblemente desaparecia de su cara- ¿Es Vivienne, verdad? La tía Marietta, dijo que la primera vez que la vio, la miró como si hubiera visto a un fantasma. Larkin trató de advertirme de que tenía un parecido asombroso con Eloisa, pero no le escuchaba. Por eso la entrenaba en como llevar puesto su pelo. ¿El baile, el camafeo…el vestido largo… pertenecian a Eloisa, verdad? ¿Por qué apuesto que ella hasta llevaba puestas rosas blancas en su pelo y tocaba el arpa, verdad?

– Como un ángel -admitió Adrian de mala gana.

Colocando una mano sobre su boca, Caroline se escapó del él. Esta vez cuando la alcanzó, ella retrocedió violentamente.

– Querido Señor -respiró ella, retrocediendo ante él -sólo quiere usar a mi hermana como cebo, nunca sintió cariño por ella en absoluto.

– ¡Por supuesto que siento cariño por ella! ¡Ella es una muchacha muy querible!

– ¿Bastante querible como para atraer a aquel monstruo? ¿Bastante querible para ser conducida como un cordero a la matanza? -La voz de Caroline se elevó, rajándose en una nota ronca- ¡Le dio el vestido de una muchacha muerta! ¿Tuvo la intención de convertirlo en su sudario?

Adrian sacudió su cabeza, desesperado por borrar la angustia de los ojos de Caroline.

– Le juro por mi vida que yo nunca dejaría que se le causara ningun daño. Yo no me habría acercado a ella en absoluto si no creyera que soy lo bastante poderoso para protegerla.

– ¿De la misma manera que protegió a Eloisa?

Adrian cerró sus ojos brevemente.

– Soy mucho más fuerte ahora de lo que era entonces. He gastado cada día desde que murió afinando mis habilidades, tanto físicas como mentales. Incluso entonces, si me hubiera dado cuenta antes de que ella estaba en peligro mortal, yo podría haber sido capaz de salvarla.

– Pero no la salvó, ¿verdad?

Adrian no tenía ninguna defensa contra aquel golpe. Caroline se giró alrededor y emprendió el viaje de regreso a través del puente, con sus puños apretados con determinación. Esta vez Julian no hizo ningún movimiento para pararla.

– ¿A dónde va? -Adrian la llamó.

– A decirle a Vivienne todo sobre su pequeño feo plan.

– ¿Va a contarle sobre nosotros también?

Caroline se congeló en mitad de una zancada. Si no fuera porque el viento movia los pliegues de su capa y estremecía la seda de su pelo iluminada por la luna, Adrian podria haber creído que se habia convertido en piedra.

Ella despacio se dio vuelta para afrontarlo. Esto no era desprecio en sus ojos. Esto era el deseo, la pena. Su voz era suave, tan clara aún como el cristal.

– Sólo cuando comenzaba a creer que no era un monstruo, tuvo que demostrarme lo equivocada que estaba.

Aunque no quisiera nada más que ir detrás de ella, para arrastrarla a sus brazos y pedirle que entendiera, Adrian sólo podía estar de pie y mirar cuando Caroline se fue por el puente, llevándose consigo lo que quedaba de su destrozado corazón.

Caroline entró silenciosamente en la cámara de sus hermanas. Terminando de llorar, sus lágrimas se habían secado finalmente, dejando su cara devastada y sientiendose tan entumecida como su corazón.

Había esperado encontrar a sus hermanas acostadas en sus respectivas habitaciones, pero ambas se habían dormido en la sala. Portia estaba enroscada en una silla de ala sobrerellena, con su gorro de noche deslizandose hacia abajo sobre un ojo, mientras Vivienne estaba tumbada en la chaise delante del hogar, con la mejilla apoyada en sus manos y un edredón descolorido alrededor de ella. El fuego menguante les daba un brillo acogedor a sus caras turbadas por el sueño. Juzgando por el par de tazas de té medio vacías y el plato de loza sucio con migas de galleta que descansaba en el hogar, Portia había hecho bien su promesa de mantener a Vivienne ocupada toda la tarde.

Caroline todavía se tambaleaba al saber que Julian era un vampiro y Adrian era un cazador de vampiros. Pero empequeñeciendo aquellas revelaciones que no podían compararse con el descubrimiento más asombroso de todos: Adrian no lamentaba que Vivienne no lo quisiera.

Durante años jugando en el teatro que hacian para sus padres había sido unida al príncipe sólo porque era la mayor y la más alta de sus hermanas. Ahora había encontrado finalmente a un hombre servicial con quien hacer el papel de princesa sólo para descubrir amargamente que no había ningún final feliz para ellos dos.

Adrian había demostrado ser tan despiadado como Duvalier. Duvalier podía robar almas, pero Adrian se había escurrido por delante de toda su defensa bien afilada para robarle su corazón. Tuvo que cerrar sus ojos contra una oleada de ansiedad cuando recordó aquellos momentos en sus brazos, en su cama, los únicos que conocería.

Estaba a la deriva más profunda en el cuarto, sus zapatillas susurrando sobre la alfombra Aubusson. Como un invitado honrado en una merienda, la caja que contenia el vestido del baile estaba abierta y apoyada en el sofá cubierto por damasco, donde podía ser admirado mejor. Sólo hacía unas pocas horas habia estado tan locamente enamorada de su belleza como sus hermanas. Ahora solo pensar en ello en la piel conmovedora de Vivienne la hizo querer estremecerse. Si el vestido fuera no más que una cubierta, entonces la caja era un ataúd, listo para ser clavada y cerrada con todos sus sueños dentro.

Aún ahora mismo, algo sobre el resplandor del vestido todavía lo hacia irresistible. Caroline de mala gana paso las yemas de los dedos sobre el tul brillante, preguntandose sobre la muchacha que lo había llevado puesto una vez. ¿Se habían acelerado los latidos de su corazón cada vez que Adrian entraba en un cuarto? ¿Había sentido el deseo cada vez que él le mandaba una de sus sonrisas perezosas? ¿Había creído que él se precipitaría y la rescataría hasta aquel mismo momento cuándo encontró su destino impensable en las manos de un hombre en el que había confiado una vez, pero nunca había amado?

Caroline retiró su mano del vestido, mirando a sus hermanas. Parecia sólo ayer que eran niñas, todas con las rodillas raspadas y los rizos sueltos. Ahora vacilaban al borde de ser mujeres cultivadas, aún todavía con sus labios exuberantes encorvados a la mitad con pensativas sonrisas cuando soñaban con vestidos exquisitos y bailes de mascaras y hermosos príncipes que las rescataban de cada peligro.

Llegó al hombro de Vivienne, determinada a sacudirla de aquellos sueños y llevársela de ese lugar antes de que se convirtieran en pesadillas. Pero algo paró su mano.

Todavía podía ver a Adrian de pie en aquel puente, el viento soplando por su pelo. Incluso aunque no fuera un hombre que pedía, había visto el ruego en sus ojos. Pensó en los años que había pasado cazando a Duvalier y a otros monstruos como él, la enormidad de los sacrificios que había hecho para proteger el secreto de su hermano. Mientras otros hombres de su edad y posición bailaban hasta el alba, perdiendo sus fortunas, y seduciendo a mujeres casadas, él había gastado los últimos cinco años, desterrado de su propia clase, viviendo en las sombras justo como las bestias que cazaba.

¿Qué haría ella si sus situaciones fueran invertidas? miró fijamente a Portia cuando suavemente acarició el pelo de Vivienne. ¿Hasta donde llegaría para salvar las vidas de sus hermanas? ¿Salvar sus mismas almas?

Había creído que sus lágrimas estaban todas secas, pero se había equivocado. podía sentirlas picando en sus ojos cuando se dio cuenta exactamente de lo que haría.

Algo.

Algo, imperiosamente.

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