Todos en el salón se dieron la vuelta y la miraron boquiabiertos, como si hubiera perdido la cabeza. Aunque la humedad estaba haciendo que el pelo de Portia se rizara alrededor de su rostro, y una nube de polvos faciales seguía envolviendo a tía Marietta. Vivienne se veía tan fresca como una mañana de primavera con su cabello recogido en un moño al estilo preferido del vizconde. Su esbelta figura estaba ataviada con un vestido de satén floreado de color verde sauce que complementaba perfectamente con los ojos grises de Caroline, cuando tenía la oportunidad de llevarlo.
Depositando la taza de té en su platito con excesivo cuidado, Kane se levantó para enfrentarse a ella. Elevándose sobre el caos desordenado del salón de su tía, parecía más imponente y dos veces más robusto. Si hubiera sido un vampiro, probablemente podría haberlos dejado sin sangre y seguiría teniendo un salón para el té y bollos.
– Espero que perdone mi imprudencia, señorita Cabot -dijo, con belicosa diversión pero con cautela en su mirada.-No tenía idea de que usted se opondría tan apasionadamente a la invitación que hice a su hermana a mi propiedad.
Ella parpadeó.
– ¿Su propiedad?
Él parpadeó.
– Por supuesto. ¿Qué es exactamente lo que pensaba que estaba proponiéndole? -su inocente comportamiento no la engañó. Él sabía exactamente lo que estaba pensando.
Sus rodillas estaban débiles de alivio, y se derrumbó en un sillón de orejas tapizado en un horrible brocado floral al que no se le veía el borde.
– Pensé que quizá usted estaba sugiriendo… una excursión con este espantoso clima. Vivienne siempre ha tenido una delicada constitución y temía por su salud.
Vivienne entrecerró los ojos.
– Tendrá que perdonar a mi hermana, Lord Trevelyan. Piensa que es mamá gallina y Portia y yo sus polluelos.
Siguiendo a Caroline, Kane se sentó y pidió una taza de té, el tamaño de sus manos empequeñecía a la fina porcelana china.
– Puedo asegurarle señorita Cabot que nunca pondría en riesgo la salud de su hermana -ella pudo imaginarse la inclinación burlona de su fija mirada.-Como usted habrá oído, se celebrará un baile de máscaras en el castillo Trevelyan la próxima semana y con todos los preparativos que se tienen que hacer, pensé que sería mejor retirarse al campo unos días antes. Vine a invitar a su hermana para que me acompañara -miró a tía Marietta esbozando una sonrisa afectada.-Con su tía sirviendo de chaperona, por supuesto.
Naturalmente él tenía un castillo. Un castillo donde Vivienne algún día sería la señora. Caroline sintió un profundo dolor en el pecho.
– ¿Y exactamente dónde está el castillo, milord? -preguntó ella.-¿Rumania?
Portia se ahogó con su té, ganándose una palmada de la tía Marietta en la espalda. Todos sabían que en el país europeo del este abundaban las historias de gitanos sobre vampiros, hombres lobos y otras criaturas de la noche. Incluso alardeaban de tener monstruos reales, incluyendo a Vlad Drácula el Empalador, el infame soberano cuyo reino de terror llegó a ser ambas cosas, leyenda y pesadilla.
Kane reconoció su burla con una sonrisa vacilante.
– En algún lugar más prosaico, me temo. El Castillo Trevelyan está localizado en Wiltshire al oeste de Salisbury.
Caroline se preguntó si su súbito deseo de huir de Londres tenía algo que ver con lo sucedido entre ellos la última noche. ¿Estaba buscando apartar a Vivienne de su influencia? ¿O a él mismo? Cualesquiera que fueran sus intenciones, no permitiría que él las llevara a cabo. Necesitaba más tiempo para asegurarse que él no era una amenaza para su hermana.
Caroline aceptó una rebosante taza de la doncella, asombrándose de la firmeza repentina de su mano.
– Es muy amable de su parte incluir a tía Marietta en su invitación, milord, pero no habrá necesidad de molestarla más de lo que ya lo hemos hecho. Estoy perfectamente capacitada para actuar como chaperona de mi hermana.
Fue el turno de tía Marieta de ahogarse con su té. Con una chispa de regocijo en su mirada, Portia le golpeó entre los omoplatos con más fuerza de la estrictamente necesaria.
Mientras todavía seguía crispada, los ojos del vizconde se entrecerraron ligeramente.
– Perdóneme señorita Cabot. Tenía la impresión de que usted y Portia regresarían a Edgeleaf en unos días.
Caroline tomó un pequeño sorbo de su té.
– Realmente no hay prisa, ¿verdad?. El primo Cecil difícilmente nos extrañará, y he oído que el aire de Wiltshire puede ser muy tonificante en esta época del año.
– No puedo imaginar que ha puesto esa idea estrafalaria en tu cabeza, niña -tía Marietta masculló, frotando ligeramente con un pañuelo una gotita de té que tenía en su vestido- ¡Hablando del ciego guiando a otro ciego!
– Me temo que su tía tiene razón. No debería recordarle que usted también es una joven soltera -la nota de sarcasmo en la voz de Kane de algún modo se burló de ambas.- Difícilmente se lanzaría usted sobre la sospechosa compasión de un soltero cansado como yo.
Dejando fuera sus objeciones, Caroline se rió.
– Puedo asegurarle que no tiene nada que temer en ese aspecto. Hace mucho que he pasado la edad en la que creía que cada hombre que conocía intentaría seducirme o cautivarme.
– ¡Caro! -exclamó Vivienne, ruborizándose desde la raíz de su rubio cabello.
– Si, me estaba preguntando cómo iba a comerse esas galletas ahora que usted está entrando en la vejez -dijo Kane secamente cuando Caroline tomó una galleta azucarada de la bandeja de té.
Ella tomó una fina galleta.
– Me niego a usar el título de “líder de los simios” sin reclamar cualquiera de sus ventajas. Como mujer que muy probablemente no estará bajo la protección de un esposo, debería ser capaz de moverme en sociedad, como tía Marietta lo hace -ella le lanzó una mirada por debajo de sus pestañas, incapaz de resistirse al fingido revoloteo.-También debo confesar que puedo contar con su buen carácter. De acuerdo a la carta de Vivienne, usted es un verdadero santo entre los hombres -un campeón designado para salvar a los gatitos callejeros perdidos.
– Y de una mujer tonta y joven que insiste en ir a dónde no es bienvenida.
En cuanto encontró su estimulante mirada con la suya, los dos podrían haber regresado al iluminado jardín en Vauxhall, justo un beso antes de caer en los brazos del otro. Aunque la graciosa sonrisa de Kane nunca titubeaba, el frío brillo de sus ojos, le advirtió que él no estaba acostumbrado a ver frustrada su voluntad. No se preocupada de eso.
Las protestas de tía Marietta fueron ahogadas por el sonido de los aplausos de Portia.
– ¡Oh, un baile de máscaras! ¡Qué emocionante! ¡Difícilmente puedo esperar para empezar a hacer el equipaje! Dígame milord, ¿su hermano nos alcanzará inmediatamente?
– Una vez que Julián se entere de que estaré acompañado por las hermosas jóvenes Cabot, estoy seguro que no seré capaz de superar su paso con mi bastón -agarrándolo, se levantó.-Ahora si me disculpan, señoras, creo que he abusado demasiado de su hospitalidad. Debo irme y hacer los arreglos para el viaje.
Mientras tía Marietta le hacía señas a la doncella para que le trajera el abrigo y el sombrero, Vivienne se levantó.
– Estoy complacida de que nos tomara en cuenta, milord. Ha sido un placer inesperado.
– El placer ha sido todo mío -murmuró él atrayendo la mano de Vivienne a sus labios.
Los mismos labios que habían sido tan afectuosamente cariñosos con los suyos. Los mismos labios que los habían avivado y engatusado hasta que los abrió al posesivo calor de su lengua. Los mismos labios que la habían reclamado como si ella siempre le hubiera pertenecido y seguiría siéndolo.
– Un inesperado placer efectivamente -dijo Caroline rígidamente, aunque su tono implicaba lo opuesto.-Tenía la impresión de que usted raramente se aventuraba a salir durante el día.
Tan pronto como Kane bajó la mano de Vivienne, se giró para mirarla, incluso Caroline tenía que admirar su aplomo.
– Raramente lo hago a menos que haya algo interesante, tal como mimarse en la compañía de cuatro encantadoras señoras. El movimiento de su mano incluyó a tía Marietta. Ella rió disimuladamente, como una colegiala, haciendo que Caroline se desanimara.
Él estaba cogiendo su sombrero y abrigo de la doncella, cuando Caroline inocentemente dijo:
– Espero que el abrigo no esté demasiado caliente para usted, milord. Mientras me vestía podría haber jurado que ví al sol asomándose de detrás de una nube.
Por un largo momento, Kane se quedó completamente inmóvil, nada se movía excepto un músculo en su mejilla. Luego, sin esperar a la doncella, cruzó de una zancada hacia la puerta abriéndola de par en par. La lluvia seguía cayendo torrencialmente.
El giró su imponente silueta contra la cortina de lluvia y ofreció a Caroline una tierna sonrisa.
– Aprecio su preocupación, señorita Cabot, pero parece que la lluvia llegó para quedarse.
Adrián llegó a su casa de la ciudad como una tempestad, golpeando la puerta, cerrándola detrás de él. No había ningún lacayo para darle la bienvenida, ni doncella que se precipitara y sacudiera su sombrero y su abrigo que goteaban. Los sirvientes no estaban acostumbrados a la llegada de nadie durante el día. Muchos de ellos probablemente se habían ido a sus camas o escapado para una tarde en el pueblo. Cada tapiz y postigo de la casa habían sido dibujados minuciosamente de acuerdo a las instrucciones del amo. Incluso el lacayo más humilde y la criada de trascocina sabían que una simple infracción a esa regla en particular, conduciría al despido inmediato.
Por un momento traidor, Adrián se permitió preguntar lo que sería tener a una esposa esperando por él. Alguna criatura amorosa que viniera alborotando las sombras para ayudarlo con sus ropas mojadas y ofrecerle una taza de té caliente y un tierno beso, mientras lo regañaba por aventurarse a salir en un día tan espantoso. Pero cuando esa criatura se materializó como una delgada, niña de ojos grises con una cascada lisa de pelo rubio que caía en su espalda, él implacablemente ganó la partida a su imaginación.
Acostumbrado a andar en la penumbra, se quitó de los hombros el mojado abrigo y lo lanzó junto con su sombrero sobre el mueble del recibidor. Estaba pasando una mano a través de su húmedo cabello cuando llegó Julián tropezándose en las escaleras, sus morenos rizos estaban igual que cuando eran unos niños y Adrián se levantaba para encontrar a un aterrado Julián parado al pie de su cama. Aunque le hubiera refunfuñado y regañado, Adrián siempre había terminado saliendo fuera de su caliente cama, para así poder matar al monstruo imaginario que merodeaba debajo de la de Julián.
– ¡Buen Dios, hombre! -exclamó Julián dando un tirón al nudo del cinturón de su bata negra de terciopelo.- ¿Por qué todo este jaleo? Eres bastante ruidoso como para despertar a los muertos.
Adrián le lanzó una oscura mirada antes de cruzar hacia el aparador de mármol y echarse un chorro de brandy. Miró con el ceño fruncido a la botella casi vacía en tanto la colocaba en su lugar. Habría jurado que el mayordomo la había rellenado tan sólo ayer.
Su hermano se dejó caer en el último peldaño, bostezó y se frotó los ojos. Abrió la boca cuando notó el charco de lluvia alrededor de la pata del mueble del recibidor. Miró incrédulo hacia la ventana. Un inconfundible haz de luz del día se asomó a través de la grieta de las pesadas cortinas.
– ¿Has estado fuera?
Adrián se volvió para apoyarse contra el aparador. Se frotó la parte de atrás del cuello. Tratando de pensar sobre cuántas horas habían pasado desde que se durmiera.
– Si, estuve.
– ¿Y que se apoderó de ti para que salieras de casa a esta hora impía? ¿Tuviste una mala noche? ¿Tu cacería fue sin éxito?
– ¡Oh no, al contrario, mi cacería fue muy exitosa! -Adrián tomó un trago de brandy, recordando la exuberante textura de Caroline en sus brazos.- Acabo de atrapar algo que no me esperaba.
Julián lo miró irónicamente.
– Conociendo tu devoción al deber, estoy seguro que no fue viruela francesa. Aunque pasar unas horas en uno de aquellos burdeles que hay en los callejones que frecuentas podrían mejorar tu temperamento.
Por alguna razón el pensamiento de una efímera liberación en las manos de alguna ramera no tuvo su encanto en Adrián. No con el dulzor irresistible de la boca de Caroline todavía tan fresco en su memoria.
Se bebió el resto de brandy de un solo trago, pero ni su calor pudo quitar completamente el sabor de ella en sus labios.
– La única cosa que mejoraría mi temperamento en este momento sería el rápido regreso de la señorita Cabot a su casa en Surrey.
– Deduzco por tu semblante severo que el regreso de la señorita Cabot al campo no es inminente.
– Al contrario. Parece que ella y sus queridas hermanas nos acompañarán a Wiltshire esta semana.
Julián se sentó derecho, entrecerrando sus oscuros ojos.
– ¿Esta semana? ¿Estás seguro que no es muy pronto? Pensé que no iríamos hasta la siguiente semana. ¿Qué pasa con Duvalier? ¿Cómo puedes estar seguro que nos seguirá?
– Oh, yo diría que hemos logrado satisfactoriamente picar su interés -Adrián encontró los ojos de su hermano directamente, negándose a sentirse mal por el golpe que su noticia le iba a dar.-Estaba ahí esta noche, en Vauxhall.
Julián estaba tan silencioso, que sus labios apenas se movieron cuando murmuró:
– ¿Lo viste?
Recordó su reciente pánico. Había sentido a través de la noche el acecho de Duvalier a una inconsciente Caroline. Sacudió su cabeza.
– No tuve que hacerlo. Lo palpaba. Podía sentirlo. Pero en el momento en el que me acercaba al bastardo, él se fundió en las sombras.
Adrián no se había dado cuenta hasta más tarde que la desaparición de Duvalier había sido una bendición. Si Duvalier hubiera sido testigo de que había besado a Caroline con una innegable pasión, podría haber estropeado todos sus planes.
– Me temo que no tenemos más opción que dejar Londres lo antes posible -dijo Adrián severamente.- Duvalier no era el único en Vauxhall esta noche. Larkin se está volviendo más persistente. Si no le lanzo nuestro aroma, ambos terminaremos en Newgate antes del baile. No tengo que decirte qué desastre podría ser -él puso su cansada mano sobre la mandíbula.-Tengo un asunto que atender en Wilshire también. Recibí noticias de Wilbury esta mañana. Alguien -o algo- ha estado aterrorizando a los aldeanos y matando el ganado en Nettlesham -dijo, refiriéndose a una pequeña aldea cerca de su pueblo.
– No fui yo -bromeó Julián.-Nunca he desarrollado el gusto por la carne de oveja -él desvió sus ojos pero no antes de que Adrián pudiera vislumbrar una sombra de duda en ellos.
– Sé qué difícil puede ser para ti. Pero no desistirás, ¿verdad? -preguntó, manteniendo el tono ligero de su voz para ocultar la importancia de la pregunta.
Adrián se dirigió a las escaleras. Aunque su primera intención era acariciar los oscuros rizos de su hermano, puso una mano en el hombro de Julián apretándole suavemente hasta que éste se forzó a buscar su mirada.
– No, no me daré por vencido, Jules, por ti. Y que Dios ayude a cualquiera que trate de ponerse en mi camino.
Julián alzó su ceja
– ¿Incluyendo a la señorita Caroline Cabot?
Ignorando la afilada puñalada de remordimiento, Adrián contestó:
– Especialmente la señorita Caroline Cabot.