Capítulo 15

Unos días después, mientras Hunter tomaba el café por la mañana con la comandante en la cocina, sonó su teléfono móvil. Su oficina había recibido la noticia de que la vista para pedir la retirada de cargos contra el general se había fijado para comienzos de la semana siguiente. Se lo dijo a la comandante, y en quince minutos, toda la familia del general, Sonya y Seth se habían reunido en la cocina. No esperaba tener tanto público, pero supuso que era lógico contarle detalladamente su plan a todo aquél que estaba involucrado.

Frank se sentó en un extremo de la mesa. Sonya se quedó de pie a su lado, con la mano apoyada en su hombro, con un cariño y un apoyo evidentes. Robin, que había vuelto de la universidad para pasar el fin de semana en casa, se sentó junto a Molly, mientras que Seth y Jessie permanecieron cerca de la puerta.

Hunter miró todas las caras, que se habían vuelto familiares para él en el corto periodo de tiempo que había pasado en aquella casa, y sintió pánico. Todos contaban con él. Y aunque todos sus clientes del pasado, y sus familias, habían contado con él, aquella gente era especial. Eran la familia de Molly. Para él, nunca había habido dos palabras que tuvieran tanta importancia. Ella se había pasado la vida buscando el amor y la aceptación que había encontrado allí. Y Hunter tenía su futuro en las manos. Comenzó a sudar.

– En resumen, esta vista es nuestra última oportunidad de que retiren los cargos antes de ir a juicio -dijo, intentando mantener un tono de voz calmado-. Sin pruebas sólidas que puedan exculpar al general, voy a incidir en esa misma falta de pruebas para acusarlo. Presentaré nuestra versión de lo que ocurrió la noche del asesinato, dónde estaba el general y por qué debería creerlo el tribunal, basándose en su carácter. Ofreceré nombres de sospechosos alternativos y señalaré que la policía no ha investigado a nadie salvo al general, y que al no hacerlo, no han completado el peso de la prueba. ¿Alguna pregunta?

Todo el mundo habló a la vez. Daniel se vio rodeado por una cacofonía de sonidos y no pudo entender nada hasta que, por fin, una voz se impuso a las demás.

– Pero conseguirá sacar a Frank, ¿no? Si no es en la vista, será en el juicio, ¿verdad? -preguntó Seth desde el otro lado de la habitación. Estaba apoyado contra el quicio de la puerta, con aspecto de ser lo que era: un niño de quince años muy asustado.

Hunter captó su desesperación y lo entendió. En el general, Seth veía a la última figura adulta masculina de su vida, y no quería perderlo también a él además de haber perdido a su padre. Hunter nunca había tenido un modelo masculino propio, pero sí conocía el miedo. Y podía imaginarse el temor que Seth estaba experimentando en aquel momento.

Tragó saliva. Deseaba poder darle al niño la respuesta que buscaba, pero después de años de experiencia había aprendido a ser honesto con las familias.

– Haré lo que pueda, pero tengo que ser sincero: éste es un caso difícil. No tenemos ningún factor de nuestro lado, salvo el carácter de Frank y, perdón por decir esto, la falta de carácter de Paul. Ojalá pudiera aportar algo más, pero tengo que ser realista.

– Todos nos alegramos de tenerte del lado de Frank -dijo Edna, desde su sitio en la mesa.

Daniel se preguntó si se sentirían de la misma manera en caso de que fracasara.


Ya que Hunter y el general estaban encerrados, dedicándose a preparar la estrategia para la vista, Molly decidió acercarse al centro de mayores para la clase de pintura que su amiga Liza daba a los residentes.

Además de visitar a Liza y a Lucinda, pretendía huir de su madre, que la había llamado para pedirle favores y recados. Molly había terminado por ceder y la había acompañado a tomar café en su hotel; después había tenido que ir a recogerle los trajes al tinte, y después le había dicho que tendría que encontrar la manera de resolver sus propios problemas, porque Molly también tenía los suyos.

Mientras los alumnos de Liza pintaban un bodegón, Molly y ella salieron al pasillo para charlar unpoco. Molly estaba hablándole de cómo iba el caso del general cuando sonó su teléfono móvil. Ella respondió.

– ¿Sí?

– Molly, soy papá. Tienes que venir a casa enseguida. Seth no aparece. Nadie sabe dónde está, y Jessie está encerrada en su habitación. No quiere hablar con nadie, y me tiene muy preocupado.

Durante todo el trayecto de vuelta a casa, Molly intentó imaginarse la agonía por la que estaba pasando Seth. Su padre había sido asesinado, su madre estaba destrozada y la única persona que ejercía una influencia masculina en su vida estaba acusada del crimen y podía ser condenada a cadena perpetua. Si los adultos tenían problemas para enfrentarse a todo eso, ¿cómo iba a conseguirlo un adolescente?

Y además estaba Jessie, que se preocupaba por Seth como si fuera su hermano. Molly pensaba que, si Jessie supiera lo que le había ocurrido, se vería dividida entre guardarle el secreto a Seth o hacer lo correcto y contarlo para que él volviera sano y salvo a casa.

Los problemas emocionales de Molly palidecían en comparación con todo aquello, y se sintió como una niña egoísta por preocuparse de sí misma. Debía apartarse aquellos supuestos problemas de la cabeza mientras se ocupaba de su familia. Incluyendo sus sentimientos por Hunter.


Edna estaba actuando como una comandante de verdad. Mientras todo el mundo se derrumbaba a su alrededor, ella mantenía unida a la familia. Molly entró en la casa y encontró una lasaña haciéndose en el horno para la cena, y a su abuela preparando una enorme ensalada. El general estaba hablando por teléfono con el departamento de policía, y Sony estaba a su lado. Hunter estaba solo en una esquina de la sala de estar, junto a la ventana, hablando con Ty acerca de poner a un investigador privado tras la pista de Seth.

Sólo el hecho de ver a Hunter dando instrucciones hizo que Molly se sintiera mejor. Él advirtió su presencia y le hizo un gesto para que se acercara mientras colgaba el teléfono y se lo metía al bolsillo.

Sin pensarlo dos veces, la abrazó.

– Todo va a salir bien -le prometió.

Cuando Hunter hablaba, ella lo creía. Dejó que la envolviera entre sus brazos y se relajó apoyándose en su forma masculina. Olía bien, y Molly no quería salir de su refugio cálido, seguro.

– ¿Cómo sabemos que se ha fugado y no que ha salido y todavía no ha vuelto? -preguntó Molly.

– Dejó una nota para su madre que decía: «Te quiero. Estoy asustado y necesito tiempo para pensar». Además, cuando Jessie se enteró de la noticia, insistió en que no creía que él hiciera nada drástico y se encerró en su habitación. No quiere hablar con nadie. A mí no me parece que Seth se haya ido a la biblioteca.

– A mí tampoco. ¿Qué ha dicho la policía?

– Están investigándolo, pero son los mismos que apuntaron a tu padre.

– ¿Y por eso has llamado a Ty?

Hunter asintió.

Molly miró hacia arriba, donde Jessie se había encerrado.

– Jessie debe de estar fuera de sí.

– Lo está. Por eso Robin va a venir esta noche. Tu padre pensó que quizá se abriera más a ella.

Molly asintió.

– Están muy unidas.

Sin embargo, todavía quedaban horas para la noche.

– Me pregunto si querrá hablar conmigo. Estamos progresando en nuestra relación -dijo Molly, mordiéndose el labio inferior.

– Me parece una buena idea -dijo Hunter, cuyos ojos se iluminaron ante la sugerencia-. Jessie está empezando a idolatrarte, y quizá confíe en ti.

– ¿Idolatrarme? -preguntó Molly con una carcajada.

– Eh, no subestimes el efecto que tienes en ella. No quería el jersey amarillo por nada -le dijo Daniel, y tomándola de la mano, la llevó hacia las escaleras.

– Entonces, ¿ahora eres experto en psicología adolescente?

– Creo que me estoy convirtiendo en experto en tu familia.

Se detuvo frente a la habitación de Jessie. La música sonaba con fuerza en el interior y se filtraba hacia el pasillo.

– ¿Estás lista?

Ella había estado actuando con el piloto automático desde que se había enterado de lo de Seth. Demonios, desde que a su padre lo habían arrestado por asesinato. El hecho de tener otra conversación difícil con su hermana podía ser la guinda. Tenía un nudo en el estómago y la cabeza estaba empezando a dolerle.

Sin embargo, sonrió a Hunter con confianza.

– Claro que estoy lista.

– Mentirosa -dijo él suavemente-. Pero puedes hacerlo, y seguramente conseguirás respuestas, que es lo importante.

Le tomó la cara entre las manos, la atrajo hacia sí y la besó.

Con aquel beso, le cortó la respiración. La calidez de sus caricias, su solidez, la pura sexualidad masculina que irradiaba eran potentes y poderosas. Molly cerró los ojos y saboreó la fuerza de sus labios y el juego de sus lenguas entrelazándose.

Daniel se retiró demasiado pronto. Sin embargo, tenía la mirada llena de emoción. A ella se le encogió el estómago por algo que no tenía nada que ver con su hermana.

– ¿Por qué ha sido eso? -le preguntó en un susurro.

– Para darte suerte.

Su corazón, que latía a toda velocidad, sentía algo distinto, pero Molly no podía pensar en ello en aquel momento. En vez de eso, inclinó brevemente la cabeza.

– Voy a necesitarla -murmuró ella mientras posaba la mano en el pomo de la puerta.

– Te veré en el despacho de tu padre cuando termines -le dijo él.

Ella asintió.

– Allá voy -dijo.


Hunter tenía un mal presentimiento sobre Seth. Una sensación mala, lacerante, en las entrañas. Y después de años de experiencia, había aprendido a confiar en aquel sentimiento. El instinto le decía que Seth no había huido porque estuviera abrumado con todas aquellas emociones. Seth había huido porque era culpable. El chico había visto u oído algo acerca del asesinato que podía implicar a alguien que le importaba mucho. Con la celebración de la vista a la vuelta de la esquina y todo el mundo tan nervioso, había sentido pánico y se había escapado.

¿Podía haber otra explicación para su huida?

Mientras caminaba por el despacho que había sido su habitación durante más de un mes, Hunter se estrujó el cerebro en busca de otra razón por la que un niño de quince años pudiera marcharse en mitad de una crisis como aquélla.

Sin embargo, no se le ocurría ninguna. Siguió enumerando las posibles causas. La madre de Seth estaba muy afectada, y el otro único apoyo que podía tener ella, Frank, estaba acusado de asesinato. Sonya necesitaba a su hijo, y el chico era lo suficientemente listo como para darse cuenta.

Entonces, ¿le iban mal las cosas en los estudios? La escuela era dura para cualquier adolescente, y un chico maduro como Seth podía enfrentarse a ello, Hunter estaba seguro.

¿La muerte de su padre? Razón de más para estar allí y asegurarse de que se hacía justicia. Seth había dejado claro que no creía que el general fuera culpable. Él debía querer que el nombre de Frank quedara limpio, y que encontraran al verdadero culpable.

Al recordarse a sí mismo a los quince años, Hunter supo que si estuviera en el lugar de Seth, habría buscado respuestas por sí mismo. A menos que ya supiera algo.

Era la única cosa que tenía sentido. Hunter no estaba seguro de qué información conocía Seth sobre el asesinato, pero el instinto seguía diciéndole que estaban en un punto de inflexión en aquel caso.

Supiera lo que supiera Seth, podía cambiar la dinámica de aquella familia para siempre.

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