Capítulo 16

Molly pensó que se había acostumbrado a vivir con una adolescente, pero cada vez que entraba en la habitación de Jessie, experimentaba algo sobrenatural. Las paredes estaban empapeladas con remolinos en blanco y negro y pegatinas rosas para darle color. Tenía un tablón de corcho lleno de fotografías de sus amigos en la pared, junto a carteles de grupos musicales y películas. Había un espejo sobre el escritorio, rodeado de frascos de maquillaje, y el iPod emitía música a un volumen atronador desde una esquina.

Y Jessie estaba sobre la cama, de cara a la pared.

Ni siquiera se había dado cuenta de que tenía visita.

Molly tomó la silla del escritorio y la acercó hacia la cama. Se sentó, tomó aire y le tocó a Jessie en el hombro.

– ¡Ay! -gritó la niña, y se dio la vuelta hacia Molly-. Caramba, ni te había oído entrar.

– No me sorprende. ¿Puedo bajar la música? -le preguntó Molly, señalando los altavoces del iPod.

Jessie asintió.

– Supongo que sí. Pero eso no significa que vaya a hablar de Seth.

– ¿Y por qué piensas que quiero preguntarte por él?

– Entonces, ¿para qué has venido?

– Tu mejor amigo ha desaparecido. Me parece que debes de estar muy preocupada, así que he venido a verte, eso es todo. Es algo que hacen las hermanas, como compartir la ropa -dijo Molly, e inspiró profundamente-. Creía que habíamos llegado a ese punto. ¿Me equivoqué?

Jessie negó con la cabeza.

– Me caes bien.

– No sabes lo mucho que eso significa para mí.

– Creo que sí. He conocido a tu madre, ¿no te acuerdas?

Pese a todo, Molly se rió.

– Bueno, ¿cómo estás?

Jessie se incorporó, dobló las rodillas y apoyó en ellas la barbilla.

– Estoy preocupada y asustada.

– Deja que te pregunte una cosa. Eres la mejor amiga de Seth. Tienes que saber más de lo que parece. Sólo quiero que me digas algo: ¿está en un lugar seguro?

Jessie asintió lentamente.

– Bueno, eso está bien.

– Ahora deja que yo te pregunte algo.

– Adelante.

– Si supieras algo que podía hacerle daño a alguien a quien quieres, pero que pudiera ayudar a alguien a quien también quieres, ¿lo contarías y harías daño a una persona con tal de ayudar a la otra? -inquirió Jessie con una mirada solemne.

– Esa es la pregunta más enrevesada que he oído nunca, pero creo que la entiendo.

– ¿De verdad? -preguntó Jessie con los ojos llenos de lágrimas.

Molly se inclinó hacia su hermana.

– Sabes algo, y si me lo dices, vas a traicionar la confianza de tu amigo.

– Es peor que eso. Si te lo digo, Seth podría sufrir de verdad. Pero si no te lo digo, puede que sufra otra persona. ¿Cuánto confías en Hunter?

Molly sacudió la cabeza.

– No cambies de tema, Jessie. Estoy confusa. Tienes que decírmelo. Seth está por ahí solo, y nadie puede ayudarlo.

– No lo había pensado así. Entonces, ¿puedo decírtelo y no sentirme mal, porque es por el bien de Seth?

– Escucha, hubo una cosa que no le dije a Hunter y debería haberle dicho. Él se enfadó conmigo. Me costó bastante que me perdonara.

– ¿Y lamentas no habérselo dicho?

Molly asintió.

– Sí.

– Quizá si te lo digo, Seth no me lo perdone nunca.

– Es un riesgo que debes correr. Pero lo estás haciendo porque te importa. No le dije nada a Hunter porque no confié lo suficiente en él. Me equivoqué. Tú no deberías equivocarte.

– ¿Por qué eres tan agradable conmigo? -le preguntó Jessie de repente.

– ¿Porque me gustan las niñas mimadas? -dijo Molly, y sonrió-. No, en serio. Porque eres de mi familia, y yo nunca había tenido una familia. Sólo quiero caerte bien y que confíes en mí.

– ¿En serio? -preguntó Jessie-. ¿De verdad te importa lo que piense de ti?

De repente, cuando Molly miraba a Jessie, se vio a sí misma, sus inseguridades y sus miedos, y todo lo demás. No era raro que Jessie hubiera actuado como lo había hecho cuando ella había llegado a su casa. Molly había creído que entendía los sentimientos de Jessie, pero se dio cuenta de que no tenía ni idea de cuáles eran. Sin embargo, en aquel momento, no sólo entendía a Jessie, sino que le tenía mucho cariño.

– Cuéntamelo, Jessie.

– ¿Me prometes que no lo dirás a menos que yo te dé permiso?

Molly asintió. No tenía otro remedio.

Jessie tomó aire y dijo:

– Seth dice que mató a su padre accidentalmente. Sólo quería proteger a su madre, y contaba con que Hunter podría poner en libertad a papá. Cuando oyó a Hunter decir que el caso era difícil, y se fijó la fecha para la vista, a Seth le entró miedo y se marchó.

Molly intentó tragar saliva, pero no pudo.

– ¿Puedes repetirlo? No, espera, no lo repitas -dijo. Alzó una mano e intentó recuperar la respiración-. Necesito un minuto para asimilarlo.

¿Seth había matado a su padre? Oh, Dios Santo.

– Tenemos que hablar con Hunter. No sólo por el bien de papá, sino también por el de Seth.

– ¡No! -exclamó Jessie, sacudiendo las manos frenéticamente en el aire-. No puedes decírselo a nadie -dijo. Le agarró el brazo a Molly y se lo apretó-. ¿Me lo prometes?

Molly no podía hacer semejante promesa sin traicionar todo aquello en lo que creía. Sin embargo, le había prometido a Jessie que no revelaría su secreto sin permiso. Se mordió el labio. ¿Qué haría su padre si estuviera en su lugar?, se preguntó.

Sin duda, si el general supiera la verdad se confesaría responsable del crimen con tal de proteger a Seth. Pondría a su familia por delante. Aquél era su código moral, y Molly lo entendía.

Sin embargo, sentía el impulso irrefrenable de salir corriendo a decirle a todo el mundo la verdad. La justicia lo exigía. La honestidad lo exigía también.

Hunter se lo exigiría, pensó.

Miró la mano de Jessie, que aún la agarraba del brazo. Lentamente alzó los ojos y vio la cara de su hermana, llena de lágrimas. La cara de una niña que finalmente había depositado en Molly su fe y su confianza.

Lealtad hacia alguien de su familia u honestidad y confianza en Hunter. De nuevo, Molly se enfrentaba a una de las decisiones más difíciles de su vida, salvo que en aquella ocasión sabía lo que debía hacer. Y hacerlo, posiblemente, destruiría la familia que significaba todo para ella, y la vida por la que había trabajado tanto.

– ¿No lo dirás? -le preguntó Jessie.

Molly suspiró.

– No lo diré -respondió, mirando a los ojos a su hermana mientras le mentía.


Hunter se pasó una mano por los ojos y bostezó. Estaba agotado, pero sabía que lo peor estaba por llegar. Se estiró en la silla del escritorio, en su habitación, y comenzó a hacer una lista de cosas por hacer, comenzando con una petición para que se retrasara la vista. Nadie de aquella casa podía enfrentarse a algo tan importante con Seth desaparecido. Tomó el teléfono y llamó a su oficina para decirles que prepararan la solicitud rápidamente.

– Esta familia no tiene descanso -murmuró después de colgar.

– Los descansos son para los cursis -graznó Ollie.

Hunter miró hacia la jaula del pájaro.

– Se me había olvidado que estás ahí.

– Vivo aquí, vivo aquí -dijo el guacamayo.

Alguien llamó a la puerta, y Molly entró un segundo después. Al ver la palidez de su rostro, Hunter supo que algo no marchaba bien.

– ¿Qué ocurre? -le preguntó.

– Creo que voy a vomitar.

Él se levantó y se acercó a ella rápidamente. La tomó de la mano y la llevó hasta el sofá.

– Explícame qué ocurre.

Ella tomó aire.

– Si lo hago, voy a traicionar la confianza de Jessie y destruiré los progresos que hemos hecho en nuestra relación, y seguramente también cualquier esperanza de tener un lazo fraternal con ella.

Hunter suspiró. El hecho de que Molly le estuviera revelando que tenía algo que decir era un gran avance. La última vez se había mantenido en silencio y no había confiado en absoluto en él. Sin embargo, Daniel no debía dejarse llevar por el entusiasmo en aquel momento. Se concentró en la situación.

– ¿Qué pasa si guardas el secreto?

– Devastación completa -respondió ella-. Dios, qué horror.

– No puedo decirte lo que tienes que hacer, pero me alegro de que hayas venido directamente a verme en vez de guardártelo todo -dijo él, y le apartó el pelo de la cara-. ¿Dónde está Seth?

– No sé dónde está Seth.

Él permaneció en silencio, con la esperanza de que ella le contara la verdad por sí misma.

– Seth mató a Paul Markham. Jessie me ha dicho que fue accidental, pero cuando se fijó la fecha de la vista, a Seth le entró pánico y huyó -dijo Molly.

Hunter no necesitó tiempo para asimilar la noticia. Lo entendió todo al instante.

– Dios mío, ¿el chico mató a su propio padre?

Molly asintió. Tenía una expresión de tristeza en el semblante, de preocupación y de angustia por haber traicionado la confianza de Jessie.

Él le apretó la mano.

– No te quedaba más remedio que decírmelo.

– Cuéntale eso a Jessie.

– No te molestes. Lo he oído por mí misma -dijo Jessie desde la puerta.

Molly sacudió la cabeza. La mirada abatida y asombrada de su hermana daba a entender cómo debía de sentirse.

– Jessie, no tenía elección.

– Yo sí. Yo pude elegir y elegí confiar en ti. Soy idiota por haberlo hecho. Eres una mentirosa.

– Eh, eso está fuera de lugar -dijo Hunter, que salió en defensa de Molly-. Ésta es una situación complicada…

– No te molestes en defenderme. Jessie tiene todo el derecho a estar dolida y enfadada.

Hunter hubiera querido librarle de su sufrimiento, pero sabía que Molly debía hacerle frente al enfado y el dolor de Jessie para resolverlos. Tuvo que resignarse a permanecer en silencio, al menos por el momento.

– Entonces, toda esa historia de que lamentabas no haberle dicho algo a Hunter era mentira, ¿no? Sólo querías que te dijera mi secreto -dijo Jessie, cruzándose de brazos y lanzándole a Molly una mirada de resentimiento.

– No, eso era cierto. Todo. Tú tenías que decirme la verdad. No es posible que pensaras permitir que papá fuera a la cárcel por un asesinato que no ha cometido -le dijo Molly suavemente.

La adolescente negó con la cabeza.

– Pero Seth tampoco puede ir a la cárcel -dijo con la voz temblorosa. Se apoyó en la pared y se deslizó hasta quedar sentada en el suelo con las rodillas encogidas.

Hunter decidió que era hora de intervenir.

– Eso no va a pasar, si es que yo tengo algo que ver. Pero, para protegerlo, necesito saber dónde está. Tengo que oír la historia de sus labios y pensar en la mejor estrategia.

Se acercó a Jessie y se arrodilló a su lado.

– Eres demasiado joven como para llevar a solas un secreto así. Lo sabes. Por eso confiaste en Molly, porque tenías que decírselo a alguien. Y ella no podía ocultar algo tan importante, porque os quiere a Seth y a ti, y también a tu padre. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo?

Jessie asintió sin mirarlo.

– Eso no significa que no esté enfadada.

Hunter entendió que la niña necesitaba tener la última palabra con su hermana.

– ¿Crees que puedes decirme dónde está Seth?

– Está en la iglesia que hay junto a la oficina de papá -murmuró Jessie, apoyando la frente en las rodillas. Hunter la oyó de todos modos.

– Gracias -le dijo, y le tocó el hombro para reconfortarla-. Has sido muy valiente al contárnoslo todo.

Él miró a Molly, que también lo estaba mirando a él con los ojos muy abiertos. Lentamente, se levantó de su posición y le hizo un guiño, intentando decirle sin palabras que todo iba a salir bien.

Sólo esperaba que pudiera cumplir su promesa.


Le dijeron a Frank y a Sonya que sabían dónde estaba Seth, pero Hunter insistió en ir solo a buscar al chico para poder hablar con él y después llevarlo a casa. Molly se imaginó que quería aproximarse a Seth como amigo y como abogado, para que el niño no siguiera viviendo en un estado de pánico y culpabilidad. Nadie mencionó todavía el papel de Seth en el asesinato de Paul. Era él mismo quien debía contarlo.

Molly estaba ansiosa, pero aceptó quedarse en casa. Después de todo, si Sonya podía esperar a que llevaran a su hijo a casa, Molly no iba a ser menos.

Quería ser una buena chica y quedarse con su familia hasta que Hunter abrió la puerta principal, con las llaves del coche de Molly en la mano. Su madre entró en la casa sin invitación, vestida como una diva de telenovela, con un vestido rojo y unos zapatos de altísimo tacón, y unos pendientes de diamantes colgándole de las orejas bajo el gran peinado.

– ¿Es que en esta familia nadie tiene modales? -preguntó Francie al grupo que estaba reunido en la sala de estar-. He llamado y he dejado mensajes en el contestador. Incluso he hablado con la madre de Frank, y le pedí que Molly me llamara. ¿Y he tenido noticias de alguien?

Frank se acercó a ella.

– Creo que todo el mundo tiene preocupaciones más importantes en este momento.

Molly no estaba dispuesta a soportar el comportamiento insensible de su madre en aquel instante.

– He recibido los mensajes, pero no he tenido tiempo de responderte.

Francie caminó hacia ella, imperturbable.

– Bueno, pues me alegro de haber decidido venir aquí y hablar contigo, o quién sabe cuándo te habrías puesto en contacto conmigo.

Por el rabillo del ojo, Molly vio a Hunter deslizándose hacia la puerta.

– En realidad, éste no es un buen momento. Estaba a punto de salir con Hunter -dijo, y se encaminó hacia él.

– ¿Por qué puede ir ella? -preguntó Jessie, que se sentía desplazada, ya que Seth era su mejor amigo.

Molly le lanzó una mirada de disculpa y le hizo un gesto a espaldas de su madre como explicación. Tal vez Jessie estuviera furiosa con ella en aquel momento, pero incluso su hermana tenía que entender que Molly no podía hablar con la princesa caprichosa en aquel momento.

– Me debes una -le dijo Jessie entre dientes.

Molly le lanzó un beso a Jessie y salió por la puerta antes de que Francie pudiera poner una excusa para que su hija se quedara con ella.


Hunter condujo hasta la iglesia siguiendo las indicaciones de Molly. Aunque él hubiera preferido que se enfrentara a su madre, se alegraba de que lo hubiera acompañado. La repentina revelación de la culpabilidad de Seth había provocado que muchas de sus complicadas emociones se desbordaran, y para él era beneficioso tener una tabla de salvación a la que aferrarse.

– ¿Te importa que hablemos? -le preguntó.

Ella negó con la cabeza.

– Siempre y cuando no sea de cómo he evitado a mi madre, te agradezco la distracción.

– Es sobre mí.

– Entonces tienes toda mi atención.

Sin apartar la vista de la carretera, él ordenó sus pensamientos.

– Cuando acepté llevar este caso, no sentía ningún nexo emocional. Quiero decir, que sentía algo por ti, por mucho que intentara negarlo, pero en cuanto al resto de la familia, sólo era el abogado del general.

– Bueno… -dijo Molly, confusa.

– Pero cuanto más tiempo pasaba en casa de tu padre, más afecto le tomaba a todo el mundo. Incluida tú. Ahora ya no soy el abogado imparcial que representa a su cliente. No es que esté afectando a mi capacidad de juicio, pero se ha convertido en algo inquietante.

– Hunter, me alegro de que seas sincero conmigo, pero estoy perdida -le dijo Molly suavemente-. No entiendo bien lo que estás intentando explicarme, ni lo que te inquieta.

– El hecho de que Seth haya matado a su padre ha sido… es… algo enorme para mí. El chico se enfrentó a su padre por su madre. Cometió un crimen, un pecado, para proteger a su madre.

– Continúa.

Él agarró con fuerza el volante y siguió hablando.

– Mi niñez fue horrible. Mi padre siempre estaba borracho y mi madre se lo permitía porque no era mucho mejor que él. La casa siempre estaba llena de basura, de latas vacías y de botellas, de pizzas a medio comer y de cajas de cartón. Más o menos, como la escena que viste en mi apartamento cuando fuiste a visitarme -admitió.

Antes de que pudiera seguir, Molly le señaló un edificio grande que había frente a ellos, y Hunter entró en el aparcamiento de la iglesia y apagó el motor. Sin embargo, no podía apartarse de la cabeza los recuerdos. Una vez que había comenzado a hablar, parecía que no podía parar.

Sabía que para ayudar a Seth, tenía que terminar con aquello en aquel momento.

– Después de que te marcharas, aquel día, miré a mi alrededor y vi mi casa a través de tus ojos. Vi la suciedad en la que vivían mis padres y me sentí asqueado. Ellos gastaban todo el dinero en bebida y en comida barata. Cuando los servicios sociales se hicieron cargo de mí, mis padres habían pasado del alcohol a las drogas y me habían arrebatado a golpes la autoestima.

– Hunter…

– Deja que termine -le pidió él con la voz ronca-. Con el paso de los años, tomé algunas decisiones equivocadas. La única correcta que tomé, la de ayudar a Lacey me costó terminar en un reformatorio debido al canalla de su tío. Pero en cierto modo, él me hizo un favor, porque me vi obligado a seguir un programa educativo con presidiarios de verdad, y supe cómo podría ser mi futuro si no cambiaba de actitud rápidamente.

Hunter cerró los ojos y recordó el sonido metálico que habían producido las puertas al cerrarse tras él. Los funcionarios que llevaban a cabo el programa se aseguraban de que los niños lo oyeran bien.

– Durante todo este camino, si hubiera hecho algo como lo que ha hecho Seth, y créeme, pero gracias a Dios no lo hice, no habría habido nadie a quien le importara lo suficiente como para que pagara la fianza.

– Lo siento muchísimo -susurró Molly con una lágrima en la mejilla.

Daniel fingió que no se daba cuenta. No quería que sintiera lástima por él.

– El hecho de estar tan cerca de Seth y de su familia ha hecho que me diera cuenta, quizá por primera vez, de la suerte que tengo: los errores que cometí no me han destruido.

– No fue suerte -dijo Molly-. Fuiste tú mismo quien se protegió. Alguien con menos fuerza que tú se habría desmoronado, o habría tomado el camino equivocado. El mérito es tuyo -le aseguró, y le dio un beso en la mejilla.

Él sacudió la cabeza. Su comprensión y su apoyo le produjeron una sensación cálida. De repente tuvo mucho miedo, más del que nunca hubiera sentido en su vida, de perder a la única mujer a la que había querido en su vida.

– Sigo creyendo que tuve buena suerte. Sin embargo, Seth tiene a gente de su lado, y tenemos que convencerlo de que podemos arreglar todo esto.

Molly asintió.

– En eso tienes razón. Y no sólo tiene a sus amigos y a su familia, también tiene al mejor abogado defensor de su lado.

Hunter la miró a los ojos y se rió ante su firme determinación.

– Vamos a llevarlo a casa.


Horas después, Seth estaba sentado en casa, rodeado de su familia, contando su dolorosa historia. En cuanto a Hunter, seguía impresionado por el giro de los acontecimientos. Nunca había considerado sospechoso a Seth, y sentía una gran pena por el chico. Aunque estaba feliz por Molly y por Frank, Hunter también había decidido que representaría a Seth durante el proceso legal. Haría todo lo posible por conseguir un trato con la fiscalía y asegurarle un buen futuro al muchacho.

Después de la impresión y la incredulidad que provocó a todo el mundo la confesión de Seth, ambas familias lo perdonaron y le brindaron su apoyo.

Hunter tenía mucho trabajo por delante en nombre de Seth. Su primera acción legal sería hablar con el fiscal del distrito para negociar antes de que Seth declarara. Cuando Seth hubiera confesado oficialmente, los cargos contra el general se retirarían. Seth tendría que comparecer ante el tribunal, y se llegaría a un acuerdo con la fiscalía. Por supuesto, Seth, Sonya y Frank tendrían que testificar sobre el maltrato de Paul Markham, pero Hunter no pensaba que eso fuera un problema.

Cuando el trato estuviera cerrado, Hunter se distanciaría. Había ido allí para ganar el caso del padre de Molly y a liberarse de ella al mismo tiempo. Al principio, estaba completamente seguro de que podría olvidarla y de que él sería quien la dejaría a ella. Hunter veía la ironía perfectamente: era él quien se alejaba, sí, pero no por venganza, ni siguiendo un plan.

Iba a alejarse de Molly porque no le había dejado otra opción. Y no sentía ninguna satisfacción al saber que tendría que hacerlo.

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