Oyó el coche y el chirrido de la puerta delantera al abrirse y luego cerrarse. Chase estaba relajado en la cama, escuchando los sonidos del regreso de Sloane. Abrió los ojos y se encontró con dos visiones deliciosas: Sloane y una bandeja con su desayuno preferido, torrijas y beicon.
Observó la comida y a su invitada con cara de agradecimiento.
– No hacía falta que te tomaras tanta molestia.
– No me quedaba otro remedio si quería comer. -Entre risas, se sentó delante de él, con las piernas dobladas de forma que la bandeja los separaba. -Además, no ha sido ninguna molestia. Quería tener algún detalle contigo.
Era una novedad a la que no estaba acostumbrado. Un detalle sin demasiada importancia pero que hacía que deseara abrir su corazón a Sloane.
Cogió una servilleta y se la tendió a ella, y luego quitó la tapa de plástico de su vaso de café.
– Y quizá también querías estar ocupada mientras hablábamos.
– Eres demasiado perspicaz.
Chase advirtió el nerviosismo que denotaba su voz. Era una mezcla de fuerza y vulnerabilidad, solidaridad e independencia, y Chase se sentía atraído por todas sus facetas.
– Gracias por la comida.
– De nada.
Pasó la mano por encima de la bandeja como si quisiera salvar una línea divisoria y le apretó la mano.
– No estés nerviosa. No quiero hacerte ningún daño.
Sloane arrugó la nariz mientras pensaba en lo que acababa de decirle.
– Es curioso lo mucho que confío en ti a pesar del periodista que hay en tu interior.
Chase sonrió de manera inesperada para ella. -Me alegro.
Sloane tomó un sorbo de café y él hizo lo mismo, aunque no le hacía falta el estímulo que le proporcionaría la cafeína. Sloane ya lo estimulaba lo suficiente.
– ¿Me quieres contar el porqué de esa confianza repentina?
Sloane se encogió de hombros.
– Has salvado mi precioso culo, como tan elocuentemente dijiste.
– Eso es agradecimiento, algo muy distinto a la confianza. -Y ¿por qué necesitaba aquella confianza con tanto ahínco, cuando el periodista que había en su interior le gritaba que su historia podía dar un vuelco a su carrera? Traducción: no debía implicarse más a nivel personal.
– ¿Por qué he tenido que encontrar a un hombre perspicaz? -Bajó la mirada hacia la bandeja y cogió un tenedor. -También hay otros motivos. Para empezar, ya he confiado en ti de una forma totalmente íntima. No lo hago 'a menudo ni a la ligera como te dije. -Jugueteaba con la magdalena intacta que tenía en el plato, machacando trocitos con el tenedor y sin mirarlo a la cara. -Y no me habría vuelto a acostar contigo si no significaras algo para mí.
El corazón, que le estaba latiendo rápidamente, casi se le paró.
– Tú también significas algo para mí -reconoció Chase con voz ronca.
– Ni siquiera Madeline sabe algunas de las cosas que te voy a decir, Chase. No podrás contárselas. Por lo menos, no hasta que sea seguro -añadió, tragando saliva. -Pero en algún momento tendrás que decidir qué es lo que te conviene.
Sloane lo miraba con tanta esperanza y confianza, que Chase se preguntó si estaba condenada a llevarse una decepción. Le costaba creer que el destino fuera a ser tan cruel como para hacerle elegir entre la aprobación de Sloane y sus deseos más vehementes.
Pero ese momento todavía no había llegado.
– Cuéntamelo, Sloane. ¿Dices que Samson es tu padre? -Todavía no había asimilado la noticia ni lograba vincular a aquella hermosa mujer con el excéntrico solitario en modo alguno.
– Aunque te cueste creerlo, sí. -Soltó el tenedor.
Seguía sin probar la magdalena y como él se sentía mal por ella, tampoco había probado su comida.
– ¿Cómo ocurrió?
– Supongo que al estilo antiguo.
Chase se rió.
– No me refería a eso.
– Lo sé. -Cambió de postura varias veces, cruzando y descruzando las piernas bajo el cuerpo. -Al parecer, antes de que mi padre, quiero decir, Michael, entrara en escena, mi madre estaba enamorada de Samson. Por lo que la gente dice de él por aquí, deduzco que no es el ciudadano más distinguido.
Chase vaciló mientras buscaba una forma diplomática de describir al hombre.
– Es…
– No suavices la realidad -le pidió. -Sé tan sincero conmigo como yo lo soy contigo.
Chase asintió y admiró su fortaleza.
– Es excéntrico y antisocial. Es lo que suele decirse de él. -¿Siempre ha sido así?
Se encogió de hombros. La verdad es que no tenía ni idea.
– Es posible. Seguro que mi madre lo sabe y, teniendo en cuenta que ella siempre ha sido amable con él, es probable que no. -Pero a Chase nunca se le había ocurrido preguntar por el pasado del hombre, o por el motivo por el que se había vuelto tan huraño. Le disgustó darse cuenta de lo negativo y corto de miras que había sido con un hombre que resultaba ser el padre de Sloane.
Esta lo miró con una sonrisa forzada en los labios. -A lo mejor algún día se lo pregunto.
– Entonces prepárate para responder tú también a sus preguntas -dijo Chase con ironía. Sloane se rió.
– Tu madre me cayó muy bien. Tiene agallas. Chase entornó los ojos. -Es una forma de decirlo.
– Oye, no te pongas así. Está claro que es algo que mis padres no tenían.
– ¿Por qué dices eso? Tú tienes muchas agallas y fortaleza, y seguro que de alguien las has heredado -dijo intentando tranquilizarla sobre un tema espinoso para ella. Sobre el que él seguía teniendo muchos interrogantes.
– No sé. -Los ojos de Sloane", abiertos y llenos de dolor, estaban empañados de lágrimas. -¿Qué tipo de personas permiten que los compren?
Chase aguzó los sentidos, como le correspondía dada su profesión.
– ¿A qué te refieres?
– Parece ser que mi abuelo, el padre de Jacqueline, amenazó a Samson con algo lo suficientemente fuerte como para hacer que dejara a mi madre, y que cobró dinero por ello.
Chase parpadeó, asombrado por la revelación. ¿Soborno? Se preguntó, además, si el senador Carlisle habría tenido algo que ver. Se contuvo de lanzar preguntas acusatorias por el momento para que Sloane se sintiera tranquila y razonara con normalidad. Le preocupaban sus sentimientos y no quería herir aún más sus emociones.
Negó con la cabeza sabiendo que ésa no era la actitud que adoptaría un periodista que se preciara de serlo. Pero nunca se había sentido menos reportero y más hombre que con esa mujer.
– Supongamos que Samson tenía buenos motivos para aceptar el dinero. Por lo menos hasta que no se demuestre lo contrario, ¿vale? -No estaba seguro de creerse lo que estaba diciendo pero daba la impresión de que Sloane necesitaba esperanza. Lo mínimo que podía hacer era dársela. -Si te sirve de consuelo, Samson nunca ha vivido como si le hubieran regalado dinero.
– Lo sé. Entré en la casa antes de la explosión. -Se estremeció y se rodeó el cuerpo con los brazos. -Daba miedo, y tristeza.
Chase asintió.
– Entiendo cómo te sientes. -Se pellizcó el puente de la nariz mientras intentaba asimilar sus pensamientos. -¿Por qué has venido a buscar a Samson ahora? -preguntó, volviendo al comienzo. Estando el senador en plena campaña, ése debía de ser el momento menos oportuno para buscar a su verdadero padre.
– Porque acabo de enterarme. En realidad, la noche que nos conocimos. -Se levantó de la cama y empezó a ir de un lado a otro. -Iba a cenar con mis padres y llegué a la habitación del hotel antes de tiempo. -Se retorcía las manos al hablar y era obvio que necesitaba los gestos rápidos y el movimiento continuo para hacer acopio de fuerzas.
– Continúa.
Sloane carraspeó.
– Michael y Madeline no estaban allí pero su jefe de campaña sí, junto con su ayudante. Hombres a los que conozco desde niña. Hablaban en susurros, con apresuramiento, sobre el hecho de que Michael no era mi verdadero padre y que necesitaban eliminar una amenaza para la campaña. Frank nunca habla por hablar ni hace promesas que no piense cumplir. -Enderezó la espalda y continuó: -Entonces, cuando dejé de darle vueltas a la noticia de que Michael no era mi verdadero padre, me di cuenta de que tenía que venir aquí y advertir a ese hombre al que no conozco. El hombre que es mi… padre.
Y el hombre cuya casa acababa de explotar, pensó Chase. O el incendio había sido pura coincidencia o los hombres de Michael Carlisle habían cumplido sus amenazas. Agarró las sábanas con fuerza al advertir la gravedad de la situación. Al parecer, a Sloane no le preocupaba tanto el peligro que ella corría como encontrar a Samson. Lo cual significaba que él tendría que protegerla.
Estaba demasiado centrada en otras cosas, y tenía el presentimiento de que sabía por qué. La verdad sobre Samson todavía era cruda y reciente.
– O sea que te enteraste y saliste corriendo. -Chase se levantó, se acercó a ella y le colocó una reconfortante mano en el hombro.
– Directamente a tus brazos.
Se volvió hacia él y levantó la cabeza.
Chase sonrió.
– Menos mal que estaba allí para cogerte.
– Sí. -Sloane le devolvió la sonrisa. -Menos mal.
– Has dicho que cuando dejaste de darle vueltas al asunto, decidiste advertir a Samson. Pero creo que no lo has hecho. -No he hecho ¿qué?
– Acabar de darle vueltas al asunto. -Deslizó la mano sobre su piel y la rozó con el pulgar. -Es absolutamente normal. -Y él quería ayudarla a asimilar aquellos sentimientos encontrados y complejos.
– No he tenido tiempo de preocuparme de mí. Cuando haya encontrado a Samson, ya me ocuparé de los sentimientos sobrantes.
– Creo que debes enfrentarte a tus emociones, Sloane. No tienes a Samson delante ni puedes hacer nada para encontrarlo. Por lo menos no ahora mismo. -Le acarició la mejilla y los ojos de ella resplandecieron de agradecimiento y, afortunadamente, de mucho más. -¿Por qué no me dejas cuidar de ti?
– Porque he ido a comprarte el desayuno precisamente para poder hacer lo mismo por ti. Cuidar del hombre que siempre cuida de los demás.
– ¿Quién te ha dicho eso?
– Tú. -Se echó a reír sin apartar la mirada de él. -Puedo cuidarme sólita pero agradezco la oferta. -Se puso de puntillas y le dio un beso rápido en los labios, demasiado breve para el gusto de él. -La torrija debe de estar fría. Voy a calentártela en el microondas.
Ella se volvió hacia la puerta pero él la cogió de la mano a tiempo.
– No tengo hambre. -No quería que huyera de sus sentimientos. Había dicho que sus emociones no importaban y ahora cambiaba de tema y hablaba de la comida.
El no se creía su despreocupación. Estaba muy dolida y Chase no quería que sufriera en silencio.
– Incluso las personas autosuficientes necesitan un hombro de vez en cuando.
Sloane inclinó la cabeza, dándole la razón.
– Cuando tenga tiempo, a lo mejor acepto tu oferta. Ahora mismo necesito hablar con tu madre. Has dicho que conoce a Samson, así que quizá tenga alguna idea sobre su paradero. -Se miró la mano, que seguía entrelazada con la de él. -Una de dos, o me sueltas o te llevo conmigo a la ducha. -Negó con la cabeza. -No lo he dicho en sentido literal -añadió, sonrojada.
– ¿Por qué no? -Él le levantó las manos hasta los labios y le llenó los nudillos de suaves besos. -No se me ocurre nada más reconfortante que una ducha caliente. -Dejó que la lengua participara, y le recorrió con ella la suave piel de la mano, saboreándola. -O cualquier otra cosa que nos satisfaga mutuamente. -Sopló en las zonas húmedas que había dejado atrás.
Sloane dejó escapar un gemido.
– Me tientas. Pero tenías razón cuando has dicho que no habíamos acabado de hablar. Necesito saber que no vas a contarle a nadie lo de Michael Carlisle.
A juzgar por el rostro sonrojado y las pupilas dilatadas de ella, Chase se dio cuenta de que no le resultaba fácil ignorar la pasión. Debería haberlo sabido. Dejar de lado la conexión que habían establecido entre ellos mientras Sloane le revelaba su dolor más profundo, sería incluso más difícil. Pero su pregunta era válida y no podía omitirla.
¿Se lo contaría a alguien? No podía publicar la noticia, no mientras la vida de Sloane o la de Samson estuvieran en juego. No quería convertirla en un blanco andante. Pero ¿cómo iba a dejar de contarle la verdad a la policía?
– Chase, por favor -rogó ella al ver su silencio y apretándole las manos con más fuerza. -Si el público descubriera que el senador me ocultaba esa información, podría dejar de confiar en él y arruinar no sólo esta campaña sino sus aspiraciones políticas. -Fijó en él la mirada, esperando una respuesta.
Chase estaba perplejo. A pesar de las mentiras del senador, Sloane lo apoyaba.
– Admiro tu lealtad.
– Me crió como si fuera su propia hija y nunca me trató de forma distinta a mis -vaciló- a mis hermanas, y ellas sí son sus verdaderas hijas. -Tragó saliva. -Me quiere. Nunca he dejado de sentir su amor. Sean cuales sean los motivos por los que decidió no revelar mi origen, no permitiré que destruyan la labor de toda su vida. Así que prométeme que no dirás nada.
«He confiado en ti, Chase.» Oyó las palabras que ella omitía pronunciar y se sintió dividido.
– Rick puede lanzar una orden de búsqueda contra Samson. En realidad, le interesa que lo encuentren.
– No. Eso daría publicidad al asunto. Es mejor que intentemos encontrarlo nosotros.
– ¿Nosotros? -preguntó, y pensó que le gustaba cómo sonaba esa palabra en boca de ella.
– Me dijiste que no ibas a dejarme ir sola a Harrington. Ahora te considero mi cómplice en todo esto.
– Y Rick puede ayudarnos -insistió él. -Esa explosión quizá sea una advertencia a la que más vale que hagamos caso.
Sloane asintió.
– Si resulta que fue más que un accidente, iré contigo a hablar con Rick, ¿qué te parece? -Apretó los puños. -Mientras tanto, nosotros buscamos a Samson. Dime que sí, por favor. -Le dedicó una amplia sonrisa que lo dejó desarmado.
Lo estaba manipulando y los dos lo sabían. De todos modos, Chase no pudo evitar reírse. Además, por el momento su decisión era fácil.
– Prometo no decir ni publicar ni una palabra. Pero si deja de considerarse un accidente, te tomo la palabra y nuestra primera parada será la policía.
Mientras tanto, no quería que las amenazas de los socios de su padre la siguieran hasta allí. Cielos, quizá ya la hubieran seguido, aunque no lo sabría hasta que los bomberos concluyeran la investigación y dieran su veredicto sobre la explosión.
Sloane sonrió y se fue hacia la ducha, claramente aliviada. Pero él no debía relajarse demasiado, pensó Chase. Era periodista y nunca había eludido la publicación de una noticia. Cuando encontraran a Samson y pensaran en cómo enfrentarse a la amenaza, su historia sería un bombazo periodístico. Si no publicaba la noticia sobre las mentiras del senador y otros reporteros se enteraban del escándalo, lo harían público sin miramientos. Y las consecuencias no serían demasiado buenas. Al menos, si era él quien la publicaba, Sloane tenía la posibilidad de que el artículo se basara en hechos reales y no estuviera sesgado.
Pero mejor no preocuparse antes de tiempo. Necesitaba profundizar más con Sloane.
Chase aparcó delante de casa de su madre. La vieja edificación de estilo colonial en la que se crió y que seguía estando como nueva gracias a una mano de pintura y al mantenimiento constante que él y sus hermanos le dispensaban.
Se volvió y colocó la mano encima del asiento de ella.
– ¿Estás segura de poder lidiar con mi madre? -le preguntó a Sloane.
– Estoy segura de que sabré defenderme. -Se le había escapado un rizo de la cola de caballo y se colocó el mechón detrás de la oreja. -Raina parece inofensiva.
Chase arqueó una ceja, pero no dijo nada a propósito de ese comentario.
– Ya la he llamado esta mañana y le he contado de qué quieres hablar con ella. Comprende la necesidad de mantenerlo en secreto.
– No hacía falta.
Notó el tono inflexible de la voz de Sloane, el que nunca dejaba de recordarle que quien la había educado era el senador Michael Carlisle, experto en conseguir lo que deseaba, y su mujer, Madeline, la esposa fuerte de ese hombre.
– Lo he hecho porque he querido.
– Podía habérselo explicado yo -dijo Sloane.
– No querrás que ella difunda el rumor sobre Samson y, sin querer, revele precisamente la noticia que quieres ocultar.
No es que le preocupara que su madre se enterara de la relación de Sloane con Samson o de que lo estaba buscando. Nadie se tomaría más en serio que Raina la protección de una persona que le importara. En cuanto le hubo explicado los motivos por los que necesitaba su discreción, Chase confió en que cumpliría su promesa. Su madre sólo se dedicaba a los cotilleos cuando estaba aburrida, y para mantener el espíritu de comunidad. En un caso así, antepondría las necesidades de Samson y Sloane, y guardaría silencio.
No obstante, Sloane seguía callada. Parecía no estar muy contenta con su intromisión y se sintió obligado a justificarse. Lo cual lo sorprendió. Siempre había tomado las decisiones que le parecían bien sin dar explicaciones a nadie. Como cabeza de familia y del periódico, nunca había tenido que justificar nada.
Pero no quería que aquella mujer pensara que había pasado por encima de sus necesidades y deseos. Sus sentimientos le importaban.
– Me pareció conveniente preparar el terreno -dijo, incómodo y agarrando con fuerza el volante al hablar. Sloane asintió.
– De acuerdo. Pero ahora que lo has preparado, ya me espabilaré -insistió.
Su tono calmado lo sacaba de quicio. Odiaba mostrarse como un padre preocupado cuando en realidad no era más que un amante implicado. Además resultaba difícil librarse de las viejas costumbres, y no podía evitar querer cuidar de ella.
– Y no te marches hasta que vuelva -añadió él.
– Sí, señor -contestó saludando militarmente.
Chase hizo una mueca.
– ¿Tan malo soy? -preguntó.
Sloane se rió y la ligereza de su risa le permitió liberar buena parte de la tensión emocional que tenía acumulada.
– Digamos que te conviene que me gusten los hombres con carácter. -Lo dijo bajando la voz y con un tono grave que no dejaba lugar a dudas.
El se inclinó hacia ella con una mano en el volante.
– Cuando volvamos a casa ya hablaremos de tu debilidad por los hombres dominantes.
– Promesas, promesas. -Cogió la manija de la puerta y. se volvió para darle un breve beso en los labios antes de salir del coche.
Se ajustó el jersey de cuello alto que llevaba y cruzó el jardín delantero de la madre de Chase contoneando las caderas, de buen humor a pesar de todo lo que sucedía a su alrededor. Chase admiraba sus agallas. Supuso que las dos mujeres se llevarían bien. Se agarró con más fuerza al volante sabiendo que esa idea debería preocuparle mucho más de lo que en realidad le preocupaba.
En cuanto Sloane entró en casa de Raina, Chase volvió a la carretera y se dirigió hacia la salida del pueblo. Ahora que sabía cuál era el peligro potencial, se había prometido que no dejaría sola a Sloane. Teniendo en cuenta que las dos mujeres estaban juntas y no por ahí buscando problemas, por ese lado podía quedarse tranquilo. A no ser que considerara a Raina un problema, pensó con ironía. Pero estaba convencido de que Sloane sabría lidiar con lo que su madre le presentara y reaccionar de la forma adecuada.
Mientras tanto, Chase pensaba aprovechar al máximo su tiempo a solas. No dejaba de pensar en la expresión de Cindy después de que lo viera con Sloane y tenía la intención de ir a Harrington para terminar oficialmente una relación que ya hacía tiempo que estaba acabada. Luego pensaba hacer un poco de investigación periodística sobre el abuelo de Sloane, el senador Jack Ford, y su relación pasada con el esquivo Samson Humphrey.
Sloane esperó en la sala de estar mientras Raina preparaba un té. Recorrió una librería tras otra observando las fotos de Chase y sus hermanos de niños, y viendo la progresión hasta la edad adulta. Habían sido unos niños preciosos y de mayores eran incluso más guapos. Y cuando Raina se saliera con la suya, tendrían familias también maravillosas. En el caso de Román y Charlotte, ese día no estaba muy lejano, dado que Chase le había contado que la mujer de Román estaba embarazada de ocho meses. Después de conocer a la mujer de Rick, Kendall, a Sloane no le cabía la menor duda de que esa otra pareja de guapos engendraría también a unos bebés hermosos.
Pero los hijos de Chase podían ser los más increíbles de todos, y esa visión estaba en exceso clara en su mente. Unos diablillos de pelo negro y ojos azules. Pero de repente la realidad se le apareció con toda su crudeza: él había decidido descartar esa idea. «Qué lástima», pensó mientras notaba cierta calidez en el vientre y una tristeza inesperada.
Se centró en las fotos y la tristeza de su interior fue aumentando cada vez que veía a Chase. La expresión se le había ido endureciendo con cada año que pasaba. Había llevado demasiado peso sobre sus anchos hombros, más de lo que ningún adolescente debería tener que cargar. Pero lo había llevado bien, y su familia se había beneficiado de su sentido del deber y de su cariño.
– ¿Te gustan las fotos? -preguntó Raina al entrar en el salón con dos tazones blancos llenos de té. -Esas son como una cronología. No te imaginas cuántas veces las miro porque me hacen sonreír. -Le tendió un tazón.
– Gracias. -Sloane aceptó la bebida y notó el calor de la cerámica en las manos. -Tiene todos los motivos del mundo para sonreír. -Miró a su anfitriona.
Sloane sólo había visto a Raina una vez, pero se fijó en que parecía un poco pálida aun a pesar del maquillaje. No procedía hacerle ningún comentario al respecto, pero Sloane se quedó algo preocupada.
– Tiene tres hijos increíbles -dijo Sloane, centrándose de nuevo en la conversación.
– Ya son unos hombres. -Raina meneó la cabeza como si le costase creerlo. -El tiempo vuela. Dos ya están casados. -Sonrió, claramente complacida.
– He conocido a su nuera Kendall -dijo Sloane.
– ¿No es maravillosa? Su tía Crystal era una de mis mejores amigas.
– ¿Ah, sí?
Raina asintió.
– Crystal murió hace poco y Kendall vino aquí para ocuparse de sus asuntos. Luego vino su hermana, Hannah, y ahora las dos viven aquí. Hannah es una chica rebelde, pero Kendall y Rick saben cómo lidiar con ella. -El tono de Raina transmitía su orgullo. -Tiene entereza y dice lo que piensa. Exactamente lo que quiero en una nieta.
– Porque así es como es usted. -Sloane se rió.
– Por supuesto. -Raina cruzó la estancia y se acercó al largo sofá. -Espero que no te importe, pero estoy un poco cansada y prefiero sentarme. -Se acomodó en el sofá y le hizo un gesto a Sloane para que se sentara en el sillón situado frente a la gran mesa de centro.
Esta dejó el tazón en un posavasos y tomó asiento.
– Espero llegar a conocer a Hannah mientras estoy aquí.
– ¿Cuánto tiempo piensas quedarte? -preguntó Raina sin atisbo de vergüenza.
– ¿Me lo pregunta por educación o para saber cuánto tiempo tiene para hacer de casamentera? -preguntó Sloane riendo por lo bajo.
– Este Chase no tiene vergüenza. ¿Te ha estado contando rollos sobre su madre?
– Creo que nada que no sea cierto -replicó Sloane. -La verdad es que no sé cuánto tiempo me quedaré. Tengo una especie de misión. Supongo que depende de cuánto tarde en cumplirla. -Dio un sorbo al té, igual que Raina.
– Me encantan los misterios, pero en este caso mejor que seamos sinceras. Chase me ha llamado esta mañana y, como supongo que sabes, estoy al corriente de tu secreto.
Sloane asintió.
– Y la verdad es que el hecho de no tener que explicarlo me facilita las cosas. -Aunque se lo había hecho pasar un poco mal a Chase por haber tomado esa decisión, le agradecía que le hubiera allanado el terreno.
Tenía sus motivos para mostrarse contundente con él. No podía permitir que decidiera por ella, aunque a menudo sus tendencias dominantes le parecían sexys y enternecedoras; más que nada, porque ponían de manifiesto que ella le importaba.
Pero ¿cuánto?
Oh, bueno, lo suficiente como para acostarse con ella y estaba claro que Sloane no se hacía de rogar al respecto. Pero para ella, acostarse con Chase entraba dentro de la categoría de hacer el amor. No soportaba pensar que no había hecho más que extender su protección a ella y que seguiría adelante como si nada en cuanto Sloane encontrara a Samson. Aunque ése era el resultado inevitable, ella quería saber que le importaba, y que la echaría de menos cuando se marchara.
– ¿Sloane? ¿Sloane? -Raina se había acercado a ella, se había inclinado y le estaba chasqueando los dedos delante de la cara.
– Lo siento. Estaba absorta en mis pensamientos -explicó.
– No pasa nada. Seguro que tienes muchas cosas en la cabeza. -Se incorporó rápidamente y agarró el brazo del sillón con tal fuerza que los nudillos se le pusieron blancos.
– ¿Raina? -Sloane puso su mano sobre la de ella.
– Estoy bien. -Se acabó de incorporar y regresó al sofá a paso lento. -Es el problema de corazón que me diagnosticaron. -No miró a Sloane a la cara mientras lo decía sino a las fotos que habían visto antes.
– Chase no me ha dicho nada. -Sloane estaba tan preocupada como confusa.
– Es porque intenta comportarse como si no pasara nada. -Raina hizo un gesto con la mano. -Y no pasa nada. Pero tu vida sí que ha dado un giro de ciento ochenta grados. ¿Te sorprendería si te dijera que imaginé el parentesco que tenías con Jacqueline poco después de verte por primera vez?
– ¡Mucho!
– No tenía ni idea de que había tenido una relación con Samson, pero en cuanto te vi, supe que eras familia de ella. Os parecéis realmente -murmuró Raina.
Sloane se inclinó hacia adelante, emocionada por estar con una persona que había conocido a su madre de joven.
– ¿Era amiga de Jacqueline?
– Solíamos pasar los veranos juntas. -Raina se frotó las manos, dispuesta a hablar del tema.
– Entonces, ¿la conocía de pequeña?
La mujer mayor asintió.
A Sloane se le aceleró el corazón.
– Hábleme de ella. Lo único que sé es lo que mis… lo que Michael y Madeline me han contado, y ellos la conocieron cuando ya había cumplido los dieciocho años. -Tomó aire para calmarse. -Sólo quiero saber cómo era. Qué tenemos en común.
Raina suavizó la expresión. Aunque Chase no tenía sus ojos castaños, la forma y la expresión eran similares, algo más fácil de advertir ahora que Raina la miraba con ternura.
– A tu madre le encantaba el verano. Le encantaba estar al aire libre y no tener que ir al colegio ni respetar las limitaciones que le imponían. Por eso ella y yo pasábamos muchas horas en la cabaña de un árbol que había detrás de su casa.
– ¿Una cabaña en un árbol? -preguntó Sloane, sorprendida. -Por lo que sé de mi abuelo, no me lo imagino construyendo una cabaña en un árbol. -Arrugó la nariz al pensarlo.
– Eres una chica lista. -Raina sonrió. -La cabaña ya estaba en la finca, y cuando tu madre llegaba tarde a cenar, tu abuelo la amenazaba con talar el árbol.
La idea entristeció a Sloane.
– Eso me cuadra más.
– La cabaña no era grande, pero sí privada y allí nadie nos molestaba. Podíamos hablar de chicos y de cosas de chicas. Jacqueline era una persona muy dulce, pero vivía con unos padres que reprimían su personalidad.
– Ya sé lo que es eso -reconoció Sloane, sorprendida al enterarse de que ella y su madre compartían algo tan esencial. Al haberse criado con unas personas que esperaban cierto comportamiento y etiqueta, Sloane notó una afinidad repentina con la madre a la que en realidad nunca había conocido. De repente tampoco se sintió tan sola o diferente, el bicho raro en una familia de políticos. Era hija de su madre, y el hecho de saberlo hacía que sintiera una vinculación especial con ese pueblecito.
– Así que ya te imaginas por qué la cabaña del tronco era tan importante para ella. Era el lugar al que podía acudir cuando deseaba huir.,
Sloane meneó la cabeza con los ojos muy abiertos.
– ¿Sigue en pie?
Raina se encogió de hombros»
– Por supuesto. ¿Quieres la dirección para ir a verla? -Me gustaría.
Raina cogió un trozo de papel y un bolígrafo, anotó el nombre de la calle y el número, y se lo pasó.
– No vayas sola, porque es probable que te hagan preguntas que no quieres responder -le advirtió Raina.
Se rió al oír el tono protector de la mujer mayor y se guardó la dirección en el bolsillo.
– Ahora habla como Chase.
Raina se inclinó hacia adelante.
– ¿Y eso es bueno? -preguntó, de vuelta al tono de casamentera.
– Calle, calle, Raina -la reprendió Sloane. -Es demasiado descarada.
– Oh, venga. Y tú mira que eres seria.
– Chase me ha dicho que conoce a mi padre. -Sloane pasó al siguiente tema importante. Hasta el momento, había obtenido más información de la que esperaba de Raina Chandler.
– Te refieres a Samson.
Sloane asintió.
– Para mí no es más que un nombre. -Se levantó y empezó a ir de un lado a otro de la sala. Como siempre que hablaba de su padre desconocido, se sentía inquieta e incómoda. -Pero desde que he llegado al pueblo, tengo la clara impresión de que no va a ser lo que me imaginaba.
– ¿O lo que esperabas que fuera? -preguntó Raina con perspicacia.
Sloane supuso que Chase había heredado la intuición de su madre, que rápidamente había captado sus sentimientos.
– No he tenido la oportunidad de imaginarme nada -reconoció. -Me enteré de que Michael Carlisle no era mi padre y vine para acá casi en seguida. En cuanto llegué, la gente del pueblo empezó a soltar cosas como que nunca nadie ha llamado a Samson caballero, o que gorrea sándwiches en Norman's. Chase empleó la palabra «excéntrico». -Negó con la cabeza, confusa y deseosa de que Raina tuviera más respuestas.
– Samson es raro -reconoció la mujer, tan diplomática como su hijo. -La palabra «arisco» también serviría para describirlo. Pero es inofensivo y, sobre todo, incomprendido.
Sloane se volvió para mirar a Raina.
– ¿Y eso por qué?
– La gente reacciona ante una persona, pero tiende a olvidar quién es o, para ser exactos, quién fue. -¿A qué se refiere?
Raina se tumbó en el sofá, en apariencia más cansada que antes. Sloane tomó nota mentalmente de hablar con Chase lo antes posible sobre la salud de su madre. Raina se tapó con una manta de punto y empezó a explicarse.
– La madre de Samson era una mujer discreta. Trabajaba de cajera en el colmado y apenas ganaba para llegar a fin de mes. Pero su padre era jugador.
– ¿Apostaba?
– Mucho dinero. -Raina pasó la mano por el respaldo del sofá, absorta en sus pensamientos. -Siempre estaba endeudado, e incluso pasó algún tiempo en la cárcel por robar dinero para pagar deudas. Por suerte, los Cooper, los dueños del colmado, se encargaban de que no pasaran hambre, porque su padre a menudo se jugaba el poco dinero que la madre ganaba. La verdad, terrible.
Sloane estuvo de acuerdo.
– Las circunstancias convirtieron a Samson en un chico solitario -continuó Raina. -Pero ¿quién puede culparlo? Cualquier adolescente se mostraría reservado si le diera vergüenza llevar a alguien a casa.
A Sloane se le formó un nudo en la garganta y fue incapaz de responder.
– Pero era amable y bueno y guapo en su día. -Raina sonrió al recordarlo. -Y centró su atención en los estudios. Su objetivo era llegar a la universidad para tener una vida mejor que la de sus padres.
La desesperación que Sloane había sentido cedió pasó a la esperanza y la admiración, y estaba pendiente de cada palabra de Raina.
– Podemos suponer que en algún momento tuvo una relación con mi madre. Raina suspiró.
– Puede. Ojalá Jacqueline me lo hubiera contado. -Negó con la cabeza, frustrada. -Ahora que las piezas van encajando, recuerdo que el último verano que pasó en Yorkshire Fall, me mencionó que estaba enamorada. No quiso decirme quién era él por miedo a gafar la relación, pero yo sabía que eso significaba que temía que su padre se enterara. Jack Ford era un viejo duro.
Sloane recordó los detalles de cómo su abuelo había sobornado a Samson para que se apartara de su madre y pensó que la descripción de Raina era demasiado benévola. Tema el presentimiento de que las apuestas del padre de Samson habían tenido algo que ver con el soborno y con el dinero que había pasado de mano en mano.
– ¿Samson llegó a ir a la universidad?
Raina meneó la cabeza.
– Cambió. De hecho fue más o menos en la misma época en que la familia de Jacqueline se marchó. Empezó a pasarse el día en casa en vez de en la biblioteca. Al final, su madre murió, y un buen día su padre se marchó y nunca volvió a saberse de él. Se rumoreó que se había ido a Las Vegas, aunque yo siempre pensé que ésa era la respuesta más fácil sobre el paradero de un jugador.
Sloane intentó reír pero no le salió.
– ¿Y luego?
Raina levantó las manos y las abrió.
– Luego nada. Tu madre hacía tiempo que se había marchado y Samson fue volviéndose más retraído, más raro y solitario… -Bajó las manos y negó con la cabeza. -Lo siento. Creo que tienes que estar preparada para el hombre con el que te vas a encontrar.
– Si es que lo encuentro.
– Bueno, la casa ha quedado destrozada, así que tendrás que probar…
– ¿Amigos? -preguntó Sloane con ironía. -Las dos sabemos que no tiene ninguno en el pueblo.
– Ninguno que sepamos. Estará en algún sitio -insistió Raina. -Mientras, yo he respondido a tus preguntas. Ahora síguele la corriente a esta viejecita y responde a alguna de las mías.
Sloane se echó a reír.
– La admiro, Raina. De verdad que sí. -De hecho, le caía muy bien. Le gustaba pasar el rato con la madre de Chase y, como Raina había conocido a Jacqueline, Sloane sentía con ella un vínculo que no había esperado.
– ¿Y eso por qué?
– Para empezar, porque no se anda con evasivas.
– ¿Algún motivo por el que debería hacerlo? -Raina sonrió y, para alivio de Sloane, recuperó cierto color en las mejillas. -Vamos a por la pregunta más importante. -Se enderezó y lanzó su mejor volea. -¿Tú y Chase sois pareja?
No es que Sloane no supiera qué responder sino que la pilló desprevenida.
– No sé muy bien qué responder.
– Dile la verdad. -Chase entró en la sala, guapo, sexy y arrebatador, con esa sonrisa chulesca que no usaba lo suficiente, pero cuyo efecto era devastador cuando se la dedicaba.
– ¿Qué es? -Raina se frotó las manos expectante.
Sloane lo miró y también ella esperó una respuesta.
– Venga, Chase. Si se te dan tan bien las respuestas, dile la verdad a tu madre.
Y contuvo la respiración mientras esperaba conocer la verdad.