CAPÍTULO 14

Gracias a Dios. Tal vez fuera egoísta, pero Chase no sería tan idiota como para no aceptar lo que Sloane le ofrecía. Mientras la tomaba de la mano, la miró a los ojos y vio irrevocabilidad, una irrevocabilidad a la que no le apetecía enfrentarse en esos momentos.

No cuando podía gozar con ella y consolarla al mismo tiempo. No sabía cuál de las posibilidades lo satisfacía más, pero sí sabía cuáles serían las consecuencias de dejarse llevar por los impulsos del corazón. Sin embargo, éste no debía dictarle el futuro, a no ser que quisiera renunciar a sus sueños. Otra vez. En esta ocasión tenía en sus manos revelar una noticia que daría el espaldarazo definitivo a su carrera. Otro asunto es que tuviera que ser a expensas de Sloane.

Dejó de pensar en ello para concentrarse en deseos más acuciantes; y el blanco de éstos era Sloane, la mujer que lo atraía de forma especial, la mujer que mejor lo comprendía.

Primero comprobó el cerrojo de la puerta que daba al estudio de,4a planta baja y luego a la entrada. En cuanto se hubo asegurado de que no los molestarían, fue al encuentro de ella. Presentía que sería la última vez que estarían juntos y, en caso de ser cierto, se aseguraría de que resultara inolvidable para ambos.

Sloane se apoyó en la pared con una mirada seductora y resuelta. Le tendió la mano y Chase se le acercó de buena gana. No supo quién fue el primero en besar, pero en cuanto saboreó los labios húmedos de Sloane quiso probar el resto, y no pensaba esperar.

Entre un beso apasionado y otro, lograron llegar al dormitorio, donde se deshicieron de la ropa al igual que de toda inhibición. En un abrir y cerrar de ojos, Chase estaba en la cama junto a ella, cuyo cuerpo desnudo y sensual lo esperaba deseoso.

Chase inclinó la cabeza y se concentró en uno de los generosos pechos; se lo masajeó con una mano mientras se acercaba a la boca el pezón erecto para lamérselo. Sloane arqueó la espalda y gimió de placer; entonces le empujó la cabeza dándole a entender que su otro pecho quería el mismo trato.

Complacido, Chase recorrió con la lengua la distancia que separaba ambos senos.

– Humm -susurró Sloane con sensualidad.

Chase le rodeó el otro pezón y se lo mordisqueó mientras le sujetaba el pecho con la mano. Quería continuar recreándose con el cuerpo de Sloane, pero el suyo estaba tenso, necesitaba liberarse, y no pensaba negarle ese placer.

Chase le separó los muslos y, mientras sus miradas se encontraban, la embistió y notó que Sloane ya estaba húmeda, preparada. Y mientras sentía que se liberaba, el sexo era lo último en lo que estaba pensando, a medida que una emoción inesperada y abrumadora se apoderaba de él.


El teléfono despertó a Sloane de un sueño profundo y placentero. No se había dado cuenta de lo cansada que estaba, pero había dormido toda la noche sin despertarse ni una sola vez. Se dio la vuelta al mismo tiempo que Chase respondía.

– ¿Sí?

Sloane cerró los ojos y dejó que la envolviera el sonido de la profunda voz de Chase. Consciente de que al cabo de unos minutos se levantaría y desaparecería para siempre de su vida, esos últimos minutos le resultaron amargos. Pero no tenía otra elección. Sloane no quería seguir siendo un compromiso para Chase. Quería que la relación fuera de igual a igual o no tenerla.

– Eh, hola, Román. ¿Dónde estás? -le preguntó Chase.

Sloane se acomodó en su lado de la cama y escuchó.

– Pues quédate en casa de mamá -dijo Chase. Al ver la mirada de Sloane, añadió: -Están de camino a Yorkshire Falls, pero llegarán tarde. Están pintando su casa de aquí y los vapores no le convienen a Charlotte.

Sloane asintió y Chase volvió a dirigirse a su hermano.

– ¿El coche de Eric está en la entrada de la casa? Pues quédate con Rick -farfulló. Por su evidente tono de frustración, resultaba obvio que Chase no quería acoger a su hermano y a su cuñada.

Al parecer, no le apetecía que los molestasen. O tal vez pensase que Sloane ya tenía ocupado el cuarto de los invitados. En cualquier caso, se equivocaba.

Sloane iba a marcharse.

– Chase, diles que se queden en el cuarto de invitados. -Se irguió y se cubrió los pechos desnudos con la sábana.

Chase sostuvo una mano en alto, indicándole que esperara, sin escucharla.

– ¿No hay una habitación libre en la casa de invitados de Pearl y Eldin? Así Charlotte no tendrá que subir escaleras. Chase escuchó a su hermano y luego frunció el cejo. -¿Qué pasa? -preguntó Sloane.

– Al parecer, Charlotte ya ha tenido contracciones. El médico le ha dicho que descansara y que nada de escaleras -le explicó Chase. -¿Cómo dices, Román? -volvió a concentrarse en la llamada de su hermano.

Sloane esperó.

Chase se pasó la mano por el pelo y se quejó: -Pearl y Eldin ¿qué? -preguntó con incredulidad. -¿Qué invitado iban a tener? Aparte de Kendall, hace años que no reciben visitas. Si tuvieran compañía, lo sabríamos. Pearl nos lo cuenta todo. Sloane se rió.

– ¿Recuerdas las bolsas de la compra rebosantes? -le recordó a Chase. -Está claro que en la casa hay alguien más.

De repente, Sloane cayó en la cuenta. Su padre. Samson se ocultaba en casa de Pearl y Eldin, lo cual explicaba que estuviera cansado de «evitar a los polis». Trataba de eludir a Rick continuamente, ya que vivía delante de sus narices. Si la situación no fuera tan patética, incluso habría resultado divertido.

– Sé que aquí también hay escaleras -dijo Chase. -Venid y ya se nos ocurrirá algo.

Perfecto, pensó Sloane, porque en cuanto ella se fuera, a Chase le vendría bien tener compañía.

La voz de Chase hizo que volviera a escuchar la conversación con su hermano.

– Pearl y Eldin no pagan alquiler y encima ahora tienen invitados. ¿No crees que se están aprovechando? -Chase escuchó y luego añadió: -Sí, hasta luego. -Colgó sin dejar de farfullar.

– Hoy estás de un humor de perros. -Sloane lo miró con recelo.

Chase dejó escapar un largo suspiro.

– Entonces ven a alegrarme el día. -Le tendió los brazos y esperó que Sloane fuera a su encuentro. Pero al mirarle, Sloane percibió la misma cautela que ella sentía en el corazón.

Había llegado el momento.

Negó con la cabeza.

– No puedo. Los dos necesitábamos lo de anoche, pero lo nuestro se ha acabado, ¿no crees?

Chase se irguió en la cama, con los brazos cruzados sobre el pecho, barrera que no disuadiría a Sloane.

– Lo has decidido tú -repuso él.

Sloane se rió con amargura.

– Pues no. -Se levantó, recogió una de las camisetas de Chase y se la puso. Al menos estaría tapada hasta que llegase a la habitación de invitados, se duchase, hiciese las maletas y se marchara. -Lo has decidido tú -dijo en voz baja.

Chase arqueó una ceja pero no contestó.

– Estoy segura de mí misma y de mis sentimientos, Chase. A pesar de todo lo que me está pasando, lo sé. Te quiero.

El se estremeció. Sloane no lo habría esperado pero, para su sorpresa, él suavizó la expresión.

– Yo también te quiero, Sloane.

Aquellas palabras le sentaron bien a pesar de que sabía que no cambiarían nada. De todos modos, se sintió esperanzada.

– Para ser un hombre de pocas palabras, las escoges bien.

Sloane dio un paso cauteloso hacia Chase, pero él le indicó que se detuviese.

– Te quiero, pero ahora no puedo comprometerme más que cuando te conocí -prosiguió con expresión compungida, aunque Sloane sabía que se trataba de una decisión irrevocable.

Sonrió de mala gana.

– Ya has criado a una familia.

Chase asintió.

– Eso mismo -dijo con demasiado énfasis, -y todavía no he materializado mis sueños profesionales.

– Aspiras a algo más que a dirigir el Gazette -afirmó Sloane con aire cómplice. -Necesitas demostrar tu valía y tienes una noticia única al alcance de la mano.

– Me conoces bien -repuso Chase esbozando una sonrisa socarrona.

Sloane se rió a pesar del dolor que sentía.

– Sí, te conozco.

– Mi vida siempre ha girado en torno a los demás… dirigir el periódico, conservar el legado de mi padre, mantener a la familia. -Meneó la cabeza. -No me malinterpretes, me gusta lo que hago, pero siempre he soñado con ir más lejos. -La miró. -Siempre me he preguntado qué sentiré cuando sea libre.

Sloane asintió lentamente.

– Tendrás que averiguarlo. Digamos entonces que lo nuestro no ha sido muy oportuno. -Tragó saliva para ocultar su desilusión y trató de encontrar las palabras que le permitieran marcharse con dignidad. -Sabía cuáles eran las reglas desde el principio -dijo finalmente, negando con la cabeza- y por eso te lo pondré fácil. Me marcho.

Chase dejó caer las piernas por el borde la cama y Sloane desvió la mirada de su pecho, de su cuerpo desnudo. Tenía que concentrarse en poner fin a aquello y no en una atracción sexual que sólo causaría más dolor.

– No te marcharás de aquí. Al menos no hasta que sepa que estás a salvo -declaró Chase mientras se levantaba.

– No me pasará nada. -Vio a Chase ponerse los vaqueros antes de rodear la cama y acercarse a ella. Estaba tan próximo que podía oler la fragancia masculina que lo envolvía y que la hacía desear mucho más de lo que él estaba dispuesto a dar.

– No irás a ningún lugar donde yo no pueda vigilarte -insistió él mientras introducía las manos en los bolsillos posteriores del pantalón.

– No creo que tengas mucha alternativa al respecto. No quiero seguir siendo una obligación para ti. -Decidió decirle las cosas bien claras. -Pero si sirve para tranquilizarte, iré a ver a mi padre.

– Samson no es sinónimo de seguridad. -Chase entrecerró los ojos. -¿Y desde cuándo sabes dónde está? Sloane se encogió de hombros.

– Desde hace unos cinco minutos. Creo que Samson vive con Pearl y Eldin.

– ¿Y cuándo pensabas decírmelo? -le preguntó subiendo el tono de voz.

Ella volvió a encogerse de hombros.

– No sé si te lo hubiera dicho. Al fin y al cabo, es mi padre y es mi problema.

A Chase se le tensó la mandíbula.

– Su última casa voló por los aires y ahora vive en el patio trasero de mi hermano. Creo que eso también lo convierte en mi problema.

Sloane se estremeció porque sabía que eso no podía discutírselo; es más, ni siquiera se lo había planteado en esos términos. -Dios mío, lo siento.

La mirada de Chase, que se había ensombrecido por el enfado, se suavizó de inmediato en cuanto la acarició.

– Están pasando demasiadas cosas a la vez. Y me preocupa lo que pueda ocurrirte. -Le acarició el antebrazo con suavidad.

La voz ronca y el hecho de que hubiera admitido eso, habrían bastado para que ella cediese… si él lo hubiera propuesto.

– Acabo de imaginarme dónde estaba Samson mientras oía tu conversación con Román -repuso Sloane. -Ahora que lo sé, ya tengo un problema menos, ¿no crees? Me quedaré con él y así me aseguraré de que no les pase nada a Samson, Rick o Kendall, ya que los hombres de mi padre no me harían daño a mí.

– Eso no es garantía de nada y no pienso correr ese riesgo.

– Bueno, para asegurarme completamente, llamaré a Michael y le pediré que venga a Yorkshire Falls a poner fin a todo esto. -Extendió las manos ante sí. -Y saldré de tu vida. Una solución sencilla y sensata para todos.

Chase la miró de hito en hito sin apartar de ella la mirada cargada de deseo.

– Ve a ducharte.

– ¿Cómo dices? -Meneó la cabeza, sin saber por qué.

– Ve a ducharte y te llevaré a casa de Pearl y Eldin -repuso Chase, resignado.

Entonces Chase iba a dejar que se marchase. Se le encogió el estómago, pero ¿qué había esperado? ¿Que le suplicara que se quedase? Arrepentida, desvió la mirada y salió de la habitación. Lo siguiente sería salir de la vida de Chase.


Chase siguió a Sloane hasta la casa de Rick en su coche, lo cual era ideal, ya que Sloane no se veía capaz de estar cerca de él mientras se alejaba. Tras aparcar, ella insistió en hablar primero con Samson antes de explicarle a Rick que su padre estaba alojado en la casa de invitados.

Las piernas le temblaban mientras se acercaba a la vivienda de

Pearl y Eldin, en parte porque no sabía cómo la recibirían y, sobre todo, porque sabía que se había despedido de Chase para siempre.

Llamó a la puerta rápidamente con los nudillos antes de cambiar de idea.

La puerta apenas se entreabrió un poco. Teniendo en cuenta que Pearl era conocida por su simpatía y por dar la bienvenida de manera efusiva, aquella cautela cimentó la certeza de Sloane: Samson estaba en la casa.

– ¿Pearl? -dijo. -Soy Sloane. Nos conocimos en Norman's el otro día y me gustaría hablar contigo.

Se produjo un breve silencio y la puerta se abrió un poco más. Sloane aprovechó para acercarse más.

– Por favor, Pearl. Sé que Samson está ahí dentro y necesito hablar con él.

Esas palabras no surtieron el efecto deseado, ya que Pearl cerró de un portazo en las narices de Sloane. Esta retrocedió de un salto y fue a parar a los brazos de Chase, quien la sujetó y sostuvo para evitar que se cayese o lo derribase. A pesar de la chaqueta que Sloane llevaba, sintió el calor corporal y la seguridad que Chase Chandler siempre le transmitía.

– Parece que tenías razón -le susurró con voz ronca al oído. -Oculta algo.

Su aliento cálido le acarició la piel y Sloane se estremeció.

– Vaya consuelo, teniendo en cuenta que no me ha dejado entrar.

– Creo que una visita del oficial Chandler podría lograr algo -sugirió Chase.

Sloane se puso tensa y trató de volverse, pero Chase se lo impidió.

– No puedes entregar a mi padre -dijo, presa del pánico.

– No lo buscan por nada serio, Sloane. Rick sólo quiere hacerle algunas preguntas y protegerlo.

¿Por qué todo lo que decía Chase parecía tan racional, tan correcto, tan acertado?

– Está claro que mi padre no quiere protección -repuso ella, sobreponiéndose a sus propias emociones.

– A veces lo que la gente quiere y lo que necesita son dos cosas muy distintas.

La voz ronca de Chase hizo que volviera a estremecerse, lo mismo que el doble sentido de sus palabras. Pero Sloane sabía que lo que Chase sintiese no cambiaría sus actos. Tenía que alejarse de él, de lo mucho que la afectaba.

– Si insistes en contárselo a Rick, prefiero avisar a Samson, así que ¿por qué no nos separamos y cada uno va a lo suyo?

Chase la sujetó con más fuerza; sus labios le rozaban la nuca.

– Complicas mucho las cosas más sencillas -murmuró.

– Luchas contigo mismo y yo me niego a presionarte. -Sloane trató de zafarse. Hasta que Chase no decidiese que quería estar con ella, no pensaba ceder.

El asintió y retrocedió. Maldita sea, Sloane no había conocido a nadie con tanto control sobre sí mismo.

– Rick necesita saber a qué se enfrenta. Así que lo haremos a tu manera -dijo Chase. -Ocúpate de Samson y yo iré a ver si Kendall y Rick han llegado.

– De acuerdo. -Esperó a que Chase se marchase, luego se volvió hacia la casa de invitados y llamó de nuevo a la puerta.

– Pearl, soy Sloane y estoy sola.

Finalmente, la puerta se abrió por completo. Pearl cogió a Sloane por la muñeca y tiró de ella hacia el interior de la casa.

– Santo cielo, jovencita, ¿sabes lo que nos ha costado mantener esto en secreto? -Pearl le dio una palmadita en el trasero. -Ven a comer.

Sloane parpadeó. De la conspiración a la comida.

– Pearl, ¿dónde está Samson? -Sloane observó a su alrededor, desde la pintura reciente hasta el sofá y las sillas viejas, pero inmaculadas, del salón.

– Ha ido a buscar el perro al veterinario.

– ¿No lo verá nadie? -Sloane arrugó la nariz.

– Sólo ha ido a por el perro. El veterinario no cierra la puerta con llave -respondió Pearl. -En el pueblo nadie las cierra.

Sloane se limitó a parpadear.

– Pero estoy segura de que sabrá que ha sido Samson quien se ha llevado el perro.

– Pero no sabrá dónde está Samson, salvo que tú se lo digas. -Pearl trató de fulminar a Sloane con la mirada, pero no le fue posible, porque su voz rezumaba dulzura.

– Pearl, Chase se lo está contando a Rick ahora mismo. Nadie está a salvo -dijo Sloane mientras tomaba una decisión. -¿Puedo hacer una llamada?

– Oh, claro. ¿Le pedirás a Chase el periodista que no abra el pico? -Se inclinó hacia Sloane; saltaba a la vista que aquel misterio la tenía intrigada.

Sloane se rió.

– No, pero pienso poner fin a esto de una vez por todas. -Siguió a Pearl hasta la cocina, descolgó el teléfono y llamó a Michael Carlisle.

Michael respondió tras el primer tono. -Carlisle.

– Hola, papá. Soy yo, Sloane.

– Cariño, me tenías preocupado. -Bajó la voz un poco, aliviado tras oír a Sloane.

La necesidad de la niña de refugiarse en su padre se mezcló con el respeto de la adulta hacia el hombre que la había criado y querido.

– Te necesito, papá. -Se le quebró la voz y no trató de contener el maremoto de emociones.

– No hace falta que me lo pidas dos veces. Nunca ha hecho falta. Madeline me dijo que estabas en Yorkshire Falls. Podría estar ahí esta misma noche.

Se volvió para que Pearl, que escuchaba con disimulo y la observaba ansiosa, no lo viese todo. Sloane se secó los ojos.

– Te quiero.

– Yo también te quiero.

Sloane colgó y se dio cuenta de que no necesitaba asimilar la decisión de Michael Carlisle de no contarle la verdad sobre su padre. Ya lo había hecho. Le perdonaba porque él la quería y se lo había demostrado con el paso de los años. Pero dado que ahora sabía la verdad, se comprendía mejor a sí misma. Con un poco de suerte, tendría tiempo para conocer al excéntrico hombre que la había engendrado.

– Creo que ha llegado el momento de tomar un brownie, ¿no crees? -sugirió Pearl.

Sloane se volvió para mirar a su anfitriona.

– Desde luego. -No le vendría mal comer algo mientras esperaba a Samson.

Mientras compartía el brownie y un té caliente con Pearl, por fin llegó el hombre al que Sloane aguardaba.

Samson entró por la puerta trasera, seguido del perro.

– He tenido que huir de los polis, evitar a un periodista y a un tipo que no dejaba de preguntarme cómo llegar a un sitio. Luego a Perro le ha dado por salir corriendo cuando ha visto a ese chucho al que Rick y Kendall llaman Felix -gruñó Samson sin alzar la mirada ni ver a Sloane. -¿A quién se le ocurre llamar Felix a un animal?

– ¿Y Perro te parece mejor? -le preguntó Sloane sin poder evitarlo.

Samson frunció el cejo y miró a Sloane y luego a Pearl.

– ¿Qué hace aquí? -le preguntó a Pearl.

– He venido a buscarte. -Sloane se levantó y se frotó las palmas húmedas en los pantalones.

– Y no podía dejarla plantada en la entrada. -Pearl colocó la mano en el hombro de Sloane. -Es invierno.

– El invierno todavía no ha llegado. Además, ¿cómo me ha encontrado?

– ¿Por qué no me lo preguntas a mí? -intervino Sloane.

Samson seguía frunciendo el cejo.

– Porque si no te hago caso tal vez te vayas.

– Samson Humphrey, discúlpate ahora mismo -le dijo Pearl antes de que Sloane reaccionara. -No tolero groserías en mi casa. Pregúntaselo a Eldin. Hablamos de forma respetuosa o no hablamos.

– Entonces seguro que os pasáis casi todo el día en silencio -gruñó Samson.

Enfurruñada, Pearl cruzó los brazos sobre sus generosos pechos y luego se hundió en la silla que Sloane había dejado libre.

De ese modo no irían a ninguna parte. Aunque Sloane detestaba las maneras ofensivas de Samson, que trataba a todo el mundo con el mismo desdén hosco, una parte de ella deseaba que la mirase con otros ojos y que le hablase como a la niñita que había perdido. Pero eso era como desear que Chase la tratase como a la mujer que quería y con la que deseaba formar una familia. Ninguno de los dos deseos se haría realidad.

En ese momento, se conformaba con la compañía de Samson durante el poco tiempo que le quedaba en Yorkshire Falls. No creyó conveniente que él supiera que Michael Carlisle estaba de camino al pueblo.

Se acercó a Samson, cogió al doguillo entre los brazos y le acarició la cabeza.

– Necesito un lugar donde alojarme, y, puesto que queremos conocernos, pensé que podría quedarme contigo -le dijo a Samson.

Hasta que no hubo acabado de pronunciar esas palabras no se dio cuenta de que temía que Samson le dijera que no, que la rechazase. Hundió los dedos en el pelaje del lomo del perro.

– El sofá de la sala de estar se convierte en cama -dijo Pearl al mismo tiempo que Samson le gruñía.

– No te quedarás aquí. Dije que quería saber si eras mía, pero no dije que quisiera una hija en mi vida.

Sloane cerró los ojos, pero no consiguió que aquellas palabras se borrasen.

– Sólo será un día o dos, hasta que pueda volver a casa.

– Quédate con tu novio, aquí no hay sitio -repuso Samson en tono firme y alzando el mentón de forma desafiante.

Incluso Pearl, que había abierto unos ojos como platos, permaneció en silencio.

– Chase sólo me quiere cuando soy una damisela en apuros -admitió Sloane en voz alta por primera vez, y le dolió

Samson levantó la cabeza y sus miradas se encontraron.

La miraban unos ojos que le resultaban conocidos, lo cual reafirmó un parecido familiar del que no se había percatado hasta el momento. Pero Samson desvió la mirada de inmediato y cortó por lo sano. Al parecer, dos hombres estaban a punto de echarla de sus vidas, pero Sloane no se dio por vencida; estaba resuelta a no ponérselo fácil a Samson.

– Sé valerme por mí misma.

– Puede que sí, puede que no. Depende del material del que estés hecha.

– Estoy hecha de tu material -le espetó Sloane. -Y, al parecer, no eres un recluso, porque has oído rumores sobre Chase y yo. -Se irguió, firme y resuelta a mantenerse en sus trece.

– Convives con él. ¿Cómo quieres que no lo sepa?

Sloane suspiró, pero no quería que se fuera por las ramas.

– Tenemos que hablar de varias cosas, como por ejemplo de mi madre y de dónde piensas vivir.

Samson agitó la mano para restarle importancia.

– No recuerdo haber dicho que te quisiera o necesitara en mi vida. Puedo ocuparme de mis cosas sin tu ayuda, muchas gracias.

Sloane se mordió el labio inferior.

– ¿Y si yo quiero conocerte?

– Entonces mala suerte. Devuélveme al perro. -Se lo arrebató de los brazos y se dio la vuelta.

Sloane se dijo que no pasaba nada. Samson no había formado parte de su vida hasta entonces y no lo necesitaría en el futuro.

Se aseguraría de que los hombres de su padre no le hicieran nada y después se marcharía. Pero sus emociones no secundaban sus ideas y sentía un gran dolor. Le dolía el pecho y se le formó un nudo en la garganta. Se dirigió hacia la puerta principal, pero en lugar de poder huir de la pena, se encontró con otra fuente de sorpresa.

Chase estaba allí, acompañado de Rick y Kendall y de una pareja a la que sólo había visto en fotografías, pero sabía que eran Román y una embarazada Charlotte. Todos testigos de su humillación.

No le apetecía encontrarse con ellos en esos momentos. Incapaz de hacer frente a la vergüenza que sentía, pasó a su lado sin mirar a nadie y se encaminó hacia la calle. El coche de alquiler era su único refugio en esos instantes y, haciendo caso omiso de las voces que la llamaban, se metió dentro y se alejó de allí. ¿Adónde iría? No tenía ni idea.


Tras la marcha de Sloane, se hizo un silencio incómodo en la casa de invitados. Nadie se atrevía a hablar, excepto Chase. Nunca olvidaría el dolor y la humillación que había visto en la expresión de Sloane y sabía quién era el culpable.

– Samson -le gruñó.

El «padre» de Sloane no le hizo caso y se limitó a mascullar entre dientes mientras acariciaba la cabeza del perro, dándole al animal el cariño que su hija ansiaba.

– Te estoy hablando. -Chase se acercó a Samson, lo cogió del brazo y lo obligó a levantar la cabeza para mirarle.

Chase vio en sus ojos el mismo dolor que había percibido en los de Sloane y observar eso le hizo pensar que el instinto no le fallaba, que Samson tenía un motivo para rechazar a la hija a la que en un principio había buscado.

– ¿Qué quieres? -le preguntó Samson.

Detrás de él, Chase oyó a Rick susurrándoles a Pearl y a Kendall, sin duda indicándoles dónde se quedarían todos hasta que Samson dejara de estar amenazado. Ahora que habían dado con él, Chase y Rick convinieron en que nadie debería vivir con un blanco andante. Kendall se llevaría a Hannah y a Charlotte a casa de Raina, y Rick y Román se quedarían allí, en la vivienda de Rick y Kendall, confiando en evitar males mayores. Nd había pasado gran cosa desde que la casa de Samson volara por los aires, pero ya le habían perdido el rastro en una ocasión, y Chase estaba convencido de que intentarían acabar con Samson de nuevo.

– Sé por qué has rechazado a Sloane -comenzó a explicar Chase. -La quieres lejos de ti para que no corra peligro. Un sentimiento loable, pero no has sabido transmitirlo. -Le soltó el brazo antes de acabar descargando su ira en el padre de Sloane.

– ¿Aparte de periodista, ahora también eres adivino? -bufó Samson con sarcasmo.

Chase respiró hondo para armarse de paciencia y enfrentarse de nuevo a aquel cabezota.

– ¿Qué tal si vamos al grano esta vez? Nada de juegos ni respuestas de listillo, ni fingir ser una especie de ermitaño tonto. Los dos sabemos que eres más listo de lo que aparentas.

– No quiero que esté conmigo porque no quiero que le hagan daño. Tampoco quiero que Pearl y Eldin corran riesgos, pero no tenía ningún otro sitio adonde ir. -Samson extendió las manos y entonces pareció más un hombre abatido que un lobo solitario hosco y enfadado. -O sea que aquí estoy, pero no pienso dejar que nadie se meta en mi vida. Al menos no hasta que sea segura. -Samson confirmó la corazonada de Chase.

– ¿Por qué no te quedaste en Hampshire? Earl o Ernie podrían haberte cobijado y estarías lo bastante lejos de Yorkshire Falls como para que no te siguieran el rastro. -Chase caminó de un lado para otro, sin saber muy bien cómo lidiar con el hombre, con sus inesperados cambios de humor y su curiosa forma de pensar.

– Porque entonces no podría haber vigilado a mi hija. -Se le quebró la voz al admitirlo.

Chase se detuvo, perplejo, sin saber cómo reaccionar. Aunque sabía que Samson buscaba a Sloane, nunca se había planteado qué sentiría por su hija, ya que siempre se había mostrado indiferente con todo y con todos.

– Se parece tanto a su madre que me duele mirarla -prosiguió Samson mientras acariciaba al perro. -Tuve que dejar a Jacqueline, pero nunca lo habría hecho si hubiera sabido que estaba embarazada. Perdí a la madre de Sloane. Luego me perdí verla crecer a ella. Así que ahora no pienso poner en peligro su vida. -Se pasó una mano por los ojos, pero no miró a Chase. -Si consiguiera alejarla para siempre, al menos sabría que seguiría con vida.

Chase asintió, comprensivo:

– Has hecho bien al no permitir que se quedara aquí. Pero en cuanto todo esto haya acabado, más te vale que hagas las cosas bien -farfulló Chase. -No se merece pensar que la rechazas.

– Ni tampoco se merece el modo en que la tratas, Don Engreído Chandler. -Samson dejó al perro en el suelo y rodeó el sofá para acercarse a Chase, lo cual pilló a éste desprevenido. -Es mi niñita y le has hecho tanto daño como yo. Eso salta a la vista, incluso para alguien tan antisocial como yo.

Chase se estremeció ya que sabía que Samson tenía razón.

– Los dos sabíamos de qué iba nuestra relación. -Pero sus palabras le parecieron patéticas porque saber de qué iba la relación sólo le había servido la primera noche que pasaron juntos.

En cuanto Sloane llegó a Yorkshire Falls, las cosas habían cambiado. La explosión que sacudió la casa de Samson también sacudió el mundo de Chase, y nada había vuelto a ser lo mismo desde entonces.

– Eres un adulto y, si quieres que te sea sincero, deberías comenzar a comportarte como tal -dijo Samson. -Responsabilízate de tus actos. Decide qué quieres de una vez por todas. Yo tomé decisiones hace muchos años de las que ahora me arrepiento. Si quieres que ella salga de tu vida, entontes despídete y no mires hacia atrás. No juegues a ser su salvador y a ignorarla luego cuando te conviene -concluyó retomando el tono típico de Samson.

– Para haber estado oculto, pareces saber mucho sobre nosotros dos.

Samson se encogió de hombros, pero Chase se percató de que tenía un aire cada vez más arrogante. Al menos cuando se trataba de Sloane.

– He visto y oído más cosas de las que te imaginas -repuso Samson. -Y me da igual si te apellidas Chandler; tu conducta es vergonzosa y mi hija se merece algo mejor.

Tras ese comentario hiriente para poner fin a la conversación, Samson se acomodó en el sofá, de nuevo con semblante hosco, sin hacer el más mínimo caso ni a Chase ni a Pearl, quien trataba de llamar su atención.

Chase se había quedado mudo tras las palabras de Samson. Resonaban en su cabeza mientras Rick les indicaba a Pearl y a Eldin que hicieran las maletas para ir a casa de Raina. Samson se quedaría allí y, con suerte, atraería a los hombres que lo perseguían cuando Rick estuviera de guardia. Pero Chase no tenía tiempo para pensar o establecer paralelismos entre su vida y la de Samson, no hasta que se esfumase la amenaza que se cernía sobre éste e, indirectamente, sobre Sloane y el resto de la familia de Chase.

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