CAPÍTULO 12

Sloane intentó abrir los ojos, pero le dolían demasiado. Era incapaz siquiera de levantar la cabeza.

– ¿Quién ha contratado al grupo de percusión? -farfulló mientras hundía la cabeza en la almohada.

– Creo que tú -respondió una voz masculina que le resultaba familiar.

– ¿Te conozco de algo? -le preguntó a Chase en tono irónico, incapaz de pensar en otra cosa que no fuera el retumbar de tambores que notaba en su cabeza.

Chase se sentó en la cama y ella notó que se hundía con el peso.

– Nos conocimos anoche -respondió con picardía. A pesar de la resaca, ella sintió una calidez en el estómago. Sin embargo, sabía que no debía reírse.

– No puedo creerme que bebiera tanto -se lamentó. -Earl no te dejó otra opción. Toma, ponte esto -le dijo mientras le daba la vuelta y le colocaba un paño húmedo en la frente.

Ella notó el alivio de inmediato.

– Humm, eres un regalo caído del cielo, Chase Chandler.

El se rió por lo bajo.

– También te he traído agua y aspirinas. -Creo que me convendría esperar un rato antes de levantar la cabeza -masculló ella. -¿Qué hora es?

– Las siete de la mañana.

– Espero que Kendall se encuentre mejor que yo -dijo, mientras comenzaba a recordar la noche anterior.

No habían encontrado a Samson, pero el recuerdo de haber hecho el amor con Chase la llenaba. Un hombre al que quería para ella sola, pero la cruda verdad era innegable. El no sentía lo mismo y la existencia de otra mujer en su vida, Cindy, así lo confirmaba. Sloane no era más que una distracción hasta que se separaran.

Sin embargo, no quería que nada ni nadie se interpusiera entre ellos. Puesto que el paño le cubría la frente y los ojos, no tendría que plantarle cara en sentido literal, así que le pareció el momento idóneo para hablar sobre el tema.

– Dijiste que lo de Cindy no era fácil de explicar, pero cuanto más tiempo pasamos juntos, aunque esto sea temporal, más me molesta que estés con otra persona.

– He cortado con Cindy -respondió él con claridad y firmeza, y esas palabras la sorprendieron.

Sloane tragó saliva.

– ¿Por qué? -preguntó sin abrir los ojos.

– Creía que resultaría obvio. -Se inclinó hacia adelante y la besó en los labios.

En ese instante, Sloane recordó más detalles de la noche anterior, como que había pensado que se había enamorado de él. El sentimiento no había sido fruto del alcohol, sino del corazón. Abrió la boca y lo recibió con toda la pasión, deseo y amor que bullían en su interior.

Pero el teléfono los interrumpió y, con un gruñido, Chase descolgó el auricular de la mesita de noche.

– Chandler.

Sloane esperó mientras la cabeza le palpitaba con tanta fuerza como el corazón, pero ahora por motivos distintos. Se había enamorado de aquel Chandler, un hombre que no quería formar una familia ni compartir el futuro con una mujer porque ya tenía muchas responsabilidades. Había tenido una vida demasiado cargada y Sloane tendría que pagar por ello y, cuando llegara el momento, dejarlo marchar para que hiciera realidad sus sueños.

– ¿Mamá está en el hospital? -La voz de Chase interrumpió sus egoístas pensamientos.

¿Raina se había puesto enferma? ¿No lo había presentido Sloane? Pero Rick y Chase habían insistido en que se trataba de una farsa, un juego para que los chicos sentaran la cabeza. No lo era, y tendría que haberle pedido a Chase que se lo tomara más en serio.

– Voy en seguida -dijo Chase, tras lo cual colgó y se volvió hacia Sloane. -Tengo que irme.

Sloane ya se lo había imaginado.

– ¿Qué ha pasado?

– A mamá comenzó a dolerle el pecho mientras dormía y llamó a una ambulancia. -Aquella noticia lo dejó helado. Raina lo había llamado, pero él estaba ocupado. Con Sloane.

Por primera vez en su vida, había estado demasiado atareado como para comprobar el contestador automático y, aunque se había convertido en un periodista estelar, no se había molestado en echar un vistazo al busca.

La familia siempre había sido su máxima prioridad, hasta aquel momento. Tal vez las consecuencias fueran trágicas. Se levantó y cogió los pantalones.

– Déjame acompañarte. -Sloane se incorporó en la cama y gimió mientras se llevaba las manos a la cabeza. -Joder, es como si me estuvieran aporreando aquí dentro.

Chase decidió que sería mejor que fuera solo para concentrarse y reencontrarse con los suyos.

– Quédate aquí. Te llamaré para ver cómo te encuentras -le prometió.

– ¿Qué ha pasado? Creía que los problemas de corazón de tu madre eran falsos.

– Según Rick, esta vez ha sido en serio. Ella lo llamó y Rick le ha hecho compañía toda la noche.

– ¿Por qué no te ha llamado?

– Sí me ha llamado. -Se abotonó los pantalones y se puso una sudadera. -Pero yo estaba demasiado ocupado para contestar.

Sloane se estremeció al percatarse de lo que quería decir. -Lo siento.

– No pasa nada -mintió Chase. Ya le había mostrado demasiado cómo era, le había dado demasiado poder sobre sus emociones y sentimientos. Había llegado el momento de controlarse.

Cogió las llaves.

– Descansa y ya te llamaré en cuanto sepa algo.

Sloane asintió. Si le dolía que Chase se marchase sin ella, no lo demostró. A pesar de la necesidad de fortalecer sus defensas y mantenerla al margen, una parte de Chase deseaba precisamente la respuesta emocional que trataba de contener.

Quería abrazarla y que ella lo abrazase antes de irse al hospital. Sin embargo, se limitó a despedirse y salió por la puerta.


Tras el portazo de Chase, Sloane oyó el motor del coche poniéndose en marcha en la calle. Luego se produjo un largo silencio. La esperanza que había sentido al oírle decir que había roto con Cindy se desvaneció en esos momentos. Chase se había encerrado en su caparazón y no hacía falta ser neurocirujano para saber el motivo.

Hacía menos de una semana que conocía a los hermanos Chandler, pero ya había comprendido su código de honor. La familia era lo primero, y Chase había incumplido ese código la noche anterior. No había respondido al teléfono por exceso de dedicación a Sloane. Era preferible que se centrara en sus propios problemas y dejara que Chase Chandler y su familia se ocuparan de los suyos.

Descolgó el teléfono y llamó a su madrastra. Aunque no era una persona madrugadora, Madeline respondió tras el primer tono.

– ¿Sí?

– Hola, mamá.

– Sloane, cielo, gracias a Dios -dijo Madeline en tono aliviado. -Necesitaba oír tu voz.

A ella se le hizo un nudo en la garganta y añoró su hogar de un modo inesperado. A pesar de las mentiras, quería a su familia. Esa era una de las verdades que había aprendido durante su estancia en Yorkshire Falls.

– Estoy bien, y yo también necesitaba oírte. -Para su propio asombro, se le quebró la voz y rompió a llorar.

– ¿Has encontrado a Samson?/-le preguntó Madeline, preocupada. -¿Por eso lloras?

Sloane meneó la cabeza.

– No, no lo he encontrado. Se marchó tras la explosión pero, según la gente del pueblo, Samson es extraño, que haya desaparecido no les sorprende. -Se secó los ojos. Trató de explicarle lo imprescindible para no preocuparla. -Cuando me fui para venir aquí, ¿papá se lo tomó mal? -Si a Michael Carlisle le preocupaba la seguridad de Sloane, es posible que hubiese enviado a alguien para encontrar a Samson, lo cual explicaría la presencia de la persona que Earl había dicho que lo buscaba.

– No, entiende que es cosa tuya. Sloane se mordió el labio inferior.

– ¿Y la campaña? ¿Cómo va? Frank y Robert deben de estar publicitando a papá como locos después de anunciar que se presentará a vicepresidente. -Sloane mencionó al jefe de campaña de Michael con la esperanza de que Madeline le proporcionara información sin querer. Al fin y al cabo, Frank era quien había amenazado a Samson. Después de Michael, él sería quien saldría peor parado si alguien tan incontrolable como Samson Humphrey desbarataba la campaña.

– Frank ha empalmado una reunión tras otra mientras Robert estaba fuera de la ciudad -respondió Madeline.

– ¿Se ha ido ahora? ¿En pleno apogeo de la campaña? -preguntó Sloane tratando de fingir sorpresa.

– Una urgencia familiar. Ya sabes que esas cosas no pueden evitarse -suspiró Madeline. Se produjo un largo silencio tras el cual añadió en tono incrédulo: -No estarás pensando que buscan a Samson para asegurarse de que no hable, ¿no?

– ¡No! Claro que no. Creo que Samson no es más que un excéntrico que ha desaparecido. Y si Robert dice que tiene una urgencia familiar, estoy segura de que es verdad. -Sloane también estaba segura de que, si Robert estaba en Yorkshire Falls, pasaría desapercibido.

– Bien -dijo Madeline, que no parecía haberse calmado. -Al menos sé que hay alguien que vela por ti.

– Lo cual me recuerda algo: ¿cómo es posible que le pidieras a Chase Chandler que fuera mi guardaespaldas? -le preguntó, reprochando el carácter protector de su madrastra.

– Yo hago lo que haga falta con tal de velar por la seguridad de mi familia. Chase es buena persona, Sloane.

– Dime algo nuevo.

– ¿Os lleváis bien? -preguntó esperanzada. «Tiene mucho en común con Raina Chandler», pensó Sloane. -Te acaba cayendo bien -replicó de forma evasiva. Madeline se rió.

– Ya es algo. ¿Me llamarás si me necesitas?

– Descuida -prometió Sloane. Colgó el auricular y lo contempló unos instantes mientras pensaba en la marcha de Chase.

¡Maldito hombre! ¡Malditos sentimientos encontrados! Sí, Chase la había apartado, pero Sloane había visto cómo se le ensombrecía el semblante de deseo; lo había oído gemir cuando estaba en su interior. Ningún hombre podía fingir algo así, por no hablar de su ruptura con Cindy. «A la porra lo de no darle importancia a las cosas», pensó mientras se levantaba. A pesar del dolor de cabeza palpitante, comenzaba a pensar con claridad. Tenía que encontrar a su padre y enderezar el rumbo de su vida. Y tal vez Chase Chandler formara parte de ella.


Chase llamó una vez y abrió la puerta de la habitación de su madre en el hospital. En esa ocasión, la habían obligado a pasar la noche allí en lugar de dejar que volviese a casa. Chase se sentía culpable, y lo abrumaba una sensación de traición. Había tratado de correr tras la familia de Sloane en lugar de darle importancia a la suya.

– ¿Mamá? -dijo en voz baja por si acaso estaba durmiendo.

– Pasa -le dijo Rick desde una silla en un rincón de la habitación.

Chase entró y observó a su alrededor. El papel pintado de las paredes era de tonos apagados y del techo colgaba un televisor. Sin sonido, las imágenes parpadeaban desde la pantalla. Raina ocupaba la única cama de aquella habitación tan grande. Eric probablemente se había asegurado de que tuviera una habitación individual y de que cuidaran bien de ella.

Raina miró pestañeando a Chase mientras él se acomodaba en el borde de la cama. Su hijo le tomó la mano entre las suyas.

– ¿Cómo estás?

– Mucho mejor -respondió ella mientras se incorporaba un poco sobre las almohadas. -No me lo puedo creer -murmuró con una expresión de remordimiento y preocupación.

– ¿El qué? -preguntó Rick inmiscuyéndose, como de costumbre. -¿Que Chase finalmente tenga vida social? -Miró a Chase y le guiñó un ojo para tratar de animar el ambiente.

Raina se rió.

– Deja en paz a tu hermano. Tiene derecho a disfrutar del sexo sin que metas baza. -Raina cruzó los brazos sobre el pecho con una expresión que le dejaba a Rick muy claro que no debía volver a mencionar el tema.

Como si las regañinas de Raina hubieran servido de algo en el pasado.

Su madre estaba hablando de la vida sexual de Chase. Rick se sonrojó.

– Bueno, creo que ya era hora, ¿no? -dijo no obstante, levantándose de la silla y desperezándose. Chase gimió.

– Preferiría hablar de cómo se encuentra mamá.

– ^¿X no sobre lo que hiciste después de llevar a Sloane a casa? -bromeó Rick.

Sin embargo, ni siquiera el tono jocoso de su hermano hacía que Chase se sintiera menos culpable.

– Mamá se pondrá bien -dijo Rick finalmente al ver la expresión preocupada de Chase.

Raina le apretó la mano como para corroborarlo.

– Ya estoy bien. Pero, Chase, este incidente no tiene nada que ver con el anterior. -Raina se sonrojó, y se la veía tan incómoda que Chase no se sintió capaz de expresar su enfado por la farsa de su madre.

– Lo sé, mamá. Lo pasado, pasado está, ¿entendido? Lo que ahora importa es tu salud y que esta vez no sufras una recaída. -Se inclinó hacia adelante, con los codos apoyados en la manta, sin soltar la mano de su madre.

Raina parpadeó.

– ¿A qué te refieres con lo de «lo sé»? -Y desvió rápidamente la mirada hacia Rick. -¿Lo sabe? -le preguntó. Rick asintió.

– Te habría hablado del asunto cuando volví de Washington, pero entonces llegó Sloane y la situación se me escapó de las manos -dijo Chase. -Pero no volverá a ocurrir, vuelvo a tener claras mis prioridades. -Miró a Rick. -¿Cuál es el diagnóstico? -le preguntó para hacerse cargo.

– Angina de pecho. Al parecer, no le llega la sangre necesaria al corazón y, cuando se esfuerza demasiado, le duele el pecho.

Chase asintió y lo embargó una sensación de deja vu mientras oía aquella explicación, recordándole cuando Raina le había contado su último «episodio». Se dio cuenta entonces de la falta de información, de las muchas pistas que Raina había dejado y que podían haberles indicado que fingía. Pistas de las que ninguno de sus hijos se había percatado porque sólo querían que se recuperase.

– Chase, tenemos que hablar sobre lo que les hice a tus hermanos y a ti. -Raina parpadeó y se le deslizó una lágrima por el rostro. -Me equivoqué.

A Chase se le encogió el corazón al oír esas palabras.

– Ya tendremos tiempo de hablar, te lo prometo. Ahora quiero que no malgastes energía y que te pongas bien. -La besó en la mejilla y se levantó. -Me gustaría ver a Eric para que me explique claramente qué debemos hacer.

– Volverá pronto. Le he dicho que te había localizado y me ha asegurado que nos explicará a los tres cómo está el panorama. -Rick consultó la hora. -Román y Charlotte llegarán esta noche, y Eric me ha dicho que entonces será el momento idóneo para hablar.

– Me darán de alta esta tarde -añadió Raina.

– Perfecto. -Si la dejaban volver a casa, entonces las cosas no estaban tan mal, pensó Chase.

– ¿Dónde está Sloane? -preguntó su madre.

– Supongo que en casa, recuperándose de la resaca, como Kendall -respondió Rick en un tono jocoso teñido de cierto fastidio por lo sucedido la noche anterior.

– Oh, venga ya, ninguna de las dos bebe -replicó Raina.

– ¿Tú cómo sabes lo que Sloane hace o deja de hacer? -le preguntó Chase.

Raina extendió las manos sobre la manta de la cama.

– Sé cómo es. Es encantadora y honesta, y nunca haría algo así -afirmó con convicción.

– ¿La nuera perfecta? -conjeturó Rick leyéndole el pensamiento a su madre.

Los ojos color avellana de Raina se iluminaron de dicha.

– Bueno, ahora que lo dices…

– ^No fue precisamente eso lo que comenzó a causarte problemas? -le preguntó Chase. Ella se encogió de hombros.

– Ya han caído dos, jovencito. ¿Crees que voy a renunciar a la idea de que sientes la cabeza y seas feliz como tus hermanos? Tal vez mis métodos hayan sido dudosos, pero mis motivos siempre han sido nobles.

Chase gimió. Y pensar que había confiado en que los problemas de salud de Raina la hubiesen hecho desistir y que ya no tratara de casarlo…

– No pienso hablar de ello.

– ¿Porque ahora vuelves a tener las prioridades claras? -le preguntó Raina.

Chase asintió con frialdad. -Exacto.

Raina frunció los labios y dejó escapar un sonido fruto de la frustración.

– Si las tuvieses tan claras, no te quedarías aquí ahora que sabes que estoy bien.

Chase sabía perfectamente adonde quería ir a parar, pero no podía impedírselo.

– ¿Y dónde estaría? -le preguntó resignado.

– Con Sloane.

Rick se rió por lo bajo, y ni siquiera se molestó en carraspear para disimular.

– Sloane sabe arreglárselas sola -farfulló Chase.

– ¿Por qué habría de hacerlo? -le preguntó Raina.

La mirada de su madre le recordó las ocasiones en las que, de pequeño, lo había pillado haciendo algo indebido. Momentos que habían llegado a su fin en cuanto asumió el papel de cabeza de familia.

– ¿Te llevo a casa?

– Ya me llevará Eric. También Rick volverá a casa para estar con su mujer, ¿no es así?

Rick asintió.

– Desde luego… después de que le hayas leído la cartilla a Chase. -Con una sonrisita complacida, se apoyó en la pared; le divertía ver a Chase en un aprieto.

– Vete a paseo, jovencito. Quiero hablar a solas con tu hermano.

– Oh, vaya. Siempre me pierdo lo más divertido -dijo Rick.

– Acabas de imitar a la perfección tu conducta de niño -dijo Chase al recordar las ocasiones en que su madre y él mantenían conversaciones serias de las que excluían a sus hermanos pequeños. Con la salvedad de que esa vez el tema era la vida amorosa de Chase.

– Chase ha dado en el clavo. Ha pasado demasiado tiempo siendo vuestro padre y apenas ha disfrutado de la vida -explicó Raina. -Eso no es natural.

Chase parpadeó, perplejo. Le sorprendía que Raina admitiese lo muy inusual que había sido su vida.

– Dejémoslo correr. -No le apetecía ahondar en ese tema.

– No, he pasado por alto tus necesidades durante demasiado tiempo -repuso Raina en tono resuelto.

– Me largo antes de que comience a hablar de mis necesidades -farfulló Rick dirigiéndose hacia la puerta.

– Cobarde -le espetó Chase.

– Prefiero ser un cobarde a que mamá me diseccione. Nos vemos en casa esta noche -añadió dirigiéndose a su madre. -Kendall y yo llevaremos la cena, así que no se te ocurra preparar nada de nada -advirtió, luego le dio un beso volado y se marchó.

Chase encaró a su madre y, al hacerlo, encaró su pasado. La veía tan frágil y débil como durante los días posteriores a la muerte de su padre. En aquel entonces, se había percatado de que tenía que cuidar de ella, y lo hizo sin pensárselo dos veces. Ahora la situación se repetía.

Ante una crisis familiar como aquélla, sus propios deseos y necesidades no importaban. A pesar de que fueran a darle el alta esa misma tarde, la enfermedad de Raina constituía una verdadera crisis familiar. Fingida o no, la última vez, los tres hijos se lo habían jugado todo a una moneda que había cambiado la vida de Román.

Aunque Chase comprendía la gravedad del asunto, no permitiría que en esa ocasión Raina lo manipulase.

– Mamá, es mejor que lo dejemos correr.

– Después de que te cuente mi versión de los hechos.

Como sabía que se la contaría de todos modos, Chase se acomodó en la silla que había ocupado Rick.

– Soy todo oídos.

Raina se volvió hacia la ventana y Chase tuvo ocasión de observarla con detenimiento. Había envejecido, pero todavía conservaba la belleza de la juventud. Tampoco había perdido la sensatez y el buen corazón que la habían llevado a tomar decisiones impulsivas para proteger a la familia. Chase no era capaz de imaginarse la vida sin su madre.

– He cometido errores -reconoció Raina finalmente. -Y me pasé de la raya al manipularos para que creyerais que estaba enferma. Pero no ha sido el mayor error que he cometido.

Chase no pudo evitarlo y rompió a reír.

– Lo siento, pero me costaría encontrar uno mayor -comentó.

– Aah, pero a mí no. Dejar que asumieras el papel de padre cuando murió el tuyo fue un error del que me arrepiento enormemente. -Suspiró y se volvió hacia Chase.

Chase notaba que a Raina aquello le dolía mucho, pero no comprendía por qué.

– ¿Qué otra solución había?

– Podría haberte dejado ir a la universidad, por ejemplo. Ocuparme del periódico yo misma. Cuidar de tus hermanos sin depender de ti que, al fin y al cabo, eras demasiado joven.

– Estaba capacitado para hacerme cargo de la situación -le recordó Chase, sin saber muy bien cómo hacer frente al estado emocional en que se encontraba Raina. Las mujeres y las lágrimas nunca habían sido lo suyo.

Seguramente por eso, pensó entonces, se había apresurado a intervenir y a asumir el papel de su padre, sin darle tiempo a Raina para tomar sus propias decisiones o controlar su futuro. Había considerado que era el hombre de la casa y se había comportado como tal, pero, al hacerlo, había privado a sus hermanos de otras opciones.

– Lo hecho, hecho está, mamá.

– Cierto. -Sacó un pañuelo de la caja de la mesita de noche y se secó los ojos. -Pero el futuro no tiene por qué ser una réplica del pasado, y eso es lo que necesito que comprendas.

Chase arrugó la nariz y se preguntó cómo se lo explicaría.

– He aceptado la situación tal como es. Disfruto de una vida excelente y de una familia maravillosa. ¿Qué tiene de malo renunciar a algunas cosas por el camino? ¿Quién no se sacrifica? -le preguntó. -Pero ha llegado el momento de que viva mis sueños.

– Me alegro.

Las mejillas de su madre cobraron vida y Chase se sintió aliviado. Raina había entendido su punto de vista y no se preocuparía por él cuando debiera ocuparse de sí misma.

– Pero asegúrate de no olvidar dos cosas -prosiguió Raina.

– ¿Cuáles?

– De que los sueños sean fruto del presente, no del pasado. Y acepta la diferencia entre ayudarme a criar a tus hermanos, que ya eran unos diablillos medio creciditos, y la dicha de criar a tus propios hijos -dijo en tono alegre sin por ello obviar la seriedad del asunto.

Lo quería casado y con hijos. Eso no había cambiado.

– Te he oído, mamá.

– Pero no me estás escuchando, ¿verdad? La vida es corta. Se te escurrirá de las manos antes de que te des cuenta, y si dejas que Sloane salga de tu vida, te arrepentirás. No quiero que, después de todo lo que has hecho por nosotros, pierdas esa oportunidad.

Chase meneó la cabeza.

– No me arrepentiré, no vivo anclado en el pasado. -Sin embargo, no quería que Raina albergara la esperanza de que él sentaría la cabeza como Rick y Román. -Ya decidiré cuál es mi futuro y, como ya te he dicho, vuelvo a tener claras mis prioridades.

– Como un buen Chandler -dijo la voz femenina y conocida de Sloane desde la puerta. -La familia es lo primero; los hijos, ni pintados -comentó bromeando, parafraseando lo que le había dicho la primera vez que habían hecho el amor.

«La seguridad es lo primero y los hijos, ni pintados.»


Chase se volvió y vio a Sloane esbozando una sonrisa forzada. Después de todo lo que habían compartido, ella había llegado a conocerlo. Aunque sus palabras e ideas no la sorprendían, Chase vio que sin embargo la decepcionaban. Se le hizo un nudo en el estómago y sintió que no debía desilusionarla.

– ¿Qué haces aquí? -le preguntó, sin poder evitar sonreír.

Se pasó la mano por el pelo, se levantó, se acercó a Sloane y la atrajo hacia sí.

Le bastó mirarla, pálida por el calvario de la noche anterior, pero guapa de todas maneras, para sentirse más feliz de lo que debía teniendo en cuenta que su madre estaba postrada en una cama del hospital.

– He venido para ver cómo se encuentra Raina. -Sloane se acercó a la cama y, de detrás de la espalda, sacó una rosa con un mensaje que rezaba: QUE TE MEJORES. -Quería traerte bombones, pero pensé que tal vez debería consultarlo primero con el médico.

– Qué encanto de chica. -A Raina se le iluminó el semblante mientras aceptaba el regalo de Sloane.

Raina estaba tan colada por Sloane como Chase. La diferencia estribaba en que Chase sabía que una mujer como aquélla, con sus deseos y necesidades, chocaría de frente con su recién descubierta libertad. Esa mañana, su instinto lo había llevado por el camino más acertado: alejarse de ella.

– Pienso comer bombones hasta el día en que me muera… lo cual no ocurrirá hasta dentro de muchos años. Me quedan muchas cosas por vivir -declaró Raina. -Quiero salir de aquí.

Chase se rió.

– He visto a Eric pasar por el pasillo y saludar. Supongo que en una hora más o menos firmarás los papeles y te dejarán en libertad.

– Perfecto. Mientras tanto, seguid con lo vuestro y dejadme tranquila. Me apetece echar una cabezada. -Cerró los ojos y ladeó la cabeza como si pensara dormir.

Chase puso los ojos en blanco.

– Es tan transparente… -le dijo a Sloane.

Ella se rió y lo secundó:

– Lo sé, pero tiene buenas intenciones y es un encanto.

Raina carraspeó, pero no abrió los ojos.

– Bueno, también quería decirte que pensaba pasar por el veterinario para ver cómo está el perro de Samson. ¿Te parece bien si lo llevo a tu casa? Sé que pido mucho, pero no me gusta que esté solo cuando yo podría ocuparme de él…

– A Chase le encantan los perros -dijo Raina desde la cama.

– Se supone que estás durmiendo -le dijeron Chase y Sloane al unísono.

Raina se limitó a sonreír.

– Las grandes mentes piensan de forma similar. Las parejas casadas completan sus ideas mutuamente, igual que las parejas que deberían estar…

Sloane soltó una sonora carcajada y no dejó que Raina pronunciara la última y predecible palabra.

– Sigue durmiendo -le espetó Chase antes de que su madre volviera a inmiscuirse. -Puedes traer el perro a casa -le dijo a Sloane. -Pídele al doctor Sterling que te dé lo que haga falta para alimentarlo y ya le mandaré un cheque para cubrir los gastos.

– ¿Lo ves? Bajo ese exterior hosco tiene su corazoncito.

Sloane le acarició la mejilla.

– Claro que lo tiene.

Aquel contacto le caló hondo y lo hizo sentir bien, pero en lugar de disfrutarlo se puso nervioso. Si se lo permitía, aquella mujer podría acabar con su sueño de vivir finalmente su propia vida sin tener que rendir cuentas a nadie. No estaba seguro de por qué el objetivo que lo había sostenido durante años de repente lo hacía sentir vacío y frío, pero ése no era el momento de preocuparse de ello.

Una vez tomada la decisión, ¿Chase retrocedió unos pasos, fuera del alcance de Sloane.

Ella se dio cuenta de inmediato. Junto con lo que le había oído decir a su madre, supo que el gesto de Chase era deliberado. Raina quería que sentase la cabeza con Sloane y Chase no quería saber nada de ese plan. No se arrepentiría. No vivía anclado en el pasado. Eso era lo que había dicho.

A Sloane no le quedaba más remedio que encontrar a Samson, arreglar el desastre en que se había convertido su vida y seguir adelante. Se volvió hacia Chase, resuelta a adoptar el mismo aire indiferente que él.

– Yo correré con los gastos del perro de Samson, pero gracias por ofrecerte -le dijo en un tono más formal y distante de lo normal. ¿Lo había imaginado o Chase se había estremecido al oír aquel tono frío?

– Bueno, independientemente de quién corra con los gastos, Chase puede irse contigo. Aquí ya no tiene nada que hacer. -Raina agitó la mano como para abarcar la habitación, sin percatarse de la frialdad que se había creado entre los dos jóvenes.

– No, no pienso irme hasta que los médicos me digan exactamente qué te pasa y cuál es el diagnóstico -replicó Chase. Y cruzó los brazos con firmeza. Sloane tuvo la impresión de que, más que dejarle las cosas claras a su madre, lo que hacía era volverla a excluir a ella.

– Tonterías -repuso Raina.

Chase arqueó una ceja.

– ¿En serio? Ya te saliste una vez con la tuya, mamá, pero esta vez esperaré a que el médico me cuente la verdad.

Raina frunció el cejo y los labios en señal de desaprobación y luego se volvió hacia Sloane.

– Bueno, antes de que vayas al veterinario, llama al doctor Sterling y asegúrate de que esté en la consulta. La gente del pueblo se aprovecha de su carácter bondadoso y esperan que haga más visitas a domicilio que un médico de los de toda la vida. -Raina jugueteó con los cables conectados al monitor cardíaco. -Quiero marcharme de aquí -farfulló de nuevo.

– Pronto. -Chase señaló el teléfono con la cabeza. -Mamá tiene razón. Llama primero al veterinario.

A Sloane no le gustaba que Chase le dijera en ese tono frío lo que debía hacer, pero sabía que era un consejo sensato, así que se dirigió hacia la mesa y descolgó el teléfono. Marcó el número que Raina le había indicado, escuchó y colgó, resignada.

– Tenías razón. Me ha salido el contestador automático.

– ¿Lo ves? -Raina sonrió, satisfecha de haber estado en lo cierto. -Ahora puedes quedarte con nosotros. -Dio una palmadita en la cama para que Sloane se sentara a su lado.

Ella le dedicó una sonrisa.

– Me gustaría, pero tengo que hacer un recado. -Además, saltaba a la vista que Chase no la necesitaba ni la quería allí.

– ¿Dónde? -preguntó Raina.

– No es asunto tuyo -intervino Chase.

Sloane tosió para disimular un gritito de asombro, tras lo cual se acercó a la madre de Chase y le dio una palmadita en la mano.

– Te agradezco la invitación. Voy a visitar la antigua casa de mi madre -le informó con una sonrisa. -Tengo la dirección que me diste.

– Oh, querida. No deberías ir sola.

– ¿Por qué no? -preguntaron Chase y Sloane al unísono.

Ella quería alejarse del hospital y de aquellos sentimientos contradictorios, y era obvio que Chase deseaba que se marchara.

Sloane le recordaba sus fallos y, al parecer, Chase Chandler tenía unos principios demasiado elevados, inhumanos. No se permitía deseos que se antepusieran a la familia. Sloane inhaló y se irguió. Bueno, peor para él. Ella quería a alguien humano en su vida. Además, tenía que encontrar a su padre. Por mucho que le apeteciera, no era buen momento para sumar las paranoias de Chase a las suyas.

Raina chasqueó la lengua, como si los reprendiera.

– Porque se trata de una experiencia emocional, y Sloane no debería enfrentarse a ella sola.

– Es el pasado de mi madre e, indirectamente, el mío. -Sloane se encogió de hombros para quitarle hierro al asunto, por lo menos hasta que saliera de la habitación. -Me las apañaré.

Raina exhaló exasperada.

– Pero es que no quiero que Chase se quede aquí. Su hijo la fulminó con la mirada y se apoyó en la bandeja portátil que servía de mesita de noche. -Razón de más para que me quede.

– Chase tiene razón -convino Sloane rechinando los dientes. No quería nada que él no estuviese dispuesto a dar. -No se quedará tranquilo hasta que sepa que vas a ponerte bien, y no le culpo. Me enfrentaré a mi pasado familiar, intentaré recoger al perro y luego volveré a casa de Chase. Confío en que Earl llame, o en encontrar una pista sobre el paradero de Samson para dejarlo todo arreglado y regresar a Washington. -Se recolocó la correa del bolso en el hombro. -No quiero ser una molestia para nadie.

– Tonterías. -Raina agitó una mano para restarle importancia. -No molestas a nadie. Pero si averiguas alguna pista, llama a Chase mientras esté aquí o en mi casa -dijo en tono autoritario.

– Aunque me cueste reconocerlo, estoy de acuerdo con mi madre. Si averiguas algo, llámanos. Quienquiera que persiga a Samson es peligroso -recomendó Chase con expresión preocupada y un atisbo de anhelo que era incapaz de ocultar.

Pero el anhelo no bastaba, no si no estaba dispuesto a actuar.

– No te preocupes -contestó Sloane meneando la cabeza. -Sé ocuparme de mí misma. Agradezco todo lo que tu familia ha hecho por mí hasta el momento, pero ahora tienes otras prioridades.

Haciendo un último esfuerzo, se marchó de allí como si Chase no significara nada para ella. No tenía otro remedio que aceptar que, salvo que él resolviese su propio conflicto, estaba sola. No era la primera vez que experimentaba esa sensación, pero ahora que había conocido a Chase, se sentiría más sola todavía.

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