Chase quería respuestas, sin embargo, cuando los brazos de Sloane le rodearon el cuello y sus respectivos labios entraron en contacto, su cuerpo cobró vida. Cuando ella lo tocaba de ese modo, encontraba respuestas de otra índole, y mentiría descaradamente si dijera que no le gustaba, pero aun así, le apartó los brazos y se los colocó a los lados. -Samson -le recordó.
– Luego te lo cuento. -Lo miró con ojos abiertos e implorantes. -Después. -Le rozó el cuello con la boca, sus labios cálidos y suaves al contacto con su piel. -Tienes mi palabra -le aseguró. -Hazme sentir viva otra vez y te prometo que luego te contaré todo lo que quieras saber.
– Un momento. -Su mirada no sólo transmitía deseo, sino honestidad y como Chase se jactaba de calar a las personas, aceptó su respuesta sin darle más vueltas. Pero no estaba preparado para acostarse ya con ella. -El hecho de que quiera respuestas sobre Samson no es lo único que me frena. -Lo mínimo que podía hacer era ser sincero con ella.
Sloane esbozó una tímida sonrisa.
– Me parece que sé lo que es. El compromiso, ¿verdad? Te preocupa que quiera más de lo que me puedes dar -dijo como si le hubiera leído el pensamiento.
El asintió. Aunque ella no quisiera más, se merecía más de lo que él podía prometerle o darle.
– La última vez sabíamos cuáles eran las normas.
Sloane le acarició la mejilla sin apartar la mirada de él.
– Y esta vez también. Yo no voy a quedarme en Yorkshire Falls después de que encuentre a mi… después de que encuentre a Samson.
Le acababa de dar una pista. También le había dado la respuesta que creía necesitar, la que le permitía dar rienda suelta a la pasión que había ido acumulando a lo largo del día. No tenía que preocuparse por el compromiso. Pero si eso era cierto, ¿por qué sentía esa desazón en su interior al pensar que ella lo dejaría una segunda vez?
– ¿Chase? -Se lamió el dedo y luego le recorrió los labios, con lo que le dejó la boca húmeda y el cuerpo anhelante.
Había sido un idiota al negar su necesidad apremiante. Con un gesto hábil, la tumbó en el sofá.
– Voy a tener que dar por supuesto que esta vez también estamos de acuerdo.
Ella rió con ligereza, un sonido contagioso que borró todas las preocupaciones y problemas, y lo hizo sentir feliz, con una sonrisa en los labios.
Feliz. Reconoció que se trataba de un estado que le resultaba ajeno.
– Diría que tienes razón.
Chase la besó con pasión y profundidad acompañándose de la lengua e imitando con ella los movimientos de la parte inferior de su cuerpo. Tema una fuerte erección y necesitaba penetrarla con una desesperación que jamás había sentido.
La cogió de la mano, la puso en pie y la condujo a su dormitorio, lugar que siempre había considerado su santuario. El lugar al que acudía cuando deseaba alejarse del negocio del Gazette, de la presión de su familia y de la vida en general. Su refugio. Ahora que ella lo había pisado, ya no volvería a mirarlo con los mismos ojos.
– ¿Chase?
El parpadeó y se dio cuenta de que Sloane había llegado antes a la cama y estaba sentada encima, con las piernas cruzadas en el centro del colchón. Se quitó la camiseta por la cabeza. Tema razón: no llevaba sujetador.
Chase dio un paso adelante pero ella lo contuvo con una mano.
– Todavía no. -En sus labios se dibujó una sonrisa sexy mientras acercaba la mano al cordón que le sujetaba los pantalones de chándal.
Se arrodilló, tiró del cordón, deshizo el nudo y dejó que los pantalones se le deslizaran por debajo de la cintura. Se despojó de ellos con un movimiento serpenteante antes de volver a arrodillarse y dejarle ver claramente qué llevaba bajo los pantalones. Una diminuta pieza de tela cubría su monte de Venus, tan transparente que lo tentaba con las sombras oscuras.
Chase dejó escapar un largo gemido. Lo estaba tentando poco a poco, haciéndolo esperar e incrementando así su deseo. No sabía cuánto aguantaría mirando sin tocar, deseando y no pudiendo satisfacer su deseo. Se apoyó en la cómoda que había junto a la pared y agradeció el apoyo que le proporcionaba, porque aquella mujer era capaz de ponerle de rodillas si se dejaba.
La miró a los centelleantes ojos verdes.
– Me estás matando.
– Eso no entra dentro de mis planes. -Enganchó los dedos en la goma de las braguitas. -Porque si te mato, te perderás la mejor parte.
Chase se echó a reír y se cruzó de brazos.
– Era una expresión, nena. -Le lanzó una mirada irónica. -Estoy preparado para lo que me ofrezcas.
– Ya lo veo. -Bajó la mirada hacia el bulto de los vaqueros y contoneó las caderas con sensualidad mientras se bajaba las bragas, se las quitaba y se las lanzaba.
Ahora estaba desnuda en su cama, recostada en los almohadones y llamándolo con un dedo.
– Ven a buscarme, Chase.
Entre la mirada seductora y la forma tan sensual que tenía de llamarlo con su cuerpo, toda su contención se esfumó. Se desvistió en un periquete y se reunió con ella en la cama hasta asegurarse de que sus cuerpos se encontraban de la forma más íntima posible en un primer contacto. Su entrepierna le presionaba la carne y notaba su calidez húmeda. Chase no estaba seguro de quién gemía más fuerte en aquel dormitorio por lo general silencioso, pero el sonido resultaba sumamente excitante.
Sobre todo para un hombre que había estado todo el día al límite. Cerró los ojos y pensó en el momento en que la casa de Samson había ardido. Cuando los volvió a abrir, Sloane lo estaba mirando fijamente, esperando.
– Cuando la casa explotó, pensé que estabas dentro -dijo de repente. -Pensé que te había perdido. -Le apartó el pelo de la cara e intentó memorizar todas y cada una de sus facciones. -Me quitaste veinte años de vida.
– Y cuando yo te vi fuera de la casa, añadiste veinte a la mía.
Al oír sus palabras, notó que se inflamaba todo -el corazón, el cuerpo, la mente. -Nada importaba aparte de hacer lo que ella decía, unirse a ella y lograr que los dos se sintieran vivos.
Los preliminares habían terminado. Le cubrió la boca con la de él al tiempo que la penetraba con fuerza, profundamente.
Sloane tomó aire y lo recibió en su cuerpo. Le costaba creer que hubiera sido tan audaz, tan descarada. Pero con Chase no sólo no le costaba pedir lo que quería, sino que se sentía segura haciéndolo. Él se retiró lentamente antes de volver a embestirla y el cuerpo de Sloane percibió con voracidad toda su plenitud, su resuelto movimiento. Apretó los muslos ligeramente y notó un alud de sensaciones que la embargaba y la llevaba cada vez más allá, más cerca del clímax, a un lugar al que no deseaba llegar sola.
Como seguía sintiéndose audaz, bajó la mano hasta donde sus cuerpos eran uno solo. Durante unos instantes, saboreó el movimiento de empuje, lo que la hizo excitarse también mentalmente.
– Cielos, no sé qué me haces -musitó él.
Sloane abrió los ojos.
– Y tú me estás haciendo cosas increíbles. -Alzó las caderas como si quisiera respaldar con ello su afirmación.
Chase inclinó la cabeza y le lamió el pecho, luego introdujo un pezón en la calidez de su boca. Se estremeció al notar aquella sensación tan erótica y cuando rozó suavemente con los dientes el extremo hinchado, Sloane arqueó la espalda e hizo que la penetrara hasta lo más profundo de su cuerpo voraz. Él entró más y más hasta que ella no sólo notó que llenaba su feminidad sino algo más, algo que no osaba nombrar.
Al parecer, él sentía la misma avalancha de sensaciones porque cuando empezó el movimiento acompasado que acabaría llevándolos al borde del clímax rápidamente, dejó escapar un gemido que procedía de lo más hondo de su garganta. Sloane sabía que estaba perdiendo el control, pero quería más. Descubrió que si contenía la respiración, las placenteras oleadas ascendían vertiginosamente y la inundaban de éxtasis. Volvió a inhalar y recuperó el aliento. La embargó una cascada de luz brillante y un placer asombrosamente exquisito hasta que pareció que el mundo estallaba a su alrededor. En ese preciso instante, él se liberó mientras sus caderas describían un movimiento circular, el cuerpo le temblaba y se estremecía junto con Sloane.
Cuando ella volvió de nuevo a la tierra, jadeaba como si le faltara aire. Recostó la cabeza y suspiró. -Madre mía -dijo.
– Sí. -La voz de Chase sonó áspera y entrecortada.
Sloane desplegó una amplia sonrisa. Antes no había dicho lo del agua mansa en broma. Chase era un hombre de pocas palabras, algo que empezaba a gustarle. Apoyó la cabeza en el pecho de él, escuchó el sonido pausado de su corazón y se maravilló del efecto balsámico que eso le producía en plena crisis vital.
Él le acarició el pelo con sus grandes manos y ella disfrutó enormemente de su ternura.
– Humm -ronroneó, aunque no había olvidado su promesa. -Lo de Samson… -dijo, dispuesta a hablar.
– Ahora no. Es tarde y has tenido un día muy largo.
Sus palabras la sorprendieron.
– Pero sé que quieres saberlo.
– ¿Piensas ir a algún sitio? -preguntó él.
– No.
– Entonces duérmete y ya hablaremos por la mañana. A no ser que conducir hasta Yorkshire Falls, haber estado a punto de saltar por los aires y lidiar con unos moteros sea tu idea de un día normal y tranquilo. -Más allá de su tono irónico, Sloane advirtió su preocupación. Además, notó su convencimiento de que por la mañana ella seguiría a su lado, dispuesta y preparada para responder a sus preguntas.
– Gracias -musitó, agradeciendo su comprensión más de lo que él imaginaba. Últimamente le habían mostrado poca confianza, sobre todo las personas más cercanas a ella.
– De nada, por supuesto. Ahora a dormir -dijo con voz ronca. Le apartó el pelo, le dio un beso en el cuello y la abrazó.
Su fuerza y comprensión a nivel emocional hicieron que se relajara y bostezó, acurrucada contra su piel cálida, a la espera de que el sueño la venciera. Tal como Chase había dicho, al día siguiente ya habría tiempo para respuestas.
Sloane se despertó y Chase seguía abrazándola. No recordaba la última vez que había dormido tan bien, y sabía que el mérito era del hombre que tenía al lado. Se dio la vuelta en sus brazos y vio que él la estaba observando con sus ojos azules.
Esbozó una sonrisa mientras le recorría el perfil con un dedo.
– Eres muy callada -dijo él al final, acercándose más a ella.
– Estás acostumbrado a mujeres parlanchinas, ¿no? -Se mordió la cara interior de la mejilla y deseó no haber hecho ese comentario tan tonto y banal. La relación de Chase con otras mujeres no le hacía ninguna gracia.
– La verdad es que no estoy acostumbrado a las mujeres. Discreción, ¿recuerdas? Ninguna ha venido aquí y yo no me he quedado en casa de ninguna.
Sin embargo había dejado que ella se quedara. Arqueó la espalda hacia él, apretando los senos contra su pecho, dejándose envolver por su calidez almizclada.
– Has estado muy solo.
Aunque no le habría hecho ninguna gracia imaginárselo en una relación intensa desde el punto de vista emocional, tampoco le gustaba que estuviera solo. Se merecía mucho más de la vida, teniendo en cuenta lo mucho que él había dado.
– Te acabas acostumbrando. -Le dio un beso cálido y largo en los labios. -Pero es demasiado fácil acostumbrarse también a esto.
El corazón le dio un vuelco al oír sus palabras, aunque se previno de pensar que insinuase nada con ello. Lo más inteligente era cambiar de tema. Por una de esas ironías del destino, el tema más peligroso de su verdadero padre parecía el más conveniente.
Estaba dispuesta a contárselo y Sloane sabía de forma instintiva que era así porque él había invadido una pequeña porción de su corazón.
– ¿Chase?
– ¿Sí?
– Samson, como se llame… es… Es mi verdadero padre.
– ¿Cómo? -Claramente asombrado por la revelación, Chase la soltó y se sentó de un salto.
Antes de que tuviera tiempo de explicarse, llamaron a la puerta con fuerza.
– ¿Chase? ¿Estás levantado? Te necesitamos.
– Maldita sea. Es Lucy. -Se puso en pie y cogió los vaqueros. -Es mi mano derecha en el periódico -le informó a Sloane. -Un momento, ahora salgo -gritó por encima del hombro. Se abrochó los pantalones y fue explicando mientras se vestía. -Oficialmente estoy de vacaciones, pero saben que he vuelto, y parece ser que me necesitan. -Miró a Sloane, claramente desconcertado. ¿Cómo no iba a estarlo después de lo que le acababa de soltar?
– Vete. Seguiré aquí cuando vuelvas -prometió. La miró con sus ojos azules profundos e inquisitivos. -¿Y acabarás de explicármelo?
Sloane asintió y se tapó con las mantas. *
– Yo he sacado el tema, ¿no? Ahora no voy a dejarte en suspenso.
Chase inclinó la cabeza a modo de aceptación silenciosa antes de dar media vuelta y marcharse. Cerró la puerta del dormitorio y la dejó sola. Sloane se acomodó entre las calientes sábanas. Notaba aún la presencia de Chase envolviéndola, su deseo de ella.
Qué lástima que sólo la quisiera mientras estuviera en Yorkshire Falls. Porque en lo más profundo de su ser, Sloane tenía el presentimiento de que le daría mucho más si él se lo pidiera.
El equipo de redacción del Gazette estaba formado por personas buenas y competentes pero, como Chase siempre se había implicado al máximo, el periódico no había salido a la calle ni una sola vez sin su visto bueno. Muchas veces, la noticia de portada era algo tan mundano como una reunión en la alcaldía o tan importante como una tragedia nacional. Luego había ocasiones especiales en las que las noticias de Yorkshire Falls proporcionaban los titulares. El robo de bragas había sido el último ejemplo destacado, cuando su hermano Román fue considerado el responsable del mismo por una travesura juvenil y una coincidencia ridícula. Los últimos titulares se habían producido el día anterior. El Gazette era un semanario y, esa semana, la explosión de la casa de Samson encabezaría las noticias.
Samson, el padre de Sloane. Chase se pellizcó el puente de la nariz, incapaz de asimilar esa información. Y como no habían tenido tiempo de hablar antes de ser interrumpidos, se veía obligado a extraer sus propias conclusiones.
Sloane estaba en Yorkshire Falls buscando a Samson Humphrey, un hombre al que no conocía. Su casa había explotado y el equipo de redacción de Chase quería saber por qué el cuerpo de policía -Rick Chandler en concreto- no hacía público el nombre de la mujer que había sido testigo de la explosión. Porque Chase le había pedido a Rick que ocultara la identidad de Sloane. No quería que el periódico publicara la noticia de que la hija del senador Carlisle había estado en la escena de un posible delito o en ninguna otra escena que atrajera a la prensa nacional a Yorkshire Falls. Chase se negaba a dar difusión a nada de eso. Por lo menos hasta que tuviera más detalles.
La información adicional que tenía implicaba a Madeline Carlisle, que le había pedido que cuidara de Sloane. También le había prometido no sólo una entrevista sino una posible exclusiva a cambio. «Si surge alguna información sobre la campaña de mi marido, serás el primero en enterarte», le había asegurado. Luego la dichosa explosión y la revelación de Sloane. Estaba convencido de que todo estaba relacionado.
Y quien tenía las respuestas era la mujer que estaba en su cama, en su habitación.
Podía confiar en él por razones que Chase no estaba preparado para analizar o nombrar.
– Lucy -llamó.
Esta vino corriendo, ágil a pesar de la edad, uno de los motivos por los que ella y Raina se llevaban tan bien. -¿Sí, jefe?
– Diles que, como la policía no suelta prenda, que pongan «mujer no identificada». Sin especulaciones ni descripciones. Independientemente de lo que crean que saben -añadió con toda la intención.
Lucy asintió.
– ¿Te importa que te haga una pregunta? *
– ¿Desde cuándo me pides permiso? -le dijo con una sonrisa.
Lucy llevaba al lado de Chase desde el día en que éste se había hecho cargo del periódico, y había estado al lado de su padre antes de eso. Decía lo que se le ocurría, no se guardaba nada y tenía acceso libre a su apartamento si era necesario. Algo que tendría que cambiar mientras Sloane estuviera por allí.
Lucy se colocó un lápiz detrás de la oreja sin estropearse para nada el peinado estilo paje.
– Es un tema importante.
Chase suspiró resignado.
– ¿Qué quieres saber, Luce?
– Bueno, el personal está haciendo apuestas. -Se balanceó sobre los talones sin mirarlo a los ojos. -Estamos haciendo una especie de fondo común.
Chase arqueó una ceja.
– ¿Cuál es ese tema? -Aunque tenía el presentimiento de que ya lo sabía.
– Como nunca habías llevado a una mujer a casa, los chicos se preguntan si se trata de «ella».
Chase siempre había mantenido su vida íntima en privado. En ese pueblo, si se hubiera llevado a una mujer a la cama y ésta se hubiera quedado a dormir, todos los habitantes lo sabrían. Llevaba mucho tiempo saliendo con Cindy, pero siempre se veían en casa de ella, por lo que hasta entonces había conseguido mantener la discreción mientras gente como Lucy y su entrometida madre no sabían qué pensar.
Todo eso debería haber impedido que fuera tan iluso como para creer que si dejaba que Sloane se alojara en su casa nadie se iba a enterar. Negó con la cabeza y musitó:
– Mierda.
Lucy permanecía impasible.
– Por mi parte, he pensado que como tú y yo nos conocemos desde hace siglos, podrías darme la primicia en exclusiva -sugirió, bajando la voz. -Recuerda que yo soy quien la ha oído en tu habitación.
Chase se sorprendió al notar que se sonrojaba. Hablar de su vida sexual con Lucy era algo parecido a hacerlo con su madre. Y, teniendo en cuenta lo aficionada que era Lucy a cotillear y su larga amistad con Raina, equivalía a lo mismo. Pronto todo el mundo estaría enterado.
– Lucy… -dijo con tono de advertencia.
Ella pilló la indirecta e hizo un saludo militar.
– Sí, jefe. En seguida vuelvo al trabajo. -Pero la oyó carcajearse hasta el final del pasillo.
Chase se aseguró de que Ty Turner, su hombre de confianza, tuviera la situación controlada y lo llamara al busca sólo si surgía algo relacionado con la noticia de la explosión, pero que se hiciera cargo de todo lo demás sin molestarlo. Cuando por fin pudo volver a su dormitorio esperando averiguar algunas respuestas, ya había transcurrido una hora entera.
Pero Sloane no estaba allí. Le había dejado una nota que decía que había salido a comprar algo de comer porque en la nevera no tenía nada para el desayuno. Mientras esperaba, se tumbó con la ropa puesta y se tomó un respiro. Confiaba en que volviera y respondiera a sus preguntas.
Chase había hecho tanto por Sloane en tan poco tiempo, que ésta quería que el desayuno fuera un pequeño gesto para darle las gracias. Además, comiendo sería más fácil hablar y le permitiría tener las manos ocupadas mientras le revelaba sus secretos.
Entró en Norman's a las nueve en punto de la mañana y se encontró con Izzy en la puerta, con el mismo delantal que el día anterior y el pelo recogido en un moño.
– Sabía que volverías. -La mujer abrazó a Sloane como si fueran viejas amigas. -Nunca te habría mandado a ver al viejo merluzo de Samson si hubiera sabido que la casa iba a explotar. -Izzy la abrazó aún más fuerte, claramente aliviada.
– No te sientas culpable -dijo Sloane jadeando.
– No te preocupes, Rick me dijo que no dijera nada de que te había mandado allí y eso haré. -La mujer por fin la soltó y retrocedió para coger unas cartas de al lado de la caja registradora. -Pero alguien es responsable del accidente. El dichoso Samson. Ese hombre no presta atención ni a su talla de zapatos. En su caso, es mucho pedir que se dé cuenta de que huele a gas y llame a quien corresponda. -Blandió las cartas en la mano mientras hablaba. -¿Quieres una mesa?
– En realidad quiero desayuno para llevar -dijo Sloane agradecida por el cambio de tema.
Izzy se inclinó hacia ella.
– ¿Para dos? -preguntó guiñándole el ojo. -Conozco a Chase desde que era pequeño y sé que tiene un buen apetito.
Sloane suspiró. Al parecer, Chase no bromeaba cuando decía que en el pueblo las noticias volaban, al menos sobre ciertos temas.
– Yo quiero un café con leche y azúcar y una de esas enormes magdalenas de arándano que tan buena pinta tienen. -Señaló el surtido de apetitosos pasteles y dulces varios. Y dado que Izzy ya sabía que se alojaba en casa de Chase, no se molestó en disimular. -Y también me llevaré lo que más le guste a Chase para desayunar.
Izzy le dio una palmadita en la cara y le dedicó otro guiño, que hizo que Sloane se sonrojara de inmediato.
– Yo me encargaré de vuestro desayuno -le prometió.
Sloane se preguntó cuánto tardaría el resto del pueblo en enterarse que había pasado la noche con Chase Chandler. Se sentía inquieta mientras esperaba su pedido. Por suerte, nadie la abordó, y en cuestión de minutos hubo pagado la bolsa llena de comida y estuvo lista para marcharse.
– Cuídate y ya nos veremos. -Izzy añadió unas servilletas extras a la bolsa. -Gracias, Izzy.
La mujer mayor sonrió ampliamente. -Es un placer.
Las patas de gallo y las líneas de expresión de su rostro afable daban fe de los años que había vivido y de las muchas sonrisas que había dedicado. Si Izzy era una muestra del tipo de gente de aquel pueblo, Sloane supuso que su madre habría guardado buenos recuerdos del lugar. Por lo menos así lo esperaba.
Y durante el tiempo que ella pasara allí, Sloane decidió que quería conocer el sitio. Empezaría visitando tiendas y conociendo a gente y, a lo mejor, de paso, descubría algo más sobre Samson.
– ¿A qué hora abre El Desván de Charlotte? -le preguntó a Izzy.
– Beth Hansen, la encargada, suele abrir a las diez. A no ser que haya estado de marcha con su novio. Entonces abre más bien a las diez y cuarto -asintió Izzy con complicidad.
Sloane advirtió en seguida la intención de la mujer de contarle más cotilleos, pero ella no tendría intimidad si no respetaba la de los demás.
– Iré más tarde.
– No te lo pierdas. Tienes cosas sexys. Prendas que harían babear a cualquier hombre normal, no sé si me entiendes. Aunque a mi Norman ya le da igual. -Señaló con el dedo a su marido, que estaba guisando en la cocina.
Era más información de la que Sloane necesitaba, pero Izzy no se daba cuenta, y continuó sin hacer una sola pausa.
– Sin embargo, a un hombre joven y viril como Chase -arqueó las cejas de forma insinuante, -estoy segura de que no hace falta que diga más.
«Decididamente no», pensó Sloane. Pero Izzy era amable y bienintencionada, así que Sloane sonrió.
– Ya me encargaré de decirle a Beth y a Charlotte que les haces buena publicidad. -Decidió marcharse antes de que Izzy le contara nada más.
Se dio la vuelta, encaminándose hacia la puerta, y estuvo a punto de chocar con una rubia de edad parecida a la suya. Agarró la bolsa con fuerza para que no se le cayera el desayuno.
– Lo siento.
– No ha sido nada. -La mujer se hizo a un lado para dejar pasar a Sloane. -Eres nueva en el pueblo.
Ni siquiera se lo preguntaba, pensó Sloane. Al parecer, en aquel lugar reconocían de inmediato una cara nueva. Nada que ver con Washington, donde veía a gente distinta todos los días.
Sloane asintió.
– Estoy de paso. -No quería ser maleducada, pero ya habían pasado muchos minutos desde que había salido de la casa. No quería que Chase volviera y pensara que había huido para evitar hablar.
La guapa rubia sonrió.
– Yo también estaba de paso cuando llegué a Yorkshire Falls. Luego decidí establecerme aquí. Perdona, soy Kendall Sutton, bueno, Kendall Chandler. -Meneó la cabeza y sonrió. -Supongo que todavía no me he acostumbrado al nuevo apellido. Estamos recién casados -explicó.
Entonces cayó en la cuenta.
– Eres la mujer de Rick.
Kendall asintió, sonriendo.
– Soy Sloane…
– Carlisle -susurró Kendall. -Lo sé. Rick me ha hablado de ti. Pero a diferencia del resto del pueblo, puedes confiar en mi discreción.
La calidez que Kendall desprendía le hizo pensar que en efecto podía confiar en ella. Eso y el hecho de que estuviera casada con el hermano de Chase. Los Chandler le parecían hombres listos y prudentes en el trato con otras personas.
– Te lo agradezco -repuso Sloane.
Kendall le aguantó la puerta abierta.
– No sé cuánto tiempo piensas quedarte, pero si en algún momento necesitas una amiga o quieres compañía, llámame.
– Descuida. -A Sloane le cayó bien la mujer de Rick. Mientras volvía al coche, pensó que le gustaban muchas cosas de aquel singular pueblo del norte del estado, incluida la gente amable que la saludaba al pasar y el ritmo de vida más pausado que en Washington.
Y cuando subió por el camino de entrada a la vivienda de Chase y aparcó en la parte posterior, descubrió que lo que más le gustaba era volver a casa sabiendo que él estaba allí.