Chase captó la expectación en el rostro de Sloane, pues ésta no tenía ni idea de lo que él iba a decir, pero no tenía de qué preocuparse. No pensaba caer en la vulgaridad de contarle a su madre que eran amantes. Sin embargo, sí le daría a Raina una respuesta a sus plegarias.
– Sloane y yo estamos saliendo, mamá. -Lo cual ya le había confirmado antes a Cindy.
Con ésta, habían terminado su relación de forma amistosa y comprensiva, pero él no le había dicho que lo de él con Sloane era temporal. No le había parecido apropiado ni necesario.
– ¡Lo sabía! -Raina juntó las manos, claramente complacida.
Al parecer, las mujeres habían congeniado y, tal como Chase imaginaba, Raina ya le había dado el visto bueno a Sloane como nuera. Por ese motivo, él había decidido utilizar los anhelos de su madre en su contra.
Si pensaba que Chase iba en serio con Sloane, los dejaría en paz, y así lo liberaría de visitas inesperadas a la vez que evitaría armar ningún lío mientras buscaban a Samson.
– Ahora que ya tienes la respuesta, he venido a llevarme a Sloane a comer. -Cruzó el salón y extendió una mano para ayudar a ésta a levantarse del asiento. -Espero que las señoras hayan pasado una mañana agradable.
– Maravillosa -declaró Sloane. -Y productiva. Tu madre conocía a la mía mucho mejor de lo que cualquiera de los dos sabía.
– Me encantaría que volvieras a hacerme una visita -dijo Raina sin levantarse del sofá. -Mientras tanto, intentaré ir recordando más cosas.
Sloane asintió.
– Le estaría muy agradecida. ¿Quiere venir a comer con nosotros?
«Maldita sea», pensó Chase.
– Mamá tiene que descansar. -Lanzó una mirada significativa a su madre. No se atrevería a ir con ellos si pensaba que quería estar a solas con Sloane.
Así fue, porque le dedicó un asentimiento casi imperceptible de comprensión.
– Muy amable, Sloane, pero Eric me va a llevar al cine esta noche, así que ahora tengo que descansar. Pasaré la tarde mirando las telenovelas. ¿Qué te parece Chase?
– Me parece bien. -Tendría que explicarle a Sloane lo de la salud de su madre más tarde. Aunque le había hablado sobre las inclinaciones de casamentera de ésta, se le había pasado por alto mencionar su problema cardíaco fingido, algo que aún tenía que aceptar. Y todavía no había decidido cómo enfrentarse a la situación.
Escrutó a su madre rápidamente. Se la seguía viendo pálida, pero no estaba preocupado. Cuando quería resultar convincente, Raina podía parecer débil y frágil, y Chase se lo había trabado. No volvería a ser tan ingenuo.
– Deberíamos irnos. -Chase tiró a Sloane de la mano. -Rick quiere reunirse con nosotros -susurró, porque quería que se diera cuenta de que se trataba de algo más que de un almuerzo informal. Su hermano le había llamado y le había dicho que tenía información sobre la explosión que quería comentarle, y Chase tenía la impresión de que, a cambio, tendrían que contarle a Rick la verdad.
Se acercó a Raina y le dio un beso en la mejilla, la mujer se despidió también de Sloane y, al cabo de diez minutos, Chase estaba sentado al lado de ésta en Norman's, esperando a Rick.
Sloane jugueteaba con una cuchara y, de vez en cuando, la miraba como si buscara respuestas.
– No has dicho nada desde que salimos de casa de mi madre.
Sloane alzó la mirada.
– Tengo mucho que asimilar. Para empezar, el padre de Samson era jugador, y supongo que ese vicio guarda relación con el hecho de que Samson aceptara un soborno para alejarse de Jacqueline.
Chase asintió porque se dio cuenta de que ella tenía más que añadir y no quería interrumpir.
– Raina me ha dicho que Jacqueline se enamoró el último verano antes de que se marcharan del pueblo. Pero que no sabía de quién.
– De esa respuesta podemos estar seguros -dijo Chase con ironía, intentando animarla.
– Lo sé. -Iba dándole vueltas a la cuchara entre las palmas.
Chase estiró el brazo, detuvo sus movimientos nerviosos y le cogió la mano.
– ¿Qué te tiene tan preocupada? Porque tienes las respuestas que buscabas pero es obvio que estás disgustada por algo más de lo que has dicho.
– Es tu madre -reconoció, mirándolo a la cara.
Chase no se imaginaba que Raina hubiera hecho algo que pudiera disgustar a Sloane. No cuando estaba claro que le caía bien y que quería que hubiera algo entre ellos. De todos modos, con Raina nunca se sabía.
– ¿Qué ha hecho?
– Parecía cansada. Y pálida. -Sloane arrugó la frente ensimismada. -Y cuando se ha levantado del sofá, parece que le ha dolido algo a causa de la brusquedad del movimiento. No quiero preocuparte, ni meterme donde no me llaman, pero…
– Raina te estaba tomando el pelo -la interrumpió Chase, sin extrañarse de que Sloane hubiera advertido el malestar de su madre. Sin duda eso era lo que ésta había querido.
– ¿Tomándome el pelo? ¿Cómo? -Sloane arrugó la nariz. -No lo entiendo. Raina no se encontraba bien. ¿Cómo puede haberme tomado el pelo?
En ese momento, Rick se acercó a la mesa y Chase vio la posibilidad de matar dos pájaros de un tiro.
– ¿Por qué no le explicas a Sloane el motivo por el que mamá finge estar enferma? -sugirió Chase, hablándole abiertamente de la farsa de su madre.
– Mierda. -Rick se alisó el pelo despeinado por el viento. -Román me llamó y me dijo que me preparara.
– Y te habría dado una patada en el culo hace unos días si no hubiera estado ocupado con otras cosas -farfulló Chase. -Cuéntale a Sloane lo del problema de corazón que finge mamá.
Sloane abrió unos ojos como platos.
– ¿Problema del corazón fingido?
– Mamá tuvo un achaque hace algún tiempo. Pensó que si nos decía que era grave, aprovechando nuestra buena disposición, conseguiría que sentáramos la cabeza con la mujer adecuada*y le diéramos nietos. -Rick hizo una mueca y Chase se dio cuenta de que estaba recordando los días previos a su encuentro con Kendall.
– Mamá intentó emparejarlo con todo tipo de mujeres antes de que Kendall llegara al pueblo -explicó Chase.
– De todos modos, nuestra madre no sabe que Chase sabe la verdad. Todavía no. Así que si hoy has visto algo, es porque mamá quería que pensaras que está enferma y se lo contaras a él.
– ¿Para que así se sintiera mal y empezara a pensar que soy una buena candidata? -sugirió Sloane en absoluto desencaminada.
Chase asintió.
– Bingo. Pero va a tener un nieto de Román y Charlotte y, gracias a Kendall, tiene también a Hannah. Es ridículo que todavía intente colocarme.
– ¿Por eso le dijiste que salimos juntos?
Sloane lo miró con expresión recelosa y él no fue capaz de herir sus sentimientos.
– Se lo he dicho para que me dejara en paz, sí -reconoció con sinceridad. Pero quería que Sloane supiera que no era sólo una conveniencia para él. -También se lo he dicho porque, mientras estés aquí, es la verdad.
Sloane se humedeció los labios y él siguió ese movimiento con la mirada.
– Sí, es verdad. Mientras esté aquí… quiero decir que después nada.
Sloane repitió las palabras de él, pero viniendo de la boca que tan íntimamente conocía, sonaron demasiado vacuas para el agrado de Chase.
Rick carraspeó.
– De acuerdo. Ahora que hemos despejado la incógnita sobre la salud de mamá, cambiemos de tema y hablemos de Samson.
Antes de que Chase pudiera hacer preguntas o Rick explicarse más, Kendall ocupó la cuarta silla libre. -Hola, chicos.
Chase se quejó de la interrupción, pero supuso que sería esperar demasiado que Rick pidiera a su mujer que se marchara. Sloane dirigió su preciosa sonrisa a la cuñada de Chase.
– Hola, Kendall. Me alegro de verte.
– Hola, cariño. -Rick rodeó con el brazo a su mujer. -¿Nos dejas un momento? Estamos hablando de trabajo.
Chase arqueó una ceja. Al parecer, se había equivocado al juzgar a su hermano.
Kendall le dedicó una sonrisa cómplice.
– Claro. Voy a ir a saludar a Pearl y a Eldin. Están ahí delante haciendo un pedido. Un pedido enorme, ahora que lo pienso.
– ¿Pearl y Eldin? -preguntó Sloane, inclinándose hacia adelante y apoyando el mentón en una mano. -¿Quiénes son? -Mis inquilinos -respondió Kendall.
– Es raro llamarlos inquilinos cuando viven en nuestra casa de invitados sin pagar nada -comentó Rick con ironía. Chase se echó a reír.
– Es una larga historia -le aclaró a Sloane. A ésta se le iluminó la mirada.
– Me encantaría oírla. Estoy empezando a disfrutar de la vida de un pueblo pequeño.
Chase se preguntó si lo decía en serio o si Sloane Carlisle sólo estaba siendo educada.
– ¿Sabes qué?, los traeré aquí cuando acabéis de hablar (J te prometo que Pearl te resumirá la historia de su vida en un minuto. -Kendall le plantó un beso en los labios a Rick y se dirigió a la parte delantera del restaurante.
– Es la esposa de mis sueños -dijo Rick entre risas. -Nunca hace preguntas cuando tengo trabajo y desaparece cuando hace falta.
– No sé por qué, yo diría que es la esposa de tus sueños por otros motivos aparte de ésos -comentó Sloane con dulzura. Chase captó el atisbo de nostalgia en su voz y vio que no era fruto de su imaginación. Lo había pasado mal últimamente, y la traición de sus padres había sido un duro golpe. Chase sabía que estaba necesitada de amor, confianza y formalidad. Y que Sloane había percibido la profundidad de los sentimientos que unían a Kendall y Rick. Quería eso mismo para ella.
La idea hizo que se le formara un nudo en la garganta. Porque tenía la impresión de que la visión del amor, la confianza y la formalidad que tenía Sloane incluía un hogar y estabilidad, precisamente las mismas cosas que él había jurado dar por terminadas.
– La Tierra llamando a Chase. -Rick dio un golpecito en la mesa con el puño, hizo entrechocar los cubiertos y Chase se sobresaltó. -¿Qué demonios te tiene tan distraído? Kendall se ha ido, así que hablemos.
Chase parpadeó y se dio cuenta de que su hermano y Sloane lo miraban fijamente, esperando que se centrara.
– Ya estoy listo -farfulló sin dar ninguna explicación sobre su ensimismamiento temporal.
– De acuerdo. -Rick se inclinó hacia adelante y les indicó con un gesto que hicieran lo mismo. -Lo primero es lo primero. En plan confidencial os digo que la explosión de la casa de Samson no fue un accidente. Alguien manipuló la caldera.
– ¿Qué? -soltó Sloane con voz aguda, y Chase le cogió la mano para tranquilizarla.
– He pensado que deberíais saberlo. -Rick extendió las manos delante de él.
– Te lo agradecemos. Nosotros también tenemos algo que contarte -dijo Chase.
Sloane ladeó la cabeza y le susurró al oído.
– No, por favor. Todavía no.
– Me prometiste que si nos enterábamos de que la explosión había sido provocada, acudiríamos a Rick -le recordó.
– ¿Qué pasa aquí? -preguntó su hermano. -Si tiene algo que ver con la explosión, no quiero que me lo ocultéis.
Chase miró a Sloane fijamente, sabiendo que tenía que presionarla pero sintiéndolo por ella a la vez.
– ¿Quieres contárselo tú a Rick o se lo cuento yo?
Sloane apretó los dientes. El tono de Chase no daba pie a discusión. Alguien tenía que informar a la policía de que los hombres de su padre habían amenazado a Samson y que, al cabo de dos días, su casa había explotado.
– Ya se lo cuento yo. -Explicó la conversación que había oído casualmente entre los hombres de su padre, y que ella y Chase pensaban volver al Crazy Eights de Harrington para buscar a Samson. Esa misma noche.
Rick se pellizcó el puente de la nariz y, en ese instante, los hermanos que no se parecían de repente tuvieron un parecido sobrecogedor.
– Vosotros dos no dejáis nada a medias, ¿no? -dijo Rick al tiempo que le hacía una seña a su mujer para que se reuniera con ellos.
– Piensa ir conmigo o sin mí -musitó Chase. -O sea que yo también voy.
– Y yo también. Esta noche libro, así que me apunto. -Rick dio una palmadita a la pistola que llevaba en la funda. -Porque quizá necesitéis refuerzos.
A Sloane le sorprendió notar que se le llenaban los ojos de lágrimas. Envidiaba el vínculo entre los hermanos, lo que eran capaces de hacer para ayudarse mutuamente. Algo que también ella había tenido pero, desde que había descubierto que su vida se había basado en una mentira, que su familia no era realmente su familia, sentía una terrible pérdida.
Carraspeó e intentó que no la embargara la emoción.
– Gracias, Rick.
– Es el mejor -le aseguró Chase. Le guiñó el ojo a su hermano y Sloane volvió a carraspear.
– Ya hemos emitido una orden de búsqueda contra Samson -dijo Rick, muy profesional. -Podríamos interrogar a los hombres de Carlisle, pero ponerlos sobre aviso sin pruebas reales no resulta muy inteligente. Mientras tanto, esta noche vamos todos al Crazy Eights -anunció Rick.
– Ese sitio es una currada -dijo Kendall mientras se sentaba. -¿Qué se nos ha perdido allí?
Chase gimió, algo que ya había hecho varias veces desde que se sentaran a la mesa. No es que a Sloane le extrañara. Ahora tendrían que lidiar con Kendall, porque estaba claro que pensaba acompañarlos. Si Sloane hubiera estado casada con Rick, habría reaccionado igual.
– ¿Por qué no se lo cuentas todo? -le dijo ella misma a Rick. Si Kendall iba a ir con ellos, se merecía conocer los detalles. -El hecho de que venga con nosotros puede resultarnos favorable, porque parecerá más normal que vayamos como dos parejas.
– No me lo puedo creer -farfulló Chase. Sloane le cogió la mano por debajo de la mesa. -Lo siento.
– ¿Haber dado un giro total a mi vida? -Le dedicó la sonrisa torcida que ella adoraba.
Sloane abrió la boca para contestar, pero él aprovechó la oportunidad para acallarla con un beso. Como siempre, su contacto fue eléctrico, y desencadenó el deseo que siempre estaba a punto de aflorar a la superficie, independientemente de lo que sucediera a su alrededor.
– ¿A qué ha venido eso? -preguntó ella cuando por fin la dejó respirar. Se dio cuenta de que Rick y Kendall estaban enfrascados en su propia conversación.
Chase se encogió de hombros con expresión azorada.
– Me apetecía.
Normalmente, no era un hombre impulsivo y, aunque ese cambio la había sorprendido, prefería no sacar conclusiones precipitadas ni atribuirlo a su influencia. Aunque sentía algo por ella, ya había reconocido que tenía sus planes. Hacer pública su relación era una forma de mantener a su madre al margen y evitar sus ardides casamenteros. Y ahora todo el pueblo iba a tragarse la historia. La farsa continuaría mientras ella estuviera en Yorkshire Falls, no más allá.
Más le valía tenerlo presente y dejar de sentirse más y más apegada a Chase o a su encantadora familia.
– De acuerdo, ya tenemos el plan para la noche. -Kendall sonrió, claramente satisfecha de participar en la acción.
Rick frunció el cejo y Sloane reconoció su expresión de policía severo.
– Sólo porque ha prometido comportarse y no meterse en líos.
– No estaremos mucho rato -prometió Sloane. -Sólo lo suficiente para ver si Samson aparece.
– ¡Refrescos para todos! -interrumpió Izzy mientras dejaba las bebidas en la mesa. -Os he traído vuestras bebidas preferidas. Si queréis pedir la comida, hacedme una señal.
– Pedimos ahora mismo, Izzy -dijo Chase. -Si esperamos más, será la hora de cenar. ¿Cuáles son los platos del día?
– Me encantan los chicos Chandler y vuestro apetito. -Sacó la libretita y leyó de la parte de atrás. -Los platos del día son el estofado hojaldrado de Norman…
– ¿Desde cuándo necesitas una libreta para los platos del día, Iz? -preguntó Rick.
– Desde que son algo más que comida. -Le guiñó un ojo y continuó. -Aparte del plato del día, tenemos una apuesta en marcha. Cuanta más gente participe, mayor es el premio, así que tengo que decirlo en todas las mesas. Pero claro, como aquí hay dos personas que están en una posición ventajosa, sólo Rick y Kendall pueden participar.
Sloane entornó los ojos.
– ¿De qué estás hablando? -Se dirigió a Chase. -¿Tú sabes de qué está hablando?
– Por desgracia, sí. -De hecho, envidiaba la confusión de Sloane. -Venga ya, Izzy. ¿Por qué demonios nos cuentas eso?
– ¿No es obvio? -Apoyó las manos en sus generosas caderas. -El bote es más sustancioso que la Primitiva. Quiero ganar, y vosotros dos me lo podéis poner en bandeja.
Rick soltó una risilla burlona. Era obvio que también sabía de qué iba la cosa.
Chase soltó un quejido.
– Sloane, parece ser que somos objeto de una apuesta. -Os invitaré a unas cuantas hamburguesas. Rick se rió por lo bajo. -Buena idea, Iz.
– ¿Qué tipo de apuesta? -preguntó Sloane.
– Están haciendo apuestas sobre si tú eres «la» mujer para mí. -A Chase le ardían las mejillas, y se imaginaba hasta qué punto se habría sonrojado durante esa bochornosa conversación.
– «¿La mujer?» -Se mordió el labio inferior.
Chase ardía en deseos de besar esa boca y de olvidarse de todo lo demás.
– La gente del pueblo hace apuestas sobre si eres la mujer adecuada para Chase -explicó Kendall.
– La mujer que por fin conseguirá que el rompecorazones tenga pareja. Pareja estable -añadió Rick, arqueando las cejas de forma exagerada. -¿Lo pillas?
– Lo pillo -repuso Sloane claramente consternada.
– Empezó como apuesta en la redacción del Gazette y se ha extendido a todo el pueblo. -Chase se sujetó la cabeza entre las manos. -¿Te sigue pareciendo agradable la vida de pueblo? -le preguntó a la joven con ironía.
Ella abrió los ojos como platos. Chase se preguntó qué estaría pensando, y no le extrañaría que saliera corriendo y se marchara lejos de allí. Sin embargo, se echó a reír, divertida por la situación.
– Pues sí. La verdad es que estoy disfrutando de este pueblo y de esta gente.
La situación resultaba tan comprometida para Sloane como para Chase. Pero allí sentada, convertida en objeto de las conjeturas del pueblo, viendo cómo Rick se reía ante el aprieto de su hermano y a Chase abochornado, Sloane se sintió más alegre de lo que recordaba haberlo estado en muchos años. Era feliz a pesar de sus circunstancias personales, muy peligrosas en esos momentos.
Porque no debía estar «alerta». No se esperaba de ella que se comportara de un modo determinado.
No tenía que comportarse como una Carlisle y ceñirse al molde familiar. No era más que una mujer con la que Chase Chandler estaba a gusto, a la que la familia de éste aceptaba y qué a ella le caía bien.
Izzy volvió con un frasco de kétchup y más servilletas.
– ¿Y bien? ¿Alguna información privilegiada?
Sloane se rió entre dientes.
– No sé muy bien qué decirte. Ya sabes que Chase es un rompecorazones redomado y yo me quedaré poco tiempo en el pueblo -dijo.
– Oh, venga. -Izzy hizo un gesto con la mano. -Eso es lo que dicen todas. Pregúntale a Kendall. Llegas aquí para una temporada y luego…
Sloane se rió, incapaz de contener una carcajada.
– Hola a todos. -Una mujer mayor, vestida con una bata de estar por casa y con el pelo cano recogido en un moño, se acercó a ellos. -Saluda, Eldin. -A pesar de que ella y su compañero iban cargados de paquetes, consiguió darle un codazo en el costado. -¿Quién es la nueva chica del pueblo? -Miró a Sloane con curiosidad.
– Me llamo Sloane…
– Una amiga de la familia -dijo Chase, antes de que anunciara su apellido.
– Yo soy Pearl Robinson y éste es mi compañero de fatigas, Eldin Wingate.
– Hola. -Eldin movió las bolsas que llevaba en los brazos. -Lo siento, no puedo darte la mano porque las tengo ocupadas.
– Tranquilo. -Sloane sonrió. -Encantada de conoceros a los dos. Kendall os ha mencionado antes.
– Lo cual significa que te ha contado que vivimos en pecado -dijo Pearl, bajando la voz. -Si Eldin no estuviera mal de la espalda, me llevaría en brazos a casa y nos casaríamos. Pero hasta que no pueda, vivimos en pecado. -Asintió, satisfecha de la explicación.
– Entiendo -musitó Sloane. Kendall tenía razón cuando había dicho que la mujer resumía la situación con facilidad. -Kendall me acaba de decir que tenéis alquilada su casa de invitados.
– En vida de su tía Crystal, nos dejaba vivir en la casa grande a cambio del mantenimiento, bendita sea su alma. -Pearl sorbió por la nariz. -Luego Kendall vino al pueblo y arregló lo que nosotros no podíamos, y nos proporcionó un sitio para vivir más conveniente. La casa de invitados no tiene escaleras, así que a Eldin le va mejor por lo de la espalda.
– ¿Vais a dar una fiesta? -Kendall señaló las bolsas de comida.
Pearl empezó a toser.
– No, qué va. Es que a mí me cuesta cocinar, y es más fácil avituallarse para toda la semana. -Entiendo -dijo Sloane riendo.
– Tenemos que marcharnos -dijo Eldin. -Si no se lo impidiera, Pearl se pasaría el día hablando.
– Eldin Wingate, si no tienes nada agradable que decir, entonces mantén la boca cerrada. -Pearl le lanzó una mirada de fastidio. -Adiós, Kendall. Ha sido un placer conocerte, Sloane. Chicos, dadle recuerdos a Raina de mi parte.
– Descuida -dijeron Chase y Rick al unísono.
La pareja de ancianos se encaminó a la salida del restaurante y Pearl no dejó de cotorrear ni un solo instante.
– Parecen agradables. -Como temía echarse a reír otra vez, Sloane se mordió la cara interior de la mejilla y no miró a nadie.
– Quieres decir raros -apuntó Chase.
– Diferentes -añadió Rick.
– Son viejos e inofensivos.-Kendall se rió por lo bajo. -Mejor que os andéis con cuidado, porque algún día la*gente hablará de los viejos hermanos Chandler y sus curiosas costumbres.
Sloane exhaló un suspiro de anhelo.
– Creo que debe de estar bien envejecer en un lugar donde todo el mundo te conoce y te acepta tal como eres.
El sonido de su propia voz la sorprendió. Se dio cuenta de que había pensado en voz alta y miró a sus acompañantes, que la observaban como si hubiera perdido la chaveta. Lo que no sabían era que en ese pueblecito llamado Yorkshire Falls en realidad estaba recuperando la cordura y su propia identidad.
Chase se detuvo en el umbral de la habitación de invitados. La puerta estaba abierta, y Sloane estaba de pie junto a la cómoda de madera, arreglándose la camiseta, también ajustada y de manga larga, pero con las letras USA en la parte delantera.
Llamó a la puerta.
– ¿Preparada para lidiar con tus amigos moteros? -preguntó al tiempo que entraba en el cuarto.
– ¿No habrás querido decir si estoy preparada para encontrar a mi padre? -Se volvió hacia él y le dedicó una cálida sonrisa, aunque Chase advirtió el deje de nerviosismo en su voz, o el hecho de que la sonrisa no se reflejara en su mirada.
Tenía miedo.
– Estaré a tu lado en todo momento -le prometió, acercándose a ella. -Pero ¿eres consciente de que quizá no encontremos a Samson? -Quería que estuviera preparada para lo peor.
Sloane asintió.
– Espero que Earl haya tenido noticias de él. En todo caso, quizá pueda hablarnos del posible paradero de Samson. -Tomó aire y exhaló con fuerza. -En seguida estoy lista. -Cogió un fular de la.cómoda y se lo anudó al cuello.
– Te he traído una cosa. -Le enseñó la camisa que había cogido del armario.
– ¿Qué es eso?
– Una camisa mía. -Se la abrió para que se la pusiera como si fuera una chaqueta. -Por si nuestros amigos los moteros están allí.
Sloane arqueó una ceja en señal de sorpresa. Chase se encogió de hombros.
– Es mejor no correr riesgos. Así queda claro que eres mía antes de que entremos por la puerta. -Se cruzó de brazos, decidido a salirse con la suya. E incluso más decidido a no permitir que su mirada de ojos muy abiertos y el mohín de sus labios brillantes le afectara.
«Muy difícil», pensó mientras ella introducía complacida primero un brazo por la manga y luego el otro y se envolvía en la camisa, igual que a él le gustaba rodearla para que se sintiera segura. No le resultaba fácil aceptar que podía protegerla físicamente pero no a nivel emocional del trastorno que le suponía la búsqueda de Samson. Odiaba la impotencia que eso le generaba, y todavía odiaba más las implicaciones de ese sentimiento.
Se acercó a él y Chase la agarró por las solapas de forma instintiva, se la aproximó y la besó en los labios. Ella los separó y él le introdujo la lengua en la boca cálida y agradable. No había sido consciente de cuánto lo necesitaba. Desde que gozaba de la compañía de Sloane, observándola con su familia y viendo cómo disfrutaba de la vida del pueblo, su deseo por ella había aumentado.
Se estaba enamorando de aquella mujer y eso no entraba en sus planes.
Sloane dio un paso atrás e interrumpió el beso con una sonrisa de satisfacción en el rostro.
– Me gusta cómo te apoderas de mí.
– ¿Significa eso que llevarás la camisa?
Sloane bajó los brazos para que viera que las mangas le colgaban más allá de las manos.
– Es demasiado grande -dijo, lanzándole destellos picaros con la mirada.
– Remángatelas. -No pensaba correr riesgos, no con su seguridad. Y reconoció también que no pensaba tolerar que otro hombre se interpusiera entre ellos.
Sloane alzó el brazo y le hizo un saludo militar con la mano tapada por la camisa.
– Sí, señor. -Se volvió hacia el espejo riendo. Cogió un brillo de labios y se dispuso a retocarse el maquillaje.
Chase volvió al salón a esperarla, negando con la cabeza incrédulo, intentando conciliar a Sloane Carlisle, la «hija» del senador, con la mujer que tanto estaba disfrutando del juego. No del juego de buscar a Samson sino de interpretar el papel de mujer de Chase Chandler.
Y mentiría si dijera que él no lo estaba disfrutando también.