EPÍLOGO

Meg se negó a casarse con Ted hasta tener su título. -Un genio merece casarse con una graduada en la universidad -, le dijo.

– Este genio merece casarse con la mujer que ama ahora mismo en lugar de esperar a que ella consiga un diploma -. Pero a pesar de sus protestas, él comprendía lo importante que era eso para ella, aunque no lo admitiese.

La vida en Wynette era completamente aburrida sin Meg, y todo el mundo quería que ella volviera, pero a pesar de las llamadas perdidas de números desconocidos y ocasionales visitas de varios residentes de Wynette a su pequeño apartamento en Austin, no pondría un pie en los límites del pueblo hasta su boda. -Estaría tentando a la suerte si vuelvo antes de eso -, le dijo a las miembro del comité de reconstrucción de la librería cuando aparecieron en su puerta con una jarra de mojitos y media bolsa de patatas fritas. -Sabéis que me meteré en problemas en cuanto pise el pueblo.

Kayla, quién reducía caloría comiendo sólo las patatas partidas, metió la mano en la bolsa. -No sé de lo que estás hablando. La gente se preocupa, igual que antes, para hacerte sentir bienvenida.

Lady Emma suspiró.

Shelby señaló a Zoey. -Es porque Meg es una yankee. Los yankees no aprecian la hospitalidad sureña.

– Seguro -. Torie lamió la sal de sus dedos. -Además, nos roban a nuestros hombres cuando nos damos la vuelta.

Meg rodó los ojos, bebió de su mojito y luego las despidió a todas para poder terminar su trabajo de eutrifazión. Después de eso, salió para supervisar a la estudiante de arte que había contratado para ayudarle a completar los pedidos que le continuaban llegando desde Nueva York. Pese a las protestas indignadas de Ted, los padres de él, los de ella, sus hermanos, el comité de la librería y el resto de Wynette, todavía seguía pagando sus gastos, aunque había dejado pasar por alto un poco sus principios con el regalo de compromiso de Ted, un Prius de un rojo brillante.

– Me das un coche -, le dijo ella, -y todo lo que tengo para ti es este clip para el los billetes.

Pero a Ted le encantaba el clip, el cuál había diseñado a partir de un medallón griego raro de Gaia, la diosa de la tierra.

Ted no pudo pasar tanto tiempo en Austin como habían planeado, y aunque hablaban mucho tiempo todos los días, echaban mucho de menos estar juntos. Pero él necesitaba estar cerca de Wynette. El grupo de inversores, seleccionados cuidadosamente, con los que había estado contactando para construir el resort de golf, por fin se habían juntado. El grupo estaba formado por el padre de Ted, Kenny, Skeet, Dex O'Connor, un par de reconocidos profesionales del turismo y unos cuantos hombres de negocios de Texas, ninguno relacionado con la fontanería. Sorprendentemente, Spence Skipjacks había resurgido amenazando con hacer público el "malentendido". Ted le dijo que no había ningún malentendido, y que debería seguir dedicándose a los aseos.

Ted se había mantenido interesado en lo del resort para así poder construirlo exactamente cómo él lo había previsto. Estaba feliz por el proyecto, pero con el exceso de trabajo y la construcción programada para poco después de la boda, estaba frenético. Aunque frecuentemente hablaba sobre que necesitaba a alguien que compartiese su mismo punto de vista y de su confianza para trabajar a su lado, no fue hasta que Kenny fue hasta Austin y acorraló a Meg para que tuvieran una conversación privada, que se dio cuenta que la persona con la que Ted quería trabajar era con ella.

– Sabe lo mucho que querías regresar a la universidad para conseguir tu título -, dijo Kenny. -Por eso no te lo preguntará.

A Meg no le llevó ni cinco segundos decidir que su título podía esperar. Trabajar con el hombre que amaba en un proyecto como este era su trabajo ideal.

Ted se mostró feliz cuando ella le preguntó si podía trabajar con él. Hablaron durante horas sobre su futuro y el legado que intentaban construir juntos. En lugar de tierra contaminada, ellos crearían lugares donde todas las familias, no sólo los ricos, pudieran reunirse para hacer un picnic o jugar al balón, lugares donde los niños pudieran atrapar luciérnagas, escuchar el canto de los pájaros y pescar en aguas limpias y sin contaminar.


Programó la fecha de la boda para exactamente un año después, menos un día, de la fecha de la boda de Ted con Lucy, una decisión contra la que Francesca protestó con vehemencia. Todavía estaba quejándose cuando Meg, con el diploma finalmente en su posesión, regresó a Wynette tres días antes de la ceremonia.

Mientras Ted recorría el pueblo para dar a conocer la reapertura de la librería, Meg se sentó en un taburete de la cocina de su futura suegra para desayunar. Francesca le pasó un bagel tostado por la encimera. -No es como si no tuvieras fechas para elegir -, dijo. -Honestamente, Meg, si no lo supiera, juraría que estabas intentando gafar todo el asunto.

– Justo lo contrario -. Meg untó mermelada de fresa en su bagel. -Me gusta el simbolismo de una nueva y brillante vida surgiendo de las cenizas del pasado.

– Eres tan rara como Teddy -, dijo Francesca exasperada. -No puedo creerme que tardara tanto tiempo en darme cuenta de lo perfectos que sois el uno para el otro.

Meg sonrió.

Dallie levantó la vista de su taza de café. -La gente de por aquí es como ella, un poco extraña, Francie. Eso la hace encajar mejor.

– Es un poco más que extraña -, dijo Skeet desde detrás del periódico. -Me abrazó ayer sin ninguna razón. Casi me da un ataque al corazón.

Dallie asintió. -Es extraña de esa forma.

– Estoy sentada aquí -, les recordó Meg.

Pero Skeet y Dallie se habían metido en una discusión sobe cuál de los dos era mejor dándole clases de golf, sin tener en cuenta que ya había elegido a Torie.

Francesca intentó otra vez sonsacarle detalles de su vestido de novia, pero Meg se negó a hablar. -Lo verás cuando los demás.

– No entiendo por qué dejaste que Kayla lo viera, y yo no.

– Porque es mi asesora de moda, y tú ya estás en mi futuro como mi futura molesta suegra.

Francesca no se molestó en discutir el segundo punto, sólo el primero. -Sé tanto de moda como Kayla Garvin.

– Estoy segura que más. Pero incluso así no lo vas a ver hasta que camine por el pasillo hacua el altar -. Le dio un pegajoso beso en la mejilla a Francesca y luego salió corriendo para reunirse con su familia en el hotel. No mucho después de eso, llegó Lucy.

– ¿Estás segura que quieres que esté allí? -le dijo Lucy por teléfono cuando Meg le pidió que fuera parte del cortejo nupcial.

– No podría casarme sin ti.

Tenían mucho sobre lo que hablar, y condujeron hasta la iglesia donde podían ponerse al día sin que nadie las escuchara. Ted las encontró descansando junto a la piscina natural. La tensión inicial entre los dos ex amantes había desaparecido hace mucho tiempo, y charlaron como los buenos amigos que siempre debían haber sido.

La cena de ensayo fue en el club de campo, como había sido la primera vez. -Me siento como si hubiera viajado hacia atrás en el tiempo -, le susurró Lucy a Meg no mucho después de llegar.

– Excepto que esta vez tú puedes relajarte y disfrutar -, le dijo Meg. -Va a ser entretenido, te lo prometo.

Y entretenido fue, cuando los lugareños acorralaron a Jake y Fleur para decirles cosas buenas sobre Meg. -Su hija es la mejor empleada que he tenido en el hotel -, les dijo Birdie con total seriedad. -Prácticamente se encargaba de todo. Difícilmente tenía algo que hacer.

– Es muy brillante -, dijo su madre con cara seria.

Zoey tiró de un par de exquisitos pendientes egipcios. -No tenéis ni idea de cuanto ha mejorado mi guardarropa -. Ella se metió la mano en el bolsillo, donde Meg pasó a descubrir que tenía un collar de chapas brillantes, que se puso en cuanto la madre de Hunter Gray apareció.

– El club de campo no ha sido lo mismo desde que se fue -, dijo efusivamente Shelby. -No sabrías lo difícil que es para algunas personas distinguir entre té helado Arizona normal y Light.

Era el turno de Kayla, pero Birdie tuvo que darle en las costillas para que alejara su atención de los guapos hermanos Koranda. Kayla parpadeó y obedientemente hizo su parte para mejorar la reputación de Meg. -Juró que gane tres kilos cuando se fue, estaba tan deprimida. Sus joyas prácticamente mantenían mi tienda a flote. Además, es la única mujer, a parte de Torie y de mí, que aprecia la moda vanguardista.

– Sois todas tan adorables -, dijo Meg arrastrando las palabras. Y luego, en voz alta, a sus padres. -Van a terapia de electroshock juntas. Así les hacen descuento.

– No hay gratitud en esta chica -, le dijo Shelby a Lady Emma.

Torie tomó una cucharada de cangrejo. -Siempre podríamos ponerla a cargo del comité de juegos para niños. Eso le enseñaría a respetarnos.

Meg gruñó, Lady Emma sonrió y Lucy estaba confundida. -¿Qué ocurre? -le dijo cuando pilló a Meg a solas. -Encajas totalmente aquí. Y no es un cumplido.

– Lo sé -, respondió Meg. -Es algo que simplemente pasa.

Pero Lucy estaba un poco molesta. -Ellos nunca fueron otra cosa que educados conmigo, así que claramente, no era lo suficientemente buena para ellos. Yo, la hija de la presidenta de Estados Unidos. Tú, por otro lado, la Señorita Embrollos, te adoran.

Meg sonrió y levanto su vaso hacia las locas de Wynette. -Nos comprendemos unas a otras.

Fleur se llevó a Lucy, Ted se unió a Meg y, juntos, vieron a Kayla y Zoey moverse hacia los hermanos de Meg. Ted tomó un sorbo de su copa de vino. -Shelby les ha dicho a tus padres que está bastante segura de que estás embarazada.

– No todavía.

– Suponía que me lo dirías primero -. Miró hacia las mujeres. -O quizás no. ¿Estás completamente segura de que quieres vivir aquí?

Meg sonrió. -No podría vivir en otro sitio.

Él entrelazó sus dedos con los de ella. -Una noche más y luego esa estúpida moratoria se habrá acabado. Nunca comprenderé cómo te las apañaste para que aceptara.

– No se cómo puedes llamar a cuatro días una moratoria.

– Estate segura como el infierno que se siente como una.

Meg se rió y lo beso.


A la tarde siguiente, sin embargo, era un manojo de nervios, y ni Lucy ni sus otras cinco damas de honor pudieron calmarla. Georgie y April, junto con sus famosos maridos, había volado desde Los Ángeles, mientras que Sasha había llegado desde Chicago. No le parecía correcto casarse sin tener al lado a Torie y Lady Emma, y todas se veían espectaculares con los vestidos rectos sin mangas de seda gris, cada uno con un conjunto ligeramente diferente de botones de imitación a diamantes por la parte de detrás.

– Kayla los va a poner a la venta por eBay cuando esto acabe -, anunció Torie a Meg cuando estaban reunidas en la antesala de iglesia antes de la ceremonia.

– Dinero que daremos a la caridad -, dijo firmemente Lady Emma.

En los ojos de Fleur aparecieron predecibles lágrimas cuando vio a Meg con el traje de novia. Lo mismo hicieron Torie y Lady Emma, pero por diferente razones. -¿Estás segura de esto? -Torie le susurró a Meg mientras el séquito nupcial se trasladó al atrio para la procesión.

– Hay cosas que están destinadas a ser así -. Meg agarró con más fuerza su ramo mientras Lucy organizaba la salida. El vestido, con un corsé estructurado en la parte superior, con frágiles mangas y una silueta estilizada, delicadamente adornada, formaba una V a su espalda. Lo llevaba con el velo de su madre y una tiara de cristales austriacos.

Las trompetas sonaron, una señal para la entrada de Ted por la frontal de la iglesia, junto con Kenny, su padrino. Aunque Meg no podía ver a su novio, sospechaba que un conveniente haz de luz habría elegido ese momento para atravesar el cristal de las vidrieras y poner uno de esos ridículos halos sobre él.

Estaba poniéndose histérica por momentos.

Lady Emma había alineado a las damas de honor. Con un sentido creciente de pánico, Meg miró a April salir primero, seguida por Torie y luego Sasha. Las manos de Meg estaban pegajosas, su corazón empezó a ir demasiado rápido. Georgie desapareció. Sólo Lady Emma y Lucy se quedaron.

Lucy susurró. -Estás guapísima. Gracias por ser mi amiga.

Meg intentó sonreír. Realmente lo hizo. Pero Lady Emma estaba dirijiéndose al pasillo y sólo Lucy estaba allí, Meg estaba helada.

Lucy se movió.

La mano de Meg salió disparada y la agarró por el brazo. -¡Espera!

Lucy miró por encima de su hombro.

– Tráelo -, dijo Meg con pánico.

Lucy la miró boquiabierta. -Estás bromeando, ¿no?

– No -. Meg tragó saliva. -Tengo que verle. Ahora mismo.

– Meg, no puedes hacer esto.

– Lo sé. Es horrible. Pero… Sólo tráelo, por favor.

– Sabía que venir era una mala idea -, murmuró Lucy. Luego respiró profundamente, puso la sonrisa de la Casa Blanca en su cara, y se dirigió al pasillo.

Mantuvo esa sonrisa firmemente en su cara hasta el momento que se detuvo ante Ted.

Él la estudió. Ella lo estudió a él.

– Uh, oh -, dijo Kenny.

Ella se lamió los labios. -Uhm… Lo siento Ted. Otra vez. Lo siento. Pero… Meg quiere verte.

– Te recomiendo no ir -, susurró Kenny.

Ted se giró hacia el Reverendo Harris Smithwell. -Perdóneme un minuto.

La multitud estalló en alboroto cuando él caminó por el pasillo, sin mirar a la derecha o la izquierda, sólo centrado en ir hacia la mujer que lo esperaba en la parte trasera del santuario.

Primero, se limitó a mirar a aquel rostro amado enmarcado en espuma de color blanco. Tenía las mejillas pálidas y los nudillos blancos alrededor de su ramo de novia. Se detuvo delante de ella.

– ¿Un día duro? -le preguntó.

Ella apoyó su frente contra su mandíbula, poniéndole a la altura de los ojos la tiara que le sujetaba el velo. -¿Sabes cuánto te amo? -le dijo ella.

– Casi tanto como yo te amo a ti -, respondió él, besándola gentilmente en la nariz, así no arruinaría su maquillaje. -Estás guapísimas, por cierto. Aunque… Juraría que he visto este vestido de novia antes.

– Es el de Torie.

– ¿El de Torie?

– Es de su ropa desechada. Era de esperar, ¿no?

Él sonrió. -Espero que fuera el de la boda con Dex y no el de sus matrimonios fallidos.

– Uh, huh -. Ella asintió y suspiró. -¿Estás… estás completamente seguro de esto? Soy una persona muy desordenada.

Sus ojos la atravesaron. -No hay tal cosa como ser demasiado ordenado, cariño.

– Excepto… Afrontémoslo. Soy lista, pero no tan lista como tú. Quiero decir… difícilmente alguien lo es, pero incluso así… es posible que tengamos niños tontos. No realmente tontos, pero… relativamente hablando.

– Lo entiendo, cariño. Casarse por primera vez puede ser estresante para cualquiera, incluso para alguien tan valiente como tú. Afortunadamente, tengo experiencia en esto de las bodas, así que puedo ayudarte -. Esta vez corrió el riesgo de estropearle el maquillaje dándole un tierno beso en los labios. -Cuanto antes terminemos con esto, antes te podré desnudar, perder mi autocontrol y humillarme a mí mismo de nuevo.

– Eso es verdad -. Finalmente el color comenzó a volver a sus mejillas. -Estoy siendo estúpida. Pero estoy bajo mucho estrés. Y cuando estoy estresado, algunas veces olvido que soy lo suficientemente buena para ti. Demasiado buena para ti. Tú todavía sigues cagándola, ya sabes, con eso de agradar a todo el mundo.

– Tú me protegerás de mí mismo -. Y de todos los demás, pensó él.

– Va a ser un trabajo de tiempo completo

– ¿Estás dispuesto a aceptarlo?

Ella finalmente sonrió. -Lo estoy.

Él le robó otro beso. -Sabes cuanto te quiero, ¿verdad?

– SÍ.

– Bien. Recuérdalo -. La envolvió entre sus brazos y antes de que ella pudiera decirle que era innecesario, que podía recomponerse y que tenía que soltarla en ese preciso momento. Antes de que pudiera decir nada de eso, empezó a caminar por el pasillo.

– Ésta -, anunció a todo el mundo, -no se va escapar.

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