ESTÁS SALIENDO DE WYNETTE, TEXAS

Theodore Beaudine, Alcalde

Ella no había visto a Ted desde su horrible encuentro en el aparcamiento de la iglesia y ya no lo haría. Estaba segura que todas las mujeres del país ya estaban haciendo cola para ocupar el lugar de Lucy.

Una sirena sóno detrás de ella. Sus ojos se dirigieron al espejo retrovisosr y vio la luz roja intermitente de un coche patrulla. Sus dedos apretaron el volante. Se apartó a un lado de la carretera, rezando porque la parasen debido al ruidoso silenciador y maldiciéndose a sí misma por no haberlo hecho arreglar antes de salir de L.A.

El temor se le reunía en el estómago mientras esperaba a que los dos oficiales revisaran su matrícula.Por último, el oficial revisó la rueda de emergencia y se encaminó hacia ella, su barriga cervecera sobresalía sobre su cinturón. Tenía la piel rojiza, una gran naríz y un pelo de lana plateado que sobresalía por debajo de su sombrero.

Ella bajó la ventanilla y puso una sonrisa. -Hola, oficial -. Por favor, Dios, que sea mi ruidoso silenciador y no haberme saltado la cuenta. Ella le dio su carnet de conducir y su identificación antes de que él las pidiera. -¿Hay algún problema?

Él estudió su carnet de conducir, luego indicó su sombrero de fieltro. Pensó en decirle que Ginger Rogers lo había llevado una vez, pero no parecía un amante del cine antiguo. -Señora, tenemos un informe que indica que dejó el hotel sin pagar su cuenta.

Su estómago se revolvió. -¿Yo? Eso es ridículo -. Por el rabillo del ojo vio un movimiento en el espejo exterior cuando el compañero decidió unirse a la fiesta. Excepto que su compañero llevaba vaqueros y una camiseta negra en lugar de uniforme. Y su compañero…

Ella miró más de cerca en el espejo. ¡No!

Zapatos crujían en la grava. Una sombra cayó sobre el lateral de coche. Ella levantó la vista y se encontró mirando a los impasibles ojos ámbar de Ted Beaudine.

– Hola, Meg.

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