Simone se despertó con un fuerte dolor de cabeza. Apartó la almohada para encontrar la brillante luz del sol penetrando a través de la ventana de su dormitorio. ¿Cuándo habían sido abiertas las persianas?
– ¿Qué hora es? -susurró, girando para observar su despertador. Las siete y veinticinco.
¿Por qué parecía mucho más tarde?
Bostezando, se detuvo al echar un vistazo a Xypher que estaba durmiendo en el suelo. Él se había negado rotundamente a dormir en el colchón de Jesse, diciendo que estaba demasiado acostumbrado a la dureza para querer la comodidad de un colchón. Por no mencionar que había dejado claro que desde su llegada a Nueva Orleans, había estado durmiendo en callejones con la espalda contra la pared. El suelo era un avance para él. Al menos allí podía estirarse.
La manta que le había dado la noche anterior estaba todavía doblada bajo la almohada. No las había tocado. En vez de eso, estaba acostado sobre un costado con una mano extendida sobre la cabeza y la otra curvada justamente bajo su barbilla.
La barba de un día espolvoreaba sus mejillas. Había algo tan masculino y todavía tan de muchacho en él tumbado allí de esa manera… Pero cuando se quedó mirando sus labios y recordó el abrasador beso que le había dado la noche anterior, esto ahuyentó cualquier pensamiento de que fuera un muchacho.
– ¡Simone!
Ella saltó cuando Jessie entró corriendo en la habitación. Una brecha de temor pasó a través de ella. ¿Había encontrado el demonio una manera de entrar?
– ¿Qué ocurre?
Él se detuvo al lado de la cama y pateó el suelo con el pie.
– ¿Le dirás a Gloria que deje de gimotear por mi música? Me gustan Culture Club y Prince.
Simone frunció el ceño confundida.
– ¿Gloria?
– Sí. Regresó anoche.
– ¿Cómo?
– No lo sé, ¿pero podrías hablar con ella? Hay una razón por la que soy el único fantasma en esta casa. No me gusta compartir.
– De acuerdo, dile que venga aquí.
– ¡Gloria! -gritó tan alto que Xypher se despertó de golpe en el suelo.
Gloria se manifestó enfrente de Simone.
– Si oigo una vez más “Karma Chamaleon”, juro que voy a encontrar a Boy George y hacer que se coma los discos de Jesse. ¿Qué tiene que ver rojo, dorado y verde con todo, de todos modos?
Jesse estaba ofendido.
– ¡Es una canción brillante! Vamos… “Cada día es igual que sobrevivir. Tú eres mi amante, no mi rival”. ¿Qué podría ser más significativo que eso?
Xypher gruñó cuando levantó la cabeza del suelo para fulminar a los fantasmas con la mirada.
– Alguien que me diga por favor que no estamos teniendo realmente un absurdo debate sobre la genialidad de “Karma Chameleon” a las siete de la mañana.
Simone se rió.
– Me temo que sí, dulzura.
Xypher fulminó con una mirada hostil a los fantasmas.
– ¿Cómo es que conoces a Boy George? -preguntó Jesse.
– Estuve en el infierno, Jesse. ¿Qué crees que usaban para torturarme? Malas canciones de pop.
Gloria le dedicó a Jesse una mirada satisfecha.
– Te lo dije.
– Es una canción fantástica.
Xypher gruñó profundamente.
– Sí, las primeras novecientas veces que la escuchas. Después se te mete en la cabeza hasta hacer que te vuelvas loco… Ahora sabes por qué soy tan malditamente desagradable todo el tiempo. Sólo por eso, estoy del lado de Gloria. Ahora, si ambos no os tranquilizáis, juro por el río Estigia que voy a alimentar a los Daimons con vosotros tan pronto como el sol se ponga.
Los fantasmas se desvanecieron instantáneamente.
– Gracias -dijo Simone.
Su respuesta fue girar sobre su espalda y cubrirse los ojos con un musculoso brazo.
Simone se levantó y se arrodilló en el suelo a su lado. Levantando su brazo, esperó a que él abriera los ojos y le dedicara una mirada inquisitiva.
– En serio, gracias. ¿Cómo encontraste a Gloria?
– No estoy seguro de que quieras que te responda a eso. Recuerda, a caballo regalado no le mires el diente.
– ¿Por qué lo has hecho?
Él se encogió de hombros.
– Tú estabas preocupada por ella.
– ¿Ésa es la única razón?
– ¿Tú qué crees? Dios sabe que no la quiero aquí molestando a Jesse y levantando mi culo de la cama antes del amanecer.
Ella sonrió ante su mal humor.
– No eres una persona madrugadora, ¿verdad?
– Soy un Dream-Hunter/Demonio. Por mi naturaleza soy nocturno. Esa gran bola amarilla en el cielo me ofende hasta lo más hondo de mi ser.
Inclinándose sobre él, lo abrazó.
– Bueno, personalmente prefiero las mañanas. Cada una es un nuevo comienzo. Mi padre siempre dijo que debías empezar cada día con un propósito.
– Mi padre siempre dijo que alguien debería pasarle a Apolo y Helios por encima con sus carros… y lanzar a Phaeton bajo ellos por añadidura.
Ella se rió.
– Tu padre no fue una influencia positiva para ti, ¿verdad?
– Siendo el dios de las pesadillas, no era un tibio y dulce conejito. A menos que cuentes con el Conejito Feliz. Asombrosamente los dos tienen mucho en común.
– ¿Cómo es que conoces al Conejito Feliz?
– ¿Qué? ¿Nunca has paseado por el Barrio Francés? Hay camisetas del Conejito Feliz colgando en casi cada tienda. Y tengo que decir que he desarrollado una afición a ese jodido roedor.
– ¡Oh!
Él tenía razón. El Conejito Feliz estaba en todas partes.
Sus ojos se oscurecieron cuando centró la mirada en la de ella.
– Si no dejas de frotarte contra mí en este momento, Simone, voy a tomarlo como una invitación abierta para ir de Skoti sobre ti.
– ¿Ir de Skoti?
Dio la vuelta con ella, sujetándola contra el duro suelo. Simone soltó un pequeño gemido ante lo bien que se sentía teniéndolo tumbado encima, y no había manera de negar ese pesado bulto que estaba contra su cadera.
Cuándo habló, su voz era rasgada y ronca.
– Es cuando los Skoti se deslizan dentro de los humanos y tienen tema con ellos. -Él le acarició con la nariz el cuello.
– Pensé que tú eras un Skotos de las pesadillas.
Simone pasó la mano sobre su musculosa espalda, deleitándose con la sensación y con el peso de él.
Sería tan fácil de permitir que él la desnudara por completo… Podía imaginárselo dentro de ella. El pensamiento la hizo humedecerse.
– ¿He de suponer con ello que tuviste buenos sueños anoche? -susurró ella.
Él se apartó de ella de golpe.
– Yo no soñé nada…
– Yo no siempre sueño.
– No. Yo soy un Dream-Hunter, Simone. Es lo que hacemos. Siempre. -Él parecía aturdido-. ¿Por qué no he soñado nada?
– Quizás no has dormido lo suficiente.
Xypher empezó a responder hasta que ella se movió y se rozó contra su erección. Todo pensamiento racional lo abandonó cuando se centró totalmente en el hecho de que él estaba tendido en el suelo sobre ella.
Y no llevaba sujetador…
Oh, eso era una tortura. Habían pasado tantos siglos desde que sintió a una mujer de esa manera. Podía imaginarse deslizándose dentro de su cuerpo. Verla echar la cabeza hacia atrás mientras él le lamía el cuello. Se moría de deseo…
Simone no pudo moverse cuando captó la caliente mirada en sus ojos. Eso era lo que era y ella lo sabía. Estaba perdida. ¿Cómo podía rechazarlo después de todo lo que había hecho para protegerla?
– ¡Simone!
Ella se sobresaltó ante la chillona llamada de Jesse.
Él apareció en la habitación, entonces gritó igual que una niña.
– Lo siento. Continuad.
Xypher dejó escapar un lento y diabólico gruñido cuando bajó la cabeza y la sacudió sobre ella.
– Yo no sé tú, pero eso acaba de matar mi humor. La única cosa que me haría más daño sería ver a Jesse desnudo. Eso probablemente me dejaría impotente para toda la eternidad.
Riendo, Simone rodó y salió de debajo de él, se levantó e inclinó la cabeza cuando vio su copa sobre la mesilla de noche. ¿Cómo había sucedido? Siempre estaba en el tocador.
Ella fue para devolverla a su lugar, entonces se congeló cuando captó lo que parecía ser sangre seca en su interior.
– ¿Qué diablos…? -Miró a Xypher, quien apartó rápidamente la mirada.
– ¿Es tuya?
Él no respondió.
Antes de que pudiera insistir, sonó su teléfono. Lo alcanzó y vio que era Tate. Después de abrirlo, respondió.
– Encontramos el cuerpo de Gloria.
Ella no podía creérselo.
– ¿Dónde?
– En el callejón donde murió.
– ¿Estás bromeando?
– Nop. Esto es realmente extraño. La policía llamó hace unos minutos para hacérmelo saber.
Era fantástico, excepto por un pequeño detalle que hacía que su estómago se encogiera.
– ¿Se está… moviendo?
– No. Es muy extraño, pero pensé que te gustaría saberlo.
– Sí, gracias. Sé que estás aliviado-. Simone colgó y se volvió para encararse con Xypher-. Encontraron otra vez el cuerpo de Gloria.
– Eso es bueno.
Había algo extremadamente cauteloso en él.
– Tú sabes algo, ¿no es así?
Ella volvió la mirada hacia la copa y se preguntó por qué alguien pondría sangre en su interior. Además de ella, la única otra persona en esa casa que podía sangrar…
– ¿Qué hiciste después de que me fuera a dormir?
– Nada.
– Xypher -chasqueó entre dientes-, no me mientas. No soy estúpida. Conozco la sangre cuando la veo. Por San Pedro, soy patóloga. Sabes que pudo llevarla a mi laboratorio y tomarle una muestra de ADN.
Un molesto tic golpeó su barbilla.
– ¿Qué quieres que te diga, Simone? ¿Qué convoqué a un señor de los demonios e hice un trato con él?
Sí, claro.
– ¿Va en serio?
– Sí, va en serio. -Su tono y su cara lo confirmaban incluso si ella no quería creerlo-. Tuve que alimentarlo con mi sangre para conseguir que Gloria y su cuerpo regresaran junto a ti, ése es el precio que exigió.
Simone estaba atónita por sus palabras. No, esto no podía ser, ¿verdad?
– No estás bromeando.
– ¿Por qué sino estaría la sangre en tu copa?
¿Por qué más, ciertamente? Después de todo, el que las personas se levantaran para encontrar sangre en una copa cerca de su cama era algo cotidiano.
En Twilight Zone [8].
– Esta no puede ser mi vida… -Y con todo, ¿por qué estaba tan sorprendida? Uno de sus mejores amigos era un fantasma y el otro trabajaba para un grupo de cazadores de vampiros inmortales. Así que, ¿por qué su pseudo-novio no iba a ser capaz de convocar a un señor de los demonios y alimentarlo con sangre?
– ¿Qué es lo siguiente? ¿Vas a decirme que mi nueva vecina es un demonio, y que el perro que hay al final de la calle es un licántropo?
Él sacudió la cabeza.
– Ahora sabes por qué no quería decirte lo que había sucedido. Sabía que sólo te molestaría.
– Sí, sí, lo hizo. ¿Cómo te sentirías si alguien invitara a un señor de los demonios a entrar en tu habitación mientras tú duermes y se alimentara de sangre en tu copa favorita? Creo que tú no estarías muy contento, ¿verdad?
Ella echó un vistazo a su reloj. Apenas pasaban de las ocho.
– Y ahora necesito ducharme y prepararme para ir a trabajar. Supongo que me seguirás, ya que moriría si no lo haces y, por favor, intenta no convocar más señores de los demonios en mi casa mientras estoy desnuda, ¿vale? -Maldición, el absurdo de su vida comenzaba a no conocer fronteras.
La expresión de Xypher se tornó malhumorada.
– Claro, pero yo soy el que moriré si tengo que seguirte y oírte desnuda en la ducha.
Simone no sabía por qué, pero esas palabras expulsaron mucho del enfado que tenía. Probablemente porque estaba disfrutando con la idea de torturarlo.
Ella le palmeó la mejilla cariñosamente.
– Vamos, vamos, bebé, todo irá bien.
Él bajó la mirada adonde su erección hacía un impresionante bulto en sus pantalones.
– No, en realidad, no. Lo dices únicamente porque tú no eres la que está dolorida. Y yo que pensaba que tenía unas pocas semanas para aplazar la tortura. Estás trabajando con Hades, ¿no es cierto? Adelante. Admítelo.
Simone recogió sus ropas, entonces se detuvo cuando algo que había dicho él hacía un minuto rezumó en su mente. Tuve que alimentarle de mi sangre para traer a Gloria y su cuerpo de regreso para ti.
¿Por qué lo haría?
– ¿Por qué trajiste a Gloria de regreso?
Él se volvió como si estuviese buscando algo.
– ¿Xypher? -Ella acortó la distancia entre ambos-. ¿Por qué?
Con expresión reservada, él se encogió de hombros.
– Tú estabas disgustada por ella. No quería que te preocuparas o te culparas a ti misma por su pérdida.
Por primera vez, Simone entendió la incesante necesidad de Xypher por descubrir qué motivaciones había tenido ella para ayudarlo. Había algunos actos de compasión que eran tan altruistas que desafiaban a la lógica. Para él, el acto más sencillo era desconcertante.
Para ella, éste acto era único.
– ¿Por qué te preocupaste?
– No lo sé.
Xypher apretó los dientes. Eso no era verdad. Sabía exactamente por qué lo había hecho. Por una vez él había puesto los sentimientos de ella por encima de los suyos, pero admitirlo… Eso era más de lo que podía hacer ahora mismo.
Incluso así, había sacrificado una parte de sí mismo para hacerla feliz.
Ella se puso de puntillas para besarlo ligeramente en los labios.
– Ahora entiendes que la bondad no tiene que estar motivada por nada, excepto por un deseo de ayudar a otro y hacer que se sienta mejor.
Xypher parpadeó cuando ella se retiró. Tenía razón. Nunca en su vida había hecho algo para ayudar a alguien sólo por hacerlo. Incluso con Satara, él había obtenido algo. Ella le había enviado a hacer sus recados, entonces lo recompensó, y él había hecho lo que ella le pedía simplemente para obtener de ella algo a cambio. Todo eso fue hecho por egoísmo.
Pero no esto.
No había esperado de Simone ni siquiera un agradecimiento por salvar a Gloria. De hecho, no había intentado decirle que lo había hecho por ella. ¿Por qué tenía que hacerlo?
– ¿Xypher?
Levantó la mirada para verla parada en el umbral.
– Necesito ducharme. Tienes que seguirme para que pueda hacerlo.
– Lo siento. -Él caminó obedientemente por el pasillo.
Ella le dedicó una sonrisa que entibió su corazón antes de cerrar la puerta y dejarle de pie al otro lado, mientras se dedicaba a sus cosas en el interior. Él la escuchaba moviéndose alrededor y se imaginó cómo sería desnuda con el agua corriendo por su cuerpo…
Él se movió, intentando obtener algún alivió de su hinchado pene, pero no estaba funcionando. Cerrando sus ojos, se imaginó a sí mismo en la ducha con ella. Podía sentir el calor del agua contra su piel desnuda, ver el contorno de su espalda cuando alzaba la cara hacia la ducha y se lavaba el pelo. Ella cerró los ojos, inclinando la cabeza para asegurarse de que su pelo estuviera completamente mojado. Dioses, era tan hermosa.
Necesitando sentirla, inclinó su pecho contra su espalda y rodeó su cintura con un brazo.
– ¡Xypher!
El chillido de indignación lo arrancó de su fantasía.
Un instante después, la puerta se abrió de golpe para descubrir a Simone envuelta en una húmeda toalla, fulminándole furiosa con la mirada.
– ¿Qué crees que estás haciendo?
– Yo sólo me quedé aquí.
– No, no lo has hecho. Estabas en la ducha conmigo.
– No, yo estaba…
¿Lo estaba?
Apenas contuvo una sonrisa antes de enfadarla más. ¡Sí! Sus poderes habían estado funcionando. Pero ese pensamiento fue seguido por un incómodo sentimiento.
Con todo, maldición, él había estado realmente en la ducha con ella, se había proyectado.
Ella frunció el ceño ante él.
– Tú no estás mojado.
– Porque estuve aquí mismo todo el tiempo.
Ella entrecerró los ojos con suspicacia.
– ¿Estás seguro de eso?
– Sí.
La duda dominaba su expresión.
– No me estás mintiendo, ¿verdad?
– No intencionadamente.
– ¡Xypher!
Él farfulló como si estuviera intentando encontrar alguna manera de calmarla.
– No sabía que podía hacerlo. Quiero decir, sabía que podía hacerlo antes, pero no sabía que estaba funcionando actualmente hasta que gritaste. Pensé que sólo me lo estaba imaginando. Y no me mires así… ¿Me perdonas?
Le gruñó antes de cerrarle la puerta en las narices. Dos segundos después, abrió otra vez la puerta.
– ¡Quédate ahí fuera! No te atrevas a entrar aquí con esos malos trucos mentales. -Ella volvió a cerrar la puerta.
Xypher quería susurrar que él estaba mucho más dolido por su erección.
– ¿Obtengo algún punto extra por notar que tienes un culo realmente encantador?
Ella aulló otra vez.
– ¡Idiota! ¿Qué estás haciendo?
Él se volvió para encontrar a Jesse detrás de él. Su cara era una expresión de completo horror.
– Estoy aquí de pie.
Jesse dejó escapar un sonido de disgusto.
– Déjame explicarte algunas cosas. Cuando has enfadado a una mujer por espiarla, no lo arregles diciéndole que tiene un bonito trasero. Eso sólo conseguirá que te abofeteen.
Bueno, cuando se trataba de ser abofeteado por algo, él estaba seguro de que Jesse era un experto. Quizás debería escucharle por una vez.
– ¿Entonces, qué haces?
– Simple, mi hermano. Estoy a punto de impartirte las sagradas palabras que me dio mi padre. Son las cinco respuestas que te sacarán de cualquier problema con las mujeres.
Sí, claro. Eso tenía que oírlo.
– ¿Y son?
Jesse alzó la mano y apuntó con cada uno de sus dedos.
– No sé de qué me estás hablando. Yo no lo he hecho. Pequeña, no hay nada en el mundo para mí excepto tú. Oops! Y Jesús es el Señor.
Él entendía las primeras cuatro, pero la última lo dejó realmente confundido.
– ¿Jesús es el Señor?
Jesse asintió.
– Un poco sacrílego, lo sé, pero créeme. Si una mujer piensa que has encontrado una religión, eso puede sacarte de toda clase de problemas. Por no mencionar que puedes combinar las respuestas. Algo así como…No sé de qué me estás hablando, yo no lo hice, o Jesús es el Señor, bebé, tú sabes que no hay nada en el mundo excepto tú. Ves, fácil.
La puerta se abrió para mostrar a Simone fulminando a ambos con la mirada, como si se merecieran ser cortados en pedacitos y enterrados en el césped.
Queriendo disipar su ira, Xypher decidió intentar el consejo de Jesse.
– Oops, Jesús es el Señor.
Jesse gimió en voz alta.
– Oh, eres desesperante, y yo me largo de aquí.
Simone frunció el ceño.
– ¿De qué demonios estás hablando? -Sacudiendo la cabeza, masculló una condenación dirigida a todos los hombres antes de dirigirse a su habitación.
Completamente desconcertado por el hecho de que sus palabras no hubiesen funcionado, Xypher la siguió.
– ¿Por qué estás todavía enfadada conmigo?
– Me manoseaste en la ducha.
– Eso no era un manoseo, créeme. De haber sabido que estaba allí, habría marcado la diferencia.
Ella se giró entonces con furia en sus ojos.
– Tú… tú… ¡ugh!
– Yo no lo hice… -No podía usar eso porque lo había hecho-. Yo no sabía… -No, estúpido, tú sabes de qué está hablando. Diciéndole que no lo has hecho sólo la enfurecerás más.
– ¿Oops?
– ¿Oops? ¿Esa es tu respuesta?
– ¿Nena, no hay nadie más importante para mí en el mundo que tú?
– Sí, claro. No lo creo ni por un minuto. ¿Qué te crees? ¿Qué me caí de un camión de nabos?
– ¿Honestamente? Todo en lo que pensaba es en lo hermosa que eres. En cuánto deseo sentir tu piel contra la mía y en cómo jamás me he sentido antes atraído así por una mujer.
Ella se detuvo mientras se peinaba el pelo.
– ¿De veras?
– Sí. La noche pasada, hice un pacto con un demonio para hacerte feliz. ¿Crees que hago eso tan a la ligera?
Simone tragó cuando observó la copa. Y él lo había hecho para evitar preocuparla… La había ayudado a ella y a Gloria, y no había esperado pago o retribución por nada de eso.
– Sangraste por mí. -¿Cuántas mujeres podían decir eso acerca de los hombres en sus vidas?- Supongo que eso merece una pequeña reconsideración sobre mis últimas palabras. Lo siento si exageré.
Sonriendo, ahuecó su cara en las manos antes de besarla. Él se echó hacia atrás y le sonrió con malicia.
– ¿Eso se merece un poco más?
Ella inclinó la cabeza.
– Sigue jugando las cartas correctas y quizás. Pero no te hagas ilusiones y vengas a retozar en mis sueños. Si lo haces, quizás te castre allí.
Rechinando los dientes con una frustración no saciada, Xypher se frotó contra ella e inspiró su pelo lenta y profundamente.
– Sólo recuerda que me estás matando lentamente.
– Hay curas para eso.
– Sí, tú desnuda sobre la cama.
Ella le dedicó una amplia sonrisa.
– O podrías tomar el asunto en tus propias manos.
Él ahuecó la mano de ella en la suya y la apretó contra su hinchada ingle.
– Yo prefiero que tú me tomes en las tuyas.
Simone tragó ante la enorme sensación de él contra su palma. Él había dejado el botón superior de sus jeans abierto y su pulgar rozó el oscuro vello que corría bajando desde su ombligo hasta desaparecer bajo su cintura. Su aliento descendió hasta la cara de ella mientras sus ojos rogaban misericordia. Él se frotó muy ligeramente contra su mano y se estremeció.
– ¿Cuándo fue la última vez que estuviste con alguien? -preguntó ella.
– Hace siglos.
Su corazón palpitó ante el pensamiento…
La soledad de esa simple declaración la atravesó. Siglos sin ser tocado. Siglos de abuso.
Bajó la mirada al suelo donde él había pasado la última noche. Él no había preguntado nada y había esperado ser rechazado a cada oportunidad. Ser maltratado y herido.
Éste era un hombre que sabía tan poco de bondad que incluso el simple hecho de su existencia lo desconcertaba. Recordó la tortura que él le había mostrado, y se le rompió el corazón al pensar en él sin obtener jamás consuelo.
No quería ser otra persona que tomara algo de él sin dar. Ya era hora de que viera que había personas que no lo lastimarían.
Y antes de que pudiese detenerse, abrió la cremallera de sus pantalones.
Xypher maldijo de placer cuando ella lo tomó en su mano. Sus fríos dedos se deslizaron desde la punta de su pene, descendiendo todo el camino hasta la base antes de cubrirlo. Con la cabeza dándole vueltas, le inclinó la cabeza para probar su boca.
Eso era lo que él necesitaba más que nada. Ninguna mujer lo había tocado tan tiernamente. Sus amantes en el pasado siempre habían exigido. Sus necesidades y placer eran secundarios para ellas.
Pero Simone no pedía. Ella daba. Siempre.
Simone se quemó cuando la atravesó el deseo, pero esto no era por ella. Xypher la había protegido y quería agradecérselo.
Le bajó los jeans por las caderas antes de apartarse de sus labios y arrodillarse frente a él.
Xypher esperó a que ella se moviera, así que cuando lo tomó en su boca, aquello fue todo lo que pudo hacer para no gritar. Los escalofríos estallaron por todo su cuerpo cuando ella lo lamió poco a poco. Apretó los dientes ante la exquisita tortura mientras permanecía perfectamente quieto para ella.
La lengua lo lamía y se movía mientras su mano acariciaba su saco. Nada se había sentido mejor, jamás. Se inclinó hacia delante para apuntalar un brazo contra la cómoda de detrás de Simone y bajó la mirada hasta ella mientras le daba placer. Sus rizos marrón oscuro saltaban con cada movimiento de su cabeza
Pero lo que más le impactó fue el gozo en su cara…
Simone gimió ante lo bien que sabía. Ella podía sentir sus músculos tensándose y apretándose cuando él luchaba consigo mismo. Su respiración salía en entrecortados jadeos mientras le acariciaba suavemente el pelo con una mano.
Ella podía sentir literalmente cuanto significaba esto para él.
Cuanta felicidad le estaba dando por hacer ese acto tan sencillo.
Entonces con un fiero gruñido se corrió en su boca.
Xypher estuvo temporalmente ciego cuando un inimaginable placer lo inundó. Tuvo que inclinarse con ambas manos contra la cómoda para evitar caerse.
Mirando hacia abajo, vio a Simone mirarle con un atisbo de sonrisa en sus labios
– ¿Estás bien?
– No -farfulló él-. Estoy en éxtasis. Pasé volando el “bien” en el momento en que me tocaste.
Riendo, se levantó frente a él, forzándolo a apartarse de la cómoda.
Él la cogió en sus brazos y apoyó la cabeza contra la curva de su cuello de modo que pudiera inhalar la dulzura de su piel. Simone cerró los ojos cuando le pasó los brazos alrededor de sus anchos hombros y lo sostuvo cerca. Estaba tan calmado y apacible de esa manera… una completa contradicción con la bestia que la había empujado en el coche y después amenazado su vida.
Ella sintió sus manos en los muslos, levantando su falda hasta la cintura. Su lengua jugueteó con su piel mientras zambullía una mano bajo el elástico de sus bragas para separar suavemente los pliegues de su cuerpo. En el momento en que sus dedos la rozaron, gimió y tembló.
Pegándose a él, echó la cabeza hacia atrás cuando sus dedos la acariciaron y tomaron. Cuando deslizó uno dentro de ella, todo lo que pudo hacer fue quedarse en esa posición
Era extremadamente hábil con sus manos. Honestamente, había pasado al menos un año desde que había estado con un hombre. Había olvidado lo buena que era esa sensación.
– Córrete para mí, Simone -le susurró Xypher al oído-. Quiero ver tu placer.
Esas palabras la enviaron al límite. Incapaz de contenerse, se mordió el labio y gritó. Aún así, él continuó acariciándola y jugando con ella hasta que hubo exprimido la última pizca de su gozo. Con respiración entrecortada, no estaba segura de cómo sus temblorosas piernas podían sostenerla.
– Gracias -le susurró él al oído.
– No tienes que agradecérmelo, Xypher.
– Créeme, por esto, sí. -Le acarició la mejilla con los dedos-. Nadie ha tenido jamás piedad de mí, ¿por qué tú sí?
– Sé que vas a encontrar esto difícil de creer, pero por alguna razón que no entiendo, realmente me gustas… la mayor parte del tiempo.
Él sacudió la cabeza como si el mero pensamiento fuese incomprensible.
– Bueno, tú también quieres a Jesse. Obviamente tu gusto por los hombres deja mucho que desear.
– Obviamente -le sonrió ella, hasta que el reloj de pared dio la hora. Esto la hizo volver a la realidad-. Ahora, si no te importa, tengo una clase para enseñar en menos de una hora y necesito que te arregles para venir conmigo.
Él se rió con fuerza.
– Señora, ahora mismo podrías pedirme que me lanzara bajo un autobús para hacerte feliz y yo te obligaría.
Ella se unió a su risa.
– Entonces es una buena opción que yo no use mis recién descubiertos poderes para el mal, ¿huh?
– Para mí, lo es. -La besó en la nariz antes de ponerse los pantalones y cerrar la cremallera. Se detuvo ante la puerta para volver a mirarla con una tierna expresión en la cara que la quemó completamente-. ¿Me sigues?
Ella asintió antes de ir con él al baño.
– Sabes -dijo él, indicando la bañera con el pulgar-, no soy tímido. Si quieres entrar, siéntete libre.
Simone todavía podía saborearle en los labios mientras consideraba su invitación. No lo hagas. Tienes que impartir una clase. Pero antes de que pudiera detenerse, estaba en el baño con él, observando cómo se desnudaba.
Ella dejó escapar el aire lentamente ante la vista de toda esa musculosa y leonada piel. Se le hacía la boca agua.
Él le disparó una diabólica sonrisa antes de meterse en la bañera.
– Puedes unirte a mí siempre que quieras.
Y lo haría, ése era el problema.
– Está bien, realmente necesito darme prisa para no llegar tarde.
Se apartó de la silueta de la cortina y se cepilló los dientes. Cuando lo hizo, una extraña sensación la atravesó.
Otra vez se sentía como si alguien la estuviera observando. Enjuagándose la boca, se dio la vuelta. Xypher estaba ocupado duchándose, y no había nadie más en la habitación.
– ¿Qué me está sucediendo?
– ¿Simone? -preguntó Xypher.
Elevó la voz para responder.
– Nada. Sólo estaba hablando conmigo misma.
Él salió de la ducha para comprobarlo.
– ¿Estás segura?
– Claro. Es sólo… ¿No tienes la sensación como si nos estuvieran observando?
– ¿Una sensación cómo?
Se encogió de hombros.
– No lo sé. Es igual que si hubiera algo ahí fuera.
Él cerró el agua. Abrió la cortina y alcanzó una toalla.
A pesar de la agradable estampa que presentaba, su preocupación era tal que ella apenas advirtió su cuerpo mojado, y eso decía cuan escalofriante era la sensación. Él envolvió la toalla alrededor de sus delgadas caderas.
– ¿Cuándo empezó?
– Hace un par de días. Es igual que si algo se estuviera arrastrando sobre mi piel, y no sé qué es. -Dejó escapar un suspiro sonoro-. Los demonios no pueden salir a la luz del día, ¿verdad?
– Los Daimons no pueden, pero los demonios sí. Sólo que no son tan fuertes durante el día.
– Oh, eso apesta. ¿Qué hay de ti? ¿Eres más débil?
– No soy como un demonio. Algunas veces es bueno ser un dios híbrido.
Bueno para él, pero no para su salud.
– Bien, entonces. Lo que quiera que sea, sólo me está observando. No hace otra cosa, así que ignorémoslo.
Xypher la observó cuando ella volvió al dormitorio. La siguió, pero él no lo iba a olvidar tan rápido. Algo que sabía, y que no había mencionado, era que cuando algo observaba a alguien, rara vez era bueno.
De hecho, estaba esperando el momento perfecto para abalanzarse.