Xypher tuvo que luchar consigo mismo para no lanzarse hacia la camarera que les traía la comida y arrebatársela de las manos. El aroma le llegó profundamente y literalmente le hizo doler por las ganas de probarlo. Lo único que quería era tirarse encima de la comida como un animal rabioso y le tomó todo el control que tenía no hacerlo. Pero lo que lo sorprendió más, que el hecho mismo de controlarse, era la razón por la cual le era tan importante el comportarse.
No iba a dejar que nadie lo humillara otra vez.
No eres más que un bastardo, rudo, incivilizado, desagradable. ¿Quién podría amar a una bestia? Las palabras de Satara sonaban fuertes y claras en su cabeza.
Simone se sentó frente a él, comiendo con delicadeza, remilgadamente. Era obvio que los buenos modales habían sido inculcados en ella y por alguna razón, que aún no podía comprender, no quería que ella lo juzgara como el resto del mundo lo había hecho y lo encontrara también un animal. Nunca le importó lo que alguien pensara de él.
Hasta ahora.
Como si ella pudiera escuchar sus pensamientos, se estiró por encima de la mesa y colocó una gentil mano en su brazo. Sobre las palabras que él marcó en él.
– Sé que estás hambriento Xypher. No tienes que preocuparte por tus modales conmigo, come.
Nada lo había tocado tan profundamente. Así como nadie nunca le había parecido más hermosa. La luz en su pelo, la forma en que sus ojos castaños destellaban con un espíritu interior que era intangible y electrificante. Lo desconcertó.
La había maltratado, pero ella lo había tomado, justo como él lo hizo en el tártaro. No importa lo que hicieran, no importa lo mucho que trataran de quebrarlo, él se mantuvo de pie y fuerte en sus mejores ataques, al igual que ella. Sólo que su fuerza era innatamente buena, nunca buscó herir a nadie.
Ni siquiera a él.
Era la gentileza personificada.
Y por eso estaba más determinado que nunca a no rendirse ante su lado animal.
– Estoy bien – murmuró recogiendo sus cubiertos.
Simone permaneció en silencio mientras observaba como la mano de Xypher temblaba visiblemente mientras comía su cordero. No había confundido su hambre o su necesidad de saciarla. Pero no estaba segura por qué estaba luchando, cuando era tan obvio que quería abalanzarse sobre su comida. En su lugar ella estaría despedazando y empujando puñados hacia su boca.
Pero él no. Era como si quisiera probar algo. Como si necesitara comer con buenos modales por alguna razón que ella no podía ni empezar a comprender.
Sacudiendo su cabeza, trató de concentrarse en su propia comida. Algo que no era fácil dado el poder cautivante que él tenía. Era persuasivo, la fuerza, el poder. Todo lo que ella quería era estirarse y tocar esos labios perfectos.
Era como ver a un hermoso animal acechando a su presa.
Pero la mejor parte fue cuando él trató de morder la concha de la ostra. La confusión juvenil de su rostro era totalmente encantadora.
Sofocando una risa, se levantó y caminó hasta su lado de la mesa
– No se muerde la concha de la ostra.
Le frunció el entrecejo.
– ¿Cómo se comen entonces?
– Déjame mostrarte-ella cogió la ostra de su mano y cogió el pequeño tenedor del costado de su plato -Primero desprendes la carne, luego acercas la concha a tus labios y dejas que la carne resbale dentro de tu boca. Entonces lo pasas, pero no mastiques.
– ¿Por qué no?
Ella miró la ostra que parecía suficientemente inofensiva, pero juraba que aún podía saborear la vez que masticó una por error. Desagradable, ni siquiera se acercaba a describir ese sabor.
– Bueno, es arenoso y un poco asqueroso. Pero si realmente quieres, puedes.
Xypher se congeló mientras la veía poner un poquito de salsa de tabasco en la carne. Su esencia lleno su cabeza y le recordó que habían pasado siglos desde que tocó a una mujer por última vez…
Era extraño como en su rabia y búsqueda de venganza, ni siquiera había pensado en eso. No había notado a ninguna de las mujeres que pasaban por las calles mientras buscaba daimons para que lo llevaran a Kalosis.
Ahora ese dolor largamente olvidado lo quemaba por dentro. Quería tomar su mano en la suya para así poder lamer las yemas de sus dedos y probar la sal de su piel. Enterrar su cara en la curva de su cuello e inhalar su esencia hasta que se impregnara en su piel.
No sabía por qué, pero sólo el pensar en ella tocándolo, aunque fuera en la manera más desinteresada, lo ponía más duro de lo que alguna vez estuvo.
Deseaba estirarse y peinar con sus dedos esos caóticos rizos que habían desafiado sus mejores esfuerzos para domarlos. Se preguntaba cómo se sentirían si rozaran su pecho mientras ella le hacía el amor. ¿Serían tan suaves como parecían?
¿Lo eran sus labios?
¿Le daría ella la bienvenida en su cuerpo?
Xypher se forzó a mirar lejos de ella y silenciar sus pensamientos. No era su destino el tener a una mujer como ella tocándolo de esa manera. Era un animal y lo sabía. Había sido abandonado hace mucho tiempo, lo habían abandonado para que encontrara su propio camino. La ternura era para humanos. No para un amargado skotos que iba a ser devuelto al infierno en un par de semanas.
No te suavices. No bajes la guardia.
Tarde o temprano, estaría de vuelta en el Tártaro a merced de Hades. Le había tomado siglos endurecerse a sí mismo para no sentir tan profundamente cuando le pegaban los latigazos de acero y púas. Siglos para aprender a no caer en los crueles juegos mentales que Hades disfrutaba.
La comodidad en este plano sólo lo debilitaría cuando retornara.
Haría el infierno aun más doloroso. Y eso era algo que no podía permitir. Ya era suficientemente malo. Para suavizar su existencia aquí…
No le sorprendía que Hades le hubiera dejado perderse por un mes. El Dios del Inframundo había sabido exactamente cuan peor iba a ser el castigo de Xypher después de haber probado la libertad.
Bastardo.
Frunciendo los labios, le quito la ostra de su mano
– No soy un bebé. Puedo alimentarme solo.
Simone inclinó su cabeza irritadamente por su repentino cambio. Por un momento, casi pensó que estaba aprendiendo a ser… bueno agradable.
Debía haber estado alucinando.
– Bien -Dijo apartando sus manos- Como quieras.
Enojada por su brusquedad. Regresó a su asiento y terminó su comida en silencio.
¿Cuál era su problema? Nunca antes había conocido a alguien tan hosco que no podía aceptar ni el más mínimo asomo de amabilidad. Le recodaba a ese horrible Scott Murphy…
Su corazón dio un salto mientras se acordaba del chico que había estado en el hogar de niños con ella cuando tenía once. Hostil y fiero apenas había sido humano. A los 9 años, había sido apartado de sus padres y había pasado por una enorme cantidad de casas de acogida porque ninguna podía hacer nada con él. Finalmente servicios infantiles lo había empezado a enviar a varias casas de acogida que eran igualmente rápidas en echarlo.
Nadie en la casa en la que ella se quedaba, incluyendo el personal, podía soportarlo. Siempre estaba buscando peleas y molestando a todo el mundo, incluso a Simone que trató de ser su amiga. Se rió de ella y después la mordió tan fuerte que necesitó puntos de sutura, todavía tenía la cicatriz en su brazo izquierdo.
Debido a eso, a otras escenas y ataques, él pasaba todo el tiempo castigado hasta que misteriosamente se desvaneció en medio de la noche.
Su cuerpo fue encontrado unos cuantos días después en el sótano de un gimnasio, todavía vestido en sus piyamas. Aparentemente había llegado allí solo y se había cortado su propia muñeca.
Sólo tenía once años.
Simone había estado realmente triste después del horrible suceso, pero cuando escuchó a dos de sus profesores hablar más tarde ese mismo día, la tristeza se convirtió en una pena total por el niño que no debía de haber sido reducido a acabar con su propia vida.
– Es una pena que ese chico haya acabado de esa manera, pero supongo que dado el trauma de su niñez no tenía ninguna esperanza.
– ¿Trauma?
– ¿No lo sabías? Fue separado de sus padres porque su madre era una adicta al crack y su padre un traficante de droga. Scott tuvo varios huesos destrozados ya que una tarde interrumpió a papi cuando estaba haciendo un trato porque estaba hambriento y se atrevió a pedir un sándwich.
– Ahí fue cuando el estado se lo llevó. Su padre ha estado tratando de ganar la custodia desde entonces. Nosotros le dijimos a Scott el día que desapareció que su padre iba a venir la mañana siguiente a llevarlo a casa. Supongo que el pobre chico prefirió estar muerto que volver a cual fuera el infierno que lo estaba esperando…
En ese momento Simone había aprendido una valiosa lección de vida. No juzgues a nadie hasta que no sepas sus circunstancias. No importa cuán malos parezcan a veces, había una razón que justificaba su comportamiento. Claro, que algunas personas simplemente eran malas y corruptas, pero no siempre.
Muchas personas sólo estaban sufriendo, y cuando actuaban de esa manera, estaban tratando de protegerse a sí mismos de ser heridos aun más.
Eso era lo que trataba de enseñarle a sus estudiantes, cada vez que entres a una escena de crimen lo peor que podías hacer por la persona fallecida era juzgarlo. Nublaba tu profesionalidad y agotaba tu trabajo. El trabajo de un examinador médico era el de reportar sin perjuicio.
Tu opinión personal no tenía lugar en una morgue.
Una cosa era decirle a alguien cómo vivir su vida y qué decisiones tomar. Pero era muy diferente ser la persona que tenía que hacerlo y vivir con las consecuencias. Sólo porque tú hubieras hecho algo diferente, no significaba que ellos pudieran. Las personas se levantan y se caen por sus propias experiencias y decisiones. Los errores eran de ellos para hacerlos.
Mientras pensaba en esto, tenía curiosidad sobre Xypher y su pasado. ¿Por qué estaba tan a la defensiva?
¿Quién lo había herido?
– ¿Cómo es la infancia de los dioses?
Xypher alzó la mirada de su tabulé para encontrarse con el par de ojos más sinceros e inocentes que alguna vez hubiera visto.
– ¿Disculpa?
Ella no se acobardó pese a lo mordacidad de su tono.
– Sólo me preguntaba… quiero decir, la mía fue muy típica hasta que mi familia murió. Montaba en mi bicicleta por el vecindario, hacía tartas de barro, tenía fiestas de té con mis amigas y muñecas, y peleaba con mi hermano por los programas de televisión. ¿Qué hacías tú?
Como si él le fuera a contar eso a ella No era su maldito problema.
– ¿A ti qué te importa?
La simpatía de su rostro fue suplantada por una expresión de dolor.
– Realmente odio cuando haces esa pregunta… me importa porque eres la persona a la que estoy atada hasta que logremos sacarnos los brazaletes y me gustaría saber algo sobre ti. ¿Quién sabe? Igual hay alguien enterrado en toda esa hostilidad que me pueda gustar.
Su sangre hervía al pensar en lo que ella realmente quería.
– No vas a encontrar mis debilidades tan fácilmente, nena. No tengo ninguna.
Ella lo miró boquiabierta
– Igualas tus recuerdos de niñez con debilidades. Por dios. ¿Qué te hicieron?
Él sonrió amargamente ante los recuerdos de su pasado. Recuerdos por los que había luchado intensamente en no pensar. Pero uno de ellos estaba más claro que todos los demás, fue la única vez en su vida que se permitió ser débil y era una experiencia que no volvería a repetir.
– Fui encadenado a una valla donde me golpearon y me sacaron el corazón mientras peleaba con ellos. Aunque sólo tenía una mano libre hice un gran impacto en los que me mataron. Basta decir que nunca estaré indefenso otra vez.
Simone quería llorar ante el horror que describía. Por el dolor que ella vio en esos claros y brillantes ojos.
– No te merecías eso.
– No me digas -dijo entre dientes apretados.- Pero lo que uno merece no tiene nada que ver con esto. La vida y la muerte son lo que son. No tienen misericordia por nadie.
Simone miró a Jesse que tenía una expresión que ella estaba segura era igual a la de su cara, las palabras de Xypher le chocaron mientras recordaba a su madre y hermano, ellos tampoco merecían lo que les había sucedido.
No queriendo pensar en ello, trató de no hablar con él mientras terminaba de comer. Era demasiado duro tratar de llegar a alguien que obviamente no quería ser alcanzado.
Cuando él terminó, ella llamó a la camarera y se dirigieron a su condominio.
Apenas habían abandonado el restaurante cuando Tate llamó.
– ¿Cómo te fue con Julián?- Preguntó.
Miró el brazalete en su brazo.
– No de la manera que esperaba. Todavía estamos unidos.
– Realmente lo siento.
– Supongo que podría ser peor, él podría ser tu asesino en serie.
Por la mirada que Xypher le echó, supo que podía oír su conversación.
– Oh, maldición, tengo que atender esta llamada. Tengan cuidado chicos los llamo más tarde. -Tate colgó antes de que pudiera decirle adiós.
Cerrando el teléfono, vio por la comisura de su ojo a Xypher frotando su brazo. Aunque no decía nada, tenía la piel de gallina en ambos brazos.
– ¿Tienes frío?
Él no respondió.
– Si tiene frío, -dijo Jesse. -Está en su aura, la puedo ver, incluso, si tú no puedes.
Xypher le echó una feroz mirada que lo debería haber incendiado.
Simone se detuvo mientras pensaba en donde conseguir ropa para él en el barrio. La mayoría de los lugares eran para mujeres…
O para góticos.
Una lenta sonrisa curvo sus labios. Sip, con su altura y personalidad cáustica, lo gótico se vería realmente bien en él.
Sin una palabra, acortó el camino por Dumaine para llegar a la calle Decatur.
– ¿Qué estás haciendo?-pregunto Xypher a la defensiva.
– Te voy a conseguir algo de ropa.
La obligó a pararse en la acera.
– No necesito nada.
– Sí lo que lo necesitas.
Su hermoso rostro se convirtió en piedra.
– No voy a aceptar tu caridad. No necesito nada de nadie.
Ella lo recorrió con una mirada fría.
– No pienso estar atada durante un mes a un hombre que sólo tiene una camisa y un par de pantalones cuando estoy forzada a olerlo todo el tiempo.
Eso provocó fuego en sus ojos.
Jesse frunció el entrecejo.
– Hey, él es un dios. ¿No puede, simplemente, hacer aparecer ropa para sí mismo?
Xypher miró a Jesse de una manera sofocante.
– Hades es un bastardo como ya dije anteriormente. Mis poderes no están intactos. Puedo utilizarlos para defenderme. Pero no para comida, vestimenta o… vivienda.
La última parte salió tan baja que ni siquiera estaba segura de que la había oído.
La expresión de vergüenza en su cara le dijo que ella no se había equivocado.
¿Por qué Hades le habría hecho eso?
– Vamos, -le dijo ella, tirando de su mano suavemente.- Necesitas ropa, especialmente un abrigo o chaqueta.
Xypher no podía respirar por la dulzura de su fugaz contacto que lo marcó completamente. No estaba diseñado para herir o controlar. No era más que un agradable toque que cualquier humano le podía dar a otro.
Nunca había sido tocado así.
Sorprendido por su bondad, la siguió hacia una tienda. No es que la estuviera siguiendo porque quería. Nunca había seguido nadie. Ella sólo lo guiaba porque no sabía hacia dónde iban.
A medida que entró en la tienda, se detuvo al observar un maniquí con un corsé, falda corta a rayas y mallas.
– ¿Pasa algo malo?- Preguntó Simone.
– Conozco un demonio que se viste así.
Su cara perdió el color.
– ¿Un demonio?- susurró.
Xypher asintió.
– Viaja como compañera de Acheron. Simi.
– ¿Simi Parthenopaeus?
Xypher se sorprendió por la exuberante voz de la dependiente. Pequeña con cabello profundamente negro, estaba parada detrás de un mostrador de vidrio lleno de joyas y copas.
Simone le arqueó una ceja a la mujer.
– ¿Usted conoce a Simi?
La mujer morena amplio su sonrisa.
– Oh, sí, todos conocemos a Simi y a su hermana. Nos dejan sin nada cada vez que están en la ciudad. Las adoramos ¿Es usted un amigo de ellas?
Xypher ahogó un gruñido. Amigo… esa era una palabra nadie había usado antes con él. Pero tampoco le podía decir a la mujer que había acabado con un ejército de daimons y salvado al mundo.
– Sí, somos amigos.
– Oh, cariño, entonces bienvenido a Roadkill. Cualquier amigo de las Parthenopaeus es un amigo nuestro. ¿Qué puedo hacer por usted?
– Necesitamos conseguirle algo de ropa, -dijo Simone. Y señaló una chaqueta de cuero colgada muy arriba en la pared. -¿Podemos ver esa?
La mujer salió del mostrador para bajársela.
Se la entregó a Xypher quien se encogió de hombros. Era todo lo que podía hacer para no gemir por lo bien que se sentía el caliente cuero sobre su piel después de haber estado congelado todos esos días. La chaqueta era pesada, pero agradecía el peso de la misma.
Se sentía muy, muy bien.
Simone sonrió mientras se acercaba a él y se la acomodaba. Sus manos rozaron su cuello, poniéndolo instantáneamente duro.
– Muy bonito. Se ve bien en ti. ¿Te gusta?
Él ni siquiera sabía cómo responder.
– Está bien, -dijo, sabiendo que le estaba mintiendo. Estaba mucho mejor que bien. Quería abrazarla por el regalo.
Simone retrocedió cuando una extraña ola de deseo la recorrió y no sabía por qué. Bueno, quizás sí. Xypher se veía fenomenal con la chaqueta negra de motociclista que tenía un símbolo anarquista pintado en el hombro izquierdo y los Misfits en la parte trasera. Ella quería acariciar el cuero y sentir el duro cuerpo debajo. Se veía peligroso y fiero.
Cosa que realmente era.
Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no ronronear.
– ¿Cuántas camisas quieres? -Preguntó Jesse.
Simone parpadeó antes de retroceder, agradecida por la intervención de Jesse.
– Por lo menos una docena.
– ¿Una docena de qué?-La dependienta la miró fijamente.
Simone se sonrojó cuando se dio cuenta de que la mujer no sabía que Jesse estaba a su lado.
– Lo siento, estaba pensando en voz alta.
– Ah, yo pensé que estaban hablando en clave.- La mirada de la mujer se deslizó hacia el abdomen de Xypher. -Porque estoy segura de que tiene una docena mortal oculta ahí abajo.
Simone no tenían ni idea de por qué, pero una ráfaga de celos la recorrió. ¿Qué podía ser más ridículo? Sin embargo, cuando le contestó a la mujer, su voz estaba cortada por esa estúpida e inesperada emoción.
– Ocho, en realidad.
La dependienta quedó impresionada.
– ¿De verdad?
Ella asintió
– Demonios, eres una mujer muy afortunada. El mío sólo tiene uno, pero de todos modos lo adoro.
Simone sonrió.
Xypher no.
– ¿De qué están hablando vosotras dos?
Simone le dio una palmadita a Xypher en el brazo.
– Nada, cariño. Hay que conseguirte un par de suéteres, algunas camisas y pantalones.
Jesse puso sus ojos en blanco.
– Te están comiendo con los ojos, tío. Hablan sobre tus atractivos y el hecho de que estás nauseabundamente marcado, igual que yo habría estado si no me hubiera hecho polvo a los diecisiete. -Hinchó su pecho, tratando de parecer más musculoso. – Estoy atrapado para siempre en mi fase alta y desgarbada.
Xypher no hizo ningún comentario sobre su apariencia, estaba más perturbado por las mujeres.
– ¿Se supone que deben hacer eso? -Le susurró a Jesse.
– Sólo si tienes suerte… o si la vas a tener. -Jesse le hizo extraños ruidos parecidos a un chasquido.
– ¿Se supone que deben hacer qué? – Preguntó la dependiente.
Simone aclaró su garganta.
– Conseguir su ropa. Sí, cariño, se supone que debe hacer eso. -Se inclinó más cerca a él. -Ignora a Jesse antes que nos encierren en una habitación acolchada.- Y miró a Jesse mordazmente.
– Sólo está celosa porque puedo entrar en los vestuarios y no ser visto.
Simone lo cortó.
– ¡Eres un pervertido!
– No lo soy. Sería un pervertido si te espiara cuando te estás bañando o cambiándote de ropa. -Se estremeció. -Eso sería como espiar a mi hermana. Prefiero morir.
– Ojalá – murmuró Simone despacio.
Xypher estaba realmente divertido por su discusión. Le tomó un par de segundos comprender cuál era la emoción que sentía.
Diversión. Nunca la había experimentado antes, pero estaba bien. Su pecho se sentía más ligero y tenía cosquillas en el estómago. No había ira o la intención de hacer daño en sus tonos. Simplemente estaban bromeando juguetonamente y disfrutando el uno del otro.
Le gustaba mirarlos.
Simone le envió a Jesse otra mirada de advertencia antes de que realmente la metiera en problemas. Aunque ella lo adoraba, odiaba cuando hacia eso. No le gustaba ignorarlo, pero tampoco quería que pensaran que estaba loca.
Alejándose de Jesse a fin de no animarlo aun más, Simone siguió a la mujer hacia la parte trasera, pero se detuvo cuando vio los zapatos en el centro de la tienda que estaban en estantes pegados a la pared. La mayoría eran bastante funkys, incluyendo un par de stilettos claros con tacones de nueve pulgadas. Pero un par de botas de motociclista negras con calaveras y huesos cruzados como hebillas habían atrapado su mirada.
Una lenta sonrisa curvó sus labios mientras pensaba en la única persona que les podía hacer justicia.
– ¿Xypher?
– ¿Sí?
Ella señalo las botas.
– ¿Te pondrías éstas?
La amplia sonrisa que causó esta pregunta era absolutamente perversa. Y por primera vez, no fue fingida. Tenía un aspecto de puro placer que la calentó completamente. Maldición, el hombre es magnífico.
Aclarándose la garganta, llamó a la dependienta hasta donde estaban.
– Nos llevamos un par de estas.
La dependienta sonrió.
– Adoro cada vez que vienen los amigos de Simi. Ustedes compran como demonios.
Simone le echó un vistazo a Xypher, quien la observó con una mirada culpable. La mujer estaba casi en lo cierto.
En poco tiempo, habían elegido ropa, calzoncillos, y accesorios para el Señor Buenísimo Pero Detestable.
Simone tuvo que contener un quejido cuando entregó su tarjeta de crédito. A pesar de que tenía mucho dinero, no era su estilo gastarlo en compras, especialmente en un invitado temporal. Pero tampoco lo podía tener caminado por ahí desnudo durante tres semanas. Claro que se vería fenomenal, pero los arrestarían a los dos.
Al menos eso fue lo que pensó hasta que se percató de la descuidada expresión de alegría en la cara de Xypher mientras acariciaba la manga de su chaqueta nueva. Era obvio que nunca le habían dado algo igual.
Sip, eso hizo que valiera la pena.
Sonriendo, miró hacia la pared detrás de la cabeza de la dependienta. Una percha de bufandas colgaba allí. Su sonrisa se amplió por una en particular.
– Disculpe, -le dijo a la dependienta,- ¿Puedo ver la bufanda que está detrás del mostrador?
La dependienta cogió la negra con calaveras blancas.
– ¿Esta?
– Sí, por favor.
Tan pronto como la descolgó, Simone la agarró del mostrador, le quitó la etiqueta, y la envolvió alrededor del cuello Xypher.
– ¿Qué estás haciendo?- La sospecha en sus ojos en realidad la quemó.
– Mantendrá tu cuello caliente cuando estemos afuera.
Xypher no habló mientras ella ocultaba los extremos de la bufanda dentro de su chaqueta, luego subió el cierre. Fue un gesto tan tierno que le provocó un dolor extraño en el pecho. No le gustó esa sensación.
– No soy un niño.
Ella se rió.
– Créeme, bebé, que eso no se me ha escapado.
Él la miró reprobatoriamente por sus palabras juguetonas.
– ¿Te estás burlando de mi?
– Sí.
Burlándose… nadie había hecho eso antes. Al menos no juguetonamente. Miró a Jesse.
– Teee-zeeeen, -dijo Jesse, alargando la palabra. -Eso significa… -se detuvo mientras fruncía el ceño. -Bueno, demonios, no sé lo que significa. Es cuando alguien, tu sabes, se burla de ti.
Rechinando sus dientes, Xypher lo golpeó en la parte posterior de su cabeza.
– ¡Ay! Demonios, olvidé que podías hacer eso.
Jesse se acercó más a Simone.
Cuando Xypher comenzó a perseguirlo, Simone se paró en medio de ellos y le entregó las bolsas de ropa.
– Nos vamos y ya, -dijo con un tono exagerado. -Agrádesele a la guapa señorita su ayuda.
La dependienta sonrió.
– No hay de qué. Que tengan buenas noches.
Antes de que Xypher pudiera responder, Simone lo empujó ligeramente hacia la puerta. Él la siguió de mala gana.
¿Acaso estaba loca para interponerse entre ellos dos? No podía imaginar a nadie poniendo su vida en peligro por un fantasma. Especialmente no por uno tan tonto como Jesse.
Simone se detuvo para mirarlos reprobatoriamente.
– Vosotros dos me vais a meter en un gran problema un día de estos. ¿Acaso no podéis comportaros?
Jesse bufó.
– Empezó él.
Simone levantó su mano con frustración.
– ¡No digas ni una palabra más!
Xypher giró y golpeó a Jesse tan fuerte que su cabello comenzó a desvanecerse.
Simone lo agarró del brazo para proteger a Jesse, que ahora estaba gimiendo.
Los ojos de Xypher llamearon, como si estuviera a punto de freírla también.
– Inmunidad diplomática, -dijo ella, alzando el brazalete para recordarle que no podía matarla mientras lo siguiera usando.
– Harías bien en recordar que no durará para siempre.
– Pero va a durar lo suficiente para que dejes en paz a Jesse.
Él gruñó amenazadoramente. Sin embargo y afortunadamente le dio la espalda a Jesse y comenzaron a bajar por la acera.
Aliviada de que tenía a los dos calmados, Simone apenas había dado un paso cuando su teléfono sonó de nuevamente.
– ¿Hola?
– Era Tate.
Tenemos otro homicidio… igual al de Gloria. ¿Puedes traer tu trasero por aquí y echar un vistazo mientras los policías siguen investigando la escena?
– Por supuesto. ¿Dónde estás?
No escuchó su respuesta ya que dos coches de policía pasaron como rayos, dirigiéndose hacia el otro lado del mercado francés. Había una urgencia en ellos que encendió su sexto sentido.
– Oh, espera, déjame adivinar, -dijo después que pasaron.-Estás en North Peters.
– Lo escuchaste, ¿verdad?
– Hasta las profundidades de mi sorda alma. -Vio doblar a los coches. – Creo que estoy sólo a unas cuatro manzanas de ahí. En un momento estoy allí.
No les tomó mucho tiempo cruzar la calle y encontrar a la policía… una pequeña multitud se había reunido para ver, comentar o especular. Simone tomó su cartera del bolsillo trasero para enseñársela al primer oficial que vio. A pesar de que llevaba un bolso, siempre ponía la cartera en su bolsillo trasero un hábito forzado al que tuvo que acostumbrarse después de que le robaran el bolso varios años atrás.
Él arrugó su nariz al ver su identificación.
– De la división carnicera. No los envidio chicos.
Ella le sonrió.
– Está bien, yo tampoco te envidio. Por lo menos la gente que tengo en custodia, no intenta matarme.
– Buen punto. Levantó la cinta para que ella pudiera agacharse y entrar.
– Está conmigo, -dijo antes de que pudiera detener a Xypher.
– Está bien, Ryan, -Tate gritó mientras se dirigía hacia ellos. -Los necesitamos para esto.
– Lo que usted diga, Doc.
Simone retrocedió para presentarlos.
– Tate, éste es Xypher, mi más reciente dilema paranormal.
Riéndose, Tate le ofreció su mano a Xypher.
– Nunca antes había conocido a un Dream -Hunter.
Xypher sacudió su mano.
– Seguro que sí. Sólo que no lo recuerdas, -dijo con un destello maligno en sus ojos.
Tate sacudió la cabeza.
– Eso no es reconfortante.
– Los de mi tipo rara vez lo son. -No le faltaba el siniestro tono a sus palabras.
– Xypher está en el grupo de los “asústalos hasta que se les erice el pelo”, -explicó Simone.
Tate los llevó hacia la víctima, que estaba dentro de una lona negra.
– Me doy cuenta. Y voy a anotar lo conveniente que es permanecer de su lado. Lo último que necesito son más pesadillas en mis sueños.
Simone no podría estar más de acuerdo.
– Creo que Xypher vive por las pesadillas.
Tate sonrió.
– En ese caso, se va a sentir como en casa.
– ¿Por qué?
Tate señaló el cuerpo en el suelo a sus pies.
– Igual que Gloria. Mismas heridas. Mismo MO [4]. No hay sangre. Fue drenada y arrojada. La única diferencia es que ésta luchó contra él.
– Ella debe…
– Él, -la corrigió Tate.
Simone frunció el ceño. Eso cambiaba su idea sobre asesino en serie.
– ¿Él?
Tate abrió la lona para mostrarle un varón de raza caucásica aproximadamente de veinticinco años que estaba acostado boca arriba, mirando inexpresivamente a nada en absoluto. Su rostro estaba contorsionado, congelado por el horror que le había quitado la vida.
Simone hizo una mueca mientras una ola de comprensivo dolor la recorrió. Ésta era la parte que más odiaba de su trabajo. La sensación de ver a alguien tal y como el asesino los había dejado. La enfermiza muerte hacía que su estómago se apretara. Pero lo peor era que ella sabía de primera mano cómo iba a reaccionar la familia ante esta tragedia.
– Tenemos que encontrar a este imbécil y detenerlo, -dijo con los dientes apretados.
– Sí, -estuvo de acuerdo Tate.
Xypher colocó sus bolsas en el suelo antes de acercarse al cuerpo para examinarlo.
– Cuidado, -advirtió Tate. -No toques el cuerpo. No queremos destruir cualquier tipo de evidencia. Tenemos que encontrar al pervertido y llevarlo ante la justicia inmediatamente.
Xypher se inclinó para estudiar cuidadosamente la herida del cuello.
– Eso va a ser difícil.
– ¿Cómo así?
– Lo mató un demonio.
– ¿Qué? -dijeron Tate y ella simultáneamente.
Xypher se sentó sobre su trasero para mirarlos.
– Esto no lo hizo un humano.
Eso no tenía ningún sentido para ella.
– Los Daimons no…
– No Daimons. Demonios-. Xypher señaló las marcas en el cuello que eran idénticas a las de Gloria. – Éste es el ataque de un Dimme sumerio.
– ¿ Dimme? -Repitió Tate. – ¿Qué demonios es un Dimme?
Xypher se levantó.
– Así es como terminé aquí. Ayudé a luchar contra ellos en Las Vegas. Durante la batalla, uno de los Dimmes escapó y que yo sepa nadie pudo encontrarlo. Creo que ustedes lo acaban de hacer.
Tate parecía tan enfermo como Simone se sentía.
– ¿Cómo diablos llegó aquí?
Xypher se encogió de hombros.
– Tiene que haber algo que lo atrajo hasta aquí. Un artefacto, una persona. Algo. De lo contrario se habría quedado cerca del lugar donde sus hermanas aún están atrapadas.
– ¿Estás seguro de eso? -Preguntó Tate.
– No, humano. No sé nada sobre esta mierda. Sólo estoy recitando cosas al azar para confundirte.
Simone suspiró.
– Te debería haber advertido sobre su sarcasmo. Hace que estar a su alrededor sea una total alegría.
Tate hizo caso omiso de su declaración mientras echaba un vistazo alrededor de la oscura calle.
– ¿Puedes encontrar a su fantasma Sim?
– Todavía no ha aparecido.
Xypher cruzó los brazos sobre su pecho.
– No va a convertirse en un fantasma.
Simone se inclinó por sus inexpresivas palabras.
– ¿Qué quieres decir?
– Lo mató un Dimme. Usualmente chupan todo de un humano. Lo aseguran, lo almacenan, y lo encierran. Ah, por si acaso, tienes que destruir el cuerpo porque sus asesinatos se reaniman unas cuántas horas después su muerte.
Simone intercambió una mirada enferma con Tate.
– Gloria-, susurró Tate. -Es por eso que su cuerpo se levantó.
Simone frunció el ceño mientras pensaba acerca eso.
– Entonces, ¿Por qué vimos el fantasma de Gloria?
Xypher se encogió de hombros.
– El Dimme no debe haber terminado de comer su alma. Algunas veces el alma queda atrapada eventualmente, se marchita y muere.
Tate maldijo.
– Entonces, ¿cómo encontramos y matamos a esta cosa?
La expresión de Xypher era de pura maldad.
– No lo haces. Él te encuentra y te mata.