Xypher fue corriendo hacia el apartamento de Kerryna. Desde fuera era idéntico al de Simone, excepto que este tenía un pequeño espejo que se balanceaba desde el llamado, un espejo que estaba diseñado para mantener alejados a los gallu.
Si tan sólo surtiese efecto.
Corrió a la puerta y probó el pomo.
Éste giró.
Abriendo la puerta, listo para la batalla, se sorprendió de encontrar el lugar completamente vacío. Entró lentamente en la casa, esperando una emboscada. Con nada excepto silencio murmurando en sus oídos, fue de habitación en habitación buscando a la Dimme.
O su cuerpo.
No había latidos en el lugar. Pero allí donde mirara veía los restos de la batalla. El mobiliario estaba destrozado, las rinconeras estaban sobre el suelo. Era obvio que Kerryna y Kyle habían presentado una tremenda lucha.
Pero la cuestión era, ¿Por qué habría ido ella allí sin Xedrix?
– ¡Maldición! -Jadeó él. Debían habérsela llevado con ellos cuando se marcharon.
Xypher se apresuró en regresar para encontrar a Simone esforzándose por meter a un inconsciente Kyle en el coche. Él cogió al cachorro de sus brazos y lo alzó en los suyos antes de desvanecerlos al Santuario.
Carson se puso en pie frunciendo profundamente el ceño cuando vio al sangrante cuerpo de Kyle.
– ¿Qué sucedió?
– Ha sido atacado -Xypher condujo a Kyle a la habitación donde Carson lo había tendido a él cuando había estado herido.
– Gracias por traerle aquí.
– De nada. Ahora si me disculpas, tengo algunas malas noticias que entregar.
Xypher se volvió a Simone.
– ¿Qué malas noticias? -Preguntó ella.
– Creo que ellos cogieron a Kerryna.
Su cara palideció, Simone trastabilló por el shock.
– ¿Los gallu? ¿Por qué?
– Para usarla, estoy seguro.
– ¿Lo sabe Xedrix?
Xypher volvió a mirar hacia el sangrante cuerpo de Kyle.
– Tengo una ligera suposición de que no lo sabe. Creo que Kyle debe haber estado echando un vistazo a su negocio. Tenemos que ir a su bar y contarle a Xedrix que ha sucedido.
Ella no podía estar más de acuerdo.
– De acuerdo. Vamos con esa cosa de desvanecerse… sin náuseas esta vez. Esperemos.
– Un segundo- él miró a Jesse-. Tú también. Gloria, sujétate a él así no nos separaremos.
Lo siguiente que supo Simone era que estaban en el club, el cual estaba abarrotado con estudiantes de instituto y locales. Todos ellos permanecían detrás del almacén donde Xedrix los había traído originalmente.
Una banda estaba tocando alta y oscura música.
Xypher cogió su mano y la condujo hacia la pista de baile. En la muchedumbre, era imposible distinguir a los Carontes de los humanos. La única manera en que podía notar la diferencia era por su sentido de demonio advirtiéndola sobre ellos siempre que se movían cerca de alguno.
– ¿Dónde esta Xedrix? -Preguntó Xypher a un alto y moreno demonio que estaba sirviendo bebidas.
– Está en el bar.
Xypher se abrió paso hacia el área que estaba marcada con tubos de neón y signos pintados a mano sobre el espejo con el logo del club, los dientes de un vampiro con tres gotas de sangre cayendo de sus labios.
Xedrix se sentaba en uno de los taburetes, observando el público y bebiendo absinthe [15]. Se tensó en el momento en que los vio aproximarse.
– ¿Qué pasa?
Simone decidió que ella tenía el deber de ser el heraldo; como Xypher había advertido anteriormente, desde que ella era hembra Xedrix estaba menos dispuesto a lastimarla.
– Es Kerryna. Encontramos a Kyle Peltier herido. Dijo que los gallu la habían cogido.
El vaso en la mano de Xedrix estalló mientras sus ojos brillaban en un terrorífico rojo.
– ¿Qué quieres decir con que la han cogido? -Agarró a uno de los demonios que estaba pasando y lo lanzó sobre la barra.
Los humanos a su alrededor cogieron rápidamente sus bebidas y se apartaron.
– ¿Dónde está Kerryna? -Exigió Xedrix.
El Caronte palideció.
– La última vez que la vi dijo que no se sentía bien. Se dirigió escaleras arriba a la oficina para tumbarse. Dijo que no te lo dijera. No quería que te preocuparas. Comentó que volvería antes de que la echases en falta.
El humo salió de las ventanas nasales de Xedrix en una aterradora muestra de furia.
– ¿Por qué la dejaste sola?
– Estaba enferma así que subió con el oso. Yo sólo hice lo que tu Katika me dijo que hiciera.
Xypher frunció el ceño.
– ¿Cómo puede estar enferma?
Xedrix se volvió a él con un feroz gruñido.
– Ella no está enferma. Está embarazada de mi simi.
Simone jadeó. Eso era malo.
Xedrix apartó de golpe el taburete, pero antes de que pudiera hacer nada, Xypher lo agarró del brazo.
– Llévame contigo a Kalosis.
Xedriz bufó ante él.
– ¿Estás loco? ¿Tienes alguna idea de lo que haría Stryker si te mostraras allí?
– No me importa.
Xedrix inclinó la cabeza a modo de pregunta.
– ¿Tu venganza significa tanto para ti?
Xypher capturó la mirada de Simone antes de responder.
– Mi venganza ya no significa nada para mí. Envíame allí y te traeré a Kerryna.
Xedrix dio un paso atrás.
– ¿Qué estás diciendo?
Xypher hizo una pausa mientras pensaba cuidadosamente en cuánto quería decirles a ellos. No era sólo el traer a Kerryna de regreso, era sobre la protección de Simone. Ella significaba más para él de los que había significado nada.
Incluso su venganza.
– Entiendo por qué no te quedarías con Kerryna en Kalosis. Protege a Simone y sacaré a Kerryna de allí para ti. Lo juro.
El demonio curvó sus labios.
– Stryker nunca te lo permitirá. Te matará en el instante en que te muestres. Los gallu quieren utilizarla, no la entregarán sin pelear.
– Stryker es medio humano y medio dios. Sus poderes no pueden compararse con los míos.
La sonrisa burlona de Xedrix se extendió.
– Tú eres medio dios Griego… ¿Tienes alguna idea de lo que te haría Apollymi en el minuto en que esa esencia cruzara su nariz? No podrás dar un paso antes de que ella te empale. Yo soy el único quien tiene una oportunidad allí. Por lo dioses, que voy a aprovecharla.
Jesse maldijo.
Simone se volvió para mirarle y señaló por encima del hombro de Xedrix. Allí en las sombras, contra la pared, estaba Kerryna y se veía horrible.
Ellos se apresuraron a su lado.
Xedrix la atrajo a sus brazos y la sostuvo cerca.
– ¿Estás bien, me arita?
Kerryna jadeó como si estuviese luchando con una fuerte oleada de náuseas. Ella se pegó a Xedrix mientras las lágrimas rebosaban en sus ojos.
– Ellos me dieron Aperia.
La cara de Xedrix palideció.
– ¿Qué es eso?-Preguntó Simone.
Xypher maldijo.
– Es un veneno que actúa lentamente y que es mortal para los demonios.
– Tengo doce horas, -dijo Kerryna, con la voz rota- Si mato a Xypher y a la Destructora, Satara me dará el antídoto.
Xedrix miró a Xypher.
– Estás muerto hijo de puta.
– ¡No! -Chasqueó Kerryna, cubriendo su cara y haciendo que la mirara a ella-. Nosotros no podemos hacer eso.
Un furioso músculo se tensó en el cuello de Xedrix.
– No voy a dejarte morir. No me importa a quien tenga que matar para salvarte. Lo haré.
Simone se aclaró la garganta llamando la atención.
– ¿No podemos conseguir el antídoto?
Kerryna negó con la cabeza.
– Lo tiene Satara y ella está custodiada por un ciento de Spathi Daimons y demonios gallu. No hay esperanza. Ella quiere a Xypher muerto. Su vida es la única cosa que dará a cambio del antídoto.
Simone se negaba a creer eso,
– Tiene que haber otra manera.
Xypher se volvió a ella cuando recordó a alguien que estaba no sólo estaba conectada con Apollymi y Satara, sino alguien que también le debía un favor.
– Tengo una idea. Dame tu teléfono.
Simone lo hizo.
Él lo abrió y marcó a Acheron quien respondió al primer toque.
– Necesito un favor.
Acheron se rió.
– ¿De veras?
– Pero no de ti. Necesito hablar con Katra.
– ¿Por qué? -No pasaba desapercibido el hielo en el tono de Acheron. No es que Xypher lo culpara. Katra era la hija de Acheron y estaba seguro que el atlante haría cualquier cosa por protegerla.
Pero ahora mismo, tenían problemas mucho más acuciantes.
– Necesito a alguien que pueda entrar en Kalosis, patearle el culo a Satara, y salvar la vida de una inocente… Dimme.
– ¿Dónde estás?
– Club Vampiro en el Warehouse District. ¿Conoces el lugar?
– No, pero estaré allí en breve.
Colgó y miró a Xedrix.
– Tengo al calvario viniendo hacia aquí. Confía en mí.
Deslizando a Kerryna a un lado, Xedrix alcanzó la pared y bajó la palanca de una alarma de incendios. Ésta sonó en un tono ensordecedor que ahogó incluso la música.
Cada humano en el club corrió hacia las puertas mientras los demonios se reunían alrededor de Xedrix.
– Cerramos por esta noche, -anunció Xedrix a su equipo-. Tyris, llama al departamento de incendios y diles que un borracho tiró de la palanca por error.
Mientras ellos esperaban por Acheron, Xedrix llevó a Kerryna a la barra y la sentó en un taburete.
– ¿Qué estás planeando? -le preguntó Simone a Xypher- Y no me digas que nada. He aprendido a conocerte mejor que eso.
Él miró a Kerryna antes de responder.
– Estoy cansado de ver salir herida a gente inocente. Voy a acabar con esto de una vez por todas.
– ¿Y si no puedes?
– Lo haré.
Simone sintió una fisura en el aire un instante antes de que Acheron apareciera con una extremadamente alta, increíblemente hermosa mujer rubia quien estaba obviamente embarazada. Debía ser la misteriosa Katra.
Los Carontes sisearon tan pronto los vieron, entonces cayeron de rodillas.
Acheron miró alrededor con una ceja totalmente arqueada.
– Esto es completamente inesperado -frunció el ceño ante Xypher- ¿De dónde han venido los Carontes?
Xedrix se levantó lentamente para quedarse ante Acheron, pero se aseguró de mantener sus ojos bajos.
– Perdónanos, akri, por nuestra falta de vigilancia. Yo no pido piedad para mí mismo sino para mis hombres, conserva sus vidas. Ellos sólo me siguieron y hicieron lo que yo les dije. Yo soy el único que debería ser asesinado, no ellos.
Katra jadeó ante la vista de los demonios.
– Así que esto es lo que os sucedió a todos vosotros. Estoy maravillada. Encantada de veros a todos otra vez, chicos. Me alegra que hayáis sobrevivido. No tengo idea de por qué estáis en un club, pero aún así me alegro de que estéis todos aquí -El Miró a Acheron e indicó a Xedrix con un gesto de su barbilla-. Xedrix es de particular interés para ti.
– ¿Cómo así?
– Bueno, uno, él es el favorito de todos los demonios de tu madre, y dos, es el hermano mayor de tu Simi.
Acheron frunció el ceño ante su revelación.
– ¿De verdad?
Katra asintió.
Xedrix parecía un poco más confundido que Acheron.
– ¿Simi?
– Xiamara -dijo Katra rápidamente.
Xedrix se quedó con la boca abierta.
– ¿Mi hermana vive?
Katra sonrió cariñosamente al demonio y asintió.
– Y está completamente mimada.
Los ojos de Xedrix se suavizaron.
– Bendito seas, akri, por tu amabilidad y piedad. He estado apenado durante siglos por el destino de mi hermana Simi.
– Ahórratelo, -dijo Acheron en un tono impasible-. Xirena también vive con nosotros.
Kerryna puso su mano en la de Xendrix.
El demonio parecía encantado por las noticias.
– Entonces puedo morir feliz, akri, sabiendo que ellas están vivas. Gracias.
Acheron puso los ojos en blanco.
– No voy a matarte, Xedrix. Simi me torturaría durante siglos si lo considerase siquiera. Por cierto, ¿Cómo hicisteis tíos para acabar de todos los lugares que hay, en un Bar de Nueva Orleans?
Kerryna sonrió, entonces hizo una mueca como si una ola de dolor la golpeara.
– El oso, Kyle Peltier, los encontró después de que escaparan de Kalosis. Estaban intentando comerse a un turista, pero Kyle los detuvo antes de que lo mataran y les explicó que si querían vivir aquí y no morir, tendrían que seguir las reglas y hacer un hogar. Él tomó su propio dinero y lo invirtió en el bar y le mostró a Xedrix como llevarlo. Los dos son ahora socios.
Katra entrecerró los ojos sobre Kerryna.
– Yo te recuerdo a ti de las Vegas. Tú eres la Dimme que escapó.
– Y yo a ti, diosa. Recuerdo bien que intentaste matarme.
– Ella no es diabólica, Kat, -dijo rápidamente Xypher, poniéndose entre ellas-. Ha estado ocultándose intentando encajar también en el mundo.
Simone se adelantó.
– Y ella es la única a la que ha envenenado Satara. El único antídoto para esto está en Kalosis con Satara. Como una futura madre como tú misma, puedes ver por qué no podemos dejarla morir.
Xypher asintió.
– Esperaba que tú pudieras ayudarnos.
Acheron encontró la mirada de Katra.
– Sabes que no puedo ir allí sin que se acabe el mundo. Tendrás que hacerlo tu misma.
Katra sonrió.
– Lo sé. Estará bien volver -Palmeó cariñosamente a Xedrix en el brazo -No te preocupes, Xed. Kalosis es el único lugar donde Satara y Stryker no pueden tocarme. Tú sabes lo que les haría mi abuela si lo intentaran.
Xedrix asintió.
Cuando empezó a desvanecerse, Xypher la detuvo.
– Espera, Kat. Yo quiero ir contigo.
Katra frunció el ceño ante él.
– ¿Estás seguro?
Xypher asintió, entonces miró a Simone.
– Tengo que hacerlo.
– Lo sé -dijo Simone lentamente -Sólo quiero decirte algo antes de que te vayas.
– ¿Qué?
– Te amo.
Xypher no podía respirar cuando esas palabras lo impactaron igual que una ráfaga psíquica. Él acunó su mejilla en su mano.
– Eso no es posible.
– Créeme, lo es, y será mejor que vuelvas aquí o voy a estar realmente enfadada contigo.
Él presionó su mejilla con las de ella e inhaló su precioso perfume.
– No temas -le susurró al oído- Volveré para molestarte.
– Mejor que lo hagas.
Xypher hizo la cosa más difícil que había hecho en su vida. Se apartó de Simone y se unió a Katra.
– Vámonos.
Katra se estiró y le tocó el brazo antes de abrir el portal a Kalosis.
Xypher observó la hermosa cara de Simone hasta que se disolvió en la oscuridad.
En un latido de corazón, parpadeó cuando se materializaron en lo que parecía ser un enorme hall de algún tipo. Había Daimons reunidos alrededor como si esperaran por algo.
O alguien.
Kat se giró hacia su izquierda y fue allí que él vio un enorme trono. Y sentado en él Stryker con Satara de pie al lado.
– No estás muerto, -dijo Satara cuando vio a Xypher-. Qué pena.
Katra se rió ante el comentario de Satara.
– No va a morir, prima. Dame el antídoto.
– Oh, no puedo hacer eso-dijo Satara sonriendo tontamente.
– Sí -dijo Kat, burlándose de ella, -puedes.
– Nop, me temo que no -Satara hizo un precioso puchero -Tuve un accidente. Se ha ido.
Kat arqueó una fina ceja.
– ¿Has perdido la cabeza? ¿Sabes lo que te hará Xedrix una vez le diga que ya no lo tienes?
– ¿Xedrix? ¿El demonio? Está muerto.
– No, no lo está. -Kat se cruzó de brazos sobre el pecho. Este juego se agravaba ya que ella podía decir que Satara estaba mintiendo. Había sabido perfectamente que Xedrix estaba vivo-. Él es el padre del bebé de Kerryna. No podías haber conseguido un peor enemigo. Al contrario que Xypher, él puede entrar aquí sólo cada vez que quiera y tendrá el respaldo de la Destructora cuando te arranque el corazón. Supongo que será mejor que vaya a decirle que afile sus garras.
Kat empezó a desvanecerse.
– Oh, espera, ¿Quieres decir este antídoto? -Satara sacó un pequeño tuvo de entre sus pechos-. Olvidé que lo tenía.
– Oh, estoy segura.
Satara le tendió el tubo a un Daimon quien se adelantó para dárselo a Kat. El tubo era un cristal claro con un brillante líquido rojo en su interior.
Kat le aseguró a Xypher que ese era el suero con un asentimiento de la cabeza.
Agradecido de que Kerryna fuese a ponerse bien, Xypher se movió para quedar en frente del trono de Stryker.
– Mientras estoy aquí, quiero un trato.
Satara parpadeó ante las palabras de Xypher como si hubiese oído mal.
– ¿Qué?
– Ya me oíste. He venido para terminar con nuestro pasado. Y quiero que salgas completamente de mi vida. No más demonios, no más venenos. No más estupideces. Tú me dejas en paz y yo te dejaré en paz a ti.
Satara parecía espantada.
– ¿De veras?
Stryker se inclinó para hablar con ella.
– Yo aceptaría ese trato, Satara. Dudo que encuentres nada mejor.
Los ojos de Satara se entrecerraron con suspicacia.
– ¿Por qué es tan importante para ti?
Él conocía una mejor respuesta para esa pregunta que la verdad. Eso sólo heriría a Simone.
– Eso no es importante y tampoco asunto tuyo. Sólo tengo dos semanas más en la tierra y quiero disfrutarlas.
– ¿Eso es todo?
– Es todo.
Satara se rió irónicamente.
– ¿Y realmente esperas que me crea que tú me dejarás ir con vida mientras tú vuelves al infierno? En paz. ¿Sin daño, sin falta?
– Sí.
Ella bajó del estrado para aproximarse a él de manera burlona.
– ¿Te crees que nací ayer? Te conozco mejor que eso. Tú no tienes intención de ver ese encuentro.
Xypher negó con la cabeza.
– Tú no lo sabes todo sobre mí. Nunca lo has sabido. Quiero paz y quiero dejar sola a Simone.
Ella tamborileó sus dedos contra la parte superior de sus brazos antes de hablar en un tono bajo, letal.
– Entonces, suicídate,
Eso hizo que Xypher volviera a parpadear en incredulidad por lo que había oído.
– ¿Qué?
– Ya me has oído, Xypher. Si quieres paz y enterrar el hacha, entonces hazlo. Suicídate.
– ¡Satara! -La previno Katra con enfado.
– Nada de Satara, Kat. Yo sé como jugar a este juego y más aún como ganarlo -ella volvió su atención de nuevo a Xypher- Así que, ¿Qué decides?
Xypher se quedó allí en silencio considerando su oferta.
– ¿Cómo sé que no estás mintiendo?
– Juro sobre el río Stigia que si tú te suicidas, nunca me acercaré otra vez a Simone. Ella estará completamente a salvo de mí o de cualquiera de los demonios o Daimons aquí en Kalosis. Incluso le enviaré una tarjeta de cumpleaños cada año por añadidura.
Xypher miró a Kat, cuya cara estaba ceniza.
“No”, le ordenaba su voz interior. Pero cuando consideró esto más profundamente, tenía sentido. Él iba a morir de todas formas. ¿Qué diferencia harían realmente dos semanas? Ninguna otra que la de darle más recuerdos de Simone para torturarle.
Más tiempo para amarla.
Más tiempo para que él la amara a ella.
No, sería más fácil para ambos que terminara con todo eso ahora. Quitar la tirita y dejar que la herida empezara a sanar.
Con el corazón roto, asintió.
– Está hecho, entonces.
Kat jadeó.
– No puedes hacer esto, Xypher.
– Sí, puedo. Es la única manera de garantizar la seguridad de Simone.
Satara se detuvo al lado de un Daimon y extrajo una espada corta de su pecho. Su caminar seductor mientras se acercaba a él. Ella posicionó la espada ante su corazón.
– ¿Tenemos un trato?
Él asintió.
Satara lo apuñaló directamente a travesándole el corazón.
– Lo siento. No quería que cambiaras de idea acerca de morir.
Xypher trastabilló, jadeando cuando el dolor lo atravesó.
Él se hundió en el suelo.
Kat se arrodilló a su lado.
– ¿Xypher?
– No le digas a Simone lo que hice. Déjala ir en paz… por favor. Dile que fue rápido.
Kat lo sostenía cerca de ella, pero la suya no era la cara que él quería. Él quería ver a Simone por una última vez. Pero haciendo esto, estaba protegiéndola y eso era todo lo que importaba.
Bajó la mirada a su brazo donde estaba escrito su voto de venganza. Las palabras se disolvieron mientras se esforzaba por respirar.
Se había terminado…
Kat observó como la luz abandonó los ojos de Xypher y él expiró su último aliento.
Satara sonreía.
Kat frunció el labio ante la presunción en la cara de Satara.
– Puta egoísta.
– Oh, cállate, Kat. Tienes lo que venías a buscar, ahora vete.
Kat se levantó en toda su altura, achicando a Satara.
– Un día, alguien va a darte exactamente lo que te mereces. No puedo esperar a verlo.
Y con eso, regresó al club.
Negándose a mirar a Simone, Kat tendió el antídoto a Kerryna quien le sonrió en agradecimiento antes de bebérselo.
– ¿Dónde está Xypher?
Esa pregunta de Simone la atravesó. No quiero hacer esto…
Pero no tenía elección. Volviéndose, se sintió enferma. La cara de Simone se veía tan esperanzada, era obvio que ella estaba esperando que Xypher apareciera en algún momento.
Tragando el nudo en la garganta, se extendió hacia ella y tomó las manos de Simone en las suyas.
– No lo ha conseguido, dulzura. Cayó en la batalla.