CAPÍTULO 10

Simone se volvió para mirar a través de los escaparates. Efectivamente, había cuatro hombres fuera, que parecían listos para luchar sobre la acera, y miraban hacia dentro. Aunque para ser honesta, a ella no le parecían demonios. Eran altos, delgados, y bastante guapos. Vestían chaquetas de cuero y vaqueros, usaban gafas de sol para proteger sus ojos y no aparentaban más de veinticinco o treinta años.

– Tal vez sean clientes.

Liza bufó.

– ¿Para una tienda de muñecas? Sí, acabo de verlos ahora… cogeré la muñeca bebé rosa con volantes.

Le tocó el hombro a Simone.

– No, cariño. No son clientes. Son demonios, y están siendo repelidos por la sal que utilizo para mantener a los canallas fuera de mi tienda.

Dejó salir un largo suspiro antes de moverse a su mostrador. Se colocó las gafas, y luego sacó una pequeña arma que parecía una ballesta calibrada de mano.

– ¿Sabes cómo utilizar esto? -Le preguntó a Xypher.

– Absolutamente.

– Bien. Devuélveme el amuleto para guardarlo en un lugar seguro.

Se obligó sin decir otra palabra.

Liza se lo colocó en el cuello.

– Ahora, espera aquí un segundo. Hay algo más que puedes utilizar.

Simone se quedó perpleja. Sabía que Liza era una Escudera y un poco extraña, pero estaba viendo un lado completamente nuevo de la diminuta mujer. Liza era intrépida.

Un segundo después, Liza volvió con un sable de oro.

– Éste es fácil de usar. La punta final entra en su cuerpo.

– Gracias-dijo él secamente-, odiaría llegar a confundirme.

– Sí, lo harías, dulzura. Ahora, ve a patear algunos traseros de demonio.

Simone arqueó una ceja.

– Sabes, la comisaría está a sólo un par de bloques hacia abajo. ¿No es peligroso? ¿Qué pasa si ven la pelea?

Xypher bufó.

– No vivirían lo suficiente para llamarlos.

Simone se horrorizó por su tono seco.

– No puedes matarlos, Xypher.

– No tendré que hacerlo. Los demonios lo harán por mí. Ahora, si te acercas un poco a la puerta, tengo una pelea que llevar a cabo.

Simone lo siguió a la entrada y contuvo la respiración cuando él salió a la calle para enfrentarlos.

El demonio más alto se adelantó. Su cabello castaño estaba adornado con puntas que culminaban en tono rubio. Tenía una barba de chivo y ojos azul cristalino. Vestía un par de vaqueros y una chaqueta marrón de cuero; parecía apenas otro tipo en la calle para cualquier observador ocasional. Al igual que los otros tres. Como el alto, eran guapos y vestían del mismo modo como cualquiera que vieras en público. Esto le hizo bajar un escalofrío por su espina dorsal al darse cuenta de que podían existir sin hacerse notar en absoluto. ¿Cuántas veces se habría sentado ella al lado de un demonio sin saberlo?

Xypher barrió al grupo con una mirada que dejó claro que él no los consideraba una gran amenaza. Si solamente ella pudiera estar tan segura.

– Kaiaphas -saludó él, la sorprendió el hecho de que el alto fuera su hermano. Wow, sin la piel hirviente, el demonio estaba muy bien-. Veo que finalmente hiciste algunos amigos. Debes haber aprendido a utilizar por fin un cepillo de dientes. Sabes, es ese arriba y abajo, de aquí para allá que confunde a las personas… o a los demonios.

Uno de los demonios abrió la boca y enseñó dos filas de dientes serrados.

Xypher curvó el labio.

– Realmente, deberías consultar a un dentista por eso. He oído que pueden hacer maravillas en estos días.

– Matadlo -gruñó Kaiaphas.

Xypher sorprendió al primero con un corte alto de la espada. Cortó a través del estómago. Pero antes de poder retirarse, otro de los demonios lo derribó contra el suelo.

Simone silbó cuando vio a Xypher caer sobre la acera.

– No puedo mirar y no hacer nada.

– No puedes luchar contra un demonio, Simone -dijo Liza-. No tienes la menor idea de lo fuertes que son. Lo mejor que podemos hacer como humanos es quedarnos fuera de esto y permitirles a ellos luchar. No te conviertas en la debilidad de Xypher.

Las palabras de Liza le recordaron a Acheron. Miró abajo hacia la muñeca donde todavía llevaba la banda de cuero.

– Realmente, pienso que puedo.

Antes de que Liza pudiera detenerla, ella corrió, sacó la hoja y empujó al demonio lejos de Xypher. En el momento en que lo tocó, algo la atravesó como una corriente eléctrica. El demonio voló, literalmente. Golpeó el edificio tan duro que sacudió la floja albañilería.

– Santa mierda -respiró, asombrada de lo que había hecho. Acheron había tenido razón. Tenía poderes sobrehumanos.

– ¡Simone!

Dio una vuelta rápida al ver venir a Kaiaphas rápidamente por ella. Lo agarró del brazo y lo tiró al suelo. Desafortunadamente, él no permaneció allí. Saltó sobre sus pies y le dio una asombrosa patada en las costillas. Simone siseó de dolor.

Le mordió el brazo, y luego la abofeteó. Ella sintió el sabor de su sangre. De repente, Xypher estaba allí. Agarró a su hermano y le pegó tan duro que la fuerza del golpe levantó por los pies a Kaiaphas.

Simone se sentía muy extraña…

Su visión disminuyó y todo fue confuso. Otro demonio vino hacia ella, pero le parecía que se movía en cámara lenta. Empezó a golpearla. Ella lo eludió, entonces le propinó un duro codazo en la espalda. Él giró a su alrededor y le hundió los dientes en el brazo. Ella gritó a causa del desgarrador dolor.

– ¡No! -gritó Xypher, apresurándose hasta su lado.

Realmente, no pudo ver ni entender nada después de eso. Todo fue un borrón. Oyó a alguien gritar del dolor y lo próximo que supo era que estaba de vuelta en la tienda de muñecas.

– Oh, no -lloriqueaba Liza-. No, no, no. ¿Qué vamos a hacer?

Xypher no podía respirar cuando vio las marcas de mordeduras en la piel. A diferencia de un Daimon, que no podía convertir a los humanos en vampiros, el gallu sí podía. Dado que él era demonio en parte, era inmune a la saliva infectada. Simone no lo era.

Algo se estrelló en la ventana, rompiéndola.

– ¿Qué pasa, Xypher? ¿Te cansaste de jugar con nosotros?

Se levantó para atacar, pero Liza tironeó de él.

– Simone nos necesita. Déjalos.

Eso era más fácil decirlo que hacerlo, pero al fin, obedeció. La muerte de Kaiaphas podía esperar. Simone no podía. Sin mencionar que mientras ella estuviera inconsciente, él no podría salir sin matarlos a ambos.

Se pasó una mano enojado por el pelo mientras pensaba en alguna forma de salvarla. Maldita sea, si hubiera sido capaz de llegar hasta Jaden con el amuleto, esto no habría sido un problema. Simone sería libre para vivir su vida, sin él, y él estaría libre para matar a Satara.

Ahora ella podía acabar muy bien como un gallu zombi, y todo por su culpa.

– ¿Qué podemos hacer?

Liza sacó un móvil de su bolsillo.

– Estoy llamando a Acheron. Si hay alguien que tenga una solución…

– Quizá deba llamar a Jaden.

– ¡No! -Dijo Liza, sus ojos denotaban furia-. Me niego a tener a esa criatura aquí. Él es más amenaza de lo que lo es un gallu y no estoy dispuesta a pagar sus precios.

Ella tenía razón.

Xypher asintió.

– Llama al Atlante y yo llamaré a Jesse.

En caso de que fallaran en salvarla, Simone querría a Jesse aquí, y Jesse querría estar con ella. La única razón por la que el fantasma no estaba aquí era porque no le gustaba asistir a las clases de Simone. Siendo un muerto, no le gustaba escuchar sobre autopsias o ver otros cadáveres.

Xypher sacó el teléfono de Simone de su bolsillo y llamó a su casa. Tan pronto el contestador respondió, habló con tanta calma como le fue posible.

– Jesse, soy Xypher. Creo… -no soportaba decirlo, pero no tenía elección-. Simone está herida. Gravemente. Tienes que venir a la tienda de Liza inmediatamente.

El fantasma estuvo allí antes de que pudiera colgar.

La cara de Jesse palideció cuando la vio yacer en el piso, retorciéndose del dolor.

– ¿Qué demonios sucedió?

– Ataque de demonio.

Los ojos de Jesse flamearon cuando corrió hacia la garganta de Xypher.

Xypher lo agarró y lo tiró al suelo.

– No me presiones, chico. Estoy con el humor ideal para mutilar gravemente a alguien, y ya que no puedo alcanzar a mi hermano, quizás demuestres ser un substituto digno.

– No lo hagas -jadeó Simone, alcanzando a tocar la pierna de Xypher-. Por favor, no lo lastimes.

Toda su ira despareció. Lo último que él quería era lastimarla.

Los dos se inclinaron.

– Estoy aquí, Sim -dijo Jesse, con los ojos llorosos -, estarás bien. ¿Me oyes?

Ella lo miró fijamente con incredulidad

– Puedo ver las auras acerca de las que hablas, Jesse. La tuya es blanca. Es hermosa… como tú.

Jesse sorbió.

– Recuerda, mantente apartada de la luz. Aléjate, Sim. Aléjate de la luz. Estaré esperándote aquí mismo para escaparnos.

– No se está muriendo, Jesse. -Xypher tragó cuando el dolor lo golpeó duramente. Morir sería más fácil. Más agradable-. Se está convirtiendo en un demonio.

– ¡¿Que?!

– Me has oído.

Jesse gruñó en una voz que fue casi demoníaca.

– ¡Haz algo!

– ¿No piensas que haría algo si pudiera? No le desearía esto ni a mi peor… Oh, el infierno, sí lo haría, pero nunca se lo desearía a Simone.

Simone tiritó en el suelo.

– ¿Por qué tengo tanto frío?

La sangre del demonio infectándola, bajando el latido del corazón… Xypher le aferró el brazo con la mano y frotó la piel, tratando de calentarla.

– Sólo respira lentamente. No tomes ningún aliento profundo.

Por lo menos esperaba que fuera verdad. De repente, sintió una presencia detrás de él. Era de un poder absoluto.

Acheron.

Xypher miro sobre el hombro para verle parado ahí, observándolos.

– Espero que tengas algo que decir y que quiera oír.

Acheron bufó.

– Irónicamente nadie jamás quiere oír lo que tengo que decir sobre algo. Generalmente, discuten conmigo hasta tal punto de querer atravesarlos contra una pared… Optimistamente, tú no serás tan denso.

– No estoy de humor, Acheron. Dime que hacer para salvarla.

Acheron se adelantó para arrodillarse junto a Jesse. Sus ojos de remolinos de plata resplandecían en la débil luz.

– ¿Cómo te sientes? -le preguntó.

Los dientes de Simone castañeaban sin cesar.

– Enferma.

Él levantó la vista hacia Liza que se paraba lejos a un lado.

– Tal vez quieras conseguir un cubo o algo en caso de que necesite devolver.

Ella fue a buscar uno.

– ¿Es todo lo que harás? -gruñó Xypher.

Acheron se encogió de hombros.

– ¿Quieres las buenas noticias o las malas?

La ira lo atravesó tan ferozmente que quiso cortar la garganta del Atlante.

– No juegues ese juego conmigo, Acheron. Dime lo que necesito saber.

No pareció incomodarse por la amenaza de Xypher.

– Agradable tono. Deberíamos sacarle provecho y ponerte a grabar álbumes para Hallowen.

Xypher tuvo que contenerse para no atacar.

– Relájate -dijo Acheron calmadamente-, no está convirtiéndose.

¿Estaba loco? Por supuesto que se convertía. Estaba pálida y temblorosa. La frente estaba húmeda por el sudor…

– ¡Mírala! No está, exactamente, horneando galletas.

– Sí, pero tampoco es un humano que muta.

Un terror frío atravesó a Xypher. ¿Si ella no mutaba, entonces qué le sucedía?

– ¿Qué significa eso?

Acheron echó un vistazo a Jesse.

– ¿Nunca advertiste que ella no es como otras mujeres? ¿Esas cosas extrañas siendo atraídas hacia ella?

Simone gimió ligeramente.

– Yo no soy extraño -Jesse dijo defensivamente-. Pero, sí. Ella siempre ha sabido las cosas. Ha visto cosas que no debería. Acabamos pensando que era psíquica.

Acheron sacudió la cabeza.

– No. Siempre era mucho más que eso.

– Acheron -Xypher interrumpió-. Dime lo que pasa.

Acheron respiró profundo antes de contestar.

– Es mitad demonio, Xypher. Como tú.

Xypher dejó caer la mandíbula ante sus palabras. No era posible…

– Y un infierno, lo es. -Jesse dijo, con su voz rota-. No hay nada demoníaco en ella…

Acheron sujetó la muñeca y la levantó alto para que Xypher pudiera ver la mordedura de demonio.

– Huele su sangre, y sabrás la verdad. No hay error en esa esencia.

No obstante, Xypher se negó a creerlo.

– ¿Cómo podría ser un demonio y no saberlo?

– Sus padres la protegían de la verdad. -Acheron le quitó el brazalete que le había dado-. Esto no es más que cuero sencillo. La razón por la que se lo di fue para hacerle creer que sus poderes provenían de otra cosa y no de sí misma. La verdad es que es tan poderosa como cualquier demonio que hayas conocido.

– ¿Por qué no nos dijiste eso ayer?

– Porque su padre renunció a su vida para mantener sus raíces al resguardo de todos, incluso de ella. Para cerciorarse de que fuera escondida de todas las personas y criaturas que la pudieran utilizar o amenazar. ¿Quién soy yo para deshacer tal sacrificio?

– ¿Xypher? -Simone respiró-. Estoy asustada.

Acheron le tomó la otra mano.

– No lo estés. Tus poderes están siendo liberados. Eso es todo lo que pasa. Sé que duele, asusta y sacude. Pero no luches. Sólo respira profundamente, y deja que el poder fluya a través de ti.

Eso sólo hizo que Xypher se enojara más.

– Es fácil para ti decirlo. No tienes ni la menor idea de lo que está atravesando.

Acheron rió amargamente.

– Sí, a diferencia de ti, sé exactamente cómo se siente. Era humano cuando mis poderes divinos fueron liberados. Créeme, no fue agradable y tampoco lo será esto.

Eso le hizo olvidar su ira.

– ¿Qué puedo hacer?

– No la dejes sola. Necesitará a alguien que le enseñe cómo utilizar sus sentidos de demonio. Tú creciste con tus poderes, pero sabes cuan diferentes son de la funcionalidad humana normal. Eres el mejor maestro que ella podría tener.

Xypher maldijo al pensar en tener a alguien dependiendo de él. Él no era confiable. No sabía cómo funcionar así. Le espantó que quizás la corrompiera o la dañara a causa de su propia ignorancia. Necesitaba a un maestro mejor que él. Todo lo que conocía era el dolor y la traición. Cómo utilizar sus poderes para dañar a otros. Simone no era así. Ella era la bondad.

¿Cómo podría un animal como él enseñarle lo que necesitaba saber? Pero nunca lo admitiría ante nadie.

– Tengo mi propio orden del día aquí, Acheron. No puedo estar atado a ella.

– Tienes tres semanas para lograrlo. Por una vez, Xypher, piensa en alguien además de en ti mismo.

Curvó el labio ante las palabras de Acheron. Pensaba en otra persona, pero otra vez, nunca admitiría eso en voz alta.

– Preocuparme por alguien más es lo que consiguió maldecirme. Es un error que no quiero repetir.

Esos ojos de plata quemaron con una sabiduría antigua.

– Sabes que a veces repitiendo nuestros errores es como nos damos cuenta de qué falló la primera vez. Sabiendo eso, podemos arreglar el error y seguir adelante.

Xypher se burló de eso.

– Correcto, y la definición de la estupidez básica es seguir haciendo la misma cosa una y otra vez esperando un resultado diferente. No soy estúpido.

– No dije seguir haciéndolo -Acheron echó un vistazo al brazo del Xypher donde su voto fue marcado-. Sigue adelante con un propósito. Examina lo que falló y corrige ese error.

¿Por qué seguía volviendo a una sola frase?

Sigue con un propósito…

– Ayúdala, Xypher. En este momento ella te necesita más de lo que tú necesitas matar a Satara -Y con eso, desapareció.

Xypher se sentó en el suelo con las palabras de Ash sonando en su cabeza. Había verdad allí, pero la necesidad de venganza era tan fuerte…

Entonces recordó la manera en que Simone lo había tocado más temprano esa mañana cuando se había apiadado de su dolor. No le había pedido nada cambio.

Nada.

Xypher la recogió en sus brazos y la sujetó cerca.

– Estoy aquí para ti, Simone.

Simone apenas podía entender esas palabras mientras su cuerpo continuaba quemándola. Todo alrededor se sentía amplificado. Los colores, los olores, los sonidos… experimentó el mundo de una forma completamente nueva.

– ¿Cómo está? -La voz de Liza pareció venir de muy lejos.

Tipo O positivo. Ese era el tipo de sangre de Liza. Ella también tenía un leve murmullo en el corazón.

Y Jesse…

Supo sus debilidades, también. Los podía oler y probar, y una diminuta parte de ella quiso explotar esas debilidades. Eso la espantó por encima de todo.

– ¿Qué significa ser un demonio, Xypher?

– Tú no eres un demonio.

Levantó el brazo y miró fijamente su mano. Se parecía a su mano, mas sentía como si pudiera aplastar acero con ella. ¿Podía?

– Me siento tan poderosa.

– Es una ilusión.

¿Lo era? Pareció suficientemente verdadero. El pensamiento apenas se había completado antes de que sintiera un tirón en su estómago. Asió el cubo de Liza y vació el contenido de su estómago en el.

Cuándo terminó, ya no se sentía fuerte. Se sentía débil y sin valor.

– Quiero ir a casa.

Xypher cabeceó. Se detuvo para mirar a Liza.

– ¿Puedo quedarme otra vez con el amuleto? Aún tengo que entregarlo a Jaden o él tendrá mi trasero.

La renuencia se mostró en sus ojos cuando se lo quitó una vez más.

– Espero que esto no sea un error.

– Yo también -él estuvo de acuerdo.

Después de ponerlo en su bolsillo, Xypher tiró de Simone contra su pecho, y lo próximo que ella supo fue que estaba en su casa, en su cama. Él estaba todavía a su lado.

– Debes descansar.

– ¿Me sostendrás? -Xypher quiso maldecir por la ternura que esas palabras despertaban dentro de él. Debía ignorarla y a su conciencia.

Si solamente pudiera.

En vez de eso, se acostó al lado de ella en la cama y la atrajo hacia si.

– Descansa.

Ella se acurrucó contra él antes de cerrar los ojos y hacer lo que le sugería. No le tomó mucho tiempo caer en un sueño profundo y tranquilo.

Yaciendo así con ella, casi se sentía humano. ¿Cuán ridículo era eso? Ellos eran dos demonios ahora yaciendo juntos. Miró la foto de sus padres y se preguntó por lo que los habría unido para que intentaran vivir una vida humana normal.

En el retrato, se parecían a cualquier otra familia. Nadie habría adivinado jamás el secreto que escondieron.

Era un secreto que aún le podía costar la vida a su hija.

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