CAPÍTULO 7

Xypher caminó instantáneamente entre Simone y la ventana donde Kaiaphas flotaba, mirándolos con odio. Su largo pelo negro se rizaba alrededor de una repulsiva cara cubierta de piel hervida.

Gritando, Kaiaphas intentó lanzar una ráfaga a través de la ventana, pero la sal desvió el golpe de viento de vuelta hacia él. La esquivó, después maldijo.

Él frunció los labios ante Xypher.

– No pensarás realmente que algo tan simple os salvará de mí, ¿verdad?

Xypher se rió lenta y maliciosamente.

– ¿Estoy ciego o esto acaba de patearte justamente el culo? Debe joder que algo como la sal te ataque. Supongo que eso sucede cuando eres en parte babosa.

Kaiaphas levantó las manos como si intentara atravesar otra vez la ventana, pero se contuvo.

– No puedes quedarte ahí dentro para siempre.

– Cierto, pero puedo quedarme lo suficiente para fastidiar tu mejor día.

Kaiaphas siseó. Su mirada pasó de Xypher a Simone, bajando a donde Xypher tenía su protectora mano en la cintura de ella.

– Fascinante… has progresado de aterrorizar a proteger humanos. Si realmente quieres mantenerla a salvo, sal y tomaré tu vida y la dejaré vivir.

– Eso funcionaría si nosotros no estuviésemos llevando los brazaletes que Satara nos envió. Muero yo, ella muere. Sepáranos y quizás considere tu oferta.

Kaiaphas chasqueó.

– ¿No confías en mí?

Confiar…

Esa palabra lo llevó de regreso a su infancia. Apenas siendo más que un niño que empieza a andar, Xypher había estado tan hambriento que habría hecho cualquier cosa por comida. El tiempo había sido duro, arrasando con todos los cultivos. Xypher había encontrado un poco de pan enfriándose sobre el alfeizar de un edificio, pero no había sido lo bastante alto para alcanzarlo. Había intentado durante una hora encontrar alguna cosa en la que subirse o con qué bajar el pan. Pero esto continuaba escapándose a su investigación.

Frustrado, había llorado y se había ido a casa, hambriento. Kaiaphas había venido a él.

– ¿Qué pasa, hermano?

Estúpidamente le dijo lo del pan.

– Dime donde está y lo compartiré contigo.

– ¡Es mi pan!

Kaiaphas había chasqueado ante él.

– Tú te alimentas de comida de humanos. ¿No es mejor tener la mitad del pan que ninguno? Confía en mí, hermano. Lo compartiré.

Xypher había accedido. Después de revelar su localización, había visto como Kaiaphas cogía el pan recién hecho y se lo comía mientras él lloraba. La peor parte era, que al contrario que él, el bastardo no necesitaba comida. Kaiaphas necesitaba sangre. Se lo había comido sólo por tacañería y nada más. Cuando Xypher había ido a quejarse a su madre, ella lo abofeteó con tanta fuerza como para romperle el labio.

– Si no eres lo bastante demonio para conseguirlo por ti mismo, no te lo mereces -eso es lo que siempre había dicho su madre. Ella le había hecho meditar sobre el veneno y el odio.

Confiar era de tontos.

Y él nunca confiaría otra vez en Kaiaphas.

– Ni un poco. Dame la llave, y una vez que ella esté libre, lucharemos.

– No lo haré.

Xypher le dio crédito por no mentir sobre eso.

– Como pensaba. No tienes intención de cumplir nuestro trato. Nunca cambiarás, hermano.

Kaiaphas cargó contra la ventana. Su cara iluminó todo el cristal.

– Voy a disfrutar matándote.

Xypher caminó lentamente hacia la ventana y agarró el cordón.

– Dale recuerdos a mamá -él dejó caer las persianas.

Simone no sabía que la sorprendía más. El hecho de que tuviera un asqueroso demonio flotando fuera de su ventana o que dicho sucio demonio fuera el hermano del pedazo de queso más caliente que tenía en frente de ella.

– No es realmente tu hermano, ¿verdad?

– ¿No puedes ver el parecido?

– Desde que tu piel no está cocida y tus ojos no son normalmente sangrientos, no.

– Ni siquiera lo son los suyos. Es todo una pantomima diseñada para asustar humanos. Él es un jodido grajo.

– ¿Tú podrías hacerlo mejor?

Antes de que pudiera parpadear, se dirigió hacia el techo y se transformó de hombre a una sombra negra que llenaba la mitad de su habitación. Los colmillos estallaron saliendo de su boca cuando sus ojos se volvieron de un enfermizo amarillo fluorescente. El fuego ondeaba sobre cada parte de él.

Simone trastabilló.

– Sí -dijo él, su voz demoníaca y terrorífica-, puedo hacerlo mucho mejor.

En un flash volvió a ser de nuevo humano.

– Mi padre es Phobetor, el dios griego de las pesadillas. El padre de Kaiaphas era algún tipo de demonio come carne que Ares usaba para soltar sobre sus enemigos para joderlos y reírse de ellos. Mi hermano no tiene actitud. Ni brillantez. Es un completo grajo problemático que utiliza una profunda voz de demonio y unos aterradores ojos rojos que harían que todo el mundo se meara en sus pantalones de miedo.

Su divagación era curiosamente divertida.

– Sí, vale… eso es algún tipo de rivalidad entre hermanos que tenéis vosotros dos.

Xypher bufó.

– Ni siquiera es rival para mí. -Un músculo palpitó en su mandíbula. Golpeó el pulgar contra el muslo como si estuviese contemplando algo y no encontrara la respuesta adecuada -Satara sabe que él no es suficientemente poderoso para matarme. ¿Por qué lo convocaría entonces para ir tras de mí?

Eso a ella le parecía obvio.

– Para matarme desde que yo soy la débil y matarnos así a los dos.

– No, hay algo más que esto, ¿Y por qué sólo envió un demonio? Podía convocar más. ¿Por qué no lo ha hecho? Algo no está bien -Volvió a la ventana y abrió la persiana de golpe.

Kaiaphas se había ido.

– Necesito todos mis poderes -gruñó Xypher, bajando la persiana otra vez.

– Si necesitas un oráculo…

– No. Necesito algo más poderoso que Julián.

Eso fue un pensamiento extremadamente aterrador para ella

– Dado lo que he visto hoy, no creo que me guste la manera en que suena eso.

– Mañana te gustará incluso menos.

– ¿Por qué?

– Por que mañana vamos a convocar algo tan malo, que hará que la misma tierra llore.


Kaiaphas Cruzó la calle, observando la ventana donde sabía que estaba su hermano.

Esperando.

Un gallu no podía romper la restricción de sal y un Daimon no podría entrar en el apartamento sin una invitación. Malditos los dioses y sus estúpidas reglas. Pero para eso, él ya había estado en el interior, jugando con ellos y apaciguando a Satara.

Maldijo ante el pensamiento de tener que enfrentar a esa zorra con el fracaso. De todos sus amos, ella era la peor y eso era mucho decir dado a las formas de vida rastreras a las que había servido durante toda su vida.

Sólo por una vez, ¿No podía la persona que convocaba un demonio ser amable? ¿Era realmente demasiado pedir?

Sus pensamientos volvieron a su hermano.

– ¿Qué estás planeando, Xypher?

Ese bastardo era tan inteligente que tenía que darle crédito. Por no mencionar su improvisada destreza. Pero habiendo Hades debilitado a Xypher, no estaba seguro que no se le pudiera herir después…

Kaiaphas maldijo cuando la cinta de esclavo sobre su antebrazo se calentó hasta un doloroso nivel. Era Satara convocándole.

Si tenía que escuchar su patético maullido…

Lanzó una ráfaga a un coche en la calle y sacudió los cristales. La alarma empezó a sonar así que le disparó otra vez. Ésta cesó en un roto gorjeo.

Si sólo eso fuese la cabeza de Satara.

Pero eso no podría ser mientras ella siguiera en posesión de su alma. Un alma que había cambiado por…

No quería pensar en ello. Había hecho el pacto y estaría vinculado a él por toda la eternidad.

¿Lo estaría?

Una lenta sonrisa curvó sus labios mientras consideraba la alternativa. Era insidioso, pero quizás funcionase y solucionaría todos sus problemas.

Maldijo cuando la banda levantó ampollas en su piel. La cobarde zorra podía esperar hasta que él estuviese listo para enfrentarla. Haciendo eso a un lado, se transformó en un humano y se dirigió calle abajo en busca de una víctima.

Cuando rodeó una esquina, localizó a una mujer paseando con su perro. Perfecta. Justo lo que necesitaba…

El pequeño caniche marrón empezó a ladrar tan pronto captó su esencia inhumana.

Kaiaphas se agachó sobre la acera.

– Aquí, poochie, poochie -el perro continuó gruñendo y ladrando.

Él se rió antes de convertir al perro en una bola en llamas. La mujer gritó y echó a correr.

No llegaría lejos.

Kaiaphas corrió tras ella y la lanzó al aire. Sus largas, alas negras batían para alzarse sobre las casas. La humana luchaba y gritaba, rogando piedad.

Como si él la tuviera.

Sujetándola con fuerza, pasó rozando el paisaje bajo él hasta que encontró lo que necesitaba. Un enorme y viejo roble. Completamente aislado, se veía oscuro en la noche rodeado por niebla y elevándose hacia el cielo. En los siglos anteriores, la humanidad había protegido esos árboles y los guardaban bien de las criaturas como él.

Cómo amaba la ignorancia de la actual generación.

Un roble era un portal que podía ser usado para convocar al más oscuro de los espíritus. Kaiaphas sonrió cuando recordó al inglés Alton Towers quien había podado una vez las ramas de su árbol en un esfuerzo por evitar que el mal pudiera ser conjurado.

Pero el mal jamás podría ser negado.

– ¡Ayúdenme! -gritó la mujer.

– Oh, cállate -chasqueó él ante la sollozante humana. Sólo por su cobardía merecía morir.

– Por favor, déjeme ir.

– Oh, lo haré, cariño. Te dejaré ir justo en un momento -él descendió hacia el árbol.

Cuando se poso sobre él, se tomó un momento para contemplar el área. No había nadie a su alrededor. Ningún testigo.

Bien.

Aterrizó a unos pocos pies. Sosteniendo su sacrificio bajo un brazo, se dirigió hacia el árbol. La luz de la luna llena se colaba a través de las desnudas ramas. Hacía tanto frío que podía ver el bao de su respiración en el aire a su alrededor. Inhaló la crujiente altura de esto.

La mujer luchó contra él cuando levantó un brazo para alcanzar la rama de un árbol. Él podía oír el roble gritando cuando cortó la madera. Alto. Fuerte.

Gracias a los dioses que este estaba sano.

La rama aterrizó a sus pies.

– P-p-por favor.

– Cállate -lanzó a la mujer con tanta fuerza contra el árbol que murió en el impacto.

Un sacrificio humano no era necesario para lo que necesitaba hacer pero si lo era la sangre humana, y como dudaba que la mujer le dejara cortarla sin más gimoteando y rogando, esto era suficiente. Usando las garras de su mano derecha, abrió la garganta de la humana y dejó que su sangre cayera en el árbol y llegase a las raíces.

Entonces se abrió sus propias venas mientras entonaba las antiguas palabras demoníacas que despertarían al Primus Potis… el Primer Poder. Antes que hubiese luz en el mundo, hubo oscuridad. Caos.

Y ese poder dormía. Ahora era tiempo para que volviese a despertar y lo ayudase.

– Te convoco con voz y sangre. Con la luna en lo alto y la fuerza del árbol sagrado. Oh oscuridad, ven a mí. Así dice la oscuridad oh, lo llamará…

Cuando él canturreó, el viento cobró velocidad. Susurró alrededor de él cuando las antiguas fuerzas se reunieron para despertar al único que había llamado.

Al-Baraka…

El árbol comenzó a sacudirse cuando una niebla negra se elevó desde la tierra para rodearlo. Kaiaphas levantó la mirada para ver un par de ojos resplandecientes… una vibrante tierra verde y la otra tierra marrón oscura se materializó en el centro de la niebla. El aire giró con rapidez, elevándose igual que un geiser que empieza a formar la sombra de un alto y delgado hombre sobre un gran miembro.

El pelo negro se elevó, enredándose en el viento antes de asentarse sobre sus anchos hombros. Fue seguido por una onda blanca que formó una camiseta, después unos pantalones negros y una chaqueta de cuero marrón. Lo último en formarse fue una cara tan hermosa como brutal.

Una delgada banda de oro blanco rodeaba la garganta del hombre y allí en la base de su cuello descansaba una piedra tan verde como sus inhumanos y brillantes ojos.

Tan rápidamente como vino, el viento se detuvo. La niebla se evaporó. Ahora tanto el hombre como el árbol destacaban flamante y blanco contra el fondo de la noche.

Ese fiero par de ojos rojos parecieron penetrar a Kaiphas. De repente, algo se cerró con fuerza alrededor de su cuello y lo apretó.

Ahogándose, Kaiphas cayó de rodillas.

– Aquí ahora – la voz era profunda y diabólica cuando Jaden saltó de la oscuridad. Aterrizó sobre sus pies en frente de Kaiphas antes de que le diera una patada en el culo.

Incapaz de hablar por la presión que todavía envolvía su garganta, Kaiaphas se enfrentó a la misma cara del mal. Ni humano, ni demonio ni dios, Jaden había nacido del primer poder.

Al-Baraka. El había estado entre los Altos Poderes y el Reino Demoníaco.

Jaden inclinó la cabeza como si estudiara al demonio tendido ante él.

– Kaiaphas…-dejó que el nombre rodara de su lengua. En una latito de corazón, lo supo todo acerca del demonio. Su pasado y su cuestionable futuro.

– ¿Por qué me has despertado?

– Necesito tu ayuda.

Jaden se rió ante la desesperada súplica.

– Claro, la necesitas. Dime que me darás por mis servicios.

– Tres vírgenes sin bautizar.

El bufó ante el demonio. ¿Qué es esto? ¿La edad media? ¿Tres?

– ¿No es suficiente?

Eso dependía de las vírgenes…

Y sus habilidades. En estos días y época, las vírgenes podían ser más promiscuas que las putas del pasado.

– Quizás- siseó Jaden cuando sintió que su brazo se quemaba en respuesta a la cinta que comprimía a Kaiaphas-. ¿Te atreviste a llamarme mientras tu señora te convoca?

– Yo-yo…

Jaden lo fulminó.

– Vete, gusano. Cuando la luna se alce una vez tendrás mi respuesta.

El demonio se desvaneció instantáneamente.

Jaden permaneció allí en la fría calma bajo el abrigo del roble, poniendo sus oídos en el tiempo y espacio. Levantó la cabeza para oler la sangre que corrompía el aire a su alrededor.

Volviéndose, vio el cuerpo de una mujer de veintitantos años. Sus ojos sin vida estaban fijos en el horror.

Fue a ella y se arrodilló ante ella.

– Duerme en paz, pequeña -susurró él, cerrándole los ojos.

Esta era una muerte más que innecesaria. Strike Uno contra el demonio.

Jaden se detuvo cuando captó algo en el viento. El árbol le susurraba, diciéndole todo lo que necesitaba saber. Kaiphas no era el único que sabía de él.

Había otros…


Xypher permanecía sobre el frío suelo de madera cuando oyó respirar a Simone. Se había quedado dormida hacía una hora mientras Jesse estaba en su habitación, poniendo los discos demasiado altos. No sabía como Simone podía dormir con todas las Alteradas Imágenes que sonaban una y otra vez, pero al contrario que él, ella parecía inmune.

Por supuesto, él se había acostumbrado a no dormir. En el Tártaro, parte de su castigo era que alguien le golpeara cada vez que cerrara los ojos para descansar.

– Xypher…

Él se tensó ante la susurrante llamada. Era una profunda voz de barítono mezclada con un agudo acento demoníaco.

Era una voz que no había oído en siglos.

– ¿Jaden?

El Lord Demonio apareció ante la puerta cerrada en una posición agachada.

– ¿Sal? -Jaden se rió. Se puso en pie, caminando hacia la ventana y se lamió el dedo. Su sonrisa se congeló cuando levantó y se llevó el dedo índice a la boca, probó la sal que habían puesto allí.

– Sé que no has estado intentando dejarme fuera con esto.

– Igual que yo. ¿Cómo es que estás aquí?

Jaden no respondió mientras caminaba a la cama donde Simone continuaba durmiendo sin darse cuenta de que uno de los más poderosos entes en la existencia estaba lo suficiente cerca para tocarla.

– Es bastante bonita. ¿Es tu ofrenda?

Tuvo que morderse la furia para no invitar a Jaden a una muerte instantánea.

– No.

– Esa fue una rápida negación. ¿Por qué me buscas, demonspawn?

Como si no lo supiera ya. Pero si había una cosa acerca de Jaden, era que él siempre quería que hablases de tus necesidades.

– Iba a convocarte mañana.

– A la luz del día soy débil-chasqueó él- ¿Qué trato deseas hacer esta vez?

– Necesito recuperar mis poderes y quiero a la humana.

Jaden arqueó una ceja. Se volvió hacia Simone y le acarició la cara.

– Humana…

Los celos estallaron en su interior de tal manera que contenerse era todo lo que podía hacer para no apartar a Jaden de ella. Pero eso sería un error fatal, especialmente ya que necesitaba la cooperación de Jaden.

– Un Daimon nos vinculó y no puedo hacer lo que necesito mientras estemos unidos. Necesito tu ayuda. Tengo que ser libre y desbloquear mis poderes.

Jaden se volvió hacia él.

– Mi ayuda tiene un precio. Ya lo sabes. Ya me lo has pagado una vez.

Xypher quería maldecir ante el recuerdo.

– ¿Es esto digno de ello? -preguntó Jaden.

– Estoy seguro que sabes la respuesta.

– Te lo advertí.

Verdaderamente, lo había hecho. Eso fue lo que atascó con fuerza la garganta de Xypher. Jaden le había dicho en aquel momento que tales tratos rara vez funcionaban. Si sólo le hubiese escuchado.

Jaden se acercó a él.

– Conoces la ley, Xypher. Tienes que darme algo por mis servicios.

– No tengo nada con qué pactar.

– Entonces estás malgastando mi tiempo -Jaden se desvaneció.

– ¡Espera! -lo llamó Xypher- Dime que aceptarías.

Jaden se solidificó una vez más. Su mirada fue a la cama donde estaba Simone.

La sangre de Xypher se volvió fría.

– Ella no.

– ¿Cuánto deseas tu venganza?

– Más que nada.

La mirada de Jaden era dura e implacable.

– Hay una mujer mayor en esta ciudad. Su nombre es Liza. Es propietaria de una tienda de muñecas en Royal Street. En su cuello, lleva un amuleto verde. Tráemelo y te liberaré de esos brazaletes.

– ¿Qué hay de mis poderes?

– Serán completamente restaurados tan pronto tenga mi amuleto.

Xypher no podía creer que hubiese pedido tan poco por ese servicio.

– ¿Eso es todo?

– Créeme, es bastante.

El alivio lo traspasó. Hasta que Xypher recordó algo.

– Una última cosa.

Los ojos de Jaden brillaron al igual que sus colmillos en la oscuridad.

– Pides mucho, demospawn- pero tan rápidamente como vino, su temperamento se fue- Pero me siento generoso…

– Necesito encontrar un espíritu. Su vida acabó por un gallu y su alma parcialmente robada. ¿Sabes donde puedo encontrar su alma y cuerpo?

– Por supuesto.

– ¿Me dirás donde?

– ¿El precio?

Xypher se trasladó al tocador donde Simone tenía una copa de estilo medieval de peltre. Manifestó un cuchillo en su mano antes de cortarse y dejar que la sangre cayera en la copa.

– Necesitas alimentarte. Te daré mi sangre -Desde que era un demonio y un semidios, la sangre de Xypher era mucho más fuerte que cualquiera que Jaden pudiera encontrar en la calle.

Jaden se lamió los labios cuando sus ojos se oscurecieron hasta ennegrecer. Xypher había tenido razón, la criatura estaba hambrienta.

– Trato -la voz de Jaden estaba empañada de necesidad. Xypher le tendió la copa.

Jaden la tomó y vació el contenido de un trago. Una delgada línea de sangre corrió desde la esquina de su boca. Él se la limpió con un dedo antes de lamerlo para limpiarla

– La sangre del maldito. No hay nada más dulce.

– ¿Qué hay de Gloria?

Él chasqueó sus dedos y su fantasma apareció instantáneamente a su lado.

Ella frunció el ceño confundida.

– ¿Dónde estoy?

– A salvo, mi dulce. A salvo.

– ¿Y su cuerpo? -preguntó Xypher- Hay que liberarlo del control de los gallu.

– Me ocuparé de él y te lo dejaré en el césped. A menos que quieras que apeste en la casa…

– No, y no lo dejes en el césped para asustar a los inocentes vecinos. ¿Puedes dejarlo en el callejón donde murió?

Jaden le tendió la copa.

– Eso te costará un poco más.

Xypher apretó los dientes antes de acceder.

Sonriendo, Jaden inhaló el olor de su sangre antes de beber otro trago.

– ¡Ew! -dijo Gloria, arrugando la cara- Eso es asqueroso.

Jaden le dedicó una fría sonrisa.

– También lo son las salchichas y los caracoles, pero tú has comido parte de eso, ¿no es verdad, humana?

Ella no respondió.

Jaden dejó la copa vacía en la mesilla de noche de Simone. Pasó su dedo alrededor del borde, recolectando la sangre sobrante. La lamió de la yema de su dedo antes de hablar.

– Volveré mañana a la noche. Ten el amuleto para mí -miró a Simone- De otra manera vas a estar muy triste… y la mujer incluso más.

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