Simone saltó cuando el teléfono en su bolsillo sonó rompiendo el incómodo silencio entre ellos. Sacándolo del bolsillo, contestó para encontrarse a Julián al otro lado de la línea.
– Siento molestarte, Simone. Pero ya que ha regresado mi esposa, nos preguntábamos si querrías que te devolviéramos el coche.
– Eso sería fabuloso. ¿Estás seguro de que no será demasiada molestia?
– En absoluto. Sólo dame la dirección y nosotros lo llevaremos allí.
– Oh, espera, tú no tienes las llaves de mi coche.
Él se rió por lo bajo.
– Confía en mí, no será un problema.
¿Cómo podía olvidar que estaba hablando con un semidiós?
– En ese caso, muchísimas gracias.
Aliviada de conseguir que le devolvieran su vehículo, Simone le dio la dirección, después colgó. Finalmente algo iba bien. Eran casi diez horas después, pero más vale tarde que nunca.
Se incorporó en la cama.
– Supongo que tenemos que traer el colchón de la cama de Jesse y colocarlo en el suelo para ti.
Xypher retrocedió para darle a ella espacio para moverse alrededor del cuarto.
– ¿Por qué lo harías?
– Para que tengas un lugar cómodo donde dormir esta noche.
Su ceño se hizo más profundo.
– No necesito un colchón.
¿Hablaba en serio? No había manera en que fuera a dejar que un hombre extraño durmiera en su cama, especialmente no uno que se viera tan bien como él. No confiaba en ninguno de los dos para mantener las manos en ellos mismos.
– No puedes dormir en el suelo. Hace frío.
Él arqueó una ceja ante su tono indignado.
– He estado durmiendo sobre tierra helada durante setecientos años. Por lo menos tus suelos están limpios y no hay nada corriendo sobre ellos que me muerdan mientras duermo.
Le dolió el corazón ante la descripción que le dio. Por su expresión, podía decir que no bromeaba ni exageraba.
– ¿Qué hiciste para que te condenaran?
Él apartó la mirada.
Simone se acercó a él lentamente de modo que pudiera mirarle y tocarle el brazo. Medio esperaba que maldijera y la empujara.
No lo hizo.
Xypher no podía respirar cuando se quedó mirando fijamente en esos curiosos ojos avellana que quemaban su alma. Ese toque, combinado con esos ojos, lo debilitó.
Todo lo que él quería hacer era tirar de ella a sus brazos y sentir su suave consuelo.
Si sólo fuera tan sencillo. Pero no lo era. Sus heridas no podían ser aliviadas tan fácilmente. Demasiados siglos de abuso lo habían dejado vacío. Él dejó escapar un profundo suspiro antes de responder su pregunta.
– Permití que alguien me utilizara.
– ¿Te utilizara cómo?
¿Cómo podía él explicar lo de Satara a alguien que no tenía idea de una criatura tan maliciosa y fría? Había veces cuando ni siquiera él entendía la naturaleza de su complicada reacción.
– Ella me hizo adicta a sus emociones y usó esa adicción para controlarme. Pensé que la amaba y que tenía que hacer cualquier cosa para hacerla feliz.
Simone inclinó la cabeza.
– Cualquier cosa, ¿huh? ¿Qué te pidió que hicieras?
Él vaciló para contárselo todo. No había necesidad de que supiera el monstruo que había sido.
– Me encargué de sus locos enemigos por ella. Hice que se volvieran unos contra otros y contra sus propias familias. Ellos mataron violentamente a otras personas y entonces se suicidaron.
Parpadeó ante los recuerdos que todavía lo acechaban. Hombres que había forzado a pelear por ninguna otra razón que la de hacer feliz a Satara.
– Créeme, me gané mi condena. Nunca la he esquivado. Los Destinos no lo permitirían. Pero yo no debería haber sufrido sólo en el Tártaro. Puede que yo cometiera las muertes, pero Satara las encargó.
Simone intento entenderle a él y lo que había hecho. Por qué había sido condenado por eso. Pero no importaba cuanto lo intentara, no podía reconciliarse con alguien digno de ser castigado tan severamente.
– Tú dices que los demonios son herramientas de otros. ¿Por qué soportas la responsabilidad de ser fiero por naturaleza?
– Yo no soy sólo un demonio, Simone. Soy un dios. Lo que hice fue imperdonable. Yo no pido ningún tipo de salvación o de comprensión.
No, él sólo pedía venganza,
– ¿Qué te hace tan implacable?
La intensidad de esa mirada la chamuscó. Era vacía y fría y al mismo tiempo tocaba algo en su interior.
– Tienes las agallas de hacerme esa pregunta. Ruega a cualquier dios en el que creas para que siempre permanezcas ignorante.
Él se apartó de ella y camino hacia la ventana.
Jesse vagó de regreso al cuarto, haciéndola preguntarse donde habría estado los últimos minutos. Por otra parte, a Jesse no le gustaban los visitantes en la casa así que quizás hubiese salido a pasear.
– ¿Tienes algo de sal?-preguntó de repente Xypher.
– ¿Sal?
Qué extraña salida de su anterior tema recurriendo a tal original tópico. ¿Qué tenía que ver la sal con nada?
Él comprobó la cerradura de su ventana antes de responder.
– Tenemos que esparcirla alrededor de las ventanas y puertas, o cualquiera cosa que de afuera.
– ¿Por qué?
– La sal es una sustancia pura. Incorruptible. Ningún demonio de sangre pura puede cruzarla.
A Simone le gustaba como sonaba eso, pero tenía una pregunta.
– Tú puedes, ¿verdad?
Él asintió y se volvió hacia la ventana.
– Pero Kaiaphas no.
– ¡Marchando la sal! -Jesse corrió hacia la cocina. Simone no tardó en seguirlo.
Xypher se levantó cuando ella volvió con el salero.
– Esto va a necesitar una alta concentración.
– Por supuesto, usa la que necesites. -Ella le tendió la sal. En poco tiempo tenían todo el apartamento preparado.
– Dios bendiga a Morten’s [6] -dijo ella, cerrando la tapa y devolviendo el redondo contenedor a su gabinete.
– ¿Quién podría imaginarse que esto servía para otra cosa que no fuera cocinar?
Llamaron a la puerta.
Los ojos de Simone se abrieron desmesuradamente cuando una puñalada de terror la atravesó.
– ¿Qué probabilidades hay de que pueda ser Kaiaphas?
– Muy pocas. Él no llama.
– Oh -sintiéndose un poco ridícula por su pregunta, fue a la puerta, sólo para que Xypher la detuviera colocando una mano sobre la puerta para que no pudiera abrirla.
– Cuidado con la sal cuando abras la puerta. Si la empujas, no nos hará ningún bien.
Buena advertencia.
– Gracias-ella abrió cuidadosamente la puerta para encontrarse allí a Julián.
– Hola -sonrió él-. Te dejé el coche en frente. Sólo quería que lo supieras.
Ella le devolvió la sonrisa.
– Muchas gracias por esto…y por todo. Realmente lo aprecio.
– No hay problema -él miró más allá de ella a donde estaba Xypher- Me alegra verte de pie y cerca. Nos llevamos un susto por un momento cuando te desmayaste. Nada igual que una batalla con un demonio a la caída del sol para sentirse vivo, ¿verdad?
– Si tú lo dices -Xypher le tendió la mano a Julián- Aprecio tu ayuda.
Julián le estrechó la mano.
– No hay de qué… especialmente cuando los chicos no están alrededor. Buenas noches.
– Buenas noches -Simone cerró la puerta de golpe, entonces se giró para mirar a Xypher. Estaba asombrada por lo que él había hecho. Estaba fuera del carácter del demonio que quería pincharle para asegurarse que no habían poseído su cuerpo. Sin embargo, no iba a ser suicida.
– ¿Realmente acabas de darle las gracias?
– Sí. Sé que lo encuentras difícil de creer, pero soy capaz de ello.
– ¿De veras?
Él pareció desconcertado por su comentario.
– ¿Por qué te burlas de mí?
Ella se encogió de hombros.
– Eres bastante burlón.
– Igual que una cobra- dijo Jesse maliciosamente mientras fingía acariciar una serpiente invisible-, aquí, reppie, reppie. Aquí, reppie, reppie. ¡Ow! -Se llevó la mano al cuerpo y la abanicó- ¡Me mordió! -Entonces empezó a espumar por la boca y a sacudirse antes de caer al suelo- Me mató.
Simone dio un paso hacia su espasmódica forma.
– Eres tan raro, Jesse.
Él levantó la cabeza para mirar después de ella.
– Yo no soy el que bromea con la cobra, idiota. Esa eres tú. Mr. Spicoli pidiendo pizza en la clase de Mr. Hand. Detén la locura, hermana. ¡Detenla! [7]
Xypher dio un paso hacia él y Jesse se levantó rápidamente.
– Voy a escuchar unos álbumes de Duran Duran. Nos vemos después -Jesse se desvaneció.
Simone se frotó las cejas en un lento círculo antes de moverse a masajear sus sienes, intentando disipar algo del dolor de cabeza que le había empezado. Volvió al dormitorio para depositar su bolso y llaves sobre el tocador.
– Menudo día. Perseguida por un demonio, amenazada por licántropos, abundantes experiencias cercanas a la muerte, cuerpos mutilados… Me mareo sólo con pensar lo que quizás traiga mañana.
Xypher lanzó una mirada malhumorada hacia la habitación de Jesse.
– Si tenemos suerte, un médium que ayude a Jesse a encontrar esa luz y entrar en ella.
Simone jadeó ante su seco comentario.
– Oh, dios mío, ¿Eso es una broma? -riendo, se acercó a él-¿Realmente has hecho un verdadero chiste?
Xypher estaba completamente encantado por el sonido de su melódica risa cuando ella caminó frente a él. Sus ojos brillaban con calidez y humor. Era tan vibrante y viva que quería alcanzarla y tocarla.
No. Quería besarla…
Ese conocimiento lo atravesó. Era un Phobotory Skotos. Ellos prosperaban causando temor en otros. Pero estando allí, ahora mismo, mirándola, quería quitarle la ropa y probar cada parte de su cuerpo hasta que se corriera en sus brazos gritando su nombre.
Ardía con una necesidad tan fuerte y fiera, que realmente lo asustaba. Su cuerpo duro como el acero, rogando por acercarla y probar esos tentadores labios que bromeaban, pero jamás se burlaban de él.
A Simone la quemó el calor de la mirada de Xypher. Era electrizante. Desgarradora. Era tan fiero y complejo. Tan aterrador, y al mismo tiempo quería tocarle. Era una compulsión igual a mirar un animal salvaje enjaulado que sabías podía destrozarte con sus garras. Incluso así, esto contenía tanta belleza que lo único que podías soñar era hundir tu mano en esa suave piel y sentirlo ronronear contra ti.
Pero ese no era el hombre frente a ella. No estaba segura de si alguna mujer podía domarle lo suficiente para domesticar ese hermoso cuerpo. Él no parecía haber bajado sus defensas lo suficiente para permitir a una intimar con él.
Simone podía contar con una mano el número de hombres con los que había estado… y a todos ellos los había conocido durante mucho tiempo antes de quedar con ellos. Incluso mucho más antes de que les diera la bienvenida a su cama.
Nunca ni una sola vez había encontrado un hombre que la calentara así. Realmente quería atraerlo a ella y arrancarle la ropa desnudándolo antes de probar cada suculenta pulgada de él.
¿Qué estaba mal con ella?
Él era detestable y odioso. Aterrador y amenazante.
Y el cuerpo más sexy sobre dos piernas.
Sus ojos se oscurecieron cuando inclinó la cabeza hacia la de ella. Corre, Simone, corre…
No podía. En cambio, abrió la boca para recibir uno de los más calientes besos que había probado jamás. Al principio no la tocó. Sólo sus labios se deslizaron sobre los de ella, probando y acariciando.
Un fiero gruñido escapó de él antes de que acunara su cara en las manos y profundizara en la muchacha a un nivel estático.
Xypher respiró su esencia, permitiendo que se derramara sobre él. Cuando sus lenguas se movieron, él probó su humanidad, su espíritu. Más que nada, probó su pasión. Esto lo quemó, haciendo que le dolieran lugares que ni siquiera sabía que pudieran dolerle a un hombre. Pero la necesidad de dolor que lo sorprendió era más de uno en su condenada alma.
Por primera vez en siglos, no se sentía como un demonio. Se sentía como un hombre.
Así es como te consiguió Satara…
Ese pensamiento cayó sobre él igual que un baño de hielo. Jadeando ante la verdad, se apartó. La ira lo envolvió haciéndolo sentir nuevamente estúpido. ¿Y por qué? ¿Por un fugaz momento de placer?
¡Idiota!
Un momento de bendición no compensaba una eternidad en el infierno. Y ni siquiera Simone.
Ella era una humana. Nada bueno podría salir estando con ella. Él pertenecía al mundo inmortal y ella vivía en uno con sus reglas y cortesía. No había manera de que ella entendiera jamás quien y qué era él.
Simone no podía respirar cuando vio una multitud de emociones pasando sobre la cara de Xypher. Confusión, remordimiento, tormento, pero la única que la impactó era la amarga rabia.
– ¿Qué ocurre?
– Mantente alejada de mí -su voz era un salvaje gruñido que reverberó a través de la habitación.
– Tú me besaste a mí, no al revés.
Él se rió con sorna.
– Nunca dije que fuera estúpido. Obviamente. Si tuviera cerebro, no hubiera caído en las mentiras que me condenaron -él se volvió y empezó a alejarse.
Él maldijo cuando alcanzó el umbral.
– Ni siquiera puedo alejarme de ti -Echando la cabeza hacia atrás, fulminó el techo con la mirada- Te odio. Hades, bastardo -un músculo palpitó de furia en su mandíbula cuando se volvió hacia ella-Preferiría que me golpearan antes que estar retenido aquí de esta manera.
Bueno si eso no la pinchaba directamente en el centro. ¡Cómo se atrevía!
– No me daba cuenta que era tal fastidio para ti.
– Estás en mi camino, ¿no es así?
Ella cerró las manos en puños levantándolas a continuación y extendiendo sus dedos ante él como si le echara mal de ojo.
– Desearía que tú hubieses sido el único que estuviera mudo. No, devuélvelo. Me alegro de que no lo estés. Por que cada vez que empiezo a pensar en que eres un buen tipo o te gusto, tú abres esa boca tuya y me recuerdas que no lo eres así que gracias. Ahora, ¡Lárgate! -Lo empujó a través de la puerta.
Xypher abrió la boca para hablar, pero antes de que pudiera, le cerró la puerta en las narices y le pasó el pestillo. Entonces trasladó su cómoda al umbral, sólo para asegurarse que no pudiera abrir la puerta. Satisfecha, se inclinó contra la cómoda y se cruzó de brazos. Una ligera llamada sonó en la puerta.
– ¿Simone?
– Vete. Lejos -ella añadió un silencioso “idiota” al final de esa frase.
– No puedo. Moriremos si lo hago.
– Entonces puedes quedarte ahí en el pasillo hasta que me calme- eso era inmaduro, pero incluso así esto hacía que se sintiera mejor. Se lo merecía.
Eres tan infantil.
Quizás, pero algunas veces la inmadurez estaba llamada a serlo. Esta era una de esas veces.
Xypher se pasó una mano a través del pelo mientras luchaba por la urgencia de usar sus poderes para desintegrar la puerta. Podía sentir su sensación de satisfacción y esto lo molestó incluso más.
Incapaz de dejarla tener la última palabra, se manifestó justo en frente de ella.
Ella lo fulminó furiosa.
– ¡No, no lo harás!
– No puedes mantenerme fuera.
– Eres tan estúpido -Ella levantó las manos para forzarlo a retroceder, pero en el instante en que lo tocó, algo dentro de él se destrozó.
La atrajo contra sí y la besó con cada confusa emoción que sentía disminuir dentro de él. Mareado por ello, la sujetó contra la cómoda que había usado para mantenerle fuera. Cerrando los ojos, sintió cada pulgada de su cuerpo presionado contra el de él. Sus pechos eran suaves contra su pecho. Su respiración dulce y dando la bienvenida cuando el hueso de su cadera se rozó con la parte de él que estaba hinchada y dura y rogando por la suave parte de su cuerpo.
Simone no podía pensar correctamente con él besándola de esa manera. Sus manos se sentían tan bien vagando por su cuerpo mientras sus lenguas danzaban. Ella no había sido protegida en tanto tiempo… casi había olvidado la sensación de unos brazos fuertes a su alrededor. La esencia de un hombre mientras su barba le arañaba la piel.
Esto era el paraíso.
Y todo lo que ella quería hacer era tumbarse sobre él y cabalgarlo hasta que ambos estuvieran rogando piedad.
– Apártame, Simone -le dijo al oído, su voz rasgada
– ¿Es eso lo que quieres?
– No -gruñó él-, quiero desesperadamente estar dentro de ti. Quiero tu esencia sobre mi piel cuando pruebe cada parte de tu cuerpo hasta emborracharme de él.
Ella se estremeció. Ahora mismo, eso era también todo lo que ella quería. Pero ellos eran extraños y él era un demonio condenado.
Demonio, Simone… demonio.
Poniendo sus manos sobre sus hombros, ella lo apartó.
– No te entiendo.
Xypher se mordió una ácida réplica. En verdad, él no se entendía ni a sí mismo. No más de lo que entendía por que quería estar con ella con tantas ganas como tenía.
¿Morirías por mí? La voz de Satara lo asedió desde el pasado.
Y así lo hizo. Había dado su vida por ella y ella se había reído mientras él moría.
No se había sentido atraído por una mujer desde aquel día. Hasta ahora.
Acunó la cara de Simone en sus manos e inclinó su barbilla hasta que se encontraron sus ojos.
– Si tu amaras a alguien, ¿Harías que muriera por ti?
La confusión oscureció su mirada.
– ¿Qué?
– Responde la pregunta. Sí o no. ¿Harías que alguien a quien amaras muriera por ti?
– Toda mi familia se ha ido… ambas, en la que nací y la que me adoptó. Vivo con el temor de perder a cualquiera que tengo cerca. Diablos no, Xypher. Nunca le pediría a nadie que muriera por mí.
La alegría que esas palabras le trajeron a él era increíble.
– ¿Morirías por alguien a quien amaras?
– Por supuesto, ¿Tú no lo harías?
Xypher retrocedió cuando recordó el día en que lo habían arrastrado y matado. ¿Lo haría otra vez?
Él bufó ante la idea.
– Las personas no valen tu vida. Ese es un precioso regalo, y en vez de apreciarlo, se burlan de ti por sacrificarla. Deja de ser ingenua.
Simone se sobresaltó cuando se dio cuenta de lo que estaba diciendo. Alguien que había amado lo había traicionado. No le extrañaba que quisiera venganza.
– No todo el mundo despilfarra el amor, Xypher. Mi padre no se burló de mi madre cuando ella murió. Él se apenó más que nadie que jamás haya visto. Tanto que se suicidó cinco meses después.
Ella dirigió la mirada a la foto sobre el escritorio de ella con su madre, padre y hermano. Había sido tomada un mes antes de sus muertes. La felicidad en sus caras la perseguía a veces, y la confortaba en otras.
Esta noche la confortaba.
– Mi padre solía decir que la vida es lo que tú haces de ella. Hoy es el primer día del resto de nuestra vida. No puedes cambiar el pasado, pero el futuro no está escrito en piedra. Puedes efectuar un cambio allí. Sigue hacia delante sin odio o amor. Sigue adelante con propósito.
Él se volvió a ella tan rápido que ella jadeó.
– ¿Qué has dicho?
Ella intento recordar.
– Que hoy es…
– Eso no. La última parte.
Le llevó un Segundo recordar.
– ¿Sigue hacia delante?
– Sí. ¿Dónde lo has oído?
– Era algo que siempre decía mi padre. ¿Significa algo para ti?
Él bajó la mirada al escrito sobre su brazo.
– Es sólo un viejo dicho de los demonios Sumerios. Es casi como un grito de batalla que usaban. Nunca antes había conocido a un humano que lo usara.
Ella tocó el intrincado grabado que no podía leer.
– ¿Eso es lo que está escrito aquí?
– En parte.
– ¿Y el resto?
Él apartó el brazo lejos de ella.
– Esto es un recordatorio de lo que he tenido que pasar. Un recordatorio para no fracasar hasta que haya probado sangre.
– Xypher…
– ¡Simone! -la voz de Jess llenó la habitación antes de que entrara corriendo a través de la pared -¡Tienes que ver esto! -él cogió el cordón de las persianas y las abrió.
Simone trastabilló contra Xypher ante los helados ojos rojos fijos en ella.