Después de haberla visto enseñar a sus estudiantes, Xypher estaba aún más impresionado con Simone de lo que había estado antes.
– Es bueno que no seas un demonio.
– ¿Por qué?
Cogió sus portafolios y libros mientras ella abandonaba el laboratorio y se los llevó de vuelta a su despacho.
– Con tu conocimiento de la anatomía humana, serías aterradora… y mortal.
Ella se burló:
– Soy bastante inocua.
– Si, no cuadra con lo que vi. Me parece recordar que lanzaste a ese Daimon al suelo y le hiciste sentirlo. Por cierto ¿Dónde aprendiste a hacer eso?
– Clases de defensa personal. Tate insistió, y estuve de acuerdo. Si vas a hacer mi trabajo, necesitas ser capaz de manejarte alrededor de criaturas dominantes.
Puso los ojos en blanco ante su evidente ataque. Lo extraño era, que en realidad no le importaba. Se iba acostumbrando a sus bromas, y de hecho, las disfrutaba.
– Ya sabes… pensándolo bien, hay un par de demonios a los que estaría encantado de ver como les diseccionas.
– Si uno de ellos es tu hermano, estoy de acuerdo. Es un ogro repugnante.
– No tienes ni idea. Sencillamente da gracias por no haberte criado con él alrededor, golpeándote. Bloodletting Mayhem [9] debería haber sido su segundo nombre.
– Vaya, lo siento.
Se encogió de hombros. No había realmente nada que decir. Kaiaphas era un demonio. Causar dolor a aquellos que tenía a su alrededor estaba en su naturaleza.
Abrió el despacho, lo condujo dentro, después cogió los libros de sus manos y los guardó en su sitio.
– Anoche me dijiste que hoy íbamos a convocar a algo malvado. No es que yo quiera precipitar mi fallecimiento o algo así, pero, ¿seguimos contando con ello?
– No.
– ¿No? ¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
– El gran malvado se mostró anoche en tu casa y lo alimenté con mi sangre.
Le echo una amonestadora mirada.
– Realmente desearía que dejaras de bromear sobre esto antes de que yo no vuelva a dormir de nuevo.
Probablemente él también debería, pero por la razón que fuera no pudo resistirse.
– Bueno, la sangre no era la única cosa que quería. También me pidió que le hiciera un favor.
Una duda espantosa estaba grabada en sus cejas cuando ella se giró hacia él.
– ¿Pidió?
Cruzó los brazos sobre el pecho.
– ¿Y quién es ese personaje que se asemeja al Padrino cuya dudosa petición implica tal carga?
– Es llamado por muchos epitafios. Al-Baraka, el Cambista. Kalotar, el Convocador. Corazón de demonio. Katadykari, el Condenado. Pero, según algunos su verdadero nombre es Jaden.
– ¿Y Jaden es un demonio?
Xypher contestó con una evasiva.
– No es exactamente seguro.
Ladeó la cabeza como si tratara de solucionar un rompecabezas que nunca nadie había solucionado con anterioridad.
– ¿Cómo es que no sabes lo que es?
– Fácil. Jaden no es muy confiado o hablador. Sabemos convocarlo, y sabemos que saca poderes de la fuente elemental del universo, pero nadie sabe como lo hace. Quién es, si es que es alguien, si responde, de dónde viene o a dónde se desvanece. Es un enigma total.
– Estoy confusa. Entonces, ¿por qué lo convocaría alguien?
– Simple. Jaden puede y haría cualquier cosa sin conciencia, prejuicio o vacilación. Y quiero decir realmente cualquier cosa. Si estás dispuesto a pagar su precio y cargar con las consecuencias del trato, puede concederte cualquier sueño que hayas tenido alguna vez, no importa cuán imposible pueda parecer.
Simone frunció el ceño.
– ¿Qué es? ¿Satán?
Xypher sonrió diabólicamente.
– No. Lucifer hace tratos con humanos. Jaden canjea con la fuente para los demonikyn.
– ¿Demonikyn?
– Demonios parientes y amigos. Los humanos y los otros pueden llamarlo, pero si no eres un engendro demoníaco, no contestará. Esto quiere decir que se necesita tanto sangre humana como de demonio para convocarlo. De nuevo, nadie sabe por qué.
Parecía que se lo tomaba mucho mejor de lo que había pensado.
– ¿Y bebe sangre?
Xypher asintió con la cabeza.
– ¿Entonces eso lo convierte en un vampiro?
– Sale a la luz del día. Pero, como un demonio, en ese momento es más débil. Parece tener los poderes de un dios, pero sin adeptos. ¿Cómo le llamarías?
– Yo no le llamaría nada que no le hiciera delirantemente feliz.
Xypher sonrió.
– Ves, sabía que eras una mujer sabia.
Simone no estaba tan segura de esto. Este Jaden todavía le sonaba una barbaridad como el diablo. La idea de que había estado en su casa y bebido la sangre de Xypher la hizo querer invitar a un sacerdote para que la purificara.
– ¿Y cuál es ese favor que tenemos que hacerle?
– Ver a una mujer en Royal Street que trabaja en una tienda de muñecas.
Aquello le cayó como un golpe en el estómago.
– ¿Quieres decir a Liza?
Xypher se quedó pasmado.
– ¿La conoces?
Simone asintió con la cabeza.
– Es amiga mía y de Tate desde hace mucho tiempo. La conocí en el pasado cuando yo era una niña. Adoro su tienda. Es realmente guay.
– ¿Podemos ir ahora?
Comprobó su reloj.
– Tengo una clase por la tarde, así que deberíamos tener tiempo. ¿Estás seguro de que no vas a hacerle daño?
– Sí. Jaden quiere un collar que ella tiene. Ese es el asunto. Una vez que tenga el collar nos quitará nuestros brazaletes.
Simone soltó un sonido de disgusto.
– No puedes ir por ahí robando cosas, Xypher. Eso está mal.
– Y no puedo decirle a Jaden no, una vez que el trato está establecido. Por la razón que sea, quiere ese amuleto. Se lo prometí, y Jaden no es una criatura con la que no cumples tu palabra. Confía en mí, ninguno de nosotros viviría el tiempo suficiente como para lamentarlo. ¿Por qué crees que no acudí a él desde el principio para quitarnos los brazaletes? Jaden es siempre el último recurso.
Esto no cambiaba una cosa, era amiga de Liza.
– Júrame que Liza no saldrá lastimada.
– Tienes mi palabra, Simone. No le haré daño.
Hubo un instante en el que dudó de él, pero rápidamente lo aplastó. Xypher nunca había sido otra cosa que honesto con ella en todo momento. Confiaría en él en esto, pero si se equivocaba…
Jaden sería el menor de sus problemas.
Agarró su bolso, y lo condujo de vuelta al pasillo.
Xypher trató de no pensar en lo que podría ser el amuleto para que Jaden hiciera ese trato para conseguirlo. Normalmente el demonio que quería el trato, hacía un ofrecimiento, y Jaden lo aceptaba o rechazaba.
Para Jaden elegir el pago…
Esto hizo sonar la alarma dentro de él, pero el tener sus poderes completamente restaurados y desprenderse de esos brazaletes le dio valor. Al menos eso esperaba. Por todo lo que sabía, el amuleto podría desatar a la Destructora Atlante, al Dimme, o cualquiera de los numerosos desastres.
Deberías haber pedido una aclaración.
Sí, vale. Como que Jaden habría contestado. El ente no contestaba a nada. Nadie que valorara su existencia le preguntaba.
Simone entró en su coche y esperó a que Xypher se uniera. Estaba extrañamente tranquilo, lo que le preocupó.
– ¿Qué es lo que no me estás contando?
– Que podríamos estar poniendo fin al mundo por hacer esto.
– ¿Esto es un chiste?
– Dios, así lo espero.
No tenía claro si debería animarlo o no, condujo hacia la tienda de Liza. Puesto que la carretera estaba cerrada en ese momento del día al tráfico, aparcó en Toulouse, y anduvieron dos manzanas por Royal hasta que llegaron a “Boutique Dream Dolls”. El ventanal estaba lleno de reproducciones de muñecas antiguas de niña y Barbies hechas por encargo diseñadas por Liza.
La madre adoptiva de Simone la había traído durante la Navidad del primer año que la habían adoptado y le habían comprado la muñeca de porcelana que todavía conservaba en el tocador de su casa. Incluso ahora Simone recordó el aspecto que tenía Liza el primer día en que se conocieron. Por aquel entonces su pelo era moreno y sus ojos brillaban con calor y bondad.
– Qué niña tan hermosa. Elige una muñeca, cariño, y haremos que sus ojos se parezcan a los tuyos.
Liza se había comido sus galletas y el té mientras ella cumplía con aquella promesa. Este fue un sentimiento que siempre logró reproducir cada vez que Simone la visitaba.
Sonriendo, empujó y abrió la puerta verde azulada y entró en la tienda.
Había una mujer joven de pelo rubio que estaba de pie, detrás del mostrador de cristal que se encontraba lleno de ropa de muñeca y piezas.
– Hola, ¿qué hay? -saludó Simone -. ¿Está Liza por aquí?
Antes de que la mujer pudiera responder, Simone oyó un grito feliz desde la trastienda.
– ¡Simone, mi muñeca de porcelana! ¿Cómo has estado? -Liza salió de detrás de la cortina y se acercó a ella con una sonrisa gigantesca.
Simone la abrazó fuertemente.
– Hace demasiado desde la última vez que estuve aquí.
– ¡Como si no lo supiera! -Se retiró. Miró a Xypher, y la sonrisa palideció en su cara-. Tú eres antinatural. -Su voz fue apenas un susurro cuando dijo aquellas palabras.
Xypher levantó las manos.
– No estoy aquí para hacerte daño.
Los ojos de Liza se oscurecieron con la sospecha mientras retrocedía y se giraba hacia la muchacha de detrás del mostrador.
– ¿Beth? ¿Por qué no te tomas un descanso para almorzar, cielito?
Beth alzó la vista con el ceño fruncido.
– Es un poco temprano. ¿Estás segura?
– Sí, por favor. Yo tengo que recoger la tienda.
Beth dejó el suéter para muñecas que había estado doblando.
– De acuerdo. ¿Quieres que te traiga algo de vuelta del Deli?
– Un sándwich de ensalada de pollo. Asegúrate de coger el dinero de la caja registradora.
Beth sonrió mientras obedecía.
– Un Liza especial marchando. Te veo en un ratito.
Esperó hasta que la muchacha se hubo ido antes de hablar de nuevo. Por primera vez, había una tremenda hostilidad en sus ojos cuando miró a Xypher.
– Apestas a muerte.
Simone se quedó boquiabierta.
– ¿Cómo sabes que él está muerto?
– Es un oráculo, como Julián -le explicó Xypher-. Puede sentir la realidad que desafía la existencia normal.
Liza asintió con la cabeza.
– Y no puedes tener aquello por lo que estás aquí. No te dejaré.
– Si sabes lo que necesito, entonces sabes por qué lo necesito. También sabes que puedo tomarlo de ti, y no hay nada que puedas hacer para detenerme.
Simone se colocó entre Xypher y Liza.
– Salvo que yo puedo y no dejaré que le hagas daño.
Este no era el Xypher sensible con quien bromeaba. Este era el mismo Xypher que la había empujado dentro del coche.
– Noble. Estúpido, pero noble. -La penetrante mirada letal fue por encima del hombro de ella hasta Liza-. Si no lo consigo, Simone será la que pagará el precio. Así lo dijo Jaden.
Liza lo fulminó con la mirada.
– ¿Por qué harías un trato con el diablo? -Apenas las palabras habían abandonado sus labios cuando sus ojos se abrieron de par en par por la comprensión.
– Exactamente.
Simone frunció el ceño.
– ¿Qué?
– Nada-dijeron al unísono.
Liza vaciló antes de sacarse el amuleto verde de debajo de la camisa y alzarlo sobre su cabeza.
– Mi familia lo ha protegido del mal durante nueve generaciones. No puedo creer que después de todo este tiempo sea yo la que se lo esté entregando a un demonio. -Cerró sus dedos alrededor de él-. ¿Sabes lo que esto hace?
Xypher sacudió la cabeza negando.
– Lo pones sobre el corazón de un dios y esto le paraliza, a él… o a ella.
Xypher frunció el ceño ante sus palabras.
– ¿Por qué lo quiere Jaden?
– Obviamente tiene a un dios al que quiere inmovilizar. La pregunta es a cuál y por qué.
Si. Esa era la pregunta. Dependiendo del dios, aquello podría hacer una grieta de enorme importancia en el universo.
– ¿Afectará a los demonios?
– No. Lo cual es una maldita vergüenza.
– ¿Por qué? -preguntó Simone.
– Porque hay cuatro de ellos actualmente esperándolos fuera de mí tienda.