CAPÍTULO 12

Simone estaba todavía tratando de orientarse mientras volvía a su dormitorio, pero era difícil. Todo parecía tan amplificado ahora. Cada ruido perforaba su oído. Las luces eran increíblemente brillantes, y podía oír el latido del corazón de Xypher compitiendo con el suyo. Era todo muy desconcertante.

Xypher estaba a su lado, y la estaba sujetando. Necesitaba su fuerte brazo para sostenerse. Pero el olor de su piel era obsesivo. También la hacía sentir hambrienta de su sabor, de una manera en la que nunca había querido a un hombre antes. Era casi como si fuera otra parte de ella. Una que era más valiente, más seductora…

Más hambrienta.

– ¡Simone!

Alzó la mirada mientras Jessi venía corriendo a la habitación a través de la pared.

– ¡Estás levantada! ¡Estás levantada! -Corrió hacia ella como un exuberante perrito.

En el pasado cuando solía hacer eso, corría a través de ella. Hoy, golpeó contra ella tan fuerte que Simone tropezó.

– ¿Qué…?

Xypher le echó una mirada entre mitad divertida, mitad diabólica.

– Puntos extra para tus nuevos poderes. Ahora puedes darle una bofetada cuando te ponga de los nervios.

– ¿Puedo tocar a Jesse? -Respiró las palabras, tratando de entenderlas completamente.

Girándose, se encontró con la mirada sorprendida de Jesse. En todos esos días, nunca habían sido capaces de tocarse. La mano le temblaba, la levantó para colocar los dedos contra su frío cuello.

Era sólido.

Jesse era real para ella. Podía tocarle…

Lágrimas inundaron los ojos de Jesse mientras posaba su mano sobre la de ella. Sollozando mientras las emociones la abrumaban, Simone le empujó a sus brazos y le sostuvo cerca.

– ¡Puedo tocarte!

Xypher cruzó los brazos sobre el pecho mientras la emoción perforaba su corazón como un cuchillo. No tenía razones para estar celoso de un chico fantasma punk y del modo en que ella le tocaba…

Quería arrancarle la cabeza a Jesse.

– Desearía haber podido tocarte así cuando eras pequeña, -suspiró Jess-. Todas esas veces que llorabas, todo lo que podía hacer era mirar y tratar de animarte haciendo muecas.

– Lo sé, Jesse. Lo sé.

Xypher odiaba admitirlo, pero era la manera en que se tocaban el uno al otro, y se dio cuenta de que los celos que sentía no eran porque otro hombre estuviera sosteniendo a Simone. Era el amor entre ellos dos, del uno por el otro.

Eran una familia.

A través de las duras y las maduras. No importa el qué, esos dos habían estado juntos y lo harían durante toda la eternidad. Nunca habría traición. Ninguna traición. Sólo querían amarse y ayudarse mutuamente.

Nadie le había amado nunca así. Y ellos no lo harían.

Ni una sola vez había sido tocado por una mano amante. De repente, se sintió como un intruso. Peor, no se sentía merecedor de ser testigo de algo tan prístino.

Dolorido por dentro, se giró y se encaminó a la cocina.

Simone sintió el aire conmoviéndose. Miró más allá de Jesse para ver a Xypher saliendo de la habitación. Había un aura de tal tristeza a su alrededor que le hizo sentirse dolida por él.

Se apartó de Jesse.

– ¿Va algo mal?

– No estoy segura. -Se alejó de su mano y siguió a Xypher para ver que había pasado.

– ¿Xypher?

Él se detuvo en el mostrador para mirarla. Sus apuestos rasgos eran estoicos, pero ella podía sentir la confusión interior.

– ¿Está todo bien?

Asintió.

– Estupendo. No quería miraros baboseándoos el uno al otro. Arruinaba mi apetito.

Si sólo ella creyera eso. Ahora entendía lo que él había querido decir más temprano sobre sus poderes. Tal incongruencia entre lo que sentía y veía era extremadamente desconcertante.

Se acercó a él.

– ¿Por qué estás herido por dentro?

– No estoy herido, sino hambriento. Deberías aprender a notar la diferencia. -Señaló el frigorífico sobre su hombro con el pulgar-. ¿No es la hora de comer?

Sacudió la cabeza mientras se daba cuenta de que estaba cambiando de tema. Algo le había hecho sentirse incómodo, y en vez de tratar con ello, quería comida.

Bien, podía arreglárselas con eso. Pero no era tonta.

– He dejado algo de ensalada de atún. Podemos hacer sándwiches.

– Me vale.

Simone sacó el pan.

– ¿Por qué no coges el recipiente del frigorífico por mi? Es el contenedor claro con la tapa blanca.

Jesse se les unió mientras ella cortaba las rebanadas de pan.

– ¿Sabías que Gloria estaba estudiando psicología?

Simone sonrió.

– No, ¿Cómo podría saberlo?

– Cierto, has estado fuera haciendo cosas con Xyper… volviéndote una demonio y todo. Actualmente Gloria, es una persona realmente estupenda, una vez que deja de burlarse de mi música.

Simone estaba perpleja por su súbito cambio de carácter hacia Gloria.

– Me burlo de tu música también, Jesse.

– Sí, pero también bailas conmigo. -Adoptó una pose de Michael Jackson-. Just beat it, beat it, beat it [10]-. Sin pensarlo, la golpeó.

– ¡Jesse! -dijo juguetonamente- estoy intentando hacer la comida.

– Está bien, pero después, ven a despertarme antes de irte y “walk like an Egyptian [11]”.

Simone gimió y sonrió al mismo tiempo.

Jesse le sopló un beso.

– Ahora, me voy a ver a mi mujer. -Se marchó lentamente a la parte trasera de la casa.

Simone se rió de él, especialmente desde que Gloria se había convertido ahora en su mujer.

– Jesse, -dijo alegremente-. ¡No eres lo bastante mayor para una cita, chico!

– Soy mayor que tú. Y al menos no voy a citarme con un asaltacunas que es más anticuado que yo por varios siglos -Su incorpórea voz hizo ecos en la cocina.

– Pero recuerda que ahora puedo abofetear tu cabeza…

– Punto para ti, ahora sal y déjame sola. Estamos comparando ectoplasmas.

No quería tocar a alguien con una pieza de ganado de treinta pies. Sacudiendo la cabeza, volvió a preparar sándwiches.

Xypher le dio la ensalada de atún.

– ¿Cómo es?

– ¿Qué?

– Tener a alguien que te conoce tan bien. Alguien con quien puedes bromear y compartir burlas. He visto a la gente hacerlo en sueños, pero nunca tan cerca antes. Hay una calidez dentro de ti cada vez que Jesse está alrededor. Incluso cuando te molesta, te agrada en otro nivel.

Simone se detuvo para mirarle. Pobre Xypher, no tener ni idea de lo que la amistad significaba.

– Es bueno. Hay mucho que decir sobre tener gente a tu alrededor que no están tratando de arruinarte. Gente que sabe como reír y que no están celosos. Desafortunadamente, esas relaciones son algo difíciles de encontrar.

– A veces son imposibles.

Ella asintió.

– La gente es complicada. Las emociones son complicadas. Explícame cómo puedes amar y odiar a alguien al mismo tiempo.

– Odi et Amo.

Ella frunció el ceño.

– ¿Qué?

– Es un viejo poema latino escrito por Catulo. “Amo y odio”. Habla sobre esas cosas. Lo escribió para una mujer a la que adoraba y despreciaba.

– Sí, ¿ves? Eso justamente está mal, ¿verdad? ¿No amarías u odiarías pero no los dos al mismo tiempo?

– Pero tú y Jesse no os odiáis.

– No, nunca lo haremos. Y estoy agradecida por eso. No es fácil vivir con alguien día sí y día no sin querer estrangularlo. Pero Jesse, nunca me molesta realmente. -Cortó los sándwiches y los colocó en platos.

Xypher miraba la forma en que sus manos se movían mientras trabajaba. Había tanta gracia en ella. Tanta belleza. Él siempre había sido torpe. Pero ella no.

Mientras ella alcanzaba una bolsa de patatas fritas, el teléfono sonó. Le echó una ojeada antes de responder.

– Hey, Tate. ¿Qué pasa? -Le entregó las patatas a Xypher-. Bien, estaremos justo allí. -Cortó la llamada.

– ¿Otro asesinato? -Realmente no quería preguntar ya que había oído la discusión por el teléfono.

Ella asintió.

– ¿Cuánta gente matará una Dimme?

– ¿Honestamente? Ha sido remarcablemente circunspecta.

Simone estaba horrorizada.

– ¿Cómo puedes decir eso? Éste es el tercer cuerpo.

Xypher se encogió de hombros.

– Fueron creados para ser asesinos indiscriminados. El hecho de que no haya cuerpos apilándose por todas partes es un milagro.

– ¿Estás seguro de que es una Dimme, entonces?

– El chico que murió… apostaría mi vida en ello. Gloria… quizás, quizás no.

Simone consideró eso. Si la Dimme no había matado a Gloria, entonces ¿quién lo hizo? No, tenía que ser el mismo asesino. No quería ni siquiera considerar el hecho de que podía haber más de ellos ahí fuera.

– Necesitamos llegar hasta la última víctima. Coge los sándwiches y los comeremos en el coche.

Lo hizo, y rápidamente cogieron los abrigos y salieron de la casa.

Simone maldijo mientras se daba cuenta de que no tenía coche…

Lo habían dejado en Toulouse cuando habían ido a la tienda de Liza.

Estaba volviéndose hacia Xypher cuando captó algo extraño en el viento. Era un ligero olor a almizcle… No era familiar. Levantando la cabeza, inhaló profundamente tratando de identificarlo, luego se avergonzó de lo que había hecho.

– No soy parte perro ahora, ¿verdad?

Xypher rió.

– No, pero tus glándulas olfativas, como todo lo demás, son más sensibles. Puedes oler un espectro más ancho que antes. Por esa razón, querrías evitar Bourbon Street.

– Gracias. Por un minuto, tuve miedo de que me fuera a volver alguna clase de lunática oledora de entrepiernas.

Él aspiró bruscamente.

– Sabes, es la erección más rápida que he tenido nunca.

Simone hizo una pausa mientras se daba cuenta de que ahora podía sentir la dolorosa pesadez de su ingle.

– Sí, -dijo, su voz una octava más profunda-. Es normal, también.

– No estoy segura de que me guste esta renovación mía.

– Confía en mí, nena. Te va a gustar el sexo demoníaco mucho más que el humano. Puedo mostrarte cosas que harán que tu cabeza gire como la de Linda Blair [12].

Le echó una mirada indignada.

– Esa no es forma de meterse en mis bragas, Xypher. ¡Ew! Malas imágenes.

Antes de que Xypher pudiera responder, el olor se intensificó. Simone se giró para ver a un hombre alto y rubio a comienzos de la veintena viniendo hacia ellos. Algo en sus rasgos le recordó a Dev del Santuario.

– Licántropo.

La palabra salió como un bajo gruñido.

Xypher asintió.

– Los demonios se tienen una antipatía antinatural los unos de los otros. Puede ser superada, pero no es fácil. Los Were-Hunters son una rama de sus primos Daimon, que es el por qué estás sintiendo esa ráfaga de adrenalina que te hace querer atacarle. Es tu instinto proporcionándote un estímulo extra en caso de que tengas que luchar.

El hombre se detuvo mientras les miraba. Ladeó la cabeza como si pudiera sentirles de la misma manera que podían sentirle a él.

– ¿Peltier? -llamó Xypher.

Fue hacia ellos lentamente, midiéndoles con cada paso.

– Kyle. Soy el más joven.

Xypher estrechó su mirada sobre él.

– ¿Qué estás haciendo aquí?

– Estaba visitando a un amigo.

Xypher no estaba seguro sobre eso. Pero claro, la sospecha era su segundo nombre.

– Eres un Katagaria en forma humana durante las horas de luz… como es que…-Paró mientras entendía.

Los Katagaria eran animales que podían tomar forma humana. Durante la luz del día, especialmente mientras eran tan jóvenes como este Were, estaban relegados a su forma animal hasta que el sol se ponía.

Kyle Peltier era más de lo que parecía.

– Ha sido agradable encontrarte, Kyle, -dijo Xypher secamente-. Dale recuerdos a Carson.

– Lo haré. -Dijo Kyle antes de dirigirse por la calle hasta donde una moto Ninja esperaba. Montó y arrancó sin mirar atrás.

– ¿Qué no me estás contando? -Preguntó Simone.

– No estoy seguro. Es una sensación extraña… -Pero no podía situarla. Sinceramente, se sentía como un Dimme, pero no tenía sentido. Si el Dimme era algo como sus primos Gallu, ella habría estado buscando en lugares oscuros durante las horas diurnas. No aquí fuera en casa abiertas y definitivamente no estaría cerca de un Katagaria.

Tan pronto como la Dimme hubiera captado el olor, habría salido corriendo.

Sacudió la cabeza para aclararse. Tenía que estar imaginando cosas.

Empujando esos pensamientos fuera, se volvió hacia Simone.

– Ok, tengo todos mis poderes intactos. No sé adónde vamos, pero tú si ¿correcto?

– Sí.

Bien. Iba a mostrarle como transportarse a través del cosmos con sus poderes. Con un poco de suerte, no acabarían en Alaska.

– Piensa en el lugar a donde vamos. Imagínalo perfectamente en tu mente.

Ella lo hizo.

Xypher la envolvió en sus brazos y cerró los ojos. Un instante después, estaban en las sombras de un callejón. Oía a la policía hablando entre ellos, vio al fotógrafo y a Tate moviéndose alrededor de un cuerpo cubierto.

Echó una ojeada alrededor para asegurarse de que no serían vistos antes de solidificarse.

Una lenta sonrisa se extendió por la cara de Simone.

– ¿He podido hacerlo yo sola?

– Podrás hacerlo. Pero llevará un montón de práctica. Y sé cuidadosa haciéndolo. A veces tus ropas se quedan atrás.

Su cara palideció.

– Eso sería increíblemente malo.

– Para ti, si. ¿Para mí? Se me pone la piel de gallina. -La barrió con una mirada caliente que encendió su sangre.

Pero no le dejaría saberlo.

Sonriendo ampliamente, malvadamente, le dio un sándwich, luego se dirigieron hacia Tate quien les miraba desde donde estaba situado el cuerpo.

Tate frunció el ceño ante su comida.

– ¿Comer en la escena de un crimen?

Haciendo una mueca ante la salpicadura de sangre en las paredes de alrededor y a la sangre en la calle, Simone le devolvió el sándwich a Xypher.

– No voy a comer.

Tate la miró boquiabierto.

– Uauh, finalmente eres sensible. Jamás supe si esa parte estaba en ti.

Simone estaba sorprendida también. Siempre había estado orgullosa de no ponerse enferma en las escenas de crímenes. Pero el olor de la sangre seca era fétido para su nariz. El color era una sombra más profunda de lo normal. Era casi como si pudiera saborear la sangre y marearla extremadamente.

A Xypher por otra parte no le afectaba en absoluto.

– Así que, ¿qué tenemos? -preguntó ella, respirando profundamente así no perdería la dignidad.

Tate dejó salir un largo y cansado aliento.

– Bien, su cabeza está perdida así que no creo que tengamos que preocuparnos por si se levanta y anda otra vez. Esto no es Sleepy Hollow.

Xypher frunció el ceño.

– ¿Sleepy Hollow?

Simone sacudió la cabeza.

– Una famosa historia sobre un jinete sin cabeza que cazaba víctimas.

– Eso es enfermo.

Simone arqueó una ceja.

– ¿Eso lo dice un demonio que come en la escena de un crimen?

– Tengo hambre. Deberías estar agradecida de que coma el sándwich y no carne o la sangre de alguien. Puedo hacerlo, lo sabes.

– Sí, -dijo Tate despacio-. Vamos a intentar evitar volver loco a más servidores públicos.

Simone trató de concentrarse.

– ¿Cuáles son los datos?

– No estamos seguros. Parece como una lucha de alguna clase de demanda y obviamente nuestro chico perdió.

Xypher se movió alrededor de la escena mientras hablaban.

Simone miraba la forma en que Xypher estudiaba los patrones de sangre como si pudiera imaginar exactamente la manera en que la lucha se había desarrollado. Cuando se acercó al cuerpo, uno de los oficiales le ahuyentó.

Ella se acercó lentamente.

– ¿En qué estás pensando?

– Quiero ver el cuerpo.

Ella fue y lo descubrió, luego se estremeció mientras el olor la golpeaba con toda la fuerza. Maldición, nunca iba a acostumbrarse a estos nuevos sentidos.

Xypher asintió antes de acabar el sándwich.

– Es lo que pensaba.

Estaba tan despreocupado. Lo menos que podía hacer era compartir lo que sabía.

– ¿Qué es?

– Una muerte trofeo.

Simone intercambió una mirada perpleja con Tate. No le gustaba el sonido de eso.

– ¿Qué quieres decir con “muerte trofeo”?

– El cuerpo es un mensaje de un demonio de un clan para otro. “No nos jodas”.

Tate sacudió la cabeza negando.

– Eh, eh, eh, ¿de qué estás hablando?

Xypher señaló el cuerpo con el pulgar.

– Mejor hazle tú la autopsia, Tate, porque no era humano y un humano va a alucinar cuando abran su cuerpo y encuentren que sus órganos internos no están dónde y cómo se supone. Es un Caronte… -Volvió a echar una mirada al cuerpo-. O era un Caronte.

Tate levantó las manos con frustración.

– ¿Qué infiernos es un Caronte?

– Un Demonio, -dijo Xypher como si estuviera hablando con un imbécil

– ¿Estás seguro? -Preguntó Tate.

– Sí. Los Gallu no mueren así. Cuando un demonio gallu muere, se desintegra como un Daimon. Los Daimons se desintegran como un Daimon. Los humanos que son asesinados por los gallu se convierten en zombies. -Señaló hacia atrás al cuerpo bajo la lona-. Y los Carontes mueren como los humanos. Sus cuerpos permanecen intactos para el entierro.

Tate frunció el ceño.

– Pero ¿Cómo sabes que es un Caronte y no un humano?

– Su piel es azul.

Esta vez Tate se burló en voz alta.

– Los humanos se vuelven azules cuando mueren.

– Su piel no se vuelve de mármol cuando se vuelve azul.

Eso desinfló un poco a Tate.

– Asumí que era un cuerpo pintado.

– No, es una pintura genética con la que ha nacido y recorre toda su capa epidérmica. El señor Caronte obviamente se perdió en el sitio equivocado. -Señaló a las paredes a su alrededor donde la sangre había salpicado tan alto como veinte pies desde el suelo-. Le doy crédito, luchó bien. Puedes oler su sangre y la de sus atacantes.

– ¿Plural? -Preguntó Tate.

Xypher asintió.

– Tres de ellos. Diría que le tendieron una emboscada y le dejaron para que fuera encontrado y el resto de su clan viera el cuerpo y tuviera miedo. O dependiendo de qué raza de Carontes, su clan atacara y empezara una guerra general entre ellos.

Tate exhaló un largo suspiro antes de mirar a Simone.

– Hombre, es como tener a uno de esos rastreadores de las viejas películas del Oeste de la década de los treinta. ¿Qué más sabes, Tonto [13]?

– Bien, déjame contarte lo que no sabía.

– ¿Y es?

– Que había Carontes sueltos en el mundo humano. Así que volviendo a la muerte trofeo… ¿Por qué? ¿Quién quería el gallu que viera esto?

Un estremecimiento bajó por la espina dorsal de Simone.

– Quizás es un mensaje para nosotros.

– No. Estarían aterrorizándonos. Esto… -Hizo un gesto otra vez a la gran cantidad de sangre-…es sobre territorios. -Volvió a mirar a Tate-. Tus chicos tienen a un clan Caronte viviendo aquí y ahora tienes a uno de gallus. Y si no se hace algo, Nueva Orleáns estará atrapada en un fuego cruzado.

– Y solamente tenemos tres, -dijo Tate amargamente-. Me haces querer irme a casa, arrastrarme hasta la cama con mi mujer, y sólo esperar, ¿verdad?

– No realmente, -dijo Xypher-. Me hace desear haber estado aquí para luchar con ellos. Me gustaría irrumpir en el escondite de los gallu.

Simone ignoró eso.

– Así que estamos buscando a un hambriento Dimme y a un clan de Carontes.

– Sí.

Aunque no le gustaba el concepto de eso, Simone asintió.

– ¿Alguna idea de por dónde los Carontes podrían pasar el tiempo?

– Así de pronto, diría algunos lugares no demasiado lejos.

Tate ladeó la cabeza.

– ¿Por qué dirías eso?

– Bien, si vas a enviar un mensaje a alguien, no dejas el mensaje en un lugar donde no lo verán. Lo pones en algún sitio obvio. -Miró alrededor a los edificios que los rodeaban-. Lo cual quiere decir que los Carontes están cerca de aquí.

Otro estremecimiento bajó por la columna de Simone.

– ¿Cuán peligrosos son estos Carontes?

Xypher se encogió de hombros.

– Depende de cuan sociables se hayan vuelto y cuan enfadados estén. Obviamente, han estado ocultándose aquí bajo tus narices sin que nadie lo supiera.

Tate se burló.

– Bien, esto es Nueva Orleáns. Un montón de mierda freaky para por aquí.

Un oficial se aproximó.

– Hemos buscado por todas partes la cabeza del pobre chico. Creemos que quienquiera que le haya matado debe de habérsela llevado. ¿Piensas en vudú, Doc?

– Estoy pensando algo, Sam. He terminado con el cuerpo. Envolvedlo tan pronto como tus chicos tengan lo que necesiten y acabaré en el laboratorio.

– Ok.

Tate caminó hacia ellos.

– Gracias por la ayuda. Voy a hacer tanto papeleo como lo normal. Si a vosotros chicos se os ocurre algo más, hacédmelo saber.

Simone se giró hacia Xypher, quien estaba paseando. El viento agitaba su pelo, atrayéndolo hacia los ojos. El demonio dentro de ella estaba ahora más atraído por él que la mujer que había sido. Había un nuevo lado sensual en ella que no había estado allí antes.

Le permitía entenderle mucho mejor. Los poderes dentro de ella tenían hambre, pero no sabía de qué. Era como un dolor físico.

Como si hubiera sentido sus pensamientos, él se giró en su dirección. La intensidad de su mirada la chamuscó.

Y fue entonces que olió lo mismo que él…

Antes de que pudiera moverse, Xypher estaba allí, moviéndose más rápido que cualquiera pudiera ver.

– Tus ojos están rojos, -susurró, poniéndose entre ella y los oficiales que todavía investigaban la escena.

Se enfrió ante sus palabras.

– ¿Qué?

– Tus ojos han cambiado. Necesitas reconocer cuando pasa para que puedas evitarlo.

– ¿Cuán malos parecen?

Miró hacia abajo, hacia ella. En vez de azul, su iris era blanco, ribeteado en rojo.

– Parecen como estos.

Ella se encogió.

– ¿Qué puedo hacer?

Los ojos de Xypher volvieron a ser azules.

– Actúa como si tuvieras algo en un ojo, y te alejaré de los humanos.

Inclinando la cabeza, cerró los ojos y se frotó el derecho.

– No me gusta esto, Xypher.

– Lo sé. Pero te acostumbrarás a las evidencias físicas y luego tendrás más control sobre tu parte demonio.

Ella hizo una mueca de dolor.

– No quiero ser un demonio.

– Yo tampoco, pero no podemos evitar quienes o qué fueron nuestros padres, ¿verdad?

Sus palabras fueron duras y la picaron.

– Mi padre amaba a mi madre, -dijo defensivamente.

Él se burló de ella.

– Has visto a que se parece un gallu en su forma demonio. Te hace preguntarte que clase de mujer podría sentirse atraída por eso.

Simone todavía quería defender a sus padres. Los había amado completamente.

– Se conocieron en un bar cuando mi madre estaba en la universidad.

El frunció el ceño.

– ¿Qué?

– Es lo que mi madre me contó una vez. Trabajaba como camarera cuando mi padre entró y empezaron a hablar.

Xypher se detuvo mientras recordaba lo que Jaden le había contado sobre sus padres.

– Debía de haber estado allí vigilando a su víctima. Era una casualidad que no matara a tu madre mientras estuvo allí.

– Mi madre dijo que fue amor a primera vista. Tan pronto como lo vio, supo que era diferente de los otros hombres… Me hace preguntarme si sabía exactamente cuan diferente era. ¿Crees que le contó a ella que era parte demonio?

– No lo sé, Simone. Lo creerías, pero eso era un infierno de secretos. Puedo ver fácilmente porque no se lo contaría.

También ella. Por ejemplo, ¿cómo le contaría a alguien alguna vez lo que era? ¿Quién, aparte de Tate y Xypher, la creería?

Él se detuvo en la acera.

– Mírame.

– ¿Están mejor mis ojos?

Asintió.

– Mantén el control de tus emociones, y ayudará.

Ella tragó. Él hizo que sonara mucho más fácil de lo que era. Por el amor de Dios, ¿ Si lo hacía durante las clases? Nunca creerían que eran efectos especiales instantáneos.

– Estoy asustada por esto, Xypher. Si alguien averigua que soy un demonio, lo perderé todo.

Él puso las manos en sus brazos y los frotó confortablemente.

– Estarás bien. Te lo prometo. Pero ¿puedes imaginar el miedo que tu padre debió de haber tenido cuando decidió estar con tu madre? Tuvo que abandonar todo y a todos los que conocía. Zafarse de los grilletes como hizo… El amor debió haber sido fuerte.

– ¿Qué quieres decir?

– Tu padre era un demonio vinculado, Simone, con un maestro al que servía. Cuando esto ocurre, tu maestro te posee completamente hasta que cumples cualquier contrato que tenga sobre ti. Si escapas a esa vinculación antes de cumplir el contrato, es una sentencia de muerte. Tu padre sabía eso y aún así huyó.

– Para estar con mi madre.

Xypher asintió. No podía imaginar lo que el padre había estado pensando o de qué clase de contrato había huido. Era…

Hizo una pausa mientras un olor llenaba su nariz. Inhaló profundamente antes de que sus ojos destellaran a rojo.

– ¿Qué es, Xypher?

– Caronte.

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