Xypher se despertó con la sensación más extraña de su existencia. Una mujer acurrucada contra él. Se quedó en silencio, tendido de costado, tan solo sintiéndola contra su columna. El brazo izquierdo de ella estaba acomodado sobre su cintura, y el muslo acomodado entre los de él. La mejilla reposaba sobre su hombro y su aliento le hacía cosquillas en la piel.
Cerró los ojos, saboreando cada matiz de su cuerpo contra el suyo. ¿Era así como se sentía ser humano? ¿Acaso los hombres tomaban esto a la ligera?
¿Cómo podían? Tener a alguien que confiara lo suficiente en ti como para reposar inconsciente a tu lado mientras tú hacías lo mismo, y ambos despertaban ilesos…
Esto era el paraíso.
No, Simone lo era.
¿Por qué no había nacido humano? Hubiera nacido en esta época para poder así estar con ella. El hecho de que no fuera posible era aún más cruel que la tortura que había soportado en el Tártaro. Quería internarse en ella y quedarse allí para siempre.
Pero no estaba destinado a suceder y por mucho que soñara no cambiaría el hecho de que una vez que este aplazamiento terminara, él estaría de regreso en el infierno, donde los recuerdos de ella lo torturarían para siempre.
¿Cómo haría para soportarlo?
Con su corazón hecho trizas, se giró lentamente para no lastimarla. Ella se quejó en sueños, hasta que se movió y le pegó con el codo en la nariz.
– ¡Ouch!- Él se frotó el tabique de la nariz y pestañó para contener lágrimas involuntarias.
– Voy a hacerte pagar por eso, – le susurró contra la piel.
Retirando el cobertor miró su cuerpo desnudo. Sus curvas exuberantes y llenas, sus pezones ligeramente arrugados, sus labios encendidos e inflamados, y sus piernas ligeramente apartadas. Lo suficiente para que él pudiera ver que aún estaba húmeda. Era la perspectiva más incitante que él hubiera contemplado en su vida.
El ceño volvió al rostro de ella antes de que cogiera la sábana para cubrirse y se volviera para esconderse en ella.
Xypher se rió. Ella era realmente gruñona por la mañana. Toda esa palabrería de comenzar el día con un propósito. Más bien lo comenzaba con un puchero. Divertido, se inclinó para mordisquear la parte inferior de su pecho.
A Simone la despertaron los pequeños lametones que causaron que su estómago se contrajera y su cuerpo se derritiera. Abriendo los ojos, vio a Xypher observándola con tanta intensidad que le quitó el aliento.
– ¿Qué estás haciendo?
– Te estoy lamiendo, -le dijo, antes de introducir un pezón profundamente en su boca,-no hay manera de que este tan cerca de ti sin tocarte. Además, estás en deuda conmigo, por mi reciente contusión.
Ella se frotó los ojos.
– ¿Reciente contusión?
– Mi nariz. Me golpeaste mientras dormías.
– No lo hice.
– Estás en lo cierto. En realidad, me golpeaste la nariz con el codo.
Ella le apartó el pelo de los ojos y le tocó la nariz, que le había golpeado accidentalmente.
– Oh, por dios. Creo que tendré que besarte la herida y compensarte.
Su mirada fue malvada y cálida mientras se trepaba sobre su cuerpo.
– Tengo otra herida que precisa de tus besos.
Ella miró entre sus cuerpos para ver su erección.
– Mmm, parece una herida bastante grande, ¿no crees?
Xypher la besó, su corazón desbocado por la forma en que ella lo provocaba con malicia. Él realmente adoraba lo novedoso de la acción.
La gente le temía. Él los enfurecía.
Nadie jamás había reído o jugado con él.
Y en ese momento fue donde llegó a la conclusión más impactante de todas.
La amaba.
Muy profundamente, en un lugar que nunca antes había mirado, él sentía ese amor arder. Le quemaba y le dolía, y haría cualquier cosa en el universo y tal vez más, para mantenerla a salvo. Ese conocimiento lo ensalzó.
Y lo aterrorizó en lo más profundo de su alma.
¡No! La negación lo recorrió como un bramido. No quería amar a nadie. El amor era para los tontos descerebrados.
Echando un vistazo a su brazo leyó las palabras que había grabado ahí…
Es un arma usada para manipular y arruinar a quien sea lo suficientemente estúpido para albergarla. No seas estúpido.
El amor destruye.
Le había entregado su amor a Satara y ella se lo había arrojado en la cara y lo había atacado por su estupidez. Pero Satara jamás lo había tratado de esta manera. No había habido risas. Ni besos cariñosos. Nada de sonrojos matutinos y caricias que lo enternecieran hasta lo más profundo de su corazón.
Y a pesar del horror de su reciente descubrimiento sobre Simone, estaba el conocimiento de que en realidad, él nunca había amado a Satara. Había tenido tantos deseos de conocer el amor que había retorcido el concepto para adecuarlo a una relación en la que no tenía cabida.
Esta vez el amor lo había sorprendido y lo había aporreado en la cabeza de la forma más inesperada. Esas emociones lo tomaron por sorpresa, no fueron conjuradas por alguna carencia que él tuviera.
Cuando conoció a Simone, y la empujó dentro de su coche, ella no era más que un títere.
Ahora, ella era su mundo.
Y no había nada que no fuera capaz de hacer por ella. ¿Cómo demonios había pasado eso? Sí, no había forma de negarlo. El insignificante impostor, que no había sido querido por nadie, le había entregado su corazón a una humana misafy…
Simone gimió al sentir un cambio en el toque de Xypher. Era tierno y dulce. Casi reticente.
Y al mismo tiempo era dominante. Sus manos vagaban por su cuerpo, dándole placer y haciéndola suspirar.
Levantando su mano, le besó los nudillos cubiertos de cicatrices. Luego tomó la punta de su dedo índice en su boca para succionarlo suavemente.
Xypher rodó con ella, colocándola sobre él. Sonriendo, Simone montó a horjacadas sobre su cintura y lo miró con una expresión de ternura.
Él nunca había visto nada tan hermoso o acogedor.
– Ámame, Simone.
– ¿Qué?
– Hazme el amor.
Simone asintió. La necesidad afloraba en los ojos de él. Algo le decía, que para él representaba más que sólo un acto físico. Intentando demostrarle que ella jamás lo lastimaría, lo besó suavemente en los labios mientras se deslizaba sobre él.
Xypher echó su cabeza hacia atrás, mientras ella se movía lentamente contra sus caderas. Era una tortura exquisita. Lenta y constante. Tan feroz, que todo lo que él podía hacer era estremecerse.
Estaba indefenso ante su mujer y sus cándidos encantos.
La luz iluminó su cuerpo, haciéndola resplandecer. Ella se inclinó sobre él, permitiendo que las puntas de su cabello le rozaran el abdomen y pecho, mientras lo montaba suavemente.
Mordiéndose el labio, elevó sus caderas, penetrando más profundo en ella. Necesitando sentirla tanto como fuera posible.
Simone sonrió ante la belleza de Xypher. Recorrió su musculoso pecho con las manos, ahuecando y acariciando la enrojecida carne. No se imaginaba volver a una vida en la que no pudiera ver su rostro todos los días. Eso la mataría.
En un abrir y cerrar de ojos, ella se había acostumbrado a que él fuera una presencia constante en su vida.
No quería que se marchara nunca.
Normalmente, estar rodeada todo el tiempo, la ponía de mal humor. Aún con Tate. Pero Xypher era como Jesse. Aunque pudiera ser fastidioso, era encantador y a ella no le importaba en lo absoluto.
Sus ojos la quemaban, él tomó su mano entre las suyas y se la llevó a la boca para mordisquearle el costado. Dios, esos labios eran hermosos. Inclinándose hacia adelante, ella pasó la lengua sobre la barba de su mentón. Era tan áspero y masculino. Ella adoraba la sensación de picor en la piel.
Xypher la envolvió en sus brazos y elevó las caderas, para acompañar sus embistes.
La calidez de su cuerpo y el tacto de su piel contra la de ella, era más de lo que ella podía soportar. Ella se corrió, mirándolo a los ojos, en un cegador momento de abrasadora paz.
Xypher emitió una risa gutural al sentir su clímax y observar el placer reflejado en sus facciones. Adoraba la forma en que ella se sentía entre sus brazos, la forma en que sus cejas se juntaban un instante antes de que ella se corriera. Y el sonido de sus ronroneos de satisfacción mientras los espasmos contraían su cuerpo contra él.
Enterrando el rostro en su hombro, él jadeó al sentir llegar su propia liberación. Oprimiendo su cuerpo contra ella, la sostuvo muy cerca mientras se liberaba dentro de ella.
Ella se derrumbó sobre él. Él la mantuvo ahí, trazando las líneas de su espalda mientras el aliento de ella caía sobre su pecho.
– Que perfecta forma de comenzar el día.
La besó en lo alto de la cabeza.
– Sí, lo fue.
Simone suspiró satisfecha, estirándose como una gatita recién nacida junto a él.
– Ahora no quiero levantarme. Quiero quedarme aquí en tus brazos por el resto del día… ¿crees que Jesse podría impartir mis clases?
Él se rió entre dientes.
– Creo que verle intentarlo podría ser realmente entretenido.
– Bueno, te pediría que lo hicieras tú, pero eso le quitaría el propósito a mi idea de quedarme aquí… ¿me pregunto si podría jubilarme tempranamente y vivir en las calles? ¿Qué opinas al respecto?
– Vivir en las calles, no creo que funcione. No tendríamos suficiente privacidad para lo que quiero hacer contigo.
Ella sonrió.
– Muy buen punto.
Su reloj despertador comenzó a sonar.
Xypher gruñó ante el ruido ensordecedor.
– Arranca esa cosa de la pared. -Arremetió contra el aparato, pero ella lo desvió rápidamente.
– No te atrevas. Adoro ese reloj despertador.
Él resopló.
– Te apegas a las cosas más impensadas.
Luego de rodar para alejarse de él, Simone apagó la alarma y sonrió ante la certera afirmación. Realmente se apegaba a las cosas más extrañas, y Xypher era definitivamente el más extraño de todos sus apegos.
Él bostezó al tiempo que ella regresaba a la cama.
– ¿Estás segura de que quieres ir a trabajar hoy? Ayer no progresamos mucho en el entrenamiento para disimular tus poderes.
– Bueno, tendré que relacionarme con gente normal eventualmente. ¿Crees que hoy sea aún peor que ayer?
Él le apartó el cabello de los hombros.
– ¿Has aprendido a advertir las señales de tu cuerpo antes del cambio?
– Siento una extraña quemazón detrás de mis ojos antes de que se pongan raros.
– Entonces, no creo que tengas problemas. Cuando sientas eso, sabrás que debes alejarte de la vista del público lo antes posible. Si te sucede en medio de una clase, diles que tienes un virus estomacal y que tienes que correr al servicio.
Ella arrugó la nariz ante la idea.
– Eso es asqueroso.
– Vale, entonces usa gafas oscuras y di que tienes una infección ocular.
Ella le mordisqueó la incipiente barba.
– Sabes, esa idea no está tan mal.
– Por supuesto que las gafas no serán de mucha utilidad cuando te broten cuernos en la cabeza y alas en la espalda, pero…
Ella emitió un chillido.
– ¡Eso no me pasará!
Él sonrió malignamente.
– No. Pero la cara que pusiste valió la pena.
Riendo, ella lo empujó de vuelta a la cama.
– Está decidido, voy a apalearte hasta que lo lamentes.
Xypher se congeló al tiempo que se preparaba para la agresión.
Pero en vez de causarle dolor, ella le hizo cosquillas. A él le llevó varios segundos darse cuenta de sus intenciones. Para cuando lo comprendió, ella hacía un puchero.
– No tienes cosquillas. Vale, eso apesta. -Ella se apartó y cruzó los brazos sobre el pecho, ocultando los senos que el adoraba atormentar.
– Lo siento, -le dijo, intentando animarla. -Si te hace feliz, pretenderé que las tengo.
– No, está bien. Supongo que no se puede tener todo. -Ella se detuvo en el borde de la cama. -Pero tú te acercas bastante.
– ¿Me acerco a qué?
– A ser perfecto. Sólo que tú eres mejor que eso, Xypher. Tú, eres extraordinario.
Xypher se quedó inmóvil mientras ella lo abandonaba para ir a ducharse. No podía respirar, mientras esas palabras se hundían en su conciencia. Ella cree que soy extraordinario…
Nadie jamás, había pensado tal cosa sobre él. Dolor en el culo. Grosero. Violento.
Pero extraordinario…
Esa revelación le sacudió como un golpe en las entrañas.
Al tiempo que se levantaba, Jesse apareció en la puerta con una mirada de consternación en el rostro.
– ¿Cuáles son tus intenciones?
– Levantarme de la cama para ducharme y vestirme.
Los ojos de Jesse se estrecharon.
– Eso no. Me refiero a mi chica. Ambos habéis estado encerrados aquí dentro como dos conejos cachondos durante toda la noche, y antes de que le rompas el corazón, quiero saber si tienes intenciones de hacer las cosas bien con ella. ¿O acaso necesito reclutar algunos demonios para patearte el trasero?
Le gustaría ver a Jesse intentarlo, de hecho pagaría para verlo. Pero a pesar de que le ofendía que el fantasma pensara así, no esperaba menos de Jesse, ya que sólo pretendía proteger a Simone.
– Yo nunca la lastimaría, Jesse. Ni a ti. Pero no puedo quedarme aquí y tú lo sabes, así que no me hagas sentir peor de lo que ya me siento, acerca de abandonarla.
Jesse frunció el ceño.
– Eres un tío bastante decente bajo toda esa fanfarronería, ¿no es así?
– No. Aún soy el mismo bastardo enojado que vendería el corazón de su propia madre para hacerle pagar a Satara. Nada ha cambiado.
– Excepto que tú la amas.
Él tuvo que contener la sorpresa dentro de él antes de traicionarse a sí mismo. No le interesaba facilitarle ese conocimiento ni a Jesse ni a nadie más.
– No sé de qué estás hablando.
Jesse resopló.
– Sí que lo sabes. Puedo sentirlo y tú sabes que puedo.
Y él odiaba eso. Pero no había nada que hacer al respecto. Por lo tanto estrechó su mirada hacia Jesse.
– No te atrevas a decírselo a Simone.
– No te preocupes. No me corresponde. Pero si fuera tú, se lo diría antes de que sea demasiado tarde.
Eso era mucho más fácil de decir que de hacer.
– ¿Qué sabrás tú al respecto?
– Soy un fantasma, Xypher. Pensé que tenía todo el tiempo del mundo, para decirles a las personas lo que sentía por ellas, y para construirme un futuro. Pero en un segundo, el conductor de un camión de cemento bajó la vista para cambiar su estación de radio, zigzagueó hacia mi coche, y en un abrir y cerrar de ojos, lo perdí todo.
Él apartó la mirada, pero aún así Xypher vio el dolor reflejado en sus ojos.
– El último recuerdo que tengo es de mi novia abrazándome mientras la lluvia caía sobre nosotros, mezclándose con mi sangre que se derramaba sobre ella. Me decía que me amaba y me suplicaba que no muriera. Yo no me quería ir.
Su voz se quebró a causa de las emociones que intentaba esconder, pero Xypher las sintió y las vio de cualquier modo.
– Hay tantas cosas que quería decirle, pero los escombros me habían aplastado la tráquea y yo no podía emitir una sola palabra. Intenté con todas mis fuerzas quedarme con ella, pero no estaba destinado a suceder… ni siquiera pude levantar mi brazo para tocarla una última vez.
Su mirada se encontró con la de Xypher.
– Por eso, sí, tengo un mejor entendimiento de tu situación del que tienes tú. He estado ahí, lo he vivido, y aún me carcome por dentro el hecho de que nunca le dije a Julie cuanto la amaba. Me hubiera llevado tan sólo tres segundos. Tres segundos, que ruego a dios, poder recuperar. Piénsalo. -Jesse se desvaneció de la habitación.
Xypher se sentó en silencio al darse cuenta de que para ser un chico, Jesse era mucho más sensato de lo que él hubiera creído. El problema era, que las cosas no son tan simples. ¿De que serviría decirle a Simone que la amaba sino podía quedarse? Tan sólo la lastimaría más y eso era lo último que él quería.
No. Lo mejor era guardarse ese amor para si mismo. Encerrarlo dentro suyo, donde sólo lastimaría a una persona, a él. Lo prefería de ese modo.
Obligándose a salir de la cama, fue a la ducha a unirse con ella.
– No volviste a soñar anoche, ¿verdad?
Xypher pausó su afeitada para mirar a Simone en el espejo.
– ¿Cómo te diste cuenta?
– Lo estuve pensando mientras me duchaba, no estoy segura porqué, pero se me cruzó ese pensamiento. ¿Soñabas cuando estabas en el Tártaro?
– No. Hades me quitó esa habilidad para que no pudiera usarla como una vía de escape a mi tortura.
– ¿Crees que sea la razón por la que no has soñado aquí?
Él enjuagó la navaja en el lavabo.
– Jaden restituyó todos mis poderes. Debería ser capaz de soñar sin inconvenientes.
Ella se paró a su lado.
– ¿Has intentado soñar?
¿Cómo podría explicarle, que él estaba viviendo el mejor sueño posible, estando ahí con ella?
– En realidad no.
– Tal vez sea eso. Quizá tan sólo necesitas intentarlo.
Cómo deseaba que fuera tan fácil. Habían más razones para que él no estuviera soñando, pero no quería pensar en eso ahora.
En lo único que quería enfocarse era en ella. Él le besó la mano y retomó la tarea de afeitarse.
A pesar de que ya no estaban unidos por las esposas, Xypher pasó el resto del día con Simone. Se dijo a sí mismo que iría tras Satara al día siguiente. Tan sólo quería un día más junto a la mujer que lo hacía reír.
Una mujer que pensaba que él era extraordinario…
Jesse y Gloria se unieron a ellos después de clase, mientras recorrían a pie el Distrito Francés y cenaban en el Restaurante Alpine.
– ¿Has vivido siempre aquí?- le preguntó, mientras caminaban entre las tiendas de Royal Street, de regreso a su apartamento.
Ella sonrió.
– Así es. Excepto por el tiempo que pasé en el hogar para huérfanos luego de que mis padres murieran.
– No mencionas mucho a tus padres adoptivos.
Ella enlazó su brazo con el de él mientras caminaban.
– Carole y Dave. Eran personas maravillosas. Querían hijos propios, pero Carole no había sido capaz de concebir. En un principio, querían adoptar un bebé, pero finalmente se rindieron y decidieron acoger niños mayores. Yo era la menor de los cuatro que adoptaron.
– ¿Entonces tienes hermanos?
– En realidad no. Mis hermanos adoptivos ya se habían marchado de la casa cuando yo llegué. Intercambiamos tarjetas navideñas, pero para ser honestos, somos prácticamente desconocidos. Lo único que teníamos en común eran los O’Learys. Y a ellos sí los extraño un montón. Cada vez que me ponía triste, Carole me llevaba a Fifi Mahoney’s donde me probaba pelucas y jugaba a maquillarme. Ella podía iluminar una habitación entera con su sonrisa.
– También tú.
Ella se detuvo a mirarlo.
– ¿Tú crees?
– Absolutamente.
Simone se conmovió totalmente con su cumplido. Siguieron caminando, con sus brazos entrelazados, bromeando y jugando hasta que llegaron a su apartamento.
– Entonces, ¿qué sucedió con tus padres adoptivos?
Ella inspiró profundamente por la tristeza que le provocó la pregunta. -Murieron en un accidente de coche durante mi primer año de facultad.
– Lo siento mucho.
– Está bien. Pasó hace mucho tiempo, pero me dejó cicatrices profundas. No podía quitarme la idea de que estaba condenada a perder a todas las personas que amara. -Ella sacudió la cabeza. -Hubo un tiempo, en que me levantaba a mitad de la noche para asegurarme de que Jesse aún estaba conmigo.
Xypher respiró hondo. Y ahora, él también iba a abandonarla…
No, jamás podría decirle que la amaba. Sería cruel.
Simone abrió la puerta de su apartamento, y se detuvo al ver que alguien se desplomaba al final del pequeño pasillo. Apresurándose hacia la persona, se sorprendió al encontrarse con Kyle Peltier. Tenía una terrible herida en su estómago. La sangre le salía a borbotones.
Temblando, alargó la mano hacia Xypher y lo cogió por la camisa.
– Los gallus están atacando a Kerryna en su apartamento. Ayúdala. ¡Por favor!
Xypher se enderezó de un salto.
– Llévalo al Santuario.
Simone tragó saliva.
– ¿Qué hay de tí?
– Tengo que unirme a una pelea. Jesse, ve con Simone y asegúrate de que nada le pase. Si me necesita, búscame inmediatamente.