Tate tembló antes de conducirlos a un par de pasos de distancia del cuerpo, donde dos detectives estaban hablando. La última cosa que necesitaban era que uno de ellos oyera por casualidad esta discusión en concreto.
Le hizo una mueca cortante a Xypher.
– Me estoy poniendo todo cálido y mimoso por dentro ante la perspectiva de que estas cosas demonio vaguen por la calle, alimentándose de nosotros. En cualquier caso, ¿de cuántos estamos hablando exactamente?
Xypher estaba completamente indiferente respecto al terror al que se enfrentaban.
– En la actualidad hay siete. Sólo uno se ha escapado al reino humano.
Tate trabó la mirada con Simone.
– Adoro el modo en que dice “reino humano”.
Sí, ella también lo hacía.
– No sé. Yo todavía estoy atascada en la parte de “nos reducen y nos matan”. Y “la muerte camina”. No creo que eso me guste.
Tate resopló.
– Ni a Nialls ni a ti. Estoy seguro de que todavía lo está pasando en grande por todo este asunto. Pobre tipo. Nadie va a creer jamás que no esté loco… -Por la expresión en su cara era obvio que gozaba de un momento le podría pasar a cualquiera.
Sacudiendo la cabeza como si se despejara, Tate volvió su atención hacia atrás, a Xypher.
– ¿Qué quiere el Dimme? ¿Por qué está matando gente?
Xypher se encogió de hombros.
– Los demonios que están interesados en matar por lo general no quieren nada. Sencillamente son así. Te cruzas en el camino del demonio, mueres. Si tiene que alimentarse y estás en el menú, te come. Simple y llanamente. No son fanáticos de los juegos o de segundas intenciones.
Maldiciendo, Tate los trasladó aún más lejos del cuerpo cuando un fotógrafo acudió para tomar fotos.
– Las cosas no matan sólo por matar. Esto no tiene ningún sentido.
– Claro que lo hacen -dijo Xypher en tono seco-. Los demonios fueron creados para ser armas o instrumentos de varias entidades. Tienes al Caronte que sirvió a los atlantes… En realidad, eran una de las pocas razas de demonio que no siempre eran serviciales. Hasta que fueron derrotados y esclavizados, eran los amos de la tierra. Después están los gallu, que fueron creados para luchar contra los Caronte; y las Dimme, que fueron hechas a fin de que si el panteón sumerio era destruido y sus gallu con él, esencialmente se comieran el mundo y vengaran a sus amos muertos. Es lo que hace a la solitaria Dimme tan peligrosa. Todo lo que sabe es cómo matar. -Xypher echó una significativa mirada hacia el muerto del suelo.
Tate no pareció digerir bien las noticias.
– ¿Existen otros demonios en el mundo?
Xypher asintió con la cabeza.
– Cada cultura tiene su propio conjunto de demonios. Pero los que mencioné son con los que te enfrentarás en este asunto. -Xypher inclinó la cabeza hacia el cuerpo-. Es posible que un gallu lo atacara. Pero generalmente, los gallu son un poco más circunspectos. Saben cómo deshacerse de un cuerpo después de matar, o lo conservan para usarlo como zombi con algún propósito, tal como hacer salir a un adversario, o lo infiltran para conseguir más víctimas. Aprendieron hace tiempo que un zombi por lo general vuelve con la familia. Si lo siguen en su regreso, disponen de más alimento.
Tate gimió como si aquel conocimiento le causara dolor.
– ¿Estás seguro?
– A menos que sean renegados. O neófitos. Lo cual es lo que sería la Dimme. Estaría perdida en el mundo moderno y trataría de encontrar su propia tierra. Las Dimme y los gallu tienen una mentalidad de colmena. No les gusta funcionar independientemente. Tanto si es un gallu como una Dimme, deambula por las calles, buscando a otros de su clase y alimento… que sería de naturaleza humana.
De nuevo, Tate maldijo.
– ¿Cuánto tiempo ha estado fuera?
– Unas semanas.
– ¿Y se está alimentando ahora mismo?
Xypher se rió amargamente.
– Tuvo que llegar aquí desde Las Vegas. Imagino que hay otras víctimas a lo largo del camino.
Tate cambió una mirada asqueada con Simone.
– Y en todo caso, ¿cómo es que sabes tanto sobre demonios? -preguntó él.
Los ojos de Xypher destellaron con un brillante y llameante rojo.
– Yo soy uno.
Tate dio un paso atrás, tal como hizo Simone.
Incluso Jesse.
– Um, Sim -dijo Jesse, poniéndose detrás de ella-. Puede hacer esa cosa rara con los ojos porque es un dios, ¿verdad? Sólo se está quedando con nosotros sobre lo de ser un demonio…
Ella quería creerlo. Eso tendría sentido…
Pero cada instinto de su cuerpo le dijo que Xypher no tenía ese tipo de sentido del humor.
Los ojos de Xypher se aclararon volviendo a ese sobrecogedor azul.
– Mi madre era un demonio Sumerio a quien mi padre sedujo y fui criado con su gente, así que tengo un poco más de conocimiento sobre los gallu que la mayoría.
Simone se santiguó. ¿Iba en serio? Y con todo, sabía la verdad. Sólo quería oírselo decir claramente.
– ¿Eres es un gallu?
– Genéticamente hablando, sí. Pero no ansío o subsisto a base de sangre. Bueno, sólo la de mis enemigos.
Él es un demonio…
Simone no sabía por qué esto le era más difícil de aceptar que el que fuera un dios griego, pero lo era. Probablemente, debido a la reputación que tenían los demonios. Recordar que estaba atada a uno realmente no le sentó bien.
Echó un vistazo al cuerpo del suelo y tembló. ¿Habría hecho alguna vez Xypher eso a un inocente?
¿Era esto por lo que lo habían matado y lo habían condenado al Tártaro?
Fue entonces exactamente cuando se dio cuenta de lo poco que sabía sobre la criatura a la que ahora estaba ligada. De lo que era capaz.
¿Cómo había sido puesta su vida en sus manos tan insensiblemente?
Tate hizo un gesto hacia el cuerpo.
– ¿Puedes matar a lo que sea que hizo esto?
Xypher inclinó levemente la cabeza.
– Pero, ¿por qué debería?
Tate se quedó pasmado.
– Para poner freno a la muerte de gente inocente.
Xypher se burló.
– ¿Inocente? Aquel hombre del suelo era un violador y un asesino. Cuando te enteres de su identidad, vas a encontrarte con que se fue de rositas. Te aseguro que yo lo habría dejado muchísimo peor.
– ¿Cómo sabes eso? -susurró Simone.
Él le brindó una mirada tan fría que la heló hasta el fondo del alma.
– El mal conoce al mal, es como nos encontramos los unos a los otros, en caso de las Dimme, como evitas ser desbancado por un adversario más depravado.
Los ojos de Jesse se abrieron con respeto de par en par.
– Wow. ¿Entonces tú eres como el sabueso de Satán?
Xypher le miró divertido.
– Lucifer tiene a sus propios demonios a los que mandar. No soy uno de ellos.
– Gran lección de historia sobre demonios y sus hábitos alimenticios. -aplaudió Tate -. Así que, por curiosidad, ¿qué redacto en mi informe? ¿Ocasional matanza de demonio? Sí. Esto va a leerse realmente bien. -Se giró hacia Simone-. ¿Crees que puedo conseguir un trabajo como empleado de la limpieza con un título de médico?
Ella le acarició el brazo afectuosamente.
– Yo no mencionaría el título. Te haría demasiado cualificado para el trabajo. Pero si te hace sentir un poco mejor, no pienso que vayas a necesitar un trabajo cuando te envíen a Mandeville [5].
– Gracias, Simone. -Su tono era tan seco como el desierto-. Me acordaré de esto la próxima vez que me pidas una carta de recomendación.
– Y yo me acordaré cuando ejerzas de portero en Tulane. Veré si te ayudo a encontrar trabajo.
– ¡Uy! -Tate refunfuñó-. Eres cruel.
– ¿Oye, Doc? -Un policía entrado en años se acercó a ellos-. Los de homicidios quieren saber si estáis listos para levantar y trasladar el cadáver.
– Sí, está hecho. -Bajó la voz de modo que sólo Simone y Xypher pudieran oírlo-. Matanza hecha al azar por un demonio. Tal vez debería redactarlo sencillamente como un atraco que salió mal. -Hizo una pausa y miró Xypher-. ¿Estás seguro sobre la causa de la muerte?
– Cuando el cuerpo se levante dentro de poco y trate de matarte, tendrás tu respuesta.
Tate suspiró pesadamente.
– ¿Qué vas a hacer? -le preguntó Simone antes de que pudiera distanciarse.
Tate se encogió de hombros.
– No lo sé. No puedo destruir el cuerpo. A todo este asunto le espera pasar por un proceso judicial, seguido de un despido importante y humillación pública.
Xypher se rascó la mejilla antes de hablar:
– Por lo menos, córtale la cabeza. Me lo agradecerás más tarde.
Tate resopló.
– ¿Crees que un “oops” podría taparlo? -le preguntó a Simone.
– ¡Tate! -espetó ella, horrorizada al pensarlo-. Nuestra profesión ya tiene una reputación bastante mala. No puedes hacer algo así o nunca conseguiremos que se olvide.
– Trato de ser razonable. Sabes que el test ME no cubre exactamente esto. ¿Qué les dices a los estudiantes sobre las peculiaridades de nuestro trabajo?
– Nada. Simplemente les digo que hay algunas cosas que no pueden ser explicadas.
– Sí -dijo Tate con una risa nerviosa-, todo esto definitivamente se calificaría como de inexplicable. -Echó una mirada atrás, a Xypher-. ¿Hay algo que contenga al cuerpo, además de la decapitación o la absoluta destrucción?
– Descuartizarlo.
Tate se rascó la ceja con el dedo corazón.
– Tengo visiones de Shaun de los Muertos en mi laboratorio.
Simone soltó una carcajada.
– Querrás decir Tate de los Muertos.
– Exactamente. Y permitidme no olvidar que al final de La Noche de los Muertos Vivientes, le pegaron un tiro al hombre negro que sobrevivió a los ataques zombis. No es un buen precedente y aquí estoy teniendo un mal flashback, Sim.
Sacudiendo la cabeza, Tate aplaudió y echó a andar alejándose de ellos como si se encaminase hacia su destino.
– Bien, deseadme suerte… y mucho poder de fuego; acordaos de no dejar al sheriff que me pegue un tiro al amanecer. -Echó una mirada atrás, a la víctima-. Al menos esta vez lo sé, para no asignarle el cuerpo a alguien más.
– Bonne chance, mon ami.
– Sí, gracias, Simone. Personalmente, me gustaría bonne chance en esto.
Ella retrocedió cuando los dejó y se acercó al cuerpo para poder vigilar sus movimientos.
Simone apartó la mirada cuando pensó en Gloria y se preguntó lo que le habría pasado. Frotando sus brazos, susurró un rezo silencioso por la pobre mujer.
Jesse levantó la cabeza mientras la estudiaba.
– ¿Qué pasa, Sim?
– Sólo pensaba en Gloria. Desearía saber lo que le pasó. Odio que la hayamos perdido.
Xypher frunció el ceño.
– ¿Quién es Gloria?
Simone le propinó una mirada irritada porque él no lo sabía.
– Era el otro fantasma que estaba allí con los Daimons cuando llegaste chocando con mi mundo.
– Ah, la rubia.
– Sí, la rubia.
Tate gimió cuando volvió al grupo y pilló aquel fragmento de la conversación.
– Sí… Hablando de eso, su familia llegará en cualquier momento para reclamar el cuerpo. ¿Qué se supone que les tengo que decir cuando no se lo podamos entregar? De nuevo, no creo que un “oops” lo encubra completamente.
– ¡Oye! -vociferó un poli-. Doc, no creo que este tipo esté muerto. Acabo de verlo moverse.
Simone palideció ante aquellas palabras. Peor, vio el pie del difunto moverse.
– Xypher, está empezando.
Antes de que pudiera parpadear, él lanzó su mano. Un instante más tarde, el cuerpo íntegro irrumpió en llamas.
El policía gritó pidiendo ayuda mientras varios de los otros polis se peleaban por los extintores.
Ella fulminó con la mirada a Xypher.
– ¿Tú hiciste eso?
Él se encogió de hombros despreocupadamente.
– A veces mis poderes funcionan. A veces no lo hacen. Parece que esta vez lo hicieron. Sí, lo hicieron.
Tate arrugó la nariz mientras veía a los policías correr alrededor.
– No estoy seguro de si debería agradecértelo o no… ¿Piensas que se creerán que había algo de gas en la tierra que hizo que el cuerpo se moviera y que entonces se quemó espontáneamente?
Simone dejó salir una prolongada exhalación mientras silenciosamente le deseaba suerte en aquel asunto.
– Si alguien puede hacer que funcione, Tate, eres tú.
– Sí, te veo en la oficina de desempleo pronto. -Los dejó para ayudar a los oficiales a extinguir las llamas.
Simone los miró trabajar mientras el verdadero horror de todo aquello penetraba en su interior.
– De modo que al hombre realmente se lo comió un demonio.
– No creerás que me lo inventé, ¿no?
– No. -Ella alargó la palabra-. No exactamente, en cualquier caso. -Frunció el ceño al barrer con la mirada aquel cuerpo que había sido hecho para el pecado hasta los impresionantes ojos claros. Nadie adivinaría nunca que Xypher era algo además de humano, aunque ella lo conocía mejor-. ¿Realmente eres parte demonio?
– ¿Por qué mentiría?
– No lo sé. A veces la gente lo hace, sin ningún motivo aparente.
– Pero no soy humano.
El que fuera un engendro diabólico al menos explicaba un poco lo de su personalidad mordaz. Esto también lo excusaba… casi. Además, ya que era un demonio, tenía suerte de que estuviera domesticado y no intentara asustar a todos los que se encontraban por la calle.
Estoy atada a un demonio… Sonaba como una mala película de ciencia ficción.
Desconcertada, aturdida y francamente confusa, fue a coger sus bolsas de donde las había dejado en el suelo. Ahora mismo, sólo quería irse a casa y recuperar la compostura.
Los llevó fuera de la escena del crimen, hacia su apartamento.
– Anímate, Sim -le dijo Jesse alegremente-. Al menos el demonio no te comió.
– Aún, quieres decir.
Xypher tomó los paquetes de sus manos.
– No te preocupes. No permitiré que te hagan daño.
– No, a menos que esto signifique que recibas un disparo de tu enemigo, ¿verdad? Entonces soy caza mayor para la muerte.
Él no hizo ningún comentario.
– Todo correctísimamente, entonces -dijo ella, tratando de aligerar la atmósfera y no amargarse con el hecho de que muy probablemente la sacrificaría para lograr su objetivo-. Hagamos nuestro camino de vuelta sin peligro. ¿Vamos?
Xypher asintió con la cabeza mientras trataba de no pensar en el hecho de que no estaba tan seguro de que no la protegería incluso a expensas de su venganza. A pesar de que tenía sangre de demonio en su interior, no era completamente despiadado. Incluso en el peor de los casos, tenía un código ético y aquella ética no le permitiría que Simone sufriera daño en el fuego cruzado.
Maldito fuera por ello.
Haciendo una pausa, Jesse le dedicó una mirada que le dijo que el fantasma no creía mucho en él. Estaba acostumbrado. Los dioses griegos le habían echado la misma mirada en cuanto se dieron cuenta de que un demonio sumerio estaba genéticamente conectado con su panteón.
En el momento en que Xypher había aprendido a infiltrarse en los sueños y había mostrado sus poderes de dios, Zeus había enviado a sus acólitos para que lo arrastraran al Olimpo encadenado.
Aunque Xypher era poco más que un niño, Zeus había intentado matarlo. Pero Poseidón había detenido a su hermano para que no cometiera aquel error.
– Los sumerios buscan una razón para hacer intervenir a los Chthonians sobre nosotros. Mata a ese muchacho y tendremos que responder todos.
Los Chthonians eran esencialmente los porteros del universo. Se aseguraban de que los panteones no hicieran la guerra el uno contra el otro, ya que tales cosas tendían a conducir a la destrucción final de la Tierra y de cada uno de los que la llamaban hogar.
Zeus había fruncido el labio a su hermano.
– ¿Entonces qué me harías hacer con él?
– Quítale las emociones y entrénalo como al resto de los mocosos de Phobetor. Ya no hay nada que temer en un Oneroi. Y una vez que esté entrenado, seremos capaces de usarlo para espiar a los sumerios.
Y así había comenzado la brutal formación de Xypher.
Joven y estúpido, Xypher realmente había pensado que su padre vendría a rescatarlo.
No lo había hecho. De hecho, había sido su padre quien había ayudado a golpearlo y a quitarle las emociones para demostrar su lealtad a Zeus. Si Xypher hubiera sido por completo un demonio, no habrían sido capaces de subyugarlo. Lamentablemente, tenía demasiada de la sangre de su padre en su interior como para eso.
Lo habían quebrado en un caluroso día de verano, cuando había decidido que sería más fácil ceder ante el adiestramiento que sufrir más abusos. Todas sus emociones habían sido desangradas hasta que estuvo insensibilizado a todo. Ningún sabor, ningún olor. Nada que pudiera inducir una emoción.
Francamente, le había dado la bienvenida. Todos los años de dolor se acabaron. Y al menos los griegos no eran del todo tan sanguinarios como los demonios. No lo habían hecho luchar por cada bocado. Sangrar por cada comodidad.
El ser un demonio significaba tomar y destruir. El alimento sólo era concedido a aquellos que podían matar por él.
Debería haberme quedado como un Oneroi.
Cuánto más simples habían sido las cosas entonces. Todo lo que tenía que hacer era custodiar el sueño de los humanos, asegurándose de que otro Skoti no se pegara a un humano en particular demasiado tiempo. Los dioses permitían al Oneroi y al Skoti existir mientras que no trastornaran el equilibrio del universo o hicieran enfermar al anfitrión humano por sus sueños.
Siempre que los Skoti se acercaban demasiado al quebrantamiento de aquellas dos leyes, mandaban a los Oneroi para ahuyentarlos o matarlos.
Había sido una vida cómoda.
Hasta que había llegado Satara. Una criada para la diosa Artemisa, había sido tan hermosa y cautivadora como ninguna inmortal. Lo había convocado en sus sueños, y allí le había mostrado la bondad y las más suaves emociones que jamás antes había experimentado. Habían hecho el amor como si estuvieran ardiendo. En cada aliento, en cada toque, le había dado placer.
Cuando estaba con él, se sentía vivo…
Xypher maldijo mientras recordaba a la hembra. Sensual y seductora, le había hecho pagar un alto precio por querer ser algo más de lo que era. Ése fue un error que nunca cometería de nuevo.
– ¿Estás bien?
Parpadeó ante la voz suave de Simone, que interrumpió sus pensamientos.
– Mejor que nunca.
– Maldición -dijo Jesse, y se inclinó acercándose a Simone-. Si esto es su “mejor que nunca”, te hace preguntarte como es su “peor que nunca”, ¿eh?
Ella echó la vista atrás sobre su hombro. Xypher no sabía por qué, pero había algo completamente encantador en sus expresiones y acciones.
– Shh, Jesse, pórtate bien. Recuerda, puede hacerte daño.
– Sí, y quiero saber ahora mismo a quién puedo quejarme acerca de esto. Es sólo que no me parece justo.
Xypher le miró entrecerrando los ojos.
– De todos modos, ¿cómo conseguiste ser un fantasma? ¿Diste la lata a demasiadas personas y te cortaron la garganta?
– Ja, ja -respondió sarcásticamente-. No, fue por un coche destrozado durante una noche realmente lluviosa hablando con mi novia desde el trabajo a casa. Lo último que oí fue a ella indicándome que me alejara de la luz. Entonces, cuando la gran luz brillante llegó, me alejé, y la siguiente cosa que supe fue que estaba atrapado aquí en la tierra.
Xypher puso los ojos en blanco.
– Es la cosa más patética que he oído nunca.
Jesse resopló.
– ¿De verdad? La cosa más patética que yo he oído nunca fue ésta de mitad demonio, mitad dios que…
– ¡Jesse! -le espetó Simone-. Otra vez, me siento obligada a recordarte que puede golpearte y hacerte daño. Mucho.
Esto contuvo un poco al fantasma.
Xypher frunció el ceño cuando les miró a los dos. Estaban muy cómodos juntos…, como una familia. Él nunca había estado así de cerca de alguien o algo, y le hacía preguntarse qué había sucedido para provocar aquel vínculo.
– ¿Cómo terminaste con Simone?
Jesse se rió.
– Mira, aquí es donde tú hubieras dicho algo así como “no es de tu maldita incumbencia”. Pero a diferencia de ti, yo soy más agradable.
Xypher entrecerró los ojos.
Un instante más tarde, Jesse tropezó como si alguien lo hubiera empujado.
Se repuso y se giró para fulminar con la mirada a Xypher.
– Oye, Vader, guarda tus bromas mentales de Jedi para ti. ¡Cómo duele!
– Sí, y la próxima vez te dolerá mucho más. ¿Ahora, cómo terminaste siendo el empleado fastidioso de Simone?
– Fue la noche en que mataron a mi madre y a mi hermano -dijo Simone, su voz traicionada por una sutil nota de tristeza-. Estaba en el hospital, esperando a que llegara mi padre, cuando Jesse vino y me dijo que no gritara.
Xypher lamentó admitirlo, pero lo que había hecho Jesse era una cosa agradable.
– ¿Cómo murieron? ¿Accidente de coche?
Sacudió la cabeza antes de abrazarse a sí misma como si le proporcionara bienestar o protección ante el mal recuerdo.
– Fue un robo que salió mal. Volvíamos de una función escolar y a Tony se le antojó uno de esos estúpidos chupetes de caramelo para atárselo con una cinta. Mi madre entró en un pequeño supermercado para darle el gusto. Puesto que tenía sueño y no me sentía bien, me quedé en el coche mientras ellos entraban. Como no regresaban, me alcé en el asiento trasero para ver qué era lo que les estaba llevando tanto tiempo. Tan pronto como lo hice, vi a dos hombres encañonarlos debajo del mostrador. Estaba tan asustada, que todo lo que pude hacer fue taparme los oídos y arrastrarme detrás del asiento delantero para esconderme. La policía me encontró allí unos minutos más tarde cuando vinieron. Tuvieron que sacar los asientos para llegar hasta mí.
Xypher se sintió como la mierda. No había ninguna otra descripción. Vio las lágrimas en sus ojos y lo enfureció que alguien le hubiera hecho esto.
Cuando su mirada penetrante encontró la de Simone, la agonía en aquellos ojos color de avellana le atravesó como una daga.
– Tony tenía sólo siete años. ¿Cómo había podido alguien abrir fuego contra una criatura con su madre?
Xypher apartó la mirada, incapaz de aguantar el dolor y el escrutinio que vio en sus ojos.
– No lo sé.
– Tú eres parte demonio. ¿Puedes darme una explicación de tal maldad?
– No. Tan depravado como he sido, nunca he hecho daño a un niño y nunca lo haría.
Cambiando las bolsas a una mano, Xypher tiró de ella para hacer un alto. Quería consolarla, pero no estaba seguro de cómo. ¿Qué hacían los humanos para consolarse? ¿Se tocaban?
Alzó la mano para colocarla en su mejilla fría y suave.
– Siento tu pérdida, Simone. -Lo que más lo sorprendió fue que realmente quería decirlo. Realmente le importaba.
Simone vio la vacilación en los ojos de Xypher. La incertidumbre. Si no lo supiera mejor, pensaría que tenía miedo de tocarla. Colocó la mano sobre la suya y le dio un ligero apretón.
– Gracias.
Él inclinó la cabeza antes de dejar caer la mano.
– No te ofendí al tocarte, ¿verdad?
– No.
Jesse hizo un raro ruido de atragantamiento.
– Sí, pero ambos me estáis ofendiendo con toda esa chorrada de tortolitos empalagosos. Cogeos una habitación. No espera, no lo hagáis. Habitaciones separadas. ¡Vosotros dos!
Simone sacudió la cabeza.
– Jesse, para.
Jesse la ignoró mientras se adelantaba corriendo.
– Ah, mira, estamos en casa. ¡Qué bien!
Xypher retrocedió cuando Simone sacó un juego de llaves del bolsillo de los pantalones. Ella se paró delante de una puerta de acero verde que se abrió a un callejón estrecho que conducía a un patio grande.
Ella abrió la puerta y se apartó.
– Jesse, muéstrale el camino mientras yo cierro.
Xypher siguió al fantasma por el inmaculado patio que tenía un par de parrillas de acero inoxidables para barbacoas y una fuente negra.
– Mi apartamento está justo detrás. -Pasó entre ellos y se dirigió a una puerta marrón con el número 23.
Xypher la siguió hacia dentro de una pequeña sala de estar. El edificio era viejo, pero su mobiliario era nuevo. Decorado en color canela y marrón, el apartamento estaba cuidado pulcramente sin nada fuera de lugar.
Ella señaló a la parte trasera de la casa.
– Hay dos dormitorios. ¿Jesse? ¿Dormirás en el sofá?
Éste soltó un exasperado chirrido.
– Hazme hacer eso y voy a apilar el mobiliario y reajustar la alarma de tu despertador.
– Y yo localizaré a un exorcista.
Jesse la lanzó una mirada entrecerrada.
– Sólo funcionaría con un demonio. -Le envió a Xypher una afilada y penetrante mirada.
– Un médium, entonces. Iré a la tienda de Madame Selene en el Square y me echará una mano con un hechizo de destierro para ti.
– Oh, tú… -la acusó Jesse-. Excelente, Gruñón puede dormir en mi cuarto, pero mejor que no babee en mis almohadas. O duerma desnudo. La última cosa que necesito es quedarme ciego.
– No babeo.
Jesse pareció complacido.
– Bueno. ¿Y la parte del desnudo?
– No eres mi tipo, Jesse.
Jesse dio un alarido antes de echar a correr hacia la parte de atrás de la casa.
Simone puso los ojos en blanco ante las payasadas de Jesse. Podía ser exasperante, pero francamente, no podía imaginar su vida sin él.
Ella se quitó el abrigo y lo colgó, luego esperó a que Xypher hiciera lo mismo.
Una vez que estuvieron en camisa y vaqueros, le indicó la parte de atrás de su apartamento con una inclinación de la cabeza.
– Sígueme y te mostraré el camino. -Lo condujo hacia el fondo y a través de la cocina hasta donde había dos dormitorios-. Yo estoy a la derecha. Tu habitación temporal es la de la izquierda.
Había un cuarto de baño entre ellos.
Xypher hizo una pausa mientras asumía el pequeño lugar al que ella llamaba casa. Era agradable y cómodo. No demasiado elegante, pero de tamaño perfecto para una mujer que vivía sola… con un fantasma.
Lo hizo entrar en el cuarto de Jesse que estaba pintado de azul. A Xypher le gustó eso, pero había posters de grupos musicales y películas de los 80 pegados en las paredes por todas partes. Lost Boys. Joan Jett. Ferris Bueller’s Day Off. The Damned. Flash Dance. Wendy O. Williams. The Terminator. The Clash. Go-Go's. Bananarama. Parecía una extraña cápsula del tiempo.
Tres cajas de madera diseñadas para álbumes de vinilo estaban llenas de LP’s y apiladas contra la pared del fondo. Encima había un viejo equipo de música Pioneer con un plato giratorio. La cómoda tenía toda clase de cosas, incluso un Cubo de Rubik, multitud de dados, y cartuchos de Atari. Parecía el dormitorio de un adolescente de 1987.
Xypher se tomó un minuto para dejar que se filtrara en su conciencia. La mayor parte de las personas que tenían una fuerza fantasma en su vida no se esforzaban mucho en hacerla sentir como en casa. Había hasta un anticuado ordenador Apple en el escritorio cerca de las cajas, y un Atari conectado a la TV.
– Quieres a Jesse. -Esta era una declaración obvia dada la habitación en la que estaban.
– Lo quiero. -Sus ojos brillaron con sinceridad y verdad-. Se quedó y me buscó después de que mi familia se fuera. Se parecía a un hermano mayor… -Inclinó la cabeza y sonrió antes de seguir-. Ahora es el más joven. Pero no hay nada que no hiciera por él.
Cuanto lamentaba no tener aquella clase de la lealtad de alguien. Su problema era que no existía nadie que quisiera hacer algo por él.
– Puedes poner tu ropa aquí. -Abrió un cajón vacío de la cómoda.
Xypher dejó las bolsas en el suelo.
– Sabes que esto podría no funcionar.
– ¿Y eso?
– Tu dormitorio podría estar demasiado alejado. Podemos no ser capaces de separarnos.
Ella respiró bruscamente.
– Me había olvidado ya de esa cláusula. ¿Cómo lo sabremos?
Xypher se retiró.
– Empecemos caminando. En el momento en el que des con un punto donde jadees, eso debería decirnos nuestras limitaciones.
– Oh, qué alegría. No puedo esperar a ser un pececito de acuario.
– Glub, glub, pequeño pececito. Comienza a caminar.
Simone no se sentía segura mientras se dirigía despacio hacia la puerta. Pasó por la entrada, hacia el pasillo. Después de unos pasos, tuvo menos miedo. Hasta el momento iba bien.
– No parece… -Su voz se quebró al ahogarse. De repente, no podía hablar o moverse. Todo a su alrededor se estaba volviendo oscuro. Aterrador.
De la nada, Xypher estuvo allí. La tomó en brazos, la llevó al dormitorio y la puso en la cama. Su cara estaba roja mientras también él luchaba por respirar.
Le llevó varios minutos poder volver a respirar con normalidad otra vez. Xypher se quedó a su lado, mirándola con una expresión que habría denominado de preocupada si la misma idea de su preocupación por ella no fuera absurda.
– Fue espeluznante -dijo en voz baja, una vez que pudo hablar otra vez-. ¿Cómo lo hiciste, si tampoco podías respirar?
– Pura determinación.
Le colocó la mano en la mejilla y sus patillas le hicieron cosquillas en la palma. ¿Cómo podía un demonio tener momentos de bondad y compasión?
– Gracias.
Inclinó la cabeza hacia ella.
– Ahora sabemos el poco espacio del que disponemos.
Era cierto. Disponían de tal vez entre cuatro y seis metros antes de que la distancia los matara.
– ¿Qué vamos a hacer?
Xypher consideró sus opciones… ninguna de las cuales era muy buena. Se aclaró la garganta antes de contestar:
– Vamos a encontrar algún modo de salir de ésta.
– ¿Y si no podemos?
Entonces ella iba a morir cuando matara a Satara. Y no habría ningún modo de evitarlo.