No fue hasta que Colin despertó la mañana siguiente que sintió que todavía no le pedía perdón a Penelope. En un sentido estricto, probablemente ya no era necesario que lo hiciera; aunque ellos apenas se habían dicho algo en el baile de los Macclesfield la noche anterior, pareciera que forjaron una tregua tácita. De todos modos, Colin no pensó que se sentiría cómodo en su propia piel hasta que él le dijera las palabras, " Lo siento."
Esa era la forma correcta de hacerlo.
Él era un caballero, después de todo.
Y además, él se imaginó verla esa mañana.
Él había ido al Número cinco para desayunar con su familia, pero primero quiso ir directamente donde Penelope para después volver a su casa, entonces saltó en su carruaje para viajar a la casa Featherington en la Calle Mont, aunque la distancia fuera bastante corta para hacerlo sentirse bastante perezoso por ello.
Él sonreía alegremente, mirando la encantadora escena de primavera pasar por su ventana. Este era uno de esos días perfectos cuando todos se siente simplemente correcto. El sol brillaba, se sentía notablemente activo, él había desayunado excelente esa mañana…
La vida realmente no podía ser mejor que esto.
Y se acercaba para ver a Penelope.
Colin decidió no analizar por qué estaba tan impaciente por verla; era la clase de cosas en la que un hombre soltero de treinta-y-tres no le gustaba generalmente pensar. En cambio simplemente disfrutó del día – el sol, el aire, hasta las tres casas adosadas ordenadas que pasó por la Calle Mont antes de divisar la puerta principal de Penelope. No había nada remotamente diferente u original en ninguna de ellas, pero esta era una mañana tan perfecta que parecían excepcionalmente encantadoras topando una al lado de la otra, altas y delgadas, y majestuosas con su piedra de Portland gris.
Este era un maravilloso día, calido y sereno, soleado y tranquilo…
Salvo que cuando comenzó a levantarse de su asiento, una ráfaga corta de movimiento salto a la vista través de la calle.
Penelope.
Ella estaba de pie en la esquina de la calle Mont y la calle Penter – la esquina lejana, la cual no era visible para alguien que mirara desde una ventana en la casa Featherington. Y ella subía en un coche alquilado.
Interesante.
Colin frunció el ceño, mentalmente golpeándose en la frente. No era interesante. ¿En qué demonios estaba pensando él? No era interesante en absoluto. Podría haber sido interesante, si tuviera, supongamos, un hombre. O podría haber sido interesante si el transporte en el cual ella acababa de entrar hubiera sido unos de los carruajes Featherington y no algún coche de alquiler desaliñado.
Pero no, esa era Penelope, que no era ciertamente un hombre, y ella entraba en un carro sola, probablemente dirigiéndose a algún lugar completamente inadecuado, porque si ella hiciera algo apropiado y normal, estaría en un transporte Featherington. O todavía mejor, con una de sus hermanas o una criada, o alguien, no sola, maldita sea, sola.
Este no era interesante, era idiota.
"Mujer tonta," refunfuñó, saltando de su carruaje con la intención de lanzarse hacia el coche, tirando la puerta abierta, y bajarla. Pero cuando su pie derecho dejó los límites de su carruaje, él fue golpeado por la misma locura que lo condujo a vagar por el mundo.
Curiosidad.
Varias maldiciones selectas fueron dichas bajo su aliento, todas ellas autodirigidas. Él no podía ayudarla. Era muy extraño en Penelope salir sola en un coche alquilado; él tenía que saber a donde iba.
Y entonces, en vez de sacudirla a la fuerza para hacerla entrar en razon, él dio instrucciones a su cochero para seguir el carruaje, y ellos fueron por el norte hacia la carretera ocupada por la Calle Oxford, donde, Colin reflexionó, seguramente Penelope tenía la intención de hacer algunas compras. Podían existir varias excusas por la cuales ella no usaba el carro Featherington. Quizás estuviera dañado, o algunos de sus caballos estaba enfermo, o Penelope compraba a alguien un regalo y quería guardarlo en secreto.
No, no era correcto. Penelope nunca emprendería una expedición para hacer compras sola. Ella llevaria a una criada, o una de sus hermanas, o hasta una de sus hermanas. Pero pasear a lo largo de la Calle Oxford sola era invitar al chisme. Una mujer sola era prácticamente un anuncio para la siguiente columna de Whistledown.
O para ser usado, supuso. Era difícil acostumbrarse a una vida sinWhistledown. Él no se había dado cuenta de como acostumbró, se habia acostumbrado a leerla en su desayuno donde fuera que estuviera en la ciudad.
Y hablando de Lady Whistledown, él estaba seguro que no era nadie más que su hermana Eloise. Él se había acercado al Número cinco para el desayuno con el objetivo expreso de interrogarla, siendo informado que ella todavía seguía enferma y no se reuniría con la familia esa mañana.
Esto no se le había escapado a Colin, sin embargo, una bandeja bastante grande de comida había sido enviada hasta el cuarto de Eloise. Estaba claro que lo que afligía a su hermana, no había afectado su apetito.
Él no había hecho ninguna mención de sus sospechas en la mesa del desayuno; realmente, él no vio ninguna razón de trastornar a su madre, que estaría seguramente horrorizada de solo pensarlo. Era difícil creerlo, sin embargo, Eloise-cuyo amor por el escándalo había sido eclipsado sólo por su temor de ser descubierta – perdería la oportunidad de chismear sobre la revelación de Cressida Twombley ocurrido la noche anterior.
A menos que Eloise fuera Lady Whistledown, en cuyo caso ella se levantaría de su cuarto, trazando su siguiente paso.
Todos los cabos sueltos calzaban. Habría sido deprimente si Colin no se hubiera sentido tan estrañamente conmovido en haberla descubierto.
Después de que ellos rodaron a lo largo durante unos minutos, él empujó su cabeza fuera para asegurarse que su conductor no había perdido la vista del carro de Penelope. Allí estaba, directamente delante de él. O al menos él pensó que era ella. Los coches alquilados eran casi iguales, entonces él iba a tener que confiar y mantener la esperanza que hiban en dirección correcta. Pero cuando miró hacia fuera, se dio cuenta de que ellos habían viajado bastante más lejos de lo que el hubiera esperado. De hecho, ellos pasaban ahora mismo la Calle Soho, que estaba cerca del tribunal Tottenham, lo que significaba-
Querido Dios, ¿tomaba Penelope el carro a su casa? Bedford Square estaba prácticamente allí a la vuelta de la esquina.
Una emoción deliciosa recorrió su espalda, porque él no podía imaginar lo que ella hacía en esta parte de la ciudad si no era para verlo a él; ¿A quien más conocería una mujer como Penelope en Bloomsbury? Él no podía imaginar que su madre permitiera que ella se asociara con gente que trabajara para vivir, y los vecinos de Colin, aunque seguramente bastante bien nacidos, no era de la aristocracia y raramente de la pequeña nobleza. Y todos ellos caminaban al trabajo todos los días, doctores y abogados o-
Colin frunció el ceño. Con fuerza. Ellos acababan de pasar por la calle del Tribunal de Tottenham. ¿Qué demonios estaba haciendo ella tan al este? Él supuso que su cochero no conocía el camino alrededor de la ciudad muy bien y pensaba tomar la Calle Bloomsbury hasta Bedford Square, aunque estuviera un poco fuera del camino, pero-
Él oyó un ruido muy extraño y se dio cuenta que era el sonido de sus dientes rechinando. Ellos acababan de pasar la Calle Bloomsbury y viraban directamente hacia High Holborn.
Que el demonio lo lleve, ellos estaban casi en la Ciudad. ¿Por el amor de Dios que planeaba Penelope hacer en la Ciudad? Este no era un lugar adecuado para una mujer. Demonios, él casi nunca iba allí. El mundo de la sociedad estaba más lejos hacia el Oeste, entre los sagrados edificios de Saint James y Mayfair. No aquí en la Ciudad, con sus caminos estrechos, ondulantes, medievales y bastante próximo de los peligrosos Barrios de los Muelles de Londres.
La mandíbula de Colin se abrio cada vez más y más cuando ellos siguieron… y siguieron… y siguieron… hasta que él se dio cuenta de que ellos volvían por el camino de Shoe. Él estiró el cuello asomando su cabeza por la ventana. Él sólo había estado aquí una vez antes, a la edad de nueve años cuando su tutor los había arrastrado a él y a Benedict para mostrarles donde se había iniciado el incendio de Londres de 1666. Colin recordó sentirse vagamente decepcionado cuando supo que el culpable era un mero panadero que no había mojado las cenizas de su horno correctamente. Un incendio así debería haber sido intencional o haber tenido una la intriga en su origen.
Un incendio así no era nada comparado a los sentimientos que hervian en su pecho. Penelope debería tener una maldita buena razónpara venir aquí sola. Ella no debería ir a ninguna parte sola, mucho menos en la Ciudad.
Entonces, sólo cuando Colin estaba convencido de que Penelope viajaría todo el camino hasta la costa de Dover, los carros cruzaban la Calle Fleet levantando el polvo. Colin se detuvo, esperando a ver lo qué Penelope haría aunque cada fibra de su ser gritara que saltara del carro y la abordara ahí mismo en el pavimento.
Llámelo intuición, llámelo locura, pero de alguna manera él sabía que si abordaba a Penelope en seguida, él nunca aprendería el verdadero propósito de ella cerca de la calle Fleet.
Una vez que ella estaba bastante lejos para que él pudiera bajar desapercibido, saltó del carruaje y la siguió hacia el sur hasta una iglesia que decididamente se parecia a un pastel de boda.
"Por Dios," Colin refunfuñó, completamente inconsciente de las blasfemias o juegos de palabras, "ahora no es el tiempo para encontrar la religión, Penelope."
Ella desapareció en la iglesia, y sus piernas devoraron por completo el pavimento después de ella, reduciendo la marcha sólo cuando él alcanzó la puerta principal. Él no quería sorprenderla inmediatamente. No antes de que él averiguara lo que ella hacia exactamente allí. Sus palabras más tempranas no obstante, él no pensó por ningún momento que Penelope súbitamente desarrollara un deseo de extender sus hábitos de ir a la iglesia también a días de la semana.
Él se deslizo silenciosamente dentro de la iglesia, cuidando que sus pasos fueran tan suaves como él pudiera. Penelope caminaba hacia el pasillo central, golpeando con su mano izquierda a lo largo de cada banco, casi como si ella estuviera…
¿Contando?
Colin frunció el ceño cuando ella encontró su banco, luego se escabulló mientras ella se mantenía en el centro. Ella se sentó recostándose por un momento, luego metió la mano en su retículo y sacó un sobre. Su cabeza se movió fugazmente hacia la izquierda, despues a la derecha, y Colin podía imaginar fácilmente su cara, sus ojos oscuros que se lanzaban en una u otra dirección como comprobando si en el lugar habían otras personas. Él estaba a salvo de su mirada en la parte de atrás, tan lejos en las sombras que prácticamente estaba pegado contra la pared. Y además, ella parecía bastante absorta en mantenerse tranquila, serena; Y ciertamente no movería su cabeza lo suficiente para verlo detrás de ella.
Las Biblias y los misales fueron metidos en pequeños bolsillos en el respaldo de los bancos, y Colin miraba como Penelope subrepticiamente deslizó el sobre detrás de uno. Entonces ella se levanto y ribeteó su salida por el pasillo central.
Y fue cuando Colin hizo su movimiento.
Saliendo de las sombras, él se camino a zancadas resueltamente hacia ella, tomando insensible satisfacción en el horror en su cara cuando ella lo vio.
"Cnel-Cnel-" ella jadeó.
"Sería Colin," él arrastró las palabras, agarrando su brazo justo encima del codo. Su toque era ligero, pero su apretón era firme, y no había de modo que ella pudiera pensar en realizar una fuga.
Muchacha astuta, ni siquiera hizo un intento.
Pero como la muchacha astuta que ella era, intentó jugar fingiendo inocencia.
¡"Colin!" finalmente logró decir. "Qué… que…”
¿"Sorpresa?"
Ella tragó aire. "Sí".
"Estoy seguro que lo es."
Sus ojos se lanzaron hacia a la puerta, hacia la nave, hacia todas partes menos al banco donde ella había escondido su sobre. "Yo -yo nunca te vi aquí antes."
"Nunca lo estuve."
La boca de Penelope se movió varias veces antes de que sus siguientes palabras emergieran. "Es muy apropiado, realmente, que tu estuvieras aquí, efectivamente, porque, realmente… uh los… ¿conoces la historia de saint bride?"
Él levantó una ceja. ¿"Es así como se llama?"
Penelope aspiraba claramente a una sonrisa, pero el resultado era más de la clase de idiota boquiabierta. Normalmente este lo habría divertido, pero él todavía estaba enojado con ella por salir sola, siendo descuidad con su seguridad y bienestar.
Pero por sobre todo, él estaba furioso por que ella tenía un secreto.
No tanto por que ella había guardado un secreto. Los secretos se suponía que debían ser guardados, y él no podía culparla por eso. Irracional como era, no podía tolerar en lo absoluto el hecho de que ella tuviera un secreto. Ella era Penelope. Se suponía que era un libro abierto.
Él la conocía. Él siempre la había conocido.
Y ahora pareciera que nunca la conoció.
"Sí," ella finalmente contestó, chillando. "Esta es una de las iglesias de wrenn, tu sabes, fueron hechas después del gran incendio, ellas están por toda la Ciudad, y realmente esta es mi favorita. Yo amo el techo de la torre en punta. ¿No crees que parece un pastel de boda? "
Ella balbuceaba. No era un buen signo cuando alguien balbucea. Generalmente significaba que escondían algo. Era obvio ya que Penelope hacía el intento de ocultar algo, pero la rapidez inusitada de sus palabras le dijo que su secreto era sumamente grande, en efecto.
Él la contempló por un largo rato, Durante varios segundos sólo para torturarla, entonces finalmente preguntado, "¿Es por eso que crees que es adecuado que este aquí?"
Su cara estaba blanca.
"El pastel de boda…" él apuntó.
¡"Ah!" ella chilló, su piel se volvió de un profundo, rojo culpable. ¡"No! ¡Nada de eso! Es sólo que – Lo que quiero decir es que esta es la iglesia de los escritores. Y editores. Creo. Sobre los editores, eso es. "
Ella estaba temblando y sabía que ella estaba temblando. Él podía verlo en sus ojos, en su cara, del mismo modo que en sus manos enroscadas cuando hablaba. Pero ella seguía intentando, seguía intentando mantener las apariencias, y entonces él no hizo mas que dirigirle una mirada sardónica, mientras ella continuo diciendo, "Pero estoy segura sobre los escritores. ¡" Y luego, con un floreo que podría haber sido triunfal si ella no lo hubiera arruinado con un gesto nervioso, "y tu eres un escritor!"
¿"Entonces dices que esta es mi iglesia?"
"Er…" Sus ojos miraron a su izquierda. "Sí".
"Excelente."
Ella tragó aire. ¿"Lo es?"
"Ah, sí," dijo él, dando una liviandad a sus palabras que tenían la intención de aterrorizarla.
Sus ojos se volvieron a su izquierda nuevamente… hacia el banco donde había escondido su correspondencia. Ella había estado tan bien hasta ahora, manteniendo su atención lejos de sus pruebas incriminatorias. Él casi había estado orgulloso de ella por ello.
"Mi iglesia," repitió él. "Qué idea tan encantadora."
Sus ojos se agrandaron, asustados. "No entendí el sentido."
Él se toco la mandíbula, luego sostuvo su mano de una forma pensativa. "Creo que estoy desarrollando un gusto por el rezo."
¿"Rezar?" ella resonó débilmente. ¿"Tu?"
"Oh, sí."
"Yo… bien… Yo… Yo…”
¿"Sí?" preguntó, comenzando a disfrutar de manera enferma. Él nunca había del tipo enojon, meditabundo. Claramente, él no sabía lo que se estaba perdiendo. Había algo bastante placentero en mortificarla. ¿"Penelope?" él siguió. ¿"Tenías algo que decir?"
Ella tragó. "No".
"Bueno." Él sonrió suavemente. "Entonces creo que requiero unos momentos para mí."
¿"como dices?"
Él caminó a su derecha. "Estoy en una iglesia. Creo que quiero rezar."
Ella anduvo a su izquierda. ¿"Perdón?"
Él movió su cabeza ligeramente hacia al lado en cuestión. "Dije que quiero rezar. Esto no es un sentimiento terriblemente complicado."
Él podría decir que ella se esforzaba por con fuerza por no caer en su trampa. Ella trataba de sonreír, pero su mandíbula estaba rígida, y él apostaría a que sus dientes terminarían en volverse polvo dentro de unos minutos.
"No pensé que fueras una persona en particular religiosa," dijo ella.
"No lo soy." Él esperó su reacción, luego añadido, "tengo la intención de rezar por ti."
Ella tragó sin control. ¿"Por mí?" chilló.
¡"Claro," él comenzó, incapaz de impedir que su voz se subiera de tono, "para cuando termine, el rezo es la única cosa que va a salvarte!"
Y con esto él la dejó de lado y anduvo a zancadas hacia donde ella había escondido el sobre.
¡"Colin!" ella gritó, corriendo frenéticamente tras él. ¡"No!"
Él saco el sobre de detrás del misal sin mirarlo. ¿"Quieres decirme que es esto?" exigió. "Antes de que yo mire por mi mismo, ¿quieres decírmelo?"
"No," respondió, con voz quebrada
Su corazón rompiéndose en la expresión de sus ojos.
"Por favor," pidió. "Por favor devuélvemelo." Y luego, cuando él la contempló solamente con ojos duros, enojados, ella susurró, "es mío. Es un secreto."
"¿Valoras tu secreto o tu bienestar?" él casi rugió. ¿"Valoras tu vida?"
¿"De que estas hablando?
¿"Tienes alguna idea lo peligroso que es para una mujer andar sola en la Ciudad? ¿Sola en cualquier partes?"
Todo lo que dijo fue, "Colin, por favor." Ella se acerco al sobre, todavía sostenido fuera de su alcance.
Y de repente sin saber lo que él que hacía. Este no era él. Esta furia insana, esta cólera – no podía ser él.
Y aún así lo fue.
Pero la parte preocupante fue… que Penelope le había hecho esto. ¿Y qué había hecho ella? ¿Viajar sola a través de Londres? Él estaba irritado con ella por su carente falta de preocupación por su propia seguridad, pero esto palidecía en comparación por la furia que él sentía por que ella se guardara sus secretos.
Su cólera era completamente injustificada. Él no tenía ningún derecho de esperar que Penelope compartiera sus secretos con él. Ellos no tenían ningún compromiso, nada más allá de una amistad bastante agradable y solo un, inquietante, beso. Él seguramente no habría compartido sus diarios con ella si ella no hubiera tropezado con ellos.
"Colin," susurró. "Por favor… no lo hagas."
Ella había visto sus escritos secretos. ¿Por qué debería él ver los suyos? ¿Tenía ella a un amante? Que eran todas estas tonterías que no había tenido antes de besarla-¿tonterías?
Por Dios, este fuego que sentía en su vientre… ¿celos?
"Colin," suplico otra vez, ahogándose ahora. Ella tomo su mano, tratando de impedirle abrir el sobre. No con fuerza, ya que ella nunca podría vencerlo en esto, sólo con su presencia.
Pero no había ninguna forma… ningún modo que lo hubiera detenido en aquel momento. Él habría muerto antes de devolverle el sobre sin abrir.
Él rasgo el sobre abriéndolo.
Penelope soltó un grito estrangulado y huyo de la iglesia.
Colin leyó las palabras.
Y luego él se hundió en el banco, exhausto, sin aliento.
"Ho, mi Dios," susurró él. "Ho, mi Dios."
Cuando Penelope llego los escalones externos de Saint Bride. La Iglesia de la Novia, estaba histérica. O al menos tan histérica como alguna vez lo estuvo. Su aliento cortado con ahogados gritos agudos, las lágrimas picaban sus ojos, y su corazón, se sentía…
Bueno, su corazón se sentía como si quisiera escapar, si tal cosa fuera posible.
¿Cómo podía él haber hecho esto? Él la había seguido. ¡Seguido a ella! ¿Por qué la seguiría Colin? ¿Qué podría que ganar? Por qué él-
Ella de repente miró su alrededor.
"Ho, ¡maldición!" lloró, sin preocuparse de que la oyeran. El carruaje se había marchado. Había dado instrucciones específicas al conductor de esperarla, que ella se demoraría sólo un minuto, pero no estaba a la vista, en ninguna parte.
Otra trasgresión que podía atribuirle a Colin. Él la había retrasado en el interior de la iglesia, y ahora el carruaje se había marchado, y estaba abandonada en los escalones de Saint Bride. En medio de la Ciudad de Londres, tan lejos de su casa en mayfer – como si hubiera estado en Francia. La gente la contemplaba y en cualquier momento estaba segura que la abordarían, ¿porque quién había visto alguna vez a una joven dama sola en la Ciudad, mucho menos una que estaba claramente al borde de un ataque nervioso?
¿Por qué por qué por qué había sido tan tonta en pensar que él era el hombre perfecto? Ella había gastado la mitad su vida en adorar a alguien que ni siquiera era real. Por que el Colin que conocía – no, el Colin que ella había pensado que conocía claramente no existía. Y quienquiera que este hombre fuera, ella no estaba hasta segura de que le gustara. El hombre que ella había amado tan fielmente durante los años nunca se habría comportado como este. Él no la habría seguido, Ho bien, lo hubiera hecho, pero sólo cerciorarse de su seguridad. Pero él no habría sido tan cruel, y seguramente no hubiera abierto su correspondencia privada.
¡Ella había leído dos páginas de su diario, en verdad, pero no estaba en un sobre sellado!
Ella se hundió en los peldaños y se sentó, la piedra fría se sentía hasta por la tela de su vestido. Había poco que pudiera hacer ahora además de sentarse aquí y esperar a Colin. Sólo una tonta caminaría a pie sola tan lejos de su casa. Ella supuso que podría alquilar un coche en la calle fleet, pero que si estaban todos ocupados, y además, ¿cual era el sentido de huir de Colin? Él sabía donde vivía, y a menos que decidiera huir hacia las Islas Orkney, ella probablemente no evitaría una confrontación.
Ella suspiró. Colin la encontraría probablemente en Orkneys, como el viajero experimentado que era. Y ella no queria huir hastaOrkneys.
Contuvo un sollozo. Ahora nada tenia sentido para ella. ¿Por qué pensaba en las Islas Orkney?
Y luego noto la voz de Colin detrás de ella, excitada y muy fría. "Levántate," fue todo lo que él dijo.
Ella lo hizo, no porque él lo había ordenado (a o al menos era lo que ella se dijo), y no por que le tuviera miedo, mas bien porque ella no podía sentarse en los escalones de Saint bride. para siempre, y aun si ella no quisiera nada más que esconderse de Colin durante los próximos seis meses, en este momento él era su único medio seguro para llegar a su casa.
Él sacudió su cabeza hacia la calle. "Al carruaje."
Ella lo hizo, subiendo cuando oyó que Colin daba al conductor su dirección y luego instruirlo "de tomar el camino largo."
Ho, Dios.
Ellos habían estado en camino unos largos treinta segundos antes de que él le devolviera la carta que había estado doblada en el sobre que había dejado en la iglesia. "Creo que esto es tuyo," dijo él.
Ella tragó aire y miró hacia abajo, no por que lo necesitara. Ella ya había memorizado las palabras. Ella las había escrito y las había vuelto a escribir tantas veces la noche anterior, no pensó que alguna vez escaparían de su memoria.
No hay nada que desprecie más que un caballero que piense que es divertido dar a una dama un trato condescendiente mientras murmura murmura, "Es una prerrogativa de mujer el cambiar de opinión." Y en efecto, porque siento que siempre se debe apoyar las palabras de uno mismo con sus propias acciones, procuro mantener mis opiniones y decisiones firmes y verdaderas.
Es por lo qué, Querido Lector, cuando escribí mi columna del 19 de abril, yo realmente pretendía que fuera la ultima. Sin embargo, los acontecimientos estaban más allá de mi control (o más bien más allá de mi aprobación) forzándome a poner mi pluma en el papel una vez más.
Señoras y Señores, Esta Autora no es la Señora Cressida Twombley. Ella no es nada más que una intrigante impostora, y rompería mi corazón ver mis años de trabajo duro atribuidos a alguien como ella.
Revista de Sociedad de Lady Whistledown, el 21 de abril de 1824
Penelope dobló de nuevo el papel con gran precisión, usando el tiempo para tratar de componerse y comprender que demonios se suponía que debía decir en un momento como este. Finalmente, ella intentó una sonrisa, sin encontrar sus ojos, y bromeó, "¿lo imaginaste?"
Él no dijo nada, entonces se vio obligada a alzar la vista. Ella inmediatamente deseo no haberlo echo. Colin estaba diferente como si fuera otro. La fácil sonrisa que siempre se asomaba en sus labios, el buen humor que siempre brillaba en sus ojos – todos ellos se habían ido, sustituidos por líneas ásperas de hielo frío, puro.
El hombre que ella conocía, el hombre al que había amado durante tanto tiempo – no sabia quien era.
"Tomaré esto como un no," dijo ella insegura.
¿"Sabes qué trato de hacer ahora mismo?" preguntó él, su voz era fuerte y atronadora contra el rítmico clip-clop de los cascos de los caballos.
Ella abrió su boca para decir no, pero una mirada a su cara le dijo que él no deseaba una respuesta, entonces ella contuvo su lengua.
"Trato de decidir sobre qué, exactamente, estoy más enojado contigo," dijo él. "Como hay tantas cosas demasiadas cosas – que encuentro extraordinariamente difícil concentrarme solamente en una. "
Estaba en la punta de la lengua de Penelope sugerirle algo – su decepción era un buen punto para comenzar – pero pensándolo mejor, ahora parecía un momento excelente para guardar sus comentarios.
"En primer lugar," dijo, el terrible tono parejo de su voz sugería que él trataba con bastante fuerza mantener su temperamento controlado (y esto era, de por sí, bastante inquietante, Ya que ella no era consciente de que Colin poseyera tal temperamento), "¡no puedo creer que fueras tan entupida para arriesgarte en la Ciudad tu sola, y en un coche alquilado, ni menos!”
"Me era difícil ir en uno de nuestros carruajes," soltó Penelope antes de que ella recordara que había pensado permanecer silenciosa.
Su cabeza se movió una pulgada hacia la izquierda. Ella no sabía lo que esto significaba, pero no podía imaginar que fuera bueno, sobre todo ya que parecía como si su cuello se apretaba cuando este se enroscaba. ¿"Como dices?" él preguntó, su voz todavía era una mezcla horrible de satén y acero.
Bien, ahora ella tenía que contestar, ¿verdad? "Er, no es nada," dijo, esperando que la evasión redujera su atención en el resto de su respuesta. "Sólo que no me permiten salir sola."
"Soy consciente de eso," replico. "Hay una buena maldita razón para ello, también."
"Por lo tanto si yo quisiera salir sola," siguió ella, decidiendo no hacer caso de la segunda parte de su respuesta, " no podría usar uno de nuestros carros. Ninguno de nuestros conductores consentiría en traerme aquí."
"Tus conductores," replico, "son claramente hombres de sabiduría impecable y sentido común."
Penelope no dijo nada.
¿"Tienes alguna idea de lo qué podría haberte pasado?" él exigió, su aguda máscara de control comienza a rajarse.
"Er, muy poco, realmente," dijo ella, tragando aire en la oración. "He venido aquí antes, y-"
¿"Qué?" Su mano se cerró sobre la parte superior de su brazo con dolorosa fuerza. ¿"Qué acabas de decir?"
Repetirlo parecía casi peligroso para su salud, entonces Penelope sólo lo contempló, esperando que tal vez fuera a romperse por la cólera salvaje de sus ojos y encontró en ellos al hombre ella conocía y amaba.
"Es sólo cuando tengo que dejar de un mensaje urgente a mi editor," explicó ella. "Envío un mensaje cifrado, entonces él sabe cuando recoger mi nota aquí. "
"Y hablando de eso," dijo Colin aproximándose, arrebatándole el papel doblado de sus manos, "¿que demonios es esto?"
Penelope lo contempló confusa. "Yo pensaba que era obvio. Yo-"
"Sí, por supuesto, tu eres la maldita Lady Whistledown, y probablemente te has estado riendo de mi por semanas mientras yo insistia que era Eloise." Su cara estaba torcida mientras hablaba, casi rompiendo su corazón.
¡"No!" ella lanzó un grito. "No, Colin, nunca. ¡Yo nunca me reiría de ti!"
Pero su cara le dijo claramente que él no la creyó. Había humillación en sus ojos de esmeralda, algo que ella nunca había visto allí, algo que ella nunca había esperado ver. Él era un Bridgerton. Él era popular, confidente, sereno. Nada podría avergonzarlo. Nadie podría humillarlo.
Excepto, por lo visto, ella.
"Yo no podía contarte," susurró, desesperadamente tratando de hacer desparecer aquella horrible mirada en sus ojos. "Seguramente tu sabes que no podía decírtelo."
Él se mantuvo en un agónico silencio por un largo rato, y luego, como si ella nunca hubiera hablado, nunca hubiera intentado explicarse, él levantó la hoja incriminatoria de papel en el aire y lo sacudió, completamente desatendiendo su protesta clamorosa apasionada. "Esto es estupidez," dijo él. ¿"Has perdido la cabeza?"
"No sé lo que quieres decir."
"Tenias una buena coartada, esperando por ti. Cressida Twombley quiso asumir la culpa por ti."
Y luego de repente sus manos estaban en sus hombros, y él la sostenía tan fuertemente que ella apenas podía respirar.
¿"Por qué no la dejaste solamente morir, Penelope?" Su voz era apresurada, sus ojos ardientes. Esta era la mayor expresión de sentimientos que hubiera visto alguna vez en él, y rompió su corazón que fue dirigido hacia ella con cólera. Y con vergüenza.
"No lo podía permitir," susurró ella. "Yo no podía dejarla ser yo."