El CAPÍTULO 13

¿"Por qué diablos no?"

Penelope solo lo miro fijamente durante varios segundos. "Porque… porque…" balbuceo, preguntándose como demonios se suponía que debía explicarle esto. Su corazón se rompía, su más aterrador – y regocijante- secreto había sido roto, y ¿él pensaba que ella tenía la presencia de la razón para explicarse?

"Realmente creo que ella es posiblemente la perra más grande…”

Penelope jadeó.

"… que Inglaterra ha producido en esta generación al menos, pero por Dios, Penelope" – él acomodo su pelo con su mano, luego fijó una dura mirada en su cara – "ella iba a tomar toda la culpa-"

"El crédito," interrumpió Penelope con irritación.

"La culpa," siguió él. ¿"Tienes alguna idea de lo qué te pasaría si la gente averigua quién eres realmente?"

Las comisuras de sus labios se apretaron con impaciencia… e irritación siendo tan obviamente condescendiente con ella. "Has tenido más de una década para rumiar la posibilidad."

Sus ojos se estrecharon. ¿"Estas siendo sarcástica?"

"Para nada," ella contesto. ¿"Realmente piensas que no he pasado una buena parte de los últimos diez años de mi vida contemplando qué pasaría si fuera descubierta? Yo sería una ciega idiota si no lo hubiera pensado."

Él la tomo por los hombros, sosteniendola firme justo cuando el carruaje pasaba sobre adoquines desiguales. "Tu estarás arruinada, Penelope. ¡Arruinada! ¿Entiendes lo qué digo?"

"Si yo no lo entendía," contestó ella, "te aseguro que ahora si, después de tus larguisimas disertaciones sobre el tema cuando acusabas a Eloise de ser Lady Whistledown."

Él frunció el ceño, obviamente enojado por arrojarle sus errores a la cara. "La gente dejará de hablarte," siguió él. "Ellos te condenaran-"

"La gente nunca se dirigió a mí," se rompió ella. "la mitad del tiempo no sabían ni siquiera que existía. ¿Cómo piensas que yo fui capaz de mantener la mentira por tanto tiempo en primer lugar? Yo era invisible, Colin. Nadie me vio, nadie se dirigió a mí. Sólo estuve de pie y escuché, y nadie lo notó"

"Eso no es verdad." Pero sus ojos se deslizaron de los suyo cuando él lo dijo.

"Ah, es verdad, y tu lo sabes. Tu solamente lo niegas," dijo, pinchándolo en el brazo, "porque te sientes culpable."

¡"Claro que no!"

"Ah, por favor," se mofó ella. "Todo lo que haces, es quitarte la culpa."

"Pen-"

"Eso me implica, al menos," corrigió ella. Su aliento se precipitaba por su garganta, y su piel se quemaba por la excitación, y por una vez, su alma ardió. ¿"Piensas que no sé cómo tu familia se compadecía de mí? ¿Piensas que no me he dado cuenta que cada vez que tu o tus hermanos estaban en el mismo baile que yo, me invitaban a bailar?"

"Somos corteses," protesto él, "y nos gustas."

"Y tu te compadeces de mí. Te gusta Felicity pero no te veo bailar con ella cada vez que cruzan caminos."

Él la soltó repentinamente y cruzo sus brazos. "Bueno, no me gusta tanto ella como me gustas tu."

Ella parpadeó, golpeada, por la claridad de su discurso. Confió en él como para aceptar un cumplido en medio de una discusión. Nada podría haberla desarmado más.

"Y," prosiguió levantando su barbilla, "No te has acercado al tema original."

¿"Cuál era?"

¡"Aquella Lady Whistledown te arruinará!"

"Por Dios," refunfuñó, " hablas como si ella fuera una persona independiente."

"Bien, perdóname si todavía tengo la dificultad de reconciliar a la mujer delante de mí con la bruja que escribe la columna."

¡"Colin!"

¿"Insultada?" se burló el.

¡"Sí! He trabajado con mucha esfuerzo en aquella columna." Ella apretó sus puños alrededor de la tela delgada de su vestido de mañana verde menta, inconsciente de las espirales arrugadas que creaba. Ella tenía que hacer algo con sus manos o explotaría posiblemente por la energía nerviosa y con la ira corriendo por sus venas. Su única otra opción parecía ser cruzar sus brazos y rechazar ceder ante un espectáculo tan obvio de petulancia. Además, él también estaba cruzado de brazos, y era necesario que uno de ellos actuara como alguien mayor de seis años.

"Yo no soñaría con denigrar lo que has hecho," dijo él con aire de superioridad.

"Por supuesto," interrumpió ella.

"No, no no."

¿"Entonces qué piensas tu que haces?"

¡"Ser un adulto!" contestó, cada vez más fuerte e impaciente. "Uno de nosotros tiene que serlo."

¡"No te atrevas a hablarme del comportamiento adulto!" ella explotó. "Tu, que corres en dirección contraria a la responsabilidad."

¿"Y qué demonios significa eso?" él replico.

"Pensé que era bastante obvio."

Él retrocedió. "No puedo creer que me hablas así."

¿"No puedes creer que lo hago," se burló ella, "o que poseo el nervio para hacerlo?"

Él sólo la contempló, obviamente sorprendido por su pregunta.

"Hay más en mí de lo que tu piensas, Colin," dijo ella. Y luego, con un tono calmado en la voz, ella añadió, "hay más de mí de lo que yo solía pensar. "

Él no dijo nada durante varios momentos, y luego, como si no pudiera mantenerse lejos del tema, él preguntó, prácticamente entre sus dientes, "¿Qué quisiste decir cuándo afirmaste que huyo de la responsabilidad?"

Ella apretó sus labios, luego los relajo cuando soltó lo que esperaba fuera exhalación calmada. ¿"Por qué crees tu que viajas tanto?"

"Por que me gusta," contestó, en tono encendido.

"Y porque te aburres de tus asuntos aquí en Inglaterra."

¿"Y porque eso me hace un niño…?"

"Porque no quieres crecer y hacer algo adulto que te mantenga en un solo lugar."

¿"Como qué?"

Sus manos subieron en un gesto que quería decir “es algo obvio”. "Como casarse."

¿"Es una oferta?" él se burló, una esquina de su boca que se elevo en una sonrisa bastante insolente.

Ella podía sentir sus mejillas ruborizarse y acalorarse, pero se obligó a seguir. "Tu sabes que no, y no trates de cambiar el tema siendo deliberadamente cruel." esperó a oírle decir algo, quizás una disculpa. Su silencio era un insulto, y entonces ella soltó un resoplido y dijo, "Por el bien del cielo, Colin, tienes treinta-y-tres años."

"Y tu tienes veinte-y-ocho," él indicó, y no en un tono en particularmente amable de voz.

Esto parecía perforarle el vientre, pero estaba demasiado irritada para retractarse, era un sello familiar. "A diferencia de ti," dijo ella con poca precisión, "no tengo el lujo de pedírselo a alguien. Y a diferencia de ti," añadió, su intención ahora únicamente inducirle la culpa de la que ella lo había acusado justos minutos antes, "no tengo un fondo masivo de pretendientes anticipados, entonces nunca he tenido el lujo de decir no. "

Sus labios se apretaron. ¿"Y piensas que tu revelación como Lady Whistledown va a aumentar el número de pretendientes?"

¿"Tratas de ser insultante?" inquirio.

¡"Trato de ser realista! Algo de lo cual pareces haber perdido de vista indiscutiblemente."

"Nunca dije que yo planeaba descubrirme como Lady Whistledown."

Él le arrebató el sobre con la columna final que había recuperado del respaldo del banco de la iglesia. ¿"Entonces qué es esto?"

Ella le arrebato el sobre. "Perdón," dijo, cada sílaba estaba llena de sarcasmo.

"Debo haber perdido la oración que proclama mi identidad."

¿"Piensas realmente que este canto de cisne tuyo hará algo para mojar el frenesí de interés sobre la identidad de Lady Whistledown? Ho, perdoname" – él colocó una mano insolente sobre su corazón – "quizás yo debería haber dicho tu identidad. Después de todo, no quiero negarte el crédito. "

"Ahora estas siendo horrible," dijo ella, una voz en su cerebro se preguntaba por qué ya no lloraba. Este era Colin, y ella lo había amado por siempre, y él actuaba como si la odiara. ¿Había allí algo más digno de lágrimas en el mundo?

O tal vez que no lo era en lo absoluto. Tal vez toda esta tristeza que aumentaba dentro de ella era para matar un sueño. Su sueño sobre él. Ella había creado la imagen perfecta de él en su mente, y con cada palabra que él escupía en su cara, se hacía cada vez más obvio que su sueño estaba completamente equivocado.

"Estoy llegando a un punto," dijo él, quitándole el papel de sus manos. "Mira esto. Esto podría ser también una invitación para una investigación adicional. Te burlas de la sociedad, desafiándolos a que te descubran. "

¡"Eso no es lo que estoy haciendo!"

"Puede no ser tu intención, pero es seguramente el resultado final."

Él probablemente tenía algo razón, pero estaba reacia a darle el crédito de ello. "Esto es riesgo que tendré que tomar," contestó ella, cruzando sus brazos y mirando intencionadamente lejos de él. "He vivido once años sin que me descubrieran. No veo por qué necesito preocuparme excesivamente ahora. "

Su aliento lo abandonó en una punzada de exasperación. ¿"Tienes algún concepto del dinero? ¿Alguna idea cuánta a gente le gustaría ganar las mil de libras de Lady Danbury?"

"Conozco más del dinero que tu," contestó, erizándose con el insulto. "Y además, la recompensa de Lady Danbury no hace mi secreto más vulnerable."

"Hace que todos los demás estén mas determinados, y esto te hace más vulnerable. Sin mencionar," añadió él con una torcedura sardónica en sus labios, "como indico mi hermana más joven, allí esta la gloria."

¿"Hyacinth?" preguntó.

Él asintió con la cabeza en tono grave, dejando el papel en el asiento a su lado. "Y si Hyacinth piensa que la gloria esta por descubrir tu identidad es envidiable, entonces puedes estar segura que ella no es la única. Eso puede ser perfectamente el motivo por el que Cressida te persigue con su estupida astucia."

"Cressida lo hace por el dinero," se quejó Penelope. "Estoy segura de ello."

"Bien. No importa por qué lo hace. Todo lo que lo que importa es que ella lo hace, y entonces tu lo arruinas con tu idiotez" – él cerró de golpe su mano sobre el papel, haciendo estremecer a Penelope arrugándolo en el aire – "alguien más tomará su lugar."

"Eso no es algo que no sepa," dijo ella, sobre todo porque no podía dejarlo decir la última palabra.

"Entonces por el amor de Dios, mujer," estalló él, "deja que Cressida lleve a cabo su plan. Ella es la respuesta a tus plegarias."

Sus ojos se quebraron con esto. "Tu no conoces mis plegarias."

Algo en su tono golpeo a Colin directamente en el pecho. Ella no había cambiado de opinión, ni siquiera lo había pensado, pero él no podía encontrar al parecer las palabras correctas para llenar el momento. Él la miró, entonces él miró fuera por la ventana, su mente distraídamente se concentraba en la cúpula de la Catedral de San Pablo.

"Realmente estamos tomando el camino largo a casa," murmuró él.

Ella no dijo nada. Él no la culpó. Esto había sido una conclusión ilógica estúpida, palabras para llenar el silencio y nada más.

"Si dejas a Cressida-" él comenzó.

"Detente," imploró. "Por favor, no diga más. No puedo dejar que lo haga."

¿"Realmente has pensado en lo que podrías ganar?"

Ella lo miró bruscamente. ¿"Crees que he sido capaz de pensar en algo más estos últimos días?"

Él intentó otra táctica. ¿"Importa realmente que la gente sepa que tu eras Lady Whistledown? Tu sabes que eres inteligente y nos has engañado todos nosotros. ¿Puede no ser bastante? "

¡"Tu no me escuchas!" Su boca permaneció abierta, en un raro ovalo incrédulo, como si no pudiera creer completamente que él no entendiera lo que ella decía. "No necesito que la gente sepa que soy yo. Sólo necesito que ellos sepan que no era ella."

"Pero claramente no te opones si la gente cree que alguien más es Lady Whistledown," insistió él. "Después de todo, has estado acusando a Lady Danbury durante semanas."

"Tenia que acusar a alguien," explicó ella. "Lady Danbury me preguntó categóricamente sobre quien pensaba que era, y yo no podía que era yo. Además, no sería tan malo si la gente pensara que era Lady Danbury. Al menos me gusta lady Danbury."

"Penelope-"

¿"Cómo te sentirías si tus diarios fueron publicados por Nigel Berbrooke como su autor?" demando ella.

"Nigel Berbrooke puede ensartar apenas dos oraciones juntas," dijo él con un resoplido burlón. "Apenas pienso que alguien crea que él podría haber escrito mis diarios. "Como una ocurrencia posterior, él le dio una pequeña cabezada como disculpa, ya que Berbrooke, después de todo, estaba casado con su hermana.

"Intenta imaginarlo," contesto ella. "O sustituirlo por cualquiera que consideres similar a Cressida."

"Penelope," él suspiró, "no soy tu. No nos puedes comparar. Además, si yo debiera publicar mis diarios, ellos difícilmente me arruinarían a los ojos de la sociedad."

Ella se desinfló en su asiento, suspirando en voz alta, y él sabía que su punto había estado bien dado. "Bueno", él anunció, "entonces esta decidido. Rasgaremos esto-" Él alcanzó la hoja de papel.

¡"No!" ella lanzó un grito, prácticamente saltando de su asiento. ¡"No lo hagas!"

"Pero tu dijiste-"

¡"No dije nada!" chillo. "Todo lo que hice fue suspirar."

"Ho, por Dios, Penelope," dijo irritado. "Tu claramente estabas de acuerdo con-"

Ella bostezó con audacia. ¿"Cuándo te di el permiso para interpretar mis suspiros?"

Él miró el papel incriminatorio, todavía sosteniéndolo en sus manos, y se preguntó lo que se suponía que haría con el en este momento.

"Y de todos modos," siguió ella, sus ojos destellaban con cólera y fuego que la hacia casi hermosa, "no es como si no memorizara cada última palabra. Tu puedes destruir aquel papel, pero no puedes destruirme. "

"Me gustaría a," refunfuñó él.

¿"Qué dijiste?"

"Whistledown," respondio. "Me gustaría destruir a Whistledown. Yo, estaría feliz de dejarlo así."

"Pero yo soy Whistledown."

"Dios nos ayude a todos nosotros."

Y luego algo dentro de ella simplemente se quebró. Toda su rabia, toda su frustración, cada último sentimiento negativo que había quedado embotellada dentro durante los años se rompió, todos dirigido a Colin, que, de toda la sociedad, era probablemente el que menos lo merecía.

¿"Por qué estas tan enojado conmigo?" ella estalló. ¿"Qué he hecho que es tan repelente? ¿Ser mas astuta que tu? ¿Guardar un secreto? ¿Reírme un poco de la sociedad?"

"Penelope, tu-"

"No," ella dijo enérgicamente. "Cállate. Este es mi turno para hablar."

Su mandíbula se aflojo mientras el la contemplaba, choqueado e incrédulo por lo que sus ojos veían.

"Estoy orgullosa de lo que he hecho," ella logró decir, su voz temblaba con la emoción. "No me importa lo que digas. No me importa lo que digan los demás. Nadie puede quitármelo."

"No estoy tratando-"

"No necesito que la gente sepa la verdad," dijo ella, interrumpiendo su protesta inoportuna. "Pero estaré condenada si permito Cressida Twombley, la misma persona que… que…" Su cuerpo entero temblaba ahora, recordando los recuerdos olvidados, todos ellos malos.

Cressida, renombrada por su gracia y porte, tropezando y derramando ponche en el vestido de Penelope el primer año – el único que su madre había permitido que ella comprara que no era amarillo o naranja.

Cressida, dulcemente pidió a los solteros jóvenes invitar a Penelope a bailar, su petición la hizo con tanto ruido y fervor que Penelope sólo podría ser mortificada por ello.

Cressida, diciendo frente a una multitud cuan preocupada estaba sobre el aspecto de Penelope. "No es saludable pesar más de ciento cuarenta libras a nuestra edad," había dicho ella.

Penelope nunca supo si Cressida habia sido capaz de esconder su sonrisa satisfecha después de su ataque. Ella había huido al cuarto, cegado por las lágrimas, incapaz no de ignorar la forma en que sus caderas zangoloteaban cuando escapó.

Cressida siempre sabía exactamente donde enterrar su espada, y ella sabía enroscar su bayoneta. Esto no importaba ya que Eloise era la campeona de Penelope o aquella Señora Bridgerton que siempre trataba de sostener su confianza. Penelope se había dormido angustiada más veces de las que ella podría recordar, siempre debido a algún ataque bien dirigido de Cressida Cowper Twombley.

Ella le había dado tanto a Cressida en el pasado, todos porque no tenía el coraje para defenderse. Pero ella no podía dejar a Cressida salirse con esta. No su vida secreta, no el pequeño rincón de su alma que era fuerte y orgulloso y totalmente sin miedo.

Penelope no sabía como defenderse, pero por dios, Lady Whistledown si sabia.

¿"Penelope?" preguntó Colin con cautela.

Ella lo miró sin expresión, tomando varios segundos para recordar que esto era 1824, no 1814, y estaba aquí en un carruaje con Colin Bridgerton, que no se encogía en un rincón de un salón de baile, tratando de evitar a Cressida Cowper.

¿"Te encuentras bien?" preguntó.

Ella asintió con la cabeza. O al menos lo intentó.

Él abrió su boca para decir algo, luego hizo una pausa, sus labios permanecieron separados durante varios segundos. Finalmente, él sólo colocó su mano sobre la suya, diciendo, "¿lo hablamos después?"

Esta vez ella hizo un pequeño gesto con la cabeza. Y realmente, sólo quería que la horrible tarde acabara, pero había algo que ella no podía dejar ir aún.

“Cressida no quedo arruinada," dijo ella silenciosamente.

Él se volvió hacia ella, un leve velo de confusión descendió sobre sus ojos. ¿"Perdón?"

Su voz se elevó ligeramente. "Cressida dijo que ella era Lady Whistledown, y no quedo arruinada."

'Esto es porque nadie la creyó," contestó Colin. "Y además," añadió él sin pensarlo, "ella es… diferente."

Ella se volteo despacio. Muy despacio, con ojos firmes. ¿"Diferente cómo?"

Algo parecido al pánico comenzó a palpitar en el pecho de Colin. Él sabía que había dicho las palabras correctas justo cuando se derramaron de sus labios. ¿Cómo una frase tan pequeña podía estar tan mal, una pequeña palabra podía equivocarse tanto?

Ella es diferente.

Ambos sabían lo que él había querido decir. Cressida era popular, Cressida era hermosa, Cressida podría tomar todo esto con aplomo.

Penelope, por otra parte…

Ella era Penelope. Penelope Featherington. Y no tenía el aplomo ni los contactos para guardarla de la ruina. Los Bridgertons podrían estar de pie detrás de ella y ofrecer el apoyo, pero hasta ellos no serían capaces impedir su perdición. Algún otro escándalo podría haber sido manejable, pero Lady Whis-tledown había insultado, en algún momento, a casi todas las personas relevantes de las Islas británicas. Una vez que la gente superara su sorpresa, era cuando comenzarían los comentarios poco amables.

No elogiarían a Penelope de ser inteligente o ingeniosa o audaz.

La llamarían mediocre, y pequeña, y celosa.

Colin conocía bien a la sociedad. Él sabía como actuarían sus pares. La aristocracia era capaz de la grandeza individual, pero colectivamente tendían a hundirse al denominador común más bajo.

Que era muy bajo, en efecto.

"Ya veo," dijo Penelope en el silencio.

"No," él dijo rápidamente, "no lo haces. "Yo" "

"No, Colin," dijo, pareciendo casi dolorosamente sabia, "lo hago. Supongo que yo siempre espere que tu fueras diferente."

Sus ojos se aferraron a los suyos, y de alguna manera sus manos estaban sobre sus hombros, tomándola con tal intensidad que ella no podía alejarse de su mirada. Él no dijo nada, dejando a sus ojos hacer sus preguntas.

"Pensé que tu creías en mí," dijo ella, "que verías más allá del patito feo."

Su cara era tan familiar para él; él la había visto mil veces antes, y aún en estas últimas semanas, él no podía haber dicho que realmente la conocía. ¿Habría recordado él que ella tenía una pequeña marca de nacimiento cerca del lóbulo de su oreja izquierda? ¿Había notado alguna vez él el brillo calido de su piel? ¿O que sus ojos marrones tenían manchas de oro, directamente cerca de la pupila?

¿Cuantas veces había bailado él con ella y nunca había notado que su boca era llena y amplia y hecha para besarse?

Ella lamía sus labios cuando estaba nerviosa. Él la había visto hacerlo sólo el otro día. Seguramente ella había hecho esto mismo durante la docena de años que se conocían, y aún así era ahora que la mera vista de su lengua hacia que su cuerpo se oprimiera por la necesidad.

"Tu no eres fea," él le dijo, con voz baja y urgente.

Sus ojos se ensancharon.

Y él susurró, "Eres hermosa."

"No," dijo ella, la palabra apenas era más que un aliento. "No digas cosas que no quieres decir."

Sus dedos profundizaron en sus hombros. "Eres hermosa," repitió él. "No se como… No se cuando…" Él tocó sus labios, sintiendo su aliento caliente en las yemas de sus dedos. "Pero lo eres," susurró él.

Él se acerco y la besó, despacio, reverentemente, ya no completamente sorprendido de lo que estaba sucediendo, deseándola del modo incorrecto. El impacto se había ido, sustituido por una necesidad simple, primitiva de reclamarla, marcarla, marcarla como suya.

¿Suya?

Él se retiró y la miró durante un momento, sus ojos recorrían su cara.

¿Por qué no?

¿"Qué sucede?" ella susurró.

"Tu eres hermosa," dijo él, sacudiendo su cabeza confuso. "No sé por qué nadie más lo ve."

Algo calido y encantador comenzó a extenderse en el pecho de Penelope. Ella no podía explicarlo realmente; era como si alguien hubiera calentado su sangre. Comenzando por su corazón y luego lentamente bajo por sus brazos, por su vientre, hasta las puntas de los dedos de sus pies.

Se sentía mareada. Se sentía feliz.

Se sentía completa.

Ella no era hermosa. Ella sabía que no era hermosa, ella sabía que nunca sería algo más que pasablemente atractiva, y lo era solamente durante sus días buenos. Pero él pensaba que ella era hermosa, y cuando él la miraba…

Ella se sentía hermosa. Y nunca se había sentido de aquella forma antes.

Él la besó nuevamente, sus labios más hambrientos esta vez, mordisquearon, acariciando, despertando su cuerpo, despertando su alma. Su vientre había comenzado zumbar, y su piel estaba ardiente y necesitada de sus manos que la tocaban por la delgada tela verde de su vestido.

Y en ningún momento ella pensó, que esto estuviera mal. Este beso era todo lo que ella sentía que la acercaba al miedo y a la precaución, pero ella sabía-cuerpo, mente, y alma – que nada en su vida había estado tan correcto alguna vez. Ella había nacido para este hombre, y había pasado tantos años tratando de aceptar el hecho de que él había nacido para alguien más.

Probar lo prohibido era el placer más exquisito imaginable.

Ella lo deseaba, lo deseaba en este momento, deseaba la sensación de como el la hacia sentir.

Ella quería ser hermosa, aun si fuera solamente en los ojos de un solo hombre.

Ellos eran, ella pensó como si estuviera soñando cuando él la posó en el cojín afelpado del banco del carruaje, los únicos ojos que importaban.

Ella lo amaba. Ella siempre lo había amado. Incluso ahora, cuando él estaba tan enojado con ella que apenas lo reconoció, cuando él estaba tan enojado con ella que incluso dudo si él le gustaba, si lo amaba.

Y quiso ser suya.

La primera vez que él la había besado, ella había aceptado sus avances con un placer pasivo, pero esta vez estaba determinada a ser una compañera activa. Todavía no podía creer que estuviera aquí, con él, y ciertamente no estaba lista para soñar que él podría besarla de forma constante.

Esto nunca podría pasar otra vez. Nunca podría sentir otra vez el peso exquisito de él apretándose contra ella, o los escandalosas cosquilleos de su lengua contra la suya.

Ella tenía una posibilidad. Una posibilidad para lograr un recuerdo que durara de por vida. Una posibilidad para alcanzar la felicidad.

Mañana sería horrible, sabiendo que él encontraría alguna otra mujer con quien reírse y bromear y hasta casarse, pero hoy…

Hoy era suyo.

Y por dios, iba a hacer de este un beso memorable.

Ella se acerco y tocó su pelo. Permanecía dudosa al principio porque estaba determinada a ser un compañera activa, complaciente no significaba que tuviera una pista de lo que ella debía hacer. Sus labios aliviaban despacio toda la razón y la inteligencia de su mente, pero de todos modos, no ayudaba el hecho que su pelo se sintiera exactamente como el de Eloise, que ella había cepillado incontables veces durante sus años de amistad. Y que el cielo la ayude…

Ella se rió tontamente.

Consiguiendo su atención, y él levantó su cabeza, sus labios tocados por una sonrisa divertida. ¿"Perdón?" él preguntó.

Ella sacudió su cabeza, tratando de rechazar su sonrisa, sabiendo que perdía la batalla.

"Ho, no, debes decirme," insistió él. "Yo no podría seguir probablemente sin saber la razón de tu risa burlona."

Ella sintió ambas mejillas arder igualmente, que la golpeó como algo ridículamente inoportuno. Aquí estaba, comportándose completamente mal en la parte trasera de un carruaje, ¿y era sólo ahora que ella tenía la decencia para sonrojarse?

'Cuentame," murmuró él, mordisqueando su oído.

Ella sacudió su cabeza.

Sus labios encontraron el punto exacto donde su pulso golpeaba en su garganta. 'Cuentame."

Todo lo que hizo – todo lo que ella podía hacer – era gemir, arqueando su cuello para darle mayor acceso.

Su vestido, que ella no se había dado cuenta que estaba parcialmente desabotonado, se deslizó hasta que su clavícula quedo totalmente expuesta, y miro con una fascinación vertiginosa cuando sus labios remontaron la línea en ella, hasta que su rostro entero fuera acariciado por unos labios peligrosamente cerca de su pecho.

¿"Me contaras?" él susurró, acariciando su piel con sus dientes.

¿'Contarte qué?" ella jadeó.

Sus malévolos labios, fueron deslizándose más abajo, seguían bajando. ¿"Por qué reías?"

Durante varios segundos Penelope ni siquiera podía recordar de lo que el estaba hablando.

Su mano se poso en su pecho a través del vestido. "Te atormentaré hasta que me cuentes," amenazó él.

Penelope respondió arqueando su espalda, colocando su pecho aún más firmemente en su asimiento.

Le gustaba su tormento.

"Ya veo," murmuró él, simultáneamente deslizando su blusa hacia abajo y moviendo su mano de modo que su palma acariciara su pezón. "Entonces quizás voy a" – su mano se detuvo, luego levantándola – "parar".

"No," ella gimió.

"Entonces dime."

Ella contempló su pecho, hipnotizada por la vista de ello, desnudo y abierto a su fija mirada.

'Cuentame," susurró él, soplando suavemente de modo que su aliento cepillara a través de ella.

Algo se oprimió dentro de Penelope, profundamente dentro de ella, en sitios de los que nunca hablo antes.

"Colin, por favor," pidió ella.

Él sonrió, lento y perezoso, satisfecho y todavía de alguna manera hambriento. ¿"Por favor qué?" él preguntó.

"Tócame," susurró ella.

Su índice se deslizó a lo largo de su hombro. ¿"Aquí?"

Ella asintió frenéticamente.

Él se arrastró hacia abajo por la columna de su cuello. ¿"Me estoy acercando?" él murmuró.

Ella asintió con la cabeza, sus ojos nunca abandonaron su pecho.

Él encontró su pezón otra vez, sus dedos remontaron lentamente, realizando espirales atormentadores alrededor de ellos, luego sobre ellos, y todo el rato ella miró, su cuerpo se puso tenso y más tenso.

Y todo lo que ella podía oír era su aliento, caliente y pesado de sus labios.

Entonces-

¡"Colin!" Su nombre voló de su boca en un grito ahogado estrangulado. Seguramente él no podría-

Sus labios se cerraron alrededor de ella, y antes de que hubiera sentido nada más que el calor de él, ella se retiro del asiento sorprendida, sus caderas se apretaron desvergonzadamente contra él, luego retrocedieron cuando él respondió contra ella, sosteniéndola inmóvil mientras el le daba placer.

"Ho, Colin, Colin," jadeó, sus manos volaron alrededor de su espalda, apretando desesperadamente sus músculos, no queriendo nada además que sostenerlo y tenerlo y nunca dejarle ir.

Él tiro de su camisa, liberandola del cinturón de sus pantalones, y ella siguió su señal resbalando sus manos bajo la tela y dirigiéndolas a lo largo de la piel caliente de su espalda. Ella nunca había tocado a un hombre de esta forma; ella nunca había tocado a nadie de esta manera, excepto tal vez a si misma, e incluso así, ella no podía tocarse tan fácilmente su espalda.

Él gimió cuando ella lo tocó, luego tensándose cuando sus dedos pasaron rozando a lo largo de su piel. Su corazón saltó. Le gustaba esto; le gustaba el modo en que ella lo tocaba. Ella no tenía la menor idea de que hacer, pero a él le gustó igualmente.

"Eres perfecta," susurró él contra su piel, sus labios se abrieron camino atrás hasta la parte oculta de su barbilla. Su boca reclamó la suya nuevamente, esta vez con intensificado fervor, y sus manos deslizaron hacia abajo hacia su derriere, metiéndose y amasando y pulsándola contra su excitación.

"Ho mi Dios, te deseo," jadeó él, aplastando sus caderas hacia abajo. "Quiero dejarte desnuda y pentretarte y nunca dejarte ir."

Penelope gimió con deseo, incapaz de creer cuanto placer ella podía sentir con solo palabras. Él la hizo sentir malavada, traviesa, "y tan deseable".

Y ella nunca quiso que esto terminara.

"Ho, Penelope," gemía él, sus labios y manos eran cada vez más frenéticos. "Ho, Penelope. Ho, Penelope, ah-" Él levantó su cabeza. Muy repentinamente.

"Ho, Dios."

¿"Qué sucede?" ella preguntó, tratando de levantar su cabeza del cojín.

"Nos hemos detenido."

Le tomó un momento reconocer el significado de esto. Si ellos se habían detenido, eso significaba que ellos habían alcanzado probablemente su destino, que era…

Su casa.

¡"Ho, Dios!" Ella comenzó a tirar la blusa de su vestido con movimientos frenéticos. "¿No le podemos pedir al conductor que siga?"

Ella había demostrado ya ser una completa desenfrenada. Ya parecía poco dañino en este agregar "desvergonzada" a su lista de comportamientos.

Él la ayudo acomodar la blusa de ella, y la acomodo en su lugar lugar. ¿"Cuál es la posibilidad de que tu madre no haya notado mi carro delante de su casa aún?"

"Ninguna, realmente," dijo ella, "pero Briarly lo habrá reconocido."

"¿Tu mayordomo reconocería mi carruaje?" Preguntó con incredulidad.

Ella asintió con la cabeza. "Cuando viniste el otro día. Él siempre recuerda cosas así."

Sus labios giraron y con un tono de voz gravemente decidido. "Muy bien, entonces," apuntó él. "Ponte presentable."

"Puedo correr hasta mi cuarto," comento Penelope. "Nadie me verá."

"Lo dudo," dijo él siniestramente, acomodando su camisa y alisando su pelo.

"No, te lo aseguro-"

"Y yo te aseguro," indicó él, marcando sus palabras. "Que tu serás vista." Él lamió sus dedos, luego los paso por su pelo. ¿"Parezco presentable?"

"Sí," ella mintió. En verdad, él parecía ruborizado, con los labios hinchados, y su pelo que no se adhería remotamente a ningún estilo convencional.

"Bien." Él bajo del carruaje y le ofreció su mano.

¿"Tu también entraras?" preguntó.

Él la miró como estuviera repentinamente chiflada. "Por supuesto."

Ella no se movió, demasiado perpleja por sus acciones para dar la orden de moverse a sus piernas. No existía seguramente ninguna razón por la cual él tuviera que acompañarla al interior. La situación realmente no lo ameritaba, y-

"Por Dios, Penelope," dijo él, agarrando su mano y tirando de ella hacia abajo. ¿"Vas a casarte conmigo o no?"

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