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Desde que comenzaron a salirme las alas -y los ojos se me empañaron hasta quedarme ciega, la ausencia de él se ha vuelto inevitable.

Hoy me la tragué de un solo bocado, porque sólo con ella podía alimentarme, porque ya nada puede nutrirme como a cualquier ser humano. Lo que quiero es carne de mujer, mujer maléfica y tremenda, mujer-libélula.

Soy algo distinto y oscuro.

Soy la niebla impalpable y el viento tremendo que abate las ramas, soy los celos mezquinos y homicidas, soy el amor que perdí y que nunca más reencontraré. Soy un manojo de recuerdos y alegrías que comenzaron a marchitar y a convertirse en humus con mis obsesiones.

Soy una enorme sábana tendida, blanca, en la que se reflejan las imágenes de mi historia de amor y cada recuerdo se vuelve causa de malestar, de obsesión. No se trata del deseo de cambiar la realidad, sino del instinto inexplicable que hace que vuelva mi vida más difícil y oscura. En su rostro sólo veo intolerancia, mentira y desconsuelo. Ya no consigo pensarlo, imaginarlo feliz.

Soy un murciélago y acabo de comerme a la libélula. Estuvimos encerradas durante horas en una campana de vidrio que nuestros alientos volvieron invisible. Ella me rompió un ala y yo me lamí la sangre, mi lengua pequeña y roja curó la herida; después mis dientes puntiagudos se hincaron en su cara y me la comí. Su cuerpo todavía vibraba, debías haberlo visto, mamá. Su cuerpo sin cabeza seguía moviéndose, la sangre todavía corría por sus arterias. Verdaderamente fue un bellísimo espectáculo, la campana de vidrio estaba muy salpicada de sangre, y yo la lamí en señal de victoria.

Destruí mi casa y puse patas para arriba mis recuerdos. Mis antenas son demasiado débiles, mis ojos están completamente ciegos. Me trago todo lo que encuentro a mi paso y no me importa si también me lo trago a él.

Ya no tengo tiempo para recordar, para reinventarme, para dejar que la lombriz mueva su cuerpo y me convierta en espectadora de mi pasado.

Ya no tengo tiempo.

Porque ahora, si estoy en lo cierto, nada más es fruto de mi fantasía y de mi miedo.

Ahora todo es real, palpable.

Ahora, si mis fantasmas me rozan no tengo más miedo, porque ahora sé que ellos están aquí para ayudarme. Están aquí para hacerme vivir sin rasguños, o, por el contrario, para hacerme vivir en un infierno el resto de vida que me queda.

Para mí, una vida vale tanto como la otra. Si él no está, un destino vale tanto como otro destino.

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