Sus ojos se pegaron a la pantalla. Allí estaba, dando vueltas, centrándose.
Sólo un minuto más. Sigue al teléfono un minuto más, Stolz.
¡No necesitaba otro minuto!
Se inclinó sobre el teclado.
¡Lo tenía!
– No hay más información -le dijo Blockman a Kilmer-. Nevins se muestra esquivo. Hace una semana era la sombra de Stolz y no paraba de meter las narices. Ahora prácticamente lo ignora y se comporta de manera muy reservada. Cada vez que Stolz se acerca a su cubículo, está haciendo algo, desde reservar los hoteles para North y Crane a contestar por North los informes internos. -Y añadió con aspereza-: Pero, curiosamente, Nevins siempre está en las primeras fases de cada trabajo. ¿No te parece raro?
– En absoluto -dijo Kilmer-. Si no está intentando sacarle información a Stolz, entonces es que tiene otra fuente.
– ¿Operaciones 751? -Blockman se encogió de hombros-. Dijiste que Donavan estaba trabajando en ello.
– Si es que no acaba en un callejón sin salida. Su fuente dice que quizá sea una denominación del ejército. No parece lógico que tuvieran ninguna información sobre Grace.
– Stolz está haciendo todo lo que puede -dijo Blockman-. Nevins es un genio y está borrando sus huellas. Incluso si le diéramos un chivatazo anónimo sobre él a North, dudo que pudiera pillarlo.
– Si no puedes obtener más información de Stolz, entonces lo intentaremos de otra manera. -Kilmer se dio la vuelta para entrar en la casa-. Lo atrapemos o no, quiero a ese bastardo con las manos atadas.
– Despierta. -Donavan abrió la puerta y entró cojeando con su muleta en la habitación de Kilmer-. Me acaba de llamar mí fuente de Washington. Me dio una lista de los proyectos de Operaciones 75 del ejército. -Empujó una hoja de papel ante Kilmer-. Echa un vistazo y dime si te deja helado lo mismo que me ha dejado helado a mí.
La lista contenía siete números de proyectos. Kilmer los escudriñó rápidamente, hasta que llegó al número cinco: 75132.
– ¡Hostia!
– Eso fue lo que pensé -dijo Donavan con gravedad-. La pregunta es: ¿podría Nevins conseguirlo?
– Stolz dice que es un genio. No querría correr ese riesgo. -A toda prisa, repasó mentalmente todas las posibilidades-. Él ya no está interesado en Stolz porque se dio cuenta de que podía enfocar el problema de otra manera. Pero Nevins ya tenía lo que necesitaba de él. Probablemente sabía a qué hora llamaba Blockman. Y aunque no pudiera rastrear las llamadas, podía captar la señal.
– Y dejar que Operaciones 751 se ocupara de ello. ¿Es demasiado tarde?
– Tal vez sí. -Kilmer se estaba vistiendo a toda prisa-. Todo depende de cuánto haya adelantado Nevins esta noche a las nueve. Llama al barracón y que los chicos se pongan en movimiento. Y dile a Blockman que quiero que suba a toda pastilla.
– ¿Y Grace y Frankie?
– Yo las despertaré. ¡Por Dios! Te aseguro que no tengo ningunas ganas. -Fue hasta la ventana y escudriñó la oscuridad-. No hay luces en la carretera. Pero podrían venir por el aire. Muévete, Donavan.
¡Una mano le estaba tapando la boca!
Grace abrió los párpados al mismo tiempo que el canto de su mano se dirigía a la garganta de la borrosa figura que se inclinaba sobre ella.
Kilmer le agarró la mano antes de que alcanzara su cuello.
– Chist -susurró-. Procura no asustar a Frankie. Levántate y dile que tenemos que salir de aquí. Ahora.
El corazón fe dio un vuelco a causa del pánico. Grace apartó bruscamente la mano de Kilmer de sus labios.
– ¿Y qué voy a hacer para no asustarla? ¿Marvot?
– ¿Mamá? -Frankie estaba sentada en la cama-. ¿Pasa algo?
– Sí. -Grace ya se había levantado y se estaba vistiendo a toda prisa-. Vístete. Deprisa.
La niña apartó la colcha y saltó de la cama sin apartar la mirada de Kilmer.
– ¿Qué sucede, Jake?
– No estoy seguro. Tal vez nada. Sólo quiero tomar precauciones. -Se agachó delante de ella-. Hay una vieja cabaña de cazadores en las montañas. Voy a enviaros a ti y a tu madre y a vuestro amigo Robert allí arriba durante un día o así. No os va suceder nada, te lo prometo.
– ¿Por qué no vienes tú?
– Es mejor que permanezca aquí para haceros saber cuándo podéis volver. -Se levantó-. Ahora date prisa. Robert debe de estar esperándoos abajo.
– Vale. -Frankie corrió a la cómoda y empezó a sacar su ropa.
La frustración pugnaba con el pánico mientras Grace bajaba la mochila del armario empotrado. ¡Maldición!, la había hecho sólo hacía unos días. ¿Cuándo terminaría aquello?
– ¿A qué viene tanta prisa? -le preguntó a Kilmer en un tono de voz inaudible para Frankie-. ¿Qué sucede?
– Puede que la Operación 751 sea la Operación 75132 -dijo-. Es un satélite lanzado por la Inteligencia del Ejército hace dos años. Se supone que para reunir información militar a fin de proteger a Estados Unidos de los ataques terroristas. Un vehículo espía de bella factura con todo tipo de adornos. Es absolutamente capaz de captar una señal y centrarla en cualquier ubicación del mundo si se le apunta en la dirección correcta. -Hizo una pausa-. Y como todo lo demás en nuestro mundo moderno, está controlada por ordenadores.
Ordenadores.
– Nevins -susurró Grace-. Pero ¿cómo podría hacerse con su control? ¿Cómo sería eso posible?
– Es un genio. Ha habido piratas informáticos de instituto que se han metido en espacios militares de alto secreto sin ningún problema. Nevins es más listo, tiene más experiencia y está más motivado. Sin duda alguna es posible. No sé si lo ha hecho todavía o sí hemos tenido suerte. No voy a correr ningún riesgo. -Empezó a dirigirse a la puerta-. Salid de aquí, Grace. No sé cuánto… ¡Mierda!
Ellas también lo oyeron.
Rotores. Un helicóptero.
– ¡Fuera! -Kilmer cogió a Frankie en brazos y empezó a correr hacia la puerta-. Tíralo todo. Muévete.
Grace ya corría por el pasillo y bajaba las escaleras.
Robert esperaba al pie de las escaleras.
– El jeep está aparcado en la parte trasera. -Cogió a Frankie de la mano cuando Kilmer la puso en el suelo y se dirigió a la puerta de la cocina a grandes zancadas-. Kilmer, ¿es realmente segura esa cabaña?
– Está en el culo del mundo. Un día o dos. Para entonces debería poder reunirme con vosotros.
El ruido de los rotores era más fuerte y más bajo cuando llegaron al vehículo.
– No contaré con ello -dijo Robert-. Si no me llamas dentro de doce horas, buscaré otro lugar para llevarlas.
Quería decir que Kilmer podría estar muerto al cabo de doce horas, pensó Grace, petrificada. Levantó la vista al cielo nocturno y vio las luces blanco azuladas del helicóptero. Se volvió hacia Kilmer.
– ¿Qué vas a hacer?
– Llévatelas de aquí. -Levantó a Frankie en vilo para meterla en el jeep-. ¿Qué más? -Retrocedió-. Muévete, Blockman. No enciendas las luces. Sácalas de aquí antes de que os vean. Y pase lo que pase, no te pares.
Una lluvia de balas procedente del helicóptero barrió la casa.
La ventana de uno de los dormitorios estalló y los cristales llovieron sobre el techo del todoterreno.
«¿Sácalas de aquí?», pensó frenéticamente Grace. Lo que estaba disparando el helicóptero era munición militar. Tendrían que esquivar aquellas balas mientras esperaban a que el helicóptero se acercara lo suficiente para tener su oportunidad.
Miró por encima del hombro cuando Robert salió disparado por la carretera. Las balas del helicóptero estaban haciendo trizas el patio del establo, y gracias al haz de luz procedente de la aeronave, Grace pudo ver hombres moviéndose, corriendo, escondiéndose.
– Mamá… -Frankie se acurrucó más cerca-. ¿Y qué pasa con Jake?
– Estará bien. -¡Dios santo!, confiaba en estar diciendo la verdad. No deseaba otra cosa que saltar del vehículo y volver corriendo a la casa, que en ese momento estaba llena de agujeros de balas-. Sabe lo que hace.
– Pero no lo veo.
Ni ella tampoco. Y el helicóptero ya estaba más cerca del suelo, y las luces iluminaban la escena con una claridad diurna.
– ¿Quieres que lo intente? -preguntó Donavan.
– No, lo haré yo. -Kilmer ajustó la mira del cañón de su Springfield-. Claro que, sí quieres ayudar, puedes distraerlos atravesando el patio del establo corriendo.
– Muy gracioso. Mejor que sea pronto. Calculo que harán una pasada más para hacer todo el daño que puedan. Aterrizarán fuera de nuestro alcance en uno de los cercados, y saldrán en tropel de ese cacharro a toda pastilla.
– Qué gran negligencia por mi parte no tener un lanzador de misiles tierra-aire. Siento hacerte esperar.
– Deberías sentirlo. Después de mi reciente experiencia en El Tariq, mis nervios se encuentran en un estado muy delicado. Así que hazlo…
– Vuelven.
Inteligente. Se estaban moviendo deprisa y cambiaban de dirección en cada asalto. En esa ocasión se estaban acercando desde el norte. Si el helicóptero no se desviaba del curso que seguía en ese momento, Kilmer debería conseguir un blanco fácil en el depósito de combustible.
Un disparo.
– Mejor que aciertes -murmuró Donavan-. O nunca me oirás contar el final.
– ¡Vaya novedad!
Un acercamiento rápido. Disparar un poco por delante del blanco…
El helicóptero explotó con una brutal detonación que iluminó el cielo nocturno.
Grace rodeó con fuerza a Frankie con un brazo.
– Alcanzados.
La niña miró de hito en hito los restos llameantes que caían en picado al suelo.
– ¿Ya está a salvo Jake?
– Creo que sí. -Grace supuso que no debía mostrar la brutal satisfacción que sentía delante de Frankie. A la mierda con eso. Era lo que estaba sintiendo. Podría explicárselo más tarde-. Al menos, un poco más seguro.
– Entonces ¿podemos volver?
– Ya oíste a Jake -dijo Robert-. No vamos a volver hasta que nos telefonee y nos dé el visto bueno. Dudo que eso vaya a ocurrir. Probablemente, se las arreglará para reunirse con nosotros en alguna otra parte.
Como era evidente, Frankie no podía apartar la mirada de los restos.
– Porque habrá más gente que vendrá al rancho -susurró-. ¿Otro helicóptero?
– No lo sé -dijo Grace-. Pero sí, vendrá alguien más.
– Confiaba en que tal vez, después de que Charlie… -La niña se aferró al cinturón de seguridad cuando empezó a bambolearse violentamente dentro del jeep. Habían llegado a las colinas, y el vehículo iba dando tumbos por la carretera llena de baches-. ¿Tenemos que volver a escondernos?
Grace asintió con la cabeza.
– Ese hombre debe odiarte para querer hacerte tanto daño -dijo Frankie.
– ¿Marvot? Sí, no le gusta que lo derroten. Quería algo de mí y no lo consiguió.
– Entonces yo también lo odio. Espero que estuviera en ese helicóptero.
– No estaba en él. Marvot contrata a gente para que le hagan el trabajo sucio. Esa es la razón de que tengamos que seguir huyendo. Siempre hay alguien más a quien puede pagar.
– No debería ser así. -La voz de Frankie temblaba de ira-. Debería ser castigado. Alguien debería pararlo. ¿Por qué no lo hacemos nosotros?
– Ya te he dicho que…
– Jake podría hacerlo. ¿Lo va a intentar?
– Tal vez.
– Entonces deberíamos ayudarlo.
¡Dios, qué difícil era aquello!
– Frankie, Marvot podría hacerte daño. Es una locura, pero no se trata sólo de mí; también quiere hacerte daño a ti. No puedo permitir que eso ocurra. Aunque eso signifique que tengamos que escondernos durante un tiempo. Esto no puede durar siempre.
– Eso es un error, mamá. No deberíamos permitirle que…
El coche viró violentamente cuando los neumáticos delanteros reventaron.
– ¡Joder! -Robert hizo todo lo que pudo para recuperar el control del vehículo, pero el jeep cayó dando tumbos por la pendiente-. ¡Agarraos! No puedo controlarlo…
¡Justo delante de ellos se levantaba un pino!
– ¡No! -Grace se soltó el cinturón de seguridad y apretó a Frankie contra ella, intentando evitar que pudiera salir disparada por el cristal-. Mantén la cabeza bajada. ¡Cierra los ojos, cariño! ¡Será…!
Dolor.
Oscuridad.
– Salid todos -gritó Kilmer cuando vio el helicóptero incendiado estrellarse contra el suelo-. Donavan, dile a Estevez que meta el equipo y a los hombres en el camión. Quiero estar camino de esas montañas en cinco minutos. Haz que el helicóptero aterrice cerca de la cabaña en medía hora. -Se volvió hacia Dillon, que había llegado corriendo hasta su posición-. ¿Bajas?
– Ningún muerto. A Vázquez le ha atravesado el hombro izquierdo una esquirla. Le detuve la hemorragia.
– ¿Puede actuar?
Dillon asintió con la cabeza.
– Sin problemas.
– Entonces, ve a ayudar a Donavan a reunir… -De pronto, Kilmer levantó la cabeza hacia el cielo-. ¡Joder, no!
– ¿Qué es eso? -preguntó Dillon.
– Rotores. Otro jodido helicóptero.
– Diré a los hombres que se pongan a cubierto. -Se alejó a toda velocidad.
– Sí. -Pero los rotores no parecían estar cerca. ¿Por qué…? Y debería estar viendo luces.
Fue entonces cuando los vio a lo lejos. No se estaban dirigiendo hacia él. El helicóptero volaba en círculos, mientras descendía en algún lugar de las colinas.
– ¡No! -Kilmer echó a correr hacia el camión-. ¡Donavan!
Cuando llegaron a las colinas, el helicóptero estaba ascendiendo de nuevo.
– ¿Intento hacerlo bajar? -preguntó Donavan-. La distancia no es…
– No. -Kilmer estaba escudriñando las cunetas de la carretera-. No es seguro. ¿Dónde diablos…? Blockman no tuvo tiempo de llegar a la cabaña cuando el helicóptero apareció… Tuvo que…
– En la ladera -gritó Dillon desde la trasera del camión-. He visto algo en…
Kilmer frenó en seco con un chirrido y saltó del asiento del conductor.
– Desplegaos. Y abrid bien los ojos.
Podía ser una trampa, un señuelo. Pero pudo ver el perfil del jeep más adelante.
Ningún disparo.
Era un terreno agreste y desierto; sólo se veía a sus hombres, que descendían por la ladera. La luna estaba llena, y brillaba, y Kilmer debería poder ver a cualquiera que estuviera acechando.
– Veo algo -dijo Dillon en voz baja-. En el suelo, junto al asiento del conductor.
Kilmer también lo vio. Blockman yacía de espaldas, y sangraba por la pierna. No podía ver a Grace ni a Frankie.
¡Mierda, mierda, mierda!
Bajó el resto de la ladera resbalando.
– Blockman, ¿qué diablos ha ocurrido?
El hombre abrió los ojos.
– Una trampa. Debieron imaginar que intentarías alejar a Grace del rancho y dejaron a algunos hombres aquí, en las colinas. Intenté impedírselo. Grace…
– ¿Se llevaron a Grace?
Blockman negó con cabeza.
– Cogieron a Frankie. No cogieron… Grace. El barranco… Bastardos. Intenté impedírselo, pero ellos…
Kilmer se puso tenso.
– ¿Impedirles qué?
– Que les hicieran daño… -Cerró los ojos-. Intenté…
– ¿Dijiste el barranco?
Blockman no respondió.
Kilmer se levantó de un salto y miró hacía los restos del jeep mientras se dirigía al barranco, que se abría al otro lado del camino.
Ni rastro de Grace. Ni de Frankie.
Podría ser que Blockman estuviera delirando. ¿Por qué abandonarían a Grace, en lugar de llevársela con ellos?
Ahora no debía pensar en eso.
Buscarlas. Encontrarlas.
– Donavan, da la vuelta al camión, y dirige esas luces hacia el barranco.
Tumbada de costado en el fondo del barranco, Grace parecía una muñeca aplastada.
– ¡Joder! Dadme un equipo de primeros auxilios. -Kilmer se estaba deslizando ya por el terraplén de nueve metros.
Se cayó, se levantó y se volvió a caer antes de llegar finalmente hasta ella.
Se arrodilló y le alumbró la cara con la linterna. Inconsciente.
Inmóvil.
Le tomó el pulso.
Viva.
El alivio hizo que se sintiera mareado.
– ¿Todo bien? -Donavan estaba a su lado con el equipo de primeros auxilios.
– No -respondió Kilmer con intranquilidad-. No está bien. No sé hasta qué punto es grave. Pero está viva y la mantendré viva. -Se volvió hacia Dillon mientras comprobaba que Grace no tuviera ningún hueso roto-. Registrad la zona y aseguraos de que Frankie no está aquí. Blockman dijo que se la llevaron, pero podría estar delirando.
– El helicóptero debería llegar en cinco minutos -dijo Donavan-. Haremos que se recupere, Kilmer.
– No te quepa la menor duda. -Se levantó. ¿Conmoción cerebral? ¿Lesiones internas?-. Telefonéalos y diles que vamos a necesitar ayuda médica. ¿Cómo está Blockman?
– Bien. La bala le atravesó la pierna, y ya no sangra mucho.
– Ni rastro de Frankie. -Dillon estaba de vuelta-. Es un terreno bastante limpio hasta más allá de este barranco. La veríamos si… -Se mordió el labio inferior-. Pero los chicos no quieren rendirse. ¿Podemos quedarnos y seguir buscándola?
Todos los muchachos estaban preocupados por la niña; debían contemplar todas las posibilidades. Quizá estuviera sola en aquellas colinas.
O acompañada.
Kilmer sentía lo mismo. Pero Blockman había dicho que se habían llevado a Frankie. Las posibilidades de que siguiera todavía por allí eran casi nulas.
Le apartó el pelo de la frente a Grace. ¡Carajo!, ¿por qué no se despertaba, o se movía al menos?
¡A la mierda! Tenía que quedarse con ella, pero no iba a pensar con lógica y no iba a desaprovechar la más mínima posibilidad de encontrar a Frankie.
– Tú y Vázquez quedaos atrás y seguid buscando. Enviaré el helicóptero a buscaros por la mañana.