Capítulo 4

– Quiero saltar el obstáculo, mamá -dijo Frankie, haciendo que Darling volviera hacia donde su madre estaba situando su yegua-. ¿Puedo?

Grace escudriñó el rostro de la niña.

– ¿Por qué?

– Por hacerlo, nada más. ¿Vale?

Asintió con la cabeza.

– Si eso es lo que quieres. Ten cuidado.

– No me tirará. -Frankie hizo dar la vuelta a Darling y empezó a rodear el cercado-. Volveré enseguida, y luego lo metemos en el establo.

¿Un último adiós al caballo? No, Grace tenía una idea que iba más allá de eso: Frankie quería controlar algo, cualquier cosa, de esa vida que había sido puesta patas arriba. Comprendía ese sentimiento; estaba teniendo la misma sensación de deficiencia. Sólo hacer saltar a un semental sobre un obstáculo no la ayudaría.

– Vamos, Darling -susurró Grace-. Dale lo que necesita.

En esa ocasión no hubo ningún titubeo. Darling se elevó sobre el obstáculo limpiamente y pareció muy complacido consigo mismo.

– Buen chico.

Grace observó a su hija cuando volvió cabalgando hacia ella. En esa ocasión, ni alegría ni júbilo; sólo satisfacción y decisión.

– Muy bien, cariño.

Frankie irguió los hombros.

– El que saltó fue Darling. Yo sólo lo montaba.

– Y lo has hecho muy bien.

Frankie hizo dar la vuelta a su caballo hacia el establo.

– ¿Qué vaquero de la granja de Baker montará a Darling?

– ¿Quién quieres que lo monte?

– Esa chica vienesa es bastante buena. Creo que se llama Maria. La vi montar en una exhibición en Compton, y era cariñosa con los caballos.

– Entonces, Maria cuidará de Darling. Me ocuparé de ello. -Y añadió con dulzura-: Pero sólo será durante un tiempo breve, Frankie. Volverás.

– Sí. -La niña tenía la mirada fija al frente-. Pero no será lo mismo, ¿verdad? No estará Charlie. Y no sé si alguna vez seré capaz… de ver esto de la misma manera. Veré… a esos hombres.

Grace sintió que la furia le abrasaba por todo el cuerpo. ¡Joder!, era tanto lo que le habían quitado a Frankie la pasada noche. Grace se había esforzado al máximo por darle una infancia excelente, y en ese momento había perdido su esplendor.

– Entonces, tendrás que olvidarlos y pensar en Charlie. Es lo que él querría que hicieras. Ése sería tu regalo para él.

Frankie sacudió la cabeza sin convicción.

– Lo intentaré, mamá. -Desmontó y empezó a conducir al caballo al establo-. Me despediré de Darling y volveré enseguida contigo. -Miró por encima del hombro-. Puede volver a ocurrir, ¿no es así? Ése es el motivo de que quieras huir.

¿Qué debía decirle?

La verdad. No mentiría a Frankie. Siempre había sido sincera con ella, y no permitiría que esa confianza sufriera ningún daño.

– Podría volver a ocurrir.

La pequeña se detuvo y volvió la cara hacia ella.

– ¿Por qué?

Grace había sabido que aquello acabaría por suceder, y ya estaba allí. Casi se sintió aliviada.

– Hace mucho tiempo, trabajé para una agencia del gobierno e hice que un criminal muy poderoso se enfureciera conmigo. Hice algo que él no quería que hiciese y tuve que esconderme para evitar que me matara.

– Esto es algo parecido a lo de las películas -dijo Frankie.

– No como las autorizadas para todos los públicos que se supone que puedes ver. -Intentó sonreír-. Siempre le decía a Charlie que no te dejara ver esas películas de acción.

– ¿Y no puede la policía o alguien evitar que te hagan daño?

– Lo están intentando. Pero hay problemas. Ese hombre es muy importante.

– No lo entiendo.

¿Y cómo podía entenderlo?, pensó Grace. Los sobornos, los chanchullos y la corrupción caían fuera de su campo de conocimiento.

– A veces, yo tampoco. Pero el resultado final es que tenemos que huir.

– Pero no hiciste nada malo. -Frankie estaba arrugando el entrecejo-. ¿No podemos luchar contra ellos?

«Tres millones de dólares por la cabeza de Frankie.»

– No, no podemos. Pero intentaré encontrar una manera de impedir que tengamos que huir de nuevo. -Sacudió la cabeza-. Siento que haya ocurrido esto, cariño. Ojalá hubiera podido impedirlo.

La niña se dio la vuelta.

– Charlie habría querido luchar. Estuvo en la Segunda Guerra Mundial, y decía que si no hubieran combatido a aquellos nazis, éstos se habrían extendido por todo el país. Habrían llegado incluso aquí, a Alabama…

Grace la observó mientras conducía a Darling dentro del establo. Se lo había tomado todo lo bien que ella había podido esperar. Probablemente, no lo sintiera como algo real, como aquel comentario sobre las películas demostraba. Pero la muerte de Charlie era real; el terror que había experimentado la noche anterior era real. Con el tiempo aceptaría la realidad de la historia que Grace le había contado. Desmontó y empezó a seguir a Frankie.

– Grace. -Robert se dirigía hacia ella-. Me ocuparé de tu caballo. North y Crane ya han llegado. Están en el coche que está al otro lado del cercado. Quieren hablar contigo.

– No quiero hablar con… -Se detuvo. No tenía elección; tenía que hablar con ellos. Necesitaría ayuda para mudarse y protección para su hija. Lanzó a Robert las riendas del caballo-. Frankie te ayudará. Quédate con ella hasta que yo vuelva.

Robert asintió con la cabeza y condujo el caballo al interior del establo.

Grace echó un vistazo hacia el Buick azul aparcado fuera del cercado. Nadie había salido del coche. Estaban haciendo que fuera hacia ella. ¿Se trataba de algún tipo de estrategia psicológica? Si lo era, mala señal.

Empezó a atravesar el prado hacia el Buick.


– ¡Ni hablar! -Grace abrió la puerta del Buick y salió del coche-. Están locos si creen que les permitiría que me utilizaran o utilizaran a Frankie para sus juegos.

– Estarían completamente a salvo -dijo Crane-. Nos aseguraríamos de su protección. Sólo necesitamos sacar a Marvot de su guarida, y usted puede ser el señuelo.

– ¿Y exponer a Frankie a más peligros? De ninguna manera. Encuéntrennos un lugar para escondernos hasta que Marvot se olvide de nosotras.

Crane negó con la cabeza.

– Por desgracia, ya no tenemos fondos para su protección. Después de todo, se la hemos dado durante ocho años.

– Y mi padre les dio su vida.

– No sé nada de eso. Sería antes de que yo llegara. Mi trabajo consiste en calmar este asunto, y espero que me ayude a conseguirlo.

– Atándonos a una estaca como si fuéramos unas cabras para cazar a un tigre.

– O quizá asumiendo un papel más activo. Tengo entendido que usted podría…

– Que le jodan.

Crane se ruborizó.

– Compréndame. Coopere o se queda sola. Ya ha disfrutado del paseo gratis el tiempo suficiente. Esta noche me voy a Washington. Espero su respuesta.

Grace se volvió hacia North.

– No está hablando. ¿Habla Crane en nombre de los dos?

North se encogió de hombros.

– Es mi superior, señora Archer.

– ¿Es ésa toda su respuesta? -Grace cerró la puerta del coche de un portazo-. Saquen sus culos de esta granja. Ésa es mi respuesta. -Se alejó de ellos hacia el cercado.

– Ha sido implacable con ella -dijo North-. No se le puede presionar, señor.

– A todo el mundo se le puede presionar -dijo Crane-. Sólo es necesario apretar las teclas adecuadas. Tiene que proteger a una hija, y acabará cediendo. Arranque el coche. Volvamos a la ciudad. Quiero que vea que nos vamos. La determinación la asustará.

– No cuente con ello. -North echó un vistazo hacia Grace mientras arrancaba el coche. Ésta mantenía la mirada fija al frente, y su lenguaje corporal era de furia y desafío. No miró hacia atrás.

– No parece asustada en absoluto.


Burócratas hijos de puta.

No había duda de que Crane quería asustarla. Con qué atrevimiento utilizaba la seguridad de Frankie como moneda de cambio para conseguir su objetivo. Le entraron ganas de estrangularlo. No, eso sería demasiado bueno para él. Lo asaría lentamente sobre…

– Deduzco que no ha ido bien. -Robert estaba delante del establo-. Crane es un gilipollas integral.

– Deberías llamarlos y decirles que vuelvan y te recojan -dijo Grace con aspereza-. Les dije que se fueran de la granja.

– Vine en mi propio coche. No quería estar más cerca de Crane de lo que ya tuve que estar. -Su boca se torció en una mueca-. Eso es lo bueno que tiene. No le gusta tratar con nosotros, la plebe.

– No pertenece a la especie humana. Quería hacernos servir de cebo a mí y a Frankie. ¡A Frankie!

– ¡Joder! -Robert arrugó el entrecejo-. Te juro por Dios que no sabía nada de esto, Grace. Supongo que debería haber sospechado algo cuando North lo metió en el ajo. Pero North no es un mal tipo. No pensé que fuera a secundar…

– Bueno, pues lo hizo -le interrumpió Grace-. Y tú probablemente estás fuera de la misión. Hazme un favor, y despídete de Frankie antes de marcharte. Ya ha tenido bastantes pérdidas sin que desaparezcas de su vida.

– Yo no haría eso. Y no ayudaría a Crane a joderte. Deberías saberlo. Vosotras me importáis.

Algo de la furia de Grace se desvaneció cuando lo miró. Era Robert, su amigo; no debía culparlo por las decisiones de Crane.

– Lo sé -dijo Grace-. Pero eres un agente, y tienes que apoyarlos. Me resulta difícil olvidar esto.

– Entonces, sigue insistiendo. Bueno, ¿cómo puedo ayudaros?

– No lo sé. Tengo que pensar en ello. ¿Dónde está Frankie?

– Continúa en el establo, con Kilmer.

Grace se puso tensa.

– ¿Qué?

– Entró en el establo nada más irte tú y dijo que se encargaría de acomodar a tu caballo. -Robert puso mala cara-. Protesté…, pero ya sabes que en realidad no sé nada de caballos. Sabía que Frankie estaría a salvo con él, y Kilmer pareció saber lo que estaba haciendo.

Grace hizo un gesto de asentimiento con la cabeza.

– Sí, sabe de caballos. -Pero, ¡carajo!, no quería que Frankie estuviera cerca de él. Conocía muy bien el magnetismo del muy bastardo, y no quería que influyera en su hija.

Robert estaba estudiando su expresión.

– Me pareció que no pasaba nada. Ella está a salvo, ¿no es así? Llamé a un colega a Washington esta mañana, e hizo algunas comprobaciones sobre Kilmer. No había un gran historial, pero Stolz me dijo que había oído rumores de que Kilmer solía darle unos resultados fantásticos a la Agencia.

Grace le lanzó una mirada.

– ¿Solía?

– Cortó las relaciones con la CIA hace ocho años.

– ¿Qué?

– ¿No lo sabías?

– No, no quería saber nada de él, salvo que estaba fuera de mi vida. La CIA se encargaba de eso. Me dieron una nueva identidad y a ti. -Miró ansiosamente hacia la puerta del establo. Deseaba entrar corriendo allí, pero tenía que serenarse más antes de volver a enfrentarse a Frankie. Seguía furiosa con Crane, y no quería que su hija percibiera su ansiedad por apartarla de Kilmer. Se quedaría allí con Robert hasta que estuviera más tranquila.

– ¿Qué hace Kilmer ahora?

– Yo qué sé. Tú lo conoces muy bien. Adivínalo. ¿Para qué está cualificado?

Para todo lo que quisiera. Grace no había conocido nunca a nadie más diestro en manipular las circunstancias a su conveniencia. Era un jefe natural, y su gente le era absolutamente leal.

– Cuando lo conocí, dirigía un comando especial para la CIA. Estaba especializado en ataques de guerrillas y operaciones complejas. La CIA lo enviaba cuando la situación estaba demasiado caliente para los comandos normales.

Robert silbó por lo bajinis.

– Impresionante.

Sí, eso era lo que ella había pensado la primera vez que vio a Kilmer. Su estilo era sosegado, brusco, pero su presencia se imponía sin ningún esfuerzo.

– De vez en cuando, North le enviaba a algún agente que había que curtir.

– ¿Y te envió a ti?

– Me envió a mí.

– ¿Cómo fue?

– Tan embriagador como beber whisky a palo seco. Tan aterrador como atravesar el Gran Cañón sobre la cuerda floja. Él sabía exactamente lo que estaba haciendo y nos arrastraba con él. Yo sólo tenía veintitrés años, y él desbordaba la realidad. Cuando estaba cerca de él, me sentía tan deslumbrada como el resto del equipo.

– Pero lo superaste.

– Oh, lo superé. -No podía esperar más. Iba a ir a apartar a su hija de Kilmer-. Iré a recoger a Frankie. -Se dirigió a la puerta del establo-. Quédate aquí, y te la traeré para que te despidas de ella.

– No tengas tanta prisa. Van a tener que utilizar tenazas para apartarme de vosotras dos.

– Tienes un trabajo, Robert. No lo pongas en peligro. Lo entiendo perfectamente. -Y añadió con aire compungido por encima del hombro-: Cuando no me vuelvo completamente loca.

Oyó la voz de Frankie en cuanto entró en el establo.

Darling es realmente mi preferido. No parece justo tener preferidos, pero Charlie me lo regaló, y mamá dice que algunos caballos tienen una capacidad de comprensión especial.

– Estoy seguro de que tiene razón -dijo Kilmer-. Sabe mucho de caballos. Es realmente bonito.

– Me gustan los palominos. Darling me recuerda al caballo de Roy Rogers, Trigger. ¿Sabías que Trigger sabía hacer cincuenta trucos?

– No. Había oído que era muy listo, pero eso es asombroso.

Grace estaba lo bastante cerca ya para ver a Kilmer y a Frankie en el compartimiento de Darling. La niña lo miraba con expresión animada, y él le sonreía. Era un milagro que Kilmer hubiera sido capaz de sacar a la pequeña de su depresión, aunque sólo fuera por un instante.

– Frankie.

Su hija asintió con la cabeza cuando miró a Grace.

– Ya termino, mamá. Tuve que ayudar al señor Kilmer. No sabía dónde estaba nada.

– Jake -le dijo él a Frankie-. No podemos palear juntos estiércol y seguir tratándonos con tanta formalidad.

La niña sonrió.

– Supongo que no.

– Robert te está esperando, Frankie -dijo Grace-. Le gustaría despedirse de ti.

La cara de la pequeña perdió la sonrisa.

– Está bien. Tendremos que abandonar a Robert. No había pensado en ello.

– Él está tan triste como tú. Pero no es para siempre. Los buenos amigos siguen siendo buenos amigos.

– Sí, supongo que sí. -Frankie se limpió las manos en la toalla colgada de la puerta del compartimiento-. Es sólo que parece que todo el mundo se esté… marchando. -No esperó a una respuesta, sino que echó a correr por el pasillo hacia la puerta.

Grace se la quedó mirando fijamente.

– ¡Por todos los diablos!

– ¿No os van a asignar de nuevo a Blockman? -preguntó a Kilmer-. ¿Quieres que lo solicite yo?

– No.

Kilmer la miró con el ceño fruncido.

– ¿Por qué no?

Grace guardó silencio.

– ¿Por qué no?

– Porque les dije a North y a Crane que se fueran a la mierda.

– Interesante. -Estaba absolutamente inmóvil, pero ella pudo sentir que la procesión iba por dentro-. ¿Puedo preguntarte por qué?

– Crane quería jugar a la cabra y al tigre conmigo y con Frankie a cambio de seguir protegiéndonos. Le dije que se metiera la protección donde le cupiera.

Kilmer guardó silencio.

– Creo que podría hacerle una visita a Crane a la menor oportunidad. -Y añadió-: Aunque su estupidez puede jugar a mi favor, si te conduce hasta mí. ¿No te parece?

– No.

– Dime eso después de que hayas tenido tiempo de considerar todas las consecuencias. -Se dio la vuelta y se encaminó hacia la puerta-. Dejaré a Dillon aquí para que haga guardia esta noche y también de niñera de caballos hasta que la gente de Baker se haga cargo por la mañana. ¿Vas a volver al motel?

– Para pasar la noche. -Grace le dio una última palmada a Darling y lo siguió-. Después de eso, me voy. En cuanto concrete un plan. Iré al banco y sacaré dinero. Dijiste que disponía de un par de días. ¿Sigue siendo así?

– Por lo que sé, sí. Donavan continúa tomándole el pulso a Marvot en El Tariq y me avisará. -Hizo una pausa-. Yo ya tengo un plan, Grace. Y tengo un buen equipo para protegerte.

– Robert me dijo que ya no estás en la CIA.

– Ya sabes que la mitad de mi gente no era de la CIA, ni siquiera cuando estuviste conmigo. No fue difícil sustituir a los agentes del gobierno. Y muchos de ellos escogieron quedarse conmigo.

Grace podía creerlo. Kilmer inspiraba lealtad sin esforzarse siquiera.

– ¿Para hacer qué?

Él se encogió de hombros.

– Para hacer aquello para lo que se me contrata. En este mundo siempre hay alguna utilidad para una máquina de guerra bien engrasada. He hecho de todo, desde rescatar ejecutivos petrolíferos secuestrados en Colombia hasta librar al Ejército de Estados Unidos de francotiradores terroristas en Afganistán. Las cosas no han cambiado mucho desde que dejé la CIA.

– Entonces, ¿por qué te fuiste?

La miró a los ojos.

– Por la misma razón que tú. Todo salió mal.

– Y no pudiste evitarlo.

– No voy a justificarme -dijo Kilmer en voz baja-. Hice lo que tenía que hacer. No soy un hombre milagro. Tuve que tomar una decisión.

– Tu decisión fue una mierda. -Apartó la mirada de él-. Podría haber hecho que muriera mi padre.

– Pero no lo hizo, aunque existía esa posibilidad. Tuve que moverme deprisa para salvar a otros cuatro hombres de mi equipo que tuvimos que abandonar en El Tariq aquella noche. Tu padre estaba en Tánger. No habría tenido tiempo de llegar hasta donde estaba él antes de que Marvot pudiera tender una trampa.

– Y no me dejaste que fuera yo. -Grace cerró los puños en los costados-. Me dejaste sin sentido y me encerraste en aquel maldito sótano. No te pedí que me ayudaras; no te necesitaba. Podría haber llegado hasta mi padre sola.

– Marvot te habría estado esperando. Alerté a tu padre por si yo estaba equivocado. Él no salió de Tánger. ¿Te dice eso algo?

– Que quizá no recibió el aviso.

– Lo recibió. -Kilmer negó con la cabeza-. Pero no necesitaba ningún aviso. Sabía lo que había sucedido en El Tariq.

– ¡Él no lo sabía! Fue el único que le habló a la CIA de Marvot desde el principio. Fue él quien me consiguió el trabajo de El Tariq. No tuvo la culpa de que Marvot recibiera un chivatazo.

– Ya te lo dije entonces. Fue tu padre quien le dio el chivatazo, Grace.

– No, eso es mentira. Él no habría hecho eso. Sabía que yo estaba allí. Y me quería.

Kilmer no respondió.

– ¡Me quería! -repitió Grace.

– Tal vez pensara que podía sacarte de allí antes de que todo se hundiera. Pero nos acercábamos muy deprisa al final de la misión. -Kilmer se encogió de hombros-. Ya hemos pasado por esto antes. No me creíste entonces, y no me crees ahora. Así que olvidémoslo y ocupémonos de lo que está ocurriendo. Me necesitas para proteger a Frankie, y yo tengo los medios y el deseo de hacerlo. Déjame ayudarte.

Grace intentó controlar su ira y la sensación de traición que aquella avalancha de recuerdos había vuelto a traer. Negó con la cabeza violentamente.

– Puedo hacerlo yo sola. -Miró fijamente a través del patio del establo hacia Frankie y Robert-. Tengo que ir allí. Frankie no parece demasiado afectada, a Dios gracias.

– ¿Está muy unida a él?

Grace empezó a atravesar el patio.

– Sí.

– ¿Y tú también?

Ella le lanzó una mirada por encima del hombro.

– ¿Qué?

– ¿Te acuestas con él?

Grace se detuvo.

– Eso no es asunto tuyo.

– Lo sé. No parece que eso importe mucho.

El tono de su voz era sosegado, pero estaba cargado con toda la intensidad que Grace recordaba.

¡Oh, Dios mío!, y su cuerpo estaba reaccionando, dispuesto, como si la intimidad entre ambos hubiera sido cosa de la víspera, y no de nueve años atrás.

¡No!

– No importará lo que yo sienta, Grace -dijo Kilmer-. No perderé el control ni un ápice si decides confiar en mí para que me ocupe del problema.

Nunca había podido controlarse con él. Kilmer sólo había tenido que tocarla para que se derritiera. Aquella atracción sexual la había desconcertado y asustado. Al principio, había pensado que se trataba sólo de la adoración al héroe, pero aquello se había convertido en algo parecido a una droga en las semanas siguientes, algo totalmente descontrolado.

No podía tratarse del mismo sentimiento. Ya era una mujer madura, y no tenía ningún motivo para sentir por él nada que no fuera ira y resentimiento.

En la sonrisa de Kilmer asomó cierto atisbo de tristeza.

– Tampoco parece que eso te importe mucho a ti, ¿verdad? No te sientas mal. Las hormonas no tienen nada que ver con el frío pensamiento lógico. -Se apartó-. Estaré cerca de tu motel esta noche. Le di a Blockman una tarjeta con mi número de móvil para que te la entregara. Si me necesitas, llama. -Se alejó de ella a grandes zancadas en dirección a la carretera.

Grace se sintió aliviada por su marcha. Aquel momento la había conmocionado, y no quería vérselas con él de inmediato. Había creído que lo había dejado fuera de su vida, pero era evidente que tal creencia no incluía la atracción física que despertaba en ella.

Podía manejar aquello. Tal vez la aventura amorosa entre los dos había terminado de forma demasiado brusca para que hubiera un cierre. Acaso fuera natural que en una situación así quedaran algunos jirones emocionales. Quizá la siguiente vez que lo viera no habría la menor tensión sexual. Tenía que tener presente quién era él y qué había hecho, y todo volvería a la normalidad.


– Me gusta el señor Kilmer -dijo Frankie mientras se metía en la cama esa noche-. Quiero decir, Jake. Me dijo que lo llamara Jake. Creo que es un tío legal. Pero a ti no te gusta, ¿verdad?

– Hubo un tiempo en que me gustaba -dijo Grace sin comprometerse-. ¿Por qué crees que es legal?

– Porque escucha. La mayoría de la gente no escucha realmente a los niños. Pero él sí. -Bostezó-. Y creo que es inteligente. No habla mucho, pero es la clase de… ¿Es inteligente, mamá?

– Muy inteligente.

– ¿Y tu trabajaste con él cuando eras una superagente?

– No fui ninguna supernada. Sólo hacía mi trabajo. -Besó a Frankie en la frente-. ¿Te sientes algo mejor, cariño?

– No lo sé. Cuando estaba en el granero, empecé a llorar de nuevo.

– Eso es natural. Crees que estás bien, y entonces ocurre algo y te pones a llorar otra vez.

– ¿Tú también?

– Yo también. Pero lo que importa es que hagamos lo que Charlie habría querido hoy. Y que lo recordemos todos los días con cariño. Y podemos hacerlo, ¿verdad que sí?

– Por supuesto. -Frankie levantó la mano para acariciar las pestañas de Grace sutilmente-. Están mojadas. -De repente, hundió la cabeza en el pecho de su madre-. Sufro cuando sufres. ¿Qué puedo hacer?

A ella se le hizo un nudo en la garganta mientras la abrazaba con fuerza.

– Quiéreme. Y yo te querré a ti. Ésa es la medicina para casi todo. -Hizo que Frankie volviera a recostarse sobre las almohadas-. Bueno, ahora a dormir.

– Todo va a ir bien, ¿verdad? -susurró la niña-. ¿No nos va a volver a ocurrir nada malo?

Grace asintió con la cabeza.

– No te ocurrirá nada malo. Te prometo que haré que estés a salvo.

– Y tú -insistió su hija.

– Y yo. -Remetió la manta alrededor de Frankie-. Para poder mantenerte a salvo, tengo que mantenerme a salvo a mí misma. Va todo en el mismo paquete. Buenas noches, cariño.

– Buenas noches, mamá.

Grace apagó la lamparita de la mesilla de noche y abrió la sábana de la otra cama. Dudaba que pudiera dormir, pero quería que Frankie tuviera el consuelo de encontrar a alguien en la habitación si se despertaba por la noche. Su hija ya había padecido suficiente inseguridad y terror los últimos días como para que le durara el resto de su vida.

Frankie ya se había dormido; podía oír su respiración profunda y acompasada.

Se acercó a la ventana y miró hacia el aparcamiento situado dos plantas más abajo. ¿Qué esperaba ver? ¿Una fuerza militar de élite invadiendo aquella pequeña ciudad? Quizá. Marvot podía permitirse una fuerza de élite, si podía permitirse la recompensa que había puesto a sus cabezas.

Pero ninguna fuerza que pudiera contratar sería tan buena como el equipo de Kilmer.

Agarró la cortina con fuerza. Su falta de sorpresa ante aquel pensamiento demostraba bien a las claras su pertinencia. Con independencia de lo mucho que quisiera rechazar la oferta de ayuda de Kilmer, la idea no paraba de asediarla. Kilmer estaba más cualificado que nadie para ayudar a Frankie. Sí Grace se marchaba sola, significaría huir sin parar y ser un millón de veces más vulnerable. Había examinado docenas de posibles refugios, pero ninguno era tan seguro como estar bajo el ala protectora de Kilmer.

Frankie estaba murmurando dormida. ¿Estaba soñando?

¿Y acabaría convirtiéndose aquel sueño en una pesadilla? Grace le había prometido que estaría a salvo. ¿Tenía derecho a rechazar a Kilmer cuando éste podía garantizar a Frankie su mejor oportunidad?

Sí, ¡maldición!, Grace era inteligente y capaz, y no quería interferencias de…

¡A la mierda! Se trataba de lo que Frankie necesitaba, no de lo que ella quería. Dejaría que Kilmer se rompiera el culo protegiendo a la niña. Su hija se merecía todo lo que ella pudiera darle.

Alargó la mano para coger el móvil y marcó el número de Kilmer escrito en la tarjeta que Robert le había dado. En cuanto él descolgó, dijo:

– No tengo elección, ¡maldita sea! Ella tiene que estar a salvo.

– Sé más precisa.

– La respuesta es sí. Pero será de acuerdo con mis condiciones, y si no me gusta cómo manejas algo, me largo. ¿Comprendido?

– Comprendido. Me pondré manos a la obra. Tenla lista para salir a las cinco de la mañana.

– No entres aquí corriendo como un elefante en una cacharrería. No quiero que se asuste.

– La rodearé de todas las comodidades familiares que pueda. Pero tú serás el factor decisivo. Eres el centro de su vida; tendrás que ser tú quien le haga confiar en lo que estamos haciendo.

– Tú ya has hecho tu labor de zapa -dijo Grace con sarcasmo-. Cree que eres un tío legal.

Se produjo un momento de silencio.

– ¿Eso cree?

– Es una niña y no te conoce.

– Me dejas completamente abatido. -Kilmer hizo una pausa-. Es una niña extraordinaria, Grace. Has hecho un trabajo fantástico.

– Hice todo lo que pude. Frankie es muy especial. -Y añadió con aspereza-: Y no le va a ocurrir nada. Así que más te vale hacer un buen trabajo de planificación y ejecución. -Cortó la comunicación.

Ya estaba hecho. Se había comprometido.

Regresó junto a la cama de Frankie y la miró. Preciosa. Aun durmiendo, seguía teniendo la resplandeciente vulnerabilidad de una niña mucho más pequeña.

– Estamos en camino, cariño -susurró-. No es lo que quería, pero creo que es lo mejor para ti. ¡Por Dios!, espero que sea lo mejor para ti.

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