Capítulo 7

– Doce horas -repitió Kilmer-. Puede que eso no cambie nada. Si la filtración de Kersoff era alguien de la CIA, a Marvot no le serviría de nada, siempre que en Langley no haya nadie que disponga de información sobre Grace.

– Siempre y cuando sea así -repitió Donavan.

– Están al margen. Grace rompió con ellos.

– Pero siguen teniendo contactos con el FBI. ¿Y qué es lo que impide al FBI tirar de los hilos con los polis locales para obtener información?

– Nada. -Y en esos días se suponía que el FBI y la CIA tenían que ser más colaboradores. Kilmer no había tenido muchos indicios de tal cosa, pero ésa podría ser una situación diferente. El Congreso podía alentar una sorprendente unidad cuando los senadores se ponían a hablar de recortes presupuestarios-. Haré que Blockman se encargue de ello. Todavía no ha conseguido nada, pero hace tan sólo un par de días que ha ocurrido.

Donavan guardó silencio durante un momento.

– ¿Le vas a decir algo de esto a Grace?

– ¿Para qué? ¿Para que se preocupe aún más por algo sobre lo que no puede hacer nada de inmediato?

– No creo que a Grace le guste que se le esconda información sobre algo que puede afectarle a ella o a la niña.

– A Grace no le está gustando nada lo que está sucediendo. Por eso seré yo quien decida hasta que me traigas algo a lo que pueda hincarle el diente.

– Serás afortunado si ella no te hinca el diente a ti. Te llamaré cuando tenga más noticias. -Colgó.

Donavan tenía razón; Grace no agradecería que se le ocultara nada, ni siquiera en aras de la protección. Bueno, a la mierda con ello. En el pasado se había visto obligado a permanecer al margen y permitir que Grace sufriera enormes castigos y privaciones. Ya no se iba a desentender. Haría lo que…

Música.

¿La radio? No, eran unos acordes vacilantes y delicados.

Kilmer miró su reloj: la 1.40 de la madrugada, y la música procedía del porche delantero. Atravesó el salón y se detuvo en la puerta mosquitera para mirar.

Frankie estaba sentada delante de su teclado. Llevaba puesto un vestido de franela blanco y unas peludas zapatillas rosas, y mostraba una intensa expresión de concentración mientras se inclinaba sobre el instrumento. A su lado había una linterna de bolsillo, pero no la estaba utilizando.

Debió de sentir que estaba allí, porque volvió la cabeza con rapidez.

– ¿Mamá?

– No. -Kilmer abrió la puerta y salió al porche-. ¿Sabes qué hora es, Frankie?

La niña suspiró.

– Me has pillado. Al menos, no eres mamá. No quise despertarla. Domar un caballo siempre la agota.

– ¿No podría esperar esto hasta mañana?

La pequeña negó con la cabeza.

– A veces, la música no para sin más porque se haga de noche y sea hora de irse a la cama. Y ésta pertenece a Charlie; no quería perderla.

– Entiendo. -Sí, sólo una niña normal. No-. Pero estoy en un pequeño aprieto. No creo que tu madre quisiera que estuvieras aquí fuera, sola, a estas horas. Y hace mucho frío. ¿Qué haría ella si te encontrara aquí? ¿Haría que te fueras a la cama?

– No, por eso he salido a escondidas después de que se quedara dormida. -Puso mala cara-. Se quedaría aquí conmigo hasta que estuviera lista para entrar. Entiende de música. -Arrugó el entrecejo-. ¿Vas a decirle que bajé aquí?

– No. -Kilmer sonrió-. Y puede que yo no entienda de música ni de domar potros salvajes, pero soy bastante bueno haciendo guardia. ¿Supón que me quedó ahí dentro, en el salón, hasta que estés preparada para subir?

La expresión de Frankie se iluminó.

– ¿No te entrará sueño?

Kilmer negó con la cabeza.

– De todas maneras, nunca me acuesto hasta bien entrada la noche. Sería agradable sentarme ahí dentro, relajarme y escuchar cómo tocas.

La niña lo miró con recelo.

– ¿De verdad?

– De verdad -respondió él solemnemente.

– Vale. -Frankie se volvió a inclinar sobre el teclado-. Gracias, Jake…

– No hay de qué. -Entró en la casa, agarró un chal de felpilla del sofá y se lo llevó a Frankie-. Pero, como parte del acuerdo, tienes que abrigarte. No estás en Alabama, y las noches aquí son frías incluso en agosto.

– Sí, ya me he dado cuenta. -La pequeña dejó que la envolviera en el chal, pero no apartó la vista del teclado-. Gracioso…

Kilmer permaneció de pie mirándola. Estaba tan absorta que dudó que lo oyera. Con el pelo rizado y el vestido suelto tenía el aspecto de una niña pequeña de cualquier película de Shirley Temple. Sin embargo, no había nada de infantil en la intensidad que la embargaba. Las pestañas le ensombrecían las mejillas sedosas, y Kilmer no le pudo ver los ojos, que Robert le había dicho que tenían la misma forma que los suyos.

¿Se parecería a él aunque sólo fuera un poco?

¿Y qué si era así?

A él… le gustaba la idea.

Asno estúpido. Se giró y abrió la puerta mosquitera. Segundos después se dejó caer en el sillón situado cerca de la puerta. Se relajó y cerró los ojos.

Y escuchó a Frankie crear su música.


La Pareja corría hacia ella. El pelaje blanco de los animales refulgía como plata bajo la luz de la luna. Sus ojos azules resplandecían violentamente mientras atravesaban como centellas el campo.

Querían matarla.

Tenía que permanecer inmóvil, se dijo Grace. Si se daba la vuelta e intentaba salir corriendo, la perseguirían y la pisotearían con saña. Esa mañana los había visto matar a pisotones a un mozo de cuadra, cuando el hombre se había dejado llevar por el pánico y había salido corriendo para salvarse.

Sé que tenéis que hacerlo.

Sé que también tenéis miedo.

No soy una amenaza para vosotros.

No soy una amenaza.

No lo soy.

Los caballos estaban lo bastante cerca como para que Grace pudiera oler su sudor.

No te muevas, se dijo.

El corazón le latía con tanta fuerza que le dolía. Unos metros más, y estarían encima de ella.

Extendió los brazos a los lados, procurando no ponerlos delante de los caballos, pues ellos podrían percibirlo como un movimiento agresivo.

No soy una amenaza.

Se dirigían hacia ella con un gran estruendo. Ella quiso cerrar los ojos. Mantenlos abiertos. Podría haber alguna manera de que pudiera evitar aquellos cascos cuando los caballos estuvieran…

Por favor, ninguna amenaza.

No estaba estableciendo contacto. Fuera lo que fuese lo que les impulsaba, era demasiado fuerte. En pocos segundos la habrían tirado al suelo de un golpe.

Iba a morir.

Un intento más. Con todas sus fuerzas. Con todo su empeño.

¡No soy ninguna amenaza!

Los de caballos se separaron en el último momento y pasaron ¡a ambos lados de ella!

Sintió el viento, y la tierra arremolinada por los cascos que la golpeaba.

¡Victoria!

Y alivio. ¡Dios, qué alivio!

No había tiempo para esas flaquezas. Tenía que moverse deprisa. Empezar a acercarse. No podía dejar que la Pareja tuviera tiempo de recuperarse…

Pero algo iba mal. No podía oírlos. Había movimiento, sí, pero no ruido de cascos. Un movimiento suave y silencioso…

Un sueño, se percató apenas abrió los ojos. Estaba reviviendo aquella noche en el prado con la Pareja. No era de extrañar después de la tarde pasada con el rucio.

Y Frankie se estaba moviendo, metiéndose en su cama.

– ¿Frankie? -pensó Grace entre sueños.

– No pasa nada, mamá. -La niña se arrebujó en la colcha-. Vuélvete a dormir.

– ¿Has tenido que ir al baño?

Su hija no respondió.

– ¿Frankie?

– Quise… La música no se iba. Bajé al porche.

Grace se despertó de golpe.

– ¿Sola? No debiste hacer eso. Debiste haberme despertado.

– Estabas cansada.

– Eso no importa.

– Sí importa. No pasó nada, mamá. No estaba sola. Jake estaba allí.

– ¿Qué?

– Nunca se acuesta temprano. Cuando me encontró en el porche, me dio un chal para que me abrigara y se quedó en el salón hasta que terminé.

– Ah. -Grace guardó silencio-. Con todo, deberías haberme despertado.

– La próxima vez. -Frankie bostezó-. Cuando no estés tan cansada.

– Nunca estoy demasiado cansada para ti.

– Pero Jake no estaba nada cansado. Me lo dijo él, y me di cuenta de que estaba diciendo la verdad. Y es un adulto, así que no pasaba nada porque se quedara conmigo. ¿De acuerdo?

– No todos los adultos… -Pero Frankie había recibido todas las advertencias genéricas habituales, y Grace no quería hacerla desconfiar de Kilmer cuando podría surgir alguna ocasión en que fuera importante que lo obedeciera sin cuestionarlo-. Sí, estuvo bien. Pero la próxima vez despiértame. No es que…

La niña se había quedado dormida.

¿Por qué no se había despertado cuando Frankie había salido del dormitorio? Tenía un sueño ligero, y siempre estaba atenta a cualquier cambio en la respiración de su hija.

Pero esa noche, cuando un peligro inminente se cernía en el horizonte, no. No tenía sentido.

A menos que estuviera confiando en que Kilmer las mantendría a salvo. A todas luces, Frankie parecía tener esa confianza.

Era una niña, y Kilmer conseguía inspirar confianza incluso a los mercenarios más endurecidos. Era un don que tenía.

Y una vez que la gente le otorgaba su confianza, él nunca les traicionaba. Al menos eso era lo que había pensado ella hasta la noche en que habían salido a perseguir a la Pareja. El padre de Grace había confiado en Kilmer…

Se dio la vuelta y miró fijamente el claro de luna que entraba a raudales por la ventana. Parecía reinar la paz, pero sabía que el equipo de Kilmer se estaba moviendo, cambiando de posición, vigilando…

¿Dónde estaba él? ¿Se había acostado después de que Frankie subiera a su habitación? Nunca dormía mucho. En una ocasión le había dicho que tenía miedo de perderse algo si dormía más de cinco horas, que la vida era demasiado breve, y que tenían que exprimir cada momento de placer a cada instante.

Cuando le dijo aquello, estaban juntos en la cama, recordó Grace. Había sido un instante insólito de confianza en una relación que había estado más interesada por el sexo y las emociones que por las filosofías personales. Grace se había sentido… cerca de él.

Luego Kilmer se había dado la vuelta de costado y puesto encima de ella, y ella se había olvidado de todo, excepto del sexo y la necesidad. Podía verlo en ese momento, con el pelo negro cayéndole por la frente, el pecho subiendo y bajando con cada respiración, con cada movimiento. La fuerza y la precisión y la…

Dejó de pensar en él. Si se estaba sintiendo así de vulnerable, era porque el tiempo se le había hecho muy largo. No era Kilmer, era el sexo en sí. Él había prendido las brasas que Grace había mantenido debilitadas y controladas durante todos esos años.

Y todavía seguían controladas. Sólo tenía que esforzarse algo más para mantenerlas así.


– Lo estás montando. -Robert apoyó los codos en lo alto de la valla-. Si sólo fue ayer cuando vi cómo lo domabas. ¿No se ha rebelado cuando lo has montado?

– Por supuesto, pero Samson pensó en ello esta noche y decidió que la cooperación es razonable. Así que sólo me castigó con tres minutos de corcoveos para demostrar su independencia. Mañana será menos tiempo. -Se bajó del rucio y le dio una palmada en el cuello-. Tiene una bonita forma de andar. Suave. -Lanzó una mirada a Robert-. En una semana o así, podría estar listo para otro jinete. ¿Quieres intentarlo?

– No, gracias. Ya te he dicho que me gustan los coches elegantes y cómodos, preferiblemente descapotables. Tu Samson no me atrae.

– Quería darte una oportunidad. No hay nada comparable a la sensación de montar a un caballo y trotar por un prado o por la orilla del mar.

– Siempre que seas capaz de mantenerte en la silla -dijo Robert con sequedad.

– Practica.

– Creo que seguiré con los Lamborghini y a los Corvette. No te puedes caer de ellos. -Hizo una pausa-. Ayer Kilmer se puso un poco nervioso mientras montabas a ese monstruo. Yo pagué el pato.

Grace lo miró fijamente.

– ¿Y eso qué significa?

– Quería ayudarte a pelear con el semental. Se sintió frustrado, y decidió que yo era un candidato excelente con quien desahogarse.

– ¿Y lo hizo?

– Le gané por la mano. Sabía lo que le estaba molestando, y salté primero. Si voy a trabajar con él, tenía que aliviar la tensión.

Grace abrió la cancela y condujo a Samson al establo.

– ¿No vas a preguntar como alivié la tensión?

Ella no quería hablar de Kilmer. Ya bastante difícil era verlo todos los días, y la noche anterior había demostrado que estaba pensando en él de una forma absolutamente excesiva.

– Es evidente que me lo vas a contar de todas las maneras.

– Le dije que no me había acostado contigo. -Robert se rió entre diente cuando vio la expresión de Grace-. Pensé que eso atraería tu atención. Es difícil calar a Kilmer, pero apostaría a que le hice sentir muchísimo mejor. No le gustaba la idea lo más mínimo.

– No es de extrañar. La idea es ridícula.

– A mí no me lo parecía. Pensé en ello, pero sabía que ése no era el papel que me asignarías. Y no pasa nada. Me gusta ser tu amigo. Y me gusta ser amigo de Frankie. -Hizo una pausa-. Pero te habría agradecido que me hubieras dicho que Kilmer era su padre.

Grace volvió la mirada rápidamente hacia él.

– ¿Te lo dijo él?

Robert negó con la cabeza.

– Uní las piezas, y además Frankie se parece a él.

– No, no se parece.

– Lo que tú quieras -dijo Robert-. De todas maneras, eso es sólo la punta del iceberg. Se me ha mantenido en la ignorancia acerca de un montón de cosas. North sólo me contó lo que necesitaba saber para protegerte, y Crane no me daría ni la hora. Estoy cansado de esto. No voy a seguir a ciegas más tiempo.

Tenía razón. No habían sido justos con él. Grace no podía hablar por la CIA, pero ella y Kilmer eran responsables de sus propios actos. No le habían dicho nada a Robert porque hurgar en el pasado es doloroso. Y Kilmer jamás confiaba en nadie por principios.

– ¿Qué quieres saber?

– ¿Qué era lo que sabías y te hizo lo bastante importante como para que North te mantuviera bajo vigilancia durante tantos años?

– No se trata de lo que sabía. Ninguno del equipo sabíamos por qué se nos enviaba a apoderarnos de la Pareja. Simplemente se nos ordenó que los cogiéramos. Pensaba que Marvot quería matarme sólo porque era una de las personas que participó en la incursión de El Tariq. Marvot es famoso por sus venganzas, y conocía mi cara, porque trabajé en su granja de caballos. Era lógico que me convirtiera en su blanco.

– ¿Quién es ese Marvot?

– Paul Marvot, un medio francés, medio alemán. Heredó un imperio criminal de su padre, un cerebro que actuaba en el norte de África y el sur de Francia. Asumió el control cuando su padre fue asesinado por el cabecilla de una banda rival, y es tan letal y tan sumamente cerdo como su padre. Vive en Marruecos, y tiene una explotación caballar grandiosa en El Tariq, cerca de la costa.

– ¿Y ese bastardo te quiere muerta?

– Eso es lo que yo pensaba. -Grace hizo una pausa-. Pero Kilmer me dijo que había tenido que llegar a un acuerdo con North. Marvot me quería viva, no muerta. Y la CIA no me estaba protegiendo por su inmenso corazón; querían tener controlado a Kilmer. A cambio, éste les prometió que no intentaría apoderarse de la Pareja.

– El Tariq. ¿En qué consistió esa incursión en El Tariq? ¿Quién diablos es la Pareja? ¿Detrás de qué ibais? ¿De prisioneros? ¿De dinero?

– De caballos.

– ¿Qué?

– Había dos caballos blancos en los establos de Marvot en El Tariq. Dos caballos árabes blancos con los ojos azules. Un semental y una yegua. Marvot los guardaba igual que si se trataran de las joyas de la Corona inglesa.

– ¿Por qué?

– No lo sé. North nunca nos lo dijo. Personalmente, creo que debían ser una especie de rehenes. -Levantó la mano-. Lo sé; es una locura. Pero es verdad. Marvot se mostraba como un fanático en todo lo relacionado con los caballos. Yo estaba allí, y los vi patear a un mozo de cuadra, y a Marvot lo único que le preocupó fue que la muerte hubiera podido inquietar a la Pareja. Se les daba de comer y beber, y se les permitía que vivieran en estado salvaje dentro la granja. Salvo que, de manera excepcional, eran trasladados a algún lugar del Sahara. No se me permitió ir con ellos, pero estaba en El Tariq una vez que ocurrió. Y cuando los trajeron de vuelta a la granja, Marvot estaba de un humor terrible.

– ¿Por qué?

Ella se encogió de hombros.

– Me limité a escuchar, pero no estaba dispuesta a hacer preguntas que habrían levantado sospechas.

– Qué extraño.

– Sí, pero la CIA quería esos caballos, así que debían haber sabido la razón de que Marvot los considerase tan valiosos. North le dijo a Kilmer que interviniera y se apoderara de ellos. Y me enviaron con él para ayudarle.

– ¿Y por qué tú?

– Mi padre fue el que acudió a la CIA y les contó lo que estaba ocurriendo en El Tariq. Había hecho algunos negocios menores con Marvot, y sabía que éste estaba siendo vigilando. Pensó que podría vender el chisme sobre la Pareja a la CIA. Y North actuó de inmediato; era evidente que sabían algo sobre lo que estaba ocurriendo. Quiso que mi padre volviera y averiguara más cosas.

– ¿Y tu padre te envió a ti en su lugar?

– Quise ir yo -dijo Grace poniéndose a la defensiva-. Estaba cansada de ir tras sus pasos por todo el mundo, y él lo sabía. Nunca había pasado más de unos cuantos meses en Estados Unidos. Quería saber cómo era eso de pertenecer a un sitio. Mi padre le habló a North de mí, y me admitieron en la CIA. Nos sorprendió un poco que estuvieran dispuestos a esperar para apoderarse de la Pareja a que yo estuviera preparada, pero mi padre dijo que eso sólo demostraba la importancia que le daban a la incursión. A mí no preocupaba; iba a tener mi oportunidad. ¿Sabes lo difícil que me habría resultado que me aceptaran si mi padre no le hubiera pedido a North que me contrataran?

– Afortunada tú.

– Pues claro que tuve suerte. No lo entiendes. Todo habría salido bien, pero… No fue culpa de mi padre.

– ¿Fue un fiasco la incursión?

– Fue terriblemente duro, pero sacamos los caballos del establo y los metimos en el camión. Los hombres de Marvot nos estaban esperando en la carretera. Apenas conseguimos salir de allí.

– Suena a chivatazo.

– No fue mi padre.

– ¡Alto! No he dicho que lo fuera. -Robert estudió su cara-. Pero ¿quizá Kilmer sí?

– Mi padre murió. Fue asesinado más tarde ese mismo día en Tánger por los hombres de Marvot. ¿Da eso la impresión de que nos traicionara?

– No. -Robert levantó la mano-. Mira, no sé nada de este asunto. Es algo entre tú y Kilmer.

– No, no lo es. -Condujo a Samson al interior del establo-. No hay nada entre Kilmer y yo. Eso terminó hace mucho tiempo. -Le lanzó una airada mirada por encima del hombro-. Y Frankie no se parece a él.

– Me equivoqué -murmuró Robert-. Lo siento.

Grace respiró profundamente.

– No, soy yo quien lo lamenta. No tenía derecho a hablarte así. No han sido unos días muy buenos. No me gusta depender de Kilmer para nada. -Intentó sonreír mientras cambiaba de tema-. ¿Sabías que la música que Frankie está componiendo ahora es para Charlie?

– No. -A Robert se le iluminó el rostro con una sonrisa-. Eso le gustaría al viejo.

Grace asintió con la cabeza.

– Me estuvo contando el trabajo que le estaba dando asegurarse de que estuviera llena de platillos. Y que la vida de Charlie no siempre había sido pausada y sencilla.

– Por lo que él me contó, Frankie tiene razón -dijo Robert-. Es sólo una niña. ¿Cómo puede comprender cosas así?

Grace sacudió la cabeza.

– No lo sé. Es un milagro de niña. -Empezó a desensillar a Samson-. Bueno, si no tienes más preguntas, tengo trabajo que hacer.

– En otras palabras, ya está bien de hacerte perder el tiempo.

– No, tenías razón. ¿Has llegado a alguna parte en tus averiguaciones sobre la filtración de Langley?

– Todavía no. Stolz está siguiendo una pista. Hay un chaval joven en los archivos que es un genio de la informática. Es una posibilidad. Si no fuera él, Stolz seguirá investigando. Hablo con Stolz al menos una vez al día para mantenerlo ocupado.

– Pero Stolz no sabe dónde estás, ¿verdad?

– Por supuesto que no. ¡Por Dios!, ¿acaso crees que me arriesgaría a conducir a alguien hasta ti? Confío en Stolz, pero Kilmer me dejó muy claro desde el principio que yo no tenía ningún derecho a confiar en nadie, mientras fuera él quien me pagara. Eso no entraba en nuestro acuerdo. Le dije a Stolz que estaba en Miami.

– Lo tenía que preguntar. -Grace lo miró fijamente a los ojos-. Frankie es responsabilidad mía, y no tengo derecho a dar nada por supuesto.

Robert asintió con la cabeza.

– Yo tampoco. Ni Kilmer. No se te da bien lo de confiar. Dime una cosa, Grace, ¿confiabas en tu padre?

– Por supuesto que sí. -Movió la cabeza cansinamente-. La mayor parte de las veces. Cuando se trataba de él y de mí. No era muy fiable y, sí, no era demasiado honesto, pero me quería. No habría hecho nada que pudiera hacerme daño. Y él sabía que yo iba a estar en El Tariq aquella noche. No me habría vendido.

– No parece probable.

– Probable… Gilipolleces. No lo habría hecho y punto.

Robert hizo una mueca.

– Parece que no hago más que equivocarme en lo que digo. Me voy.

Grace lo observó alejarse. No debería haber sido tan dura con él. Se había limitado a hacer preguntas que cualquiera habría hecho. Robert ignoraba lo susceptible que era ella en todo lo relacionado con su padre. Desde su más temprana infancia había tenido que defender a su padre de la gente que no entendía que su vida con él no fuera lo que ellos pensaban que debía ser. Él había convertido la vida en una aventura para ella. A veces, en una aventura aterradora, pero siempre se había mostrado cariñoso y amable con ella. Durante toda su solitaria infancia, jamás había dudado de que su padre se preocupara por ella. Aquella certeza era importante para Grace. En un mundo que cambiaba a diario, cuando ella no había podido contar con nadie ni con nada, había podido contar con que su padre la quería.

Y Kilmer había intentado eliminar aquella certeza de ella.

¡Maldito fuera!


– Tonino apareció anoche en casa de Kersoff -dijo Hanley-. Hice que Lackman mantuviera vigilado el lugar hasta que el cuerpo fuera descubierto. La mujer no parecía tener muchos amigos, porque el cadáver permaneció sin ser molestado doce horas.

– Tonino -repitió Marvot con aire pensativo-. Uno de los hombres de Kilmer.

Hanley asintió con la cabeza.

– Debió de enviarlo él para averiguar cómo Kersoff localizó a Grace Archer.

– O podrían haberte seguido cuando visitaste a la mujer.

– Tuve cuidado -dijo Hanley con rapidez-. Soy un profesional; lo habría sabido.

Era verdad que Hanley cometía pocos errores, pensó Marvot, pero Kilmer tenía un equipo extraordinariamente habilidoso.

– No obstante, creo que deberíamos dar una batida por el perímetro del recinto, por si hay alguien vigilando. ¿Qué decía el informe de Lackman?

– Tonino permaneció allí menos de diez minutos. Es evidente que se encontró con el cuerpo y ahuecó el ala.

– ¿Y estás seguro de que no dejaste ninguna prueba de que despachaste a la mujer de Kersoff?

Hanley negó con la cabeza.

– Registré el escritorio y el dormitorio. Ningún papel.

– Entonces, parece que le llevamos la delantera a Kilmer. -Sonrió-. Y todo lo que necesitamos es una pequeña ventaja. ¿Has establecido ya contacto con el informante de Kersoff en la CIA?

– He enviado a un hombre a Langley para que establezca contacto personalmente. Si Kilmer sabe lo de la filtración, entonces tenemos que sacar de en medio al informante antes de que se comunique con él. -Hanley se encogió de hombros-. Y no hay nada más persuasivo que el dinero contante y sonante. Aparte del miedo. El miedo es bueno.

Marvot movió la cabeza en señal de asentimiento.

– Sí que lo es. -Se levantó-. De todas maneras, espero una respuesta mañana por la noche. Lo recordarás, ¿verdad? -Miró fijamente a los ojos a Hanley para infundirle un poco de miedo-. He esperado mucho tiempo para ponerle las manos encima a esa mujer. Mi paciencia está a punto de agotarse. No me lo tomaré demasiado bien si ahora la perdemos.

– No es necesario que me lo diga. -Hanley apartó la mirada-. No la perderemos.

– Excelente. Bueno, ponte en contacto con Langley y aguijonéales un poquito. -Marvot se dirigió hacia la puerta-. Espero un informe cuando vuelva de mi paseo nocturno. He prometido a Guillaume que lo llevaría al prado a ver a la Pareja como un lujo especial.

Hanley meneó la cabeza.

– ¿Por qué está el niño tan obsesionado con esos caballos? Tiene un caballo propio fantástico.

– A los niños siempre les fascina lo prohibido. Sabe que la Pareja ya han matado antes.

– ¿No teme que Guillaume pueda colarse a hurtadillas e intentar montarlos?

– Casi tengo la absoluta certeza de que lo hará en algún momento. Por eso les he dicho a todos los que trabajan en el establo que, si le permiten acercarse a los caballos sin que yo lo acompañe, los ataré en el compartimiento con uno de los dos caballos. -Se encogió de hombros-. Pero darle a Guillaume una pequeña satisfacción de vez en cuando hará que ese momento se postergue. -Abrió la puerta-. ¡Ah!, estás aquí, Guillaume. ¿Listo?

– Sí, papá. -Los ojos del niño relucían-. Me traje la cámara. Quiero sacarles fotos para ponerlas en mi habitación.

– ¡Qué idea tan buena! -Marvot cogió a su hijo de la mano y miró a Hanley por encima del hombro-. Y si me traes a Grace Archer para que trabaje con la Pareja, tal vez no tenga ningún motivo de preocupación sobre mi hijo. Doble motivo para que hagas tu trabajo con la máxima rapidez.

Hanley asintió con la cabeza.

– Por supuesto, así lo haré.

Marvot sonrió a su hijo.

– Hanley va a traernos a una compañera de juegos para la Pareja. Una joven. ¿No te parece interesante?

Guillaume pareció titubear.

– Pero a ellos no les gusta jugar.

– Tal vez lo hagan con ella. -Condujo a su hijo hacia la valla del cercado e hizo un gesto al mozo de cuadra para que dejara salir a los caballos al cercado-. Sube ahí arriba y obsérvalos. Se mueven como la seda.

– O como el fuego. -Guillaume clavó la mirada en las dos ráfagas blancas que corrían desbocados dentro del cercado-. Fuego blanco. Relámpagos, papá. ¿Podría esa mujer domarlos para mí? ¿Y podría montarlos entonces?

Marvot consideró decirle que sí, pero se lo pensó mejor. Una vez que obtuviera lo que quería de la Pareja, era más que probable que se deshiciera de ellos.

– A veces es mejor disfrutar de un placer a distancia. Como éste. Míralos correr.

El claro de luna resplandecía sobre los caballos, mientras éstos rodeaban el cercado. Había sido una noche clara y luminosa como aquella en la que había visto por primera vez a Grace Archer trabajando con la Pareja. Entonces pensó que los caballos acabarían matándola, y había sentido curiosidad por ver cómo se enfrentaba esa mujer a la muerte. Seguía acordándose de lo delgada y frágil que le había parecido, en comparación con la fuerza bruta de los caballos. Grace no había muerto aquella noche, y Marvot se había sentido pletórico de esperanzas al ver cómo la Pareja le respondía.

Zorra.

– ¿No son preciosos, papá? -La mirada de Guillaume estaba concentrada en los caballos-. Mira cómo arquean los cuellos.

– Magníficos -dijo Marvot. Y absolutamente inútiles para él. Tan inútiles como lo habían sido durante años.

Pero, quizá, no por mucho tiempo. Había pensado en deshacerse de un posible estorbo ofreciendo una recompensa por la muerte de la niña. Había considerado que, sin su hija, quizá la mujer podría concentrarse mejor en los caballos. Pero se alegraba de que Kersoff no la hubiera matado. Ahora que tenía un rastro hacia el contacto de Kersoff, podría encargarse de la operación él mismo.

Y las madres eran notablemente maleables cuando uno utilizaba a sus hijos.

– Vienen hacia nosotros -susurró Guillaume-. Tal vez quieran hacerse nuestros amigos.

– Baja de la valla -le dijo a su hijo-. Lo que ves no es afecto. Tienes que aprender a reconocer e interpretar.

– ¿Qué?

Odio. Marvot se quedó mirando fijamente a los caballos, mientras éstos se acercaban corriendo hacia la valla. La Pareja nunca perdía la oportunidad de intentar ensañarse con él. Lo habían odiado desde el instante en que los había llevado allí. Se preguntó por el motivo, puesto que él nunca los había maltratado personalmente. ¿Era cierto instinto profundo que les hacía reconocer que era él quien controlaba el dolor, y si vivían o morían?

Saltó de la valla cuando los caballos piafaron a escasa distancia de su cabeza.

– ¡Papá!

Se volvió hacia Guillaume, que lo miraba fijamente con miedo… y una excitación febril. Durante un momento, le invadió la ira, que se desvaneció de inmediato. Guillaume era su hijo, y Marvot habría sentido la misma excitación sí hubiera sido su padre quien estuviera en peligro. El amor coexistía a veces con el deseo de que el que tenía el control fuera arrojado del trono. Era su propia naturaleza la que le había legado a Guillaume.

– Creíste que podía morir. -Le dio una palmada en el hombro a su hijo-. Yo no. Jamás. Nunca me derrotarán. Eso no ocurrirá. Acéptalo.

– Sólo pensé…

– Sé lo que pensaste. Siempre lo sé. -Volvió a mirar a la Pareja -. Pero creo que tienes que presenciar lo que significa la muerte. Sería una buena lección para ti. Te he protegido durante demasiado tiempo. Yo presencié mi primera muerte violenta cuando tenía tu edad. Un hombre joven hizo enfurecer a mi padre y tuvo que ser castigado. Mi padre no sabía que yo estaba despierto y mirando, pero lo averiguó más tarde y me preguntó cómo me sentía. Le dije que estaba orgulloso de él, orgulloso de su poder, orgulloso de que pudiera levantar la mano y aplastar a cualquiera que lo desobedeciera. Después de eso me sentí mucho más unido a mi padre. Él me envió a colegios magníficos y me dio una educación de la que cualquier erudito se sentiría orgulloso, pero jamás aprendí nada más importante que lo que aprendí aquella noche. -Seguía sin apartar la mirada de la Pareja -. Sí, decididamente necesitamos que aprendas algo.

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