Capítulo 15

– Interesante día -dijo Marvot-. Pero no veo grandes logros.

– Pues los hice. -Grace no lo miró mientras cerraba la valla del cercado-. Al final de la jornada, la Pareja tuvieron dos oportunidades de embestirme. Y no lo hicieron. Vamos, Frankie. Lavémonos un poco y comamos algo.

– Primer día -dijo Marvot-. Y no he visto una gran participación por parte de la niña.

Bastardo.

– Ha estado ayudándome. De lo que se trataba hoy por encima de todo era de observar y estar atento. -Le dio un suave codazo a su hija para que se adelantara-. No puedes esperar gran cosa.

– Te equivocas, lo espero todo. Estoy impaciente por verla a lomos de uno de esos caballos. ¿Has escogido ya cuál de los dos?

– No. -Grace condujo rápidamente a la niña de vuelta al establo. Pudo sentir la mirada de Marvot durante todo el camino.

Frankie permaneció en silencio hasta que entraron en el establo.

– ¿De qué estaba hablando? ¿Se supone que tengo que montar a uno de los caballos?

– Eso es lo que él quiere. Lo cual no significa que vayas a hacerlo.

– ¿Y por qué quiere que lo haga?

– Porque sabe que me preocuparía. Dice que sería un buen ejemplo para su hijo, pero no creo que sea eso.

– Guillaume -dijo Frankie pensativa-. Me preguntó cómo sería tener un padre así. No me gusta Guillaume, pero, quizá, si su padre fuera más amable, él también lo sería. ¿No te parece?

– Creo que no deberías preocuparte por ese niño. Ya tenemos bastantes problemas.

Frankie asintió con la cabeza.

– Si quieres, intentaré montar a uno de los caballos.

– No quiero. -Pero no había dejado de pensar en ello en todo el día. Las posibilidades de mantener a Frankie a su lado dependían de que fuera capaz de dar validez al argumento de que la ayudaba. No se había sorprendido de ver a Marvot-. Pero si ve que lo haces una vez podía dejar de presionar. ¿Qué piensas al respecto?

– Me asusta. -Frankie puso mala cara-. ¡Diablos!, también estaba asustada la primera vez que salté con Darling.

Pero Darling era un gatito, comparado con la Pareja.

– Hoy me dijiste tres veces que fue Hope la que inició las embestidas. ¿Te gustaría montar a Charlie?

Frankie negó con la cabeza.

– Me gusta Hope. Me da pena.

– ¿Aunque ahora mismo sea más agresiva?

– Me gusta -repitió la niña con tozudez-. Creo que si la apartaras de Charlie, yo acabaría gustándole. Cuando está con él, no necesita a nadie más.

– Intentamos separarlos cuando estuve aquí la otra vez y no pareció surtir ningún efecto en ellos.

– ¿Podríamos intentarlo?

Grace asintió con la cabeza.

– Mañana.

Frankie sonrió.

– Bien. No estaré tan asustada después de que nos conozcamos. -Hizo una pausa-. A mí me resulta más difícil que a ti. Sé que siempre bromeas cuando intento hablar de ello, pero Charlie me dijo que los caballos realmente te entienden, que algunas personas tienen una especie de… magia.

– No soy ninguna hechicera. No seas tonta.

– Pero Charlie decía que tú…

– Se me dan bien los caballos. Pero eso no significa que yo… -Se detuvo. Siempre había querido que Frankie viviera en el mundo real, y aquel talento era, sin duda alguna, un tanto extraño. Sin embargo, se encontraban juntas en una situación horrible, y tenía que ser sincera con su hija-. No soy ninguna susurradora de caballos, ni tampoco el doctor Dolittle, pero desde que tenía tu edad he sentido como si los caballos me entendieran y yo los entendiera a ellos. Nunca te he ocultado eso.

– ¿A mi edad? ¿Y cómo lo descubriste?

– Estaba en la granja de mi abuelo, y había una yegua que estaba enferma. El veterinario local no sabía lo que le pasaba, pero yo sí.

– ¿Te lo dijo ella?

– No, sólo lo supe. -Se encogió de hombros-. Pero él dijo que era una suposición.

– Y los caballos hacen lo que les dices, ¿verdad?

Jugarse el todo por el todo.

– A veces. Pero otras veces no me hacen ni caso. Eso sólo significa que me resulta más fácil tratar con ellos que a otras personas.

– Creo que te prestan atención. Darling nunca se plantaba contigo.

– Y dejó de hacerlo contigo. Sólo tenía que saber que no había nada que temer.

– Después de que se lo dijeras tú.

– Fuiste tú quien se lo dijo, ¿recuerdas?

– Mamá.

Grace titubeó y acabó asintiendo con la cabeza.

– De acuerdo, quizá lo reforcé un poco. Pero si Darling no hubiera confiando en ti, jamás habría saltado aquel obstáculo.

Frankie sonrió abiertamente.

– Mamá, no te sientas mal por eso. No pasa nada. Supongo que siempre lo supe. No sé por qué no te sientes orgullosa de ello. Es de lo más chulo tener una madre que puede hablarle a…

– Ya te lo he dicho, no soy una susu…

– Sí, pero ahora que sé que escuchará lo que le digas, me sentiré mejor montando a Hope.

Y quizá eso fuera algo bueno, pensó Grace. La confianza en uno mismo nunca hacía daño en ninguna situación, y ellas necesitaban todas las armas que pudieran obtener. A la mierda la realidad y el sentido práctico.

– Puedes estar segura de que le diré cosas buenas de ti. Pero olvida a Hope y a Charlie y lo que va a ocurrir mañana. Tienes que comer y acostarte.

– Y tú también, ¿no?

– Pues claro. -Grace entró en el establo y miró de hito en hito a la Pareja, que ya habían sido metidos dentro y estaban siendo alimentados por dos mozos de cuadra verdaderamente nerviosos-. Siempre que Hope y Charlie estén lo bastante tranquilos para dejarnos dormir.


Charlie y Hope no estuvieron tranquilos. Fue una suerte que Frankie estuviera tan cansada y durmiera profundamente pese al ruido que hicieron. Grace se tumbó en el camastro y estuvo escuchando el alboroto hasta que estuvo segura de que Frankie no se despertaría. Entonces, se levantó en silencio y salió del establo. El centinela que estaba de guardia a unos pocos metros se incorporó y cambió la forma en que cogía su fusil.

– No voy a ninguna parte. Sólo quiero tomar el aire.

El centinela la miró fijamente sin hablar, aunque estaba sonriendo con insolencia.

Grace lo ignoró y miró de hito en hito la oscuridad de los bosques que rodeaban la granja. ¿Estaría Kilmer allí? Se sentía muy sola y aislada en ese momento. Deseaba verlo. Era raro; aunque el sexo era una parte considerable de su relación, cuando había pensado en Kilmer después de abandonar el rancho, no había sido en él inclinado, desnudo, sobre ella en el granero. Era el recuerdo de él riendo con Frankie mientras cabalgaban juntos por el campo.

Pese a lo que le había dicho a Marvot, el día había sido desalentador. No parecía que la Pareja se acordara de ella. Cualquier avance que hubiera hecho con ellos hacía años se había borrado, y estaba empezando de nuevo. Pero quizá estuviera equivocada. Lo vería en los días siguientes.

Pero ¿cuántos días le daría Marvot? Lo creía muy capaz de intentar meterle prisas quitándole a Frankie. ¡Maldición!, eso no debía ocurrir.

Y era inútil que se quedara mirando fijamente los árboles cual doncella medieval que esperase a que la rescatara un héroe. Ella era la única que podía organizar la huida. Podía confiar en que Kilmer se presentara, si es que encontraba una oportunidad, pero, al final, sería ella quien tendría que cargar con la responsabilidad.

Ya era hora de que volviera a trabajar, en lugar de estar parada allí fuera, deprimiéndose y dejando que el guardián la comiera con los ojos.

Se dio la vuelta, entró de nuevo en el establo y avanzó por el pasillo hacia los compartimientos. Cuando los caballos la vieron, se pusieron aún más nerviosos.

De acuerdo, no os hace ninguna gracia. He invadido vuestro espacio. Ya os podéis ir acostumbrando; va a ocurrir más veces.

Se sentó al otro lado del pasillo, enfrente de los compartimientos, y se apoyó contra la pared.

Acostumbraos a mí. No os voy a hacer daño; aquí soy tan prisionera como vosotros. Sé que os han hecho daño en el pasado. Pero si os asociáis conmigo, nunca más tendréis que preocuparos de que alguien más intente montaros. Y yo lo haré sólo lo necesario para poder manteneros en forma y sanos.

¿Estaban escuchando? Y si era así, ¿les estaba causando algún impacto? Grace sabía que podía comunicarse con algunos caballos, pero nunca había sabido en qué nivel o hasta qué punto la entendían. Sólo podía confiar en que los animales percibieran lo que sentía.

Pero la violencia con que fue recibida no era alentadora.

No queréis oír lo que digo. Lo entiendo. Pero tengo que seguir hablando, porque no os miento, y porque vuestro enemigo también es el mío. Así que permaneceré aquí día y noche hasta que podamos reconciliarnos. Mañana os separaré un rato, pero no temáis. Sólo queremos llegar a conoceros mejor. No será durante mucho tiempo. Y luego volveréis a estar juntos.

En todo caso, la reacción de los caballos fue volverse más violentos. Podía ser una buena señal; al menos, estaba comunicándose con ellos. Quizá.

Mi hija, Frankie, está conmigo. La visteis hoy. Es pequeña, sólo una potrilla, y será muy cariñosa con vosotros. Os prometo que no es ninguna amenaza en absoluto.

Tenía que seguir repitiendo esas palabras. Frankie no era una amenaza; Frankie sería amable. Una y otra vez, hasta que la creyeran. Tenía una posibilidad. Por lo que sabía, ningún niño se había acercado a la Pareja. El hijo de Marvot estaba fascinado por los caballos, pero les tenía miedo. Los caballos percibían el miedo, y reaccionaban agresivamente.

Frankie también tenía miedo. Bueno, entonces Grace tendría que intentar eliminar ese miedo o, al menos, atenuarlo.

Ella ha escogido unos nombres para vosotros. Tú eres Hope, y tú, Charlie. No son nada del otro mundo, pero a ella le gustan, y tienen un significado para ella. ¿Os puso algún nombre el primer hombre que os crió? Creo que él no me habría gustado. Permitió que su amargura os hiciera daño.

Ninguna atenuación en el comportamiento alterado de los caballos.

Debía seguir hablando. Debía decir cualquier cosa que le pasara por la cabeza. Lo único que tenía que seguir repitiendo era la parte relativa a Frankie. Una y otra vez…


– ¿Qué hago ahora? -preguntó Frankie cuando estuvo delante de Hope-. ¿Intento acariciarla?

– No, a menos que quieras perder un dedo. -Grace sonrió-. Sólo siéntate aquí y háblale. Me meteré en el cercado con Charlie y veré si puedo consolarlo de la pérdida de su amiga.

Frankie se sentó en el suelo.

– ¿Y qué le digo?

– Lo que quieras. -Grace empezó a avanzar por el pasillo-. Es algo entre vosotras dos. Volveré dentro de un par de horas. Mantente alejada del compartimiento. Si me necesitas, ven al cercado.

– Vale.

Frankie estaba muy insegura esa mañana, pensó Grace. ¿Quién podía culparla? Ella misma se estaba moviendo con mucha cautela.

Se detuvo ante la valla, mirando a Charlie, que la miró a su vez con hostilidad.

Te dije que iba a pasar esto. Volverá dentro de unas horas. Sé que es una mierda sentirse impotente, pero sólo será durante un ratito. Frankie tiene que conocerla. El hombre que es vuestro enemigo quiere hacerle daño, y ella puede salvarse, si Hope la ayuda. Ya sé, a ti no te importa. Pero tal vez algún día llegue a importarte.

Aquello era un poco tonto; a Charlie le traía sin cuidado el mañana. El hoy era lo único que tenía cierta importancia.

Abrió la valla del cercado.

– Bueno, veamos si me odias tanto como ayer…

Apenas le dio tiempo a decir las palabras cuando el caballo la embistió. Grace se agachó, se lanzó a un lado y se subió a la valla de un salto.

Sintió el roce de la cabeza de Charlie contra los muslos cuando el caballo pasó por su lado como una exhalación.

Pero el animal no se volvió ni intentó ensañarse con ella. Por el contrario, se dirigió al centro del prado haciendo cabriolas, destilando orgullo, arrogancia y rebeldía con cada postura de su cuerpo. Cuando se dio la vuelta, miró a Grace, que se percató de la satisfacción del caballo por su triunfo.

Ella respiró hondo, y cuando bajó de la valla, intentó reprimir la esperanza y la euforia que la inundaban. Demasiado pronto. Excesivamente pronto.

Hoy no hay tanta mala intención como ayer. Pero indudablemente me has enseñado a qué debo atenerme. ¿Podemos tranquilizarnos ahora y estar juntos sin tanto ataque? Estoy cansada. Ninguno de nosotros hemos dormido mucho esta noche.

No parecía que fueran a poder. Charlie piafó y volvió a cargar contra ella.

Grace subió a la valla de un salto, pero no consiguió alcanzar la parte superior.

El caballo la mordió en el trasero y tiró de ella.

¡Maldición!, aquello le dolió. Grace se frotó el trasero y se dio la vuelta con cuidado para enfrentarse al condenado animal.

¡Dios santo!, Charlie casi estaba sonriendo.

¿Estaba jugando?

Grace se puso tensa, y la esperanza creció en ella.

Sí, ahora ya estás contento, ¿no? Eso no ha sido divertido. Debería dejarte solo. Sabes que no lo haré, pero deberías saber algo. Podría no ser una compañera de juegos tan divertida si vuelves a hacer eso. No soy tan fuerte como tú, y podría salir herida. No creo que quieras dejarme fuera de servicio.

Aunque tal vez sí quisiera. Tal vez ella estuviera equivocada. Bajó lentamente de la valla, con la mirada clavada cansinamente en Charlie.

¡Y él volvió a atacarla!


– Es verdaderamente idiota -dijo Guillaume-. El caballo la va a matar, y se lo tiene bien merecido.

– ¡Silencio! -Marvot tenía la mirada clavada en Grace. La había estado observando durante casi una hora. El ataque del caballo, los saltos de la mujer… Era como un ballet mortífero. Sólo en los últimos minutos Marvot había llegado al convencimiento de que el ballet no era tan mortífero como parecía al principio-. No es ninguna idiota. Y no creo que el caballo vaya a matarla.

– ¡Ah!

El hombre bajó la mirada hacia su hijo.

– ¿Decepcionado? ¿Por qué?

– No quiero que esos caballos sean domados. Quiero que sigan siendo como son. De esa manera, me pertenecen.

– Nunca te han pertenecido. Son míos. Y no me resultan útiles tal como son. No tolero los objetos que no me son útiles. Al final, tendrían que ser destruidos.

Guillaume estaba mirando a Grace.

– ¿Y ella te resulta útil?

Marvot asintió con la cabeza mientras observaba cómo Grace se acercaba lentamente al semental. El caballo estaba quieto, y ella se acercaba cada vez más a él antes de cada ataque.

– Sí, ella me es útil. -De repente, se rió entre dientes, mientras volvía a mirar a Guillaume-. Pero nada dura eternamente. Nunca he dudado de que acabarás viendo cumplido tu deseo.


– ¿Cómo va? -preguntó Grace a Frankie cuando entró en el establo.

– No muy bien. -La niña puso mala cara-. Creo que me ignora. Me parece que lo de hablar a los caballos no le funciona a nadie, excepto a ti.

– Al menos, se está acostumbrando a tu voz. ¿Lista para comer?

Frankie asintió con la cabeza, y la inclinó cuando se levantó.

– Pareces… contenta.

Grace movió afirmativamente la cabeza.

Charlie se mostró más receptivo que Hope. Fue como caminar a través de un pantano, pero he tenido la sensación de que estaba llegando a alguna parte. -Le apretó el hombro a Frankie-. Y eso es todo lo que podemos esperar por el momento. Sólo han pasado dos días. Y el juego apenas ha empezado.

– ¿Cuánto crees tú…? -La niña suspiró-. Lo siento, ya sé que no puedo saberlo. Sólo quiero que se acabe.

– No tengo ni idea de cuánto tiempo llevará. -Pero no tenía ninguna duda de que invertiría todo el tiempo que estuviera despierta (y también todo el tiempo en el que debería estar durmiendo) intentando acelerar el proceso-. Pero si tienes miedo de que vaya a obligarte a montar a Hope, eso no ocurrirá. Si avanzo bien con Charlie, Marvot tendrá que contentarse con eso.

– ¿Y si no?

Grace debería haber sabido que Frankie no aceptaría la respuesta sin preguntar.

– Nos preocuparemos de ello cuando ocurra.

La niña permaneció callada un instante.

– ¿Supones que Jake intentará ayudarnos? Ayudó a Donavan.

– Estoy segura de que lo intentará.

– Pero hay muchos hombres armados por aquí. Lo pasaría mal, ¿verdad?

– Muy mal.

Frankie sonrió.

– Pero él conoce todos los pasos. Tú me lo dijiste.

– Creo que deberíamos depender la una de la otra. Si Jake consigue llegar hasta nosotras, será sólo una magnífica sorpresa.

– Creo que lo hará. -La pequeña se sentó en el camastro-. Le gustamos.

– Quédate aquí. -Grace se dirigió a la puerta-. Haré que uno de los centinelas vaya a buscarnos algo de comer.

Después de enviar al guardia a la casa, Grace se quedó contemplando a Charlie, que pastaba en el prado. El caballo se mostraba indolente y despreocupado, pero ella sabía que percibía su cercanía.

– Dos horas, Charlie -le susurró-. Prepárate. Voy a volver.

El animal levantó la cabeza, pero no la miró.

Grace dirigió la mirada más allá del caballo, hacia los bosques. Resultaba gracioso que Frankie hubiera mencionado la posibilidad de que Jake apareciera. Había evitado deliberadamente hablarle de él desde que había llegado allí. Su hija era discreta, pero era una niña, y Grace no quería preocuparla contándole que, sin duda alguna, Kilmer incluiría en sus planes cualquier intento de huida.

Charlie relinchó y se acercó a la valla trotando.

Grace sonrió.

– No me ataques. Tendrás tu oportunidad después de comer.


Estaba a punto de ponerse el sol cuando Frankie salió corriendo del establo y gritó:

– ¡Mamá, ven, rápido! A Hope le pasa algo.

Grace cerró la valla y se dirigió corriendo al establo.

– Estaré ahí enseguida. ¿Qué sucede?

– Está tumbada de lado. No parecía encontrarse muy bien, y antes de que me diera cuenta, se había tumbado.

– ¿Ocurrió algo antes de eso?

– Estaba inquieta. No paraba de moverse y de mordisquearse la barriga. ¿Va a nacer el potrillo? ¿Debería haberte avisado antes?

– No, actuaste bien. -Grace estaba delante del compartimiento de Hope-. No podría haber hecho nada.

– ¿Es el potro?

– Creo que sí. Ayer me di cuenta de que tuvo las ubres llenas todo el día. Eso suele ser señal de que se acerca el momento.

– ¿Y por qué está tumbada?

– Tal vez haya roto aguas. Una yegua suele tumbarse de costado y extender las patas después de romper aguas. Se está preparando para el parto.

– Es verdad, debería haberme acordado. Pero no he visto nacer un potrillo desde que nació Darling, y eso fue hace tres años.

– Es comprensible que tuvieras una ligera pérdida de memoria. No tenías más que cinco años entonces.

– ¿Y ahora qué hacemos para ayudarla?

– Voy a entrar en el compartimiento. El potro debería salir dentro de unos veinte minutos. Sal y dile al guardia que necesito un cubo de agua caliente con jabón, toallas de algodón, tiras de tela para atar la placenta y tintura de yodo al dos por ciento para el muñón del ombligo. ¿Te acordarás?

Frankie asintió con la cabeza y salió del establo como una exhalación.

– Muy bien, Hope. -Abrió la puerta del compartimiento poco a poco-. No te gusto y no confías en mí, pero no estás en condiciones de protestar. Estoy aquí para ayudarte a que salgas sin problemas de esto.

Hope levantó la cabeza y la miró con hostilidad.

– No te pongas tensa; no es bueno para ti. -Se sentó al lado de la yegua-. No voy a hacer nada hasta que vea que soy necesaria. Te lo dejaré a ti. Haz lo que tu cuerpo te pida que hagas.

Hope volvió a bajar la cabeza, y tuvo un espasmo cuando el potro empezó a salir.

Diez minutos después, no había señal del potrillo.

– Vamos, Hope -susurró Grace-. Tengamos un bonito parto natural. No soy veterinaria, y no sé cómo se me daría si tuviéramos problemas y tuviera que intervenir.

– Ya lo tengo, mamá. -Frankie transportaba el cubo de agua caliente-. Tardó un rato. No comprendían lo que necesitaba, hasta que apareció uno de los mozos de cuadra. ¿Cómo está?

– Bien, creo. -Grace exhaló un suspiro de alivio-. Aquí vienen la cabeza y las patas delanteras. Gracias a Dios. Ven aquí, Frankie. Hope está demasiado ocupada para intentar lastimarte.

– Mira la cabeza del potro -dijo la niña con asombro-. Sigue dentro de la placenta. ¿No la debería haber roto ya?

– Se romperá dentro de un minuto, y permitirá que el potro respire. -Pero el saco amniótico siguió intacto. Grace esperó, y finalmente dijo-: Muy bien, muchachito, te ayudaremos un poco. -Con cuidado, rompió la membrana, y el potro respiró por primera vez-. Ahora sigue saliendo. Dale un respiro a tu mamá…

– No se mueve. Sólo tiene la mitad fuera. -Frankie se arrodilló al lado de la yegua-. ¿Qué sucede? ¿Se ha atascado?

– No, sólo está descansando. ¿No te acuerdas? Los potros suelen descansar de diez a veinte minutos antes de sacar el resto del cuerpo. No debemos romper el cordón umbilical; hemos de dejar que lo haga la yegua.

– Debe de ser bastante incómodo. -Frankie acarició a Hope en el anca-. Todo irá bien. Acabará enseguida.

Hope no estaba reaccionando de manera agresiva a la caricia de la niña, se percató Grace con sorpresa. Tal vez la yegua estuviera demasiado agotada.

Diez minutos más tarde, el potrillo apareció, y Hope empezó a revolcarse. El cordón se rompió, y Grace dijo:

– Rápido. Dame la tintura de yodo, antes de que se interese por el potro. -Desinfectó el muñón del ombligo con el yodo para que se secara, y entonces, cuando Hope empezó a buscar a su cría, tuvo que levantarse para quitarse de en medio-. Vamos, Frankie, salgamos de aquí. Es la hora de la vinculación afectiva.

– Es un potro. ¿No es guay? ¿Hemos terminado?

– Esperaremos a que expulse la placenta, pero eso puede tardar hasta tres horas. -Grace cerró la puerta del compartimiento-. Ahora ya es cosa del potro y Hope.

– Es tan mono. -Frankie se apoyó en la puerta del compartimiento sin apartar la vista de la yegua y el potro-. Mira, lo está lamiendo.

Hope relinchaba suavemente al potrillo, sin intentar levantarse.

– Vinculación afectiva. -Grace sonrió mientras estudiaba al potro. No había nada más desgarbado o torpe ni tan adorable como un recién nacido. Aun así, el muy granuja había rodado sobre el pecho e intentaba ponerse de pie-. Vigílalo un minuto mientras llamo a Marvot. Tenemos que asegurarnos de que la yegua no lo pisa cuando decida levantarse.

– No lo perderé de vista.

Grace meneó la cabeza. Era evidente que Frankie estaba loca por el potro, ¿y quién podía culparla?

Descolgó el teléfono interior y marcó el número de la casa.

– Estaba esperando tu llamada -dijo Marvot-. Confío en que la yegua goce de buena salud.

– Sí, y también el potro. Necesito que le pidas ivermectina al veterinaria para mañana por la mañana. Hay que desparasitar a la yegua después del parto.

– Mandaré a buscarlo. -Marvot colgó.

Grace volvió a colocar el auricular en su sitio y regresó junto a la yegua. Hope estaba de pie, y el potro intentaba mamar con torpeza.

– ¿No podemos ayudarlo? -preguntó Frankie-. ¿Aunque sólo sea al principio?

– No, ya aprenderá él solo. -Puso la mano en el hombro de su hija-. Es absolutamente maravilloso, ¿verdad?

Frankie asintió con la cabeza.

– Maravilloso. Aunque eso es decir muy poco. ¿Puedo ocuparme de él, mamá, cuando no me necesites para hacer otra cosa?

– Creo que es una gran idea. Eso demostrará a Marvot que eres de utilidad. Incluso podría ayudar a que intimaras con Hope. Ahora mismo parece bastante apacible.

– He pensado un nombre para él. ¿Qué te parece Maestro?

– Ese es un gran nombre para un potrillo, ¿no?

– Pero veo que va a ser especial. Mira la manera que tiene de levantar la cabeza. Es una especie de… don.

¿Y cómo podía Frankie percibir tal cosa en aquel torpe animal?

– Entonces Maestro es un buen nombre. -Le dio a su hija un apretón en el hombro y se apartó-. Volveré pronto. Voy a salir al cercado.

La niña asintió con la cabeza sin apartar la mirada del potro ni un instante.

Poco después, Grace estaba apoyada en la valla del prado.

Ya eres padre, Charlie. Es el potro más precioso que he visto jamás, y Frankie se ha enamorado de él. Me pregunto qué sentirás cuando lo veas…


– ¿Alguna noticia de tu jeque? -preguntó Donavan cuando Kilmer contestó a su llamada.

– No es mi jeque -dijo Kilmer-. Es condenadamente independiente, y me tiene esperando desde hace seis malditos días.

– ¿Ninguna respuesta?

– Ni siquiera un levantamiento de ceja que me dé una pista. -Se interrumpió-. ¿Cómo van las cosas ahí?

– Igual que ayer. Bueno, quizá no exactamente igual. Esta tarde uno de los caballos dejó que Grace lo acariciara.

– ¡Caray! ¿Cuál de ellos?

– No lo sé. No puedo distinguirlos a esta distancia. Los ha estado separando durante varías horas cada día, y luego deja que se junten por la noche.

– ¿Has visto a Frankie?

– Sólo un par de veces los días pasados. Permanece dentro del establo con el potro, excepto cuando lo sacan al cercado. Pero está bien.

– ¿Y Grace?

– Parece que ha perdido algo de peso. Lo cual no me sorprendería, considerando que está trabajando con ese caballo de la mañana a la noche. -Hizo una pausa-. No me tuviste aquí hace nueve años, cuando estuvo trabajando con la Pareja. Es extraordinaria. Creo que le lee los pensamientos a ese caballo.

– No se lo digas a ella. Se enfada mucho si se le compara con los susurradores de caballos.

– Aun así, resulta fascinante observarla. La mitad de las veces creo que el caballo la va a matar a patadas, y la otra mitad me pregunto por qué no se da prisa e intenta montarlo.

– ¿Tan cerca está?

– Lo suficiente como para que te diga que muevas el culo. Me dijiste que Marvot sólo esperaría a llevarlos al Sahara a que los caballos pudieran ser montados. Va todos los días a comprobar los avances de Grace.

– ¿Está tratando bien a Grace y a Frankie?

– Por lo que puedo ver, sí. Veo que los guardias les llevan la comida y que se mantienen a distancia. Pero hay suficientes hombres como para mantener las joyas de la Corona a buen recaudo. Tenías razón; sería muy difícil llegar hasta ellas ahí.

– Entonces tiene que ser en el desierto.

– Eso me parece.

– ¿Cómo estás tú?

– Estoy casi al ciento por ciento. Estar aquí tumbado vigilando El Tariq es como una cura de descanso. Tengo mono de acción.

– Tengo el palpito de que no tardará mucho en haber alguna. Ya no puedo esperar más. Voy a hacer que el jeque se decida. En cuanto me dé garantías, iré ahí y ocuparé tu puesto. Te llamaré mañana. -Kilmer cortó la comunicación.

¡Mierda! Le invadió una espantosa sensación de frustración. Si Grace andaba cerca de montar al caballo, entonces Marvot podría llevarla allí en cualquier momento.

Atravesó el campamento a grandes zancadas y entró en la tienda del jeque.

– Muy bien, estoy hasta la coronilla. Estoy harto de esta mamonada inescrutable. Necesito una respuesta.

– Te has equivocado. -El jeque sonrió-. Los que se suponen que son inescrutables son los orientales. Y no estás siendo cortés. Después de todo, eres tú el que me ha pedido un favor.

– ¿Sí o no?

– Estás tenso. ¿Necesitas una mujer? Lo arreglaré. A Fátima le gustaste mucho la última vez que estuviste aquí. Me dijo que siempre que…

– No necesito ninguna mujer. Respóndeme.

La sonrisa del jeque se ensanchó.

– Te has enfadado. Sólo te estaba poniendo un ejemplo de cortesía. Es evidente que lo necesitas.

– El tiempo se acaba. Dejé que mi amigo me sustituyera en El Tariq. Tengo que estar allí.

– He estado pensando en ello -dijo el jeque-. No es un problema fácil de resolver. ¿Pongo en peligro a mi gente para satisfacer cierto ánimo de venganza? ¿O me aparto y observo cómo Marvot te aplasta y consigue lo que quiere?

– Si no te decides, no voy a tener ninguna posibilidad.

– Oh, ya me he decidido. Me temo que no soy un jefe tan responsable como debería.

– ¿Y eso qué significa?

– Vaya, que voy a ensartar en un pincho a ese bastardo.


El semental estaba parado, erguido e inmóvil, en el prado, y la miraba fijamente. El claro de luna, incidiendo sobre su pelaje, volvía éste de color plata, y parecía un animal sacado de un mundo mitológico y maravilloso. Grace sintió que la recorría un arrebato de excitación cuando se aferró a la barra superior de la valla. Charlie no era una criatura mitológica. Era de carne y hueso, y no tardaría en comprobar si su sangre y sus huesos sobrevivirían al caballo.

Dentro de unos minutos sacaré a Hope para que te vea. Desde que nació Maestro, le está empezando a gustar Frankie. Se da cuenta de lo amable y cariñosa que es con el potrillo, y sabe que mi hija no es una amenaza para ella. Igual que tú sabes que yo no soy una amenaza para ti.

Mañana te voy a montar. No por la mañana temprano; lo haré sobre estas mismas horas de la noche. No quiero que nuestro enemigo esté presente cuando lo haga. No te pondré la silla, porque sé que eso heriría tu orgullo y haría, que te acordaras de toda esa gente que te hizo daño. Montar a pelo me lo hará más difícil; me puedes tirar y, si no soy lo bastante rápida, quizá me mates. Si es que es eso lo que deseas. Confío en que no.

– ¿Ya es la hora, mamá? -Frankie estaba detrás de ella-. Hope se está impacientando.

– Sí, es la hora. Abre la puerta del compartimiento. -Grace bajó de la valla y la abrió-. Dejemos que estén juntos.

Un momento más tarde, observaba cómo Hope entraba en el prado a toda velocidad para ser recibida alborozadamente por Charlie. Era en momentos así en los que el término la Pareja adquiría un nuevo significado. Esa noche era fácil olvidarse de la brutalidad y salvajismo de los que los caballos habían hecho gala durante años. El afecto entre la yegua y el semental era evidente. Los dos contra el mundo…

Algo parecido al vínculo que había entre ella y Frankie.

Cerró la valla.

Hasta mañana, Charlie.

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