Capítulo 19

El viento se había vuelto a levantar. Resultaba difícil respirar. ¿Cuánto tiempo llevaba allí fuera?

¿Horas?

Quizá no. No podrían haber estado tanto tiempo fuera del oasis. Era difícil decirlo. Parecía como si hubiera dado un salto en el tiempo.

Charlie respiraba con dificultad a través de la máscara de plástico transparente que le cubría los ojos y la nariz. La parte inferior estaba abierta para permitir que el aire circulara, pero éste seguía siendo denso a causa de la arena. A Hope parecía estar yéndole un poco mejor.

Charlie se detuvo y levantó la cabeza.

Sigue caminando, Charlie. ¿Dónde demonios está tu fantástico instinto? Tenemos que encontrarlos.

El caballo empezó avanzar de repente. Luego tomó otra dirección y emprendió la marcha con un trote más vivo. Hope fue tras él.

No es así como se suponía que tendríamos que ir. Se suponía que, en esta ocasión, Hope tendría que estar guiando. Es la madre, ¡maldita sea!

Pero la yegua estaba acostumbrad, a seguir a Charlie. A Grace sólo le quedaba rezar para que impusiera su dominio cuando el instinto maternal irrumpiera.

La arena era más densa en la cresta de aquella duna, pero Grace estaba desorientada y era incapaz de determinar lo cerca que estaban de la ladera.

Charlie resbaló, se deslizó y se afianzó. Grace a duras penas consiguió no caerse del caballo.

Hope relinchó, inquieta.

Yo también estoy asustada. Es como perderse en el infierno. Pero si yo estoy tan asustada, ¿cómo debe sentirse Frankie?

Charlie estaba bajando en línea recta por la duna, resbalando, deslizándose, corcoveando.

Al tercer corcoveo, Grace salió catapultada por encima de la cabeza de Charlie.

Oscuridad.

Sacudió la cabeza para despejarse, y a punto estuvo de vomitar.

– ¿Charlie? -No podía verlo. No podía ver nada, excepto arena y la oscuridad que iba y venía. Debía sacar la baliza de señales del bolsillo. Pulsar el botón. Decirle a Kilmer dónde estaba.

A punto estuvo de gritar cuando intentó mover el brazo derecho. Algo le pasaba en el hombro…

Buscó a tientas con la mano izquierda hasta que encontró la baliza, y la pulsó. Ven y recógeme, Kilmer. He metido la pata. Te toca a ti. Tienes que encontrar a Frankie.

– ¡Charlie!

Allí estaba, a unos pocos metros de distancia, con Hope detrás de él.

Grace intentó sentarse, y se cayó hacia atrás cuando el dolor le recorrió todo el cuerpo. Respiró hondo y esperó a que el dolor remitiera. No podía dejar solos e indefensos a los caballos, cuando ella misma estaba indefensa. Podría entrarles el pánico y lastimarse. La tormenta había vuelto a remitir lo suficiente como para que la arena sólo fuera una molestia punzante, pero no una amenaza cegadora. Se arrastró hasta Charlie y se puso de rodillas lentamente. Un minuto más y habría conseguido levantarse. Inspeccionó el cierre de la máscara de plástico que cubría la cabeza del semental y luego hizo lo mismo con la de Hope.

Estás solo. Vuelve al corral, Charlie. Lleva a Hope a casa.

El caballo no se movió.

Vuelve al corral. ¿A qué estás esperando?

Charlie relinchó y no se movió.

¡Vamos!

Charlie se dio la vuelta, y al instante siguiente él y Hope se habían desvanecido tras una cortina de arena.

Grace se desplomó de espaldas en la arena y ocultó la cabeza en el brazo izquierdo.

– Muy bien, Kilmer, ¿dónde estás?

Y Frankie, cariño, ¿dónde estás tú?


– ¡Grace!

– ¡Aquí! -Grace se apoyó en el codo como pudo-. ¡Kilmer, aquí!

Apareció allí de repente, arrodillándose a su lado.

– ¿Qué ocurrió?

– La cagué. Fui una idiota. Me caí… Tendrás que encontrar a Frankie. Registra esta zona. Charlie se comportaba como si apuntara en una dirección justo antes de caerme. Corre.

– Donavan, Blockman y el equipo vienen detrás de mí. ¿Dónde te has hecho daño?

– En el hombro, creo. ¿Viste a Charlie y a Hope? Los envié de vuelta al oasis. Charlie es inteligente. Espero que haya comprendido y…

– No los hemos visto. ¿En qué hombro?

– El derecho.

Kilmer le palpó el brazo y luego el hombro.

– No creo que haya rotura. Debe de ser una luxación.

– Entonces vuelve a ponerme el hombro en su sitio y deja que vaya a buscar a Frankie.

Él negó con la cabeza y se levantó.

– Creo que le dejaré eso a Donavan.

Ella lo miró de hito en hito sin dar crédito a lo que había oído.

– ¿Qué?

– Me dejaste en ese campamento y te fuiste sola. Dejé que lo hicieras porque tu razonamiento era lógico. Pero ese razonamiento se ha ido al traste. No voy a dejar que deambules por el desierto dando tumbos por el dolor cuando yo puedo buscar tan bien como tú. -Empezó a subir por la duna-. Le diré a Donavan que te he encontrado, y te lo haré saber cuando encuentre a mi hija. -Miró por encima del hombro-. Mi hija, Grace. Nadie me va a hacer trampas cuando puedo ir a salvarla. Ella me pertenece.

– ¡Maldito seas, Kilmer! Arréglame el hombro.

Él no respondió. Ya estaba a mitad de la duna.

– ¡Joder, joder, joder!

Grace sintió las lágrimas escociéndole en los ojos. Lo iba a matar.

– ¡Donavan! -gritó-. ¡Donavan!


Kilmer se encontró con Donavan en lo alto de la duna.

– Grace se ha dislocado un hombro. Pónselo en su sitio, pero tómate tu tiempo. Le va a doler bastante, y quiero encontrar a Frankie antes que pase por ese infierno. -Se volvió hacia Blockman-. Grace piensa que podría haber alguna posibilidad de que la niña estuviera en esta zona. Ve hacia el este con Vazquez, y yo iré hacia el oeste.

– Aquí el único que va a pasar un infierno soy yo -le gritó Donavan cuando se alejaba-. Sabrá que estoy mareando la perdiz.

– Probablemente. Apáñatelas como puedas.

– Bastardo. -Donavan hizo una pausa-. Buena suerte, Kilmer.

– Gracias.

Suerte. Necesitaba toda la fortuna que pudiera suplicar, pedir prestada o robar. ¡Que una niña así los tuviera movilizados a todos de esa manera! Le podía haber ocurrido cualquier cosa con esa tormenta. Kilmer no había estado más asustado en toda su vida.

No, eso no era cierto. Cuando había visto a Grace herida en la arena, se había llevado un susto de muerte.

Debía olvidar a Grace. Estaba a salvo.

Tenía que pensar en Frankie. Encontrar a Frankie.

Grace había dicho que podía estar cerca. Rogó a Dios para que se encontrara bien. La tormenta era ya un delgado velo de polvo y arena, pero la visibilidad aún no era buena.

Llamarla. No parar de llamarla.

Kilmer se quitó la mascarilla.

– ¡Frankie! ¡Frankie, respóndeme!

Ninguna respuesta.

– ¡Frankie!


– ¡Frankie!

¡Dios bendito!, la voz se le quebraba, y estaba ronco. ¿Cuánto tiempo llevaba gritando su nombre? ¿Quince minutos? ¿Treinta? Tenía la garganta seca y dolorida de tanto respirar arena.

– ¡Frankie!

Tal vez no podía responder. Quizá estaba herida o…

– ¡Frankie! -gritó con desesperación-. Soy Jake. Respóndeme.

Ninguna respuesta.

– ¡Frankie!

El silbido del viento transportó un débil sonido.

Se quedó inmóvil. ¿Un grito?

– ¿Frankie?

Volvió a oírse el sonido, a la izquierda, en la base de la duna.

Y no era un grito humano. Era el relincho de un caballo.

Y Frankie se había llevado al potro.

Bajó la duna a trompicones, resbalando y deslizándose.

¿Por qué no había respondido Frankie? Si estaba consciente, debía de haberle oído. Había estado justo encima de ella. Quizá no fuera ella; tal vez el potro se hubiera alejado de la niña. ¡Joder!, no quería ni pensar en eso.

– ¡Frankie!

Entonces vio el bulto cubierto por una manta en la base de la duna.

– ¡Mierda! -Llegó abajo en cuestión de segundos. Arrancó la manta.

Frankie estaba echa un ovillo junto al potro, rodeándolo con los brazos. Tenía la cara pálida y cubierta de una capa de arena, y mantenía los ojos cerrados con fuerza.

¿Estaba viva?

Frankie abrió los ojos lentamente.

– ¿Jake?

¡Dios bendito! Kilmer tenía un nudo tan fuerte en la garganta a causa de la emoción que no podía hablar. Asintió con la cabeza.

La pequeña se lanzó a sus brazos.

– Pensé que podría ser Marvot. Quería hacerle daño al potro.

– Lo sé.

Frankie se retorció.

– Me estás abrazando con demasiada fuerza. No puedo respirar.

– Perdona -dijo Kilmer con voz temblorosa-. Esto es nuevo para mí. Y he estado muy preocupado por ti. Como tu madre. Tendremos que llevarte junto a ella inmediatamente.

– ¿Se encuentra bien? Tenía miedo de que Marvot…

– Marvot no nos volverá a molestar. Y tu madre está bien. Se ha hecho un poco de daño en el hombro mientras te buscaba, pero no es nada grave. Ahora vamos a sacarte de aquí. -Pulsó el botón de la baliza-. ¿Está bien el potro?

– Muy bien. -Puso mala cara-. Pero Maestro no es demasiado inteligente todavía. No había manera de que se quedara debajo de la manta. No paraba de decirle que teníamos que escondernos, pero supongo que no me comprendía. Ojalá hubiera estado aquí mamá.

El potro intentaba levantarse.

– ¿Ves? -dijo Frankie, indignada.

– Al menos fue lo bastante inteligente para informarme de que estabais aquí abajo.

– Ah, ése no fue el potro. Fue Charlie.

– ¿Charlie?

Charlie y Hope. Están por ahí. -Hizo un gesto con la cabeza hacia la izquierda-. Vinieron hará una hora. ¿Es que se escaparon?

– No, no se escaparon. -En ese momento, Kilmer pudo distinguir a la Pareja a través de la bruma arenosa. El viento azotador había desaparecido prácticamente, gracias a Dios-. Os estaban buscando.

– ¿Sabes?, pensé que tal vez fuera eso. Charlie se paró allí, delante de nosotros, como si montara guardia. Y la verdad es que no le gusto nada. Pero quizá estuviera cuidando del potro. Es su padre, ¿sabes? Supongo que eso lo cambia todo.

Kilmer la levantó y empezó a sacudirle la arena incrustada. No es que fuera a servirle de mucho.

– Y que lo digas.


El GPS de Donavan sonó cuando estaba terminando el cabestrillo de Grace. Se puso tenso y miró el dispositivo.

– Es Kilmer. Debe de haber encontrado a Frankie.

Ella le apartó la mano y se levantó como pudo.

– Vamos.

Donavan asintió con la cabeza.

– Pero va a tener toda la ayuda que quiera. Todos los hombres del equipo y buena parte de los de Adam atravesarán esas dunas cuando vean el GPS.

– Vamos.

– Pensaba que debía decírtelo, eso es todo. -Intentó ayudarla a subir la duna, pero ella se zafó de él-. Aunque no estás de humor para escucharme.

– No estoy de humor para escuchar a nadie, salvo a Frankie.

– Él te la traerá, Grace.

Eso ya lo sabía, pero la atormentaba la impaciencia. Habían encontrado a su hija, pero ¿estaba herida? No pasaría por alto esa posibilidad-. No va a tener que traérmela. Voy a ir a buscarla.

– Entonces, deja que te ayude.

En su frustración se había enfadado con él, pero nada de eso importaba ya cuando tenía que llegar hasta Frankie. Asintió con la cabeza.

– Sí, ayúdame a ir hasta ella, Donavan.


Diez minutos más tarde Grace vio a Frankie.

Primero la oyó, y luego, unos minutos después, apareció a través de la bruma de arena. Iba subida a los hombros de Robert Blockman, con la boca y la nariz cubiertas por un pañuelo. Kilmer caminaba a su lado.

– Hola, mamá. -Frankie la saludó con la mano-. Robert me está dando un paseo. Le dije que podía caminar, pero me contestó que debía estar bastante cansada.

– Y ella no previo llevarse un caballo que pudiera montar. -Kilmer sonrió abiertamente-. Pero Blockman cumplirá como mula de carga; todo músculos y nada de cerebro.

Robert soltó una carcajada.

– Al menos esta vez no me han disparado como a ti.

Estaban de broma, se percató Grace sin salir de su asombro. Estaba tan nerviosa que tenía la sensación de que iba a deshacerse, y ellos se estaban riendo.

– Ponla en el suelo, Blockman. -Kilmer estaba observando la cara de Grace-. Descansa durante un minuto o dos.

El hombre bajó cuidadosamente a Frankie.

– De todos modos, tengo que ir a comprobar si nos siguen los caballos. -Se alejó a grandes zancadas en la dirección por la que habían venido.

– Sí, pero Maestro no parecía tener problemas para seguimos, y creo que Charlie lo mantendrá a raya. -Frankie arrugó la frente de repente cuando vio el hombro vendado de Grace-. ¿Te encuentras bien, mamá?

Su madre recorrió la distancia que las separaba como una flecha y se arrodilló delante de ella.

– Me encuentro fantásticamente bien -dijo con voz ronca mientras la envolvía en un abrazo y hundía la cara en el pelo de Frankie-. Vaya, me has dado un susto de muerte. No deberías haber huido de esa manera.

– Tenía que proteger al potro. Cuando nació, me dijiste que mi misión era cuidar de él. -Le dio un achuchón a su madre y luego se apartó-. Me llevé una manta y nos escondimos debajo de ella. El potro estaba muy asustado, pero conseguí tranquilizarlo. -Arrugó la nariz-. No como haces tú. Pero él sabe que lo quiero y creo que eso ayudó.

– Suele pasar. -Grace miró a Kilmer por encima del hombro de Frankie-. ¿No está herida?

– Está un poco deshidratada, pero eso todo -respondió él-. Sólo está cansada. Creo que esta noche dormirá bien. El todoterreno está aparcado en la carretera. Llevémosla hasta allí y volvamos al oasis. ¿Cómo está tu hombro?

– No muy bien -dijo Donavan-. Al igual que su humor. -Sonrió a Frankie-. Tal vez tú puedas interceder en mi favor. ¿Qué te parece?

– ¿Qué es lo que hiciste? -preguntó la niña.

– Fui un poco lento vendándola. Quería ir a buscarte.

– Jake me encontró. Oyó a Charlie.

– ¿A Charlie?

– Dice que Charlie montó guardia junto a ella y el potro -le aclaró Kilmer-. Cree que estuvo protegiendo a Maestro porque es su padre. Le dije que era posible. -Sonrió-. Los padres sienten algo especial por su descendencia.

– Los encontré. -Robert reapareció-. Nos están siguiendo. Pero ese potro se toma su tiempo.

– Es pequeño -dijo Frankie, poniéndose a la defensiva-. ¿Podemos llevarlo en el todoterreno?

– No creo que ésa sea una buena idea -dijo Grace-. No habría espacio. Y probablemente desee estar con su madre.

La niña puso ceño.

– Entonces volveré caminando con él. Él es de mi responsabilidad.

– No, no harás tal cosa -dijo Grace-. Quiero sacarte de este desierto y que vuelvas al oasis.

Su hija apretó la mandíbula.

– Cuando el potro esté fuera de él.

– Frankie…

– Haré que Blockman escolte a los caballos hasta el campamento -dijo Kilmer.

– ¿Quién?, ¿yo? -Robert hizo una mueca-. Puedo intentarlo, pero tal vez deberías decirle a Vazquez que me ayude.

– Tengo que cuidar de Maestro -insistió Frankie.

– ¿A qué distancia está el campamento? -preguntó Grace.

– A casi siete kilómetros -dijo Kilmer-. Demasiado lejos para que vaya andando después de todo lo que ha pasado. Estamos a tres kilómetros de la carretera. Podemos volver con un remolque para los caballos en cuanto lleguemos al campamento.

– No estaba pensando en Frankie. -Grace sonrió a su hija-. Tienes razón, eres responsable del potro, pero yo lo soy de Charlie y Hope. Los traje al desierto para que os encontraran, y cumplieron con su trabajo. No podría dejarlos aquí, sin nadie en quien confíen para que los lleve de vuelta al corral.

Frankie asintió con la cabeza.

– Entonces nos quedaremos las dos.

– Es una tontería que nos quedemos las dos. Tú puedes encargarte de inspeccionar el remolque cuando vuelvas al campamento, y asegurarte de que está en condiciones. Eso sería una gran ayuda.

La niña negó con la cabeza.

– Frankie, ya has cumplido con tu trabajo. Te aseguraste de que Maestro estuviera a salvo. Ahora es el momento de facilitarles las cosas a todos estos hombres que os han estado buscando a ti y al potro. No estarán tranquilos hasta que sepan que estás a salvo en el campamento.

– Pero yo quiero… -Frankie suspiró-. De acuerdo. Iré e inspeccionaré el remolque. Pero volveré con Jake. -Se volvió hacia Kilmer-. Envía a alguien con mi madre para que la ayude. No podrán manejar a Charlie y a Hope, pero no quiero que esté sola.

– Ni yo tampoco -contestó él en voz baja-. ¿Qué tal si yo me quedo con ella? Donavan podría llevarte de vuelta al campamento y traer el remolque.

Frankie lo observó escrutadoramente durante un instante.

– Quédate tú.

– Excelente. -Kilmer le dio un rápido abrazo y se volvió hacia Donavan-. Así pues, marchaos vosotros tres. Sería fantástico que pudieras tener el remolque en la carretera cuando lleguemos allí. -Volvió junto a Grace cuando Blockman, Donavan y Frankie empezaron a alejarse-. ¿Hay alguna manera de que podamos hacer que esos caballos se den un poco de prisa?

– Probablemente, no. Es casi seguro que estén sedientos y que tengan irritados todos los orificios. Lo cual significa que su humor también será irritable. ¿Hiciste que Blockman comprobara las mascarillas que les puse?

– Sí. Lo hizo con mucho cuidado.

– Entonces, las volveré a inspeccionar. -Levantó la vista al cielo-. Me parece que el cielo está más luminoso. ¿Acabará por despejar?

– Es difícil de decir. Pero el viento está mucho más tranquilo. -Volvió a mirar hacia la carretera-. Me parece ver a la Pareja.

Charlie y Hope -le corrigió ella.

– Lo que sea.

– No, ellos encontraron a Frankie. Llamarlos la Pareja los vuelve… impersonales. No se lo merecen.

Kilmer la miró por encima del hombro y sonrió.

Charlie y Hope, entonces.

– Sigues cojeando. Deberías haber dejado a Donavan conmigo…

– No, no debería. -La miró directamente a los ojos-. Aquí es exactamente donde debo estar.

¡Dios bendito! Grace fue incapaz de apartar la mirada.

Kilmer asintió con la cabeza y desvió la mirada hacia los caballos que se acercaban a ellos.

– No parece que tengan prisa. ¿Por qué no tienes una charla con ellos y les dices que nosotros sí?

– No siempre prestan atención. -Su voz le pareció entrecortada incluso a ella-. Y las han pasado canutas.

– Todos las hemos pasado canutas. -Kilmer se detuvo cuando Charlie piafó al verlo-. ¡Eh!, que no te voy a hacer nada. -Hizo una mueca-. Esto es realmente ridículo, ¿no te parece? Podría aplastarme como un elefante aplastaría a un escarabajo. De acuerdo, dime qué hago.

– Déjamelos a mí. Tú vigila al potro.

– Qué humillación. Reducido a simple niñera. -Echó un vistazo al potro-. Pero es bonito, muy bonito. Vamos, amigo.

Grace dio un paso hacia Charlie y lo acarició. El semental se movió de un lado a otro. Tal y como ella había dicho, aquel día los caballos habían pasado por unas experiencias que habrían afectado a los animales más apacibles. Era increíble que estuvieran tan tranquilos.

– Tranquilo. Casi ha terminado todo. Un ratito más, y os sacaremos de aquí -susurró-. Gracias, chico…


– Mamá -dijo Frankie en voz baja-. Es de día, y la tormenta ya ha pasado. Ni siquiera un soplo de aire. ¿Puedo ir al corral a ver cómo está Maestro?

Eran las seis y media de la mañana. Grace bostezó.

– Apenas ha amanecido. Todos estamos derrengados después de conseguir tranquilizar a los caballos anoche. El potro también tiene que dormir.

– Sólo quiero verlo. Después de lo de ayer… Me asusté tanto. -Se encogió de hombros-. Sólo quiero verlo.

Había tenido miedo de perder al potro. Igual que Grace había tenido miedo de perderla a ella.

– Lo sé. -Levantó los brazos-. Ven aquí. -Atrajo a Frankie entre sus brazos y la acunó-. Eh, ¿te he dicho alguna vez lo mucho que te quiero?

– No seas sensiblera. -Pero Frankie siguió con la cabeza enterrada en el hombro de su madre e intensificó el abrazo. Permaneció así durante unos instantes-. Ayer también tuve miedo por ti. Pero me acordé de todo lo que me dijiste acerca de confiar en Jake. Lo consiguió, ¿eh?

– Sí, sí que lo consiguió. -Volvió a abrazar a su hija-. Y tú también. Y yo. Ha sido una operación en equipo.

Frankie sonrió.

– ¿Y no fue divertido cómo Charlie avisó a Jake para que viniera y nos rescatara?

Charlie es muy inteligente.

La niña asintió con la cabeza.

– Como nuestro propio Charlie. Hice bien en ponerle al semental su nombre, ¿verdad? Puede que a Charlie también le gustara. ¿No te parece?

– Creo que Charlie se habría sentido orgulloso de que un semental que ayudó a salvarte se llamara como él.

– ¿Sabes?, cuando estaba tumbada en la arena con Maestro, pensé en Charlie. Y estuve escuchando su música en la cabeza todo el rato. Eso hizo que me sintiera… protegida. Y se me quitó el miedo.

Grace tragó saliva para aflojar el nudo que se le había hecho en la garganta.

– Eso estuvo bien, Frankie.

– Y cuando llegó Jake, supe que todo iba a ir bien, y no porque me hubieras dicho que es mi padre. He conocido a algunos de los padres de mis amigos y eran unos auténticos perdedores.

– ¿Qué piensas acerca de que Jake sea tu padre?

Frankie sacudió la cabeza.

– No lo sé. Es algo… extraño. Tendré que acostumbrarme a ello.

– ¿Me culpas por ello?

La niña pareció sorprenderse.

– ¿Por qué habría de culparte? Me gusta Jake, pero tú eres mi madre. Y te quiero. Y nos ha ido muy bien sin él.

Grace rió entre dientes.

– Era sólo una pregunta. -Se levantó-. Ve a ver cómo está el potro, iré al corral en cuanto me vista.


El jeque estaba en el corral observando a Charlie y a Hope cuando Grace llegó allí cuarenta y cinco minutos más tarde.

– No parecen haber sufrido ningún daño durante la tormenta.

Ella asintió con la cabeza.

– Tu mascarilla de plástico fue de gran ayuda. Pero tenías razón; los dos caballos sudaron excesivamente. Frankie y yo les limpiamos y lavamos los ojos cuando volvimos anoche. -Puso mala cara-. No fue fácil.

– Me sorprende que pudierais hacerlo.

– A mí también me sorprendió. Deben haber aprendido a confiar un poco en mí en circunstancias difíciles.

– Son unos caballos excepcionales -dijo el jeque-. Recuerdo lo hermosos que me parecían cuando Burton los estaba amaestrando, pero había olvidado lo maravillosos que eran. ¿Qué planeas hacer con ellos? -Sonrió abiertamente-. Se me podría convencer para quitártelos de las manos.

– Eres muy amable. -Grace le devolvió la sonrisa-. Supongo que los herederos de Burton tienen derecho a tenerlos, pero no van a venir a por ellos. Han tenido una vida dura, y no voy a correr el riesgo de que se le vuelva a hacer pasar por ningún infierno.

– Soy muy cariñoso con mis caballos.

Ella negó con la cabeza.

– Le prometí a Charlie que cuidaría de él. Voy a hacerlo.

El jeque asintió con la cabeza.

– Lo entiendo. Responsabilidad. -Se dio la vuelta-. Debería volver a mi campamento y asumir mis responsabilidades. Ha sido un placer conocerte. Espero volver a verte a ti y a tu hija pronto.

– Has sido muy amable, pero creo que Frankie y yo querremos estar lejos de esta parte del mundo durante una temporada.

– Los recuerdos se desvanecen, y os puedo enseñar un desierto tan increíble que os dejaría pasmadas.

– Esa tormenta de arena ya me dejó pasmada.

– Cierto. -El jeque se rió entre dientes-. Pero dadnos una oportunidad.

Grace se quedó mirando cómo se alejaba.

– Hablaba en serio, ¿sabes? -Grace se volvió para ver a Kilmer salir del cobertizo-. Adam nunca dice nada de broma. Se siente muy orgulloso de su desierto, y es consciente de que has tenido una mala experiencia.

Ella sacudió la cabeza.

– Quiero irme a casa.

– ¿A la casa de Charlie?

Ella asintió con la cabeza.

– Frankie necesita una vida normal de nuevo. Y yo necesito despedirme de mi amigo Charlie. Nunca llegué a hacerlo realmente. Si sus amigos no han organizado ningún servicio en su memoria, lo haré yo.

– De acuerdo, es comprensible. -Kilmer volvió a mirar los caballos-. ¿Dónde me deja eso a mí?

– ¿Qué?

– No os voy a soltar. Ni a ti, ni a Frankie.

Primero una alegría embriagadora y luego el miedo cayeron sobre ella en cascada.

– Puedes hacer lo que quieras. Ninguna te pertenecemos.

– Entonces me esforzaré y haré todo lo que sea necesario para que me pertenezcáis. -Volvió a mirarla-. Frankie no va a ser tan dura; está deseando darme una oportunidad. Me acaba de decir que le contaste que era su padre. ¿Por qué?

– En el momento me pareció que tenía que hacerlo. -Se humedeció los labios-. Se lo tomó muy bien. ¿Cómo estuvo contigo?

– Con absoluta naturalidad. Ni lágrimas ni abrazos. Creo que estoy a prueba. Por mí, perfecto; no espero nada más. Todo lo que quiero es una oportunidad. -Bajó la voz-. Una oportunidad, Grace.

– Te dije que te dejaría verla.

– Una oportunidad contigo, Grace. Una oportunidad para construir.

Ella negó con la cabeza.

– No tenemos nada sobre lo que construir… Ah, claro, el sexo. Pero eso no es suficiente.

– Es un comienzo tan bueno como cualquier otro. -Kilmer hizo una pausa-. Y creo que hay un montón de cosas, además del sexo, que funcionan. El respeto, la simpatía… puede que el amor. Al menos por mi parte. Tú me importas. Démonos la oportunidad de averiguar qué otras cosas hay. -Sonrió-. Te prometo que haré que te resulte entretenido.

Grace sintió una oleada de calor hormigueándole por todo el cuerpo cuando lo miró.

– No quiero que se me entretenga.

– Sí, sí que quieres. Ahora mismo te estás acordando de lo bien que nos fue. Yo no necesito recordarlo; lo tengo presente a todas horas.

Ella sacudió la cabeza.

– No puedo ocuparme de esto ahora. No sé lo que siento por ti. No sé si quiero arriesgarme a que formes parte de mi vida y de la de Frankie.

Kilmer escudriñó la expresión de Grace.

– Lo entiendo. Te estoy metiendo prisa. De acuerdo, retrocederé y te daré algún tiempo. -Apretó los labios-. Pero no mucho. ¿Cuándo quieres volver a Alabama?

– Cuanto antes. Tengo que encontrar un medio de transporte para Charlie, Hope y el potro.

– Eso llevará tiempo. No tienes ninguna documentación de los caballos y no es fácil arreglar un transporte a Estados Unidos desde un país extranjero.

Grace arrugó el entrecejo. No se había puesto a pensar en la logística.

– ¡Maldita sea!

– Os enviaré a ti y a Frankie a Estados Unidos mañana. Le pediré a Adam que me preste a algunos de sus hombres para que me ayuden a cuidar de los caballos mientras me encargo de los preparativos para enviártelos. ¿Te parece bien?

– Sí, gracias.

– No me lo agradezcas. Quiero cuidarte de todas las maneras que pueda, tengo que recuperar nueve años. -La miró directamente a los ojos-. Hasta que pueda enviarte esos caballos, estaré en contacto. Llamare todas las noches, y hablaremos, y llegaremos a conocernos el uno al otro, Quizá, si estamos lo bastante lejos para no tocarnos, nos resulte mas fácil comunicarnos de otra forma. -Se dio la vuelta y se dispuso a marcharse-. Me pondré a ello ahora mismo.

– Kilmer.

La miró por encima del nombro.

– ¿Y qué hay del motor? ¿Todavía lo quieres?

– ¡Diablos, si:

– Si lo encuentras, ¿crees que la CIA permitirá que te lo quedes?

– Si puedo encontrarlo lo bastante deprisa para cogerlo y largarme, sí. La posesión es las nueve décimas partes de la ley. -Sonrió burlonamente-. Hace cosa de un año me hice un seguro. Me puse en contacto con los dos herederos legales de Burton y les compré todos sus derechos futuros sobre el patrimonio de Burton. Les ofrecí cien mil dólares y el diez por ciento de todo lo que pudiera rescatar. Pensaron que estaba loco por creer en una quimera, pero cogieron el dinero, firmaron los documentos y salieron corriendo.

– Muy inteligente.

– Fue un trato justo. Yo asumía el riesgo, y ese diez por ciento podría hacerlos más ricos de lo que jamás hubieran soñado. -Entrecerró los ojos-. ¿Por qué me preguntas esto ahora?

– Podrías volver a la zona donde estuve deambulando con Charlie ayer. En alguna parte cerca de aquel cauce seco, al otro lado de las dunas.

– ¿Por qué?

– No paraba de volver allí. No le presté mucha atención; de todas maneras, no acababa de creerme que Charlie y Hope pudieran conducir a alguien al escondite de Burton. Pensé que Charlie sólo estaba caminando en círculos.

– Quizá fuera eso lo que estuviera haciendo.

– Pero anoche, cuando estábamos buscando a Frankie, parecía saber adonde se dirigía, y la encontró. El instinto estaba actuando. Y puede que el instinto también estuviera actuando ayer a mediodía. El instinto y la memoria.

– Es posible. Vale la pena intentarlo. -Le sostuvo la mirada-. El instinto y la memoria pueden ser unos fundamentos buenísimos, ¿no te parece?

Eso ocurrió un instante antes de que Grace pudiera apartar la mirada.

– A veces. -Se obligó a darse la vuelta-. Tal y como has dicho, vale la pena intentarlo.

– Exacto -dijo Kilmer en voz baja-. Eso es justo lo que he dicho, Grace.

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