CAPITULO 12

Si el atractivo de los suburbios desconcertaba a la resuelta urbanita Eve Dallas, el atractivo de las grandes llanuras abiertas de Texas le era tan extraño como un viaje a la luna. Texas tenía ciudades, grandes, extensas, multitudinarias ciudades.

Entonces porque alguien en realidad elegiría vivir en el panqueque de hierba de la pradera donde podías ver por millas, donde estabas rodeada por aquel despligue sin fin de espacio?

Igualmente, había ciudades, por supuesto, con edificios que bloqueaban esa inquietante vista y calles derechas como flechas que se volcaban en autopistas que iban hacia y desde la civilización.

Ella podía ciertamente comprender que las personas condujeran hacia esas ciudades y edificios. Pero nunca comprendería que los empujaba a conducir hacia la nada.

– Que es lo que les atrae de esto? -le preguntó a Roarke cuando bajaron hacia uno de esos caminos. -No hay nada aquí más que hierba y cercas y animales de cuatro patas. Animales de cuatro patas realmente grandes. -agregó cuando pasaron a una manada de caballos con cautelosa sospecha.

– Yippee-ky-yay.

Ella levantó la mirada de sospecha hacia Roarke brevemente. Prefería mantener la vista en los animales. Sólo por las dudas.

– Este tipo está cargado. -ella volvió, un poco más calmada por el ronroneante clack de un helicóptero que zumbaba en el campo cercano. -Tiene un negocio próspero y exitoso en Dallas. Pero eligió vivir aquí. Voluntariamente. Hay algo realmente enfermo en esto.

Con una risa, Roarke le tomó la mano, la que ella mantenía a más de una pulgada de su arma, y se la besó. -Hay toda clase de personas en el mundo.

– Si, y la mayoría de ellas están locas. Jesús, hay vacas! Las vacas no deberían ser tan grandes, no? No es natural.

– Sólo piensa en los bistecs, querida.

– Uh, uh, es espeluznante. Estás seguro de que es el camino correcto? No puede estar bien. No hay nada ahí afuera.

– Puedo apuntar las numerosas casas que pasamos a lo largo de esta ruta?

– Si, pero pienso que las vacas deben vivir en ellas. -Tuvo un pantallazo de actividades bovinas dentro de las casas bajas y largas. Mirando una pantalla, haciendo fiestas de vacas, haciendo el amor como vacas en camas de cuatro postes. Y tembló. -Dios, es espeluznante también. Odio el campo.

Roarke bajó la mirada hacia la pantalla de navegación en el tablero. Vestía jeans y una camiseta, y un par de anteojos para el sol negros y brillantes. Era una vestimenta casual para él, incluso sencilla. Pero se veía como un citadino. Un citadino rico, caviló Eve.

– Vamos a llegar en pocos minutos. -le dijo. -Hay un poco de civilización ahí adelante.

– Donde? -Ella arriesgó a distraer su atención de las vacas, mirando a través del parabrisas y vió el despliegue de una ciudad. Edificios, estaciones de combustibles, tiendas, restaurantes, más casas. Su estómago se aflojó unn poco. -Ok, que bueno.

– Pero no vamos a entrar ahí. Vamos a girar aquí. -diciendo esto, giró hacia el ancho borde de la calle entrando en una estrecha lateral. Una que, en la opinión de Eve, los enviaba, demasiado cerca para ser cómodo, directo a esos extraños y amplios campos de hierba.

– Esas cercas no se ven muy fuertes.

– Si hay una estampida, vamos a correr más que ellas.

Ella se humedeció los labios, tragó. -Apuesto que crees que es divertido…

Pero se sintió algo aliviada cuando hubo otros vehículos en el camino. Otros automóviles, camiones, largos remolques relucientes y poderosos Jeep descubiertos.

Los edificios empezaron a aparecer. No casas, pensó Eve. Edificios de granja o de rancho. Lo que fuera. Graneros, cobertizos, refugios para animales. Establos, supuso. Graneros o lo que fuera. Silos, y que clase de palabra era esa? Parecía una pintura con toda esa hierba, las cosechas, el ganado de cara aburrida, y los fuertes rojos y blancos de los edificios anexos.

– Que es lo que hace ese tipo? -demandó, inclinándose en el asiento para mirar más allá del perfil de Roarke.

– Parece estar montando un caballo.

– Si, sí, puedo verlo. Pero porque?

– No tengo idea.Tal vez porque le gusta.

– Ves? -para puntuarlo, le golpeó el hombro a Roarke. -Enfermos. La gente está enferma. -Ella lanzó un suspiro de alivio cuando divisó la casa del rancho.

Era enorme, desparramada hacia todos lados. Algunas partes estaban pìntadas en el mismo blanco brillante y otras parecían estar decoradas con piedras adoquinadas reunidas caprichosamente. Había secciones construídas con vidrio, y ella casi tembló ante la idea de permanecer ahí mirando afuera campo más campo. Y sabiendo lo que había en aquellos campos mirándola a ella.

Había pequeñas áreas cercadas, y aunque había caballos en ellas, también había una considerable actividad humana. Eso la alivió, aunque esos humanos estaban todos cubiertos con sombreros de vaquero.

Vió un helipuerto y una cantidad de vehículos, muchos de los cuales ella ni podía empezar a identificar. Asumió que eran usados para algún tipo de trabajo rural.

Pasaron a través de enormes pilares de piedas coronados con caballos alzados de manos.

– Ok, él sabe que estamos llegando, y no está feliz. -empezó ella. -está obligado a ser hostil, defensivo y poco cooperativo. Pero es lo bastante listo para saber que puedo complicarle la vida, escarbar en su pasado, y apretar a la policía local para agregar alguna presión. No va a querer toda esa mierda encubierta en su patio trasero. Viniendo a su pista lo dejamos que se sienta más en control.

– Y cuanto tiempo vas a dejar que se sienta de esa manera?

– Vamos a ver como sale. -Ella salió del automóvil y casi perdió el aliento en el calor.

Un calor de horno, pensó, muy diferente al baño de vapor del verano en New York. Olió el pasto y algo que podía ser estiércol. -Que es ese sonido como un clack? -le preguntó a Roarke.

– No estoy del todo seguro. Pienso que pueden ser pollos.

– Cristo todopoderoso. Pollos. Si me dices que piense en omelletes, voy a tener que golpearte.

– Comprendido. -El recorrió el camino de entrada junto a ella. La conocía bastante bien para estar seguro de que su preocupación en la escena local la ayudaba a mantener fuera de la mente sus miedos y preocupaciones. Ella todavía no había dicho nada sobre ir al mismo Dallas, o si podía o quería hacerlo.

Las puertas tenían un ancho de diez pies y estaban coronadas con los cuernos descoloridos de algún tipo de animal. Roarke reflexionó sobre eso, y el tipo de personalidad que disfrutaba decorando con animales muertos, mientras Eve tocaba la campana.

Momentos después, la imagen del viejo Oeste americano abrió la puerta.

Era curtido como el cuero, alto como una montaña, ancho como un río. Llevaba botas con puntas afiladas como estiletes e incrustadas con mugre. Sus vaqueros eran azul oscuro y parecían lo bastante rígidos para mantenerse parados sin él, mientras su camisa era a cuadros rojos y blancos desteñidos. Su pelo era color plata, peinado hacia atrás desde un rostro duro y rudo, surcado de arrugas, el ceño fruncido.

Cuando habló, su voz traqueteó como grava suelta en un cubo muy profundo. -Usted es la policía de la ciudad.

– Teniente Dallas. -Le mostró la placa. -Este es mi asistente de campo…

– Lo conozco. -El apuntó con un dedo, grueso como un perro de soja, en una mano grande como un jamón, a Roarke. -Roarke. Usted es Roarke, y no es policía.

"-Me halaga. -reconoció Roarke- Sucede que estoy casado con una.

– Si. -el asintió y consideró a Eve. -También la reconozco a usted. Policía de la gran ciudad de New York. -Parecía como si fuera a escupir, pero se contuvo. -Jake T. Parker, y no tengo que hablar con usted. El hecho es que mis abogados me advirtieron con esto.

– Usted no está bajo ninguna obligación legal de hablar conmigo, Sr. Parker. Pero puede ser puesto bajo esa obligación legal, y estoy segura de que sus abogados le advirtieron que eso es posible.

El enganchó sus anchos pulgares en la cintura de sus vaqueros. Su alarmente estómago crujió con el movimiento. -Le costaría un poco de tiempo conseguirlo, no?

– Sí, señor, así es. No puedo imaginarme cuanta gente más puede asesinar Julianna antes que los abogados terminen la disputa. Quiere especular?

– No tengo nada que ver con ella, desde hace más de doce años. Estoy en paz aquí, y no necesitos que ninguna chica policía de la ciudad venga desde New York y me tire esa mugre en la cara.

– No estoy aquí para tirarle mugre, Sr. Parker. No estoy aquí para juzgarlo. Estoy aquí para aprender cualquier cosa que pueda ayudarme a parar a Julianna antes de que tome más vidas. Una de ellas podría ser la suya.

– Mierda. Perdone mi francés. -agregó. -Esa chica no es más que un fantasma para mí, y yo soy menos que eso para ella.

Eve sacó fotos de su bolso de campo. -Este es Walter Pettibone. No tenía nada que ver con ella tampoco. Y Henry Mouton. Tenían familias, Sr. Parker. Tenían vidas. Ella destruyó todo eso.

El miraba las fotos, y más allá de ellas. -Nunca deberían haberla dejado salir de prisión.

– No va a conseguir de mí una discusión sobre eso. Yo ayudé a ponerla en una jaula antes. Le estoy pidiendo que me ayude a hacerlo otra vez.

– Yo tenía mi propia vida. Me tomó mucho tiempo dejar eso atrás hasta que pude levantarme en la mañana y verme a mi mismo en el espejo.

El tomó un sombrero Stetson marrón sucio de un estante con perchas junto a la puerta, y se lo puso en la cabeza. Luego salió, cerrando la puerta a su espalda. -No quiero esto en mi casa. Lamento no ser hospitalario, pero no la quiero a ella en mi casa. Hablemos afuera. Quiero darle una mirada a las reservas de todos modos.

Como una concesión contra el blanco resplandor del sol, Eve sacó gafas ahumadas. -Ella se puso en contacto con usted en algún momento?

– No quise escuchar nada de esa chica desde que se fue el día que cumplió dieciocho. El dia que le dijo a su madre lo que había estado haciendo. El día que se rió en mi cara.

– Sabe si ha estado en contacto con su madre?

– No puedo decirle. Perdí el rastro de Kara cuando me dejó. Escuché que había tomado un trabajo fuera del planeta. En un satélite agrícola. Lo más lejos de mí que pudo conseguir.

Eve asintió. Ella conocía la localización de Kara Dunne Parker Rowan. Se había casado nuevamente cuatro años antes, y rehusó hablar con Eve con respecto a su hija. Su hija, le había informado a Eve durante su breve transmisión, estaba muerta. Eve se imaginó que Julianna tenía la misma actitud hacia la mujer que la había parido.

– Usted violó a Julianna, Sr. Parker?

Su rostro de endureció, como cuero viejo estirado sobre un marco. -Si quiere decir que la forcé, no lo hice. He pagado mucho por lo que hice, teniente.

Se detuvo en un potrero cercado, apoyando una bota sobre el primer peldaño, viendo fijamente a sus hombres y caballos. -Hubo un momento en que puse toda la culpa sobre ella. Me tomó un largo rato antes de poder sacarlo fuera de mi y tratar con eso. Ella tenía quince, cronológicamente hablando. Quince, y para un hombre de más de cincuenta no es apropiado andar tocando a esas buenas chicas. Un hombre casado con una buena mujer, y maldito si alguna mujer va a aceptar que toques a su hija. No hay excusas.

– Pero usted no la tocó.

– Lo hice. -El enderezó sus enormes hombros como si cargara un peso. -Le voy a contar mi versión, empezando por decir que yo sé que lo hice estaba mal, y tomo la culpa y responsabilidad por eso.

– De acuerdo, Sr. Parker. Dígame su versión.

– Ella se deslizó por la casa vistiendo casi nada. Se instaló en mi regazo y me llamó Papi, pero no había nada de hija en como lo dijo.

El apretó los dientes, mirando más allá de Eve, sobre su tierra. -Su propio papi era un hombre duro con las mujeres, pero casi adoraba a esa chica, según me dijo su madre. Julianna no se equivocaba y cuando ella lo hizo, él culpó a su madre. Yo amaba a esa mujer. Amaba a mi esposa. -dijo, retrocediendo, apartando su mirada del rostro de Eve antes de reanudar la caminata. -Era una buena mujer, iba a la iglesia, de naturaleza tranquila, resistente. Si tenía un lado ciego, era esa chica. Tiene una forma de enceguecer a la gente.

– Ella fue provocativa con usted.

– Mierda. Perdone mi francés. Cincuenta años, y ella sabía bien como envolver a un hombre alrededor de su dedo, conseguir todo lo que quería. Ella removió algo en mí que no debería haber sido removido. No debí permitir que sucediera. Empecé a pensar en ella, mirarla en una forma que me condenaba derecho al infierno. Pero no pude parar. O no quería hacerlo, no entonces. Yo sabía que estaba mal, teniente. Sabía malditamente bien donde estaba la línea.

– Y la cruzó.

– Lo hice. Una noche cuando su madre salió a una de sus reuniones de mujeres, ella vino a mi estudio, se sentó en mi regazo. No voy a entrar en los detalles, excepto para decir que no la forcé a una maldita cosa. Ella estaba dispuesta a hacerlas. Pero yo crucé esa línea, una en la que un hombre no puede retroceder.

– Usted intimó con ella.

– Lo hice. Esa noche, y cada vez que podía por casi tres años siguientes. Ella lo hacía fácil de organizar. Le decía a su madre que fuera con amigas a un fin de semana de compras. Y yo me quedaba con mi hijastra en mi cama matrimonial. Yo la amaba, Dios es mi testigo, la amaba en una forma insana. Creí que ella sentía lo mismo.

El sacudió la cabeza ante su propia estupidez. -Un hombre bastante viejo para darse cuenta. Le di dinero. Dios solo sabe cuanto más durante esos tres años. Le compré automóviles, ropas de moda, lo que ella pidiera. Me dije que ibamos a estar juntos. Tan pronto como ella fuera mayor, iba a dejar a su madre y nos iríamos donde ella quisiera. Fui un tonto. Tuve que aprender a vivir con eso. Es duro aprender a vivir con los pecados cometidos.

Ella se lo imaginó sentado en la silla de los testigos en el juicio de Julianna, hablando de toda esa mierda. Las cosas, dicidió Eve, hubieran sido diferentes si él lo hubiera hecho.

– Después de su arresto, durante el juicio, ella reclamó que usted la había violado y abusado, y usó eso para regatear por una sentencia menor. Usted no quiso ir al estrado para defenderse.

– No, no lo hice. -El bajó la mirada hacia Eve, por debajo del ala amplia de su sombrero. -Alguna vez ha sentido una cosa, teniente, algo que lo avergüence tan profundo que le ponga miedo en la garganta y hielo en sus tripas?

Ella pensó en Dallas, y en lo que se escondía allí. -Sé lo que es tener miedo, Sr. Parker.

– Tenía miedo de ella. Tenía miedo de lo que había hecho con ella. Si yo testificaba sobre lo que había pasado hubiera quedado como un hombre mayor que había cometido adulterio con la hija menor de edad de su propia esposa. En ese momento estaba con apoyo sicológico, empezando a trabajar en aceptar mi responsabilidad. Nada podía hacer por los hombres que había matado. Y el hecho era, que habría sido su palabra contra la mía. Si yo no hubiera estado presente en ese momento, le habría creído a ella.

– Demostró comportamiento violento durante el tiempo que vivió con usted?

– Demonios. -El rió.-Tenía un temperamento como un latigazo, golpeaba rápido y afilado, cortando derecho al fondo. Luego desaparecía. Es fácil ver ahora lo que no vi entonces. Es fría, fría hasta los huesos. Ella me odió desde el momento en que empecé a ver a su madre. Ahora lo veo. Me odiaba en esa forma tan helada de ella, porque yo era un hombre, un hombre que podía dominarla y darle órdenes. Entonces dio vueltas alrededor hasta que tuvo todo lo que quiso. Luego me humilló porque fui débil, humilló a su madre porque me amaba. Salió muy oronda por la puerta y nos dejó destrozados. Justo en la forma en que nos quería.

– Pero usted no se quedó destrozado. -apuntó Eve. -Reconstruyó su vida. Ella lo sabe. Está liquidando viejos asuntos, Sr. Parker. Apuesto fuerte a que usted es parte de ellos.

– Cree que ella va a venir por mi?

– Si, lo creo. Temprano o tarde. Tiene que alertar a su seguridad. Revisar minuciosamente cada nuevo empleado en su negocio y en su casa. Sería inteligente de su parte hablar con las autoridades locales, como lo haré yo, así ellos pueden saber que y quien buscar.

– Esa chica no podía esperar a sacudirse el polvo de Texas de los pies. -El se miró la punta de las botas y sacudió la cabeza. -No la veo regresando aquí para tratar de asesinar a un hombre que vale menos que el polvo para ella. -Suspiró. -Pero tengo sesenta y seis años, soy lo suficiente viejo para saber que no te puedes sentar a rascarte el culo esperando que una serpiente suba por tus pantalones. Pensaba tomarme unas pequeñas vacaciones de negocios, ir a Europa y ver algunas cosas. Puedo adelantarlo.

– Apreciaría si me dejara saber cuando se va y adonde.

El estudió a Eve otra vez. -Usted va a ir a atraparle, no es así, chica de ciudad?

– Sí, señor. Lo haré.

– Creo que lo hará. Pero no se si algo de lo que dije aquí le va a ayudar, y no puedo creer que ella pierda tiempo conmigo. Yo no fui el primero.

– Como lo sabe? -preguntó Eve.

– Ella no era virgen cuando se deslizó en mi regazo esa noche. Al menos ese es un pecado que no cometí.

– Sabe con quien estuvo antes de usted?

Parker movió los pies. -Contar historias de mi mismo, y contarlas de algún otro…

– Esto no es chismorreo. Es una investigación criminal.

– No es cuestión de fastidiarse. -dijo él suavemente, y bufó. -Sospecho que se había revolcado con Chuck Springer. Sé que su madre estaba algo preocupada por eso. Pero según lo que recuerdo, él empezaba a verse con una de las chicas de Larson. Tal vez la de los rulos. Eran chicos, -agregó. -No pensé mucho en eso. Luego cuando empecé a andar con Julianna, no pensé en nada más que ella.

– Sabe donde puedo encontrar a este Chuck Springer?

– Es uno de mis revoltosos. Mire, él es un hombre casado, tiene un niño pequeño y otro en camino.

– Revoltoso? Sería como un vaquero?

Parker se rió, ajustando el ala de su sombrero. -New York, -dijo sacudiendo la cabeza- Que demonios es un revoltoso sino un vaquero?

– Me gustaría hablar con él.

Parker suspiró. -Entonces vamos a cazarlo. -Rodeó el potrero, cabeceando en dirección a los caballos que pastaban dentro. -Tenemos algunos ejemplares finos ahí. Usted monta?

– Nada que tenga más piernas que yo. -respondió Eve y lo hizo aullar de la risa.

– Y usted? -le preguntó a Roarke-

– Lo hice.

Eso detuvo a Eve en seco. -En un caballo? Montaste un caballo?

– Y sobreviví. En realidad, es estimulante. Te gustaría.

– No lo creo.

– Solo hay que hacerles saber quien es el jefe. -le dijo Parker.

– Son más grandes, son más fuertes. Yo diría que son los jefes.

El rió por lo bajo, luego gritó a uno de sus hombres. -Donde está Springer?

– En las pasturas del este.

– Sería una buena cabalgata -dijo Parker coloquialmente -Puedo sentarla sobre un caballo bonito y tranquilo.

– Voy a fingir que usted no está amenazando a un oficial de policía.

– Usted me gusta, chica de ciudad. -Sacudió un pulgar. -Vamos a tomar un Jeep-.


Probablemente era un paseo estimulante. Ciertamente a Eve le pareció que Roarke lo disfrutaba. Pero en lo que a ella concernía, estaban saltando a través de un peligroso terreno lleno de grandes bovinos, mierda de vaca, y cualquiera podía estar acechando en la alta hierba.

Ella vió otro Jeep. En la plana llanura podía haber estado a media milla, y acercándose, cabalgando a lo largo de una línea de vallas, un trío de hombres a caballo. Parker giró hacia ellos, dando un bocinazo. El ganado se apartó del camino con mugidos de protesta.

– Necesitamos hablar contigo, Chuck.

Un hombre delgado y de huesos marcados en el uniforme ranchero de botas, jeans, camisa a cuadros y sombrero, hizo girar su montura. Se acercó al trote, lo que hizo que Eve fuera cautelosamente hacia la puerta más alejada del Jeep.

– Jefe- Cabeceó hacia Roarke y se tocó el ala del sombrero dirigiéndose a Eve. -Señora.

– Esta dama de aquí es la teniente Dallas, policía de la ciudad de New York. Necesita hablar contigo.

– Conmigo? -El tenía un rostro alargado, con un bronceado intenso y dorado como un ciervo. Mostraba una expresión confundida. -Nunca he estado en la ciudad de New York.

– Usted no está en problemas, Sr. Springer, pero puede ayudarme en una investigación. -Y como demonios se suponía que iba a entrevistarlo cuando él estaba allá arriba de ese caballo? -Si puede darme unos minutos de su tiempo.

– Bueno. -El se movió en la montura. Esta crujió. -Si el jefe lo dice.

Desmontó, con más crujidos, y con una fluidez que hizo pensar a Eve en agua deslizándose sobre rocas. Mantuvo las riendas en una mano y su caballo bajó la cabeza y empezó a masticar pasto.

– Es con respecto a Julianna Dunne. -empezó Eve.

– Escuché que había salido de prisión. Dijeron que había asesinado a un hombre.

– Su cuenta subió a tres en este momento. -corrigió Eve. -Usted la conoció cuando ella vivía en esta área.

– Síp.

– Tuvo algún contacto con ella desde que se fue?

– Nop-.

– Ustedes eran amigos cuando ella vivía aquí.

– No exactamente.

Eve esperó. El ritmo de una entrevista en Texas, decidió, era enteramente diferente al de New York. -Que eran exactamente ustedes, Sr. Springer?

– Yo la conocía. Era la hijastra de mi jefe. Mi jefe, también. No le he visto el pelo desde que se fue. Ni había razón para que lo hiciera. Jefe, tengo que terminar con la cerca.

– Chuck, la teniente Dallas está tratando de hacer su trabajo. Ahora si estás pensando que me voy a mosquear sobre algo que pasó entre Julianna y tú cuando eran adolescentes cabezas huecas, olvídalo. Me conoces lo suficiente, y también sabes lo suficiente de lo que me sucedió a mi. -Hizo una pausa y Chuck frunció el ceño mirandose las botas. -Me imagino que no me tienes rencor por eso. Es agua pasada. La teniente quiere saber si te tumbaste a Julianna.

El hombre se ruborizó. Eve observó, fascinada, como el rojo oscuro aparecía bajo el profundo bronceado. -Aw, Jake T., no puedo hablar de ese tipo de cosas con una mujer.

Eve sacó su placa. -Hable con la placa.

– Sr. Parker, -empezó Roarke. -Creo que podemos recorrer un poco el campo. Tengo un rancho de ganado en Montana y algún interés en el proceso.

– Mire donde pisa. -Advirtió Parker, y se bajó. -Chuck, haz lo correcto.

Porque se sentía estúpida sentada en el Jeep sola, Eve se arriesgó a bajarse. El caballo inmediatamente levantó la cabeza, topándola en el hombro. Ella no lo golpeó con el puño cerrado que mantenía al costado, pero faltó poco.

– Sólo esta viendo si usted tiene algo más interesante para comer que el pasto. -Chuck acarició la nariz del caballo. -Este siempre está buscando un bocado.

– Dígale que estoy vacía. -Eve dio un paso a un costado, poniendo a Chuck firmemente entre ella y el caballo. Cuando éste relinchó, sonó como una risa. -Hábleme de Julianna, Chuck.

– Diablos. Yo tenía dieciséis. -Echó su sombrero hacia atrás, u sacó una bandana para secar el sudor de su frente. -Un chico de dieciséis, no piensa con su cerebro. Si usted sabe lo quiero decir.

– Tuvo sexo con ella.

– Ella fue a los establos. Limpiarlos era parte de mi trabajo. Ella olía a gloria y tenía puesta una especie de camiseta y unos shorts diminutos. Dios todopoderoso, era para mirarla. Empezamos a tontear como hacen los chicos. Luego empezamos a tontear sobre algo más. -El miró fijamente sus botas. -Nos vimos mucho a escondidas fuera de la casa ese verano, hacíamos el amor en uno de los boxes. Yo siempre ponía heno fresco ahí. Luego empezó a venir a mi casa, trepaba por mi ventana. Era excitante el principio, pero, Jesús, si mi madre nos hubiera encontrado, me hubiera desollado vivo. Y, maldita sea, yo tenía dieciséis, y estaban todas esas otras chicas. Un chico empieza a mirar alrededor. Julianna apenas me dejaba respirar, y eso empezó a picarme-

– Rompió con ella.

– Traté una vez, y ella me atacó como un maldito gato. -El levantó la mirada. -Mordiendo, arañando. Nadie la dejaba a ella de lado, dijo. Me asusté, porque parecía medio loca. Luego empezó a llorar y suplicar, y bueno, una cosa llevó a la otra y terminamos juntos otra vez. Y al día siguiente, Julianna fue derecho a mi casa, entró a la cocina y le dijo a mi madre que yo me había estado metiendo con ella. Y que si no me enviaba a algún lado fuera de aquí, iba a ir con su padrastro y hacer que despidieran a mi padre.

Hizo una pausa, y luego sonrió sorprendiendo a Eve. -Mi madre, ella nunca dejó que nadie le tirara mierda. Hija del jefe o no. Le dijo a Julianna que no entrara a su casa sin invitación nunca más. Y que no iba a tolerar que una pequeña vagabunda como ella se parara en su cocina y amenazara a su familia. Le dijo que si se habían metido con ella, maldito si no lo podría haber detenido. Y que iba a hablar con la madre de Julianna sobre eso.

– Lo hizo?

– Mi madre decía que iba a hacer algo, y lo hacía, por lo que me imagino que sí. Nunca me dijo lo que hablaron entre ellas, pero Julianna no volvió a rondar por los establos ese verano. No la ví rondar para nada. Pero yo estuve arrestado en mi casa por un maldito mes y me dieron una conferencia que me hizo arder las orejas.

– Y después del verano?

– Realmente nunca volví hablar con ella. Ella vino hacia mí una vez cuando yo estaba con una chica, y me dijo cosas insultantes sobre una parte sensible de mi anatomía. Lo dijo con voz tranquila, realmente fría, con una sonrisa en su cara. Y una vez encontré un zorrino muerto en mi cama y me imagino que fue ella. Y…

– Y?

– Nunca se lo dije a nadie. -El se movió, acomodó su mandíbula. -La noche antes de mi boda, eso sería seis años atrás el mes pasado, me llamó. Dijo que quería darme sus mejores deseos. Pero en la forma en que lo dijo, como es ella, disculpe, me decía que me jodiera. Y que sabía que estaría pensando en ella la noche de mi boda, porque ella iba a estar pensando en mi. Que tal vez vendría a verme alguna vez, y hablaríamos de los viejos tiempos. Yo sabía que estaba en prisión. Eso me sacudió un poco, pero no vi el punto de decírselo a nadie. Iba a casarme al día siguiente.

– Se contactó con usted otra vez?

– No, pero el pasado día de San Valentín recibí un paquete. Había una rata muerta adentro. Parecía haber sido envenenada. Tampoco de esto le dije a nadie. Sólo lo dejé pasar. Señora, yo tenía dieciséis años. Sólo nos revolcamos en el heno por un par de meses un verano. Tengo una esposa, un hijo, un bebé en camino. Porque demonios ella quiere arruinarme después de todo este tiempo?


– El la rechazó. -le dijo Eve a Roarke cuando regresaban en el auto. -Ella se metió con un chico de su propia edad, y él cortó la relación antes de que ella lo cortara a él. Luego su madre la levantó en peso. Dos cachetazos. Intolerable.

– Si ella hubiera sido una chica normal, eso debería haberla avergonzado temporariamente. Luego hubiera seguido adelante. En vez de eso, decide seducir a su padrastro. Los hombres mayores, como su padre, son más fáciles de controlar, más inclinados a verla como una inocente.

– Eso fue más que seducirlo. Fue usar el sexo para avergonzarlo, y a su madre. Para castigar y beneficiarse. No había pensado en el asesinato todavía, pero era sólo cuestión de tiempo. Porque lastimar cuando puedes destruir totalmente? Obtuvo lo quería de eso, pero no hubiera olvidado ese rechazo.

No podía recordar como era ser una chica de quince años. Pequeña maravilla, pensó Eve. Ella nunca había sido una adolescente normal. Y tampoco, al parecer, lo había sido Julianna Dunne.

– Lo llamó la noche antes de su boda. -dijo Eve. -Ella cuidó lo que decía en caso de que él lo reportara, pero dijo lo suficiente para preocuparlo, sacudirlo, y que no pudiera parar de pensar en ella la noche de su boda. Plantó la semilla.

– Que vas a hacer con él?

– Está lo bastante preocupado por su familia para cooperar con los locales. Va a ir a hablar con Parker, y mi impresión es que Parker va a poner seguridad extra en el rancho. Voy a hablar con los policías de aquí, para asegurarme de que están haciendo su trabajo. Luego voy a hacer el mío y encontrarla.

– Y luego volvemos a New York?

Ella miró por la ventana. -No. -Cerró los ojos. -No, vamos a ir a Dallas.


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