CAPITULO 22

Eve podía no dar dos créditos por la moda, pero eligió cuidadosamente su traje para la operación. Ella ya estaba cableada, en más de una forma.

La energía burbujeaba a través de ella, demasiado rápido, demasiado caliente. Y esto, lo sabía, debería ser enfriado antes de dar un paso fuera de la habitación. Feeney ya le había fijado el transmisor en el pecho, y el receptor en la oreja.

Parada desnuda en el dormitorio, se estudió críticamente a si misma y apenas pudo ver el cambio de los tonos de la piel entre los pechos, donde descansaba el micrófono.

No era algo para preocuparse. El traje estaba diseñado para no mostrar ni un pedazo de piel.

Lo cual era bueno, ya que parte de ella todavía estaba moreteada. No tan mal, pensó mientras hundía un dedo en la decoloración de su cadera. Y sólo le dolía un poco si se olvidaba de sentarse más a menudo.

La cara? Volvió su cabeza, moviendo la mandíbula. Era difícil de notar, y ella había aflojado y colocado algo de maquillaje para cubrir lo que aún se mostraba.

Este proceso le había llevado alrededor de diez minutos y causado alguna simbólica frustración con la pintura de labios. Esa estúpida cosa nunca se veía bien en ella, pensó mientras regresaba al dormitorio para vestirse.

Había elegido negro. Los centelleantes hilos de plata brillando a través del traje modificado no le interesaban. La cómoda caída de la tela era la clave. Su arma principal acomodada en el hueco de su espalda, disimulada en lo que parecía un decorativo cinturón plateado. Había recurrido a Leonardo para ese pequeño accesorio. El lo había hecho rápido y eficientemente. Y ella suponía que elegantemente, pero eso era difícil de aceptar viniendo de ella.

Ya que prefería llevarla al costado para sacar, practicó por unos minutos hasta que el movimiento la salió como algo más natural.

Satisfecha, deslizó el arma de repuesto en una pistolera de tobillo, y un pequeño cuchillo de combate en una funda en el otro tobillo. Sobre estos se puso blandas botas negras, y una vez más estudió los resultados. Pasaría, decidió, luego se agachó y sacó ambas armas.

– Es un verdadero cuadro el que haces, teniente. -Roarke entró, con la camisa descuidadamente desabrochada. La vista de ella fue lo bastante aguda para ver que Feeney había terminado cableándolo a él también. -Seguro que tienes suficientes herramientas ahí?

– No he terminado. -Ella se enderezó, tomando un par de esposas del vestidor. Las introdujo en el cinturón, asegurándolas detrás de su cadera izquierda.

– Ponle unas espuelas a esas botas, agrega un látigo, y tendremos algo de verdad. -El caminó en un medido círculo alrededor de ella. -De ese modo estás destinada a intimidar a los otros invitados.

– Lo tengo cubierto. -Tomó una chaqueta en el mismo fluído negro y plata. La cubría hasta las rodillas.

Inclinando su cabeza, Roarke hizo un círculo con los dedos. Aunque le molestaba, ella hizo un par de rápidos giros. La chaqueta brillaba, dando provocativas pistas del cuerpo atlético dentro del traje negro y cayendo limpiamente sobre el armamento policial en su espalda.

– Definitivamente lo lograste. -decidió él. Le acarició la mejilla con los dedos, sobre los moretones que ella había ocultado. -Pero desearía que no estuvieras tan preocupada.

– No estoy preocupada. -Tomó el colgante de diamante en forma de lágrima que él le había dado una vez, pasando la cadena por su cuello. Y agregando el medallón de San Judas. -Tengo mi protección. De todas formas, si alguna puta va detrás de mi hombre, la voy a meter adentro. Es todo.

– Querida, eso es tan dulce.

Ella encontró su mirada en el espejo mientras luchaba con los aretes de la Reina del Mar, haciéndola sonreir como lo hacía él. -Sí, esa soy yo. Justo una babosa sentimental. Ponte tu traje, o vas a ir informal?

– Oh, encontraré algo apropiado para no avergonzar a mi sofisticada esposa.

Ella lo observó ir hacia el departamento personal de tiendas que él llamaba armario. -Tu transmisor está activado?

– No. Probado y puesto en espera. Feeney es muy estricto sobre las escuchas del DDE en el dormitorio.

– Okay. Mira que sé que no vas a ir desarmado. Quiero que dejes cualquier arma que estés planeado llevar.

El elegió un traje de noche negro. -Es una orden, teniente?

– No te pongas difícil conmigo, Roarke. Si llevas una de tu colección y hay alguna oportunidad de usarla, vamos a tener problemas de los que no quiero tener que ocuparme.

– Yo puedo ocuparme de mis propios problemas.

– Cállate. Deja tu arma en casa. Te voy a dar una de las mías.

El se volvió, con una camisa en su mano. -Lo harás?

– Saqué una licencia temporaria para ti, sólo por una noche. Tibble me la dio. -Ella abrió un cajón y tomó un pequeño aturdidor. -No es letal, pero te afloja bien los circuitos y no necesitas más que esto para protección personal.

– Esto dicho por una mujer que actualmente tiene más armas que manos.

– Yo tengo la placa, y tú no. No hagas de esto una cuestión de ego masculino. Sé que tú puedes manejarlo por ti mismo, y que prefieres hacerlo de esa forma. Pero esto es jugar limpio. Cualquier error y ella lo usará en la corte para ensuciar el juicio. Tú llevas algo no autorizado y le pones un arma en su mano.

El abrió la boca y ella pudo ver la irritación, la negación en su rostro. Sacudió la cabeza. -Por favor, hazlo por mi.

La iirtación cedió, con un largo siseo. Pero el extendió una mano hacia el aturdidor. -Peleas sucio. A tu manera entonces.

– Gracias.

El por favor, las gracias, en vez de la furia y las órdenes, le dijeron que ella estaba más preocupada de lo que quería demostrarle. -Ya has cubierto cada ángulo, cada contingencia, cada circunstancia. -le dijo él.

– No. -Ella abrió el bolso de noche que llevaba. Su placa, el comunicador, y todavía otra arma que ella no se había sentido obligada a mencionar ya estaban dentro. -Siempre hay algo más. Ella va a estar ahí. Lo sé. Mi estómago lo sabe. Lo vamos a terminar esta noche.


– Todo limpio. No hay señales del sujeto. Comenzando siguiente barrida. Y estos rollitos de huevo están geniales.

La voz de Feeney sonaba clara en el oído de Eve, y era un alivio bienvenido de la conversación de la fiesta en el salón. -Lo copio. -replicó. Dejándole el peso de la charla a Roarke, ella hizo su propia barrida.

Los oficiales que ella había seleccionado se movían a través de la multitud, mezclándose, fundiéndose. Incluso McNab de alguna forma vestido conservadoramente en azul zafiro y amarillo canario, no hubiera causado una segunda mirada. Nadie los notaría como policías, a menos que supieran donde mirar.

Siempre se notaba en los ojos. Llanos, vigilantes, listos, incluso si reían ante una broma o hacían una, incluso si se atiborraban de canapés o bebían agua mineral.

Aparte de las doscientas treinta y ocho personas que habían concurrido, veinte que vagaban por el salón estaban armadas y cableadas. Otras diez cubrían otras áreas públicas como parte del personal y seis manejaban el equipamiento en Control.

La recepción que formaba parte del evento ya estaba casi terminando. Julianna todavía no había hecho un movimiento.

– No podemos tener aquí a nuestros más ilustres benefactores parados sin un trago. -Louise se deslizó hacia ellos, brillando en plata. Le hizo señas a un camarero, tomó dos copas de champagne de la bandeja y se las alcanzó a Eve y a Roarke. -Ustedes ya recibieron el agradecimiento oficial por su donación, pero quisiera agregar uno personal.

– El placer es nuestro. -Roarke la besó en la mejilla. -Te ves resplandeciente, como siempre. Hola, Charles, que bueno verte.

– Roarke. Teniente, estás asombrosa. Un soldado sexy. -El deslizó un brazo de propietario alrededor de la cintura de Louise. -Si alguna vez me llamaran a la guerra, te querría encabezando mis tropas. Temíamos que no pudieras venir esta noche. Delia me dijo como estabas enfrascada en la búsqueda de Julianna Dunne.

Era un constante rompecabezas para Eve. Aquí estaba un hombre, acompañante profesional, con el brazo alrededor de la elegante rubia a la que obviamente se había tirado, hablando sobre la morocha con la que se había citado por meses, y nadie parecía preocupado por eso.

Agregale que la morocha con la que se había citado, y el tipo con el que ella actualmente le daba como un martillo, estaban escuchando cada palabra a través del micrófono de Eve, y tenías algo muy extraño entre manos.

Las relaciones amorosas eran bastante confusas, pensó. Mézclalas con el trabajo policial y volarán limpiamente fuera de órbita.

– Me hice tiempo para pagar mis cuentas. -dijo Eve con una mirada a Louise.

Louise rió. -.Creo que la contribución del millón de dólares ya borró esa pizarra.

– Eso es asunto de él. -le devolvió Eve con un gesto de la cabeza hacia Roarke. -De todas formas, es agradable hacerlo por ti.

– Estupendo elogio viniendo de ti, así que gracias. Vamos a mantener los aburridos discursos después de la cena al mínimo, y luego bailaremos. Pero antes de arrear a la multitud hacia las mesas, necesito robarte a tu esposo.

Eve se acercó un poco más a Roarke. -De pronto prefiero conservarlo. Estoy muy acostumbrada a él.

– Te lo devolveré, sin ningún rasguño. El alcalde pidió específicamente tener una palabra contigo, -le dijo Louise a Roarke. -Le prometí que te llevaría.

– Por supuesto. -Roarke puso a un lado su copa sin tocar, deslizando una mano por la espalda de Eve. -A los políticos les gusta jugar.

– Dímelo a mi. Charles, puedes entretener a Dallas por unos minutos?

Eve tuvo que luchar con el instinto de aferrar el brazo de Roarke y tirarlo hacia atrás. El podía ocuparse de si mismo mejor que nadie. Pero no había estado a más de un pie de distancia de ella desde que habían entrado al Regency. Ella quería mantenerlo de esa forma.

Ella observaba la espalda de él mientras se movía cruzando el salón con Louise.

– Tengo un mensaje para ti, Dallas.

– Eh? Que mensaje?

– De Maria Sanchez. Me pidió que te dijera que eres sólida, y para ser policía, eres una puta muy decente. -Sorbió su champagne. -Asumo que son elogios.

– Más para ti que para mi, diría. Asumo que le has dado la mejor visita conyugal desde que la metieron en la celda, y la mejor que tendrá hasta que salga.

– Sólo diré que si fuera necesario, estoy seguro que podría usarla como referencia. En realidad, era una mujer interesante con una muy simple perspectiva de la vida.

– Y es?

– Todos los jodidos te dejan, así que mejor los dejas primero.

– Alguien debería bordarlo en una almohada. -Cuando ella perdió el rastro de Roarke, su estómago se retorció. -Ah, no puedo ver a Louise. De que color estaba vestida?

– Lo tengo, Dallas. -dijo Feeney en su oído. -Esta cubierto por la cámara, y Carmichael y Rusk se mueven hacia él.

– Plateado. -dijo Charles con no poca sorpresa. El nunca había escuchado a Eve expresar interés en la ropa. -Se veía como si vistiera un rayo de luna.

– Te tiene mal, no, Charles?

– Un caso terminal. Nunca he sido más feliz en mi vida. Sabes lo que es encontrar a alguien que te acepte por lo que eres, y esté dispuesto a amarte de todas formas?

Ella revisó la multitud por Roarke, tranquilizándose un poco cuando lo encontró. -Sí, creo que lo se.

– Eso te hace una mejor persona. Te hace… completo. Y es suficiente filosofía por una noche. -El giró, bloqueándole la vista de Roarke por un momento. -Estos aretes son absolutamente fabulosos. -El tocó uno de ellos, e hizo que su auricular registrara el toque del dedo sobre metal como un sordo gong. -Antiguo?

– Si. -Ella reacomodó su cuerpo, tratando de hacer blanco en Roarke otra vez. -Proceden de una guerrera.

– Son perfectos para tí. Algo anda mal? -El le tocó la mejilla, atrayendo su atención hacia él. -Pareces un poco distraída.

– Fiestas como ésta me tensan. La gente está empezando a ir hacia las mesas. Mejor que busquemos a nuestras parejas.

– Vamos a sentarnos juntos. Vamos a atraparlos en la mesa. -El la tomó del brazo, sorprendiéndose de sentir los músculos tensos, casi vibrando. -Realmente estás tensa.

Aunque estaba a punto de golpearlo, ella no podía sacudirse a Charles. Y abrirse camino a través de la multitud no era la forma de mantener un perfil bajo. Pero había un zumbido en su sangre que le decía que tenía que encontrar a Roarke, y encontrarlo ya.

– Hay algo que necesito decirle a Roarke, pero lo perdí de vista.

El subyacente tono de urgencia en su voz hizo que Charles la mirara agudamente. -Está bien, Dallas, que está pasando?

– Roarke a las tres en punto. -le dijo Feeney. -A veinte pies de tu posición. La multitud lo bloquea, pero Carmichael y Rusk lo tienen al alcance.

– Dallas?

– Ahora no. -le siseó a Charles y pivoteó hacia la derecha. Era puro instinto lo que la impulsaba hacia delante. Ni lógica, ni razón, sólo el conocimiento primario de que su pareja estaba amenazada. Tuvo un vislumbre de él a través del brillo y el color. La educada diversión en su rostro cuando fue arrinconado por una delicada mariposa de sociedad. Vió a Carmichael ser dejado atrás a codazos por una pareja con smokings que habían bebido un poco demasiado libremente durante la hora del coctel. La irritación en el rostro de Carmichael mientras ella se abría paso.

Escuchó la orquesta arrancar con un brillante tono de jazz. Escuchó el sonido de las risas, el tono de los cotilleos de la gente que criticaba, el arrastrar de los pies cuando empezaban a moverse.

Vió a Louise volverse para hablar con alguien, y bloquear el fácil acceso de Rusk hacia Roarke.

Y vió a Julianna.

Fue rápido como un latido, lento como un siglo.

Julianna vestía el traje de chaqueta blanca y pantalones de los camareros. Su cabello era un suave castaño miel, como una corta y rizada gorra que se veía como un halo alrededor de su rostro. Un rostro cuidadosamente realzado, cuidadosamente compuesto para no resaltar.

Debía haber pasado por una droide, y tenía garantizado por lo menos un despido, mientras caminaba fácilmente a través de los relucientes cuerpos hacia Roarke.

En su mano llevaba un sola copa de champagne.

Su mirada encontró la de Roarke. Lo que fuera que ella vió debió haberla satisfecho, porque sonrió, sólo la suave curva de sus labios sin pintar.

– Objetivo a la vista. -Aunque Eve habló claramente, había demasiada distancia, demasiado ruido entre ellos para que Julianna pudiera escuchar.

Y entonces ella volvió la cabeza y vió a Eve.

Ambas se movieron a la vez, Eve hacia delante, Julianna hacia atrás. Eve tuvo el pequeño toque de satisfacción de ver el gesto de sobresalto cruzar el rostro de Julianna antes de que girara hacia lo más espeso de la multitud.

– Sospechosa vestida como camarera. Cabello y ojos marrones, moviéndose hacia el oeste a través del salón.

Ella corrió hacia adelante mientras hablaba, agachándose, empujando, arrojándose a través de la gente sobresaltada. La retransmisión de Feeney sonaba en sus oídos, haciéndola doblar hacia la derecha, golpeando duramente a un sorprendido camarero. Escuchó el atronador estallido de su bandeja detrás de ella.

Tuvo otro vistazo, vió a Julianna pasarle la copa a un inconsciente hombre mayor antes de doblar la curva de la escalera flotante hacia el segundo nivel. La gente caía en su camino como si fueran muñecos.

– Va hacia arriba. -chasqueó Eve. -Acérquense desde posiciones ocho y diez. Ya, ya, ya!

Corrió derecho hacia el hombre que justo estaba levantando la copa de champagne hacia sus labios. Se la derramó encima del traje y el cristal cayó de su mano estrellándose contra el piso.

– Bueno, caramba!

El estaba lo bastante furioso para tratar de agarrarla por el brazo, y recibió un duro pisotón en el empeine. Va a cojear, pensó Eve mientras corría escaleras arriba, pero está vivo.

– Dentro de esa área, teniente. -Uno de los dos policías que habían corrido para flanquear a Eve hizo gestos hacia un par de puertas dobles. -Se metió adentro. No pude dispararle por miedo a darle a los civiles. Puso los cerrojos y se encerró dentro. No hay modo de salir a menos que decida saltar diez pisos.

– Ella tiene una salida. -Sin dudar, Eve apuntó su arma hacia la puerta y disparó a los cerrojos.

La explosión llegó un segundo después. El chorro de aire caliente golpeó como un puño y envió a Eve hacia atrás por unos buenos cinco pies. Cayó hecha un ovillo, y el arma resbaló fuera de su mano como jabón mojado. Su audífono murió.

El humo llenó la habitación, ahogando y cegando. Oyó el desagradable crepitar de las llamas, y los gritos alrededor de ella, sobre ella, mientras la gente corría gritando con pánico.

Ella extrajo el arma de repuesto de la funda del tobillo. -Oficial caído. Oficial caído. -repitió, con la esperanza de que el micrófono continuara funcionando y viendo a uno de sus respaldos yaciendo inconsciente y sangrando de la cabeza. -Necesitamos asistencia médica, y al departamento de fuego y explosivos. Voy detrás de esa puta.

Se agachó, saltó, y cayó a través de las puertas dentro del humo, en una rápida y corta rodada.

Julianna le saltó sobre la espalda hecha una furia de puños, dientes y uñas.

El sistema de seguridad derramaba agua desde el techo, los ventiladores giraban, las alarmas aullaban. En medio de eso, ellas luchaban como animales sobre la alfombra arruinada.

Por segunda vez ella perdió su arma o era lo que se leería en su reporte. La satisfacción de sentir su puño desnudo impactar en la carne de Julianna era como una canción.

Ella saboreó sangre, la olió. Rodó en ella.

Su mente estaba afilada como laser mientras ambas se mostraban los dientes, yendo en círculos.

– La jodiste, Julianna. Quedate atrás! -chasqueó la orden cuando Roarke entraba en la habitación, unos pasos delante de McNab. -Por todos los diablos, quédate atrás. Es mía.

– Señor.

Roarke apenas se estiró, bajando la mano armada de McNab. -Déjala terminar esto.

– Tú eres la que lo jodió, Dallas. Dejarse ablandar por un hombre.Yo tenía más respeto por ti. -Ella giró y tiró una patada. Le erró a la cara de Eve por un suspiro. -El es como el resto de ellos. Te va a tirar a un lado cuando se aburra de ti. El ya estará metiendo su pene en otra mujer en cualquier oportunidad que tenga. Es lo que ellos hacen. Todos lo hacen.

Eve se enderezó y se deshizo de su arruinada chaqueta. Julianna hizo lo mismo con la suya.

– Te voy a meter adentro. -dijo Eve. -Es lo que hago. Vamos, vamos a bailar.

– Debes mantener las tropas atrás, Ina. -Roarke se estiró para recuperar el arma de repuesto que Eve había descartado cuando puños y pies volaron. -Alguien podría resultar lastimado.

– Hombre. Una pelea de chicas.

Roarke simplemente levantó una ceja, aunque su atención permanecía clavada en su esposa. -Y ese alguien seguramente serás tú si lo dices lo bastante alto para que la teniente lo escuche. Ella necesita hacer esto. -declaró, y sintió el golpe en su propio pecho cuando Julianna pateó a Eve.

Ella no lo sintió. Su cuerpo lo registró cayendo hacia atrás, pivoteando, saltando, finteando. Pero su mente rechazaba el dolor. Sintió la oscura alegría, escuchó el satisfactorio crujido del hueso cuando giró y estrelló un puño en la cara de Julianna.

– Te rompí la puta nariz. Que vas a hacer al respecto?

La sangre caía por la cara de Julianna, arruinando belleza. Su respiración era pesada, como la de Eve, pero estaba lejos de caer. Ella aulló, y corrió hacia Eve.

La fuerza del ataque las envió volando a través de las puertas de la terraza. Los vidrios estallaron, las maderas se partieron. Roarke alcanzó las arruinadas puertas a tiempo para ver a Eve y Julianna caer sobre la baranda en una maraña de miembros y furia.

– Cristo Jesús. -con el corazón en la garganta, corrió hacia la verja, viéndolas caer, todavía envueltas como amantes, sobre el deslizador dos pisos más abajo.

– Eso va a doler. -dijo McNab junto a él. -Uno de nosotros tiene que pararlas, y prefiero no ser yo.

Pero Roarke ya estaba pasando sobre la baranda, y saltando.

– Lunáticos. -McNab guardó su arma en la funda y se preparó para seguirlo. -Somos todos un puñado de lunáticos.

El deslizador vibraba bajo los golpes de los cuerpos. Los civiles que habían tenido la mala suerte de estar a bordo escapaban como ratas de un barco hundiéndose.

La delgada prenda de seda que Julianna vestía bajo el uniforme estaba desgarrada y ensangrentada. Las luces brillaron sobre su pecho parcialmente expuesto cuando dio una patada voladora a Eve en el hombro, seguida de otra.

Eve disparó el puñetazo bajo y escuchó el explosivo salir del aire cuando acertó el golpe en el estómago de Julianna.

– Pelear en prisión no es como pelear en la calle, puta. -Para probarlo, Eve embistió con el codo bajo la mandíbula de Julianna, tirándole la cabeza hacia atrás. -Pero veremos cuanto tiempo para ejercicios te darán cuando vuelvas a la celda.

– No voy a volver! -estaba peleando ciegamente ahora, y sólo más brutalmente. Logró meter un golpe bajo la guardia de Eve y le rastrilló la mejilla con las uñas.

Ella vió a los hombres subiendo rápidamente por el deslizador por sobre el hombro de Eve. Escuchó los gritos y los pies que corrían detrás de ella. En ese momento, su cuerpo sentía un dolor que nunca había experimentado, y se maldijo a sí misma por caer en una trampa, maldijo a Eve por maniobrarla.

Pero la guerra no estaba perdida. No podía perder. Retírate, ordenó su mente. Y siguiéndo su propio consejo, saltó del deslizador, empujando con fuerza para salvar la distancia hacia el restaurante al aire libre.

Aquellos que cenaban estaban ya parpadeando. Varios gritaron cuando la mujer ensangrentada, su rostro ennegrecido por el hollín, los ojos salvajes, los dientes desnudos, aterrizó atravesando las encantadoras mesas con tapa de vidrio y brillantes velas.

Dos mujeres y un hombre se desmayaron cuando la segunda mujer, igualmente desgreñada, cayó volando, los pies por delante, y aterrizó en el carro de los postres.

Hubo algunos chapoteos y gritos cuando algunos clientes cayeron en la piscina.

Arrinconada por los policías que antraron a través de las puertas de restaurante y los otros que venían de la ahora detenida glida, Julianna se enfocó en lo único que le importaba. Aferró una botella de un merlot superior, estrellándola contra una mesa. El vino se desparramó como sangre mientras volvía hacia Eve el cortante filo.

– Te voy a matar. -Lo dijo con calma, aunque las lágrimas dejaban rastros en la mugre de su rostro.

– No disparen. -ordenó Eve cuando uno de los policías tomó puntería. -Ni un maldito disparo. Esta es mi operación. Es mi cuello. -Ella se sintió mejor cuando vió a Roarke detrás de ella. -Es mía. -más que decir lo gruñó.

– Entonces acábalo. -El habló en voz baja, sólo para ella. -Ya le has dedicado bastante de tu tiempo.

– Veamos si tienes las agallas, Julianna, para tratar de abrirme la garganta con eso. Vas a tener que ser rápida. Va a ser sucio. Nada ordenado, ni delicado como envenenar a algún pobre viejo.

Ella giraba mientras hablaba, evaluando su chance, planeando sus movimientos. -Cual es el problema, Julianna? Tienes miedo de tratar con el asesinato directo?

Con un grito de rabia, de insulto, de odio, Julianna cargó. Eve sintió la sensación de engrentar a la muerte difundirse friamente en su cuerpo. Saltó sobre sus pies, con una pierna pistoneando hacia fuera, luego la otra. Las dos rápidas patadas acertaron en la cara de Julianna y la enviaron volando hacia atrás, aterrizando sin gracia en una de las mesas de vidrio.

Ella pasó a través de él, aterrizando duramente en una fea lluvia de vidrios. -Reglas básicas de combate. -dijo Eve cuando se inclinó, levantando a Julianna de los rizos. -Las piernas son generalmente más largas que los brazos.

Ella le susurró en el oído a Julianna. -No deberías haber ido detrás de lo mío. Gran error.

Aunque aturdida Julianna logró mostrarle los dientes. -Voy a volver, y los voy a matar a ambos.

– No lo creo, Julianna. Creo que estás lista. Ahora te voy a dar tu derecho civil de permanecer en silencio. -Y diciéndolo la golpeó de lleno en la cara y la noqueó.

Eve la dió vuelta, le puso las esposas, y luego se enderezó y retrocedió. -Peabody.

– Ah, si, señor. Aquí Estoy.

– Mira que a esta prisionera se le lean sus derechos, la transporten a una instalación apropiada, y le den toda la atención médica que requiera.

– Apuéstalo. Teniente?

Eve volvió la cabeza, esparciendo sangre en forma poco elegante. -Que?

– Sólo quería decírtelo, tú eres mi dios.

Con una media sonrisa, Eve despejó una silla. Se sentó. El dolor estaba empezando a filtrarse y prometía ser alucinante. -Sácala de aquí para que puedan empezar a limpiar este desastre. Voy a ir a archivar los informes y dispersar el equipo después de limpiarme un poco.

– Ella no va ir antes de mañana. -corrigió Roarke. Levantó un gran botella de agua intacta, la abrió y se la alcanzó a Eve.

– Dos horas. -Eve echó hacia atrás la cabeza y bebió como un camello.

Prudentemente Peabody optó por permanecer fuera de esta batalla particular también.

– Lamento el destrozo de tu bonito hotel.

– Tú hiciste todo el trabajo. -El atrajo una silla y se sentó frente a ella. El rostro estaba amoratado, sangrando, sucio, sus nudillos en carne viva e hinchados. Un corte profundo entre los numerosos arañazos de su brazos requeriría tratamiento. Pero por el momento el sacó un pañuelo, desgarró una de las servilletas de lino de la mesa, y le hizo un rápido vendaje de emergencia. -Y también hiciste uno bueno con mi bonita esposa.

– Sólo estaba entreniéndola por gusto. Tú sabes, jugando con ella un rato.

– Oh si, pude verlo, particularmente cuando la entretuviste cayendo con ella de una terraza en un décimo piso.

– Eso estuvo fuera de los planes, pero no pasó nada. -Ella bajó la mirada y por un momento quedó paralizada y sin habla. El traje estaba desgarrado desde el cuello, con el material flameando y dejando asomar sus pechos. El agujero bajaba desde el centro de su cuerpo hasta la entrepierna. Una pierna estaba rasgada y abierta hasta la cadera.

– Bueno, que mierda. -Ella tironéo tratando de cubrirse los pechos. -Podrías haberme dicho que estaba sentada aquí casi desnuda.

– Cuando se queda atrás y mira a dos mujeres pelear, es con la esperanza de que la ropa termine desgarrada. -Pero se levantó, se despojó de su chaqueta y se la ofreció.

– Aquí están tus opciones. Un centro de salud u hospital, los TM, o una habitación aquí donde Louise pueda esaminarte y tratarte.

– Yo no…

– … quieres discutir conmigo por esto. Querías capturarla con tus propias manos. De otra manera hubieras usado tu arma.

– La perdí cuando…

– El cuchillo aún está en tu bota. -El puso una mano suavemente sobre las de ella. -Dí lo que necesites decir en tu reporte oficial, Eve, pero no pretendas hacerlo conmigo. Hiciste lo que necesitabas hacer, y lo comprendo. Yo hubiera hecho lo mismo si alguien hubiera ido tras de ti por mi culpa.

– Okay.

– Hiciste lo que necesitabas hacer, y yo no interferí. Crees que fue simple para mi?

Ella pateó un poco de vidrio roto con su bota. -No.

– Ahora déjame hacer lo que necesito hacer, y no interfieras. Cual de estas opciones prefieres?

– Me quedo con Louise. -acordó ella. -Aún cuando debe estar realmente furiosa conmigo por arruinarle su elegante función de caridad.

– Lo que demuestra lo que sabes de estos asuntos. Ella no hubiera conseguido la clase de publicidad y atención para su causa que esta pequeña aventura le traerá. Y si ella no lo piensa de esa misma forma, sólo tendrás que recordárselo.

– Bien pensado. -Ella se estiró, despejándole el pelo de la cara. -Te amo. Me siento bien diciéndolo ahora.

– Yo siempre me siento bien escuchándolo. Vamos ahora, teniente, trata de ponerte de pie.

Ella se tomó de su mano, empezando a levantarse. El oyó que tragaba, siseaba y casi ahogaba un gemido.

– Okay, ouch. -Ella tuvo que volver a sentarse, tomar aliento. -Ni siquiera pienses en cargarme. -Anticipándose a él, ella levantó la mano. -No con todos esos policíal alrededor. Cosas como esta socavan tu autoridad.

– Yo creo que tu autoridad se mantiene firme, particularmente después de esta noche. Aparte de todo. -El la levantó en brazos, tan gentilmente como pudo. -Puedes echarle la culpa a la reacción exagerada del civil preocupado.

– Sí, de acuerdo. -El dolor irrumpía a través de ella como una manda de búfalos. -Me está llevando mi esposo.

– Ahora, mi esposo es un término raro viniendo de tu boca.

– No se me va pegar mucho en la lengua. Sabes, es una forma bastante interesante de empezar el segundo año de este matrimonio.

– Ciertamente parece un trabajo para nosotros.

El cargó a su soldado herido fuera del campo de batalla. Y consideró como se enojaría su esposa cuando viera que él le había dado un bloqueador lo bastante fuerte para noquearla hasta la mañana.

***
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