CAPITULO 5

– Julianna Dunne. -Feeney tragó su café y sacudió la cabeza. Tenía el vivo rostro de un basset hound, los ojos caídos de un camello. Su corto cabello color gengibre, salpicado de plata, se veían como si hubiera sido atacado por algún tipo de maníaco con tijeras de jardín. Lo que significaba que había sido recientemente recortado.

Estaba sentado en la oficina de Eve, sus piernas más bien regordetas, estiradas. Ya que tenía puesta una media marrón y una negra, Eve concluyó que su esposa no se había encargado de organizarle la ropa esa mañana.

No era muy moderno para vestir. Pero cuando se trataba de electrónicos, él mandaba.

– Jamás esperé recibir otro noticia de ella.

– No tenemos huellas o ADN ni en la escena del crimen ni en el apartamento que dejó Julie Dockport para verificar. Pero la visual -hizo gestos hacia las fotos de ID desplegadas en la pantalla- me da una identificación ocular. Corrí una probabilidad en forma, y dio un noventa y nueve por ciento de que Julie Dockport y Julianna Dunne sean la misma persona.

– Si sólo salió de la jaula en la primera parte del año, -comentó McNab- trabaja rápido.

– Trabaja. -dijo Eve- Ahora tiene treinta y cuatro años. En el momento en que tenía veinticinco se había casado con tres hombres, y asesinado a tres hombres. Por lo que sabemos. En la superficie era por los beneficios. Se enfocaba en tipos ricos mayores, hombres establecidos. Cada uno de ellos había estado casado previamente y divorciado. Su relación más corta fue de siete meses, la más larga, de trece. Otra vez, en cada caso ella recibió una buena herencia al desaparecer el cónyuge.

– Bonito trabajo si te animas a hacerlo. -apuntó Peabody.

– Elegía a cada hombre, investigaba sobre él, su historia, lo que le gustaba y lo que no, hábitos y todo lo demás. Meticulosamente. Sabemos esto porque pudimos localizar una caja de seguridad en Chicago que contenía sus notas, fotografías y datos del esposo número dos, Paul O’Hara. Ese fue uno de los ladrillos que usamos para encerrarla. Nunca pudimos encontrar cajas similares en New York o East Washington.

– Podría tener un compañero? -preguntó Peabody. -Alguien que removiera o destruyera evidencia?

– Improbable. Por lo que cada investigador pudo descubrir, ella trabajaba sola. Su perfil síquico lo corroboró. Su patología básica era bastante directa. Su madre se divorció de su padre cuando Julianna tenía quince. Su padrastro era también divorciado, viejo, rico, un típico ranchero tejano que llevó los golpes al hogar. Ella reclamó que él la molestó sexualmente. La policía siquiátrica fue incapaz de determinar si las relaciones sexuales de Julianna con su padrastro, que él negó, fueron consensuales o forzadas, pienso que ella llegó a creerle a Julianna. En todo caso, era una menor cuando fue abusada.

– Y fue el argumento principal para acortar la condena. -agregó Feeney.

– Entonces ella está asesinando a su padrastro. -Peabody miró hacia la pantalla- Una y otra vez.

– Tal vez.

Y viendo fijamente la pantalla, Eve pudo ver a la niña que ella misma había sido, acobardada en la esquina de la habitación fría y mugrienta, enloquecida por el dolor de la última paliza, la última violación. Cubierta de la sangre de él, con el cuchillo que había usado para matar a su padre, firme y goteando en su mano de poco más de ocho años.

Su estómago se revolvió, y tuvo que forzar la imagen hacia atrás.

– Nunca compré eso. -Eve mantuvo su voz tranquila, esperando controlar la naúsea. -Hizo los asesinatos con premeditación. Donde está la rabia, el terror, la desesperación? Lo que sea que haya sucedido con su padrastro, ella lo usó. Es una asesina fría como una piedra. Nació de esa forma, no se hizo.

– Voy a estar con Dallas en esto. -agregó Feeney. -Esta mujer tiene hielo en vez de sangre, y no es ninguna víctima. Ella caza.

– Los barredores no han recogido nada todavía. -Eve se volvió- No espero que lo hagan. Debe haberlo planificado cuidadosamente, tendrá ya un nuevo nombre, nueva personalidad, nueva historia. No puede cambiar su aspecto en mucho. Es demasiado vanidosa, y le gusta la forma en que se ve. Le gustan las cosas de chicas. Como ropas, cabello, chucherías. Meterse en las mejores tiendas y restaurantes. No la vas a encontrar en los negocios de sótano, clubes de sexo o bares. Prefiere las ciudades grandes, dentro del planeta. Vamos a pasarle su foto a los medios, y puede que tengamos suerte.

– Eso podría agregarle un poco de suerte al trabajo policial, pensó Eve. Julianna comete pocos errores. Nuestro problema es que ella se mezcla con la gente. Está muy preparada para eso. La gente que la conoce ve una mujer atractiva, haciendo sus negocios. Si hace amigos, son sólo herramientas temporarias. Ninguno llega a intimar con ella.

– Si ella se hizo profesional, puedes apostar tu culo a que es buena. -Feeney infló sus mejillas. -Puede ir a cualquier-jodido-lugar desde ahora, Dallas.

– Entonces vamos a empezar a mirar. Todo-jodido-lugar. Recuerdas al primario de Chicago?

– Sí. Sí, ah… Spindler.

– Exacto. Y Block en East Washington. Puedes contactarlos? Mira que tienen ellos.

– Sí. Yo tenía algunas notas personales sobre ella, también. Las saqué, y las agregué a la mezcla.

– El perfilador que hizo el trabajo y las pruebas de Julianna se ha retirado. Voy a pasar por lo de Mira, a ver si ella pueda consultar con el perfilador del registro. McNab, ahora mismo eres un droide. Quiero que saques todos los datos de todos los casos, quiero los índices, referencias cruzadas de cada una de las similitudes. Haz archivos. Conexiones familiares, asociados conocidos, finanzas. Consigue al enlace con los prisioneros de Dockport y que te de los nombres de los reclusos que trabajaban con ella, los que estaban en su bloque. Quiero conocer a la gente con la que ella pasaba tiempo. Yo me voy a ver que puedo sacarle a la primera Sra. Pettibone. Peabody, conmigo.


Eve se puso detrás del volante, y dado que Shelly Pettibone vivía en Wetchester, tocó el mapa en el salpicadero para conseguir la mejor ruta y direccion. Fue una placentera sorpresa cuando la ruta en el acto apareció en pantalla.

– Mira eso! Funciona.

– La tecnología es nuestra amiga, teniente.

– Seguro, cuando no nos está clavando con sus propios juegos enfermos. Eso está a un par de millas de la casa del Comandante Whitney. Con mi suerte la Sra. Pettibone es la mejor amiga de la esposa del comandante.

Dando vueltas sobre la posibilidad, inició la marcha.

– Papá dijo que él y mamá iban a los suburbios hoy. A ver el Village y SoHo y todo eso.

– Hmmm? Oh, sí. Bien.

– Los voy a llevar a cenar esta noche, por lo que te van a dejar libre.

– Ajá.

– Luego les dije de hacer un sexo conjunto, y McNab y yo hicimos varios actos sexuales exóticos para ellos.

– Suena bien.

– Pensé que si tú y Roarke querían venir también, podíamos armar una pequeña orgía. Tú sabes, un cuarteto.

– Crees que no te estoy escuchando, pero te equivocas. -Eve se introdujo en el tráfico.

– Oh. Oops.

Eve pasó apenas una luz en amarillo, gruñéndole al maxibus que se cruzaba en su camino. Con una vuelta de volante, Ella pasó a través de una estrecha brecha, apretando el acelerador, y con otro volantazo, dejó atrás al bus limpiamente.

La ráfaga de irritados bocinazos le trajo un ligero rubor.

– Así que me imagino que entre tus padres y el caso fresco no has tenido mucho tiempo para trabajar con Stibbs.

– Algo hice. Maureen Stibbs, de soltera Brighton, no sólo vivía en el mismo edificio que la fallecida, sino en mismo piso. Y como lo hace ahora, Boyd Stibbs a menudo trabajaba desde su casa, mientras su primera esposa viajaba hasta su lugar de empleo durante la semana laboral. La antigua Srta. Brighton estaba empleada como consultora de diseño desde su hogar, y también trabajaba fuera de su oficina en casa cuando no viajaba para ver clientes. Esto le daba al actual matrimonio tiempo y oportunidad para un hanky-panky.

– Hanky-panky. Es un término legal?

– Boyd Stibbs se casó con Maureen Brighton dos años y medio después de la trágica muerte de Marsha Stibbs. Me figuro que es un tiempo bastante largo si estaban enroscándose…

– Otro término legal. Peabody, estoy tan impresionada.

– … mientras Marsha estaba viva. -continuó Peabody. -Pero eso también sería bastante astuto. De todos modos, si ellos estaban haciendo la rumba horizontal, éste un término médico, y querían hacerlo un asunto permanente, el divorcio era la opción más fácil. No es como si Marsha tuviera una pila de dinero que Boyd hubiera perdido si la hubiera abandonado. No puedo imaginarme ningún motivo para premeditación.

– Y porque estabas buscando premeditación?

– Las cartas. Si decimos que todas las declaraciones de amigos, conocidos, gente con la que ella trabajaba, incluso de su esposo y su reemplazante, son válidas, tenemos que aceptar el ángulo de que ella nunca tuvo un amante. Entonces alguien tuvo que plantar las cartas. Alguien tuvo que escribirlas, y ponerlas en su cajón. Después del crimen.

– Porque después?

– Porque una mujer sabe lo que tiene en el cajón de la ropa interior. Si ella hubiera ido por un par de medias, hubiera encontrado las cartas. -Peabody hizo una pausa. -Esto es como un examen?

– Sigue. Armalo para mi.

– Ok, alguien con acceso al departamento de ella, alguien que estuvo ahí la noche que ella murió, puso las cartas en su cajón. Y me parece que la elección del cajón es cosa de una mujer. No es probable que un tipo esté picando en el departamento de lencería para esconder algo. No sabemos cuando fueron escritas las cartas porque no sellos de envío, o estampillas. Podrían haber sido escritas la noche en que fue asesinada. Y si fue así, eso descarta la premeditación y se traslada a cubrir un impulso. Un crimen de pasión.

– Entonces la teoría es que una persona o personas desconocidas asesinaron a Marsha Stibbs en un impulso, luego la pusieron en la bañera esperando cubrir el asesinato con un accidente. Preocupada porque no fuera suficiente, esta persona escribió luego cartas de un amante inexistente, las plantó en el cajón de la víctima para que luego pudiera aparentar que ella fue asesinada por un amante inexistente en una discusión.

– Ok, eso suena un poco fuera de lugar.

– Entonces mételo en su lugar.

– Estoy nerviosa, porque ésto realmente se siente como una prueba. -Peabody aclaró su garganta cuando Eve simplemente le envió una mirada pétrea. -Algo del resto de la teoría es sólo instinto. Mira en la forma en que los dos reaccionaron con nosotras. Boyd parecía triste, un poco tembloroso inicialmente, pero se alegró de que fuéramos. Podría haber sido una actuación, pero no tuvo tiempo para prepararse, y parecía real su insistencia en que Marsha no tenía un amante.

Hizo una pausa, esperando la afirmación o la refutación de Eve, pero no obtuvo más que silencio. -Ok, sigo. La coartada de él es sólida, y aún si hubiera arreglado el asesinato, me parece que debería haber estado nervioso o molesto cuando nos metimos en su agradable nueva vida y abriendo la posibilidad de exponerlo. Por el otro lado, cuando ella llegó, se asustó, se enojó, y quiso que nos fuéramos. Fuera de su agradable nueva vida con el esposo de su amiga muerta. Tal vez es una reacción normal, pero podría tomarse fácilmente como ser culpable y con miedo a quedar expuesta.

– Culpable porque ella estaba… como era eso? Enroscándose con el esposo de su amiga muerta antes de que la amiga estuviera muerta?

– Tal vez, pero que si no lo estaba? -Ansiosa y un poco excitada, Peabody se giró en el asiento para enfrentar el perfil de Eve. -Que si ella sólo lo deseaba? Que si ella estaba enamorada de él, y él está ahí, justo cruzando el hall, día tras día, felizmente casado, viéndola como a una amiga de su esposa? Ella lo quiere para sí, pero él nunca se va a fijar en ella mientras esté Marsha en el cuadro. Es culpa de Marsha que él no pueda amarla. Es culpa de Marsha que ella no esté viviendo en ese agradable hogar soñado, con su grandioso esposo, tal vez un par de bonitos niños por el camino. Eso la jode, la hace infeliz. Ella siempre estuvo actuando como la amiga y vecina y no puede sacarse de la cabeza la fantasía de cómo podría ser.

– Que crees que hizo ella?

– Ella tuvo un enfrentamiento con Marsha. Boyd está fuera de la ciudad, ahora es el momento. Atacó a Marsha por salir a trabajar cada día en vez de quedarse en casa y cuidar de su hombre. Ella no se merece a Boyd. Si ella fuera su esposa, se quedaría ahí para hacer las comidas, comprar los alimentos. Le daría un hijo. Le daría una familia. Pelearon por eso.

Ella quería verlo así, y sabía que Eve podía ver más cosas. Pero las imágenes era indistintas. -Probablemente Marsha le dijo que se fuera al infierno. Que se mantuviera fuera del camino de su esposo. Apuesto que le dijo que le iba a decir todo a Boyd. Que ninguno de ellos querría tener nada que ver con ella otra vez. Eso fue demasiado para Maureen. Empujó a Marsha y cuando cayó, se partió la cabeza. El archivo dice que había caído contra la esquina de una mesa de vidrio reforzado y eso la mató. Ella entró en pánico, trató de cubrirlo. Desnudó a Marsha, la puso en la bañera. Tal vez creerían que se había resbalado, golpeado la cabeza en la bañera y se había ahogado.

– Pero luego empezó a pensar de nuevo, y pensó que tal vez no creerían que era un accidente. Más aún, era una oportunidad. Como un regalo. Ella no había querido matarla, pero había pasado. No podía remediarlo. Si Boyd y la policía creían que Marsha tenía un amante, podía resolver todo. Lo iban a ver como un sospechoso. Porque iban a fijarse en ella? Así que escribió las cartas, las plantó, y luego se fue a casa y esperó para hacer su juego. Apuesto a que después de un tiempo, empezó a creer que había sucedido en la forma que ella había hecho ver. Era la única manera que podía vivir con eso, la única manera en que podía dormir junto a él nocha tras noche y no enloquecer.

Ella suspiró, tragando duro porque su garganta estaba seca. -Esa es la teoría que estoy trabajando. Vas decirme que la jodí?

– Como llegaste a eso?

– Estuve revisando los reportes, los datos, las fotografías. Leí las declaraciones hasta que me dolieron los ojos. Luego estuve tendida en la cama anoche con todo eso dando vueltas por mi cabeza. Entonces lo puse todo en esta esquina de mi cerebro, y usé el resto de él para tratar de pensar como tú. O como creo que tú piensas. Tú sabes, como caminas por la escena del crimen y empiezas a visualizar, como si estuvieras viendo todo lo que sucedió. Y esa fue la forma en observé lo que sucedió. Un poco turbia, pero es como yo lo vi.

Empezó a soltar otro profundo suspiso, y parpadeó. -Estás sonriendo.

– Vas a ir a verla cuando él no esté alrededor. Vas a interrogarla cuando esté sola. Con él y la niña, ella va tener las defensas levantadas. Puede decirse a sí misma que los está protegiendo. Llévala a Entrevista. Hazlo formal. Ella no va a querer, pero el uniforme puede intimidarla ahí adentro. No es probable que chille pidiendo un abogado enseguida, porque le va a preocupar que la haga aparecer culpable. Déjame saber cuando estés lista para meterla ahí y voy a tratar de observar.

Peabody sintió que su corazón latía otra vez. -Piensas que estoy en lo cierto? Piensas que ella lo hizo?

– Oh sí, lo hizo.

– Lo sabías. En el minuto en que ella entró en el apartamento, lo supiste.

– No es la cuestión lo que yo sabía o lo que se. Es tu caso, así que la cuestión es que tú lo sepas y la lleves a ella para que te lo diga.

– Si tú haces la entrevista…

– Yo no voy a hacer la entrevista, tú la harás. Es tu caso. Trabaja con tu enfoque, tu tono, y luego traéla y quiébrala.

Eve se metió en una entrada, y Peabody miró alrededor confundida. De alguna manera habían llegado a los suburbios de la ciudad.

– Ahora pongamoslo de esta forma. -ordenó Eve. -Pettibone está al frente y al centro ahora.

Ella se tomó un momento, estudiando la casa de ladrillos rosados. Era bastante modesta, casi sencilla hasta que agregabas los jardines. Inundaciones, ríos, piscinas de flores fluyendo desde la base de la casa, bordeando todo el camino hacia la entrada. No había césped propiamente dicho, había altas terrazas de una especie de hierba ornamental creativamente trabajada en el mar de color.

El camino de entrada en piedra esta ribeteado de esa manera desde la base de un porche cubierto donde florecían vides, con sus flores de púrpura profundo, siguiendo su camino hacia arriba por los postes.

Había sillones con almohadones blancos en el porche, mesas con tapas de vidrio, y todavía más flores en macetas artísticamente desteñidas en verdín. Obviamente a Shelly Pettibone le gustaba sentarse y contemplar sus flores.

Mientras Eve pensabe eso, la mujer salió por la puerta del frente cargando una bandeja.

Estaba profundamente bronceada, lo que se notaba en sus brazos largos y delgados contra las mangas cortas de una camiseta suelta color azul. Vestía jeans recortados a la mitad de la pantorrilla.

Ella depositó la bandeja, observando a Eve salir del auto. La brisa reolvió su cabello castaño desteñido por el sol, que llevaba corto y despeinado alrededor del rostro atemperado y atractivo de una mujer que vivía una gran parte de su vida al aire libre.

Cuando Eve se acercó, vió que los ojos de la mujer eran castaños y brillaban con los estragos del llanto.

– Hay algo que pueda hacer por usted?

– Sra. Pettibone? Shelley Pettibone?

– Sí. -Su mirada se desvio hacia Peabody. -Es sobre Walter.

– Soy la teniente Dallas. -Eve mostró su placa. -Mi ayudante, Oficial Peabody. Lamento molestar en este difícil momento.

– Necesita hacerme preguntas. Justo acabo de cortar el enlace con mi hija. No veo como puedo hacer algo para ayudarla. No puedo pensar en las palabras justas. No puedo pensar en nada. Lo siento, siéntense por favor. Iba a tomar un poco de café. Voy a buscar más tazas.

– No se moleste por nosotras.

– Me da algo que hacer, y justo ahora no tengo casi nada para hacer. Es un minuto. Es mejor si hablamos aquí afuera, no? Prefiero estar afuera por ahora.

– Seguro, está bien.

Ella volvió a entrar, dejando la puerta abierta.

– Si un tipo te echa a la basura por una modelo joven después de treinta años, -empezó Eve- Como te sentirías tú si eso te pasara?

– Difícil de decir. No puedo imaginarme viviendo con alguien por tres años, mucho menos por treinta. Tú eres la casada aquí. Como te sentirías?

Eve abrió la boca para hacer algún comentario intrascendente, y se detuvo. Estaría herida, pensó. Dolorida. Lo que fuera que él hiciera, ella sufriría por la pérdida.

En vez de responder, miró alrededor, fijándose en la puerta. -Bonito lugar, si te gustan este tipo de cosas.

– Nunca había visto nada como este patio. Es realmente mágico y debe costar un montón de trabajo mantenerlo. Se ve natural, pero está realmente bien planeado. Tiene todo plantado para el máximo efecto estacional, fragancias, colores y texturas. Estoy oliendo arvejillas. -Olió profundamente el aire. -Mi abuela siempre tenía arvejillas fuera de la ventana del dormitorio.

– Le gustan las flores, Oficial? -Shelley regresó, con tazas en la mano.

– Sí, señora. Su jardín es hermoso.

– Gracias. Es lo que hago. Diseño de paisajes. Estaba estudiando horticultura y diseño cuando conocí a Walter. Un millón de años atrás. -dijo suavemente. -No puedo dejar de pensar que él se ha ido. No puedo pensar que nunca lo voy a ver otra vez.

– Lo veía a menudo? -preguntó Eve.

– Oh, cada semana o dos. No sólo estuvimos casados mucho tiempo, sino que teníamos un gran interés en común. -Ella sirvió el café con manos que no llevaban anillos. -El a menudo me recomendaba a sus clientes, como yo a él. Las flores eran uno de los vínculos entre nosotros.

– Sin embargo se divorciaron, y él se volvió a casar.

Sí. Y sí, él fue el que quiso terminar el matrimonio. -Recogió sus piernas y levantó la taza. -Yo estaba satisfecha, y estar satisfecha era suficiente para mí. Walter necesitaba más. Necesitaba ser feliz, ser excitado e involucrado. Perdimos esa chispa esencial a lo largo del camino. Con los chicos crecidos y fuera del hogar, con el envejecer de los dos… Bueno, no pudimos revivir la chispa. Necesitaba más de lo que yo le daba. Pienso que era difícil para él, me dijo que necesitaba un cambio.

– Se debe haber sentido molesta.

– Lo estaba. Molesta, herida y desconcertada. Nadie quiere ser descartado, aunque sea gentilmente. Y él era gentil. No tenía un hueso de maldad en su cuerpo.

Sus ojos brillaron otra vez, pero parpadeó para alejar las lágrimas, y tomó un profundo sorbo de café. -Si yo hubiera insistido, si lo hubiera puesto contr el rincón nuestro matrimonio hubiera seguido, él se hubiera quedado.

– Pero no lo hizo.

– Yo lo amaba. -Ella sonrió cuando lo dijo, forzando el corazón. -Fue su culpa, mi culpa, que nuestro amor hubiera caído en algo demasiado cómodo, demasiado insulso para ser interesante a la larga? No puedo decir que no fue difícil dejarlo ir, enfrentar la vida por mis propios medios. Estuvimos casados más de la mitad de mi vida. Pero mantenerlo junto a mi por obligación? Tengo demasiado orgullo para eso, y demasiado respeto por ambos.

– Como se sintió usted cuando se casó con una mujer tan joven como su hija?

– Divertida. -El primer destello de humor apareció en el rostro de Shelly, y lo hizo bonito y malicioso. Sé que es mezquino, que es poco, pero creo que tengo derecho a un momento o dos de diversión. De que otra forma podría ser? Ella es un pedazo de pelusa tonta, y francamente, no puedo creer que hubieran durado juntos. El estaba deslumbrado con ella, y orgulloso en la forma en que lo hacen los hombres cuando pueden colgar de su brazo algo estupendamente decorativo.

– Muchas mujeres se hubieran sentido avergonzadas, enojadas.

– Sí, y tambíen tan tontas como para medirse a si mismas contra un estúpido adorno? Mi reacción fue la opuesta. De hecho, su relación con ella fue una buena forma de ayudarme a resolver lo que había sucedido entre nosotros. Si su felicidad, aún temporaria, dependía de un hermoso par de pechos y una jovencita sonriente, bueno, él no iba a conseguir eso de mi, no?

Suspiró, dejando su taza en la mesa. -Lo hizo feliz, y a su manera lo amaba. Uno no puede evitar querer a Walt.

– Eso estuve escuchando. Pero alguien no lo quería, Sra. Pettibone.

– Estuve pensando sobre eso. -Todo el humor desapareció de su cara. -Pensé y pensé. No tiene sentido, teniente. Para nada. Bambi? Dios, con ese nombre. Es tonta y despistada, pero no malvada. Se requiere maldad para asesinar, no es así?

– A veces sólo hace falta una razón.

– Si yo pensara, por un instante, que ella hizo esto, haría todo lo que pudiera para ayudarla a usted a probarlo. Para verla pagar. Pero, por Dios, es una idiota inofensiva que si lograra tener dos pensamientos a la vez seguro los escucharía chocar en esa vacía cabeza que tiene.

– No podría haberlo dicho mejor. Pensó Eve.

– Y que razón tendría para hacerlo? -demandó Shelly- Tiene todo lo que quiere. El era increíblemente generoso con ella.

– Era un hombre muy rico.

– Sí, y era de los que compartían su riqueza. El acuerdo de divorcio fue más que justo. Yo nunca hubiera tenido que trabajar de nuevo si no fuera porque amo mi trabajo. Sé porque él me lo dijo que le había regalado a Bambi un fondo sustancial cuando se casaron. Nuestros hijos fueron generosamente provistos y tienen una buena participación en el Mundo de las Flores. La herencia que nosotros, y sí, soy una de las beneficiarias, íbamos a recibir en caso de su muerte, es considerable. Pero ya era considerable lo que teníamos.

– Y que hay de los socios de negocios? Competidores?

– No sé de nadie que deseara dañar a Walt. En cuanto a los negocios, asesinarlo no sería efectivo. La compañía está bien establecida, bien organizada, con nuestros hijos ocupandose más y más de la administración. Asesinarlo no tiene sentido.

Tiene sentido para Julianna, meditó Eve. La mujer no haría nada a menos que tuviera sentido. -Ya que ustedes mantenían una buena relación, porque no acudió a su fiesta?

– Me pareció embarazoso. El me urgió a ir, aunque no demasiado. Se suponía que era una sorpresa, pero por supuesto que él lo supo semanas atrás. Estaba muy excitado. Siempre era como un niño cuando se trataba de ir a fiestas.

Eve hurgó en su bolso, sacando dos fotografías de Julianna Dunne. -Conoce a esta mujer?

Shelly las tomó, poniéndolas lado a lado. -Es muy bonita, con ambos aspectos. Pero no, nunca la había visto antes. Quien es?

– Que estaba haciendo usted la noche de la fiesta de su esposo?

Ella dió un pequeño suspiro, como sabiendo que er un golpe que tenía que enfrentar. -No tengo realmente lo que llamaría una coartada ya que estaba sola. Trabajé afuera en el jardín hasta casi la puesta de sol, y alguno de los vecinos puede haberme visto. Me quedé en casa esa noche. Amigos me habían dicho de cenar en el club, el Westchester Country Club, pero no sentí deseos de salir. Usted debe conocerlos. Jack y Anna Whitney. El es comandante de policía en la ciudad.

Eve sintió que su estómago se hundía. -Si. Conozco al comandante y su esposa.

– Anna estuvo tratando de apoyarme desde el divorcio. Ella no puede entender como puedo ser feliz sin un hombre.

– Y lo es? Si usted pensara que la relación de su marido con su actual esposa fracasaría, si sintiera que eso pasaría, él hubiera regresado con usted?

– Sí. Pensé en eso, lo consideré. Y el hecho es que no creo que él hubiera vuelto conmigo.

Una mariposa, color blanco cremoso, aleteó a través del porche y se estiro para coquetear con las flores de la maceta. Observándola, Shelly suspiró.

– Y sé que no le hubiera hecho a él lo que me hizo a mi. -agregó- Yo lo amé, teniente, y él siempre va a ser una parte vital de mi vida. Aún ahora que se ha ido. Es el hombre con el que viví, dormí, y crié hijos. Tenemos un nieto que ambos adoramos. Hay muchos recuerdos, y son preciosos. Pero no estábamos más enamorados el uno del otro. Y voy a seguir con la vida que me hice por mis propios medios. Disfruto del desafío y de la independencia. Y a pesar de que desconcierta a Anna y algunos de mis otros amigos, no estoy lista para dejar esa independencia. No sé si lo haré por siempre. Walter era un buen hombre, un hombre muy, muy bueno. Pero ya no era mi hombre.

Le devolvió las fotos a Eve. -No me dijo quien era ella.

Puede escucharlo por ahí, pensó Eve, a través de los medios o por su conexión con Anna Whitney. -Es la mujer que le dio a Walter Pettibone el champagne envenenado. Y nuestra principal sospechosa.


– Ella me gustó. -dijo Peabody mientras regresaban a la ciudad.

– También a mi.

– No puedo verla contratando un asesino. Es demasiado directa, y no sé, sensible. Y si el motivo era devolverle lo del divorcio, porque no enfocarse en Bambi, también? Porque debería la reemplazante conseguir el papel de viuda doliente y quedarse con la herencia?

Dado que Eve había sacado las mismas conclusiones, asintió. -Voy a ver si Whitney puede darme un ángulo diferente del divorcio o de su actitud hacia Pettibone. Pero el punto es que la bajamos en la lista.

– Cual es el pròximo paso?

– Si Julianna era una asesina contratada, debe ser costosa. Vamos a empezar con sus finanzas, a ver si hay alguna salida importante de dinero recientemente.


Julianna no estaba necesitada de dinero. Sus esposos, Dios los guarde, habían sido muy generosos con los arreglos. Largo tiempo antes de asesinarlos, ella había abierto seguras cuentas numeradas bajo varios nombres en algunas discretas instituciones financieras.

Se había cubierto bien, y aún durante su odiado tiempo en prisiòn, su dinero había hecho dinero para ella.

Podría haber vivido una vida larga y caprichosa en cualquier lugar del mundo o sus satélites. Pero esa vida nunca hubiera sido completa a menos que pudiera tomar las vidas de otros.

Realmente disfrutaba asesinando. Era un trabajo muy interesante.

El único beneficio de la encarcelación había sido el tiempo, infinito para ella, para considerar como continuar ese trabajo una vez que estuviera libre.

Ella no odiaba a los hombres. Los aborrecía. Sus mentes, sus cuerpos, sus manos tanteando, sudorosas. Más que todo, detestaba su simplicidad. Con los hombres, todo se trataba de sexo. Aunque lo vistieran de romanticismo, lo justificaran, dignificaran, la meta principal era meter su cabeza dentro tuyo.

Y demasiado estúpidos para saber que una vez que lo hacían, te daban todo el poder.

No tenía simpatía por las mujeres que clamaban que habían sido abusadas o violadas o molestadas. Si una mujer era tan estúpida, tan débil, para no saber cual era la medida del poder de un hombre y usarlo contra él, se merecían todo lo que les pasaba.

Julianna nunca había sido estúpida. Y aprendía rápido. Su madre no había sido más que una tonta, que se había dejado montar por un hombre e ido de prisa por otro. Y siempre que ellos la llamaban, siempre aceptaba y se moldeaba.

Ella nunca aprendió. Ni aún cuando Julianna sedujo al idiota de su segundo esposo, lo atrajo a su lecho, y le hizo todas esas despreciables cosas que los hombres se desvivían por hace con su fresco y flexible cuerpo de quince años.

Había sido tán fácil hacer que él la quisiera, convencerlo de que podía salir disimulamente del lecho de su esposa y meterse en el de la hija. Jadeando por ella como si fuera un cachorro ansioso.

Había sido tan fácil usar eso contra él. Todo lo que había hecho era colgarse de su sexo, y él le había dado lo que quisiera. Todo lo que ella había hecho era amenazarlo con exponerlo,y él le dio más.

De esa manera ella se fue a la ciudad a los dieciocho, con un montón de dinero y sin una mirada atrás. Nunca olvidaría el rostro de su madre cuando le dijo lo que había hecho bajo su nariz por tres largos años.

Había sido tan brutalmente satisfactorio ver el shock, el horror, el dolor. Ver que el peso de todo eso la quebraba y aplastaba.

Naturalmente, ella dijo que había sido violada, forzada, amenazada. Siempre servía para protegerse.

Tal vez su madre creyó que era cierto, y tal vez no. No le importaba. Lo que importaba era que en ese momento Julianna descubrió que tenía el poder de destruir.

Y eso hacía ella.

Ahora, años después, estaba parada en el dormitorio de la casa de Madison Avenue que había adquirido más de dos años antes. Bajo otro nombre. Estudiandose a si misma en el espejo, decidió que le gustaba verse morocha. Se veía sensual, particularmente con el tono dorado del polvo que había elegido para su piel.

Prendió un cigarrillo de hierbas, viéndose de costado en el espejo. Pasó una mano sobre su estómago plano. Había aprovechado bien de las instalaciones de salud de la prisión, poniéndose en forma.

De hecho, creía que estaba en mejor forma de lo que había estado antes de entrar. Firme, delgada, endurecida. Tal vez podría asociarse a un club de salud aquí, uno exclusivo. Era una excelente forma de conocer hombres.

Cuando escuchó su nombre, se volvió hacia la pantalla de entretenimiento y el último boletín. Encantada observó su rostro, y el de Julie Dockport en el flash. Admitió que no esperaba que la policía la identificara completamente tan rápido. Eso no la preocupaba, no demasiado.

No, ellos no la preocupaban. Ellos o uno de ellos la desafiaban.

Detective Eve Dallas, ahora teniente.

Ella había regresado por Dallas. Para dar guerra.

Había algo sobre Eve Dallas, pensó, algo frío, algo oscuro había pasado con ella.

Espíritus afines, cavilò, y como la idea la intrigó se había encontrado pasando las horas sin fin de su tiempo en prisión, estudiando a esa particular oponente.

Tenía tiempo todavía. La policía se estaría comiendo las uñas buscando una conexión entre ella y Walter Pettibone. No iban a encontrar nada porque no había nada que encontrar.

Ese era el tono de su trabajo ahora, los esposos de otras mujeres. No tenía que tener sexo con ellos. Sólo iba a asesinarlos.

Saliendo de la habitación, caminó hacia su oficina para destinar el próximo par de horas estudiando las notas de su investigación sobre la próxima víctima.-

Podía haberse tomado un sabático forzado, pero Julianna estaba de regreso. Y raramente se iba.


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