CAPITULO 19

– Dentro de tres días, -empezó Roarke- hay una función de caridad, una cena y baile para recolectar fondos para transportes médicos y equipo necesario para la Clínica Canal Street. Creo que la Dra. Dimatto te mencionó esto, teniente.

– Estoy al tanto.

– Acepté la invitación para concurrir semanas atrás. Así que es de público conocimiento si alguien está pensando cuando puedo estar socializando en alguna función pública en la ciudad. El evento se va a realizar en uno de los salones del Hotel Grand Regency. Sucede que es uno de los míos.

– Sorpresa. -Dijo Eve en una voz que goteaba sarcasmo como miel enveneneda. -Asombroso.

– También sucede que la propiedad es manejada por una de mis subsidiarias, y no es fácil rastrearla hasta mi. No quiere decir que todos los honorarios apropiados de negocios y tasas no sean puntualmente pagados. -agregó con fresca diversión, -pero una mirada casual, incluso una más curiosa no sacaría necesariamente mi nombre, lo que acaba cualquier reticencia que tendría Julianna sobre venir por mi en mi propia cancha. Es un decir. Y además nos da la ventaja de conocer la seguridad de arriba abajo, y ser capaces de ajustar esa seguridad para esta particular situación.

Aunque hizo una pausa no obtuvo respuesta de Eve, no es que hubiera esperado alguna. -Solo para enfriar la torta, le dejamos caer a los medios desde mi gente de relaciones públicas que no sólo voy a concurrir a la función, sino que haré una considerable donación. La donación será lo bastante robusta para asegurar una fuerte atención de los medios por un tiempito.

El había tomado por asalto la habitación, reflexionó Eve. No sólo la discusión sino la maldita habitación. Estaba al comando ahora, y eso la enfurecía.

– Por ahora, si ella no está ya al tanto de esto, va a saber que voy a estar concurriendo e un evento público donde habrá una gran cantidad de gente, gran cantidad de comida y bebida, y un gran cantidad de personal sirviéndolos. Va a saber que mi esposa va a concurrir conmigo. Es una oportunidad a medida para ella. La va a tomar. Lo apostaría, ya ha planeado hacerlo.

– No podemos estar seguros de eso. -corrigió Eve. Aunque ella ya había pensado en eso, había estado planeando encontrar una forma de esquivar el evento. -Si ella está al tanto de esto, tiene una estrecha ventana de tiempo para mezclarse con seguridad en la lista de invitados, y para nosotros, -agregó Eve- para evaluar confidencialmente y ajustar la seguridad para asegurar la protección de civiles. Tú no vas a ser el único bastardo rico ahí. Esta propuesta pone a otros en riesgo.

El descartó las preocupaciones y objeciones de ella con un elegante encogimiento de hombros. Un gesto que él sabía que la sacaría de quicio. -La función se va llevar a cabo con o sin mi presencia. Si ella ha marcado a algún otro además de mi, ellos ya están en riesgo. Y si ella ha marcado a algún otro, la tentación de volverse hacia mi mientras tú estás ahí debería ser muy grande. Es a ti a quien quiere herir, teniente. Yo sólo soy su arma contra ti. Crees que me voy a dejar usar para eso? Por quien sea?

– En su opinión, -dijo Whitney en el tenso silencio- la sospechosa tiene alguna razón para creer que usted conoce su intención de atacar a Roarke?

– No puedo saber lo que ella…

– Teniente. -El tono de Whitney fue cortante. -Su opinión.

El entrenamiento luchó contra el temperamento, y ganó. -No, señor. Este sujeto no encaja en su pauta, y ella me informó específicamente del tipo que marcaba. Ella no debería tener razón para sospechar o creer que yo esté preocupada en esta área, que yo miraría fuera de la caja. Ella me respeta, pero está confiada en que estoy corriendo detrás de ella siguiendo sólo las pistas que me deja.

– Siga el juego, Dallas. -Whitney se puso de pie- -Controle los ángulos, hurgue en los agujeros, cierre la caja. Cualquier equipo o refuerzo que necesite, lo tendrá. Vamos a discutir estos detalles mañana. Mañana. -repitió, anticipándose a la protesta. -cuando el malhumor no esté tan cerca de la superficie. Yo respeto su temperamento, teniente, tanto como su rango y sus habilidades. Pueden retirarse.

No confiando en lo que podía decir, Eve le hizo un seco asentimiento y salió.

Cuando Peabody trotó detrás de ella, el gruñido de Eve fue suficiente para mantenerla lejos.

– Mantente fuera de la línea de fuego. -Roarke puso una mano en el hombro de Peabody. -Es a mi a quien quiere hacer volar en pedacitos sangrantes, pero podrías quedar atrapada en la marea y has tenido un buen día hasta ahora.

– Desde donde estoy parada te mereces un tiro. No crees que ya tuvo bastantes golpes ayer?

Para la considerable sorpresa de Roarke, Peabody giró sobre sus pies y marchó en dirección opuesta. Con su temperamento pasando de fuego lento a rápida ebullición, fue detrás de su esposa. La alcanzó justo cuando ella entraba a su oficina y logró poner una mano sobre la puerta un instante antes de que le pegara en cara.

– Fuera de aquí. Demonios, fuera de aquí. -Ella manoteó los discos, los empujó dentro de un archivo. -Esta es mi área.

– Vamos a discutir ésto.

– No tengo nada que discutir contigo. -Ella se colgó la bolsa de archivos del hombro, y lo empujó cuando él le bloqueó el camino hacia la puerta.

– Prefieres pelear? Bueno, porque estoy justo de humor para eso. Pero vamos a hacerlo en territorio neutral.

– Territorio neutral, mi culo. No hay territorio neutral contigo. Posees toda la maldita ciudad.

– Vamos a hacer ésto fuera de aquí, teniente, a menos que quieras tener una sangrienta y violenta pelea con tu esposo con un par de docenas de policías escuchando. No es un maldito problema para mí, pero tal vez tú lo lamentes cuando recuperes tus sentidos.

– Yo tengo todos mis sentidos. -Y porque los tenía, se las arregló para mantener su voz tranquila. -Vamos a terminarlo afuera, amigo.

– Afuera será.

No volvieron a hablarse, pero el volumen de su silencio hizo que varios policías se hicieran atrás cuando entraron al elevador. Ella descendió en el nivel del garage delante de él, y le apartó la mano cuando él alcanzaba la puerta del lado del conductor.

– Yo conduciré – le dijo a ella- tienes demasiada sangre en tu ojo para hacer el trabajo.

Decidiendo elegir sus batallas, Eve dio la vuelta al vehículo y se dejó caer en el asiento del pasajero.

El no salió a toda velocidad del garage, aunque quería hacerlo. Ella trataba de hacer que lo arrestaran por alguna violación de tráfico, pensó rencorosamente. El también estaba eligiendo sus batallas. Navegó a través del tráfico con una suerte de controlada violencia que hizo que los otros vehículos se apartaran. En otro momento ella lo hubiera admirado, pero en ese momento su destreza simplemente reforzaba su resentimiento.

El frenó sobre el costado oeste de Central Park, saliendo del auto con un portazo mientras ella hacía lo mismo en el lado opuesto.

– Yo no poseo ésto.

– Apuesto a que lo tienes apuntado en tu lista.

– Lo que poseo, o no poseo, adquiera, o no adquiera, es irrelevante.

– Tú no posees mi placa.

– No quiero tu maldita placa. -El cruzó la acera y siguió caminando a través del césped.

– Controlar algo es lo mismo que poseerlo.

– No deseo controlar tu placa, o a ti por este caso.

– Eso suena bastante pobre de alguien que se las arregló para hacer ambas cosas.

– Por Dios santo, Eve, no se trata de eso. Usa tu cabeza por un minuto. Deja de ser tan orgullosa, tan incendiariamente terca que ves en cada cosa un ataque sangriento. Crees que Whitney hubiera estado de acuerdo en considerar este ángulo si no hubiera creído que era un método viable de detener a esta mujer? No fue tu primer gol?

– No te pares ahí a decirme cual de mis goles es. -Ella le hundió un dedo en el pecho. -No te pares ahí a decirme como es mi trabajo. Yo estaba haciendo este trabajo mientras tú todavía estabas pasando contrabando. Yo sé lo que hago.

Ella se apartó tormentosamente. Orgullosa? Terca? Hijo de puta. Entonces se volvió. -Tú pasaste sobre mi cabeza, pasaste por mi espalda, y no tienes derecho, no tienes derecho a ir con mi superior e imponer tus ideas en esta investigación en una forma que socava mi autoridad, que niega esa autoridad delante de mi equipo. Y si alguien te hubiera hecho eso a ti, ya tendrías su cabeza en una puta bandeja con su sangre como salsa.

El empezó a hablar, pero tuvo que tomar un buen trago de su propio orgullo. -Esto es muy irritante.

– Irritante? Llamas a esto…

– Es irritante, -interrumpió él- cuando tienes razón. Cuando tienes completamente la razón, y yo soy el equivocado. Me disculpo por lo que hice. Sinceramente.

– Te gustaría una sugerencia de donde puedes meterte tu sinceridad?

– No es necesario. -Irritado consigo mismo, con ella, él se dejó caer en un banco. -Me disculpo por el método. Es la verdad. No consideré con suficiente cuidado como se reflejaría en ti, y debería haberlo hecho.

– No, sólo tuviste una tormenta de ideas y te dejaste caer en lo de tu buen amigo Jack.

– Y ti te hubiera planteado esto a ti, le hubieras dado toda la consideración apropiada? No me vengas con alguna línea ingeniosa, teniente, ya que ambos sabemos que lo hubieras puesto a un lado. Yo lo puse en juego, y estamos teniendo una discusión por eso.

– Hasta que tú te ocupes de lo tuyo.

– Hasta que despejes los bichos de tu cabeza que te hacen pensar que soy lo bastante estúpido para dejar que alguna loca venga por mi. Yo no llegué hasta aquí con la última lluvia, Eve.

– Que demonios quiere decir eso?

El se echo atrás, riendo. -Jesús, me sacas el irlandés de adentro. Por que supones que será? Ven a sentarte. No te ves tan bien como deberías.

– No me digas lo que tengo que hacer.

El lo pensó por unos tres segundos. -Ah, a la mierda. -Y levantandose, fue hacia ella, esquivó por un pelo el codazo, y la levantó en brazos. -Aquí, ahora quédate sentada. -El la descargó en el banco. -Ambos sabemos que no te hubiera tomado tan fácilmente si estuvieras al cien por ciento. Necesito que me escuches.

El le mantuvo las manos aferradas bajo las suyas, sintiendo la rabia y el insulto vibrando a través de ella. -Después que lo hagas, si sientes la necesidad de darme un golpe, bueno, te daré uno gratis. Lo que dije en la oficina de Whitney era verdad. Si lo hubiera pensado mejor, te lo hubiera dicho antes y hubiéramos podido arreglarlo entre nosotros, pero no lo hice y lo lamento. Como sea, lo que dije era la verdad, Eve.

El le mantuvo aferradas las manos hasta que ella paró de tratar de liberarlas. -Te estoy pidiendo ayuda y ofreciéndote la mía. Ella quiere debilitarte, recortarte pedacitos de ti cada vez que deje caer un cuerpo a tus pies. Tratando de hacerte pensar que eres responsable de ponerlos ahí.

– Yo no pienso…

– No, tú lo sabes bien, en tu cabeza. Pero te hizo sangrar en ese maldito video. En tu corazón. Y quiere terminarte a través de mi. No te conoce. No comprende lo que hay en ti, lo que es amar a alguien. Si ella lograra, por algún milagro, sacarme del camino, tú no te caerás a pedazos. La buscarás y la cazarás. La vas perseguir hasta el final. Y entonces, bueno, querida, te la comerás viva.

El se llevó los apretados puños de ella hasta los labios. -Y yo haría exactamente lo mismo por ti, si te lo preguntas.

– Eso es realmente reconfortante, Roarke.

– Verdad que si? -Lo dijo con tanto encanto que ella sintió un sonrisa tratando de asomar a su boca.

– Suéltame. No voy a tratar de golpearte. Sueltame, y no me hables por un minuto.

El le liberó las manos, y luego le acarició con los dedos la mejilla lastimada. Levantándose, se alejó para dejarla sola.

Se quedó sentada donde estaba. La furia la había consumido, dejándole los huesos débiles. Más que eso, reflexionó, era el miedo lo que la volvía débil. La imagen de ver a Roarke cayendo en el piso a sus pies, convulsionando, ahogándose, muriendo. Y Julianna parada ahí, fuera de su alcance. Apenas fuera de su alcance. Sonriendo.

Ella permitió que sucediera, admitió Eve. Dejó que Julianna plantara esas semillas de miedo, de culpa, de duda. Y dejó que florecieran en vez de arrancarlas de raíz.

Eso la volvía inefectiva, y la volvía lenta.

Entonces Roarke había ido por las raíces primero.

El la había enfurecido. Que tenía de nuevo? Se habían chocado las cabezas incontables veces en pasado y se las chocarían incontables veces en el futuro. Era parte de lo que eran. Había algo de enfermo en eso, pero así era.

No eran exactamente gente pacífica.

El se había equivocado, pero ella también. Como policía, debería haber examinado y explorado la opción de usarlo como cebo mucho antes de esto.

El amor te echa a perder, pensó. Sin ninguna duda.

El volvió con dos tubos de Pepsi y un grasiento cono de papas fritas. Y en silencio se sentó junto a ella.

– Quiero decir primero que estoy titulada en ser orgullosa cuando se trata de mi trabajo. -Hurgó en el cono, sintió la arenilla de la sal sobre la grasa. Y sabiendo que él se la había puesto por ella, tuvo que reprimir un suspiro sentimental. -Y segundo, en el momento en que menos lo esperes, voy a enviarles un memo a los altos ejecutivos de tu equipo en las oficinas del centro diciendo que llevas ropa interior de mujer debajo de esos varoniles trajes de diseño.

– Ay, eso es muy duro.

– Si, luego tendrás que desnudarte ante una reunión general para probar que es una sucia mentira y mi venganza estará completa. -Ella lo miró. -Ella no es sólo lo que tú llamas una loca. Es lista y manipuladora. No la subestimes.

– No lo hago. No te subestimo a ti, Eve. Pero pienso, que por un ratito entre una cosa y la otra, que te has subestimado a ti misma.

– si, lo hice, y no gusta que me lo tiren en la cara. Okay. Me voy a casa. Tengo muchas cosas que hacer y en poco tiempo.


Trabjó primero con él, estudiando los datos de la seguridad del hotel y del evento mismo que él ya tenía preparados. Ella tiró preguntas, y él devolvió respuestas con la habilidad del hombre que sabía que tenía el plato.

El Regency no era un castillo urbano como era su Palace Hotel. Era enorme, moderno, y más equipado para la clientela de negocios de alto nivel que para los ricos de moda.

Tenía sesenta y ocho pisos, cincuenta y seis de los cuales tenían habitaciones para huéspedes. Los otros tenían oficinas, tiendas, restaurantes, y en los centros de conferencias, los salones de fiesta.

En el séptimo piso había un bar/restaurante informal y una piscina, que quedaba al aire libre durante el buen tiempo. Los dos niveles más altos tenían ocho penthouse en suite, y sólo eran accesibles por elevadores privados. El gimnasio, nivel cuatro, esta abierto para todos los huéspedes del hotel y para miembros registrados. La entrada, desde el interior del hotel o desde la puerta deslizante exterior, requería un código.

Los salones de fiesta estaban en los pisos nueve y diez, con entradas del interior y exterior. El evento tendría lugar en el salón Terraza, denominado así por su amplia terraza embaldosada.

– Muchas formas de entrar, muchas formas de salir. -declaró Eve.

– Eso es un hotel para ti. Todas las salidas están aseguradas. Hay cámaras de seguridad en la totalidad de las áreas públicas. Barrida completa.

– Pero no las habitaciones de huéspedes.

– Bueno, la gente es quisquillosa con su privacidad. Tienes vista en todos los elevadores, en pasillos. Podemos agregar monitores si te parece necesario. Yo diría que ella debe preferir más mezclarse con el personal o con los asistentes al evento que con los huéspedes del hotel. Va a querer dejar el edificio después de que su trabajo esté hecho, no terminar en un agujero cerrado adentro.

– De acuerdo, pero mantendremos un hombre monitoreando todos los registros. Quiero que haya, a lo largo del sector de oficinas, habitaciones listas en un área asegurada tan cerca del salón como sea posible.

– Lo tendrás.

– La seguridad del hotel estará totalmente dedicada a esto. No quiero alertar al resto del plantel, o a la gente ajena al evento. Cuanto menos chance tenga ella de oler el asunto, mejor.

– No tienes la intención de decírselo a Louise entonces?

Lo había considerado, debatido, pesado los pros y los contras. -No, no lo haré. Vamos a plantar policías entre los concurrentes, los camareros, incluso en tu seguridad. Arregla con tu catering o quien sea por servidores extra. Nadie te cuestionará por eso.

– Yo diría que no. -reflexionó él.

– Vamos a necesitar examinar las otras funciones en el hotel esa noche. Vas a tener dos convenciones, y una boda. Ella podría deslizarse dentro a través de una de esas.

– Vamos a dejarlo aquí. Lo siento, tengo una holo-conferencia en unos minutos. Tengo que tomarla, ya la reprogramé dos veces.

– Está bien, tengo mucho que hacer.

– Eve.

– Sí, que?

El se inclinó hacia ella y presionó sus labios sobre la cabeza de ella. -Tenemos unas cuantas cosas que necesitamos hablar.

– Sólo estoy medio enojada contigo ahora.

El sonrió contra su pelo. -Esa es una de varias. Por ahora solo diré que estaba medio enojado contigo cuando Mira cayó por mi oficina esta mañana.

Ella no levantó la mirada, pero se quedó muy quieta. -Yo no le pedí que lo hiciera. Exactamente.

– Pero se me ocurrió, casi enseguida, que tú querías que ella me hablara conmigo porque estabas preocupada. Sabías que el viaje a Dallas estaba rondándome, tal vez más de lo que yo mismo pensaba. Así que gracias.

– No hay problema.

– Y sería mezquino de mi parte hablar de gratitud y apuntar que enviándola a ella sin habérmelo mencionado, pasaste sobre mi cabeza y lo hiciste a mis espaldas.

Ahora ella levantó la mirada, y sólo giró los ojos. -Que bueno que eres un hombre demasiado grande para hacer eso.

– Verdad que si? -Se inclinó y le dio un fuerte beso, luego la dejó sola.

– Vamos a ver quien tiene la última palabra en esto. -comentó ella, se echó el cabello hacia atrás y cambió su enfoque hacia el spa y los datos de transporte. Podía ganar esta pequeña batalla para atrapar a Julianna antes de que tuviera chance con Roarke.


Una hora después ella estaba de nuevo molesta y frustrada. Había conseguido por medio de intimidación y amenazas sacar las listas de reservaciones de dos de los resorts spas de su lista. Los otros se mentuvieron firmes en la línea de protección de la privacidad de sus huéspedes. Y lo mismo hicieron las compañias de transporte privadas.

Presionar a través de una orden internacional para liberar los datos era problemático y consumía tiempo. El caso era lo bastante caliente para que el juez al que ella había acudido para ello estuviera más comprensivo que irritado. Pero eso tomaba tiempo.

Otra ventaja para Julianna, pensó Eve. Ella no tenía que saltar a través de los aros de la ley.

Se paseó, controló su unidad de muñeca, mientras esperaba la orden para extraer sus datos de la ranura.

– Problemas, teniente?

Miró hacia atrás, adonde él estaba apoyado en la jamba de la puerta que separaba sus oficinas. Se veía muy alerta, y muy complacido consigo mismo.

– Se suponía que tenías que dedicarle tiempo a alguien.

– Lo hice. La reunión salió muy bien. Y la tuya.

– Problemas burocráticos. -Miró hacia su computadora. -Esperando por papelerío.

" -De que tipo?

– Del tipo legal. Código de privacidad. Ya nadie abre la boca ante una placa, especialmente una placa extranjera. Y esos lujosos lugares de spa tienen los malditos labios sellados sobre quien va a ir a esculpirse las caderas o levantarse la barbilla.

– Ah, bueno, si eso es todo.

– No. Pensé que sería un poco más fácil y un poco más rápido. Esto es sólo una corazonada, y no te voy a poner a deslizarte bajo la ley para acceder a datos por una corazonada.

– Cuando le dedicas tanto tiempo y energía a un ángulo, es más que una corazonada.

– Sé que ésto es algo que ella hará. Tal vez no ahora, pero pronto. Necesita este tipo de cosas y New York es muy riesgoso. Necesita mimarse, recompensarse, antes de venir por ti. No se tomó tiempo en Denver, y podría haberlo hecho. Quiere algo más prestigioso, más exclusivo. Con más… como lo llamas tú? Cachet. Así que es Francia o Italia o algo en el Viejo Mundo. No va a salir del planeta. Es demasiado nuevo para ella.

– Pudiste conseguir la orden?

– Si, si, está llegando. Finalmente. Protocolo, políticos, mierda.

– Entonces que diferencia hace, en el gran esquema, si empiezas a acumular datos ahora, o cuando tengas el documento en tu mano.

– Es la ley.

Y en menos de tres días, pensó Eve, era altamente probable que la mujer que ella cazaba tratara de asesinar a Roarke. No porque lo conociera a él. No porque lo odiara a él. Sino porque ella rechazaba la ley y todo lo que significaba.

Porque quería revancha.

– Es duro para ti, estar tan conflictuada sobre algo que tú quieres que sea blanco y negro. Pero incluso la ley tiene sombras, Teniente, Y ambos las conocemos muy bien.

Ella se rindió y entró en el gris. -Ella usa sus propias iniciales. No le gusta dar su identidad. La lista, en orden de porcentajes de probabilidades ya está descargada en mi máquina.

– Muy bien. Vamos a encontrarla. -El se sentó en el escritorio de ella, y se enrolló las mangas de su prístina camisa blanca. -Realmente empezar un encabezado es sólo un tecnicismo.

Ella se dijo a si mismo que pensaría sobre eso después.

– Estoy buscando reservaciones empezando desde ayer y para las próximas cuatro semanas. Yo podría haberla empujado a la relajación más rápido. Tal vez ella vaya por esto después de ganar la guerra.

– Vamos a revisar por el próximo mes entonces. L’Indulgence primero? Sobreprecio con un plantel refrescantemente eficiente. Sus índices se han estancado en los últimos dos años. Se está pasando de moda.

– Lo cual es porque tú no lo posees.

– Querida, si yo lo tuviera, ciertamente lo volvería a poner de moda. Esto va a tomar un minuto o dos. Te gustaría un café?

– Si, supongo.

– Bien. También a mi.

Ella podía reconocer una indirecta cuando escuchaba una, por lo que desfiló hacia el AutoChef para ordenar una jarra llena. Cuando regresó con dos grandes jarros, el ya estaba revisando la lista de nombres.

– Veo un par aquí con las iniciales correctas, pero reservaron con acompañantes.

– Ella viaja sola. No tiene asociados conocidos, no hace amigos. Ella hace herramientas.

– De acuerdo, sigamos con el próximo.

Encontraron dos posibles en la siguiente ubicación, permitiendo a Eve correr un chequeo de antecedetes para su eliminación. Ella miró sobre el hombro de Roarke, leyendo los datos en pantalla mientras la computadora las voceaba.

– No, éstos están limpios. Todos sus documentos concuerdan. Sólo un par de ricachones pagando demasiado dinero para dejarse frotar y refregar. Siguiente?

El hurgó en los registros de huéspedes de dos instalaciones más antes de que el enlace señalara la entrada de documentos. Ella arrebató la copia de la orden e hizo rodar los hombros. -Ahora hagámoslo a mi manera.

– La mía es mucho más divertida.

– Fuera de mi silla, amigo. Y esta vez tú traes el café.

La manera de ella ofrecía un tipo diferente de diversión al permitirle irritar a los gerentes de reservación de varios países. Ellos se encasillaban, protestaban, citaban el insulto de invadir la privacidad de sus húespedes. Y realmente le levantaban el ánimo.

– No me importa si la gente va ahí para ponerse una enema turca. Transmita la lista, como establece la orden debidamente autorizada o el próximo sonido que escuchará podría ser su propio culo cayendo en un incidente internacional.

– Enema turca? -dijo Roarke momentos después mientras la transmisión zumbaba.

– No sé lo que hacen en esos lugares, pero si alguien no había pensado en eso, lo harán finalmente. Ella no está aquí. Sólo no está aquí. Maldita sea. -Salió detrás del escritorio para pasearse. -Estoy perdiendo tiempo cuando debería estar revisando los preparativos del salón.

– Tienes varias ubicaciones más en tu lista.

– Todas tienen bajas probabilidades. Tal vez sólo estoy proyectando lo que me gustaría que hiciera, para hacerlo más fácil para mi misma.

– Tú no sabrías hacerlo más fácil para ti misma ni aunque tomaras clases para eso. Mi nombre también estaba bajo en probabilidades, pero tu rechazaste la opinión de la computadora, verdad? La conoces, Eve. No te subestimes ahora.

– Estuve jugando con una corazonada en vez de tratar con los datos establecidos.

– Entonces sigue jugando. Cual es la más atractiva para ti?

Ella regresó al escritorio, revisando las ubicaciones remanentes de su lista. -Esta es la que me gustaría ver, pero la computadora la descartó. No concuerda con su pauta normal.

– Es bonita. Porque te gusta a ti?

– Porque es la más cara, tiene la interesante historia de haber propiedad de algún conde antes de eso. -Ella lo miró. -Tuya?

– Cincuenta y uno por ciento. Te gustaría tener el resto?

– Eso sólo bajaría las probabilidades. Ella no quiere esa cercanía contigo todavía. Entonces otra vez… consideró Eve. – Ella puede obtener una carga real de esto. Entrar, dar una vuelta, salir, todo el tiempo imaginando que en un ratito va a estar eliminando al tipo que posee la mayoría de las acciones. Sí, revisemos esto.

Ella chocó con la misma reticencia, estilo italiano, de la encargada asistente de reservaciones. -Está teniendo problemas para leer la orden? -demandó Eve. -Viene en una variedad de idiomas, y uno de ellos debe ser el suyo.

La encargada era joven, preciosa, y un poco más que nerviosa. -No, señorita.

– Teniente. Teniente Dallas, Policía de New York. Estoy investigando múltiples homicidios. Usted podría, en este momento, estar albergando un asesino en sus instalaciones. Como se imagina que sus otros huéspedes se sentirían al respecto?

– Villa del Lago tiene políticas muy estrictas en cuanto a la privacidad de sus huéspedes.

– Sabe que, yo tengo políticas muy estrictas también. -Ella lanzó un manotazo, dándole a Roarke en el estómago cuando trató de acercarse. No quería que él le despejara el camino. -Y también las leyes internacionales. Le gustaría que le detalle que penalidades hay por interferir con una orden internacional?

– No, señorita teniente. Siento que no estoy autorizada para proceder. Preferiría que hablara con el gerente de reservaciones.

– Estupendo. Hazlo rapidito.

– Esto hubiera sido rápido, -apuntó Roarke. -si me hubieras dejado hablar con ella.

– A mi manera, chico del café.

Servicial, él vertió lo último de la segunda jarra en la taza de ella.

– Teniente Dallas. -Otra mujer apareció en pantalla. Era mayor, e igualmente preciosa. -Soy Sophia Vincenti, gerente de reservaciones. Me disculpo por mantenerla esperando. Tengo su orden aquí. Por favor entienda que mi asistente sólo estaba siguiendo nuestra política de proteger a nuestros huéspedes de una violación de la privacidad.

– Pienso que debería ser más importante proteger a sus huéspedes de la posibilidad de zambullirse en una bañera caliente con una asesina.

– Si. Por supuesto, cumpliremos las demandas de la orden. Tiene nuestra completa cooperación. Tal vez en interés a proteger huéspedes inocentes podría decirme el nombre de la persona que está buscando.

– No estoy segura del nombre que puede estar usando. Cualquier sea, probablemente las iniciales sean J y D.

– Sólo un momento… teniente, tenemos tres huéspedes con reservaciones en el período de tiempo señalado con esas iniciales. Justina D’Angelo es esperada la próxima semana. Conozco a la Sra. D ’Angelo personalmente. Ha sido huésped aquí varias veces.

– Que edad tiene?

– Teniente, esa es un área delicada.

– Vamos.

– Ella admite tener cincuenta, y lo ha admitido por diez años.

– Está limpia. Número dos.

– Jann Drew, esperada para fin de mes. Es una huésped nueva. Déjeme buscar su archivo para usted.

– Esta puede ser. -declaró Eve y sorbió su café.

– Teniente, la Sra. Drew pone su direcciòn en Copenhague. Ha reservado por diez días, y tendrá un acompañante en los últimos tres días.

– Voy a hacer que mi asistente corra una búsqueda de ella mientras me da los datos de la tercera.

– Es Josephine Dorchester, y también es un nuevo huésped. Llegó anoche y reservó hasta mañana.

La nuca de Eve se erizó, y se echó hacia adelante. -De donde viene?

– Puso dirección de los Estados Unidos, de Texas. Tiene nuestra mejor plaza. Yo estaba de servicio anoche cuando la Sra. Dorchester llegó. Es encantadora.

– Como de treinta, aspecto atlético, alrededor de un metro setenta.

– Si, yo…

– Quédese ahí. -Eve puso en enlace en modo de espera. -Josephine Dorchester. -le gritó a Roarke. -Texas. Búscala rápido, dame la foto de su pasaporte. Es ella. Lo se.

– En tu pantalla de pared. -Respondió Roarke mientras regresaba de su oficina. -La pescaste, teniente.

Eve observó como la imagen de Julianna, rubia, ojos azules, brillaba en la pantalla.

– Hola, Julianna. -Eve giró de nuevo hacia el enlace. Okay, srta. Vincenti, escuche cuidadosamente.


Quince minutos después, Eve le mostraba los dientes mientras gruñía amenazas a la policía italiana. -No me importa que hora es, no me importa cuanto van a demorar en llegar, y no me de la maldita lata con que están cortos de personal.

– Teniente, yo no puedo hacer un movimiento sin la orden apropiada, y aun entonces, esto lleva algún tiempo. Estos asuntos son muy delicados. La mujer que usted busca es ciudadana americana. No podemos arrestar y encerrar a una ciudadana americana simplemente por pedido de un oficial de policía americana via transmisión de enlace.

– Tendrá sus papeles en menos de una hora. Usted debería estar ahí mientras pasa la hora y tenerla en sus manos tan pronto como pueda.

– Ese no el procedimiento apropiado. Esto no es América.

– Dígamelo a mi. Espere ahí. Yo voy a ir para allá. -cortó la transmisión, se puso de pie. -Que tan rápido podemos llegar ahí?

– Conociendo los meandros de la cinta roja, tan rápido como tus colegas italianos lo hagan.

– Entonces vamos. Voy a pedir la autorización por el camino.


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