CAPITULO 15

La siguiente cosa que supo fue que estaba acostada en la acera y un par de técnicos médicos estaban inclinados sobre ella.

– Dije que no.

Uno la pasó un sensor sobre la cara. -No se rompió la mandíbula o los pómulos. Suerte. Parece como si la hubieran golpeado en la cara con una bolsa de ladrillos.

– Salgan de aquí.

Ambos la ignoraron, lo que la inquietó mucho. Cuando trató de sentarse, fue enviada de nuevo hacia atrás con indiferencia.

– El hombro esta esguinzado, costillas magulladas. No hay fracturas. Una maldita suerte. Perdió un poco de piel también. Un buen golpe en la cabeza aquí. Cual es tu nombre?

– Dallas, teniente Eve, y si me tocas, te mato.

– Sip, sabe quien es. Como está la visión, teniente?

– Te veo bastante bien, idiota.

– Y mantiene su juvenil y femenino encanto. Sigue la luz. Sólo con los ojos, no muevas la cabeza.

– Dallas. -Peabody se agachó junto a ella. -Estás realmente lastimada. Deja que se ocupen de ti.

– Los llamaste después de que te dije que no lo hicieras. Te voy a levantar en peso por esto.

– Pienso que no dirías eso si pudieras ver lo que pareces.

– Piensa de nuevo.

– La luz, teniente. -El TM la tomó de la mandíbula para mantener su cabeza quieta. -Sigue la luz.

Ella lo maldijo primero, y luego siguió la luz. -Ahora déjame levantarme.

– Si de te dejo levantar, te vas a caer de nuevo. Tienes una conmoción, un hombro fuera de lugar, costillas golpeadas, un corte en la cadera, un surtido de contusiones y laceraciones, agregados a una cara que parece que te hubieras estampado con la parte trasera de un maxibus. Vamos a transportarte al hospital.

– No, no lo harás.

Peabody levantó la vista y soltó un suspiro de alivio. -Yo no apostaría por eso. -comentó y se hizo a un lado cuando Roarke se arrodilló junto a ella.

– Que es ésto? -La irritación se convirtió en pánico. -Peabody, estás cocinada.

– Tranquila. -ordenó Roarke con tan casual confianza que ambos TM lo miraron como si fuese un dios. -Que tan mal está? -demandó.

La descripción de las heridas fue mucho más coherente y profesional, terminando con la recomendación de que la víctima fuera transportada hacia el hospital más próximo para tratamiento y evaluación.

– No voy a ir.

– Irás. -El acarició con sus dedos el maltratado rostro, y un enojo enfermante se instaló en sus estómago. -Necesita algo para el dolor.

– Roarke…

– Crees que no me doy cuenta? -chasqueó, pero se obligó a refrenarse y cambió de táctica. -Sé un soldadito valiente, querida, y deja que estos buenos TM hagan lo que deben. Si eres muy buena, te voy a comprar un helado.

– Te voy a patear el culo por esto.

– Veré que puedas hacerlo.

Ella forcejeó, al ver el destello de una jeringa. -No quiero esa mierda. Me vuelve estúpida. Tomaré una píldora, es todo. Donde está ese chico? Le voy a pisotear toda esa naricita pecosa.

Roarke se inclinó sobre ella hasta que su rostro llenó la visión de ella. -Dejaste que un chico te derribara? -Vió inmediatamente que la pregunta y el tono divertido habían hecho el trabajo. Ella paró de forcejear para mirarlo.

– Escucha, as, maldita sea, maldita sea! -Ella corcoveó cuando sintió el pinchazo de la jeringa.

– Relájate y disfrútalo. -sugirió. Sintió que la tensión se aflojaba en la mano que sujetaba. -Esa es la forma.

– Te crees que eres muy listo. -Cuerpo y mente empezaban a flotar. -Pero eres muy guapo. Tan guapo. Dame un beso. Amo esa boca. Me gusta morderla.

El en cambio le besó la mano fláccida. -Ella no va a darles más problemas.

– Apuesto a que volé diez pies. Iujuu- Ella giró la cabeza a un costado y cambió de blanco. -Hey Peabody! No estás de uniforme. No tienes zapatos.

– Los abandoné en la carrera. Vas a estar bien, Dallas.

– Jodidamente bien. Pero no voy a ir a ningún pobre hospital. No, señor. Me voy a casa. Donde está Roarke? Vamos a casa ahora, sí?

– Finalmente.

– Está bien. -dijo decididamente, y luego se durmió antes de que la cargaran en la ambulancia.


– Se va a poner realmente loca cuando se despierte. -dijo Peabody mientras paseaba por la sala de espera de emergencias.

– Oh, si. -Roarke tableteaba los dedos contra la taza de café. Todavía tenía que beberla. -Hiciste lo correcto, Peabody, llamándome a mi y a los TM.

– Tal vez no deberías mencionar eso cuando ella venga luego y ma saque los pulmones por la garganta. En primer, no sé como pudo hacer la persecución. Ese tipo, era grande como un gorila, y la planchó. Probablemente se descolocó el hombro cuando lo golpeó en la entrepierna. Ahí estaba yo, hurgando por mi arma de repuesto en ese estúpido bolsito, y ella ya lo había derribado y esposado. Yo debería haber sido más rápida.

– Yo diría que fuiste bastante rápida. Como están tus pies?

Ella movió los dedos. Se había despojado de las arruinadas medias en el baño de damas. -Nada que un remojo y un masaje no saquen. Muy mal para los zapatos creo. Eran nuevos y totalmente mágicos. Y aún sin ellos no pude mantenerme a la par de Dallas. Ella es como un rayo.

– Piernas largas. -replicó él y pensó en la sangre que había visto manchando los pantalones de ella cuando estaba tumbada en la acera.

– Si, la hubiera alcanzado de no ser por el chico con el aeropatín. No puedes culparla. Ella… -Se cortó, nerviosa, cuando el médido de emergencias apareció.

– Usted es el esposo? -preguntó el doctor con un gesto hacia Roarke.

– Si. Como está?

– Echando pestes, y creo que tiene algunos planes muy ominosos para usted. Y si usted es Peabody, está incluída en ellos.

– Está bien. -Peabody soltó el aire que retenía. -Es genial.

– Tuvo un duro golpe en la cabeza. Está conmocionada, pero eso aparenta ser lo peor. Le hemos tratado el hombro, pero debería evitar levantar pesos con él o cualquier otra actividad agotadora por un par de días, mínimo. Su cadera va a darle algún problema, y también las costillas. Pero un mínimo de bloqueadores deberían evitarle la incomodidad. Le hemos cosido los cortes, pusimos vendas frías en los golpes, los peores están en la cara. Me gustaría internarla aquí una noche para observación. De hecho, me gustaría mantenerla por cuarenta y ocho horas.

– Puedo suponer cual es la opinión de ella ante la idea.

– Mmm. Un herida en la cabeza de esta naturaleza no es una nadería. Sus otras heridas son lo bastante serias para garantizar una internación. Necesita ser internada y monitoreada.

– Y lo será, pero en casa. Le tiene fobia a los hospitales. Le puedo asegurar que se va a recuperar más rápido y fácil de todo lo que tiene, en casa. Tengo un médico que puedo llamar para asegurarme de eso. Luise Dimatto.

– El ángel de la calle Canal. -El médico asintió. -Le voy a dar el alta, pero voy a darle a usted específicas instrucciones para su observación y cuidado, y me gustaría que la Dra. Dimatto le hiciera un seguimiento.

– De acuerdo, y gracias.

– Sala de Tratamiento tres. -agregó y salió.

Cuando él entró unos pocos minutos después, Eve estaba tratando y fallando en la tarea de ponerse las botas. -Cuando pueda ponérmelas, las voy a usar para patearte las bolas hasta la garganta.

– Querida, no es momento de pensar en sexo. -Fue hacia la mesa de examen, levantándole la barbilla con un dedo. La mejilla derecha era una pesadilla de moretones que iban palideciendo. El ojo derecho era una rendija hundida en una hichazón rojiza. Su boca estaba despellejada.

– Teniente. -El la besó en la frente. -Has sido verdaderamente golpeada.

– Los dejaste que me dieran drogas.

– Lo hice.

– Y que me arrastraran hasta aquí.

– Culpable. -Deslizó los dedos por la parte de atrás de la cabeza, midiendo cuidadosamente el chichón. -Tu cabeza tal vez sea dura, pero todo tiene sus límites. Y déjame decirte que perdí la mía cuando te vi yaciendo ahí, golpeada y sangrando.

– Peabody se va ir a freír por haberte llamado.

– No lo hará. -En esa sencilla declaración la voz de él se volvió firme y con mandato. -Ella se ha estado paseando con sus pobres pies doloridos, preocupàndose por ti. Así que te vas tranquilizar con ella.

– Me dices mi trabajo ahora?

– No, sólo apelo a tu corazón. Ella cree que si hubiera sido más rápida, tú no estarías aquí ahora.

– Eso es una mierda. Yo iba adelante, pero ella mantenía la persecución, aún con esos zapatos idiotas.

– Exactamente. Tú no sabes que medida calza?

– Huh?

– No importa, me voy a ocupar de eso. Lista para ir a casa?

Ella se bajó de la mesa, pero no objetó tener la mano de él sosteniéndola. -Donde está mi helado?

– No te portaste bien, así que no hay trato.

– Eso es mezquino.-


Se puso furiosa cuando se enteró que él había llamado a Louise, pero cuando sopesó eso contra la posibilidad de que Roarke enlistara a Summerset en el equipo de los TM, fue más fácil de tragar.

Especialmente cuando Louise entró en el dormitorio llevando un enorme bol de helado con trozos de chocolate.

– Dame eso.

– Lo tendrás despúes de que me des tu palabra de que no me vas dar problemas durante el examen.

– Ya tuve un examen.

Sin decir nada, Louise tomó una cucharada y le deslizó entre sus labios.

– Okay, okay. Diablos. La mano fuera del helado y nadie saldrá lastimado.

Louise le pasó el bol, y se sentó en la cama, apoyando su maletín médico en el regazo. Frunció los labios mientras estudiaba el rostro de Eve. -Ouch. -dijo.

– Esa es tu opinión médica, doc?

– Es un comienzo. Por lo que se ve, diría que tienes suerte de no tener roto el pómulo.

– Yo sabía que éste era mi día de suerte. No está tan mal ahora. -agregó con la boca llena de chocolate. -Esas vendas frías pican como la mierda, pero funcionan. Roarke se puso loco con esto y es más grande que yo. Así que si me dejas entonces puedo levantarme y hacer un poco de trabajo…

– Seguro. -Louise le indicó con gestos que lo hiciera.

Sospechando, Eve sacó sus piernas fuera de la cama, tratando de pararse sobre ellas. Lo hizo por alrededor de tres segundos antes de que su cabeza y empezara a girar. Louise atrapó el bol de helado con las manos cuando Eve se derrumbó en la cama.

– Buen médico eres tú.

– Sí, lo soy, y eficiente. Esto nos evitó a ambas un rato de discusión.

Ofendida, Eve frunció sus labios doloridos. -No creo que sigas agradándome.

– No se como voy a seguir con mi vida sabiendo eso. Te vas a quedar aquí hasta que yo diga otra cosa. – Sacó una palm de su bolso, y pidió la copia de la carta médica de Eve. -No sabes cuanto tiempo estuviste inconsciente?

– Como demonios podría saberlo? Estaba inconsciente.

– Buen punto. Voy a hacer algunos escaneos, y darte una segunda ronda de vendas frías. Puedo darte algo para la incomodidad.

– No quiero químicos. El trato se acaba si sacas una jeringa.

– Esta bien. Prefiero no darte nada con la conmoción. Vamos a usar bloqueadores externos para aflojar ese enorme dolor de cabeza que debes tener.

Volvió a buscar en su bolsa, respondiendo con un “entre” al llamado a la puerta del dormitorio.

– Discúlpeme. -Sam se paró en el umbral. -Roarke dijo que podía subir si podía ser de alguna ayuda.

– Usted es médico? -preguntó Louise.

– No, no soy médico. Soy Sam, el padre de Delia.

– Estamos bien aquí. -dijo Eve cuidadosamente, y puso a un lado el bol. -Ella está haciendo lo que debe hacer.

– Si, por supuesto. -El retrocedió torpemente.

– Un sanador entonces? -preguntó Louise, estudiándolo con interés.

– Soy un sensitivo. -Su mirada fue atraída por el rostro de Eve, y la pena por el dolor creció en él.

– Empático?

– Un poco. -El desvió sus blandos ojos hacia Louise, sonriendo. -Los médicos raramente tienen algún interés en sensitivos o empaticos.

– Me gusta mantener mi mente y mis opciones abiertas. Louise Dimatto. -Se levantó y bajó de la plataforma y le ofreció la mano. -Encantada de conocerlo, Sam.

– Porque ustedes dos no van a tomar un trago abajo. -dijo Eve secamente. -Para conocerse.

– Infortunadamente… -Louise miró hacia atrás sobre su hombro. -No puedo decir que su rudeza sea el resultado de sus heridas. Ella nació de esa forma. Obviamente un defecto genético más allá del alcance de la ciencia médica.

– Si no puedes ser rudo en tu propio dormitorio, entonces donde? -Eve levantó el bol de nuevo, excavando en él.

– Puedo tener una palabra en privado con ella? -preguntó Sam.

– Seguro. Voy a estar afuera.

Cuando quedaron solos, Sam fue hacia el lecho. -Usted tiene un considerable dolor.

– He estado peor.

– Sí, estoy seguro de que lo ha estado. -Se sentó en el costado de la cama. -Usted no quiere bloqueadores químicos, y aunque estoy seguro de que la Dra. Dimatto puede aliviarle algo del dolor externamente, yo puedo hacer más. No va suceder otra vez, Eve. -dijo antes que ella pudiera hablar. -Porque estoy preparado. Sé que no está segura de que pueda confiar en eso, pero puede hacerlo. No le miento, y no se lo ofrecería si no pudiera asegurarle su privacidad.

Ella empujó la cuchara en el helado. No, él no mentiría. -Puede hacer que me levante más rápido?

– Lo haré, especialmente en conjunción con el médico.

– Okay. Vamos a hacerlo. Tengo que trabajar.


Era mortificante que ni el sanador y la médica se hubieran molestado en mencionar que tenía que desnudarse hasta la piel para el examen y tratamiento. Ellos discutieron su anatomía como si fuera un droide científico en un laboratorio, hasta que finalmente ella cerró los ojos en defensa. Se estremeció ante el primer toque de dedos, ante la propagación de frescura, y luego tibieza a lo largo del corte de la cadera, que había chocado rudamente contra el pavimento dos veces.

La palma de otra mano presionó su mejilla herida, y ella apretó los dientes. Pero el ardor pasó, y se sintió flotando. No como lo hacían los bloqueadores que era como una mareante vuelta en un carrusel, sino como vagar sin peso en una nube.

Podía escucharlos hablando, pero sus voces eran insustanciales.

– Se está durmiendo, -dijo Louise suavemente. -Usted es muy bueno.

– Su cadera le está causando mucho dolor. La mayoría de las personas estarían gritando.

– Ella no es como la mayoría de las personas, no? Si usted se ocupa de eso, yo me encargo del golpe en la cabeza, Creo que podemos reducir la hinchazón un poco más.

– Puedo ayudar en algo?

Roarke. Ante el sonido de su voz, Eve forcejeó para volver a la superficie.

– No, shh. Quédate ahí. -le dijo él. -Estoy aquí.

Porque él estaba, ella se dejó ir otra vez.

Cuando volvió a despertarse, estaba oscuro. Por un terrible momento pensó que se había quedado ciega. Mientras trataba de sentarse, vió moverse una sombra y supo que era él. -Que hora es?

– Tarde. -El se sentó en el costado de la cama. -Tienes que descansar. Luces, diez por ciento.

El leve brillo la inundó de alivio. Lo bastante para no saltar hacia él, cuando se acercó para examinarle las pupilas. -Que día es?

– Depende. Es antes o después de la medianoche?

– Chica lista.

– Sé donde estoy y enn que día. Y que tenemos un aniversario en un par de días. Y, Carlo, yo nunca te amé más que ahora.

– Yo siento exactamente lo mismo, Miranda. -El le tocó la frente con los labios, una delicada forma de controlar si tenía fiebre. -Si te sientes mejor tal vez pueda hacer entrar a los niños. Carlo junior, Robbie, Anna y la pequeña Alice están ansiosos por ver a su mamá.

– Tratando de asustar a una inválida. Eres un bastardo vicioso.

– Vuelve a dormir. -El le tomó la mano y la llevó a su cara, frotándola contra su mejilla.

– Lo haré si tú lo haces. No voy a dormir contigo merodeando alrededor y husmeando sobre mi.

– Quiero que sepas que yo estaba valientemente parado observando a mi amada conmocionada. -Se deslizó junto a ella, y le hizo apoyar la cabeza gentilmente en su hombro. -Duele?

– Un pequeño dolor, tal vez. Nada mayor. Hey, recuerdas? Me golpearon en la cara justo antes de nuestra boda. Ahora es como una tradición.

– Y únicamente nuestra. Quédate quieta ahora, y duerme.

Ella cerró los ojos. -Roarke?

– Hmm?

– Ya casi la tenía.


La siguyiente vez que despertó, la habitación estaba oscura. Perdió los primeros veinte segundos preocupándose por si esta vez se había quedado ciega, luego se imaginó que él había bajado las pantallas de sol en todas las ventanas, incluyendo la claraboya sobre la cama.

Okay, entonces su mente no estaba muy aguda todavía. Se quedó acostada e hizo un inventario mental de los dolores y molestias. No estaba tan mal considerandolo, decidió, y cuando se sentó cautelosamente se alegró no tener violentas palpitaciones o desorientadores mareos.

Se movió pulgada a pulgada hacia el borde de la cama, plantando los pies en el piso. Después de tomar aliento, se puso de pie. La habitación se meció un poco, pero se detuvo rápidamente. Sentía la cabeza como si se la hubieran apretado en un torno, pero al final nadie estaba apretando los tornillos.

Estaba desnuda, por lo que frunció el ceño al mirar hacia abajo, al moretón del tamaño del Arena Ball de sus costillas, la despellejada y maltratada área en su cadera. Ambos moretones eran de miserablemente desteñido gris y amarillo, y eso era un buen signo. Bien por el equipo de sanadores, decidió, y luego testeó su hombro.

Rígido, pero no dolorido. Volvió la cabeza para examinar también el impresionante moretón en esa área.

Roarke salió del elevador. -No tenías que levantarte sin autorización.

– Quien dijo?

– El sentido común, pero cuando has escuchado tú a ese individuo en particular?

– Quiero una ducha.

– Tan pronto como Louise te vea. Va a subir en un minuto. Estaba desayunando.

– Tengo una conferencia a las ocho.

– Reprogramada para las nueve. -El tomó una bata del armario de ella. -Tentativamente.

Ella le arrebató la bata y hubiera pasado los brazos por ella si su hombro hubiera colaborado. En cambio se envolvió en ella. Pero cuando intentó pasarlo, él giró para bloquearla.

– Adonde vas?

– A orinar -chasqueó ella. -Está permitido?

– Incluso recomendado. -Divertido, él vagó hacia el AutoChef mientras ella marchaba hacia el baño adjunto. Contó los segundos, y pensó que podía llegar hasta ocho.

– Santa mierda!

– Siete. -murmuró él. Ella se había movido más rápido de lo que esperaba. -Deberías haberte visto hace unas pocas horas atrás. -Entró detrás de ella y se detuvo mientras se miraba su rostro en el espejo.

La misma deprimente combinación de gris y amarillo con un toque de verde como la que había encontrado en su cadera y costillas, florecía sobre todo el costado derecho de su rostro. Había un estampado jaspeado, un poco endurecido, a lo largo del borde del pómulo y alrededor del ojo donde su piel se había deshinchado y se había aflojado como un balón desinflado. El cabello brincaba en desprolijas puntas, formadas por sudor y sangre, se imaginó.

Su labio inferior parecía sensible, y cuando puso un dedo sobre él, encontró que se sentía en la misma forma.

– Hombre, él realmente me acertó.

– Debe ser porque tenía una mano como un tren bala.

– Era un tipo enorme. -recordó, volviendo la cabeza un poco para estudiarse el perfil. No era mejor que la vista completa. -Odio que me golpeen en la cara. La gente siempre se te queda mirando y haciendo comentarios cretinos: Oh, corriste contra un muro? Wow, diablos, eso duele?

El tuvo que reir. -Sólo tú podrías estar más enojada por eso que por el golpe.

– Era un imbécil. No sabía lo que estaba haciendo. La puta me lo mandó, y luego no tuvo las pelotas para enfrentarme.

– Como tú esperabas.

Sus ojos se encontraron en el espejo. -Cuando la agarre, va a pagar por esto. -Eve tocó levemente con los dedos sobre su mandíbula. -Y no se va ver tan jodidamente bonita cuando la meta en una celda.

– Pelea de chicas? Puedo mirar.

– Pervertido. -Ella fue hacia la ducha, y ordenó los chorros a full a temperatura hirviente.

Porque estaba consciente de que ella podía marearse y caer, y porque lo disfrutaba, Roarke apoyó una cadera en el lavabo y observó la ondulante silueta detrás del vidrio.

Volvió la cabeza cuando Louise entró. -Tu paciente está levantada y rondando.

– Ya lo veo. -Apoyando su bolsa en el mostrador, Louise caminó alrededor de la ducha. -Como te sientes esta mañana?

Eve soltó un gemido, girando con su cabello mojado goteando. En defensa, cruzó un brazo sobre sus pechos. -Jesus, vamos.

– Déjame apuntarte que soy un médico, ya te había visto desnuda, y soy además un miembro de la especie que tiene el mismo equipamiento que tú. Sientes algún dolor?

– No. Estoy tratando de tomar una ducha.

– Sigue entonces. Te duele la cabeza?

Eve siseó, luego metió la cabeza bajo el burbujeante rocío. -No.

– Si te sientes mareada, siéntate. Siéntate donde sea que estés. Es mejor que caerse. Problemas de movimiento en el hombro?

Eve lo demostró levantando los brazos y refregando el champú en su cabello.

– Cadera?

Eve meneo el trasero e hizo reir a Louise. -Me alegra ver que te sientes juguetona.

– Eso no es juguetear. Te lo estaba mostrando, lo que se supone es insultante.

– Pero es que tienes un lindo culito.

– Es lo que yo siempre digo. -agregó Roarke.

– Jesús, todavía estás ahí? Vete, váyanse todos. -Se echó el pelo hacia atrás, volviéndose, y lanzó un gritito cuando Peabody entró.

– Hey! Como te sientes?

– Desnuda. Me siento desnuda e invadida.

– La cara no se ve ni la mitad de mal. -Peabody miró alrededor. -Está aquí, McNab, está mucho mejor.

– El entra aquí, -dijo Eve ominosamente- y alguien va a morir.

– Los baños pueden ser verdaderas trampas mortales, -agregó Roarke. -Porque no llevo a Peabody y McNab, y Feeney, -agregó cuando escuchó la voz del capitán de DDE junto a la de McNab, -arriba a tu oficina. Louise puede quedarse hasta que esté satisfecha de que capaz de regresar al trabajo.

– Soy capaz de patear sus virtuosos culos si una persona más ve mis tetas esta mañana.

Ella giró otra vez y trató de enterrarse en agua y vapor.


– Tuviste mucha suete. -le dijo Louise un poco después, cerrando su maletín. -Podías haberte fácilmente fracturado el cráneo en vez de abollártelo. A pesar de todo, es un pequeño milagro que estés de pie esta mañana. Sam es muy talentoso, y fue de gran ayuda.

– Se la debo. -Eve se abotonó la camisa. -Les debo a ambos.

– Y aquí está mi factura. Hay una colecta de fondos el sábado a la noche para reunir dinero para tres nuevas van-médicas. Ya te han enviado una invitación, la cual tú, o me imagino que Roarke, ha aceptado. Pero sé que a menudo encuentras la manera de escapar de estas cosas. Esta vez, te quiero ahí.

Eve no dijo nada. Ella quería pagarle a Louise en otro momento, de otra forma. Roarke no iba a ir a ninguna función pública hasta que Julianna Dunne estuviera encerrada en una celda.

Louise dió una mirada a su unidad de muñeca. -Debo irme. Le dije a Charles que lo iba a recoger en el aeropuerto. Egresa de Chicago esta mañana.

– Okay. -dubitativa, Eve alcanzó el arnés con el arma. -Louise, realmente no es un problema para ti? Lo que él hace?

– No, eso no me molesta. Creo que me estoy enamorando de él, y es adorable. -Su rostro parecía irradiar felicidad. -Tú sabes como es cuando ahí está la otra mitad de ti, y eso corre dentro de ti?

– Sí. Sí. Supongo que lo se.

– El resto? Son solo detalles. No te sobrecargues, Dallas. Cuando te sientas cansada, siéntate. Cuando te sientas mareada, acuéstate, y no te hagas el héroe. Toma algo para las molestias. -Inclinó la cabeza e hizo una pausa en la puerta. -Un poco de maquillaje cubriría la mayor parte de esos moretones.

– Cual es el punto?

Riendo, Louise salió por la puerta, Y Eve hacia el elevador.


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